**ESTA ADAPTACIÓN YA LA HABÍA PUBLICADO EN OTRA CUENTA YARELY POTTER ESPERO LES GUSTE

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia le pertenece a Brenda Novak


Capítulo Veintidós

Edward no podía ir a casa. No, después de lo que acababa de suceder con Bella. Sabía que se sentiría demasiado solo, demasiado triste.

Además, Alec y Seth habían ido a la ciudad a pasar las vacaciones y quería estar con ellos el mayor tiempo posible antes de que volvieran a la universidad. De modo que decidió tomarse el día libre y condujo hasta casa de Jasper, donde él y sus cuatro hermanos habían pasado el día de Acción de Gracias.

Intentando no pensar en Bella, cruzó el barrio en el que vivía su hermano. Pero cuando llegó, vio que habían desaparecido todos los coches de sus hermanos. Sólo estaba el de Jasper y un carro que no reconoció.

¿Dónde estarían Emmett Alec y Seth? ¿Y de quién sería aquel coche?

Edward aparcó en la calle de enfrente y se acercó a la puerta.

Estuvo a punto de entrar sin llamar, pero de pronto tuvo miedo de lo que podía encontrarse. ¿Sería el otro coche propiedad de la chica que salía con Jasper?

Edward oyó la risa de su hermano en el interior de la casa y decidió marcharse.

Evidentemente, su hermano tenía compañía.

Estaba pensando en dar media vuelta para volver a su coche, cuando la puerta de la casa se abrió y se descubrió a sí mismo con la mirada clavada en los ojos verdes más grandes que había visto en su vida, pestañeando detrás de un par de gafas.

—Ya te he dicho que había alguien —le dijo la mujer a Jasper, que se asomó tras ella.

—Edward, ¿qué ha pasado? —preguntó Jasper.

—Pensaba que estabas en casa de Bella.

Edward no quería explicárselo. Todavía estaba demasiado enfadado. Tenía ganas de denunciar a Billy por difamador, o de destrozarle la boca a Jacob o a los dos.

Pero sabía que no serviría de nada. El problema era la incapacidad de Bella para confiar en él.

—No estaba en casa —mintió, para dar el tema por zanjado.

—¡Oh! —Jasper se tensó.

La chica que estaba a su lado le dio un codazo en las costillas.

—¿No vas a presentarme?

Como Jasper vaciló, extendió la mano y se presentó a sí misma.

—Hola, soy Alice Brandon, compañera de estudios de Jasper.

—¿Compañera de qué? —repitió Edward, estrechándole la mano.

—Compañera de estudio

—Sólo es una amiga mía —la interrumpió Jasper.

—Yo soy su hermano mayor —dijo Edward preguntándose qué demonios estaba pasando allí.

Por el aspecto de Alice bien podía ser la joven de veinte años que les había mencionado Jasper. Pero a menos que Edward hubiera oído mal, acababa de decir algo sobre que era compañera de estudios de Jasper.

¿Qué estaría estudiando Jasper? Ni siquiera había terminado la secundaria.

—Siento interrumpir —se disculpó Edward.

Tenía la impresión de que su hermano quería que se marchara.

— Me alegro de haberte conocido, Alice. Los dejaré —miró a Jasper—, estudiando.

—Jasper habla tanto de ti que es como si ya te conociera —le dijo Alice mientras él se marchaba.

— Quizá podamos salir los tres a cenar algún día.

—Sería estupendo —comentó Edward por encima del hombro.

Llegó a su coche y cerró la puerta, pero no se fue inmediatamente. Clavó la mirada en la puerta de la casa de Jasper, intentando averiguar el enigma que encerraba la conducta de su hermano.

Pero aunque estaba más confundido que antes, también sentía crecer en su interior una gran esperanza.

Cuando Edward llegó a casa, comprendió que no había bebido suficiente. Todavía estaba consciente, lo que quería decir que continuaba deseando a Bella y que no podía dejar de pensar en ella.

Con todos los planes que había hecho para el día de Acción de Gracias, pensó malhumorado.

Tenía pensado entregarle el guardapelo a Bella y decirle después que la amaba. Se lo había dicho ya por teléfono, pero no directamente y por primera vez en su vida, le emocionaba poder decirle a una mujer que la quería tanto que nada de lo que le pidiera le parecería nunca demasiado. El matrimonio.

Cualquier cosa. Y en vez de a una declaración de amor, había tenido que enfrentarse a la carta de BIlly y al rechazo y había terminado llendo a un bar con sus hermanos.

Por lo menos había disfrutado viendo a Seth y a Alec. Los estudios les iban muy bien y eran felices. Cuando eran pequeños, Edward tenía a veces la sensación de que nunca crecerían, pero ambos se habían hecho adultos. Se habían convertido en dos hombres de los que podía sentirse orgulloso.

Se quitó la camisa y los pantalones y cruzó el pasillo, sin molestarse en encender las luces. La cama lo estaba esperando, pero cuando se sentó en ella, no encontró las sábanas frías y crujientes. Estaban templadas y Edward estuvo a punto de morirse del susto cuando rozó con las piernas algo caliente, suave y maravilloso, muy parecido a la piel de una mujer.

—¿Edward? ¿Ya has llegado? —preguntó Bella cuando lo oyó gritar.

—¿Bella? —respondió él. El mareo provocado por el alcohol fue disipado por la dosis de adrenalina que lo puso en alerta.

— ¿Dónde has dejado el coche?

—Afuera, ¿no lo has visto?

Edward no se había fijado, pero la verdad era que ni siquiera había mirado.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Bella todavía estaba vestida.

Evidentemente, se había quedado dormida mientras lo esperaba.

—Quería hablar contigo.

Hablar. Quería hablar. Pero Edward no estaba seguro de lo que iba a decir y no quería arriesgarse a que no le gustara. No cuando estaba ya en su cama y la tenía atrapada en el círculo de sus brazos. Había ido a buscarlo. Eso era lo único que importaba. Lo que tuviera que decirle podía esperar hasta el día siguiente. Antes quería darle algunas cosas en las que pensar.

—¿No podemos hablar más tarde? —preguntó, besándole el cuello y atrayéndola hacia él al mismo tiempo.

Bella cerró los ojos y pareció rendirse a sus deseos, pero justo cuando Edward estaba deslizando la mano por debajo de su blusa, lo interrumpió con una pregunta:

—¿No crees que antes deberíamos aclarar algunas cosas?

—Sólo necesito saber una cosa, Bella —le dijo—. Es tan sencillo como eso. ¿Quieres confiar en mí?

Bella tragó saliva.

—Estoy dispuesta a intentarlo.

—A partir de ahí, podremos llegar a algo.

—¿Adónde, Edward? ¿Adónde quieres que lleguemos?

—¿No lo sabes?

—Necesito que me lo digas.

—¿Qué quieres oír, Bella? ¿Que te quiero?

Edward sintió que Bella se tensaba.

—Si es verdad, sí.

—Es verdad —admitió él—. Nunca ha habido nadie más para mí. Solo tú.

Bajó los labios hacia lo suyos, saboreó la dulce humedad de su boca y sintió que el deseo lo sacudía violentamente cuando Bella gimió y se arqueó contra él.

En aquel momento, Bella decidió renunciar a las palabras y se dejó llevar por sus sentidos. Cuando Edward sintió su respuesta, se prometió a sí mismo que, al igual que aquella noche, iba a hacer el amor con Bella durante el resto de los días de su vida.

Oooooooooo

Bella estaba avergonzada cuando se despertó.

Había ido a casa de Edward para hablar con él, para disculparse por haber dudado de su palabra y para prometerle que se esforzaría en confiar en él. Pero tenía tanto frío y estaba tan cansada que se había quedado dormida esperándolo. Y no había podido hablar mucho cuando Edward había vuelto a casa. Edward había intentando comunicarse de una forma diferente y había hecho el amor con ella una y otra vez, como si temiera que lo abandonara. El tiempo que habían pasado juntos había sido apasionado e intenso, pero en aquel momento, Bella tenía que enfrentarse a un nuevo día y comenzaba a preguntarse si tendría que arrepentirse de lo que había hecho.

¿Cómo podía haber vuelto a hacer algo así?

Comenzó a regañarse a sí misma, pero cuando alzó la mirada y descubrió a Edward observándola con tanta intensidad, el miedo y la preocupación se evaporaron casi instantáneamente.

—Te amo —dijo Edward en cuanto ella lo miró a los ojos

—Nunca habría imaginado que podía amar tanto a una mujer.

Bella sonrió. ¿Cómo no iba a confiar en Edward? Ella también lo amaba, no podía imaginarse la vida sin él.

—¿Quieres casarte conmigo? —preguntó Edward, sin apartar los ojos de su rostro.

— Sé que dije que quería que fuéramos despacio, pero al parecer no nos van a dejar y yo no creo que tenga sentido seguir esperando. Quiero construir una casa para ti y para tus hijos, aquí, en New Moon, o si tú lo prefieres, en la urbanización de Eclipse. Y quiero estar contigo cada noche.

La mención del matrimonio resucitó alguno de los miedos de Bella. El matrimonio era igual a vulnerabilidad y la vulnerabilidad aterraba a Bella como ninguna otra cosa. ¿Y si se casaban y el matrimonio no salía bien?

Volvería a la misma situación que tras el divorcio de Jacob y en aquella ocasión, estaba segura de que terminaría desolada.

Y no estaba segura de que tuviera fuerzas para pasar por aquel infierno otra vez.

—Es posible que no sea el mejor hombre del mundo —le estaba diciendo Edward—, pero haré todo lo que esté en mi mano para ser un buen marido y un buen padre, Bella. Quiero hacerte feliz.

—¿Crees que podrás llegar a querer a los niños? —le preguntó.

—Claro que podré. De hecho ya los quiero.

—¿Y qué va a pasar con mi trabajo?

—Eso tendrás que decidirlo tú, pero si quieres seguir trabajando, me gustaría que lo hicieras para mí. Yo seguiré construyendo casas y tú las venderás.

Un equipo. Serían socios. Aquel era un tipo de relación que nunca había conseguido establecer con Jacob.

—¿Qué dices? —le preguntó Edward—. ¿Quieres convertirte en la señora Cullen?

¿Podría? ¿Aprendería a confiar en él? Era como estar en el borde de un precipicio, con Edward esperándola al otro lado, instándola a saltar hacia él.

—Di algo —le suplicó Edward—, me estás asustando.

Bella cerró los ojos y apretó los puños. Apartó sus miedos y sus dudas a un lado y dio el salto.

—Sí, me casaré contigo —dijo.

Edward la abrazó. Posó la barbilla en su cabeza. Bella sentía los firmes latidos de su corazón en su oído. Parecía estar diciéndole con su rítmica cadencia que había tomado la decisión acertada, la única posible.

—Todo saldrá bien, Bella —musitó—. Lo conseguiremos juntos.

—Lo sé —dijo.

— Te quiero, Edward.

oooooooooo

—¿Que tú qué?

Emmett y Jasper, sentados junto a su hermano en la mesa de la cocina, alzaron su atónita mirada hacia Edward.

—Voy a casarme —repitió él, mientras metía la sartén que habían usado para freír los huevos en el fregadero—, después de Navidad.

Jasper soltó un silbido y dio un golpe en la mesa.

—¡Caramba, Edward! Lo que dije el otro día de que teníamos que ir preparando los trajes era una broma. ¿Estás seguro de lo que vas a hacer?

—Estoy seguro —contestó Edward, apartando el zumo de naranja y limpiando los mostradores de la cocina.

Edward había invitado a sus hermanos a comer, pero era jueves, un día laborable y sabía que Emmett tenía a su cuadrilla de trabajadores esperando un pedido de cemento para las viviendas de Eclipse.

Emmett empujó su plato y se levantó.

—¿No ha sido todo demasiado repentino? —le preguntó.

— ¿No pensas estar algún tiempo comprometidos o algo así?

Pero Edward no encontraba ningún sentido a esperar. Él y Bella sabían lo que querían. Lo único que habían hecho había sido aplazar la boda hasta que los niños pudieran hacerse a la idea. Les habían dado la noticia el domingo por la noche, después de que Jacob los dejara en casa tras haber pasado cuatro días en el rancho. A partir entonces, Edward había pasado mucho tiempo en su casa para que fueran acostumbrándose a él.

—Queremos casarnos antes de que Alec y Seth tengan que volver a la universidad —les dijo Edward.

— Celebraremos la boda en una iglesia pequeña, queremos que sea una ceremonia íntima.

Jasper y Emmett se miraron el uno al otro y se encogieron de hombros.

—Estaremos contigo, si eso es lo que quieres —dijo Emmett.

—Eso es lo que quiero.

Edward sonrió, sintiéndose más feliz que en toda su vida.

Recordaba la cantidad de veces que había jurado que no volvería a casarse.

Tendría que tragarse cada una de sus palabras cuando estuviera con Bella ante el altar, pero lo haría sonriendo como un tonto.

—¿Bella va a volver a trabajar en la oficina? —preguntó Jasper.

—No está segura. Ambos pensamos que para ella sería una buena experiencia trabajar durante algún tiempo en otras constructoras. Pero espero que a la larga vuelva a trabajar conmigo. Me gustaría que estuviera aquí.

Jasper arrastró la silla y se levantó.

—¿Y dónde vais a vivir? ¿Aquí?

—No. A Bella le gusta mucho la casa que está al final del campo de golf. Pero tendremos que terminarla antes de irnos a vivir allí, en junio.

—¿Es esa casa con el jardín tan grande? —preguntó Emmett.

—Sí. Quiero poner una piscina, para que los niños disfruten en verano.

—Bueno, no te preocupes por la casa. Me encargaré de que esté terminada antes de la boda. Ese será mi regalo —terminó el resto de su zumo de naranja y se dirigió hacia la puerta.

— Ahora tengo que irme a trabajar.

Felicidades, hermanito.

Edward le dijo adiós a su hermano mientras éste se marchaba, después miró fijamente a Jasper.

Permanecía en silencio y por un momento, Edward temió que también él se marchara. No quería que se fuera. Todavía había cierta tensión entre ellos y esperaba ser capaz de decir algo que pudiera abrir definitivamente los canales de comunicación entre ellos.

Pero fue Jasper el primero en hablar.

—He decidido que me gustaría volver a trabajar a tiempo parcial, si te parece bien —le dijo, inclinándose hacia delante y empujando el resto de su comida con el tenedor.

— Mis ahorros se están acabando rápidamente y dispongo de más tiempo del que pensaba.

—Así que los estudios te van bastante bien, ¿eh?

Jasper no levantó la mirada del plato.

—Sí.

—¿Cuándo empezaste a estudiar?

—Hace ya un tiempo.

Edward intentó no mostrarse sorprendido. Jasper se estaba comportando como si quisiera que no se le diera ninguna importancia a su vuelta a los estudios.

—Así que vas a ir a la universidad, ¿eh?

—Sí.

—Estoy orgulloso de ti —le dijo Edward.

Y era completamente cierto. Pero estaba un poco sorprendido de ser capaz de decirlo.

Quizá estuviera haciendo más progresos en lo que a Jasper se refería de lo que pensaba.

Jasper parecía un poco avergonzado, pero Edward podía decir que también complacido.

—Tendremos que poner otra mesa para Brandon —continuó diciendo Edward, como si todo fuera completamente normal.

— ¿Cuándo quieres volver? ¿Después de graduarte?

Jasper sacudió la cabeza.

—No creo. Sé que quieres que vuelva contigo, Edward, pero yo no soy como los demás. Yo quiero labrarme mi propio camino.

Edward dio un sorbo a su café.

—¿Y a qué te gustaría dedicarte? —le preguntó.

Jasper vaciló un instante, pero al final alzó la mirada hacia él.

—Me gustaría ser programador informático.

Programador informático,Así que su hermanito tenía grandes planes.

—Lo comprendo —dijo Edward sonriendo, a pesar de sus esfuerzos por comportarse como si nada hubiera cambiado—.

Cuando quieras, aquí tendrás un puesto de trabajo disponible, pero estoy seguro de que tendrás éxito en cualquier cosa que te propongas hacer. Eres una de esas raras personas capaces de hacer cualquier cosa.

En lo más profundo de los ojos azules de Jasper se reflejó una intensa sorpresa.

Aunque Edward había dicho cosas similares durante años, probablemente aquella era la primera vez que no estaba utilizando sus palabras para castigarlo, para regañarlo porque hubiera hecho algo mal. Y Jasper había comprendido la diferencia, porque la sorpresa era la emoción que reflejaban sus ojos.


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