4 | Televisión
—Natsuki parece inquieta. ¿Hay algo que Shizuru esté haciendo mal?
Hacía varios minutos que la programadora no prestaba atención a su indeseada compañía. Por algún motivo absurdo, le parecía que si la ignoraba desaparecería, como un espejismo pasajero o un producto de su imaginación. O mejor aún: tal vez si no le dirigía la palabra, Shizuru se acabaría cansando y se esfumaría, en vista de que la situación parecía muy real. Estaba en la habitación de un hotel, aislada del mundo, de los suyos, en compañía de una mujer que había recogido de la calle y que decía ser una extraterrestre. Pelo castaño, maquillaje tribal, aunque bonitos ojos rojos.
¿Qué más podía pasar?
Natsuki se incorporó en la cama, su cuerpo estaba en tensión.
—Para empezar, ¿por qué hablas en tercera persona? Es increíblemente molesto, te lo aseguro. Y para seguir, por supuesto que estoy inquieta. Estás aquí, ¿no? —afirmó mirándola por primera vez mientras rumiaba unas hojas de lechuga.
Al diablo con la cautela. Estaba harta de aquello. Si ella la mataba, lo haría igual, tanto si se mostraba displicente y amable como si no. Se encontraba preparada para una muerte lenta y dolorosa, pensó. Pero si no iba a poder ver la última temporada de Orange Is The New Black, al menos antes se acabaría su cena.
—Corregiré mi manera de hablar, si eso es lo que te inquieta.
—No, no es eso lo que me inquieta —refunfuñó Natsuki, pulsando el mando de la televisión con dedos temblorosos. Estaba rabiosa.
Le pareció que no era mucho pedir morir viendo un programa interesante, pero, como siempre, en la televisión no había nada que llamara su atención.
Pasó un canal tras otro, hasta toparse con un grupo de descerebrados que estaban a punto de meterse en una casa para dejarse grabar las veinticuatro horas del día. Natsuki odiaba este tipo de reality shows, pero pensó que no le importaría estar allí, exponerse a las cámaras, destripar sin miramientos su vida privada. Y eso le preocupó, el sentir que en ese momento cambiaría su vida por la de cualquier hazmerreír.
Miró a Shizuru de soslayo, deseando que ella entrara en razón, pero al ver sus ojos humedecidos, Natsuki cambió la expresión de su cara. No podía ver a nadie llorar. Era superior a sus fuerzas. Simplemente, no podía.
—A ver, ¿qué te sucede ahora? —preguntó irascible. Dejó el mando a un lado y se puso derecha en la cama.
—No lo sé. Shizuru nunca había experimentado esta sensación —afirmó la extraterrestre, tocándose una lágrima con las yemas de los dedos—. Es extraño.
—Son lágrimas, ¿qué tienen de extraño?
—Me siento como… vacía.
—Sí, es un sentimiento muy común cuando se llora.
Entonces Shizuru probó el sabor salado de su propia lágrima. —Saladas. No me las esperaba así.
—¿Y cómo las esperabas? ¿Con sabor a mazapán? —contestó Natsuki con brusquedad. Como consecuencia, Shizuru empezó a llorar con más intensidad—. No, por favor, no llores, no te pongas así. —Se desesperó y no sabía qué hacer. Si hubiera sido una amiga, la habría abrazado en ese instante para consolarla, pero se trataba de una perfecta extraña y no sabía dónde poner los brazos. Decidió darle unos reconfortantes golpecitos en el hombro. Sí, aquello no la comprometería demasiado—. Vamos, cálmate. He sido un poco bruta, lo sé, es que no soporto ver llorar a una mujer.
—¿Y a un hombre sí? —inquirió Shizuru entre sollozos.
—No he visto a muchos, si te digo la verdad. Pero tampoco. No me agrada ver llorar a nadie, y menos si es por mi culpa.
—No es culpa de Natsuki. Shizuru está siendo un poco insistente esta noche.
«Un poco» sería un eufemismo para describir lo descabellado de la situación, pero Natsuki se sintió igualmente culpable. A fin de cuentas, su invitada indeseada estaba sola en este mundo, o eso le pareció al verla llorar desconsoladamente. Shizuru era un mar de hipidos y sollozos. Le costaba respirar y Natsuki optó por ir hasta el cuarto de baño y tomar un rollo de papel higiénico.
—Ten. Suénate. Te sentirás mejor. —Se lo ofreció. —Solo estás nerviosa por lo que te ha ocurrido esta noche.
Shizuru siguió el consejo y se sonó ruidosamente.
—Cosquillas —dijo meneando la nariz como un ratoncillo asustado.
Después miró a Natsuki como si estuviera esperando que ella dijera algo, pero no se le ocurrió el qué, así que volvió a sentarse en la cama y permanecieron un buen rato en silencio hasta que Natsuki dijo:
—No eres peligrosa ¿Verdad? Shizuru Ni tampoco piensas matarme esta noche.
Shizuru volvió a negar con la cabeza, esta vez de forma más efusiva.
—Y así podré ver el final de Orange Is The New Black…
—¿Orange qué?
—Da igual. —Natsuki agitó una mano para restarle importancia—. Pero entonces, ¿por qué? ¿Por qué te empeñas en seguirme?
La extraterrestre hipó.
—Shizuru no tiene adónde ir. Y pensó que Natsuki sería una buena compañía mientras sus hermanos vienen a recogerla.
Natsuki suspiró profundamente. Fue un suspiro que salió de lo más hondo de su ser. No podía creer que se estuviera ablandando, pero al mirar los ojos de Shizuru supo que no estaba mintiendo. Tal vez estuviera desequilibrada, pero ella realmente esperaba que alguien regresara a buscarla.
—¿Alguna vez te han hecho un diagnóstico psiquiátrico? Porque si vas a quedarte aquí un rato, necesito saberlo.
—En mi planeta no hay locos, si eso es lo que te preocupa —dijo utilizando la persona verbal correcta para su inmenso alivio—. Allí no es como aquí.
—De eso no me cabe ninguna duda.
—Pero si quieres que me vaya, lo comprendo. A veces me cuesta entender la manera de proceder de los humanos. En mi planeta es de buenos modales acoger a quien se encuentra perdido.
—Y aquí también solía serlo —le explicó Natsuki cabeceando con tristeza— Hasta que llegaron los terroristas, el capitalismo, la globalización, los carteristas que te asaltan cuando sacas dinero en el cajero… En fin, ya sabes.
—Comprendo. —Shizuru bajó la cabeza, resignada a aceptar la idea de que Natsuki no deseaba su compañía. Para ella era difícil comprenderlo pero no quería estorbar. Le explicó que estorbar era una afrenta enorme en su planeta, casi comparable a un asesinato a sangre fría—. Bueno, pues supongo que lo correcto será que me vaya.
Se puso en pie, recogió su cajita metálica, la hamburguesa despanzurrada sobre la colcha y fue hasta la puerta de la habitación arrastrando sus pasos como alma en pena.
Natsuki observó sus movimientos dividida entre el alivio y la culpabilidad. Era relativamente temprano y sabía que no se iría a dormir hasta por lo menos otra hora más, y cuando miró a Shizuru y pudo visualizar su tristeza, los ojos humedecidos, los hombros encogidos, la cabeza gacha, las palabras brotaron de su boca sin pedir permiso.
—Lleguemos a un acuerdo, ¿te parece? —dijo, sin creer todavía lo que estaba a punto de hacer.
La cara de Shizuru se iluminó como si acabara de escuchar cien trompetas anunciando la llegada de un caballo alado.
—A lo mejor me acabo arrepintiendo de esto, pero te propongo que te quedes un rato más, hasta que me entre sueño y después ya cada una por su cuenta—sugirió Natsuki—. Así no te sentirás tan sola y yo no me sentiré una mala persona. ¿Qué te parece?
—Me parece una gran idea. Y Shizuru se siente muy agradecida por la generosidad de Natsuki.
—Sí, bueno, eso me lo creeré después, si salgo viva de esta.
Shizuru frunció el ceño, sin comprender por qué Natsuki insistía en verla como una amenaza, pero prefirió no hacer ningún comentario al respecto. Le acababan de ofrecer la posibilidad de estar en contacto estrecho con un humano y dijo sentirse muy afortunada por ello. Podría hacerle algunas preguntas relativas a su misión, principalmente dudas respecto al origen de aquel maltrato a su planeta, detalles que se escapaban de toda comprensión al Consejo Territorial de Lux 2. Estaba tan feliz que se impulsó con fuerza y se dejó caer sobre el colchón, desmadejada como un ovillo, parecía aquello el preámbulo de una fiesta de pijamas.
Natsuki la miró fascinada, pensando que se comportaba como una niña.
—Vale, veo que estás contenta, pero no hace falta tanto entusiasmo —le dijo, recostándose de nuevo sobre los almohadones de la cama. Le ofreció uno a Shizuru y esta la imitó, poniéndoselo tras la espalda para tumbarse a su lado—. ¿Hay algo de la tele que quieras ver? ¿Qué programas te gustan?
—Me interesan las carreras.
—Carreras, ¿eh? Pues no creo que pongan muchas a estas horas. A lo mejor en el canal de deportes —dijo Natsuki, haciendo zapping con el mando, para ver si había suerte. Desconocía de qué podía hablar con una perfecta extraña que, aunque no parecía peligrosa, ciertamente no estaba en sus cabales, así que le pareció buena idea entretenerla con algo que le agradara—. Mira, están echando un rally. Seguro que te gusta.
—¿Qué es eso?
—Una carrera. ¿No habías dicho que te gustaban?
Shizuru empezó a reírse, a mandíbula batiente, como si acabaran de contarle el chiste más divertido del mundo. Natsuki la miró sin comprender. Estaba ligeramente ruborizada porque no entendía la gracia.
—¿Qué? ¿He dicho algo gracioso?
—Natsuki es una persona muy chistosa. ¡Eso no son carreras! Son coches humanos. Los coches no pueden competir. ¡Son demasiado lentos!
—Ah, ¿no? ¿Y entonces qué tipo de carreras te gustan?
—Yo me refería a carreras espaciales, de naves. Mis preferidas.
Por supuesto, pensó Natsuki.
Había sido estúpido por su parte pensar que Shizuru entraría en razón. En algún momento, de un modo subconsciente, creyó que si pasaba tiempo en su compañía su fachada se desmoronaría. Dejaría de explicarle cuentos sobre el espacio y le contaría de dónde era realmente, qué terrible desgracia le había ocurrido esa noche para encontrarse tendida en la acera en el epicentro de una tormenta. Tal vez incluso llegaran a hacerse amigas.
Shizuru rompería a llorar y le contaría la historia de su exnovio, un tipo abusivo y pendenciero del que había salido huyendo, cambiándose el nombre previamente en el Registro Civil para que no pudiera encontrarla. Se lo contaría y rompería a llorar como una chiquilla, disculpándose por haberse inventado una historia tan zafia, pero implorándole que lo comprendiera. «No sabía qué decir», le diría, «no podía afrontar la realidad». Algo así. Algo verosímil. Pero Shizuru seguía empeñada en sus historias sobre extraterrestres, y Natsuki estaba empezando a pensar que lo suyo era patológico, perdiendo toda esperanza de que se produjera una escena sincera como la que acababa de imaginar.
—Pero charlemos, mejor —sugirió Shizuru en ese momento—. Hay muchas cosas que necesito saber.
—Parecía muy interesada, las preguntas danzaban en la punta de su lengua.
A Natsuki no le agradaba hablar de sí misma. En general, era una persona reservada, un motor diésel al que le costaba arrancar en entornos sociales. Necesitaba bastante tiempo para abrirse a otras personas y charlar de temas personales y, cuando lo hacía, solía restarle importancia o rebajar su nivel de angustia y tristeza para según qué temas, por lo que mostró una actitud cautelosa cuando Shizuru le informó de que deseaba hacerle preguntas. Aun así, estaba dispuesta a colaborar, pues tampoco tenían mucho que hacer, salvo charlar de sí mismas.
—Bien, ¿qué te gustaría saber?
—¡Todo!
—¿Todo? —se angustió Natsuki, pensando que no le apetecía hablar de según qué cosas. Como por ejemplo su ex o su malograda vida amorosa, temas ambos en los que no solía detenerse demasiado
—. Bueno, vayamos por partes y yo te diré si me siento cómoda contestando. Venga, pregunta, soy toda oídos.
—Hmmm, por ejemplo, ¿me puedes decir el porqué de las centrales nucleares? Todo el mundo sabe el riesgo que comportan para la salud de vuestro planeta y, sin embargo, ¡las seguís manteniendo!
Natsuki pestañeó con sorpresa. Se consideraba a sí misma una persona medianamente informada. Leía los periódicos, bastantes revistas y a veces ponía el telediario, pero no estaba preparada para abordar una discusión de este calibre a las once de la noche, después de una larga semana de trabajo. Se le ocurrían cientos de temas mejores de los que hablar. Como aficiones o que Shizuru le contara un poco más sus vivencias, siempre y cuando no estuvieran relacionadas con el espacio o una galaxia, remota o cercana.
Carraspeó con incomodidad y se frotó los ojos. Empezaba a sentirse cansada.
—¿De eso quieres hablar? ¿A las once de la noche?
Se trataba de una pregunta retórica, pero Shizuru no lo interpretó como tal:
—Sí, me interesa muchísimo. ¿A ti no?
—No mucho, la verdad. No sé, Shizuru, a las once de la noche se habla de… —Natsuki sabía lo que quería decir, pero no se le ocurrió un término mejor: —Chorradas, básicamente.
—¿Chorradas?
—Sí, tonterías, banalidades, temas fáciles. Nadie habla de centrales nucleares un viernes por la noche, por Dios santo. A no ser que te hayas fumado un porro, lo cual no es el caso.
—¿Porro?
—Marihuana. Estupefacientes. ¿Drogas?
—¿Cómo las setas?
—Eso también.
—Comprendo —afirmó Shizuru con tristeza, casi seguro anotando mentalmente la palabra «porro». Esa no parecía conocerla—. Pues en otro momento. Tal vez por la mañana a Natsuki le apetezca contármelo.
—Tal vez —contestó Natsuki sin prestar demasiada atención a lo que decía. Un súbito cansancio se había apoderado de ella y sintió que le costaba mantener los ojos abiertos—. Pero ahora, si no te importa, creo que prefiero que veamos un rato la tele en silencio y ya está.
—Muy bien —dijo Shizuru, agarrando un cojín entre sus brazos y fijando la vista en la televisión.
Al final, Natsuki no encontró nada mejor que poner que aquel reality show en el que unos se gritaban
a otros. A Shizuru le resultó fascinante que hablaran tan alto. Hizo algunos comentarios al respecto, preguntó si estaban sordos o si tenían algún problema de audición. Natsuki se rio con franqueza de sus apreciaciones y así, contemplando un programa basura, permanecieron lo que restó de velada, con la lluvia golpeando con violencia las ventanas, aunque ninguna de las dos fuera capaz ya de escucharla. Los mamarrachos de la tele chillaban demasiado.
Lectores anonimos: Muchas gracias
Pd: Tengo pagina de facebook por si quieren leer doujin traducidos de love live, symphogear, Mai hime, los espero con ansias, me pueden encontrar como: Mapache Curioso, espero su visita ansiosamente.
Pd: Si quieren otra historia adaptada o traducida no duden en pedirla.
