CAPÍTULO 7
LA VISITA
Corría el 20 de septiembre de 635, yo ya tenía veinte años.
Después de haber ayudado a Yong se salió a esparcir varios rumores en torno a Chien-Po ya mí; los mejores de ellos nos describían como dos reclutas valientes, y con astucia, quienes habían ideado un plan de rescate efectivo. Pero otros nos señalaron como dos cadetes problemáticos, los cuales habían realizado una maniobra muy arriesgada que pudo salir mal, habían contradicho al comandante mayor, y en mi caso yo era el hijo de un traidor. Chien-Po procuraba ignorar esta publicidad contra él y contra mí, yo también lo intentaba, pero me era más difícil, a fin de cuentas, mi compañero no tenía ningún padre que fuera considerado un traidor.
El verano se acababa y pronto entraríamos en el otoño. Nos comunicaron que el General Li vendría en pocos días al campamento, pero no se trató de una visita de cortesía, era para reunirse con los otros oficiales. El comandante mayor quería causar buena impresión, de modo que se dio instrucciones de que todo debía estar súper limpio y ordenado. Se prohibió el juego y el intercambio de servicios o productos. "Nada de especulacion"Dijo Fu Dewei. Desde que entré en el campamento no había visto tanto control ni supervisión; eso debería haber sido bueno, pero para mi huo no lo era. Ya no podíamos ofrecernos a reparar armaduras ni cocinar a cambio de jabón o comida, ahora eso estaba perseguido y castigado. Los oficiales tampoco estaban a favor de tanto control, porque ya no pueden sacar tajada de las "travesuras" de sus tropas. Antes las faltas se multaban, pero ahora se azotaban; y los azotes y demás castigos físicos no servirían para ganar dinero.
El día de la visita del general se dio orden de limpiar cuidadosamente nuestros uniformes, incluida la armadura, y todo el campamento. Todo tenía que salir perfecto para recibir a nuestro superior, pero cuando finalmente vino el General Li Jing y vio a las tropas dijo "¿Tan poco han trastornado y sudado estos soldados, que están tan limpios?". Aquella pregunta dejo sin palabras a Fu Dewei, pero al cabo de unos segundos reaccionó y respondió que todos entrenábamos duro, pero la disciplina era severa, y eso comenzó orden, y éste comenzó limpieza y buena presencia.
Vi que Shang se encontró entre los oficiales a la hora de recibir al general, su padre. Pero no hubo tuteo ni abrazos entre ellos solo un simple saludo entre oficiales. Además, ni Shang ni ningún capitán o sargento acudió a la reunión de oficiales. En ella son fueron presentes los altos mandos del campamento.
Por la noche fui llamada a la tienda del general Li. Fu Dewei se encontraba presente. Me puse firme.
—Buenas noches, señores.
—Hola, soldado. Mi general, este es el soldado del que le hablé. El hijo de ese traidor de Fa Zhou, se llama Ping.
—Su hijo... el hijo de Fa Zhou...
Vi que el general me miró. Ponía los ojos en blanco y permanecía reflexivo, como si estuviera procesando mil cosas al mismo tiempo. De pronto su mirada pareció relajarse.
—¿Qué tal es el rendimiento de este recluta?
—Admito que... sus informes son buenos. Se esfuerza. Esta en el zhechongfu 8, pero podría estar en algún nivel mayor. No obstante, el hecho de ser el hijo de un traidor me hace desconfiar de él.
—La traición de Fa Zhou fue bastante discutida en el juicio militar que le hicieron, no estuve presente, pero algunos oficiales que sí acudieron me han informado al respecto. En cualquier caso, la falta la cometió el padre y no el hijo—dijo el general Li.
—Sí, señor.
—Déjale donde estés.
—Sí, señor.
—Soldado... ¿Sabes que vas camino de la muerte? ¿Sabes que incluso podrían capturarnos vivos para torturarnos luego?
—Sí, mi general.
— ¿Sabes mi hijo quién eres tú?
—Sí, mi general.
Se refería a mi verdadera identidad como Mulán; pero el oficial Fu entendió otra cosa.
— ¿Cómo? ¿El capitán Li sabía que era hijo del traidor Fa Zhou y no me avisó?
—Fu, ve a buscar a mi hijo. Mientras yo hablo con este recluta.
— ¿Yo? ¿Quiere que me vaya de aquí?
—… —vi que la mirada del general hacía el comandante era intimidante—Le he dado una orden.
—Sí, señor. Enseguida, señor.
El general Li y yo nos quedamos a solas en la habitación.
—Asique... el recluta Ping... Estas completamente loca, Mulán. Una cosa es una travesura infantil, pero esto...
—Me ha reconocido, mi señor. Sabía que lo haría, no se le escapa nada.
— ¿Mi hijo lo sabe? ¿Te estás encubriendo?
—Si.
—Mmm. Se pausa esta conversación hasta que él esté presente.
—Sí, señor.
— ¡Silencio!
Durante unos minutos los dos permanecimos sin hablarnos. De vez en cuando nos mirábamos, pero de forma discreta y en absoluto silencio. Finalmente se presentó el capitán Li junto con el comandante, pero el general posiblemente a Dewei que saliera de la tienda. La primera reacción de Shang fue ir hasta su padre con aire de querer abrazarle, pero el general no se lo permitió al estar en el campamento; de modo que simplemente se hizo un saludo militar.
—Ahora escucha, hijo. Ya lo sé todo. Sé quién es este recluta—me dijo.
—Padre… lo siento. No fue idea mía. Las cosas se sucedieron así.
—Debería delataros, a los dos.
—O podría delatarme solo a mí, mi general.
—Oye, Ping, o Mulán, no decidas por mí.
—No les voy a castigar ni denunciar. ¡Debería! Pero si lo hago te matarán, hijo. Os matarán a los dos si os delato.
—Entendido, mi general—respondí.
—No. ¡No ha entendido nada! El enemigo te matará: eso si no te descubren y te capturan viva para llevarte con ellos y usarte como esclava y juguete sexual, en cuyo caso sufrirás un peor destino que la muerte. Y si no te matan ni capturan... Si sobrevives a la guerra tendrás que regresar a casa llena de vergüenza por haberte hecho pasar por soldado, y con las manos manchadas de sangre. Al menos como sirvienta de mi casa hubiera tenido una vida más tranquila, ahora hagas lo que hagas vivirás una vida de humillación y sufrimiento.
—Lo entiendo, mi señor. Pero ya no puedo dar marcha atrás.
—No, claro que no. Ese es otro motivo por el cual no te delato. Ningún castigo que yo te infligiera ahora superaría el sufrimiento que te espera conforme avance esta guerra. Y tú… ¿Mi propio hijo hace todo esto? Sabía que eras irresponsable e inmaduro, pero esto… Me aseguraré personalmente de que no seas promocionado. Incluso si logras sobrevivir a la guerra, nunca serás más que un capitán.
—Es más que suficiente, padre.
—No tientes a la suerte, muchacho. Aquí soy la máxima autoridad. Si quisiera convertirte en soldado raso ahora mismo. ¡Salid, y desenfundad vuestra espada!
«Por suerte para mi hijo escribió aquel testamento antes de marcharme de la casa» pensó el general.
Los tres salimos de la tienda, la cual se encontró justo en el centro de los límites del escuadrón 1, de modo que muchos reclutas y soldados nos miraron cuando el general desenfundó su arma y los desafió.
—Luchad, en guardia. Veremos qué sabéis hacer.
—Padre… no…
—¡Un respeto! ¡No soy tu padre, soy tu superior! ¡Ahora atáqueme, capitán!
Shang sacó su espada, pero en ese momento alguien se puso delante de él.
—Un segundo. Yo pelearé, mi general. Le demostraré mis habilidades.
— ¿Sí? ¿Tú quién eres?
—Recluta Yong Dewei, mi general. Soy el mejor recluta del escuadrón 8.
«Claro, que después de ese accidente del cartel muchos no se lo creen. He perdido casi toda mi reputación, pero si logro vencer al general la recuperaré de golpe»
—Muy bien. Los aperitivos primero. Ataca.
—Sí, mi general. ¡Aaaah!
Yong se lanzó al ataque, el general esquivó el golpe, pero Yong volvió a atacar. No lo hacía mal. Yong cada vez atacaba a mayor velocidad y precisión. Pero el general sabía cómo reaccionar en todo momento, no era de extrañar. El general Li se esperaba un guerrero de élite, por muy buen recluta que fuera Yong no era rival para alguien tan experimentado. Finalmente, Yong comenzó a cansarse, y su rival aprovechó para hacerle un corte en el brazo, pero desde mi posición de espectadora no vi si era profundo o no.
—Fuera, muchacho. lárgate a la enfermería o morirás desangrado.
No sé si fue por cabezonería o simplemente por estupidez, pero en vez de obedecer Yong se lanzó de golpe contra el general, pero él lo esquivó y le dio un puñetazo en la espalda, haciéndole caer al suelo.
—Soldados, recojan a este recluta.
Fue llevado a la enfermería, donde le cosieron el brazo.
El capitán Li estaba a punto de ser el segundo en batirse contra el general, pero fue el comandante mayor quien salió al frente.
—Ha barrido el suelo con mi hijo, mi general. Pero conmigo no le será tan fácil como con un novato.
—¡Bien! Enseñemos a estas niñas cómo se pelea—lo de niñas lo dijo por los reclutas, pero también por los soldados.
Aquella pelea entre el general Li y el comandante mayor fue una autentica lucha de titanes. Los dos atacaban y contraatacaban. No solo usaron la espada, también hubo puñetazos e incluso alguna patada. Ninguno de los dos retrocedía ni quería ceder ante el otro. Casi gana Dewei, pero en el último momento el general le golpeó duro en la espalda haciéndole caer al suelo; a continuación, le pisó la mano inmovilizándole y coloco su espada a la altura del cuello.
—Se acabó el combate, comandante. Casi lo logra, casi.
El siguiente en luchar fue el capital Li. Vi que Shang no terminó de atacar en serio. Había sido mi instructor y sabía que podía hacerlo mejor. De pronto ambos se detuvieron.
—¿Es lo mejor que tiene, capitán?
—No deseo pelear contigo, padre.
—En casa soy tu padre, aquí solo soy tu oficial superior. Pelea en serio, es una orden.
—…
—Te lo voy a poner más fácil. O peleas al máximo, y sé tu capacidad porque te ha alterado, u ordenaré la ejecución de cierta cadete falsa.
—Bien, entonces… no hay alternativa. ¡Le demostraré mis habilidades, en general!
Shang volvió al ataque e incluso pudo hacer retroceder a su padre, pero este probablemente se firme.
—Así. Muy bien, capitán.
En ese momento, Shang debió empujar a su padre y hacerle caer de culo al suelo. Le colocó la punta de la espada en el cuello.
—Gane, general.
—¿En serio?
En ese momento el general le dio una patada al capitán, éste último se tambaleó y la espada fue retirada del cuello de su rival; momento en que el general aprovechó para levantarse rápidamente y contratacar con un puñetazo en la cara de Shang, haciéndole caer al suelo, se situó a su espalda antes de ponerle la espada en el cuello a su hijo.
—Nunca baje la guardia, capitán.
—Sí, mi general.
—El enemigo no jugará limpio, pero yo sí y por eso no voy a delataros. ¡Se acabó el combate!
Ambos dejaron de pelear.
—¡Tú! Es tu turno—me miró.
—Sí, señor.
—Es hora de comer, y tengo que reunirme con el comandante mayor. Nos enfrentamos a media tarde.
No me sorprendió esta pausa. El general llevaba tres combates seguidos. Yong me invitó a comer con él y unos compañeros suyos. Fue la primera vez que comí en el escuadrón 1, y no hubo demasiadas veces que así fuera. Allí se comían huevos, carne, arroz, fruta, pan e incluso sake. Prescindí del alcohol porque da somnolencia, y opté por agua y posteriormente té, un producto abundante para el grupo de Yong, pero escaso en mi huo. También comí fruta y carne.
A media tarde fue el combate entre el general y yo. Se había corrido la voz y mucha gente se había agrupado a verlo, incluidos mis tres compañeros y Shang. También Yong y el grupo con quienes comí estaban presentes, así como varios oficiales.
Comenzamos a pelear. Sabía varios movimientos que me había enseñado Shang, pero no tenía tanta experiencia como él ni como su padre. Sin embargo, al principio conseguía seguirle el ritmo al general. De pronto él se paró y me miró.
—Se nota que te ha trastornado mi hijo, esos movimientos son suyos; la mayoría se los enseñé yo.
—Lo siento, general, pero no me iré del campamento. Tendrá que delatarme o matarme en este combate.
—En su día tu padre también tenía ese mismo carácter. Te parece mucho a él.
«Solo lleva unos meses entrenando, y ya ha dominado algunos movimientos que a Shang le costaron algunos años aprender. ¿Por qué esta chica tuvo que nacer mujer? Los dioses son crueles. Maldita sea, estamos en guerra, necesitamos buenos soldados»
—Sigamos.
Conforme pasaba el tiempo comenzaba a cansarme y me costaba respirar. Pero el general casi no parecía cansado, casi ni jadeaba. Estaba claro que sabía controlar mejor su respiración y aguantaba más tiempo peleando. En los siguientes minutos él me golpeó la cara y el estómago, y retorció el brazo derecho. Al final caí a cuatro patas en el suelo, y él me miró con aire de superioridad.
—Hora de rendirse, recluta.
—Pero no puedo porque hay un problema, mi general.
—¿Cuál?
—Soy muy… insistente.
De pronto le cogí de las piernas y tiré de él, haciéndole caer al suelo. Yo ya no tenía la espada, me abalancé contra él; me coloqué justo encima suyo, y comencé a golpearle en la cara varias veces. Entre su cansancio, el golpe que se había dado en la espalda al caer y mi velocidad casi no podía reaccionar. Pero me faltaba fuerza física para lastimarle lo suficiente como para doblegarle, por lo que acabó reaccionando y me devolvió aquellos golpes dejándome muy lastimada. Finalmente ganó él.
—¡Buen trabajo, recluta! ¡Soldados, reclutas; tomen ejemplo del recluta Ping! Ha sido una buena pelea.
Mis tres compañeros, Shang, Yong y otros soldados y reclutas me felicitaron. Pero vi que el comandante mayor me miraba furioso. No sé por qué, tal vez porque de nuevo había superado a su hijo, o porque había sido felicitada por el general Li y los Dewei no.
Los siguientes días los oficiales de bajo y medio rango fueron quienes tuvieron que ocuparse de entrenar y mediar con la tropa. Los altos mandos se reunieron, planificando la estrategia a seguir de cara a lo que se avecinaba. Al tercer día de la llegada del general me atreví a escribir a mis padres, muchos escribieron a sus familias, pero yo hasta ese momento no me había atrevido. En parte porque no podía arriesgarme a redactar cualquier cosa y que la carta me delatase si caía en malas manos; y también porque no estaba segura de si quería cartearme con quienes habían estado a punto de venderme. Me limité a decirles que estaba bien, que todavía no habíamos entrado en combate, pero era cuestión de tiempo; firmé como Ping. La respuesta llegó dos semanas después; reconocí la letra de mi padre, aunque él decía que escribía de parte de su esposa y de él mismo. Mi padre me preguntaba por mi salud y si aquella vida se me hacía difícil, me aconsejaba buscar una excusa para volver a casa, y me insistía en que lo sucedido con mi madre había sido un momento de angustia y nerviosismo de ella, que no debía tomármelo en serio, y que ellos nunca me dañarían. Había más contenido escrito pero las otras cosas eran demasiado personales para resumirlas. Al fondo de la carta había una especie de posdata, reconocí la letra de mi madre, "Hija mía, nunca te haría daño". Me pregunté entonces si no me había precipitado al escaparme de casa, quizás todo fue un malentendido, tal vez nunca quisieron venderme ni hacerme nada ¿Fue todo un susto que me hizo precipitarme? Tal vez, era muy probable pero ya no vio vuelta atrás. Ahora era una soldado y no podía desertar sin arriesgarme a que me asesinaran.
Al octavo día el general Li anunció que regresaría al frente. Shang me dijo aquella noche que pudo entrevistarse con su padre antes de que partyse y abrazarle estando los dos a solas. Entonces nadie podía saber lo que ocurriría aquella semana en el frente. La macha del general y sus oficiales y tropas más cercanas restableció las viejas costumbres del campamento, el juego y las apuestas que habían estado esa semana suspendidas y castigadas volvieron a practicarse, al igual que el trueque de productos y servicios; mis compañeros y yo volvimos a cocinar y reparar armaduras a cambio de comida o productos de aseo.
Mi madre me había enviado un "regalo" pidiéndome que regresara a casa, mi antigua caja de costura. Este obsequio llamó la atención de mis tres compañeros y de varios cadetes; Tuve que decirles que era un regalo de mi madre para que no me olvide de ella.
—Las madres son así, Ping. Mira, la mía en cierta ocasión quiso que aprendiera a cocinar con ella. ¡A cocinar! Ja, ja, ja… ¿Os imagináis a un hombre cocinado? —dijo Yao.
—Aquí cocinamos un poco—reconoció Ling.
—Bueno… sí, pero porque no hay más remedio. Tenemos que sobrevivir.
—¿Sabe coser, Ping? —me preguntó Chien-Po.
—Si. Es lo que tiene ser hijo único.
—Je. Primero eres hijo de un loco ¿Y ahora sastre? Ja, ja, ja…—rio Yao. No respondí y me marché enfadada.
— ¡Ping, espera! —Grito Chien-Po pero le ignoré—Te has pasado, tío. Bastante tiene él con el tema de su padre.
Yao tampoco llego a disculparse, pero se lo pedí. Preferí hacer borrón y cuenta nueva. Me limité a guardar aquel cesto y durante varias semanas no pensé en él.
La llegada de la segunda parte del otoño y posterior invierno traerá consigo una gran cantidad de mal olor y falta de aseo. Durante los meses calurosos la ropa lavada se podía secar al aire facilmente; pero ahora tardaba varios días en secarse, eso si no llovía. Solo disponíamos de dos uniformes, más tres calzoncillos por persona. De modo que ya no podíamos lavarlos, o no con cierta comodidad veraniega, ahora las prendas pudieron tardar más de una semana en secarse del todo, intentábamos ponerlas cerca del fuego, pero no siempre podíamos hacer hogueras, a veces era arriesgado porque podíamos ser descubiertos. En el caso de mi grupo yo resolví este problema de ropa; gracias al trueque pude conseguir algunos materiales y telas, y con el costurero comencé la realización de varias camisas, calzoncillos, calcetines y pantalones. Al principio solo lo hice para mi huo pero más adelante Shang me pidió que ampliara el servicio a todo el duan; les recuerdo que los duan eran unidades militares de trescientos efectivos, repartidos en diferentes huos de un máximo de diez hombres, en mi caso cuatro. Sola no podía realizar ropa para tanta gente, porque ni disponía de suficientes materiales ni recursos, ni tampoco me era posible coser para trescientas personas, de modo que Shang y algunos sargentos escogieron a un grupo de diez "voluntarios" para que les enseñara a coser y ayudarme. Entre estos voluntarios se encontraron mis tres compañeros. Los materiales fueron traídos desde la capital. Esta demanda de ropa se amplió a otros duan, hasta acabar abarcando a todo el zhechongf más de cien personas cosedoras incluyéndome.
Los otros zhechongfu no adoptaron este sistema de ropa, de modo que la mayoría del campamento olían muy mal; para los zhechongfu 1 al 7 que un soldado cosiese era impropio de él, no estaban decididos a hacer, y cito sus propias palabras, "labores de mujer siendo militares", de modo que podrían estar varias semanas sin poder cambiarse de ropa, incluso de calzoncillos. En el zhechongfu 1, al que pertenecía Yong, importaban ropa extra desde la capital, sus familias eran ricas y se lo podrían permitir. En el caso de los grupos del 2 al 7, ellos ni podrían comprar más uniformes ni adoptaron nuestro sistema, de manera que la mayor parte de la tropa olía cada vez peor. Con el paso del tiempo mi duo acabo siendo el mejor equipado y mantenido del campamento, nosotros cuatro cocinábamos más y mejor, nos duchábamos más a menudo,
El principal problema eran la armadura y las armas, al ser metálicas se oxidaban con la humedad y las lluvias otoñales y no se podía obtener cosiendo, para su elaboración hacía falta como mínimo una fragua y taller, uso dos de cada en el campamento, los cuales en teoría producían el armamento de toda la tropa, pero el ejército solo proporcionaba una sola coraza, un solo casco, y un solo arco junto con espada por persona; se podía solicitar armamento extra pero había que pagarlo, ya quien no pagaba en el momento se le descontaba del coste de su salario. Los ricos de zhechongfu 1 presumían de su poder adquisitivo y adquirirían armas y armaduras extras para luego no usar todo eso, en mi opinión era un despilfarro de material y recurso, pero el dinero mandaba. Pero mis compañeros y yo llegamos a pactar con Yong y algunos compañeros de su huo;
—Ja, ja, ja, ja… ¿Limpieza por armamento? Vale—rio uno de los compañeros de Yong.
—Si Chien-Po y tú nos dais vuestra talla y medidas entonces hecho—me dijo Yong.
-Valle. Pero necesitarás también las tallas de Yao y Ling—respondí.
—¿Quiénes?
—Nuestros dos compañeros, Yong.
-Oh yes. De acuerdo. Cuatro armaduras.
Mi grupo cumplió su parte y al cabo de una semana recibimos nuestro pedido. Las armaduras de Yao y Ling se ajustaban bien a ellos, y parecían cómodas. Sin embargo, cuando vi las de Chien-Po y la mía casi caí de espaldas; estaban hechos a nuestra medida, eran resistentes y sin embargo más ligeras que el modelo estándar, y se oxidaban menos. Pero normalmente el campamento no hacía armaduras de esa calidad; Yong dijo que cuando se le daba una propina al buen armero del campamento, él se motivaba más y trabajaba mejor.
—Suertudos—nos dijo Yao a Chien-Po ya mí, note que su tono era de regaño.
—Al final vais a ser los mimados del zhechongfu 1—dijo Ling.
—Envidia, tenéis envidia—respondió Chien-Po.
—Mirad, chicos… creo que…
No pude terminar de hablar porque en ese momento sonó la alarma de reunión. Todos los cadetes y soldados tuvimos que formar en el patio central, un reto teniendo en cuenta el número de efectivos para semejante espacio. En fin, una vez formados y Reunidos el comandante Fu Dewei se dirigió a nosotros.
— ¡Soldados! No soy dado a los discursos. Seré breve. Hemos recibido un mensaje del General Li. Nos necesitan en el frente. ¡A recoger!
¿En el frente? Aún no habíamos terminado el tiempo de formación militar. ¿Ir a luchar al frente justo ahora? Era un suicidio, pero no uso elección.
El capitán Shang me dijo que en circunstancias normales se podría tardar unos diez días en recoger todo un campamento, pero nosotros solo utilizaremos tres días para tal tarea. Así fue. Todos los ejercicios militares, entrenamientos, incluso algunas comidas, fueron suprimidos, lo importante era evacuar cuanto antes. Sería muy largo explicarles todo el proceso de recogida, más luego todo el viaje y nuestra al frente. Abreviaré diciéndoles que cuando llegamos a nuestro destino, nos encontramos con que el campamento del general Li había sido incendiado y masacrado. No sé explicar cómo me sentí al ver aquello. Todo el campamento del frente destruido, todas aquellas muertes, incluso había cuerpos decapitados o que les faltaba un brazo o una pierna. Durante los días siguientes tuve pesadillas por culpa de esas imágenes.
Encontramos a diez supervivientes con heridas muy graves, tres de ellos no tardaron mucho en morir; y los otros siete ya no podrian luchar, no con quemaduras de tercer grado.
Fu Dewei no estaba dispuesto a desperdiciar recursos en mantener tropas inútiles, de modo que a los siete supervivientes les dio a elegir entre intentar volver a sus casas, quedarse en el campamento destruido sin estorbar, o solicitar la pena de muerte para no sufrir más. Dos de ellos intentaron marcharse a sus casas, y nunca más volví a verlos, otro se quedó, pero murió al día siguiente, y los cuatro restantes prefirieron morir.
El general Li fue encontrado muerto, y con un ojo atravesado por una lanza. Li Shang dio un grito al ver a su padre y soltó algunas lágrimas.
—Compórtese, capitán Shang. Compórtese o será arrestado por armar un escándalo. No se preocupe, esos cabrones pagarán por todo esto. ¡Por supuesto que pagarán! ¡La muerte de nuestro general no será en vano! ¡Le vengaremos! —dijo Fu Dewei enfadado. Creo que realmente el comandante era leal al general Li, e incluso le admiraba, y yo también.
Cavamos una gran fosa común para casi todos los muertos del campamento, menos para nuestro general. Li Jing fue enviado a la capital.
FIN DEL CAPÍTULO 7.
Hola lectores/as:
Perdón por tardarme con este capítulo.
Honestamente me bloqueé y no sabía cómo seguir esta historia.
Primeramente, quise que el general se enterase de todo, y dudaba sobre si él debía castigar a Mulán e incluso a Shang, pero al final decidió que no lo hiciese. La muerte del general ya lo vimos en la película, por tanto, era solo cuestión de tiempo.
Las nuevas armaduras de Mulán y Chien-Po fueron hechas especiales para ellos, le salvaron la vida a Yong, de modo que era normal que éste último tuviera algún gesto que ellos se hicieran.
Eso es todo por ahora.
Un saludo.
Nos leemos.
