Separadores que encontrarás en esta historia:

OOOOO - Concluye la introducción.

FFFFF - Cuando se narra un flashback o algo relacionado con el pasado de un personaje.

PPPPP - Cambio de escena. Ya sea que los mismos personajes estén en un ambiente diferente o que se relate una situación distinta, con otros personajes y en otro lugar.

SSSSS - Un personaje está soñando.


Final imaginario del siglo XIX

En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.

OOOOO

-43 años después de la caída de los Exorcistas-.

-Londres, Inglaterra-.

-¡SALUD! – exclamó un hombre vestido de payaso, alzando en alto su vaso lleno de cerveza.

-¡¿Y ahora por qué vamos a brindar?! – lo interrogó una mujer, con una enorme máscara de conejo sobre su cabeza.

-¡Por el triunfo y la salud de nuestro querido maestro de ceremonias! ¡HIP! – gritó el payaso con una gran sonrisa. - ¡El señor, Mana Walker! – al escuchar aquello, el mencionado sonrió avergonzado.

Luego de que el sello del eterno anochecer, desapareciera por completo de la orden oscura; aquella trágica noche, Mana se dispuso a poner en marcha su circo oscuro. Un espectáculo callejero donde las personas podían quedar asombradas con su hechicería avanzada, sin saber qué era lo que veían en realidad.

Pasados algunos años, las funciones, el dinero y los lugares para visitar aumentaron, dándole el valor y la confianza suficiente como para armar un equipo de personas talentosas. A quienes, más que empleados, los consideraba una familia.

Mientras la carreta; con el anuncio de su espectáculo en el lateral izquierdo, iba pasando a un lado del orfanato, una pelota se posicionó en el camino, seguida por un niño de corto cabello castaño. Su repentina aparición, consiguió asustar al chofer, quien, alarmado, jaló las cuerdas de los caballos, para detener de inmediato el transporte.

La mujer y el payaso, quienes iban en la parte trasera, perdieron el equilibrio. Mana consiguió componerse con facilidad, ya que iba en el asiento del copiloto. Y aprovechando que la carreta se había detenido, bajó de ella y la rodeó para ir con el niño y tomarlo en sus brazos.

Sin embargo, al tener su rostro tan cerca del suyo, sus ojos se abrieron sorprendidos. El rostro de aquel pequeño... era similar al de su querido hermano Neah. Con su imagen en su mente, sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¡Allen! – de pronto, la voz de una de las monjas que atendían el orfanato, lo devolvió a la realidad. Bajó al niño de nuevo al piso y se secó las lágrimas. - ¡Allen, sabes que no debes correr así a la calle! – le reclamó angustiada, agachándose a su altura para tomarlo de los hombros. - ¡Te pudo haber pasado algo terrible!

-Lo siento, hermana Crea. – comentó el niño, con sus ojos castaños dirigidos al asfalto.

Mana lo observó de arriba abajo, recordando una de las conversaciones que tuvo hace un tiempo con su hermano mayor.

FFFFF

-Debe ser genial poder educar a un niño. Tal vez debería adoptar a uno también.

-Piénsalo con calma. Porque una vez que lo tengas a tu lado, será tu responsabilidad.

FFFFF

-Hermana. – la llamó Mana con una sonrisa, obteniendo, tanto su atención como la de Allen. - ¿Con quién debo reunirme para adoptar a este pequeño?

PPPPP

En palabras de la madre superiora, el niño que ahora estaba a su cuidado, fue abandonado en las puertas del orfanato con una pequeña nota: "Su nombre es Allen".

Y aunque revisaron hasta el cansancio los registros de algunos hospitales en la zona, jamás consiguieron dar con alguna información que pudiera conducirlas al paradero de sus padres biológicos.

Con mayor razón, Mana no perdería la oportunidad de llevárselo. Darle un hogar, amor... una familia, que era lo que tanta falta les hacía a ambos.

Aproximada la fecha de navidad, decidió que ese sería su nuevo cumpleaños, festejándolo a lo grande con un espectáculo privado hecho por los miembros del circo oscuro y un montón de regalos. Su joven e inocente sonrisa, al escuchar los chistes y comentarios de los adultos, conmovió a Mana.

Pero, no de una manera buena... ya que, al verlo abrir tantos obsequios, recordó con culpa a Megumi. A quien Neah decidió salvar y adoptar, con el oscuro propósito de transferirle todos sus poderes, en caso de que el Conde planeara algo contra ellos. Frunciendo los labios, apretó ligeramente sus brazos; llevándolos cruzados, con sus dedos.

-¡Mira, Mana! – la voz de Allen lo devolvió a la realidad. - ¡Así yo también puedo formar parte del circo! - encontrándose en los hombros de uno de los payasos, le mostró con una gran sonrisa las coloridas pelotas que sostenía en sus manos.

Mana sonrió. Hizo a un lado sus recuerdos y se reunió con los demás para continuar festejando el cumpleaños núm. 8 de su hijo adoptivo.

PPPPP

-¿Qué lenguaje es este? – preguntó Allen, viendo con curiosidad lo que Mana escribía con un palo, sobre una gruesa capa de nieve.

-Uno con el que podremos jugar, cada vez que estemos aburridos. – comentó con una sonrisa, poniéndose de pie. - ¿Te gusta?

El pequeño vio en silencio las líneas verticales hechas en la nieve.

-Se ve complicado. – confesó con una mueca, haciendo que Mana lo viera con una gotita de sudor bajando por su nuca. - ¡ACHÚ!

Al estornudar y sacar sin querer un moco de su pequeña nariz, el hombre de largo cabello rizado soltó una carcajada. Se quitó su saco negro y se lo puso a su hijo en sus hombros.

-Vamos, te prepararé un poco de chocolate caliente. – le comentó con una sonrisa, extendiéndole la mano derecha.

Allen sonrió. Tomó su mano y caminaron de regreso hacia una carpa de color beige.

PPPPP

-4 años después-.

-¿Estás seguro de esto? – cuestionó Cross Marian, teniendo a un Allen Walker de 12 años, inconsciente en sus brazos. Mana sonrió con tristeza.

-No tengo otra opción. – llevó su mano derecha a la mejilla del chico. - Ya perdí el circo oscuro por culpa del Conde y mis hermanos. – sus ojos color ámbar, voltearon hacia el antiguo general. - Tampoco quiero perderlos a ustedes por lo mismo.

El hombre pelirrojo silenció unos segundos.

-Si esta es tu decisión, no tengo más opción que respetarla. – habló inexpresivo, reconfortando profundamente a Mana.

Colocándose una capucha negra sobre la cabeza, acarició por última vez el cabello castaño de Allen y se giró sobre sus talones.

-Gracias, Marian. – abrió las ventanas de la habitación con un conjuro; dejando pasar una helada ventisca hecha por el mal clima, y se marchó.

El general Cross volteó de nuevo hacia Allen. Y sin perder más tiempo, salió de aquel cuarto y bajó las escaleras de madera, hasta llegar al sótano.

El lugar donde se hallaban, era una antigua mansión que les había pertenecido a los Walker. Motivo por el cual, en la sala, colgaba una antigua pintura con los miembros de la familia original.

Neah y Mana, con una gran sonrisa en sus rostros, se hallaban a los lados del gran sillón, donde sus padres estaban sentados. Ambos tenían 10 años cuando se hizo aquella pintura.

Una vez dentro del sótano, Marian acostó a Allen en un pedestal de concreto. Hizo una posición de manos y comenzó a recitar su conjuro más conocido.

El mismo que los hermanos Walker también habían utilizado con anterioridad. Varias marcas con palabras comenzaron a flotar sobre el chico, haciéndolo flotar y brillar bajo una cálida luz blanca por unos segundos.

En cuanto el conjuro quedó listo, se formó un campo de fuerza que, solo se desharía, si Allen conseguía despertar de su sueño. Uno en el que continuaría viviendo feliz, al lado de Mana.

PPPPP

-¿Me ha llamado, queridísima excelencia? – la bruja Urasue, presentándose en los oscuros aposentos del Conde del milenio, hizo una reverencia.

-Gracias por venir. – comentó, encontrándose sentado en un lujoso sillón, con una perfecta vista de la chimenea. Acostado sobre sus piernas, se encontraba un pequeño gatito blanco, cuyo lomo acariciaba con cierta ansiedad. - ¿Recuerdas al chico que viste con Mana? Quiero que lo encuentres y lo traigas ante mí.

-Como usted ordene. - la anciana hizo otra reverencia, desapareciendo en la oscuridad junto a la guadaña que llevaba en sus larguiruchos dedos.

-Luego de 12 años, finalmente volverás a casa... - el Conde dejó de acariciar al animal, reflejando en sus anteojos las llamas de la fogata. - Allen.

PPPPP

2 meses después de aquella breve conversación, entre Mana y Marian, Allen abrió sus ojos castaños como platos, deshaciendo; sin saberlo, el conjuro del antiguo general de la orden oscura.

El sitio donde se encontraba era muy oscuro y frío. Aunque, esto último, quizás se debía a la nieve que todavía debía haber en el exterior. Con esfuerzo, usó sus brazos para inclinarse hacia adelante, sentándose en el borde derecho del gran pedestal de concreto.

-COF, COF... - tosiendo, se llevó una mano a su boca.

Tenía frio. Temblaba demasiado y sentía que en cualquier segundo; por la baja temperatura, se convertiría en un cubo de hielo andante. Y como no hacerlo. Si solo llevaba una camisa blanca de mangas largas; arremangada, pantalones y zapatos negros. Aun así, tuvo la suficiente fuerza de voluntad como para ponerse de pie y caminar hacia las escaleras.

La mansión era enorme. Pero el polvo, las telarañas y la humedad, la convertían en un sitio descuidado y poco confortable. Llegando a la puerta principal, respiró aliviado. Ya que, si bien, estaba nevando, por lo menos no sufriría por una tormenta de nieve.

-Mana... - musitó, cerrando la puerta detrás de él y abrazándose a sí mismo para soportar el frío. - Mana... Mana... - mientras caminaba sin rumbo, continuó llamando a su padre para darse valor.

Tenía que verlo. ¡Necesitaba verlo! Apretó la mandíbula. Dejó de abrazarse y comenzó a correr por las vacías calles de Londres.

No sabía qué hora era ni le interesaba. Lo único que deseaba, más que un regalo de navidad, era reunirse con su familia. Tanto con Mana, como con los miembros del circo oscuro.

Para su mala suerte, sus pies no lo habían llevado de forma automática a las enormes carpas que solían usar para descansar y prepararse. Sino al cementerio.

Un tanto aturdido, escuchó a la pequeña voz en su cabeza y entró al lugar. Muchas de las lápidas que veía, estaban cubiertas por una pequeña capa de nieve.

De pronto, al pasar por un árbol sin hojas; apartado de las otras tumbas, tuvo el presentimiento de detenerse y girar hacia su lado izquierdo.

Sus ojos castaños se abrieron atónitos, al encontrarse con el nombre de su padre, escrito en una lápida. Al instante, su corazón se quebró, haciéndolo caer de rodillas.

-¿M-Mana...? – murmuró. Y antes de que pudiera tocar su nombre con sus dedos...

-¡Hola!

...fue sorprendido por la presencia de una anciana de saltones ojos rojos. Largo cabello grisáceo y ropas blancas. Sobre la camisa de mangas largas y los pantalones, tenía puesto un kimono azul oscuro, con pequeños detalles verdes y anaranjados. Sobre su frente, llevaba un listón que combinaba con su kimono, el cual, mantenía junto a su cabeza un tallo con hojas. Y en sus manos, cargaba con una enorme guadaña.

-Tú debes ser Allen Walker, ¿Cierto?

El chico no contestó. Primero, se enteró de que su padre ya estaba muerto. Y ahora, una mujer llegaba de la nada y lo interrogaba.

A la bruja Urasue no le pareció cortés de su parte que se quedara callado. Por eso, flotó hacia él con cierta gracia y lo sostuvo de su camisa blanca, acortando la distancia entre sus miradas.

-¡Eres Allen Walker, ¿Sí o no?! – preguntó enojada. Él continuó en silencio. – Muy bien... - pronunció con una media sonrisa, soltándolo para empujarlo. – Si no eres Allen Walker... - Con sus dos manos, sostuvo sobre su cabeza su gran guadaña. - ¡...entonces no te importará que me quede con los restos de esta tumba!

Al momento de bajar su arma, el chico se interpuso, recibiendo el filo por encima de su ojo izquierdo. Al sentir el dolor en su rostro, se sostuvo la herida con sus manos y cayó de rodillas en la frondosa capa de nieve que cubría la tumba de su padre.

-¡JAJAJAJAJAJAJA! ¡Mocoso impertinente! – la bruja se burló, señalándolo. - ¡Al ser tocado por mi guadaña, ahora tu preciado ojo izquierdo me pertenece!

-¡No lo permitiré! – exclamó InuYasha, blandiendo de un lado a otro su espada para apartar a la anciana, quien, al esquivar su ataque, permitió que Cross Marian atrapara al chico en sus brazos.

-¿Exorcistas? – cuestionó Urasue, estudiando las ropas negras de InuYasha. La rosa plateada era lo único que resplandecía en el lado izquierdo de su pecho. - ¡P-Pero eso es imposible! – replicó asustada. - ¡U-Ustedes...!

-¡Viento cortante! – gritó el joven de largo cabello plateado, antes de mover una vez más su espada, invocando de ella 5 franjas de luz que hicieron pedazos a la anciana. Una vez que su técnica desapareció, guardó su arma y se reunió con su maestro. - ¿Cómo está? – preguntó, arrodillándose a su altura.

-Hay que llevarlo al hospital. – respondió, sacando de su abrigo un cubo negro.

-¡¿Qué?! – gritó InuYasha. - ¡Pero si solo es un mocoso!

-Tú también lo eras cuando recibiste uno de estos por primera vez.

-¡Sí, pero mi situación fue diferente! – replicó más enojado, con una gotita de sudor bajando por su cabeza.

Marian bufó. Cargando a Allen, lo acomodó en la espalda de su aprendiz y salieron del cementerio.

PPPPP

La risa de una mujer se escuchó en lo más profundo de la oscuridad. Allen Walker despertó de golpe, retirando bruscamente las sábanas blancas que lo cubrían y jadeando con temor. Cuando recobró el sentido, notó que se encontraba en la cama de un hospital.

La noche había sido larga para él, ya que fue la primera vez que se encontraba con un Youkai. En las calles de Londres, la gente contaba muchos rumores sobre esas criaturas. Él siempre creyó que solo se trataban de cuentos absurdos que inventaban para que los niños se fueran a dormir más temprano. Suspiró, más tranquilo.

En eso, levantó la vista. Sus inocentes ojos observaron sorprendidos a InuYasha, sentado en una esquina de aquel cuarto y, aparentemente, dormido con los brazos cruzados. El niño salió de la cama y se acercó a él.

Su cabello era muy extraño, sin mencionar las ropas negras que tenía puestas. La rosa plateada, en el lado izquierdo de su pecho, lo deslumbró por completo, reconociendo ese símbolo de inmediato.

En una ocasión, su padre adoptivo llegó a contarle sobre la orden oscura. La organización que resguarda a todos los ladrones del continente Europeo. Tragó saliva. Levantó su mano, sintiendo curiosidad por su pañuelo violeta claro, y la acercó a su cabeza.

-Ni siquiera lo intentes, enano. – comentó el Hanyou, abriendo los ojos de golpe y sosteniendo con brusquedad su brazo derecho. El niño se asustó.

-L-Lo siento. – dijo arrepentido, con una mueca de dolor en su rostro. InuYasha lo soltó de mala manera y apoyó su cabeza en su mano derecha, recargando ese mismo brazo en una de sus piernas, volteando a otra parte.

-¿Cómo te llamas?

-Allen... - susurró, teniendo en su mente la imagen de su padre. - Walker...

El hibrido lo miró por el rabillo del ojo, dándose cuenta de que estaba llorando. Suspiró. Sacó un papel de sus ropas y se lo entregó.

-Debió ser difícil para ti... - comentó, sin interés. – saber que tu padre ya estaba muerto.

El chico lo interrogó con la mirada. Pero antes de que consiguiera decir algo al respecto...

-Qué bueno que estás despierto.

Cross Marian entró a la habitación, sosteniendo en una mano el cubo negro que reaccionaba y escondiendo otro objeto; detrás de su espalda, con la otra.

-¿Estás listo? – preguntó con una sonrisa diabólica, mostrando un martillo.

Afuera de aquella alcoba, se escuchó un gran alboroto. Tanto las enfermeras como los doctores se miraron entre sí, preguntándose qué era lo que estaba pasando.

-¿Realmente era necesaria esa "anestesia"? – preguntó InuYasha con una mueca, al mismo tiempo que Allen se quejaba sentado en el suelo.

-¡Por supuesto! – respondió Marian, sosteniendo con orgullo el martillo en sus manos y varios brillitos alrededor. Su aprendiz lo vio con una gotita de sudor bajando por su nuca. – se le pasará en unas horas, no hay de qué preocuparse. – guardó la herramienta en el interior de su abrigo y abrió la puerta del cuarto. – Iré a firmar unos papeles para largarnos de una vez.

-Se nota que se le pasaron las copas de vino... - pensó el Hanyou, observando como su maestro se tambaleaba por el pasillo, coqueteando con las enfermeras y tirando lo que se entrometiera en su paso.

Para evitar la vergüenza, azotó la puerta de la habitación.

-¡¿Q-Qué...?! – preguntó Allen aterrado, recuperándose del golpe. - ¡¿Qué le pasó a mi mano izquierda?! – volvió a cuestionar, viendo el color rojizo de su piel y un cristal con la forma de una cruz verde y brillante en el dorso.

-Será mejor que te acostumbres. – comentó InuYasha de mal humor. El niño lo vio atónito. – A partir de hoy, eres un ladrón de la orden oscura.

-¡¿Qué?! ¡No puede ser! – exclamó asustado y confundido, poniéndose de pie. - ¡R-Regrésenme a la normalidad! ¡No quiero ser un criminal! – al escuchar aquello, el Hanyou se le quedó viendo por unos segundos. Acto seguido, le dio varios golpes con su puño derecho en el lugar donde su maestro lo había lastimado con el martillo. El niño se quejó por un rato, antes de hincarse ante él. – Lo siento, lo siento, lo siento... - repetía una y otra vez, haciendo una reverencia cada vez que hablaba.

-Si te vuelves a pasar de listo, volveré a golpearte. ¿Entendiste, canoso?

-¿Eh? – musitó más confundido que nunca, volteando a todas partes.

-¡Te estoy hablando a ti, sabandija! – exclamó InuYasha, enojado. El niño lo vio con un tic en su ojo izquierdo.

-D-Debes estar equivocado... - intentó explicarle. El hibrido negó. Se levantó y buscó un espejo para mostrarle su nueva apariencia. – Mi cabello es casta... - antes de terminar la frase, se quedó mudo al ver su reflejo.

Afuera de la habitación, Cross firmaba unos documentos como si no hubiera sido la primera vez que acudía a un hospital.

-¡¿AAAAAAAAAAH?! ¡Mi cabello no tenía este color! – entonces, los gritos de Allen resonaron en los pasillos. - ¡¿Qué fue lo que me hicieron, payasos?!

-¡¿Payasos?! ¡Haré que te arrepientas por eso!

-¡Waaaa! ¡E-Espera! ¡¿Qué haces?!

De pronto, el sonido de una explosión llamó la atención de las enfermeras y los doctores que pasaban cerca de ahí. Con toda la tranquilidad del mundo, Marian entregó los documentos y la pluma que le habían prestado para firmarlos.

Tomando valor, una de las enfermeras abrió la puerta de aquel cuarto. Al ver el desastre que había, a ella y a otras personas que trabajaban en el hospital, se les escapaba el alma por la boca.

Tanto las paredes como los muebles estaban quemados. Y para empeorar la situación, había un inmenso hoyo en la pared detrás de la cama. Marian entró al cuarto y vio a sus aprendices con una expresión diabólica.

-¡Él empezó! – gritaron los dos, señalándose el uno al otro.

Segundos después, los empleados del hospital los sacaron a patadas para que jamás volvieran ahí. Lo único bueno de ese día, fue la unión de Allen Walker a la orden oscura.

Fin del capítulo.