Separadores que encontrarás en esta historia:
OOOOO - Concluye la introducción.
FFFFF - Cuando se narra un flashback o algo relacionado con el pasado de un personaje.
PPPPP - Cambio de escena. Ya sea que los mismos personajes estén en un ambiente diferente o que se relate una situación distinta, con otros personajes y en otro lugar.
SSSSS - Un personaje está soñando.
Final imaginario del siglo XIX
En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.
OOOOO
FFFFF
-"En presencia de la selladora, nacerá el destructor del tiempo".
FFFFF
-¿Qué habrá querido decir Hevlaska con eso? - pensó Allen, teniendo una cuchara metida en su boca y con su mente en trance total.
Tanto se había sumergido en sus pensamientos, que nunca se dio cuenta de que InuYasha le estaba arrojando chicharos verdes a la cara... hasta que consiguió introducir uno a su fosa nasal derecha.
-¡AGGH! ¡Ya basta! - le gritó enojado, quitándose el chícharo y gruñéndole con todos los dientes.
-¡Vaya, hasta que al fin reaccionas! - exclamó InuYasha, llevándose una gran cucharada de puré de patatas a su boca. - Si ya terminaste, limpia tu lado de la mesa. Ya sabes cómo se pone Jerry si ve todo sucio.
El joven de cabello blanco hizo un puchero y frunció el ceño. Y tal y como se lo dijo su compañero, se aseguró de dejar impecable el lado de la mesa que ocupaban en el comedor, pasando algunas servilletas en los lugares donde había dejado marcas de grasa o migajas.
Una vez que la madera quedó brillante, colocó los siete platos y tres vasos que había usado para cenar, sobre una bandeja metálica. Deslizando su silla atrás para ponerse de pie, volvió a moverla hacia adelante para guardarla, y así, tomar la bandeja en sus manos.
Cruzando con cuidado entre dos mesas; donde estaban ellos y otra vacía, salió a la orilla, girándose hacia su lado derecho, para dirigirse a un mueble donde se colocaban todo lo que estuviera sucio, el cual, estaba cerca de la cocina.
Sin embargo, a un par de pasos de llegar, uno de los buscadores que estaba cenando, le puso el pie, haciéndolo caer al piso y consiguiendo que se rompieran los platos y vasos que llevaba consigo. El escandalo fue tan fuerte que todos los que estaban presentes, silenciaron por algunos segundos.
InuYasha, habiendo visto toda la situación desde la mesa, cerró los puños. De alguna manera, los buscadores envidiosos se habían enterado de que Allen ahora tenía un nuevo poder. Por ende, se había convertido en un blanco fácil para sus bromas pesadas.
Aún arrodillado en el suelo, Allen suspiró. Desde que él y su compañero habían entrado al comedor, con una gran cantidad de buscadores cenando en los alrededores, ya se había resignado a recibir un mal e insoportable trato de su parte.
Pero, a diferencia de otros ladrones que ya tuvieron la mala suerte de sufrir por ello, él no se dejaría intimidar. Por lo mismo, tomó un poco de crema batida que se le había caído al piso y se la lanzó en su cabeza calva al buscador que lo tiró.
Con ese pequeño acto, los buscadores sentados en aquella mesa, que hasta hace poco se reían, se callaron al instante. Un segundo después, el gran hombre con crema batida en la cabeza, se levantó. A Allen no le importó que midiera lo doble que él. Mucho menos, que sus pequeños ojos lo observaran furiosos.
-¡¿Tienes algún problema, enano?! - lo cuestionó, con una sonrisa arrogante.
-Ninguno. - respondió el menor, mirándolo inexpresivo mientras se ponía de pie. - Solo creí que te verías mejor con eso en la cabeza.
Al decir aquello, los buscadores en la mesa comenzaron a mofarse de nuevo, algo que no fue del agrado del hombre fornido.
-¡MALDITO...!
Al cerrar su puño derecho y levantarlo hacia el chico de cabello blanco, InuYasha se interpuso entre ambos, tomándolo rápidamente de su brazo y tirándolo con facilidad al suelo.
-Si te metes con él, te metes conmigo. - le dijo con una sonrisa, teniéndolo sometido bocabajo en el piso y con su brazo derecho atrapado en sus manos.
-¡Suéltalo ya, engendro! - gritó uno de los buscadores en la mesa, poniéndose de pie junto a sus compañeros.
-Alto ahí.
De pronto, se presentó ante ellos Yuu Kanda. Un muchacho de 18 años. Piel blanca, largo cabello azul; atado en forma de una cola de caballo, e intimidantes ojos oscuros. Al igual que InuYasha y Allen, su uniforme negro solo portaba la rosa plateada en el lado izquierdo de su pecho.
-Si se atreven a dar un paso más, haré que mis insectos del inframundo los devoren. - advirtió fríamente, a punto de desenvainar su espada.
Los buscadores se la pensaron dos veces para continuar. Por lo mismo, optaron por retirarse en silencio del comedor. El Hanyou, al ver aquello, soltó al buscador debajo de su rodilla, viendo enojado como les lanzaba una mirada asesina, al mismo tiempo que corría hacia sus compañeros.
-Gracias, Kanda. - dijo Allen.
-No lo hice por ti. - se sinceró, sin voltear a verlo. - Arruinaban mi único rato libre con su escándalo y solo quise ponerlos en su lugar.
-Qué amable. - InuYasha se quejó en sus pensamientos.
-¡Ay, pero qué barbaridad! - en eso, el chef Jerry salió de la cocina.
Un hombre alto y musculoso de 32 años y piel morena. Sus ojos son protegidos por un par de lentes oscuros. Su cabello es de color rosa claro, peinado en forma de un par de trenzas, atadas entre sí.
-Lamento lo que pasó, señor Jerry. - fue lo primero que dijo Allen al verlo, para luego hacer una reverencia. - Ahora mismo limpiaré este desastre.
-¡No, no, no! ¡Nada de eso! - exclamó horrorizado, haciendo que el muchacho se enderezara. - Acaban de llegar de una misión, así que vayan a descansar.
-¡P-Pero...! - gritó el chico, exaltado por la sonrisa comprensiva que les dedicaba.
-Ya lo escuchaste, andando. - de repente, InuYasha lo tomó nuevamente del cuello de su uniforme y lo llevó a rastras afuera del comedor.
Jerry vio aquello con una gotita de sudor bajando por su cabeza.
PPPPP
2 noches después, InuYasha y Allen fueron enviados por Komui a la ciudad de Tokio, Japón, para robar una valiosa pintura, cuyos colores; según los reportes de los buscadores que habían estado vigilándola, desaparecieron de un momento a otro. Ya con sus uniformes negros y sus capas café oscuro protegiéndolos, salieron por la puerta principal de la orden, perdiéndose entre la neblina que hacía afuera, pasando por el gran puente de concreto que conectaba al bosque.
Ya habiendo descendido el gran acantilado, se subieron a una carreta que pasaba casualmente por ahí y se bajaron hasta llegar a la ciudad de Londres. Con los policías montados en caballos en la mayor parte de las esquinas, tuvieron que tener extremo cuidado de no revelar su ubicación, escondiéndose en callejones oscuros o en paredes que no eran iluminadas bajo las lámparas de la calle.
Así fue como, de manera exitosa, terminaron en el puerto de la ciudad. Un barco pesquero de color blanco; aliado indiscutible de la orden oscura por muchos años, los esperaba al final de uno de los 10 muelles que se hallaban disponibles. Cuando los jóvenes arribaron sin ningún inconveniente, el capitán puso en marcha su transporte, adentrándose a las tranquilas y solitarias aguas del mar.
PPPPP
-Bueno, señorita Higurashi, parece que usted encaja perfectamente con lo que estamos buscando. - la halagó el gerente del museo, ordenando sus papeles sobre su impecable y elegante escritorio. - ¿Podría empezar su primer turno mañana por la noche?
La joven de largo cabello negro y piel blanca, vestida con un largo vestido azul y una gabardina café oscuro, le sonrió.
PPPPP
SSSSS
Había una horrible y espesa niebla en los alrededores. No podía escuchar ni ver nada. Únicamente, su corazón era el que latía con fuerza, indicándole que debía salir de ahí lo más pronto posible. Sin embargo, para su mala suerte, tuvo la desagradable sorpresa de ver como una flecha se clavaba justo a su lado, llamando su atención de una manera caótica y escalofriante. Al girarse, se encontró con la imagen de una joven de largo cabello negro, vestida con el uniforme que, antiguamente, portaban los Exorcistas. Su mirada denotaba enojo, al mismo tiempo que jalaba más hacia atrás la cuerda de su arco.
-¿De verdad pensaste que amaría a alguien como tú? - lo interrogó furiosa. - ¡¿A UN MISERABLE Y SUCIO HANYOU?!
Entonces, sus dedos soltaron la flecha, dando como blanco su corazón.
-JUJUJU... - de repente, una risa se hizo presente en el ambiente. Perdía de a poco sus fuerzas. Pero, con claridad, alcanzó a escuchar: - Si te atreves a despertar, te aseguro que tu sufrimiento será más grande que el que acabas de experimentar.
SSSSS
InuYasha abrió los ojos de golpe, inclinándose hacia adelante y jadeando rápidamente. Frente a él, Allen dormía con tranquilidad, apoyando su cabeza y sus brazos sobre un gran paquete de heno. Al verlo, su respiración se calmó, por lo que volvió a recargar su espalda en la orilla del barco. Hace tanto tiempo que no había tenido esa pesadilla... y recordarla ahora, no se trataba precisamente de un buen presagio para él. En eso, escuchó voces en los alrededores, por lo que se atrevió a levantar la vista. Detrás de la espesa niebla que los rodeaba, se asomaba un lugar lleno de casas de concreto, con techos hechos de madera. Finalmente estaban en Tokio. Entonces, el barco se detuvo en un muelle de madera.
-Allen, despierta. - le pidió el Hanyou, aproximándose a él y moviéndolo de su hombro derecho.
El chico abrió los ojos. Lanzó un bostezo al aire y se talló su ojo izquierdo. Sin embargo, cuando quiso preguntarle a su compañero si ya habían arribado, este se le adelantó, bajando rápidamente del barco y dándole las gracias al capitán del transporte. Despertando por completo, tomó el morral que usualmente llevaba a sus misiones e hizo lo mismo que InuYasha.
PPPPP
-En este casillero, puedes guardar tus pertenencias.
Una joven de piel blanca, corto cabello y ojos castaños, le daba un recorrido a la empleada más reciente del museo nacional de Tokio, pasándole, por último, el uniforme que debía portar.
-Si tienes hambre, solo ve a la cocina y prepárate algo de comer. ¿Tienes alguna duda? - su acompañante negó. - Bien, puedes comenzar a trabajar. - tomó un abrigo blanco que colgaba de un perchero y se lo puso encima. - Yo tengo que ir a comprar una medicina que necesito, pero no tardaré.
-Gracias por todo, Yuka. - comentó la muchacha de largo cabello negro, haciendo una reverencia.
La mencionada le sonrió antes de desaparecer detrás de una puerta.
Después de cambiarse y dejar sus pertenencias en el casillero que le indicó su nueva compañera, Kagome Higurashi se ató el cabello en forma de una gran cola de caballo. Tomó una linterna y la encendió, saliendo así a las exposiciones que se encontraban disponibles a lo largo y ancho del museo.
El sitio era tan grande, que se prestaba para protagonizar leyendas inventadas por la gente de la ciudad.
Tonterías. Pensó la joven, sonriendo y negando con la cabeza... hasta que escuchó un extraño sonido en un pasillo cercano. Saltando por el susto, se dirigió de inmediato al lugar, encontrándose con el escudo caído de una estatua metálica. Aliviada, suspiró. Dejó la linterna un momento en el piso y acomodó el escudo en su sitio.
-¡Por eso te dije que no tocaras nada, enano! - dijo InuYasha en voz baja, regañando a Allen mientras se encontraban escondidos detrás de las estatuas de unos cavernícolas.
-¡Ya me disculpé, no empieces! - se defendió el chico, mirándolo con el ceño fruncido.
El Hanyou rodó los ojos. Pero cuando tuvo la intención de ponerse de pie, tiró por accidente la lanza de uno de los cavernícolas, llamando nuevamente la atención de la vigilante.
-¡¿Q-Quién anda ahí?! - interrogó enojada, apuntando la linterna hacia su dirección.
Allen se cubrió la boca con las manos, doblando las rodillas para sentarse en el piso. A su lado derecho, InuYasha aún permanecía de pie. Quería encontrar una ventana para salir de ese maldito lugar lo más pronto posible. Ya que, debido a su pesadilla, no podía pensar en otra cosa más que terminar la misión y regresar lo más pronto posible a la orden oscura. Sin embargo, al girar sus ojos dorados hacia la chica que los apuntaba con la linterna, los abrió como platos.
¿Cómo era posible? Debería estar muerta...
-InuYasha. - lo llamó su compañero, en un susurro. - ¿Tienes un...?
Al momento de girarse, sintió que su corazón casi se le salía por la boca, ya que el Hanyou ya no estaba a su lado... ¡Sino que a la vista de la vigilante! Haciendo todo tipo de muecas, no podía entender porque su compañero se había expuesto de esa manera.
-¡¿Quién eres?! - preguntó Kagome, apretando con demasiada fuerza la linterna en sus manos. - ¡¿Cómo entraste aquí?! - Soportando la luz sobre su rostro, InuYasha caminó hacia la joven. - ¡N-No te acerques! - ordenó enojada. - ¡T-Te lo advierto! ¡Si das un paso más...!
Al estar tan cerca de él, Kagome se congeló, mirándolo fijamente a los ojos. Al mismo tiempo, el muchacho de cabello plateado levantó su mano derecha, tomando con ternura su mejilla izquierda.
-Qué tonto soy. - musitó, con una sonrisa triste. - Claro que no eres ella. Aunque te pareces mucho.
Kagome lo vio confundida. Y justo cuando quiso interrogarlo por sus comentarios, una horrible alarma sonó en los alrededores. Ambos voltearon al otro extremo. Yuka había llegado de la farmacia, bajando de una pared una palanca con la que dio aviso a la policía sobre los intrusos.
-¡Enano, la pintura! - gritó InuYasha, señalando la pared al lado izquierdo de los cavernícolas.
Allen salió de su escondite, asustando a Yuka y corrió hacia el objeto con el trozo de inocencia, tomándolo en sus manos. Al ver aquello, el Hanyou sonrió. Sin embargo, como quería saber más sobre la joven que se hallaba parada junto a él, no tuvo más opción que tomarla en sus brazos y llevársela con ellos. Mientras corría con el chico de cabello blanco, desenfundó su espada oxidada y creó con el filo el portal que los llevaría de vuelta a la orden oscura.
-¡KAGOME! - gritó Yuka, asustada por verla desaparecer junto a los desconocidos de ropas negras.
PPPPP
-¡Ay! - la joven se quejó, aterrizando de mala manera en un suelo nada cómodo.
Mientras se sobaba la espalda baja, se percató de que ya no se encontraba en el museo nacional de Tokio. Sino en un bosque.
-¿D-Dónde estoy? - preguntó, comenzando a asustarse.
-¡InuYasha! ¡¿Te volviste loco?! - cuestionó Allen, sumamente alterado por lo ocurrido. - ¡¿Cómo se te ocurre salir del escondite y, peor aún, traer a una persona común con nosotros?!
-Ay, ya no me critiques... - dijo con una mueca. - tuve que hacerlo porque esa fastidiosa alarma comenzó a sonar.
El viento sopló, moviendo brevemente las capas café oscuro que los jóvenes tenían encima. En esos pequeños segundos, Kagome pudo observar detenidamente sus ropas negras.
-Ese símbolo... - comentó, admirando la rosa plateada y llamando la atención de los chicos. - ¿Son ladrones de la orden oscura?
-¡JA! Así que sabes de nosotros, he... - dijo InuYasha con una sonrisa, aproximándose a ella para tomarla de nuevo en sus brazos. - perfecto, eso hará las cosas más sencillas.
-¡O-Oye, bájame ahora mismo! - exclamó enojada, golpeándole el pecho con sus puños. - ¡Soy perfectamente capaz de caminar!
-No, no lo creo. - replicó seriamente. - Tu pierna huele a sangre.
-¡¿QUÉ?!
-Vaya que eres torpe, InuYasha. - dijo Allen, mirando con una mueca la gran cortada en la pierna derecha de Kagome.
De repente, y en silencio, el Hanyou comenzó a correr por el bosque. Su compañero hacia todo lo posible por seguirle el paso, pero terminó por atrasarse a la mitad del camino, terminando bajo un árbol sin ramas y con la luz de la luna iluminándolo. Al recuperar el aliento, volvió a correr, saliendo del bosque para reunirse con InuYasha y Kagome. Unos metros frente a ellos, Kanda luchaba a la par con una misteriosa chica de largo cabello castaño.
-¿Quién es? - interrogó Allen, volteando sus ojos gris plateado hacia su compañero.
InuYasha se veía sorprendido. Como si realmente supiera la respuesta a su pregunta.
Fin del capítulo.
