Separadores que encontrarás en esta historia:

OOOOO - Concluye la introducción.

FFFFF - Cuando se narra un flashback o algo relacionado con el pasado de un personaje.

PPPPP - Cambio de escena. Ya sea que los mismos personajes estén en un ambiente diferente o que se relate una situación distinta, con otros personajes y en otro lugar.

SSSSS - Un personaje está soñando.


Final imaginario del siglo XIX

En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.

OOOOO

FFFFF

Según las indicaciones que Mana Walker le había dado a Cross Marian, el sello del eterno anochecer se encontraba por encima de las nubes que, en ese momento, lloviznaban en su trayecto. El clima por esa parte de Alemania siempre era malo en todas las estaciones del año. Lo sabía mejor que nadie porque ese era el país al que más veces había viajado durante su vida. De pronto, el cielo comenzó a tornarse de un color violeta claro... para luego expulsar un par de cuerpos en la distancia.

Cross maldijo. Corrió lo mejor que pudo y, para su buena suerte, alcanzó a atraparlos con un hechizo, el cual, utilizó para conducirlos con cuidado hacia él, permitiendo que fueran atrapados en sus brazos. Los cuerpos de Megumi y Shippo estaban más que helados. Sin embargo, respiraban, y eso era lo único que importaba para él. Quedándose unos minutos más bajo la lluvia, contemplándolos, Marian se giró, decidiendo en su mente el lugar perfecto que para que ambos pudieran recuperarse.

PPPPP

-¡BUAAAAAAAAAAA! ¡MEGUMI! - después de despertar de su letargo, el pequeño zorro Youkai saltó hacia la cama de la mencionada, llorando a mares por encontrarla inconsciente.

-Tranquilo, hijo. Ella está bien. - lo consoló Yamako, sobándole la espalda. - Solo hay que esperar a que despierte.

-¡P-Pero la última vez que esto pasó, se quedó 7 años dormida! - gritó con tristeza, estrujando las cobijas y agachando de nuevo su rostro. - ¡BUAAAAAAAAAAAAAAA!

En ese momento, Cross hizo acto de presencia, abriendo y cerrando tras él la puerta de la habitación.

-Pequeño. - Shippo levantó la mirada hacia el antiguo general, sollozando. - Hay un favor que debo pedirte. - se arrodilló junto a la orilla derecha de la cama y lo miró seriamente. - No le cuentes nada de esto a la guardiana del universo. - pidió, volteando su mirada hacia Megumi. - Si se entera de que se involucró demasiado en la guerra de los Exorcistas... podría perder sus poderes y la misión que Neah le encargó.

El niño zorro se secó las lágrimas.

-¡L-Lo prometo! ¡No diré nada! - exclamó. - ¡Pero, por favor, haga que despierte! - se apartó de las cobijas y se giró por completo hacia el hombre, arrodillándose de cuclillas. - ¡POR FAVOR, SE LO RUEGO!

Yamako lo vio preocupada. Y antes de que pudiera decirle algo, su alumno se le adelantó, levantándose para acercarse a la joven de cabello castaño y colocar su mano derecha sobre su cabeza. Aunque su hechizo no podría despertarla con rapidez, haría lo que estuviera a su alcance para guiarla de regreso hacia él.

FFFFF

1 mes después de su despertar, Megumi salió de la casa de la anciana Yamako, cargando únicamente con una pequeña mochila azul oscuro, la cual, tenía guardadas varias raciones de comida y el libro de cuentos entregado por el general... no, por el ahora, caza recompensas, Cross Marian.

A esa hora de la mañana, el sol apenas iluminaba con sus primeros rayos, siendo acompañado por el canto de algunas aves que sobrevolaban la zona. Mientras se dirigía con seguridad hacia un sendero de tierra, conectado al bosque en los alrededores, escuchó los pasos de una criatura enorme. A su lado izquierdo, Jinenji la miraba avergonzado, ocultando algo en su mano derecha.

-¿Ya te vas? - cuestionó, con cierta inquietud. ¿Qué diría su madre cuando se entere? La joven asintió. Por ello, abrió despacio su mano derecha y le entregó lo que escondía. - S-Son violetas de luz lunar. - explicó. - Si te sientes mal, puedes masticar un pétalo. No son tóxicas.

Megumi, un poco confundida por su gesto, tomó la bolsa de papel y revisó su contenido. Acto seguido, arrugó de nuevo la bolsa y la guardó en su mochila.

-Muchas gracias, Jinenji. - le sonrió.

El mencionado, con un ligero sonrojo en sus mejillas, asintió. Acto seguido, la guardiana dimensional desenfundó a su poderoso colmillo sangriento y trazó un círculo en el aire, apuñalándolo con la punta de la hoja para crear un portal blanco. Luego de despedirse del Hanyou y de guardar su espada en su funda, la joven desapareció del sitio.

A esa hora de la noche, las calles de Londres estaban abrumadoramente silenciosas. Ocultando con su niebla cualquier cosa extraña que sucediera dentro de ellas. Megumi volteó sus ojos castaños de un lado a otro, observando con cuidado cada edificio que la rodeaba. La ciudad no había cambiado gran cosa durante los 50 años en los que estuvo atrapada en el sello del eterno anochecer. Algo que la reconfortó, aunque fuera, por unos segundos.

-¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHH! - de pronto, escuchó un grito en un callejón cercano. - ¡UN AKUMAAAAAAA!

Su corazón latió con frenesí, recordando como el cuerpo de su hermana menor, fue profanado por un esqueleto negro. Enfadada, apretó los dientes. Y con su mano izquierda tomando su espada, corrió hacia el lugar donde escuchó aquellos gritos. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar por la ubicación de la creación del Conde del milenio, se sorprendió al encontrarse con un grupo de hombres, iluminando el estrecho callejón con un par de antorchas.

-¡Maldición, Jean! ¡Mira lo que hiciste! - un hombre de ropas blancas regañó a un chico, para luego, golpearlo en la cabeza.

El infante parecía tener alrededor de 12 años. Llevaba un gorro con unos extraños anteojos, sobre su corto cabello castaño. Una playera de rayas con mangas largas. Pantalones cortos atados con un cinturón. Y en sus pies, tenía unos excéntricos zapatos con ruedas. Al verlos, Megumi comprobó con pesar que, después de todo, si habían cambiado algunas cosas durante esos 50 años... ya que no sabía qué demonios eran esos zapatos.

-¡Dejen de tratarme como a un niño! - exclamó el chico, señalando a un vagabundo que también se encontraba en el grupo. - ¡Les acabo de decir que este hombre se convirtió en un Akuma!

Entonces, el hombre lo tomó en sus brazos, cubriéndole la boca sin su consentimiento.

-¡Oh, como lo siento! - se disculpó con los presentes, sonriéndoles mientras Jean no dejaba de lanzar patadas y puñetazos al aire. - ¡Estábamos jugando y parece que se creyó la historia de terror que le estaba contando!

-Mejor vuelvan a sus casas. - pidió un señor mayor, fulminándolo con la mirada, al igual que los demás. - Estas no son horas para estar en la calle.

Unos minutos después, en los que el grupo se marchó, Jean volteó sus ojos hacia arriba. Tal y como lo había dicho, el vagabundo era un Akuma, ya que en su frente, llevaba un pentagrama invertido de color negro. El hombre sonrió. Ahora que no había nadie, podría asesinar sin piedad al mocoso que se atrevió a hablar de su querido creador.

Para su mala suerte, no contaba con que Megumi aún se escondiera en la oscuridad, apuñalándolo en el corazón con su espada de filo negro. Sin soltar su arma, tomó uno de los brazos del niño y lo jaló hacia ella, apartándolo la distancia suficiente como para poder utilizar la técnica de la sangre divina. Ante los ojos de Jean, aquel susurro no significó gran cosa. Al menos, hasta que vio como el cuerpo del Akuma, en medio de un grito de terror, se convirtió en una montaña de cenizas.

-No puede ser... - habló el chico, viendo sorprendido como la joven guardaba su espada. Cuando Megumi se giró, se quedó estática al notar la gran sonrisa que le dedicaba. - ¡¿E-Eres una Exorcista?!

PPPPP

-¡Adelante, siéntate donde gustes! ¡Estás en tu casa! - gritó Jean con emoción, encendiendo las luces del vestíbulo de su hogar, antes de "deslizarse" sobre el piso de madera del pasillo. - ¡Nana! ¡¿Podrías preparar el cuarto de huéspedes?! - exclamó, en la entrada de una habitación. Como salía humo de ahí, la joven pensó que se trataba de la cocina. - ¡Tenemos una invitada!

-¡A la orden, amo Jean!

-¡No puedo creerlo, no puedo creerlo! - comentaba con emoción, yendo de un lado a otro para ordenar la sala y, colocar sobre la mesa de centro, dos platos de sopa. - ¡Por fin conoceré las hazañas de una verdadera Exorcista!

Megumi, al terminar de acomodar su mochila y la capa negra que llevaba; sobre un perchero en el vestíbulo, entró a la sala y se sentó sobre una alfombra redonda en el piso.

-¿Hay más como tú? ¿Tus poderes vienen de ti o de tu espada? - cuestionó el niño, mirándola de todos los ángulos posibles. - ¿Cuántos años tienes? ¡Te ves muy joven!

-Jean... - lo llamó la guardiana, silenciándolo al instante. - ¿Cómo es que sabes sobre la existencia de los Exorcistas?

-Mi papá trabaja como historiador para el museo regional de Londres. - respondió, sentándose frente a ella, en uno de los sillones blancos que los rodeaban. - Quedó tan maravillado con su historia que la compartió conmigo... - de uno de los cojines, sacó un portarretratos y se lo mostró a la joven. - ¡Y yo se la compartí a mi amigo Leo! - extrañada por el objeto, Megumi lo tomó en sus manos y lo analizó de arriba hacia abajo. - La verdad, nos pusimos muy tristes cuando supimos lo que les pasó... ¡Pero ahora que te conocí, tengo la esperanza de que la orden oscura volverá a ser la misma de antes! ¡Y nos protegerá del Conde del milenio y sus Akuma!

Con una sonrisa triste, la joven dejó el portarretratos en la mesa. Y, al igual que Jean, comenzó a degustar su plato de sopa.

PPPPP

SSSSS

Aquella mañana nublada, parecía otro día en el que iría a entrenar con sus compañeros a la orden oscura. Como de costumbre, Mana se quedaría con Neah en su pequeña casa y platicarían de cosas triviales de sus vidas.

Horas más tarde, ambos irían a buscarla y volverían para comer y cenar, algo que seguramente, el mayor de los Walker, habría dejado en el horno... solo para que se quemara hasta las cenizas. Reirían por lo acontecido y prepararían algo en familia.

Sin embargo, los planes de su destino fueron otros. Mientras caminaba con Neah sobre la banqueta, una carreta se salió de control, forzándolos a quedarse inertes en la pared. Con aquel escándalo, la gente no pudo evitar reunirse, viendo con pena las consecuencias del accidente.

Megumi trataba de despertar. Quería saber si su padre adoptivo estaba bien. Pero, en cambio, se encontró con algo que la horrorizó por completo. La silueta de su padre biológico sonriéndole, a lo lejos, entre la multitud.

SSSSS

Al encontrarse de frente con el rostro de su padre, Megumi despertó de golpe, inclinándose hacia adelante en la cama donde descansaba. Luego de cenar, la Nana de Jean la condujo a un ordenado cuarto, con una magnifica vista hacia el cielo nocturno. Llevándose una mano a su frente, dobló las rodillas a la altura de su mentón y se apoyó en ellas un momento. Aun con las manos temblorosas, consiguió tomar de la mesita de noche, la bolsa que Jinenji le había dado, antes de irse del lejano campo de hierbas medicinales.

Lo dudó al principio. Sin embargo, al recordar como algunas noches se despertaba gritando de la nada, asustando a Yamako, optó que lo mejor para ella era llevarse a la habitación las violetas de luz lunar. Sacó un par de pétalos de la bolsa de papel. Y, tal y como le había dicho el Hanyou, se las llevó a la boca, masticándolas despacio. Su sabor era dulce, pero no hartaba.

-¡Leo, espera! - en eso, escuchó la voz de Jean.

Salió de la cama y se dirigió a la puerta de la alcoba, abriéndola para presenciar, como el niño se ponía a toda prisa sus patines y desaparecía detrás de la entrada.

PPPPP

-¡Leo, te pedí que esperaras! - exclamó Jean, siguiendo a un chico de su misma edad.

Cabello rubio, piel pálida y ojos azules. Vestía una playera negra. Sobre esta, usaba un suéter azul. Y algo igual que su amigo de cabello castaño, también tenía: unos pantalones cortos, atados con un cinturón. Mientras corrían hacia quién sabe dónde, a Jean le llamó la atención que Leo no usara zapatos. Entonces, después de unos segundos, se detuvo frente a un lugar protegido por barrotes metálicos.

-¡Rayos, Leo! - se quejó Jean, apoyándose sobre sus rodillas, una vez que lo alcanzó. - ¡Hace días que no te veo y lo primero que haces es...! - entonces, al voltear hacia su lado izquierdo, vio atónito las lápidas en el cementerio. - Ya veo... ¿Querías que te acompañara a ver a tu mamá?

Leo, en lugar de contestarle, caminó con tranquilidad hacia la puerta del sitio y la abrió sin mucho esfuerzo. A Jean le pareció extraño que le sonriera todo el tiempo. Pero, como se trataba de su amigo, creyó que tenía una buena razón para haberlo despertado a altas horas de la noche y llevarlo hasta ahí. Por desgracia, esa razón no sería nada bueno para él. Dando los primeros pasos adentro del cementerio, se le presentó una figura escalofriante, posando su mano sobre su cabeza y haciéndolo retroceder.

-Buenas noches, Jean. - dijo el hombre de corto cabello pelirrojo, inclinando el sombrero de copa que tenía encima. Llevaba puesto un elegante traje negro que hacía juego con unos zapatos brillantes del mismo color. - Seguramente no me reconoces con esta forma... - levantó la mirada, mostrándole unos intimidantes ojos color ámbar. - pero pude ver a través de ese vagabundo, lo fácil que divulgas mi existencia.

Al escuchar aquello, Jean supo de inmediato que se trataba del Conde del milenio. Y cuando quiso volver a la entrada del cementerio, Leo se interpuso en su camino, tomándolo en sus brazos.

-¡L-Leo, suéltame! ¡Tenemos que irnos! - exclamó, lanzando patadas al aire y observando como el hombre pelirrojo sonreía mientras se aproximaba. - ¡Vamos, Leo! ¡Tememos que irnos!

-Niño tonto... - se burló el Conde. - ¿Por qué le hablas a mi precioso Akuma como si fuera TU amigo?

Los ojos de Jean dejaron de brillar. ¿Había escuchado bien? Leo... De pronto, aparecieron entre ellos unas cuchillas rojas con forma de luna menguante, apartando a la diabólica entidad.

-¡M-Megumi! - la llamó Jean, viendo como había dado un gran salto sobre los barrotes metálicos, terminando justo delante de él y de Leo.

La guardiana dimensional, al ver entre la neblina y las tumbas al hombre pelirrojo, recordó una parte de su pesadilla. En la que ella, siendo una niña de 9 años, sufrió un terrible accidente con Neah, a causa de una carreta. Y en la multitud de gente que se había acercado para ver el accidente, se hallaba escondido un hombre pelirrojo.

-Infeliz... - musitó enojada, moviendo una vez a colmillo sangriento. - ¡¿CÓMO TE ATREVES A USAR EL ROSTRO Y EL CUERPO DE MI PADRE?!

El Conde del milenio sonrió. Sacando un paraguas rosado, evadió fácilmente las nuevas cuchillas de sangre que le había lanzado, para luego salir volando de ahí.

-Como una gran parte de mis poderes siguen atrapados en ese maldito sello, no te mataré por ahora... - advirtió desde el cielo.

-¡Conde...! - gritó Megumi, enfurecida.

-...pero si te encuentras con alguno de mis niños, no esperes a que sean tan piadosos contigo, ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!

En ese momento, el cuerpo de Leo comenzó a resplandecer. Jean, sabiendo que ya había llegado la hora de su muerte, solo pudo cerrar los ojos entre lágrimas. Sin embargo, unos segundos antes de la explosión, alcanzó a sentir como alguien lo tomaba en sus brazos y lo protegía. Con valentía, abrió los ojos. Megumi consiguió adelantarse a la autodestrucción automática de Leo, protegiéndolo con su espalda.

PPPPP

2 días después de lo ocurrido en el cementerio, Megumi consiguió recuperarse de sus heridas. A Jean le asombró enormemente que tuviera la capacidad de curarse sola, ya que hasta había pensado en llamar a un médico para que la revisara y ayudara.

Esa mañana, la joven se levantó de su cama y estiró los brazos hacia arriba. Mientras se ponía sus ropas negras, escuchó un sonido curioso... algo parecido a un taladro. Se colocó sus botas y salió del cuarto de huéspedes. Al encontrar el ruido; proveniente de una habitación junto a la sala, vio a Jean sentado delante de un escritorio. De hecho, estaba tan concentrado...

-Buenos días.

-¡WAAAAAAAAAAAAAA! - ...que se asustó al escuchar su voz. - ¡Demonios! ¡Toca antes de entrar! ¡Casi se me sale el corazón!

Megumi soltó una risita. Entonces, cuando sus ojos castaños vieron los objetos en los que tanto trabajaba, preguntó:

-¿Para quienes son esas cruces? - la expresión del chico cambió.

-Una es para Leo. - respondió. Dejó a un lado la herramienta con la que las estuvo esculpiendo y agarró las otras dos cruces que se encontraban a su lado derecho, dándoselas a la joven en sus manos. - Y estás... son para Susan y Alan. - al escucharlo decir esos nombres, la joven abrió los ojos como platos. - Cuando quedaste inconsciente en el cementerio, te escuché decir esos nombres. Supuse que ya fallecieron porque tampoco dejabas de gritar que no se fueran.

A la guardiana le conmovió tanto este gesto de su parte, que no pudo evitar dejar a un lado las cruces y abrazarlo.

-Gracias, Jean.

Fin del capítulo.