Como un invisible reloj de arena, los pequeños últimos granos del primer ciclo comenzaron a caer
Sin reparo alguno, los días continuaron pasando. Lentos, fríos y algo aburridos; en una monótona secuencialidad que no se detenía.
Y como un rio que fluye constante, inalterable, sus días en la aldea continuaron; entre rutinas simples, misiones y entrenamiento; entre salidas con Naruto, encuentros con Sakura, y encierros en su casa. Y de ella, no supo nada más.
Hinata no aparecía.
Aquellos 3 días de ausencia le comenzaron a preocupar.
Acompañó, como siempre, a Naruto a buscarla a su casa para cenar y ella no abrió; fueron a preguntar al Hokage si estaba de misión, pero no tenía asignada ninguna; y siguió a su amigo en búsqueda del Inuzuka y él respondió que no sabía nada.
Shino fue él único que dio luces sobre la situación; Hinata estaba quedándose en el complejo Hyuga, desde que habían vuelto del rescate de Hanabi. Toda la situación hubiese parecido normal, si no fuera porque el rostro de Shino mostraba preocupación, pero no dijo nada más.
Y los días continuaron pasando, con Naruto cada vez más preocupado, intentando ingresar al clan Hyuga para tener información, y con él simulando que solo lo acompañaba.
—Estúpido Uzumaki.
Una suave pero firme voz se dejó oir en un susurro cargado en rabia que, probablemente, no pretendía ser escuchado; que, tal vez, era para liberar tensiones.
Algo divertido, algo curioso, detuvo su camino antes de llegar al Ichiraku, donde se reuniría con sus antiguos compañeros de equipo para cenar, y desvió su mirada a un desapercibido callejón que estaba a su derecha, unos pasos delante de él, encontrando una pequeña y delgada figura, un cabello largo, liso y castaño que tenía un aire familiar: Hanabi.
La hermana menor de Hinata estaba observando a Naruto, escondida desde la distancia.
Si no fuera porque esta era la oportunidad perfecta de tener noticias de Hinata, hubiese esperado un poco más.
—Hyuga.
Notó un pequeño saltito de sorpresa en la menor al escuchar su nombre, era evidente que por estar concentrada en Naruto, no lo había notado. Pero cuando se giró, su rostro ya se había recompuesto y portaba ese habitual semblante de superioridad.
—Uchiha—respondió sin ocultar que era un saludo forzosamente educado.
La heredera Hyuga, a veces, no parecía la hermana de Hinata.
Suspiró, recordando que estaba frente a una adolescente un poco difícil, y que esta era la única posibilidad que tenía de obtener un poco más de información. Quizás, si se mostraba algo más amigable, ella respondería; Naruto siempre le decía que debía abrirse un poco más.
Y lo intentó.
—¿Cómo has estado…?
La Hyuga lo observó extrañada, sin esconder lo raro que le parecía la situación, pero rápidamente entendió sus intenciones y lo evaluó sin pudor antes de responder. Era evidente que Sasuke intentaba iniciar una conversación para saber de su hermana; sabía que él y Hinata se habían vuelto más cercanos desde que comenzó a salir con Naruto, al punto de ayudarle en su rescate.
Y tal vez él, después de todo lo que había vivido, podría entender la situación en la que se encontraba…
—Ella…—comenzó con voz segura.
Pero al instante en que lo hacía, notó como una extraña debilidad la asaltó, y un enorme nudo apareció en su garganta. Frunció el ceño, molesta con ella misma y se reprendió, internamente, por dejarse controlar por las emociones que había mantenido a raya durante tanto tiempo.
No era el momento.
No ahora, cuando necesitaba mantenerse calmada y hablar.
No, cuando por fin se había decidido a buscar ayuda.
—Ella…—intentó nuevamente.
Y de manera incontrolable, las palabras quedaron atascadas en sus labios, una vez más; arremolinándose sin control. Luchando por liberar aquella verdad que estaba contenida, escondida, y que gritaba por ser reconocida.
¡Joder!
No podía dejar que las emociones le ganaran en ese momento, no cuando al fin podría encontrar a quien pudiera ayudarla; no cuando estaba tan desesperada por salvar a su hermana; menos, cuando ya se había decidido a soltar la verdad.
Desvió la mirada, intentando recomponerse pero sus cejas se movieron involuntariamente formando una expresión aproblemada, sus puños se crisparon como si intentara retener algo, y sus hombros se tensaron.
Tragó, fuerte y duro, como si eso pudiese mantener a raya sus sentimientos, otra vez, y habló.
—Hinata me contó lo que hiciste por ella—dijo, mientras sacaba de sus pantalones un pequeño papel—¿puedo confiar en ti?
Sin perder un solo segundo, se acercó un poco más; algo raro estaba pasando, esa actitud no era normal y parecía no ser muy bueno. La pequeña Hyuga parecía desesperada, asustada.
Asintió, con un leve movimiento de cabeza y Hanabi llevó su mirada hacia todos lados, como verificando los alrededores, para luego volver a él y estirar el pequeño papel que mantenía fuertemente apretado entre sus manos.
—¡Hanabi-chan!
La voz de Naruto se dejó oir en un grito desde el Ichiraku, y Hanabi rápidamente retrocedió, y escondió el papel.
El Uzumaki se acercó veloz, seguido por Sakura, y sin mirar a Sasuke, dirigió su atención a la menor.
—¿Tienes alguna noticia de Hinata?—preguntó, ansioso—¿está bien? Puedo..
—¡Baka!—intervino Sakura, molesta—¡déjala respirar! O no podrá responderte.
Naruto, miró a su compañera un momento y asintió, para luego devolverle el espacio a Hanabi y disculparse.
—Lo siento—indicó—, es solo… que no he tenido noticias de ella y la extraño.
Pero, lejos de mostrar una mirada comprensiva, la mirada de la Hyuga se endureció, y Sasuke lo notó.
La misma mirada que descubrió cuando la rescataron de los secuestradores y el Uzumaki apareció.
Ignorarlo fue imposible. Dejar pasar su cambio de actitud, su postura completamente defensiva, y como sus ojos pasaron desde Naruto a Sakura, con algo de reproche parecía demasiado evidente.
¿Se estaría equivocando?
Miró una vez más a sus compañeros, para verificar si había algo más que no había notado, pero no encontró nada; y los aludidos no parecían darse cuenta.
—Ella está bien.
No. Definitivamente algo estaba pasando y Hanabi estaba dispuesta a contarselo a él y ocultárselo al Uzumaki; esa niña orgullosa estaba dispuesta a mostrar una debilidad ante un desconocido antes que a quien podría convertirse en su familia.
Volvió a mirar las manos de la Hyuga, buscando el pequeño papel que le iba a entregar, pero este ya no estaba, y cuando estaba apunto de preguntar, ella se giró para retirarse, dándoles la espalda.
—Volvió a su departamento—dijo, mientras se alejaba—, pero necesita descansar. Puedes ir a verla mañana.
Una sola y fugaz mirada de advertencia fue todo lo que Hanabi necesitó dirigirle a Sasuke para que entendiera que no debía preguntar, mucho menos hablar de lo ocurrido. Y se marchó.
—Quiero verla—dijo Naruto—, lo siento chicos, me voy.
Sakura sonrió con dulzura al escucharlo y asintió, pero Sasuke, luego de ver la reacción de Hanabi decidió intervenir.
—Mañana—indicó—. Si Hinata no te ha contactado es porque no ha podido, hazle caso a su hermana y espera hasta mañana.
—¡Pero teme!—reclamó el rubio—¡la extraño!
Como pocas veces ocurría, entendió perfectamente a su amigo; él también la extrañaba, a pesar de que jamás lo iba a admitir.
Porque ella perseguía un sueño que se alejaba de su corazón y él anhelaba lo que jamás miraría en su dirección.
Corrió, como si sus pies fueran parte del mismo viento del invierno; livianos, fuertes y ágiles.
Se deslizó, entre callejones abandonados, sectores oscuros y solitarios, y continuó; porque si no hacía algo, si no aprovechaba esa oportunidad, jamás se lo iba a perdonar.
El Uchiha no era el único al que podía acudir, había alguien mucho más confiable.
Inspeccionó el área con la mirada, rápidamente, y dobló una esquina, perdiéndose en las sombras de los grandes árboles que adornaban la zona y marcaban lo cerca que se encontraba de su destino.
Estaba dispuesta a todo y el orgullo podía quedar atrás.
¡Joder! Todo se podía ir a la misma mierda si de ella dependiera. Pero no, como siempre, su destino era decidido por alguien más y ahora debía luchar desde las sombras para no ser descubierta. Lo odiaba, simplemente lo odiaba.
Su corazón se agitó, mientras avanzaba en esa misión personal y clandestina, y dejaba que los recuerdos encendieran su determinación.
No los perdonaría. No perdonaría lo que le hacían a su hermana.
¡Jamás!
Y aquellas grandes puertas blancas, adornadas con el nombre del clan a quien pertenecían, indicaban que ya no había vuelta atrás.
Suspiró, intentando calmar su corazón, y recuperar la compostura para manejar la situación.
Elevó su mano derecha, y golpeo suavemente la puerta.
Un leve sonido le alertó que había sido escuchada y una ventanilla se abrió.
—Soy Hanabi Hyuga—indicó—, necesito hablar con Shino Aburame.
Esta era la única forma, ellos eran los únicos en los que podía confiar; y ahora, el tiempo no jugaba a su favor.
Y como una melodía que avanzaba lento y constante hacia su última estrofa; aquellas finas arenas del tiempo continuaron cayendo suaves y silenciosas.
La brisa fría de la noche recorrió las solitarias calles de la aldea. Las nubes, oscuras y amenazantes, cubrieron el cielo como un velo gris y espeso; impidiendo que la luz de la luna iluminara su camino. Y los faroles tintinearon, como si tuvieran poca fuerza para continuar brillando; asustadas de aquel temporal que pronto llegaría.
Amarró bajo su cuello los dos pompones de su gorro blanco de lana, ajustó su bufanda y guardó rápidamente sus manos en los bolsillos de la gran y gruesa chaqueta que llevaba.
Si no fuera porque su estómago dolía por el hambre, no se hubiese atrevido a salir.
Si no fuera porque llegó a su departamento cuando la noche caía, y el cansancio la obligó a dormir, ya hubiese cenado.
Si no fuera porque no quería que la vieran así, habría tenido las fuerzas para salir más temprano.
Aceleró el paso, mientras sentía como se comenzaba a descompensar, haciéndola sentir incómoda y mareada. Miró su mano y notó como comenzaba a temblar, y no precisamente de frío; los días que pasó sin alimentarse mostraban sus efectos.
Se detuvo un momento y cerró los ojos para intentar calmarse y continuar, el Ichiraku estaba al doblar la esquina y atendían toda la noche. Solo debía llegar.
Sí, solo caminar un poco más; aunque cada paso fuera pesado, difícil y terriblemente doloroso.
Se acercó a una pared y se apoyó para recuperar las fuerzas.
Inhaló, mientras ahogaba un quejido de dolor, al olvidar que tenía una costilla rota; y exhaló, intentando mantener la calma y los sentimientos a raya. Ella tenía claro que lo que le había pasado, era algo que podía ocurrir cuando volviera del rescate y se había preparado. Porque sabía que no podía burlar el destino sin repercusiones, y entendía su posición en el clan.
Y aún cuando estuviera acostumbrada, cuando sabía que no sería la última vez, aún cuando estuviera dispuesta a enfrentar todo por sus propios objetivos, su corazón dolía igual.
Saber que para el clan era una vergüenza que regresara con vida dolía más que el castigo que había recibido por la deshonra.
Tragó duro, como si ello fuera a eliminar el nudo que se comenzaba a formar en su garganta, y abrió sus grandes ojos claros para continuar.
Quizás, con cada paso que diera, el recuerdo quedaría atrás.
A lo mejor, si seguía adelante, podría volverse más fuerte.
Porque, tal vez, llegaría el día en que sería libre de verdad.
Y avanzó; porque levantarse y continuar, una y otra vez, era lo único que Hinata Hyuga sabía hacer.
El viento sopló, mientras las primeras gotas de la lluvia comenzaban a caer. Las nubes, oscuras, se movieron feroces y rápidas en el cielo ocultando los débiles rayos de la luz de la luna, anunciando la tormenta que pronto se dejaría caer.
—Maldición—murmuró, con aquel tono molesto que muchas veces lo caracterizó.
Aceleró el paso, a medida que sentía como su oscuro cabello empezaba a mojarse con la llovizna que caía y volvía a maldecir para sus adentros lo estúpido que había sido al olvidar sus llaves en el Ichiraku. Si tan solo no hubiese estado tan distraído con su último encuentro con Hanabi, habría recordado que las había puesto en la mesa mientras comía.
Giró en una esquina, y avanzó por el último trayecto que le quedaba para llegar al lugar, cuando notó, a lo lejos, como una pequeña y delgada figura, envuelta en un gran abrigo, ingresaba al lugar; a su mismo destino.
Hinata, era imposible que no la reconociera.
Caminó, aparentando serenidad a pesar de que su corazón se aceleraba por la ansiedad y su estómago se apretaba en anticipación, e ingresó al restaurant poco después de ella, encontrándola ordenando su pedido.
Una semana sin verla había sido demasiado; una semana disimulando lo preocupado que se encontraba lo tenía agotado. Y se acercó, inicialmente indeciso, torpe en su andar y algo acelerado, pero camuflándolo perfectamente con ese aire de seriedad y seguridad que siempre portaba. Él era un Uchiha, y había una imagen que mantener.
Pero a medida que acortaba las distancias, que su figura se mostraba con mejor claridad, observó algo que llamó su atención; su forma de andar era extraña, lenta, forzada.
—No pensé que te encontraría a estas horas por aquí—soltó con naturalidad.
Los claros ojos de Hinata lo miraron con sorpresa, antes de sentarse, como si hubiese sido descubierta en alguna travesura; pero luego, su mirada volvió a ser la misma de siempre. Aquella suave expresión con la que siempre lo recibía volvió.
—Buenas noches, Sasuke.
Su voz dulce lo envolvió, una vez más, como si se tratara de un abrazo tranquilo que lo guiaba sin prisas; y que se dirigía a él sin miedos ni pretensiones.
—Buenas noches, Hinata.
Sus palabras escaparon de su garganta antes de procesar, en una respuesta casi automática, mucho más entusiasta y dedicada, poco propia de su personalidad reservada.
—¿Puedo acompañarte?—añadió y ella asintió.
Se sentaron frente a frente, en silencio, y fue imposible dejar de observar que aquellos elegantes movimientos que la caracterizaban, y que a él le llamaban la atención, hoy se mostraban mucho más dudosos y torpes, poco fluidos. Su piel, que era clara, se veía mucho más pálida, sus mejillas no tenían color y su rostro se mostraba cansado.
Y mientras la observaba, advirtió algo más; cuando estiró su mano, para sacar una servilleta y limpiar algo en la mesa, una pequeña mueca de dolor pasó fugazmente por su rostro para luego cubrir con rapidez su brazo cuando su manga se subió y dejó entrever un moretón oscuro y grande.
No recordaba haberla visto así durante el regreso, y ya había pasado una semana, deberían haber comenzado a desaparecer. Estaba seguro que Sakura siempre trataba ese tipo de lesiones cuando volvían de misión.
¿Debería preguntar?
Quería preguntarle que era lo que ocurría. Quería saber que era lo que le había pasado, porqué sus heridas aún no sanaban, pero no sabía si estaba en la posición de hacer tales preguntas. ¿Sería extraño si lo consultaba?
—Sasuke—llamó—¿qué te trae por aquí?
Apretó los puños con frustración, debajo de la mesa, mientras notaba que ella se había dado cuenta que la estaba observando y había decidido evitar esa conversación.
—Había dejado mis llaves—respondió.
Y antes de que pudiera continuar, el plato de ramen de Hinata llegó. Se acomodó en su lugar, como si todo se tratara de una ceremonia importante, hizo un pequeño movimiento para acomodar su cabello detrás de sus hombros que quedó a mitad de camino, cortado por una disimulada mueca de dolor, y luego tomó sus palillos de madera para comenzar a comer.
Todo, bajo la atenta mirada de Sasuke, que había reparado en cada movimiento, cada expresión que ella pretendía ocultar.
Dejar de recordar el rostro aproblemado de Hanabi cuando se encontraron fue imposible y ver a Hinata en esa condición solo hacía que la idea de que algo estaba pasando con ambas hermanas tomara fuerza en su interior.
Quería preguntar.
Quería saber y ayudar, pero no sabía si tenía el derecho de hacerlo.
Joder.
¿Cual sería su límite? ¿Hasta donde podía involucrarse con ella sin traicionar la confianza de Naruto?
Pero todas aquellas dudas y cuestionamientos quedaron en el olvido cuando notó que su mano temblaba al intentar llevar la comida desde el plato a su boca y en lo poco que se veía de su brazo, se asomaba otro moretón igual de oscuro que el anterior.
No. No era normal.
Y si Naruto no estaba presente para verlo, él sí lo estaba y no lo dejaría pasar.
Sin siquiera reparar en lo que estaba haciendo, su mano se movió rápidamente y tomó la manga de la gruesa chaqueta de su compañera, sorprendiéndola.
—Sa..
—¿Qué es esto?—preguntó, levantándose de su puesto y sin soltarla, pero manteniendo un tono bajo.
Se miraron un momento desafiantes, y Sasuke bajó un poco más la manga de su chaqueta descubriendo el verdadero tamaño de la lesión; una enorme mancha oscura en todo su brazo. Hinata, reaccionó al verse descubierta y rápidamente se soltó; y un silencio pesado, se apoderó de los dos.
—Hinata— insistió, acercándose a su lado de la mesa—¿qué…
—No es nada— le cortó ella.
Y al momento en que iba a continuar presionando, notó como la mirada de Hinata se desviaba rápidamente y observaba a su alrededor, atenta, como si se encontrara en una misión. Sin utilizar ninguna de sus técnicas oculares, siguió la mirada nerviosa de su compañera, vio lo que ella estaba observando: dos Hyugas.
Dos miembros de su clan, acababan de ingresar al Ichiraku.
—Fue un gusto verte— indicó ella, levantándose silenciosamente y sin darle tiempo de reaccionar.
Una pequeña reverencia, una sonrisa suave pero falsa, y un tono formal y lejano, fue todo lo que Sasuke necesitó para comenzar a comprender que algo grande estaba sucediendo y que quizás, el miedo en el rostro de Hanabi era real. Así que, sin perder más tiempo, caminó hacia la salida.
En silencio, la siguió a paso lento bajo la lluvia, consciente de que ella sabía que caminaba a solo unos metros atrás, y sin ninguna intensión de dejar de hacerlo.
Sabía que ella no deseaba hablar, pero quería que cediera, que le contara, que supiera que él estaba ahí. Que no solo tenía a Naruto; Kiba y Shino no eran los únicos en su universo; él también existía.
Pero las puertas del edificio en donde vivía aparecieron delante de él, recordándole que ella no había soltado una sola palabra desde el Ichiraku.
—Hinata—llamó, teniendo claro que ella se detendría aún en contra de su voluntad, sus modales siempre la obligarían a hacerlo—¿qué está ocurriendo?
Para su sorpresa, la Hyuga no se giró, no volvió sus claros ojos hacia él, ni mucho menos lo enfrentó.
Porque no, ella no quería que él supiera sobre el castigo que había recibido por regresar con vida, no quería que se enterara que el clan no aprobaba que un Uchiha hubiese salvado a la heredera Hyuga.
Hinata no quería que Sasuke se sintiera culpable.
Ella quería proteger ese cansado corazón que comenzaba a sanar.
—Estuve entrenando—indicó—, eso fue todo.
Hinata sabía que Sasuke no le iba a creer, que él la había visto entrenar un montón de veces con Naruto y jamás había quedado así, sin embargo, prefería mentir antes de decir la verdad.
Porque este era su problema, solo de ella. Y no lo iba a involucrar.
Apretó sus ojos, ahogando el nudo en la garganta que se comenzaba a formar otra vez, y tragó fuerte, como si eso dejara todos sus sentimientos atrás y se giró, intentando colocar su mejor sonrisa para él. Debía lograr que Sasuke dejara de preocuparse.
—Gracias por acompañarme hasta acá—le dijo y sonrió, intentando imitar la forma en que siempre lo hacía.
Necesitaba salir de ahí. Necesitaba huir de su propia mentira.
Dio un paso atrás, para luego girarse y comenzar a ingresar a su edificio cuando una mano más grande que la suya tomó el puño de su chaqueta con decisión.
—Hinata—llamó, una vez más—, puedes confiar en mí.
La lluvia, esa que los había acompañado gran parte del camino, golpeo con más fuerza en el instante en que se giraba hacia él, y un trueno rompió el silencio que los envolvió cuando sus miradas se encontraron.
Aquellos grandes y claros ojos lo enfrentaron sin miedo, sin reservas, pero conteniendo algo que él no lograba decifrar. Algo que la alejaba cada vez más.
—Lo sé.
Y cuando él iba a replicar, ella dio un paso hacia él y colocó su fría mano sobre la suya, que se aferraba a su puño.
—Pero esto—continuó—, es algo que solo yo debo solucionar.
Su voz suave y dulce, se oyó firme pero tranquila, decidida y su mirada se mostró totalmente segura. Frente a eso, ya no podía decir nada más.
Porque él entendía que habían líneas que no podría cruzar. Esperar y acompañarla era lo único que podría hacer.
Y los días continuaron pasando lentos y fríos, sin tener la posibilidad de volver a verla por ser enviado a una misión en solitario, que duró una semana. Una larga y tediosa misión que solo aumentó esa ansiedad que ahora reconocía; esa que poco a poco se abrió camino en su corazón desde que la conoció y que lo impulsaba a querer regresar cada vez que salía.
Aquella ansiedad que le pedía a gritos pasar a verificar, de vez en cuando, que ella se encontraba bien, y que lo mantenía atento cada vez que ella salía de misión. Y que se mezclaba con la emoción de divisarla a la lejanía, de escuchar su voz y verla sonreír.
Esos sentimientos que, ahora que tenían un nombre, lo confundían con los límites que debía respetar.
Dejó el tazón de té en el lavaplatos de su cocina, y caminó hacia la puerta de su departamento para salir. Naruto había organizado una salida con todos sus amigos por la venida de los hermanos de la arena. Y si bien, los eventos sociales nunca habían sido lo suyo, compartir con los demás todavía se sentía extraño y fuera de lugar, ese día, en particular, tenía motivos para asistir.
Un afortunado encuentro el día anterior, cuando volvía de reportar una misión, lo había dejado particularmente intrigado.
"Hyuga" saludó al salir de la torre del Hokage cuando vio a la pequeña Heredera del clan.
Hanabi, que venía ingresando al lugar se detuvo, nuevamente con ese aire de superioridad que siempre rodeaba a todos los de su clan y respondió con una leve pero respetuosa reverencia.
"Lo que querías contarme" comenzó él antes de que la chica siguiera su camino "podemos continuar ahora, si tienes tiempo".
El rostro de Hanabi mostró sorpresa al escucharlo sacar el tema, sobretodo cuando él siempre se mostraba frío y distante con los demás, pero luego, inesperadamente se suavizó y negó.
"No es necesario" indicó " ya lo solucioné".
Y antes de que pudiera insistir, la voz de Naruto y Sakura riéndose a lo lejos los interrumpió. Ambos venian acercándose a la torre.
El cambio en la expresión suave que había adornado el rostro de la Hyuga cambió a uno mucho más duro y severo, como en las otras dos ocasiones anteriores en las que se habían encontrado. Y la duda, aquella que lo venía molestando desde la primera vez que lo notó, apareció.
"Uchiha, ten cuidado con tu amigo" indicó Hanabi, haciendo alusión a la inminente llegada el Uzumaki.
"¿Qué quieres decir?" preguntó, intrigado.
La Hyuga lo miró, esta vez sin esa postura defensiva sino con una expresión más neutra y con algo de tristeza.
"No seré yo quien te lo diga, pero si mis ojos lo pudieron notar, los tuyos lo descubrirán rápidamente" le dijo y luego se giró para marcharse, no sin antes añadir "saludos a tu novia".
No se molestó por corregir aquella última frase del encuentro, la verdad, habían sido tantos años desde que Sakura lo persiguió y lloró, que desgastarse en decir algo más se sentía agotador. Y a veces, sentía que seguía rompiéndole el corazón, así que lo dejó pasar.
El resto de la conversación, fue lo que ocupó sus pensamientos al punto de aceptar asistir a esa estúpida reunión. No era que dudara de Naruto, sabía que su amigo era un conjunto de buenos sentimientos e intensiones, pero había algo en la mirada de Hanabi que lo impulsó a seguir sus instrucciones. Porque sabía que la Hyuga no era una persona que hablara sin medir sus palabras.
Así que suspiró, dándose ánimos para abrir la puerta de aquel enorme restaurant donde se iban a juntar, e ingresó.
La cabellera rubia de Naruto fue lo primero que divisó entre la gente que conversaba y reía en aquel lugar, y avanzó, entre los meseros que iban y venían, hacia la larga y ruidosa mesa que compartían. Buscó, con la mirada a Hinata, que como siempre, estaba sentada a su lado, luciendo tan pulcra y tranquila como de costumbre, y rápidamente observó los puestos que la rodeaban para sentarse a su lado. Pero esta vez, no corrió con tanta suerte. Shino se encontraba a su otro costado y Gaara estaba sentado frente a ella, dejando a Kankuro frente a Naruto y cualquier posibilidad de acercarse quedó descartada.
Con desgano, continuo avanzando y notó, que Sakura lo miraba con insistencia al otro extremo del mesón, con un puesto libre y suspiró. Sakura le agradaba, pero había notado, que últimamente lo miraba con un poco más de ilusión y esperaba equivocarse.
Y la velada continuó, con él atrapado entre la conversación de Ino y Sakura, las risas de Kiba, Chouji y Lee, y los quejidos del Nara con Temari. Para su suerte, nadie parecía prestarle mucha atención, y pudo concentrarse en su objetivo principal esa noche: observar a Naruto.
Pero, aún cuando tenía clara su misión, era imposible dejar de desviar su mirada hacia Hinata y desear, que al menos cruzara su mirada con la de él. Era un idiota, lo sabía, ella ya lo había saludado con una tímida y adorable seña cuando llegó. Pero aún así… aún así…
—Sasuke —escuchó que lo llamaban.
Giró su rostro hacia donde provenía la voz que lo llamaba y encontró a Sakura mirando en su dirección, mientras todos los demás seguían charlando animadamente.
Asintió, en un leve movimiento que indicaba que estaba escuchando y volvió su vista al frente para no volver a mirar aquellos hermosos ojos verdes que lo observaban insistentemente y le provocaban incomodidad.
—Sasuke—continuó Sakura—, Tsunade-sama me pidió que fuera a la aldea de la lluvia a buscar una medicina ¿te gustaría acompañarme?
Y ahí, cuando menos lo esperaba, la prueba que estaba buscando apareció mientras las palabras de Hanabi se repitieron en su cabeza como una señal: "No seré yo quien te lo diga, pero si mis ojos lo pudieron notar, los tuyos lo descubrirán rápidamente".
Los ojos de Naruto se desviaron de la conversación que sostenía con Gaara y Hinata para observar, por un par de segundos, a Sakura cuando le habló. Un movimiento sutil, casi imperceptible, y que solo era delatado por sus ojos que se movieron en su dirección por una fracción de tiempo casi imposible.
—No—respondió—, gracias, pero tengo cosas que hacer.
Nada más al terminar la conversación, aquellos ojos azules tan característicos de su amigo, se mostraron más tranquilos.
Quiso pensar que se había equivocado, que tal vez, había interpretado mal la situación, porque cualquiera puede desviar su atención en una conversación, pero la mirada incómoda de Hinata que se desviaba de vez en cuando hacia Naruto, le confirmó que tenía razón.
Los ojos de Naruto buscaban a Sakura, y nada más el notarlo, molestó.
No podía ser.
No podía ser que su amigo, que se mostraba tan enamorado de Hinata, todavía sintiera cosas por Sakura. Se negaba a creerlo.
Se negaba a aceptar algo así, cuando había visto lo feliz que se mostraba a su lado, lo mucho que la extrañaba cuando se iban de misión y los planes que tenía para el futuro con ella.
Pero aquella verdad que se negaba a creer, se fue diluyendo cada vez que Sakura se dirigía a él y los ojos de Naruto se desviaban en su dirección.
No podía ser coincidencia, no podía ser la primera vez, porque la mirada cada vez más incómoda de Hinata delataba que ella también lo sabía.
Joder, esto era a lo que se refería Hanabi. Por eso la Hyuga no quería a Naruto.
Apretó sus pequeños y delgados puños debajo de la mesa, mientras intentaba mantener su habitual semblante tranquilo en esa conversación que Gaara había iniciado con ella. Pero su mente, su corazón, ya no querían estar ahí.
Ya no era capaz de mantenerse sentada en ese lugar, aparentando serenidad, cuando solo quería huir. Alejarse lo más que pudiera y desaparecer hasta que reuniera las fuerzas para enfrentar la situación. Para aceptar, lo que ya no podía justificar.
Naruto seguía enamorado de Sakura, y su corazón ya tenía las suficientes pruebas como para enfrentarlo.
Quería llorar; gritar de pura frustración, de dolor y de vergüenza de verse en una situación así, arrancarse el corazón para dejar de sentir y a la vez, solo quería escapar. Refugiarse en un lugar donde sus sentimientos y los recuerdos no la alcanzaran, donde pudiera seguir soñando con aquella sonrisa que tanto adoraba.
Y ahí, cuando sentía que todo se arremolinaba en su interior, cuando su voz se perdía en el dolor, una cálida mano sujetó la suya, por debajo de la mesa, trayéndola de vuelta a la realidad: Shino.
Él sabía. Él también lo había notado.
Su apoyo fue todo lo que necesitó para recuperar la compostura y tomar su decisión.
Hinata Hyuga tenía orgullo, y ahora, ya sabía lo que tenía que hacer.
—Lo siento—dijo, hechando para atrás su silla—, debo retirarme por hoy.
Sasuke, que había estado atento a toda la situación, rápidamente se movió para tomar su chaqueta y levantarse, pero alguien, inesperado, se le adelantó.
—Te acompaño.
Aquella ajena e inconfundible voz seria y tranquila del Kazekage se escuchó.
Naruto, rápidamente se levantó, preocupado por su novia y negó.
—No, no, yo la llevaré.
Pero Hinata, increíblemente tranquila, negó con una suave sonrisa y se alejó un poco de los brazos de su novio, que se había levantado junto con ella.
—Está bien—dijo—, no es necesario.
—Pero…—insistió Naruto, mientras ella volvía a negar.
—Estoy un poco cansado—interrumpió Gaara—, y me gustaría aprovechar la instancia para consultarle algunas cosas a Hinata-san. Si no te molesta, te acompañaré.
Con sorpresa, los claros ojos de la Hyuga se dirigieron a los aguamarina que la observaban con insistencia inusual mientras esperaba su respuesta; como si buscaran decirle algo sin palabras, como si quisiera transmitir un mensaje en el silencio, solo para que ella lo entendiera.
Y asintió, con un pequeño movimiento de cabeza que dio por terminada la conversación.
Gaara, tomó su chaqueta y se acercó a la Hyuga para salir del restaurant, y ella, le hizo una pequeña seña a Shino, como un saludo y se retiró del lugar sin mirar atrás.
