Como si fueran suaves susurros, la brisa del invierno sopló fría, casi silenciosa y continua. Las nubes, se movieron con el viento de forma lenta y constante; liberando a la luna para que avanzara, libre y brillante, hacia su posición más alta en ese enorme cielo que le pertenecía. Aquella noche que le permitía reencontrarse, una vez más, con las estrellas que siempre la acompañaban.
Y en la oscuridad, ese farol antiguo y descuidado, iluminaba intermitente el espacio que los separaba de mil maneras distintas; que se rodeaba de palabras olvidadas y se llenaba verdades ocultas que intentaban escapar en miradas que contenían mucho más que lo que pretendían revelar.
Porque ella tenía mucho que callar.
Porque él tenía mucho que liberar.
Pero esa noche, aquellos claros ojos no lo querían encontrar.
–Involúcrame.
La voz de Sasuke se escuchó clara y fuerte, segura, a pesar de que por dentro temblara de la ansiedad de estar revelando parte de su corazón; aún cuando se sintiera extraño hablando así. Porque esta era la primera vez que se atrevía a soltar un poco de aquello que guardaba contenido en su interior; ese sentimiento culpable que lo retenía entre negaciones y confusión, pero que hoy comenzaba a liberarse.
Porque si Naruto no la correspondía…
Si su amigo no la amaba…
Entonces, él podía intentarlo.
Dio un indeciso paso hacia adelante, acercándose, mientras ella se detenía al escucharlo, pero no giraba a encararlo.
–No solo quiero ser el amigo de Naruto para ti–continuó– y elijo estar aquí.
Notó como los hombros de Hinata se tensaron al escucharlo, como sus puños se crisparon en un acto que supo interpretar como nerviosismo, y como sus pies se mantuvieron en su lugar pero inquietos.
Ella quería irse; huir.
Hinata quería esconderse en su lugar seguro, y aislarse para recomponer los pedazos de su corazón que hoy estaban rotos; quería ocultarse para que nadie viera lo que ya casi no podía contener.
Sasuke lo sabía. Tenía claro que estaba siendo egoísta en imponerse en un momento como ese; en exigir cuando ella no tenía nada más para dar. Entendía que no tenía espacio para pensar en algo más que no fuera lo que ocupaba su corazón y su próxima decisión. Pero aún así… aún así no podía dejarlo estar; no podía dejar de querer estar ahí; y acompañarla como muchas veces ella lo hizo con él.
Y en ese silencio tenso, angustiante, que siguió después de su pequeña confesión, Hinata sacó su voz.
–Sasuke–dijo en un susurro sin voltear a enfrentarlo–. Terminemos esto aquí.
Dolió.
Dolió un mar entero tratarlo así; soltar esas palabras hirientes y sin corazón fue casi más duro que comprender que sus sospechas con Naruto eran ciertas. Porque sabía que Sasuke estaba hablando con la verdad; sabía lo difícil que era para él liberar algo así; comprendía que si él estaba ahí era porque realmente lo elegía así.
Pero no podía.
No era capaz de mirarlo, de enfrentar esos ojos oscuros que, probablemente, sabían la verdad; que quizás siempre habían visto como ella se engañaba creyendo que era correspondida.
No quería voltearse para mostrarse patética y débil, una vez más.
No quería mirarlo y recordar que él era el mejor amigo de Naruto, el hombre que ella amaba y que seguía enamorado de Sakura, la mujer que estaba enamorada de él.
Parecía cruel, sí, pero ella ya no quería estar cerca de él; no podía estar cerca de él, ni de nadie cercano a Naruto. Necesitaba alejarse de todo aquello que le hacía daño a su corazón.
Así que sin esperar una respuesta avanzó en un incómodo silencio y sin mirar atrás. Aguantando aquellas lágrimas que casi no lograba contener, y sintiendo como sus emociones golpeaban fuerte y desenfrenadas por salir; por gritar, por llorar.
Pero no, aún no.
No era el momento, no era el lugar, y ella no quería llorar; debía mostrarse fuerte y sin dudar.
Y mientras ella se perdía en la oscuridad, Sasuke permanecía en su lugar, buscando una explicación a lo que acaba de pasar.
Había sido rechazado sin siquiera intentarlo; ella lo había alejado sin darle alguna oportunidad.
¡Ninguna!
Como si esos dos años de amistad no los hubiesen acercado; como si sus conversaciones no hubiesen existido; como si ella y él solo se hablaran por Naruto.
No, no era así; no lo era
Aquella relación se había iniciado por el Uzumaki pero con el tiempo se desprendió, tomando un curso propio e independiente; formando un lazo que solo dependía de ellos dos. Y él estaba seguro, que no era el único que lo sentía así.
Estaba seguro, que había algo detrás de esas palabras tan crueles que ella no acostumbraba a decir.
Así que no, no aceptaba su petición.
No, no se iba a rendir por algo así.
De todas formas, él no conocía esa palabra; de todas formas, si se trataba de ella, él se podía arriesgar.
Frunció el ceño con molestia y se marchó.
Se conocieron, cuando los silencios y circunstancias los llevaban por caminos separados; se encontraron, en momentos y miradas que unieron las distancias que los alejaron.
Y ahora, ella quería avanzar hacia un lugar que él no tenía permitido alcanzar.
La noche pasó lenta, fría y silenciosa.
Dormir no era algo que particularmente le costara, por lo general, había aprendido que un buen libro, una taza de té de hierbas, y la comodidad de su cama era lo que necesitaba para despejar su mente y relajarse, pero la noche recién pasada, costó más de lo habitual.
Suspiró, mirando las cajas con sus pertenencias que se apilaban a un rincón, y observó las blancas paredes de la que, ahora, era su nueva habitación. Había dejado el hogar de sus padres hace una semana atrás para instalarse en ese pequeño pero acogedor departamento, cercano al de Hinata, luego de haber conversado con Hanabi sobre su situación.
Quería dejar fuera de este asunto a su clan, en caso de que tuviera que actuar precipitadamente para ayudar a su amiga; sabía que involucrarse traería consecuencias, y estaba cansado de permanecer siempre al margen.
Esta vez, quería estar ahí, quería acompañarla en lo que tuviera que suceder, quería ser quien la apoyara; porque Hinata siempre había estado para él.
Se estiró, mientras caminaba pesadamente hacia la cocina, después de haberse duchado y se preparó su desayuno para iniciar el día.
Ese día tenía un asunto importante que atender, una conversación con alguien que podría darles alguna oportunidad de ayudar a su amiga, si todo salía bien.
Dio un par de vueltas más por su departamento, mientras se lavaba los dientes y ordenaba un poco, para luego tomar su chaqueta tan característica del clan Aburame, una abrigadora bufanda y salió.
Avanzó por aquella conocida calle donde su edificio, de unos pocos pisos, se alzaba; en silencio y con la cabeza llena de posibles situaciones sobre como enfrentaría la conversación que estaba por tener. Totalmente abstraído de mundo y a la vez, preocupado por la misión que Kiba estaba teniendo con Sakura y Sasuke ese día; confiaba plenamente en su compañero, pero sabía que su cabeza estaba distraída con el mismo asunto que él y eso podía ser un problema en una misión.
—Shino.
Giró, casi de forma automática, hacia su izquierda, en la intersección de la calle que estaba cruzando al oír esa suave y, a veces, tímida voz que muy bien conocía.
Y la vio; su mejor amiga estaba ahí.
—Hinata.
Se miraron en un silencio intenso, profundo, conectando de aquella manera secreta y que no necesitaba de palabras porque él simplemente sabía. Porque aquellos ojos claros eran lo único que Hinata debía utilizar para gritar lo que buscaba callar.
No necesitó decir nada más; ella no tenía decirle nada más, para que él comprendiera lo que estaba ocurriendo.
Hizo un clon rápidamente, le dio una mirada de aprobación, y mientras su clon se perdía en las calles para atender la cita, él se volvió hacia ella con atención.
Esa postura firme, recta; sus manos empuñadas y tensas, apretando su abrigo; su rostro, impecablemente neutro, pero cansado, fue todo lo que Shino necesitó para saber que el último paso ya había sido dado.
Así que avanzó, los tres largos pasos que los separaban, sin siquiera dudarlo, y estiró su mano hacia ella con seguridad.
No hubo indesición; ella jamás titubeaba cuando se trataba de alcanzarlo, de acercarse, como muy pocos se atrevían a hacerlo.
Sus pequeños y delgados dedos se aferraron con fuerza a su mano, dejando escapar un poco de aquellas emociones que Hinata contenía en su interior y que él sabía que no quería liberar; y que solo a él se atrevía a mostrar.
La guió, en silencio y rápido, de regreso en aquel trayecto que llevaba a su departamento; subieron esas frías escaleras que se hacía cada vez más largas; e ingresó a su departamento, que todavía se encontraba tibio, sin soltarla en ningún momento.
Cerró la puerta de entrada con un movimiento lento y calculado, y se giró con un poco más de brusquedad de la que en otras ocasiones le hubiese parecido prudente, pero no importó.
Nada importaba.
Nada podía ser más importante, en ese momento, que ella; una de las personas más queridas para él.
Nada era más importante, en ese momento, que verla e intentar unir los miles de pedazos que debían ser su corazón.
Nada podía, realmente, ser más importante que estar ahí, con ella.
—Hinata— susurró de forma cuidadosa y suave.
Ella, que estaba aferrada a su mano y con la mirada perdida, llevó sus grandes ojos hacia él al escucharlo, y Shino, que esperaba paciente por que hablara, se sacó los lentes para poder enfrentarla; porque con ella, no tenía nada que esconder.
—Terminé—comenzó— con Naruto.
Su voz suave se escuchó como un débil susurro que amenazaba con desaparecer, como si fuera una oración inconclusa, que se sentía ausente.
—Terminé con Naruto– repitió, con un poco más de fluidez mientras una diminuta sonrisa se apoderaba de su rostro, como si quisiera camuflar el dolor que sentía con una expresión de seguridad que no sentía.
Y dolía.
Dolía verla intentando aparentar que todo estaba perfectamente bien; como si ella no lo hubiese amado toda su vida. Como si él no supiera que ella había entregado todo por ese hombre que no la correspondía.
No podía.
Simplemente no podía verla aguantar en silencio todo lo que ocurría; no era capaz de verla contener aún más de lo que debía.
Así que se acercó, como pocas veces él se atrevía a hacer, y alzó su mano libre en un movimiento lento y pausado, acunando su fría mejilla, en un toque suave y dulce que se perdió entre sus negros cabellos y los acercó.
—Princesa—dijo en un tono bajo, como si fuera un secreto—, puedes llorar conmigo.
Y como si fuera un rayo, las cálidas palabras de Shino quebraron las firmes contenciones que mantenían presas, esas oscuras nubes que amenazaban con hacer explotar una tormenta.
Las barreras, que habían mantenido sus emociones guardadas, cedieron ante su suave y tibio roce; ante sus castaños y decididos ojos; ante sus acciones dulces y acogedoras, consumiendo cada uno de los sellos que guardaban su corazón.
—Yo…—intentó decir—, él…
Pero su máscara imperturbable se rompió al sentir como las manos de su amigo la soltaban y sus brazos la rodeaban en un abrazo fuerte y seguro.
—Estoy aquí—le dijo mientras la acurrucaba un poco más—, siempre estaré aquí para ti.
Y eso fue todo lo que Hinata necesitó para finalmente liberar su corazón.
Sus manos, se aferraron a su espalda, cerrando sus puños con fuerza, con desesperación. Su cuerpo, se refugió entre sus brazos como si fuera un lugar seguro, y su rostro, se ocultó en su hombro como si supiera que en ese lugar nadie más la encontraría.
—Él me pidió matrimonio—le dijo, mientras su voz se ahogaba—. Y yo lo rechacé.
Caminar detrás de sus compañeros en silencio mientras regresaba de misión, no era algo que acostumbrara a hacer, por lo general, se caracterizaba por ser alegre y amistoso, risueño y lleno de energía. Pero ese día, en particular, se sentía inquieto y distraído; como si todos sus sentidos le estuvieran advirtiendo que algo estaba por ocurrir.
Incómodo, por esa extraña sensación, observó de reojo como Sakura y Sasuke iban conversando más adelante sin prestarle atención, y volvió su vista a su fiel compañero.
–Akamaru–susurró– ¿tú también lo sientes?
El can llevó sus ojos hacia él y asintió. Al instante en que respondía, sus orejas se movieron en señal de alerta, preparándolo para lo que vendría a continuación.
Un leve y constante zumbido, fue todo lo que necesitó para entender de quien se trataba y porque Akamaru no estaba en modo de ataque.
Shino; sus kikaichus estaban ahí.
Se detuvo, mientras una pequeña cantidad de insectos se ubicaban frente a él y formaban una palabra que lo dijo todo: "Comenzó".
Sus ojos se abrieron con sorpresa mientras inmediatamente entendía el significado: Hinata.
Ella había terminado con Naruto y, eso, solo significaba que su clan se empezaría a mover; y ellos debían comenzar su plan.
Cruzo su mirada con la de Akamaru, y ambos asintieron en un acuerdo mutuo y secreto, y avanzaron.
—Me adelantaré—indicó, mientras pasaba por el lado de sus compañeros, preparándose para correr en dirección a Konoha, que ya estaba cerca.
Sasuke, que también había sentido la presencia de los insectos de Shino, había visto lo que estos le habían mostrado al Inuzuka y se alertó.
—¿Ocurre algo?
Tanto Sakura como Kiba se giraron a mirarlo con extrañeza al escucharlo, Sasuke no era de los que generalmente preguntara algo así. Mucho menos se interesaba en la vida de los demás.
—Nada—respondió, intentando restarle importancia al ver como el Uchiha miraba los insectos de Shino–es algo con mis compañeros.
Se miraron una vez más, y luego de un breve movimiento de cabeza, el Inuzuka se retiró a toda velocidad.
Decir que había quedado preocupado era poco; era nada cuando intuía que todo el asunto podría tratarse de Hinata y la decisión que había tomado con respecto a su relación.
Apretó su puño, y frunció levemente el ceño ante las inmensas ganas que tenía de seguirlo, pero reteniéndose porque no tenía ninguna excusa que inventar para hacerlo.
–Creo—interrumpió Sakura trayéndolo de nuevo a la realidad– que deberíamos apurarnos también.
La miró sin entender muy bien a que se estaba refiriendo y su compañera comprendió.
–Naruto debe haberle pedido matrimonio a Hinata–indicó, sonriendo–, tenemos que ir a celebrar con él.
Y como muy pocas veces ocurría, sus ojos mostraron el remolino de emociones que explotó en su interior, al escucharla comentar algo así. Porque Naruto no podía haberle pedido matrimonio a Hinata si amaba a otra mujer; porque Hinata no podía casarse con Naruto, cuando conocía la verdad; porque él no podía aceptarlo si sabía que ella no sería feliz así.
No, no podía.
Así que llevó su mirada al frente, mientras sentía como su corazón se aceleraba y un miedo nuevo y desconocido se apoderaba de él ante la idea de conocer la respuesta de Hinata hacia Naruto, y dio un paso al frente con decisión.
—¿Sasuke?—preguntó la Haruno al notar lo descolocado que se mostraba el Uchiha con su revelación.
—Sakura, me adelantaré yo también.
Sin decir nada más ni entregar alguna explicación, se perdió por el mismo camino que Kiba se había marchado.
Los frondosos árboles pasaron rápido a su alrededor mientras corría en una sola dirección; el aire, se sentía frío y dolía al respirar mientras cruzaba las puertas de la aldea a toda velocidad; y los aldeanos, casi no notaron su presencia cuando los esquivaba al cruzar las poco concurridas calles de Konoha, a esas horas en que la noche comenzaba a caer.
El departamento de Naruto estaba al doblar la esquina, y la ansiedad se comenzaba a apoderar de él.
Subió, sin detenerse, las escaleras de ese antiguo edificio donde su amigo vivía, en un trayecto que conocía de memoria y dobló en el último pasillo que llevaba hacia su puerta, y llamó.
Un golpe y luego otro.
Y otro…
Y otro…
Y nadie salió, aquella puerta de madera desgastada era lo único que lo separaba de la verdad, pero Naruto no estaba en el lugar.
Así que sin perder más el tiempo, se giró y corrió hacia la salida, porque si su amigo no estaba ahí, entonces había otro lugar al que tenía que ir.
No había tiempo que perder, no había distancia que fuera lo excesivamente larga que él no pudiera recorrer con tal de alcanzarla. Y sus piernas, cansadas por largo día que había tenido, se movieron, una vez más, en una rápida carrera por las calles de la aldea que comenzaban a iluminarse en esa nueva noche que caía, con un solo destino: Hinata.
Quería ver a Hinata.
Así que dobló en esa última esquina que le quedaba por cruzar e ingresó al pequeño complejo de edificios donde ella vivía, divisándola de espaldas, detenida al inicio de las escaleras que llevaban a los pisos superiores.
Solo ahí, cuando la tenía a un par de metros de distancia, cuando solo debía decir su nombre para ser escuchado, su cuerpo se detuvo, sus piernas dejaron de responder y sus pies se clavaron en el piso de manera inesperada. Como si una fuerza poderosa, externa y muy superior lo obligara a estacionarse en ese lugar sin dejarlo avanzar, sin dejar escapar su voz.
"Sasuke, terminemos esto aquí"
Y esas palabras, que se repitieron como un eco que le quemaba, que le molestaba, y le dolía; en ese momento no hicieron más que encender su determinación y entregarle las fuerzas que necesitaba para volver a caminar.
No iba a dudar; no se iba a dejar intimidar por una decisión en la que él también tenía algo que decir.
Pero al instante en que recuperaba su movilidad, un par de pasos fuertes y rápidos se dejaron escuchar más adelante, bajando las escaleras por las cuales Hinata subía, para detenerse frente a ella agitado, mostrando una figura que él supo reconocer.
—Kiba…
Su voz se escuchó en un susurro casi inexistente y temeroso, mientras sus grandes ojos claros buscaron los castaños de él con una expresión cansada y algo sorprendida. Volviendo a esa realidad de la cual se había desprendido ante el miedo que le producía volver a ese solitario lugar tan lleno de recuerdos e ilusión. Ese refugio cargado de momentos inolvidables y planes de un futuro prometedor.
Y él, que sabía lo que ocurría en su corazón, que entendía lo difícil que era para su amiga volver a ese lugar, sintió como su propio corazón se apretaba de la rabia y la impotencia de verla en esa situación.
Lo odió.
Odió no haber detenido ese amor por Naruto cuando lo notó.
Odió no haber tenido la fuerza necesaria para interponerse cada vez que ella se sacrificó por él.
Odió haber tenido que callar cuando se dio cuenta de los sentimientos que Naruto todavía albergaba por Sakura.
Pero, por sobre todas las cosas, odió que aun con todo lo que le estaba sucediendo Hinata no fuera capaz de gritar, de enojarse y soltar todo lo que había en su interior; no bastaba con llorar.
Maldito clan, que la obligó a contener su corazón; estúpido Naruto, que no la supo valorar.
Y, aun cuando él mismo quería gritar de la frustración, comprendió que esa no era la solución; él quería ser la fuerza que la ayudara a rearmar su corazón.
—Va a pasar.
Su voz, que generalmente era fuerte y decidida, ahora se escuchó suave y calmada, en un susurro cálido y seguro.
Sus manos, grandes y gruesas, tomaron las suyas con firmeza mientras apoyaba su frente en la de ella y mantenía esa mirada que buscaba desesperadamente un refugio donde resguardarse. Un lugar seguro, que él podía entregar.
—Lo sé…
Sí, ella lo sabía. Tenía claro que todo ese dolor iba a pasar, que el tiempo iba a ayudar a sanar las heridas y que llegaría el día en el que podría mirar atrás y sonreír.
Porque aquel sueño infantil de armar su vida con él terminaba, la ilusión de su primer amor acaba y ella no se iba a quedar estancada.
No.
Ella quería volar, alcanzar y sobrepasar sus propios límites.
Ella quería encontrar la felicidad armando un camino que no dependiera de los demás sino de ella misma y de todo lo que pudiera lograr.
Aún cuando en ese momento doliera.
Aún cuando en ese momento se ahogara en su propia tristeza.
Aún cuando parecía que ella no tenía esa libertad.
—Todo va a estar bien.
Cerró sus ojos mientras lo escuchaba decir aquellas palabras que sonaban tan simples, pero que eran tan ciertas, y asintió. Porque la verdad era que, mientras tuviera a su lado a sus dos compañeros, todo iba a estar bien.
Sasuke, que se había mantenido escondido detrás de un pilar, supo que ese no era su momento para hablar. Hinata necesitaba a sus amigos, a esos chicos que siempre la habían acompañado.
Y días continuaron pasando… lentos, fríos y algo solitarios.
De Naruto, no supo nada hasta dos días después, cuando se presentó en su departamento buscándolo para una misión. Ingresó, luego de que un débil "adelante" le indicara que podía pasar y lo encontró frente a la ventana con la mirada perdida y con unas ojeras que mostraban lo poco que había podido dormir.
Avanzó, en silencio entre algunos frascos de ramen vacios en el suelo y unas mantas desparramadas en cualquier lugar, y llegó a su lado sin decir una sola palabra.
—Hinata… me dejó–murmuró, cuando lo sintió llegar a su lado.
Su voz sonaba ida, sus ojos parecían no brillar y su postura se mostraba cansada.
Sasuke, que sabía de la situación, llevó su mirada al frente, hacia el exterior, intentando evitar mirar el desastre que Naruto parecía; intentando evitar observar la pena y el dolor que su amigo sentía. Porque oirlo, ver el desenlace de aquella situación; ver como esa alegre sonrisa que logró traerlo de vuelta a la aldea ya no estaba, hacía mucho más real la situación.
—Ella se dio cuenta—le dijo.
Su rubio amigo sonrió tristemente al escucharlo y comprender que Sasuke sabía; así que solo asintió.
—Fui un idiota–dijo–. Me dejé llevar por una estupidez.
Con sorpresa, desvió la mirada de la ventana hacia Naruto al escucharlo mientras apretaba sus puños con frustración. Esa era una palabra muy simple para describir la situación; esa "estupidez" le había llevado a romper el corazón de Hinata, y en consecuencia ella no quería saber nada más de él.
–¿Por qué?–preguntó.
Pero su voz dejó escapar un tono cargado de frustración, cargado de cuestionamientos que no le correspondía liberar. Porque Naruto, quien tenía todo lo que él anhelaba alcanzar, lo había hechado a perder.
Joder ¿Cómo podía?
¿Como pudo herir tanto a quien lo había dado todo por él?
—Hace… un tiempo atrás –comenzó–escuché por casualidad una conversación de Sakura con Ino…
Notó como Naruto hacía una pausa para respirar cuando su voz comenzó a quebrarse, y luego, frunció el ceño con algo más de decisión y continuó. Y él, sintió que lo que venía no le iba a agradar.
–Donde le decía que estaba enamorada de mi, pero que jamás me lo iba a decir.
Sakura, aquella hermosa compañera de equipo de quién Naruto siempre estuvo enamorado en su niñez volvía a aparecer en su corazón; resolviéndolo todo, enredándolo al punto de confundirlo, manipulándolo sin siquiera darse cuenta.
Unas simples palabras sin intención fueron todo lo que necesitó para hacer a Naruto dudar.
Parecía irreal. Parecía una mentira escucharlo decir que aquello fue la causa de todo esto.
–Todavía la quieres—afirmó Sasuke sin siquiera dudar.
–No–negó Naruto–, me confundí. Me dejé llevar por mi antigua obsesión infantil al saber que ella finalmente se fijo en mi, pero no la amo.
Rabia, eso era todo lo que podía sentir; a pesar de que la duda de Naruto se transformó en la única esperanza para él.
Pero no, no le gustaba que fuera así; no quería tomar ventaja de una situación dolorosa, prefería ver a Hinata feliz.
—Y mientras me daba cuenta de eso—continuó el Uzumaki—perdí su corazón—dijo, refiriéndose a la Hyuga.
Sí, lo sabía. Naruto la había descuidado y, ahora, aquellas veces en que prefirió ir a ver a Sakura cuando llegaba de misión, le hicieron sentido y pesaron. Sin querer, él mismo había pasado por alto los sentimientos de Hinata cuando en todas esas oportunidades llegó a verla sin la presencia de su novio.
Debió haberse sentido horrible mientras le sonreía; debió haber sido cruel escuchar que su novio había priorizado a otra mujer.
Y una semana pasó, con Naruto buscando a Hinata en cada rincón; con él presentándose en silencio en su departamento después de alguna misión, con la esperanza de que quizás, en ese momento, ella abriera su puerta y lo recibiera. Pero no, la Hyuga no estaba en ese lugar, ni en ningún otro donde la pudiera encontrar.
Joder, de verdad ella lo estaba dejando atrás; de verdad ella se estaba alejando de él también.
La extrañaba, a pesar de que no quería reconocer que caminaba por la aldea atento, en caso de divisarla; que tomaba el camino más largo hacia su propio hogar, porque ese recorrido pasaba por fuera del edificio de Hinata; o que iba al supermercado más seguido, en caso de que ella decidiera mostrarse por ese lugar.
Pero no, la Hyuga no tenía intenciones de aparecer.
En la lejanía, solo podía contemplarla lentamente alejarse hasta desaparecer.
Y la segunda semana llegó, con él regresando de una misión en solitario al atardecer.
Caminó, cansado por las calles de la aldea que continuaban húmedas por una larga lluvia que recién terminaba, y con aquel agradable olor a tierra mojada que inundaba el lugar.
Avanzó, en ese largo recorrido que últimamente realizaba en dirección a su hogar, con la mente perdida entre espacios en blanco y recuerdos de la misión, cuando a lo lejos, algo llamó su atención.
Alguien llamó su atención; Hinata, era imposible no reconocerla.
Ese largo y liso cabello que se movía suave con su caminar, su delgada figura que se perdía entre sus ropas que jamás se mostraban inapropiadas ni llamativas, y sus movimientos fluidos y elegantes con los cuales se conducía, armaban un conjunto hipnotizante; atrayente, en todos aquellos detalles y formas que pasaban desapercibidos. Porque Hinata se mostraba en sus pequeñas manías, en esos gestos suaves y a veces divertidos, en travesuras silenciosas y miradas observadoras; en silencios que decían más que sus propias palabras.
Y ahí, dos cuadras adelante, la encontraba avanzando entre la gente y las calles oscuras, después de dos largas semanas de ausencia.
En silencio, impresionado de como su propio corazón se aceleraba de solo divisarla, asustado de que podía decir cuando ella había intentado cortar su relación, se encontró siguiéndola en la distancia.
El hambre no importó.
El cansancio desapareció.
Seguirla, a travez de ese bosque oscuro que cubría el cerro, alejándose de la aldea, fue mucho mas importante que todo lo demás.
Así que caminó, sin mirar atrás y con sus ojos siempre al frente, en ella, por alrededor de 10 minutos mientras avanzaban hacia lo más alto de aquella meseta con el rostro de los kages, donde se podía contemplar la aldea en todo su esplendor.
Se detuvo, a una distancia prudente para no ser notado inmediatamente después de que ella lo hiciera, y observó como ella se mantuvo quieta en su lugar, mientras el viento del invierno soplaba suave a su alrededor.
Ella estaba ahí, frente a él, a una distancia alcanzable, luego de dos semanas de ausencias.
"Sasuke, terminemos esto aquí" aquel recuerdo volvió como una advertencia; como una prueba para su determinación, intentando intimidarlo.
Apretó sus puños, frunció el ceño, y avanzó; porque no, él no se iba a detener.
Como amigo, como pareja, o como un simple compañero, él simplemente quería estar; quería acercarse todo lo que ella le permitiera avanzar.
Así que, un paso tras otro, la distancia entre ellos se acortó hasta detenerse a su lado.
Hinata no dijo nada, pero lo notó; Sasuke no dijo nada, y la observó de reojo.
—Hinata—dijo, en un suave susurro que llegó a ella con el viento—, volví de misión.
Y esperó.
Aguardó por aquella respuesta que anhelaba escuchar, con una paciencia que bordeaba los límites que su corazón podía aguantar, pero con la esperanza de que ella no lo rechazara.
Los ojos de la Hyuga mostraron la sorpresa al escucharlo y reconocer aquella pequeña rutina que Sasuke había establecido con ella y que ahora él intentaba recuperar.
Aún cuando ella lo había alejado.
Aún cuando ella había sido cruel.
Aún cuando ella quería desprenderse de todo lo que le recordara a Naruto, Sasuke seguía ahí; buscándola.
Sasuke seguía ahí, frente a ella, acompañándola sin importarle nada; como si ellos realmente tuvieran una conexión.
"Involúcrame. No solo quiero ser el amigo de Naruto para ti, y elijo estar aquí"
Correcto o no, esta era su decisión, acercase a ella y continuar esa amistad era la opción que Sasuke había tomado, y esta vez, Hinata lo aceptó.
Sasuke no era solo el amigo de Naruto; él era su amigo también, y alejarlo no era la solución para que su corazón roto dejara de doler.
Cerró sus claros ojos un momento, serenándose y botando toda su tensión, para luego abrirlos y enfrentar a Sasuke, con una mirada suave y calmada.
—Bienvenido a casa.
Porque ambos sabían que este, era un nuevo comienzo para los dos.
Y como una suave y fresca brisa, el viento le susurró al oído que quizás, había un lugar que encontrar; él permanecería ahí, avanzando en su dirección, hasta que ella lo lograra divisar.
