Desde la lejanía, observó que el suave ritmo con el que se alejaba, marcaba notas cada vez más cortas y lentas…
Inalterables, los segundos pasaban lentos en una melodía molesta e imparable. Aquel tic-tac amplificaba su presencia en esa habitación vacía y silenciosa como si quisiera burlase de que aún no lograra terminar su jornada de trabajo, en un día que gritaba por su cómodo sillón, una lata de cerveza y su lectura favorita.
Suspiró, mientras dejaba con decisión la pluma, con la cual recién había firmado un documento, como si con eso pudiera marcar de manera desafiante que en ese momento terminaba su jornada laboral.
Con pereza, estiró sus brazos y revolvió su plateado cabello, dispuesto a preparase para abandonar su oficina cuando un suave golpecito en su puerta anunciaba visitas.
Miró el reloj, notando que faltaban 5 minutos para las 6 de la tarde y evitó maldecir, guardándose todos los rencores hacia la persona que había interrumpido su escape; se acomodó en su asiento y pronunció un calmado, y maduro, "adelante".
—Hokage-sama—saludó el recién llegado.
Alto y delgado, aquella conocida y particular figura se asomó por la puerta mostrando a ese joven Aburame que había visto crecer: Shino.
Algo más intrigado y entusiasmado con la visita, adoptó una postura mucho más interesada. Ese chico no iría a su oficina si no tuviera algo que conversar y suponía sobre que tema se trataba.
Avanzó en silencio e impasible, con sus manos en los bolsillos de la chaqueta que siempre llevaba y se ubicó delante del escritorio de Kakashi, portando aquella impenetrable expresión que, por lo general, lo definía.
—Aquí está el documento—dijo, estirándole un pergamino que marcaba el termino de su misión.
El Hokage tomó el rollo y lo revisó cuidadosamente antes de volver a dirigirle la palabra.
—Así que con esto—comentó el mayor— ya está todo listo.
Shino asintió.
—¿Y lo demás?—continuó—el alojamiento, trabajo, sus cosas…
—Ya está todo arreglado—respondió Shino y se acomodó los lentes—. Solo falta que le enviemos la señal y él mismo vendrá para escoltarla.
Los ojos del Hokage se abrieron con sorpresa ante la noticia; que una figura tan importante como esa quisiera venir para escoltar a un ninja era extraño e innecesario.
—¿Él Kazekage vendrá?—preguntó, para confirmar.
—Sí—afirmó—, dijo que prefería hacerlo personalmente.
Enfocó su mirada en el pergamino y analizó la extraña situación. Quizás, ese joven Kazekage tenía razón y él podría ser la única persona que entendería; tal vez, él comprendería ese corazón que se terminaría por romper. Sus situaciones se volvían cada vez más similares.
Volvió su atención al Shinobi y notó un leve atisbo de incomodidad en la voz del joven Aburame, que fue rápidamente escondido bajo aquella impenetrable máscara de seriedad que muchas veces utilizaba para ocultar sus emociones.
Definitivamente Kurenai había hecho un excelente trabajo al educarlos no solo como guerreros; ella había fortalecido sus corazones. Ese equipo tenía una estrecha relación de hermandad que él no había logrado inculcar en su pupilos.
Y prueba de ello era ver como Shino estaba dándolo todo aún cuando sabía que el final iba a doler.
—Manténme informado— indicó Kakashi.
El destino era inevitable y el camino, a veces, necesariamente cruel.
La noche pasó, fría, despejada y tranquila, y con una energía inusual, que no representaba el cansancio que sentía después de salir de un turno nocturno en el hospital, sus delgados y claros dedos golpearon aquella puerta de madera oscura y un poco vieja, que conocía muy bien. Los años podían pasar, pero su rubio compañero jamás había decidido mudarse de ese departamento que lo vio crecer.
Ese travieso e incomprendido niño que le gritaba al mundo entero que existía, que no temía mostrar su corazón, que jamás rompía sus promesas, y que para ella siempre fue como un sol, ahora tenía nubes que opacaban y tapaban el cielo en el que vivía.
Y no le gustaba.
Aquel sol que siempre la acompañó, esa luz que jamás la dejó caer ni la abandonó, merecía brillar en días completamente despejados y felices.
—¿Sakura?
Su expresión al verla, cuando abrió la puerta, se transformó en un saludo que mostró una débil y cansada sonrisa.
Naruto no estaba ocultando la tristeza que lo embargaba. No tenía fuerzas para decir que todo estaría bien, y ella lo sabía.
—Te traje comida—indicó mientras ingresaba al departamento.
Él asintió.
Observó a su alrededor, con una mezcla de sorpresa y angustia al encontrarse con todo ordenado y limpio, como muy pocas veces vio, y ni siquiera tuvo que preguntar el porque de esa situación: Naruto esperaba que Hinata volviera con él. El Uzumaki anhelaba abrir esa puerta y encontrar la Hyuga.
Y ella, que lo amaba, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para que ellos volvieran; ni por un solo instante pensó que aquello sería una posibilidad.
Era imposible.
—¿Has… has podido encontrarla?—preguntó—¿Has tenido noticias suyas?
Naruto asintió, con desgano, mientras abría su plato de ramen.
—La vi—indicó—, de lejos… y no fui capaz de acercarme.
Sakura lo miró con sorpresa e inmediatamente respondió.
—¿No hiciste nada?—dijo— ¿No intentaste hablar con ella y recuperar tu relación?
Los ojos de su amigo no la enfrentaron como ella esperaba, tampoco aparecieron palabras que justificaran el no hacer nada, ni mucho menos su actitud se mostró luchadora.
Naruto estaba derrotado, y aquello la enfureció.
—Prefieres estar encerrado aquí sin hacer nada al respecto—le dijo—, cuando Hinata, durante toda su vida, hizo todo para llamar tu atención.
Los hombros del Uzumaki se tensaron y sus puños se cerraron, mostrándole lo que realmente estaba sintiendo a pesar de que se mantuviera contenido; Naruto no era de esta forma.
Suspiró, intentando serenarse para acercarse de una manera distinta esta vez, porque si él no le decía nada ella no podría ayudarle.
—Naruto…—llamó, con una voz más suave y comprensiva—¿qué fue lo que realmente pasó?
Y aquella pregunta no hizo más que gatillar esos recuerdos que lo atormentaban, de esa última conversación que los separó.
"Hinata ¿Te casarías conmigo?"
Pero al instante en que terminaba aquella pregunta tan difícil y tan esperada, el rostro de su amada mostraba una expresión de tristeza que él jamás esperó.
"No puedo."
No lo esperó, ni siquiera imaginó que lo rechazaría, ella siempre decía que lo amaba, ella siempre había sido clara con sus sentimientos; Hinata siempre había estado a su lado como para pensar que aquello podría cambiar.
Pero su rostro mostraba el dolor que esa situación le estaba causando, sus ojos, comenzaban a llenarse de lágrimas que se negaba a soltar, y su voz pareció perderse en su garganta mientras intentaba continuar hablando.
"No quiero" le dijo "No quiero" repitió, mientras sus puños se cerraban y sus hombros se tensaban ante la dolorosa declaración. Hinata jamás se había mostrado tan herida ante él; ella siempre había sido la fuerza que lo impulsaba a continuar.
"Hinata" intentó llamarla, mientras notaba que su propia voz se perdía ante el miedo de escuchar lo que ella tenía que decir; la razón del rechazo a esa vida juntos que ambos esperaban tener.
Pero ella negó, y cuando él estiró su brazo para tocarla, retrocedió.
"Quiero amar y ser correspondida sin inseguridades, y tú, mereces estar con quien realmente llene tu corazón."
Aquellas palabras, dichas de la forma más suave y calmada posible, mientras esos claros ojos gritaban el dolor que su voz intentaba ocultar, fue todo lo que Hinata tuvo que decir para que él abriera sus ojos. Para que él entendiera que ella sabía y por eso, rechazaba su propuesta de matrimonio.
¿Cómo podía haberse confundido tanto por una simple declaración de amor que no tenía peso para su corazón?
¿Cómo había sido capaz de herirla de esa forma?
Había sido un idiota al dejarse llevar por una ilusión vacía, por viejos sentimientos que jamás superó, y que afloraron al escuchar la confesión secreta de Sakura, en esa conversación con Ino.
Había dudado.
Su mundo entero se había revolucionado al saber que ella finalmente lo correspondía; y se confundió.
Descuidó a Hinata ante la emoción de verse reflejado en aquellos ojos verdes y luminosos, ante el deseo de escuchar una confesión, y actuó sin medir consecuencias.
No se detuvo a analizar su propio corazón.
Jamás pensó que Hinata lo notaría.
Y si bien, el tiempo lo llevó a entender que su novia era la dueña de su corazón, una fractura se había creado entre los dos.
Hinata ya no se sentía segura a su lado.
—Rompí su corazón—liberó, mientras perdía su mirada en la mesa—, y no estoy seguro de tener el derecho de insistir.
No era capaz de acercarse sin intentar alcanzarla, aún cuando sabía que sus palabras se sentirían vacías, y la herirían aún más.
Pedirle que volviera con él era cruel.
Intentar ganar su corazón se volvía una batalla que no estaba seguro de llevar; él la quería y estaba dispuesto, pero ella ya no confiaba en él. Y las inseguridades envenenan el corazón.
Sakura lo miró, entendiendo que Naruto no quería hablar del tema, y sintiéndose impotente al no ser capaz de hacer algo por ayudarlos; Hinata siempre la apoyó con su amor por Sasuke y Naruto siempre la acompañó cuando ella lo necesitó.
Y si ninguno de los dos podía hablar de la situación, había alguien a quien podría consultar.
Ya sabía lo que tenía que hacer.
Cansado, luego de su entrenamiento matutino, y de aquellas horribles pesadillas que lo atormentaron una vez más, dejó que el aire frío de la temporada lo envolviera mientras caminaba buscando un lugar donde almorzar. El Ichiraku podría ser una opción fácil, mas no se le antojaba ramen, y la verdad, esperaba tener la suerte de encontrarse de casualidad con Hinata.
Se sentía infantil y algo estúpido por andar persiguiendo a una mujer pero, increíblemente, no era capaz de detenerse. No había visto a la Hyuga desde su encuentro en la meseta de los Kages, hace una semana atrás, y no lograba encontrar una excusa para ir a visitarla que no lo hiciera ver sospechoso.
Suspiró, mientras se detenía un momento para dejar pasar a una señora con un pequeño niño que salían de un café, y desvió su mirada hacia el interior del local que parecía agradable y acogedor.
Y la suerte le sonrió.
Una pequeña sonrisa adornó su rostro que, por lo general, se mantenía inexpresivo o molesto, e ingresó; no dejaría pasar esa oportunidad.
Avanzó entre las mesas, sin ser notado, mientras observaba como sus claros ojos se mantenían concentrados en una revista, y sus dedos sujetaban un tenedor distraídamente.
—¿Puedo acompañarte?
Su voz baja y tranquila inmediatamente la alertó, y volvió su mirada hacia el frente, encontrándose con aquella figura conocida e inesperada.
Sonrió, suave y delicadamente, y asintió.
—¿Como has estado?—preguntó ella luego de verlo sentarse, para iniciar la conversación.
—Bien—respondió, y para poder continuar la charla inmediatamente agregó—, dedicándome a entrenar y sin misiones por el momento ¿y tú?
Ella tomó un sorbo de su té con una calma que, a veces, le parecía increíble, y luego de que su taza tocó el plato, respondió.
—Bien, también—dijo—. De misión en misión, y solo hoy con un día libre.
Inmediatamente notó lo extraño de la situación, sabía que no era común que un ninja tomara una misión tras otra, pero decidió no indagar en ese tema.
La mesera llegó a tomar su pedido, interrumpiendo la conversación por un momento, y luego de que se fue, Sasuke volvió su mirada a su compañera y continuó.
—¿Tienes planes para hoy?
Su voz salió segura, su expresión se mostró imperturbable, pero sus puños se cerraron debajo de la mesa liberando el nerviosismo y la ansiedad que le llevó realizar esa pregunta tan simple, pero tan rara para alguien como él.
Él era Sasuke Uchiha, un vengador, un guerrero y un héroe, pero no tenía experiencia cortejando a una mujer. Jamás había mostrado interés en alguien que no fuera un objetivo dentro de su plan, ni mucho menos había intentado acercarse a alguien en plan amoroso; por lo general, eran las mujeres las que se acercaban a él, y solo sabía rechazarlas.
Hinata era distinta; sin embargo, ni siquiera lo miraba.
Ella se mostró algo avergonzada por un momento y luego, para su sorpresa, sacó una pequeña cajita azul como un moño blanco y se la estiró.
—¡Feliz cumpleaños!—le dijo, inesperadamente y su voz se oyó torpe, pero a la vez dulce y algo infantil.
Los ojos de Sasuke se abrieron con sorpresa al escucharla y al ver el pequeño regalo; él mismo lo había olvidado, pero como siempre, ella lo recordó.
Como siempre, ella dijo las palabras que nadie decía para él.
—Iba camino a tu departamento para entregarte tu regalo—indicó.
Dejó escapar una pequeña sonrisa mientras sentía como su corazón se aceleraba y probablemente se sonrojaba al escucharla. Y avergonzado, enfocó su atención en el regalo y lo abrió, encontrando una cadena de plata con la insignia de su clan en un pequeño medallón.
—Gracias—respondió inmediatamente—, me gusta mucho.
Ella asintió y él aprovechó la instancia para transformarla en la excusa que estaba buscando.
—¿Puedo pedirte algo?
Hinata lo miró intrigada y asintió.
—Pasa la tarde conmigo.
Y ella, conociendo la personalidad de Sasuke, y lo difícil que era para él expresar lo que quería, asintió sin cuestionar. El Uchiha había intentado acompañarla en sus momentos complicados y ella no podía hacer menos que hacerle compañía cuando lo necesitara.
Así que, un paso lento y tranquilo, salieron del supermercado al cual habían ingresado para comprar ingredientes para preparar una torta, y recorrieron las calles sin prisa; a un ritmo lento y constante, caminando lado a lado y conservando ese espacio que los separaba, prudentemente, y los marcaba como amigos o conocidos.
Esa distancia que ambos procuraban mantener con el mundo, y los volvía inalcanzables.
Esa distancia que, quizás, podría comenzar a acortar.
Ya habían pasado 3 semanas de la ruptura de Hinata y Naruto, y si bien, todo aún se sentía reciente, tal vez, era momento de avanzar.
De reojo, miró disimuladamente a su compañera, mientras ella caminaba distraída observando algunas vitrinas, para luego desviar la mirada avergonzado e inusualmente indeciso.
Todo en ella lo hacía dudar, lo impulsaba y luego lo detenía, lo desataba y luego lo enredaba de maneras que jamás pensó experimentar.
Como si se tratara de una tortura que comenzó amarga cuando comprendió lo que sentía, y lo imposible que sería; que se volvió de un sabor agridulce cuando la oportunidad se presentó de la forma más compleja y dolorosa; y que podría volverse dulce si él se esforzaba y ella lo consideraba.
Porque él, quería ser al menos una opción en su corazón.
Apretó el puño con el que llevaba una de las bolsas, con algo de nerviosismo, y dio un disimulado paso al costado, acercándose; invadiendo el espacio personal que Hinata siempre mantenía, y dispuesto a no ceder un solo centímetro.
Probablemente, esto era nada; quizás, caminar lo suficientemente cerca como para que sus chaquetas se rozaran y sus sombras se mezclaran no marcaría una diferencia para lo demás pero, para él, importaba.
Para él, significaba el mundo entero que ella no se hubiese alejado cuando él habló y ella volteo en su dirección y lo notó cerca; porque Hinata no se sentía incómoda con su cercanía, y por ahora, eso bastaba.
La Hyuga necesitaba sanar antes de que él pudiera hacer más evidente sus intensiones.
—¡Sasuke!
De forma casi automática, el Uchiha y Hinata detuvieron su andar al escuchar esa voz femenina que ambos conocían muy bien: Sakura.
No era que la odiara, tampoco que la culpara de toda su situación, la ninja médico no había hecho nada malo, era solo que verla, en ese momento no se sentía bien. Era solo que ver aquel enorme contraste entre ella y la Haruno le hacía sentir insegura, diminuta, e incómoda. Le hacía recordar cada uno de esos defectos que tenía y cuestionar, que si tal vez ella hubiese sido un poco más como Sakura, Naruto jamás habría dudado.
Apretó sus puños, sintiéndose, de un momento a otro avergonzada por lo que estaba pensando y a la vez incapaz de dejar de hacerlo, y antes de que la situación se volviera una conversación que ella no quería enfrentar, hizo una pequeña reverencia hacia Sakura, que la iba a saludar también.
—Buenas tardes, Sakura—saludó, de forma cortés.
Y antes de que su amiga pudiera decir algo más, se giró rápidamente hacia Sasuke.
—Es mejor que me retire—indicó, tomando por sorpresa al Uchiha—, fue un gusto verte.
Pero antes de que ella se girara, Sasuke tomó la manga de su chaqueta, dejando caer al suelo la bolsa que llevaba, reteniéndola.
—No—dijo, y luego se inclinó un poco más en su dirección—, espérame en el departamento. No tardaré.
Incómoda, en aquella situación que podría generar alguna clase de mal entendido con Sakura, miró a su compañera de reojo; como si quisiera darle alguna explicación.
Que Naruto mirara a Sakura, no significaba que ella quisiera causarle alguna clase de dolor; la Haruno no tenía nada que ver con su situación, su amiga estaba enamorada de Sasuke.
Sakura, notando que Hinata se sentía incómoda con la petición de Sasuke y que probablemente era por que creía que ella seguía enamorada de él, solo sonrió. Hubiese querido decirle que no había problema, que no se sentiría mal ni le importaría, pero revelar eso sería casi como decirle que estaba enamorada de Naruto. Y eso, era un secreto que jamás le iba a revelar.
La Hyuga, al ver la leve sonrisa de Sakura, volvió su indecisa mirada a Sasuke y aceptó las llaves que él le entregaba para luego escuchar las instrucciones para llegar. Y se marchó.
Una vez que Hinata avanzó y se perdió en la calle, Sakura habló.
—No sabía que tenías una relación tan cercana con Hinata—soltó, sin malicia en su voz, solo sorpresa.
Él, consciente de que para ella y para cualquiera, podría parecer raro que se relacionara de esa forma con alguien aparte de su propio equipo, recogió la bolsa que había soltado, y con tranquilidad respondió.
—Nos vemos de vez en cuando—indicó —¿Necesitabas hablar conmigo?— agregó, para cambiar el tema.
Sakura volvió su atención hacia él, nuevamente, y asintió.
—Quiero saber que ocurrió entre Hinata y Naruto—respondió—. Sé que tú lo sabes.
La pregunta lo tomó desprevenido, más no lo demostró. Él sabía la respuesta, pero no creía que fuera conveniente que ella lo supiera. Sakura se sentiría horrible si se llegaba a enterar, y suponía que esa era la razón por la que Naruto no le había contado y Hinata parecía evitarla.
—¿Porqué quieres saber?
Su compañera desvió la mirada, un poco indecisa, por unos segundos antes de volver a dirigirse hacia él.
Sasuke sabía que ella quería ayudar y no sabía como proceder.
—Naruto no me cuenta nada—comentó, algo deprimida—, Hinata… es más reservada y no la quiero incomodar, y ya no soporto ver como ambos terminan una historia que debería ser feliz. Me gustaría poder ayudar.
¿Cómo le decía la verdad?
¿Cómo se supone que le diría que Naruto perdió a Hinata porque ella seguía en su corazón?
Imposible.
La Sakura que él conocía no iba a saltar de felicidad cuando supiera que tenía un lugar en el corazón del Uzumaki; solo le haría sentir como si fuera la villana de una novela sin siquiera haber hecho algo para merecer el titulo.
Su compañera había preferido hacerle creer a todo el mundo que seguía enamorada de él, antes de revelar la verdad de su corazón.
Así que no, no podía.
Y sí, por esta vez, él estaba dispuesto a seguirle el juego de un amor no correspondido, de rechazarla sin espantarla demasiado, para que su compañera tuviera un lugar donde refugiar su corazón, si eso era lo que deseaba.
—No es mi secreto para contar—respondió, de forma simple y como si fuera lo más obvio del mundo.
—¡Pero…!—intentó nuevamente siendo interrumpida por Sasuke.
—Es mejor que no insistas—dijo—, es mejor así.
Frunció el ceño, con molestia contenida, sin lograr entender como su compañero se mostraba tan pasivo ante una situación en la que él tenía todas las herramientas para ayudar.
—¿Cómo va a ser mejor?—cuestionó—¿Cómo va a ser mejor ver a tu amigo sufrir?¿Cómo podría quedarme de brazos cruzados cuando él siempre estuvo para mi?¡No puedo!
Se miraron un momento, ambos con las palabras atascadas en la garganta, conteniendo todo lo que tenían que decir, guardando las verdades que deberían revelar pero no se atrevían a mostrar. Porque Sasuke entendía que ella quería ayudar a Naruto y Hinata, pero no se sentía capaz de renunciar a la Hyuga y mucho menos si sabía que ella ya no sería feliz con su amigo.
Porque Sakura comprendía que Sasuke sabía algo más, y que si no le decía la verdad, era porque había algo que prefería ocultar; pero aun así, no era capaz de detenerse; su amor por el Uzumaki le llevaba a preferir verlo realmente feliz antes de pensar en que esta podría ser su oportunidad.
Sin embargo, aun cuando ambos se entendían, sus posiciones los contradecían.
—Es mejor así, Sakura—respondió—. Tal vez, deberías usar este momento para pensar en tu propia felicidad.
Los hermosos ojos verdes de Sakura mostraron la sorpresa al escuchar sus palabras y saber que su corazón había sido descubierto por quien pensó que jamás lo notaría.
Aquella Sakura que lo perseguía sin cansancio, que lo ahogaba con sentimientos que él no podía corresponder y que lo mantenía siempre en guardia para no herir aún más su corazón, había crecido.
Y él, por primera vez, sintió que ambos podrían volverse verdaderos amigos, en esa relación que estaba marcada por la venganza, el dolor y sentimientos no correspondidos.
El viento se levantó suave, casi como una brisa helada, y ligeramente más cálida que los días anteriores; como si quisiera arrancar de aquella primavera que comenzaba a anunciarse cada vez menos tímida. Avanzó, constante y ligera, arrastrando las hojas secas que aún quedaban en las calles, y continuó su camino hacia los bosques, hasta perderse en los verdes paisajes que rodeaban la aldea.
Y como si se tratara de un susurro, de una suave e imperceptible voz, sus ojos grises, blancos, o a veces lavanda, siguieron la invisible trayectoria que dejó el característico sonido del viento al pasar.
Cerró sus ojos, en un breve instante que pudo haber sido infinito, en ese pequeño mundo personal en el que constantemente se refugiaba; y decidió dejar a un lado las preocupaciones y problemas personales.
Ese era el día de Sasuke; y ella estaba ahí para celebrarlo con él, lo demás, podía esperar un poco más.
Subió las escaleras hacia el piso 9, tal y como el Uchiha le había indicado, dobló a la izquierda y caminó hacia la última puerta del pasillo, y sin dudarlo más, ingresó.
Un pequeño y simple recibidor, limpio y sin adornos, fue lo primero que vio al ingresar; esta era la primera vez que iba al hogar de Sasuke. Dejó su chaqueta en el perchero, sus zapatos a un lado, y caminó por un corto pasillo que la llevó al living-comedor, donde encontró inmediatamente la cocina.
Ingresó, casi tímidamente, dejó las bolsas en la mesa, y buscó las cosas para comenzar a cocinar; no sabía cuanto le iba a tomar la charla con Sakura, pero al menos, hacer esto la distraía. Ella tenía que continuar con su vida.
15 minutos pasaron antes de escuchar un suave golpecito en la puerta, anunciándole la llegada del dueño de casa. Rápidamente, dejó la cuchara con la que estaba revolviendo la mezcla, y caminó hacia la puerta.
Y ahí, mientras la puerta de su departamento se abría, la figura de Hinata se asomó mostrándole una imagen que, probablemente, jamás iba a olvidar.
Su cabello, largo, liso y oscuro, estaba tomado en una trenza suelta que se perdía por su espalda; sus labios formaron una suave y leve curvatura, que se transformó en una pequeña sonrisa; y sus ojos, aquellos que le atraían de una manera indescriptible, lo encontraron como siempre lo hacían, sin miedo, sin dureza ni juicios. Un simple y oscuro delantal de cocina, que no recordaba que tenía, cubría sus ropas de una forma increíblemente tierna por lo grande que le quedaba, complementando aquella imagen que se volvería inmortal en su memoria.
Esta era la primera vez que abría esa puerta y había alguien que lo recibía.
Un poco cohibida con la intensa y extraña mirada que estaba recibiendo, le hizo un pequeño gesto para que ingresara y luego, tomó la bolsa que Sasuke cargaba para dejarla a un lado. Se acercó, como si fuera lo más normal del mundo, y le ayudó a desabrocharse la chaqueta gruesa que llevaba para el frío, colgándola en el perchero y sin prestar mayor importancia, tomó la bolsa con los ingredientes y se perdió en la cocina. Todo, sin notar como los ojos del Uchiha la siguieron en silencio, ni como su expresión dejaba escapar el anhelo que sentía, mucho menos se dio cuenta de que su mano se había alzado de forma inconsciente con la intención de retenerla a su lado.
Aquella simpleza y cotidianidad con la que lo trataba era parte de las miles de cosas que con el tiempo lo habían enamorado.
Y se sentía bien, se sentía condenadamente bien tenerla cerca, saberla ahí, y sentirse acompañado.
Ingresó a la cocina, cuando sintió que recuperaba la compostura, y se encontró con una agradable escena que había visto en ocasiones anteriores, pero no en su hogar, sino en el de Hinata cuando iba de visita; ella moviéndose de un lado para otro, totalmente distraída, con algunos bowls con preparaciones que cocinaba.
—Oh, Sasuke—dijo ella al notarlo ingresar—. Espero que no te moleste, pero me tomé la libertad de utilizar tu delantal y tu cocina.
¿Molestarle?
Jamás, aquella cocina prácticamente no había sido utilizada y le sorprendía que ella hubiese encontrado cosas donde cocinar, no recordaba que las tuviera.
—Te ayudaré—indicó.
—Es tu cumpleaños—respondió ella negando—, déjame hacer esto y ve a relajarte.
Una pequeña sonrisa se le escapó al escucharla, porque la verdad, cocinar con Hinata era mucho más divertido que sentarse en el living a esperar. Había tenido la oportunidad de acompañarla cuando la visitaba y no pretendía que esta vez fuera la excepción.
—Quiero ayudar—replicó—, me dejas hacerlo en tu hogar.
Ella lo miró, como si quisiera desafiarlo, obstinadamente, con la excusa de que esta vez era diferente porque celebrarían su cumpleaños, pero él la enfrentó sin ceder ante su mirada.
Suspiró, con un gesto entre dulce y divertido, y se rindió.
Entre conversaciones breves, instrucciones y uno que otro percance en las preparaciones, la tarde pasó tranquila y rápido en la cocina, preparando la celebración.
Y él por primera vez, luego de dos meses, observó que Hinata se volvía a mostrar alegre y relajada por algunos momentos.
Extrañaba esa sonrisa real y no por cortesía, extrañaba esa suave melodía que escapaba de sus labios con alegría cuando se reía, y que no había relacionado a qué se debía su ausencia sino hasta ahora, cuando supo lo de Naruto. Y si bien, entendía que su corazón demoraría en sanar, sabía que ella se estaba esforzando en seguir adelante; Hinata no era de las que se quedara estancada, ni tampoco se mostraría derrotada.
Avanzaría digna y sin desmoronarse.
Y aún cuando sabía que quedaba un largo camino por recorrer, verla avanzar era una buena señal; ser el causante de aquella situación, lo era aun mejor.
Se sentó, en la pequeña mesa de comedor que tenía, y tomó un poco del té que recién había servido, mientras esperaba que Hinata regresara de la cocina con la torta, para cenar. Distraído, llevó su mirada a la ventana notando como las rojizas luces del atardecer de los últimos días de invierno adornaban el cielo, en una postal agradable y cálida, a pesar del frío que debía sentirse afuera. Y cuando se disponía a prender las luces del departamento, la Hyuga apareció.
A paso lento, cargaba en sus manos la pequeña torta que ambos habían preparado, y que ella había adornado con un par de velas pequeñas de colores, sin que él lo supiera. Avanzó con cuidado, mientras una divertida y avergonzada sonrisa se abría paso en sus labios, y sus ojos se dirigieron hacia él con timidez entre la tenue luz de las velas y la oscuridad del lugar.
—Cumpleaños feliz…—cantó.
Y mientras la voz suave y dulce de Hinata avanzaba en aquella canción, que se escuchaba torpe y algo entrecortada por la vergüenza de estar cantando sola, los ojos de Sasuke no pudieron más que permanecer quietos en su figura, conteniendo a duras penas la emoción que se había desatado en su interior.
Un huracán violento, de vientos fuertes y nubes oscuras, lo azotó en sentimientos que creía guardados en lo más profundo de su corazón; en recuerdos que, a veces, prefería olvidar porque el pasado no era fácil de enfrentar. Porque el último cumpleaños que celebró fue con su familia, antes de la masacre; y ya no recordaba cuando fue la última vez que ese momento volvió a su memoria.
Y se sentía bien.
El miedo y la tristeza que a veces le traían a los recuerdos se vio reemplazado por una sensación cálida y agradable que lo inundó poco a poco, despertando emociones que no supo identificar pero que lo envolvían de manera avasalladora en algo parecido a la alegría y emoción.
—Puedes soplar las velas—le dijo ella, cuando terminó de cantar.
Los ojos de Sasuke fueron hacia las pequeñas llamas que iluminaban el lugar, y que ahora se encontraban estacionadas en la mesa, sobre la torta que estaba frente a él.
Asintió, sintiendo que su corazón se aceleraba como si se tratara de un pequeño niño en su celebración, y sopló, mientras Hinata aplaudia suavemente y sonreía.
Volvió su mirada hacia ella, que se giraba para ir a prender las luces, y dominado por sus propias emociones, actuó.
Libre, como hace mucho no se sentía; desarmado, en una mezcla de sentimientos que lo azotaban en descontrol.
Se levantó de su asiento y la alcanzó, sujetando con firmeza pero sin dañarla su brazo, en un movimiento inesperado. Y Hinata, al sentirlo, se detuvo inmediatamente y esperó, pero el silencio fue lo único que recibió.
—¿Sasuke…?
Se giró lentamente al notar que él se mantenía quieto y sin decir nada, y se sorprendió aún más al ver, con la poca luz de día que quedaba en la habitación, la expresión confundida que el Uchiha tenía. Sus ojos, que siempre se mostraban seguros y a veces desafiantes, duros y completamente impenetrables, en ese momento se mostraban frágiles, tímidos y parecían contenidos; como si estuviera perdido, confundido y no la enfrentaban.
Y ella, que quizás no era tan cercana como Sakura o Naruto, creyó entender que era lo que ocurría; no era tan difícil de imaginar.
No era imposible comprender el dolor de estar solo por tanto tiempo, de olvidarse de él mismo por un objetivo mayor, y la culpa que debía sentir en su corazón; era algo que sabía que él guardaba en su interior.
Así que, sin miedos ni vergüenzas, sin ningún atisbo de timidez, dio un paso hacia él acortando las distancias.
Porque quizás, esta vez, ella podría escuchar.
—Sasuke—lo llamó, ahora sin dudas—, ya es suficiente.
Su voz, que se oyó segura y a la vez suave lo atravesó de forma fulminante, encontrándolo desprevenido, y sus claros ojos lo recibieron como si él fuera lo más importante del mundo en ese solo instante; como si supieran todo lo que él estaba pensando.
Como si ella entendiera, exactamente, como se sentía.
E inesperadamente, los delgados dedos de la Hyuga se elevaron, sin temor, hacia su rostro, atrapándolo en un suave roce que recorrió sus mejillas de la forma más delicada que alguna vez él hubiese experimentado, en una caricia dulce y sencilla; totalmente agradable, que no se sintió como una invasión.
—Puedes llorar.
Como si fuera una orden, un hechizo, un jutsu poderoso, las palabras de Hinata soltaron las últimas barreras que quedaban para que las lágrimas escaparan sin control.
No se trataba solo del recuerdo; no se trataba solo de que este era el primer cumpleaños que celebrara después de la muerte de su clan.
No, no era solo eso.
Era todo.
Eran las lágrimas que no terminó de derramar después de la masacre, era el miedo que calló cuando su vida cambió, era la rabia con la que se llenó para encontrar una forma de continuar, era el odio que sintió contra el mundo cuando se enteró de la verdad y de lo que Itachi se vio obligado a enfrentar. Era el remolino de emociones contradictorias que sentía contra su hermano por las decisiones que tomó, y las consecuencias del camino que él mismo decidió seguir.
Este momento solo había abierto la puerta que resguardaba sus temores, sus inseguridades y el dolor.
Y aquella caricia que limpiaba sus lágrimas con paciencia y dedicación, poco a poco guió su rostro hacia ella y se perdió en un abrazo tibio que lo atrapó.
Se aferró a su cintura con desesperación, y hundió su rostro entre su cuello y sus oscuros cabellos mientras sentía como sus delgados brazos se enrollaban en su propio cuello y acariciaban su cabeza con tranquilidad.
—Tomé las decisiones equivocadas—liberó.
Porque esa era una verdad que lo atormentaba, pero que no lograba reconocer; era la conciencia que lo castigaba, frente al único camino que supo ver.
—No—le respondió—, hiciste lo que pudiste, con el camino que te llevaron a elegir.
Escucharla decir aquello con tanta seguridad, sentirse entendido por primera vez sin juicios a su decisión quitó una carga a su corazón que no creía poder liberar.
—Y Sasuke —continuó—, ya has pagado con creces. Deberías intentar liberar tus cargas y ser feliz.
Ella no dijo nada más.
Él no necesitó escuchar nada más.
Liberar sus cargas sería un proceso largo y difícil, redimir sus culpas sería el camino de su vida, pero escucharla decir esas palabras había calmado su cansado corazón.
Saber que había alguien que lo entendía era todo lo que necesitaba para continuar.
Con el corazón más tranquilo, y una complicidad que nacía en ese nuevo nivel de amistad, continuaron la celebración hasta que llegó el momento de partir.
La acompañó en el recorrido hacia su departamento, a pesar de que ella insistió que no era necesario, porque aquello significaba alargar un poco más su compañía, aún cuando ella no se diera cuenta de lo importante que había sido ese momento para él.
A pesar de que ella no supiera lo mucho que significaban sus palabras para él.
—Hinata-sama.
De forma automática, ambos se detuvieron y voltearon a la izquierda, hacia la intersección de la calle que cruzaban, y se encontraron con un Hyuga que no reconoció.
Los ojos oscuros del Uchiha miraron, por breves instantes, al hombre que parecía ser solo un poco mayor que ellos, intentando leer su expresión que se mostraba inmutable; como la de la mayoría de los Hyuga con los que se había encontrado. Y luego, su mirada se centró en su compañera, mientras escuchaba que lo saludaba, notando como su lenguaje corporal cambiaba, pasando a uno mucho más alerta y defensivo, pero que se mantenía en la línea de lo políticamente correcto y contenido.
A Hinata no le agradaba la presencia de ese Hyuga, y de eso no le quedaron dudas.
—Necesito que me acompañe—indicó el recién llegado—, su padre la mandó a llamar.
Quiso intervenir, quiso inventar una excusa para que ella no se fuera con ese Hyuga al ver como sus ojos mostraron por un segundo una expresión de temor que rápidamente fue ocultada bajo la mascara de Hyuga impenetrable que Hinata había aprendido a portar muy bien. Se giró rápidamente hacia Sasuke para realizar una pequeña reverencia en señal de despedida, mientras el notaba como sus manos se empuñaban y sus hombros se tensaban mientras la realizaba.
—Fue un gusto—indicó, a modo de despedida.
Le dedicó una última mirada silenciosa, como si intentara decirle algo y a la vez, quisiera ocultarlo, y antes de que él dijera algo, ella se giró y avanzó hacia el Hyuga, perdiéndose por la calle por la que ese miembro de su clan había llegado.
Ella no le dijo nada; ella no dejó entrever nada más que aquellos pequeños gestos que se le habían escapado y que evidenciaban que algo estaba pasando, pero no le permitía ayudar.
No era justo; ella no le permitía entrar a su corazón.
Y sus pasos, se perdían en sonidos suaves y temerosos que avanzaban confundidos e indecisos.
Sin bajar su cabeza, ni mucho menos desviar la mirada, caminó por aquellas frías y pulcras paredes del recibidor del clan.
Avanzó, por los largos pasillos consciente de que era observada en cada paso que daba y juzgada por cada acción que mostrara, y no se dejó intimidar.
No, ya no. Ella sabía para lo que la habían mandado a llamar.
Se detuvieron, frente a unas imponentes puertas correderas de madera oscura y gruesa, que daban paso al salón principal, donde el concejo se reunía internamente para decidir el futuro de la familia.
Tembló, mientras sentía que su estómago se apretaba de la ansiedad y el miedo se apoderaba de su cuerpo ante lo que podía pasar; había entrado muchas veces a ese lugar, había sido juzgada y humillada en incontables ocasiones en ese salón como para tener una idea de que debía esperar, y aún así, su cuerpo siempre reaccionaba igual.
Inhaló.
Exhaló.
Y el ruido pesado y fuerte que produjeron aquellas viejas puertas de madera, al abrirse, le indicaron que el momento había llegado. Se habían tardado demasiado en mandarla a llamar.
Ingresó sin mostrar ningún solo rastro de debilidad; como una Hyuga debería ser, como había aprendido a ser; y los enfrentó.
Sus pies descalzos casi no hicieron ruido por cada paso que daba en ese pulcro y brillante piso de madera, y caminó, hasta que dar en el centro de la habitación.
—Hinata Hyuga—escuchó la voz grave y cansada de uno de los ancianos del concejo—, tu compromiso con el Uzumaki terminó.
Sintió como las miradas de los otros ancianos y líderes de la rama secundaria y principal se dirigían hacia ella con fuerza, como si estuvieran acusándola por haber tomado aquella decisión, y los enfrentó.
No iba a bajar su cabeza como si fuera un error, porque no lo fue, y mantuvo su mirada fija en el hombre que hablaba, sin intentar encontrar la mirada de su padre, que sabía, estaba buscándola para que diera alguna explicación.
Pero no había nada que decir.
No iba a cambiar su decisión por el miedo, no iba a usar su corazón para mejorar su posición, no iba a utilizar a Naruto para su propio beneficio ni tampoco permitiría que el clan tuviera influencia alguna sobre él.
Liberarlo, dejarlo ir, había sido la mejor decisión.
Naruto, su Naruto, debía ser libre de la influencia de un clan para gobernar, y merecía amar de verdad; cuando lo entendió, supo que no debía luchar por su corazón. Ella no era su mejor opción.
Así que calló porque, realmente, no había nada más que decir.
Una extraña sonrisa se apoderó del anciano que le habló, mientras escuchaba como se levantaban leves murmullos a su alrededor.
—Ya no hay necesidad de detener tu destino.
Porque en ese único camino que conocía, aquel sendero lleno de espinas, el faro que iluminaba su destino se extinguió, y ya no marcaba una dirección.
