Hola! Bueno, aquí les traigo el primer capítulo... sé que no hay mucha gente que leyera el fic, pero en fin, que le vamos a hacer. Al fin y al cabo, era solo el Preludio. Espero que me vaya mejor con este capítulo. Agradezco especialmente a Pilikita y Kororito por su apoyo en esto, y también a Akane Tsubame por su review. Todo aquel que lea el fic, ruego que me dejen reviews, es que realmente me interesa saber como ven el fic...

Ya saben, HoroxRen, AU, y esto sólo es el comienzo del fic, por lo que si tal vez encuentran que babean mucho el uno por el otro -Ren especialmente- por favor no se desesperen, que es importante para la trama del fic. También saben que Shaman King no es mío.

Superior a Mí.

Capítulo I: Ilusión Naranja.

Faltaba poco para que cayera la noche en la ciudad: Tan solo un par de horas, y las calles ya se encontraban casi desiertas. Era extraño: Ningún auto, ni un solo ruido. Y allí, por una pequeña calle tan vacía como las otras, sólo caminaba apresurado un joven de unos quince años, el cual vestía un uniforme escolar. La luz del sol se colaba entre los edificios, casas y árboles, dando un tono naranja y dorado a toda la calle, haciendo parecer el paisaje irreal; como si no se tratara más que de una ilusión, que en cualquier momento y ante el más mínimo descuido pudiera quebrarse. Era esta misma luz la que le proporcionaba al muchacho una apariencia casi divina. Si ya de por sí era bastante hermoso, con esa iluminación tenue que le daba un tono tan particular, ahora parecía un ángel que, por descuido de los dioses, había escapado de los cielos.

El joven llevaba un bolsón que colgaba desde su hombro, moviéndose al ritmo de sus pasos, y cargaba un par de bolsas en las cuales se alcanzaban a ver algunos víveres. Iba caminando lo más rápido que podía, teniendo que vigilar que no se le fuera a caer nada de las bolsas, y protestaba a regañadientes, en voz baja, aparentemente enfadado con quien sabe qué por lo que no estaba prestando mucha atención a lo que ocurría a su alrededor -que tampoco era mucho que digamos, tan sumido se encontraba en maldecir al aire. Por esto no se percató del chico que, desde una casa, le hacía señas y le gritaba: Pasó casi delante de las narices de éste, velozmente.

De pronto el escolar sintió una mano en su hombro, por lo que volteó rápidamente, sobresaltado.

"Cómo fue que no lo sentí hasta que me tocó?... Es que acaso tan distraído iba como para no notar a alguien que debe haber estado llamándome hace rato?" -se preguntó todo esto en una fracción de segundo.

"Hey, hace bastante rato que te vengo hablando, y ni caso me hacías! En qué tanto ibas pensando?"

"Lo lamento... no pensaba en nada en especial."

"Veo que te tocó hacer las compras a ti hoy."

"Sí... Pero me tardé más de lo que planeaba. Horo ya debe estar hambriento y si no llego pronto, es capaz de montar todo un escándalo y enfadarse conmigo, si es que no lo ha hecho ya."

"Jijiji... No quieres que te ayude? No tengo nada más que hacer. Ya terminé todos mis quehaceres y si yo cargo una bolsa, llegaremos más rápido, y así Horo-Horo no se enfadará tanto. Qué te parece?"

El otro chico lo miró dudoso, como si no estuviera del todo seguro de la propuesta que le hacían.

"Vamos, Ren! No te quedes ahí parado, o llegaremos más tarde" -dijo alegre el chico que recién había aparecido, al mismo tiempo que tiraba del chino para que así caminara.

"Espera, Yoh!... Estás seguro que puedes venir y que Anna no se molestará?"

"Claro que no se molestará! La llamaré desde tu departamento, e incluso, si quieres, la invitaré allá para que cenemos los cuatro juntos."

"No, yo no he dicho eso..."

"Jijiji, vamos, Ren..."

El mencionado lanzó un suspiro exasperado.

"Está bien, pueden quedarse a cenar hoy."

"Grandioso!"

Por el camino continuaron conversando, bastante animadamente, de temas cotidianos: De la escuela, los amigo, chismes, Anna, del clima, la naturaleza, en fin, cualquier tema que al castaño se le cruzara por la mente, ya que, claro, era él quien tenía mayor participación en la conversación, pues era poco lo que Ren hablaba: Algo bastante normal en él.

Todo aquel encuentro fue alumbrado constantemente por la luz suave que el sol de la tarde desprendía, a pesar de que cada vez era más débil, continuaba dando esa atmósfera de ilusión que hacía que el aire se sintiera pesado y los pasos parecieran que iban a ningún lugar, como si estuvieran andando constantemente en círculos por un camino traicionero. Esa tarde parecía que la vida no tuviera significado alguno ni motivos de ser. Se sentía como que todo estaba vuelto al revés, viajando en sentido contrario; que el respirar era todo lo que la vida exigía.

"Ren"

Los pasos del chico se detuvieron al instante, como si lo llamara una fuerza mayor. Observó en torno a él, buscando el origen de la voz que trataba de llamar su atención. El otro chico continuó caminando, hablando alegremente, tan divertido estaba contando alguna anécdota sin mayor relevancia, hasta que estuvo algunos metros delante del chino y notó que éste se había detenido. Con gran curiosidad, el castaño se giró a observar que era lo que había provocado que su compañero dejara de caminar tan repentinamente.

Los ojos dorados de Ren buscaban en torno a él al dueño de aquella dulce voz que había provocado un extraño remecimiento en su corazón y su estómago; como si recordara algo, o por lo menos, sus memorias lucharan ferozmente por abordarlo.

Pero la calle se encontraba vacía, aún tan naranja e irreal como cuando salió de la tienda, era como si se burlara de él al mostrarle tanto esplendor.

Allí sólo estaba Yoh y él, nadie más.

Nadie que fuera dueño de aquella suave voz que le había atado el corazón.

"Ren?" -Oyó la voz extrañada de su amigo- "Qué ocurre?... Te sientes bien?"

"Sí, no es nada. Sólo..."

Mas no puedo continuar la oración, pues sintió como la vista se le iba nublando poco a poco. La cabeza le comenzó a dar vueltas; sentía que un extraño estremecimiento recorría cada fibra de su ser, y aquel mundo amparado por la luz solar poco a poco se le hacía más distante y falso. En su mente resonaban risas que había escuchado aquel día, y otras un poco más distantes en el tiempo. Pero todas le parecían por igual deformadas y artificiales, cargadas de desprecio por él, como si todo estuviera contrario a lo que debía ser: como si fueran la más amarga ironía...

De un segundo a otro, sus piernas ya no podían aguantar más su peso, todas sus fuerzas se habían esfumado, cayendo de rodillas, haciendo que soltara la bolsa que llevaba entre sus brazos, la cual fue a parar al piso con un ruido seco. Luchaba por mantenerse consciente, pero, era tan difícil!. Se apoyó en sus manos, para así intentar más tarde reincorporarse. El cabello le caía sobre los ojos, haciéndole mantener éstos cerrados. Podía sentir cómo el sudor frío comenzaba a hacer surcos por su rostro. Intentó normalizar su respiración, que se había descontrolado completamente, a pesar de los esfuerzos que había hecho para mantenerla... Acaso todo esto lo había provocado el oír aquella voz que parecía haber sonado sólo en su cerebro y que había hecho un eco en las paredes de su mente? Y encima, había sido una voz desconocida, que no sabía a quien pertenecía. Mas se le hacía extrañamente familiar. Quién era aquella persona que había logrado dejarlo en tal estado?

"Ren!"

El chico que continuaba de pie, soltó la bolsa que cargaba, ante la sorpresa de ver a su compañero de pelo violeta caer de rodillas, y se acercó rápidamente a él, con el temor y la preocupación calcadas en su rostro. Se colocó a su lado, apoyándose en sus rodillas para así quedar a la misma altura que Ren, y con su mano comenzó a acariciar tranquilizadoramente la espalda del peliviolacio, deseando en su interior poder ayudarlo, aunque no sabía qué podía hacer; al fin y al cabo, había sido muy extraña la forma en que habían pasado las cosas: Hace menos de un minuto el chinito iba de lo más normal a su lado, hablando de cualquier tema -de hecho, ese tema era Anna, y de un momento a otro, se había detenido, buscando algo con urgencia -como si hubiese sido poseído de repente por alguna clase de criatura malvada, para luego ponerse como ido, y finalmente, caer al piso... No era precisamente algo rutinario en un chico tan fuerte como el ojidorado.

"Ren, por favor, contéstame"- rogaba Yoh con una voz tan preocupada, que sonaba totalmente ajena a él.

"Y... oh."

"Ren" -era aquello un suspiro de alivio- "vamos, tranquilo, no pasa nada."

Lentamente, fue tratando de incorporarse. El japonés pasó un brazo por su delgada cintura, e hizo que él pasara uno propio por sobre sus hombros, para así brindarle mayor equilibrio y poder sujetarlo en caso que volviera a caer. Se quedaron un momento así, el chino mirando fijamente el piso, intentando recomponerse.

"Ya estoy mejor"- Dijo sacando su brazo de los hombros del más moreno, para luego separarse de él.

"Estás seguro?" - Había duda respecto a lo que el chino decía en su respuesta.

"Claro. Sólo fue un mareo, ya estoy bien."

"Si tú lo dices..."

Resignado a que no aceptara ayuda, Yoh fue a buscar la bolsa que antes cargaba, al mismo tiempo que, aún un poco tambaleante, Ren recogía la propia.

Rápidamente continuaron su camino, sólo que esta vez el sol ya no los acompañaba: Ahora era la luna, brillante, hermosa, rodeada de estrellas que poco a poco iban emergiendo de la nada para hacer un mar brillante en torno al satélite blanco.

Ren intentó hacer como si nada hubiese pasado el resto del camino, de hecho no sufrió ningún otro "mareo", aunque las preguntas continuaban en su mente asaltándolo una y otra vez; Sin encontrar respuesta clara. No le volvió a decir a Yoh nada de lo que le había comentado poco después de levantarse-"Sólo fue un mareo"- ya que había notado que éste no había escuchado la voz que tantos efectos le había causado. Pero al parecer al castaño la explicación no lo había convencido del todo, ya que no dejaba de mirarle de manera preocupada, casi compadeciente, como si temiera que en cualquier momento se fuera a desmayar o incluso a morir. El japonés era consciente de que su amigo no le iba a decir más, y sería imposible sacarle algo de información si él no deseaba decirla: Sería casi un acto suicida. Si bien el chinito se había abierto bastante con relación a como era cuando llegó, aún le gustaba mantener en reserva algunas cosas, especialmente si esas cosas eran alguna debilidad. No, a Ren Tao no le gustaba que nadie notara cualquier aspecto vulnerable que pudiera tener, ya que quedaría a merced de todo aquel que consiguiera notarlo. Tal vez la única persona a la cual el ojidorado se atrevía a mostrarse un poco más humano era Horo-Horo.

No tuvieron que caminar mucho para llegar a su destino: El departamento que Ren y el peliazul compartían. En cuanto entraron, apareció el ainu en la puerta.

"Vaya que tardaste! Ya me tenías preocupado. Qué fue lo que te...? Oh, Que tal, Yoh, que sorpresa verte aquí!"

"Buenas, Horo!"

"Te quedas a cenar?"

"Espero que no te moleste que lo haya invitado."

"Claro que no! Supongo que llamarás a Anna para invitarla también, Yoh."

"Así es" -dijo con una sonrisa el castaño- "Me prestan el teléfono?"

"Está en la sala" -Fue toda la respuesta de los otros dos chicos

Yoh les regaló una sonrisa, al mismo tiempo que le quitaba la bolsa a Ren, para aprovechar de dejarlas en la cocina, y luego dirigirse a la sala, quedando los dueños de casa solos.

"Hola."

El ainu se acercó al chino para así abrazarlo, acto que fue recibido con agrado por el más bajo.

"Hola."

Ren se separó unos centímetros del peliazul para así poder besarlo, de una manera suave, en los labios.

"Perdón por haberme demorado, es que por el camino me encontré con Yoh y... Supongo que estás con hambre."

"Algo." -Respondió con una sonrisa, esa sonrisa que tanto encantaba al Tao.

Es que estando con Horo, parecía que ya hubiese olvidado por completo aquella extraña voz que, con sólo pronunciar tres letras, lo había hecho perder todas las fuerzas y hundirse en la oscuridad.

Porque con él parecía que todo iba bien.

Con pasos tranquilos, se dirigieron a la cocina, para así preparar la cena. Horo-Horo miraba de reojo a Ren: Notaba algo extraño en su pareja, pero sabía que tenía que esperar un poco para saber el porqué de la palidez y especie de nerviosismo que el chino -por más que tratara de ocultar- mostraba. El chico se lo diría a su tiempo, contaba con ello. Desde pequeños se tenían plena confianza, pero probablemente esperaría a que estuvieran solos para contarle todo... Lo que el ojidorado quisiera.