Pam Pam Pam... Hola! Bueno, aquí está el segundo capítulo de esta historia. Nuevamente, agradecer los reviews recibidos, y en especial -de nuevo- a Pilikita y Kororito por el apoyo que me ha dado tanto en este fic, como en mi songfic -léanlos ahora y dejen review!- y por lo amable que es conmigo, desde el principio has sido muy tierna con esta chica tonta. Muchas gracias!. También, claro, a Ale, estoy muy feliz que te hayan gustado mis dos fics, y te encuentro la razón: tonto Ren al hacer sufrir a Horo, pero es que realmente no es muy expresivo el chinito que digamos; Finalmente a FuMiKi, tu review me gusto mucho, me pusiste coloradita cuando lo leí, muy alegre y pues no sé... me dio risa tu review por toda la simpatía que traía. A ustedes, Muchas Gracias!...

Haciendo un alto respecto al fic, quisiera tomarme cierta libertad, y con su permiso... Viva Chile, mierda! Jajajaja, es que hay que aprovechar que pasó el dieciocho de septiembre, día que se celebra nuestra independencia... Es por eso que tuve una semanita de vacaciones -que pasó volando, que me permitió subir capítulos cada cinco días... pero ahora que vuelvo a clases... Creo que no voy a poder hacerlo tan seguido, además me cuesta que me baje la inspiración de día... Pero voy a hacer todos los esfuerzos para continuar este fic, que de verdad deseo mucho seguir. Perdón si encuentran que me doy muchas vueltas sobre un mismo punto, pero es porque "aquel punto" es muy importante para el resto de la historia. Se agradecen todos los reviews que lleguen, después de todo, es lo que anima a seguir escribiendo, y en cualquier momento son bien recibidos.

Como habrán notado, este es un HoroxRen -si sólo basta leer el sumario para enterarse, AU, y este es recién el comienzo del fic, aún falta bastante para que se vayan notando las dificultades que enfrentarán, aunque en este capítulo está la primera patita -jajaja, la endieciochada!- a una de las cosas que vendrán más adelante en el fic. También notarán que Shaman King continúa sin ser mío.

Sin robarles más su tiempo, aquí, ante sus ojos se encuentra...

Superior a Mí.

Capítulo II: Oscura caída.

Esa fue una noche tranquila. Ren se encontraba muy cansado, ya que el suceso de aquella tarde le había hecho perder muchas energías, por lo que prácticamente apenas apoyó la cabeza en la almohada, quedó dormido. Tenía todo su cuerpo adolorido y tanto éste como su mente le exigían descanso inmediato, algo a lo que no se opuso. Yoh y Anna se habían quedado hasta bastante tarde aquel día: Al parecer, los había entretenido la plática de Horo, pero parecían haber olvidado un pequeño detalle. Al día siguiente tendrían clases.

Horo-Horo se había quedado ordenando la cocina y aseando un poco, para que al día siguiente no les tocara un trabajo tan duro. Tenía pensado hablar con Ren antes de dormir sobre que tenía el chinito: Durante la cena su preocupación había ido en aumento, debido a lo poco participativo -un poco menos de lo normal- que estuvo. Ni si quiera prestó atención a sus bromas. Al parecer incluso sus visitantes vieron algo extraño en él, ya que notó que ambos le lanzaron un par de veces unas miradas con un sentimiento que parecía bastante cercano al que había invadido al ainu aquella tarde.

Se dirigió a la habitación a los pocos minutos, ya estaba muy cansado. Pasó por el baño para así ponerse su pijama, para luego continuar hacia donde antes iba.

"Ren?"

Su pregunta no obtuvo respuesta. Sin encender la luz, se dirigió a la única cama de la pieza, en la cual se encontraba el peliviolacio durmiendo, con toda esa inocencia y paz que su rostro poseía. Con suavidad se sentó al lado del cuerpo del chico que tanto amaba, quedándose un rato observándolo, a pesar de la poca luz que se colaba por debajo de la puerta. Lentamente su mano comenzó a acariciar el delicado rostro de su dormido compañero.

"Ren..." -dijo en un susurro- "descansa. Ya llegará el momento de que me cuentes qué te ocurrió. Buenas noches."

El ainu se inclinó para depositar un beso sobre los suaves labios de su pareja. Luego, bordeó la cama para poder acostarse por el otro lado de ésta. Una vez entre las sábanas, se acercó al chino para así abrazarlo. Aún dormido, el ojidorado se acomodó con un gruñido sobre el pecho del peliazul.

Todo estaba oscuro, oscuro como jamás vio noche alguna, aún menos un día. Y era muy desagradable. Era como si esa oscuridad fuera tan densa y absorbente, que casi no le permitía sentirse a sí mismo o respirar. Sentía una ligera opresión en el pecho, que le señalaba que esa situación lo ponía ligeramente nervioso, pero no era nada significativo. A pesar de no ver, decidió caminar para encontrar algún lugar más iluminado, y así saber dónde se encontraba.

Llevaba bastante tiempo caminando. Cuanto? No lo sabía, ya había perdido toda la noción de éste. Y aún seguía sin idea de dónde se encontraba: Perfectamente podía estar caminando en círculos sin saberlo. Y de pronto, se detuvo. Algo iba a pasar, alguien o algo lo había obligado a detenerse y esperar, con el corazón en un puño, a lo que tuviera que ocurrir; fuera lo que esto fuera.

"Ren"

Fue sólo un siseo, dicho con delicadeza, apenas perceptible, como la brisa; pero que le heló la sangre al instante.

"Por qué me persigues? Qué quieres de mí? Por qué... Por qué no puedo verte!"

Silencio. Todo parecía igual que al principio, pero ahora el chico se sentía extrañamente observado. No, era mucho más que observado: Era como si lo estuvieran acechando.

"Es la misma voz que oi hoy en la tarde mientras caminaba con Yoh. La misma voz que me quitó todas las fuerzas y me hizo sentir tan extraño. Aunque aún no sé de quien se trata. Por más familiar que se me hace, no consigo recordar dónde la he oído antes" -El chino meditaba en voz alta-. "Pero... Qué hago aquí? Dónde está Horo? Probablemente esa persona que me llama sabe algo al respecto... Pero así, sin ver nada, será muy difícil encontrarla, además debo tener en cuenta que antes, a pleno día, no pude verla, y fui el único que la oyó. Cómo se supone que voy a encontrar a alguien que se oculta tan bien?"

"Ren!"

Esta vez el murmullo se había convertido en una exclamación exigente, que parecía algo desesperada y ahora más cercana, provocando que un escalofrío recorriera toda la espalda del chino.

"Qué... quién eres?"

No pudo disimular su miedo. Él, que normalmente era un hielo, que sus pensamientos eran totalmente ilegibles, estaba dejándose dominar por el terror que cada vez entraba con más fuerza a su cuerpo. Y no encontraba forma alguna de impedirlo.

De pronto, sintió como si el suelo debajo de sus pies desapareciera y comenzara a caer, cada vez más profundo, cada vez más rápido. La oscuridad siempre iba aumentando a mediada que descendía. Sí, eso era extraño, antes había creído que la oscuridad no podía ser mayor, pero ahora esa voz le mostraba lo equivocado que había estado, y lo lejano que se encontraban de la realidad sus pensamientos... Si es que aquello podía ser interpretado como "realidad".

"AHHH!"

Este era su fin, o por lo menos, eso fue lo que cruzó por su mente en aquel instante. Sentía el frío del vacío tras su espalda, y que de un momento a otro perdería el conocimiento...

Una mano blanca apareció de la nada, ofreciéndole ayuda. Sin permitirse mucho tiempo para la duda, Ren la sujetó con fuerza.

Una luz verde inundó todo, cegando al chico por unos momentos.

"Ren"

La voz poseía la misma angustia que antes. No había duda, la voz era de esa persona que lo había salvado.

"Gracias por ayudarme."

La luz era muy intensa y no le permitía ver nada con claridad. Notaba que había alguien delante de él, pero no conseguía identificar si era un hombre o una mujer. Sólo notaba que era más alto que él, nada más. Trató de acercarse a la figura con su mano extendida pero, por extraño que parezca, no conseguía que sus pies obedecieran sus ordenes y se movieran del lugar donde se encontraban.

"Qué demonios?"

"Ren"

"Ya deja de repetir lo mismo! Que acaso no sabe decir otra cosa que no sea mi nombre?"

No obtuvo respuesta.

"Al diablo!"

Se giró para marcharse de aquel lugar, quedando sorprendido luego al notar que sus pies ahora sí hacían lo que él quería. Trato de girarse para ir hacia la persona que lo rescatase pero, nuevamente, como si tuvieran vida propia y se estuvieran burlando de él, no pudo despegarse del suelo.

Entonces comprendió que la única opción que tenía era marcharse.

Y eso fue lo que hizo.

El despertador sonaba escandalosamente y de manera insistente, sin embargo, el chico chino que se encontraba en la cama no hacía ningún esfuerzo por apagarlo.

"Argh, Ren. Apaga esa cosa de una vez!"

"Hump... Hazlo tú."

"Vamos! Está más cerca tuyo."

La respuesta fue una serie de sonidos indescifrables.

"Ah, ese maldito sonido me está perforando el cerebro!"

Una almohada pasó volando desde un extremo de la cama, aterrizando en su objetivo. El despertador cayó al piso haciendo un fuerte ruido, pero deteniendo su timbre al instante.

"Mucho mejor."-Dijo el chico que lanzó el proyectil, acomodándose de nuevo, abrazando al muchacho que se encontraba sobre su pecho con los ojos cerrados.

Treinta minutos más tarde.

"Ahh, Horo-Horo!"

"Shhh, no grites así, Ren."

"Cómo que no grite así! Despierta de una buena vez, idiota!"

"cinco minutitos máaas..."

"Horokeu Usui, levántate en este preciso momento" -no recibió respuesta- "AHORA!"

El ainu abrió un ojo perezosamente.

"Qué hora es?"

"Ya es tarde! Como destruiste MI despertador, no alcanzaremos a llegar, y nos darán castigo."

"Hey, no fui yo quien puso ese aparatejo un sábado" -marcó mucho esta palabra- "a sonar."

"Horo... hoy no es sábado... Es miércoles!"

"Mier... miércoles? Diablos!"

Luego de aprontarse lo más rápido que pudieron, salieron rumbo a su escuela, teniendo que correr todo el trayecto hacia ella, entrando de la misma manera al establecimiento. Apenas tenían tiempo para llegar al salón, pero, por suerte, consiguieron entrar a éste unos pocos segundos antes de que el timbre que anunciaba el ingreso sonara. Con rapidez se dirigieron a sus puestos.

"Me debes un despertador" -Le dijo en un murmullo el chino al ainu, antes de tomar asiento.

El resto del día pasó sin mayores novedades: Tuvieron una clase tras otra, como cada día. Sin embargo, el ojidorado no conseguía concentrarse del todo en éstas: Una y otra vez recordaba su sueño. Eso era muy extraño. Era el primer sueño que al otro día aún podía describir, y de hecho éste podía hacerlo con lujo de detalles, pero parecía como si las imágenes vistas estuvieran acosándolo una y otra vez en su mente, como tratando de decirle algo. Pero él no tenía idea del significado que tenía. Había sido tan real, como si su mente se hubiese despegado de su cuerpo para dirigirse volando hacia ese raro lugar mientras dormía; para luego ser transportada, al amanecer, de regreso a su cuerpo.

Finalmente tocó el timbre de salida, haciendo que se pararan rápidamente todos los alumnos. El chino y el peliazul se acercaron para decidir qué hacer, y sobre esto se encontraban hablando cuando Yoh se acercó. A los pocos minutos, Horo-Horo se despidió de sus amigos, pues iría a comprar un despertador para Ren y a realizar algunos trámites bastante tediosos, que la verdad al peliviolacio le colocaban un poco nervioso, por lo que el ainu salió solo a realizarlos. En cuanto salió, el Asakura junto al ojidorado se dirigieron a la salida.

Una vez fuera de la escuela, Ren comenzó a buscar con la mirada a Anna o a Manta, pero por mucho que recorriera con la vista el lugar, no conseguía localizar a ninguno de los dos. Recordó que el chico tenía clases a esta hora, por lo que debió haberse dirigido a su casa apresurado, pero no lograba recordar nada que justificara la ausencia de la rubia; y ésta siempre esperaba a Yoh, a menos que hubiesen peleado, algo bastante poco probable; ya que, según notó él en la cena, todo iba bien entre la chica y el moreno.

"Y Anna?"

"Me dijo que después de clases iría de compras con Tamao, por eso no me esperaría."

"Ya veo... No quieres venir conmigo a casa?"

"Claro!"

"Bien, entonces andando."

Rumbo al departamento, fue poco lo que los dos chicos hablaron. Yoh deseaba preguntarle a Ren acerca de lo ocurrido el día anterior, pero temía que el chino tomara de forma negativa aquel acercamiento; por otro lado, el peliviolacio iba sumido en sus propios pensamientos. No se sentía nada incómodo con el silencio, pero luego de que éste se prolongara bastante rato, empezó a preocuparse, ya que no era normal que el castaño se mantuviera tan silencioso, ni que pareciera tan sumergido en su mente.

Aquel día el cielo se encontraba cubierto de nubes. El viento corría entre los árboles y despeinaba traviesamente a la gente que andaba por la calle, haciendo que más de una persona lanzara un quejido malhumorado: Ren se encontraba dentro de esos cuantos. Su cabello le tapaba la vista y le entraba a los ojos causándole una desagradable picazón. Miró de reojo a Yoh. Realmente, no entendía cómo él iba tan tranquilo, teniendo que caminar entre tanta gente que constantemente chocaba con ellos, y encima soportar que el cabello -que en el caso del moreno era mucho más abundante- se le fuera al rostro. Pero tal vez no era el castaño el relajado... Sí, era él quien se encontraba tenso.

Después de continuar caminando un rato más, finalmente llegaron al hogar Ren y Horo. El silencio se mantenía, comenzando a ser un poco incómodo para el chino. Se dirigieron a la sala y tomaron asiento. Para alivio del dueño de casa, Yoh rompió repentinamente su mutismo.

"Oye Ren, No has vuelto a tener mareos?"

"De qué hablas?"-Por un instante el chico se sintió desconcertado, pero luego de analizar la pregunta de su amigo, se dio cuenta de lo tonta que fue su pregunta.

"De ayer, cuando caminábamos hacia acá."

"Uh, eso."

Silencio.

"Me preocupas mucho, Ren. No es normal que te pase eso."

"No tienes de que preocuparte, Yoh" -dijo en un tono frío, pero tratando de no ser demasiado cortante, ya que estaba muy tentado de responderle con un comentario mordaz-. "Yo estoy bien."

"No tienes porque mentirme!" -Casi lo interrumpió Yoh, con un tono angustiado, tal como el día anterior tenía al llamarlo- "Entiendo que no me quieras contar qué fue lo que realmente ocurrió, pero no quiero que me mientas, y me des falsas excusas tampoco. Somos amigos, Ren, y no soporto verte mal. Yo... espero que algún día tu puedas confiar en mí."

"Yoh..."

Durante toda la conversación la mirada de ambos chicos se mantuvo fija en el piso, mas al decir el chino el nombre de su compañero, ambos alzaron la vista provocando que sus ojos se encontraran por un fugaz momento. El Tao no pudo evitar sonrojarse al pensar en lo infantil de su comportamiento, y apartó la mirada rápidamente. Yoh había sido siempre muy sincero con él, mientras que él jamás se permitía abrirse a su amigo. Se sentía muy egoísta.

"... Perdóname."

El moreno quedó perplejo.

"Perdonarte por qué?"

"Por mentirte. Realmente yo no quiero preocuparlos, y tampoco quiero hacer un escándalo por algo con tan poca importancia, entiéndeme por favor."

"Lo intento, pero no es algo fácil, amigo."

"Lo sé..."

"Además..."

El chino lo miró expectante.

"Sea lo que sea que te ocurra, para mí siempre será importante, aunque, de todas formas, dudo que esto sea "algo de poca importancia", como tu dices."

El chico de cabello violeta nuevamente se sonrojó luego de las palabras de Yoh. Notando la ligera incomodidad de su amigo, el castaño llevó la conversación hacia otros temas. Durante bastante rato continuaron hablando, casi ni notaban lo rápido que el tiempo pasaba. A ratos se formaban silencios entre los dos, pero ya no eran incómodos.

De improviso, en uno de estos momentos en que ninguno hablaba, Yoh abrazó a Ren.

"Yoh?"-Preguntó un muy sonrojado Ren, no acostumbrado a recibir estas muestras de aprecio por parte de alguien que no fuera Horo.

El japonés no lo soltó. De hecho, lo estrechó con más fuerza contra su pecho, mientras con una mano comenzó a acariciar el cabello del más bajo.

Permanecieron así un rato, en silencio, tiempo durante el cual el ojidorado luchó por controlar su sonrojo, hasta lograr su objetivo.

"Muchas gracias... Por entenderme, Ren Tao, y por decirme la verdad: Que me habías mentido" -Hizo una pausa-. "Gracias por estar allí en todo momento, aunque sea con tu sola presencia, y por permitirme conocerte y entrar a tu vida."

El chino quedó incrédulo ante las palabras de Yoh. No entendía que era lo que le había impulsado a decir todo eso, pero al parecer el japonés lo decía de corazón.

"Gracias a ti... Por siempre estar dispuesto a ayudarme." - Fue la respuesta que el castaño recibió.

Continuaron abrazados, Ren cruzó sus brazos tras la espalda del moreno y apoyó su cabeza en el pecho del Asakura al tiempo que dejaba que un suspiro de tranquilidad escapara de sus labios.

"Ya llegué, Ren! Yoh... Hola."

Era Horo-Horo. Inmediatamente se separaron, como si hubiesen estado haciendo algo que no era correcto; e Yoh se paró rápidamente.

"Hola. Yo ya me voy" -Dijo en un rápido murmullo que sonó bastante nervioso, mientras iba hacia la puerta.

"Horo..."

El reloj en las manos del ainu era apretado con cada vez más fuerza, mientras que sus ojos negros se encontraban fijos en el piso. Ren no se atrevía a pedirle que lo mirara, ni aún menos a darle una explicación: Él no había estado haciendo nada malo, y si se excusaba, sonaría como un culpable tratando de salvarse el pellejo. Todo estaba en silencio, y el ambiente era tan denso que parecía que de un momento a otro una tormenta fuera a estallar. Lo único que se oía, era el cruel tic-tac del reloj, recordándoles que, en cualquier momento, el tiempo se acababa.