Bien, Aquí tienen ya el capítulo cuarto! Espero que sea de su agrado y recibir muchos, muchisimos reviews jajajajaja no, sin ninguna presión. Vengo muy contenta como notarán, ya que ayer fue mi cumpleaños. Sí, esta linda niñita se pone un año más vieja!...

Gracias a Mailyn Asakura, por todo el apoyo que me has dado a lo largo del fic. Espero que el capítulo te guste, y no te olvides de escribir pronto tu songfic!. No se...tal vez medite eso de hacerlo sufrir o no, muajajaja...vale, vale, me tranquilizo. Espero darte más de una sorpresa, aunque no aún: más adelante!. Ale, espero que también te guste, y me pone feliz que te guste tanto el fic como mi trabajo. Sí, las cosas están un poco complicadas, pero sin ellas, no sería entretenido, verdad?. Sobre lo de la pareja...me refiero a que -agh ni a mi me gusta lo que voy a decir- en la serie en sí, en el anime, perfectamente se podría uno imaginar que existe una relación entre Yoh y Ren, por la manera en que se miran y porque siempre andan cerca...pero que incluso en el anime, si uno se imaginó eso -como yo lo hize una vez...y casi me muero-, la relación llegaría a su fin dentro de éste, con la llegada de Anna, o el paso del tiempo -según como uno considere YohxAnna-. Además yo considero que una relación de Yoh con Ren no tendría ningún futuro...Neh a mi no me cae mal Yoh, pero no me gusta, no soporto que lo emparejen con Ren...El chino es de Horo, y de nadie más!. Se me entendió ahora?. Y claro, no me puedo olvidar de FuMiKi, me has halagado mucho con aquello de tus reviews, y que te tomes tiempo de tu vida para mi. Pues yo soy del sur, asique tendré que decir "Viva el sur"?. Mmm no estoy segura. Por otro lado, Horo-Horo El Asesino? Mmm. Y que mate a Yoh? Nooo mejor que viva un poco más aunque sea. Claro que te tomaré en cuenta, si son los reviews los que me mueven a escribir!...Te comprendo, la gente con problemas mentales necesitamos nuestro espacio...y un doctor.

Esto es un HoroxRen y es un AU. De más está decir que Shaman King no me pertenece, por más que lo desee, y aunque haga escándalos, llore a mares, grite, reclame y haga protestas, dudo que algún día llegue a ser mío...

Y sin demorar más, un poco más abajo pueden encontrarse con un nuevo capítulo de éste fic, el único...

Superior a Mí.

Yoh se quedó anonadado, sin poder decir nada. En silencio vió como Horo salía de la sala, y a los pocos segundos se oyó la puerta principal abrirse y luego ser cerrada rápidamente.

Dios, el ainu había confundido todo!

"Horo-Horo..." - dejó escapar de sus labios.

Lentamente se fue del salón, para ir a su habitación a pensar.

Capítulo IV: Danzando en un Cuarto Vacío: Superior a Ella

Sintió la puerta del salón abrirse rápidamente y luego unos pasos apresurados. Pasaron unos cuantos segundos en silencio, para luego oírse la puerta de calle. Casi de inmediato, escuchase un suspiro, pero no venía de afuera: Sino que de la sala.

"Horo-Horo..."

Esa era la voz de él. Que acaso estaba tan triste porque vinieran a darle tal advertencia? Y si era así...Lo estaba porque lo habían mal interpretado, o acaso era que lo habían descubierto y tendría que luchar abiertamente?. Al pensar eso sintió un hueco en el pecho y como si le hubiesen extrujado el estómago de manera violenta y sin previo aviso. Cerró los ojos, como si con eso el dolor fuera a disminuir. No quería sufrir tanto por él, esto no era justo!.

Escuchó la puerta del salón abrirse nuevamente, y supuso -acertadamente- que el muchacho había salido ya de allí, probablemente hacia su habitación, o en búsqueda de un lugar cómodo donde descansar.

Dejó caer la cara ligeramente hacia adelante, haciendo que el cabello le cubriera los ojos y se posicionara en torno a su delicado rostro. Apoyó la espalda, dejando todo su peso sobre la puerta: Antes estaba cerca de ella, pero sin tocarla.

Había llegado en el momentgo justo en que Horo le daba la advertencia a Yoh, no es que hubiese querido escuchar, pero había llegado con hambre, por lo que entró en la cocina en busca de alimentos, cuando de pronto escuchó voces muy exaltadas y que le sonaban totalmente familiares. Se preocupó de que pasara algo grave, ya que notó que no era el clásico tono de juego o de pelea absurda que solían tener, a si que... Había decidido ponerse en guardia, para intervenir en caso de que la situación se pusiera peor, y para poder enterarse de aquello, se dispuso a oír un rato corto para confirmar que no era nada malo, y luego marcharse. No, no eran de aquellas personas que metían sus narices donde no los llamaban, ni tampoco de los que andan encima de la gente para que ésta le cuente los últimos chismes. De hecho, lo que escuchó fue breve, pero peor de lo que creyera. Con cada palabra del ainu sentía que su corazón se quebraba. Si tan sólo el castaño lo hubiese negado, si hubiese respondido que todo era mentira...

Pero aquel silencio abrumador, que le hacía trizas su inocente corazón, sólo fue interrumpido por un lastimero "Horo-Horo"; un suspiro extraño que el moreno permitió que escapara de su boca y que no le aclaraba nada, no le confirmaba ni negaba ninguna hipótesis, pero que en la interpretación que sin querer ella había escogido, iba desvaneciendo su esperanza.

Cada vez que lo pensaba le dolía más. Yho... Yoh amaba a Ren? No quería creerlo, no podía ser verdad! Era mentira. Tenía que serlo. Pero el chino siempre fue muy cercano al castaño, y el moreno siempre tenía una sonrisa amable y dulce para él... No, no no! Sólo era una idea absurda de Horo-Horo, creada por su propia inseguridad, de ninguna manera el descendiente de los Asakura haría algo con Ren, su relación no pasaba de ser amistad... Verdad?

"Una vez más tienes confusión en tu corazón"

Ni me lo digas.

"Tal vez sea porque nunca te ha dicho que te ama? O es que acaso te has dado cuenta... Que él nunca te ha amado?"

Se dejó caer hasta el piso, abrazó sus piernas y apoyó su frente en las rodillas. Un sonoro suspiro huyó desde sus labios, quebrando la aparente quietud que se formó, con toda confianza, sin romperse, desdee que el chico de audífonos naranja saliera rumbo a quién sabe donde.

Sintió como le picaban los ojos. Los cerró con fuerza, e inclinó aún más su rostro hacia el piso.

Ah, esto no le podía estar pasando!.

Abrió lentamente los ojos, y levantó un poco la cara, hasta que quedara su mentón apoyado en sus rodillas, en lugar de su frente. Su mirada era triste y sin velos, se podía ver claramente a su interior, un lugar triste y solitario, que clamaba por el calor de la compañía. Era el mirar de un infante a punto de llorar, no de una joven. Era inocente, no fría.

Primero fue sólo una, escurridiza y temeraria, que marcó su camino desde el ojo, que fuera su madre, pasando por su blanca mejilla, luego seguir por el borde de su mentón, parar morir destrozada en mil pedazos, como un polvo estelar, como un hermoso cristal que cae; al momento de caer vertigosamente hasta su rodilla. La chica hizo un ademán de querer secarse del rostro aquella lágrima amarga, pero terminó llorando abiertamente con las manos cubriéndole el rostro pálido.

Ya sin miedo, lloró como no lo hacía hace años, soltando todo lo que le ataba. Aquellas dudas habían sido el detonante que ter inara po hacerle sentir diminuta y, sobre todo, muy débil.

No sabía cuanto tiempo llevaba en la misma posición, en el piso, con las manos en la cara. A ratos, su llanto se volvía unos sollozos secos, que poseían una ausencia de lágrimas, pero pronto éstas regresaban. Ya le dolían los ojos, pero no podía -Ni quería- detenerse: Iba más allá de ella, era superior a sus fuerzas aquel sufrimiento, aquella amargura. Y en su mente sólo una pregunta se repetía: "Por qué a mí?". Y es que tal vez nunca le encontraría respuesta a esa pregunta, fuera cual fuera la situación que viviera, siempre cuando sufriera estaría ahí para recordarle su debilidad y demostrarle que ella no podría alcanzar...

Cosas que no eran...

Cosas que estaban.

Que vivía.

Que no existían.

Y que rehuían de su persona.

Superior a Ella.

"Porqué lloras?"

No le había sentido entrar, pero no le sorprendía: Había estado tan concentrada en su llanto y lamentarse, que no había oído nada de lo que ocurría alrrededor de ella.

Apartó las manos de su rostro, quedando a la vista su color níveo, su mirada triste, sus rasgos mojados, sus labios temblorosos. No podía ocultar ninguna de esas cosas, tampoco podía articular palabra. Sus ojos se encontraron con los de aquella persona que la miraba calmo, controlando con sólo una mirada toda la situación. Sin romper el contacto visual, se acercó a ella, encuclillándose frente a donde se encontraba la muchacha. Con su pulgar secó las lágrimas que amenazaban con volver a caer. La muchacha quedó impresionada ante la extraña acción, causando que se quedara estática unos segundos para luego, como si recién reaccionara, apartó de un manotazo los dedos que rozaban su mejilla. El chico sonrió casi imperceptiblemente, de una manera débil, y tomó asiento a su lado, con los ojos cerrados.

Permanecieron en silencio un rato. Ella ya no sabía que era un minuto, un segundo, una hora...que era la eternidad. Tampoco le importaba mucho. Volvió a apoyar su mentón en las rodillas y a pasar sus brazos en torno a las piernas, mirando a la nada, sin detener las lágrimas, pese a que la estubieran viendo. Ahora éstas caían silenciosamente, y de manera irregular, muy lentamente de sus ojos. En ningún momento éstos se giraron para prestarle atención a aquel que le hacía compañía: Prefería ignorarlo... o tal vez disfrutar de la presencia silenciosa de alguien

"No me contestarás lo que te pregunte?"

Tardó un rato, ya que se quedó pensando su respuesta; para finalmente decidir decir con voz quebrada lo que pensaba.

"No creo que sea de tu incumbencia."

"Tal vez tienes razón." -El chico abrió los ojos para centrarla en ninguna parte- "Pero necesitas contar a alguien lo que te pasa, o te será peor. Yo puedo oírte, sin comentar nada con nadie."

Al decir esto último, ambos giraron sus cabezas para que sus ojos se encontraran. Él tenía una mirada tranquila e inexpresiva, la de ella, estaba cargada de duda.

Desde cuando él era así?

Con lentitud, devolvió su mirada hacia adelante. Consiguió retomar la compostura que por tanto rato perdiese, y que las lágrimas cesaran del todo su caída.

"Escúchame bien. El que Yoh te halla dado alojamiento aquí no te da derecho de andar inmiscuyéndote en los asuntos de los otros. Te queda claro?"

"Por supuesto, Anna. Pero es necesario que también sepas tu que en algún momento querrás desahogarte y recurrirás a mí."

"Ya, como no Y entonces tu, en venganza por lo que te acabo de decir, no me escucharás y me dejarás sola en mi tristeza?"

"Jajaja, no seas absurda. Estaré esperando que vallas a hablar conmigo."

Se levantó casi con pereza, ante la mirada atónita de Anna. Caminó unos cuantos pasos, para luego detenerse y girar levemente la cabeza. Con un gesto serio, la miró a los ojos.

"Recuerda mis palabras."

Y sin decir más, se fue. La muchacha se quedó sin palabras, y ya sin lágrimas también. Luego de unos segundos, se levantó y salió de la cocina.


Caminó en silencio, con la mirada fija en el piso y con paso rápido. A la salida había tratado de ubicar al ainu para así irse con él hablando por el camino, pero no lo encontró por ningún lado. Y es que sólo había pasado un minuto, en el cual guardó sus cosas y sus compañeros pasaron por entre las filas, tapándole la visión hacia el asiento del peliazul; para luego al terminar de ordenar y dirigirse rumbo al lugar en que Horo tomaba asiento, y encontrar sólo un puesto vacío.

Yoh ya había salido hacia su casa. Anna iría antes a comprar un cuaderno, Tamao y Pillika saldrían al cine, y por último, Manta tenía que terminar un trabajo. Eso significaba que tendría que hacer el trayecto hacia su casa solo, y probablemente también lo estaría en su departamento. Continuó caminando. Si tan sólo Horo-Horo estubiera a su lado...

Al llegar a su edificio, éste le pareció más desolado que nunca. Y en el momento en que ingresó ya a su departamento, se le hizo como si fuera increíblemente frío y grande, como si el espacio sobrara y estubiera deshabitado hace meses. Al momento de cerrar la puerta, sintió que sonaba como si tubiera un amplificador, producto del gran silencio, como de muerte, que había. Pasó directamente hacia su habitación, dejando al apso el bolso sobre un sillón. Ah, la habitación, tan extraña, tan enorme!. Cerrando los ojos, se dejó caer sobre la cama, boca abajo. Estaba cansado, estaba harto. Harto de sufrir y de quejarse.

De ser tan débil.

A su mente llegó el recuerdo de aquella conversación que tubo durante el receso, haciéndole pensa en todas aquellas palabras que recibiera de su interlocutor. Tal vez... Podía ser que el otro tubiese la razón?. Ahora todo parecía tan confuso y diferente! No llegaba a comprender que hacía esa persona allí, y porque le buscara. Pero el hecho era que había regresado, y que no había sido un sueño el tenerlo frente a frente, conversando como si nada pasase.

Cómo quería hablar con Anna, contarle aquella conversación, decirle que le pasaba!

La chica era una gran amiga, que lo comprendía casi a la perfección: Al fin y al cabo eran muy parecidos...Aunque la muchacha tubo una infancia sin familia y cargada de carencias, mientras que él...él sólo recordaba de Horo-Horo en adelante. A veces lo abordaba una curiosidad por saber de su familia y vida posterior, cuando no estaba el norteño, pero algo en su corazón -y mente- lo evitaba y le decía que no lo hiciera, que si recordaba, todo iría mal.

"Horo-Horo..."

El nombre del chico que siempre estuvo ahí. El mismo muchacho que ahora le hacía sufrir con toda esa indiferencia que le dedicaba, y todo ese vacío que le causaba.

Horo-Horo. SU Horo. El que le robaba toda cordura y fuerza.

El sol empezó a descender perezosamente, consiguiendo librarse momentaneamente de las nubes. Luego sería la noche quien le cayera encima. Se sentía en un estado de sopor, como si fuese a dormirse pero, por alguna extraña razón, no pudiera hacerlo.

Escuchó un ruido muy débil: Era la llave en la cerradura abriendo la puerta principal; pero sólo fue necesario aquel mísero sonido para que ya tubiera todos sus sentidos en alerta. Esperó algunos segundos, que se hicieron eternos, en los cuales escuchó unos pasos rápidos. Senía el corazón casi explotándole, y se le aceleró aún más en el momento en que la puerta de la habitación fue abierta. Como por reflejo, volvió a cerrar los ojos, ya que los había abierto en el momento en que oyese la puerta que daba al pasillo del edificio abrirse. Ahora se acercaba a él, con pasos más calmados. La cama crujió muy despacio en el momento en que tomó asiento a su lado. Ren se sentía muy nervioso, no sabía si debía abrir los ojos, o esperar un poco más. Entonces sintió una mano fría sobre su rostro, era suave y de una temperatura congelante pero deliciosa. Tiernamente, esa mano le acarició la mejilla, para luego ir hacia la frente, rozando su cabello; todo con una calma infinita, disfrutando cada segundo, cada centímetro de la piel del chico chino. La mano abandonó la frente, para ser reemplazada por unos labios tibios, en un beso cargado de amor, tristeza y sentimiento de culpabilidad. La mano -ahora un poco más tibia- regresó a su mejilla, en un masaje pausado con las yemas de los dedos.

"Ren..." - Se oyó entre el suspiro lanzado por el recién llegado.

El chico de pelo violeta creyó que el otro muchacho se marcharía, asique rápidamente abrió sus ojos felinos, y puso su mano sobre la que reposba sobre su mejilla. Su mirada dorada se topó con los ojos sorprendidos de su compañero. De a poco, la mueca de sorpresa se suavizó, hasta convertirse en un gesto cargado de dulzura.

"Ren." - Repitió el chico, ahora de una manera segura, pero al mismo tiempo, en un susurro ronco.

El Tao llevó la mano que sujetaba hasta sus labios y, cerrando los ojos, la besó. La volvió a colocar en su mejilla y la acarició, mirando de manera directa al chico sentado a su lado.

"Horo-Horo."

"Creo que tenemos que hablar, no?"

"Sí, creo que es lo mejor. Para los dos." - Agruego al tiempo que se sentaba.

"Ah..." -Lanzó un suspiro- "bueno..."

"Qué te ocurrió el otro día, qué fue lo que te hizo enojar?"

"Hnn...Ya sabes...Verte tan cerca de Yoh, creo que me puso un poco nervioso...Creo que me dio miedo llegar a perderte."

"Que acaso dudas de mí?"

Ren tenía la cabeza inclinada hacia abajo, y había soltado la mano del peliazul. Su voz sonó temblorosa, a pesar de que se notaba que intentaba evitar tal cosa.

Horo-Horo se asustó de que el chino se fuera a enfadar o entristecer. Lo abrazó, provocando un gran sobresalto en el peliviolacio. Lo atrajo con fuerza hacia él, sintiendo como el otro temblaba entre sus brazos. Dejó un beso en su cuello, para luego subir un poco la cabeza. Su repiración abanicó la oreja de su pareja, causándole un escalofrío. Luego, acercó sus labios, para hablarle casi rozando el lóbulo, con un tono de voz sedoso.

"Claro que no, nunca podría dudar de ti. Pero entiéndeme, no fue para nada agradable verte abrazado a otro chico...Aunque fuese nuestro amigo. Digamos que me surgió una desconfianza hacia Yoh. Me perdonas?"

"Sí..." - Dijo casi sin darse cuenta. El tener tan cerca al chico que amaba no le ayudaba mucho a pensar con claridad. Tal vez había cedido muy fácilmente, y su voz había sonado demasiado desfalleciente pero, al fin y al cabo, qué podía hacer?

"Ren..."

Los suaves labios del ainu atraparon su oreja unos segundos, para luego bajar a su cuello otra vez. Casi de inmediato, la respiración de Ren se aceleró, y sus brazos, que se habían enrredado en torno al cuello de su novio, lo acercaron más. Una de sus manos se aferró al cuello del peliazul, mientras que la otra acariciaba su espalda. Ah, eran esos labios, hambrientos, que besaban su cuello sin pausa, haciendo que escalofríos deliciosos lo recorrieran por completo!. Eran esos labios rosados, entreabiertos, expertos, esas manos que lo sujetaban por la cadera una, y por la cintura la otra, que le rozaban cada centímetro de piel que podían, que hacían que cada uno de sus poros clamaran por él. Sus ojos se cerraron inevitablemente, y de su propia boca escapaban los suspiros, que hacía que el norteño lo besara con mayor pasión y lujuria.

"Mmmh, Horo...!"

El peliazul no le hizo caso, sólo lo atrajo más hacia él, haciendo que una nueva corriente de sensaciones lo inundara. Era extraño, cuando Horo lo había abrazado, había sentido como si no fuera posible estar mejor, pero ante ese nuevo toque recién recibido, con esa "acomodación" de sus cuerpos, sintió un vacío en el estómago y un cosquilleo, que era realmente exquisito. Y se daba cuenta que cada toque del ainu le hacía llegar al cielo.

"Ah...Horo..."

"Shhh" -Le hizo callar el ojinegro, hablándole al oído- "No hay nada que decir, Ren."

"No, espera..." - Dijo al notar que el ainu baja para retomar lo que había detenido segundos atrás- "Horo...Prométeme que no dudarás de mí."

"Te lo juro, mi amor: Te doy mi palabra."

Se separaron unos centímetros para así mirarse a los ojos. Lentamente, se fueron acercando: tenían todo el tiempo que quisieran. Sus labios se encontraron, dando pasa a un beso lleno de ternura, en el que trataban de pasmar todo el amor que tenían para el otro, y nadie más. Sus lenguas pronto empezaron a jugar, recorriendo lugares que ya conocían. Tenían hambre y sed del otro, esos días sin tocarse habían sido como un castigo sin sentido para ambos.

El sol se ocultó tras el horizonte, dejando que la noche reinara. Los últimos rayos del astro se mezclaron con la dama oscura, y esos dos amantes imposibles, el díia y la noche, pudieron por unos segundos compartir juntos todo un juego de sensualidad y pasión, aunque ambos sabían que sería breve. Al marcharse las últimas hebras de luz, ambos sabían que estarían esperando al próximos día para volver a tocarse.


Llegó a la habitación que le había asignado su anfitrión. Ah, después de lo que había oído y visto aquel día, tenía la certeza de que no se aburriría: claro que no lo haría. Ya hacían años desde la última vez que había estado en esta ciudad, pero no sería un gran problema para él volver a acostumbrarse a como se vivía aquí. Este sería su gran regreso. Tal parecía que no había sido tan mala idea esta "visita". En un rápido movimiento se subió al techo y se puso a contemplar el cielo. No tuvo que esperar mucho tiempo para ver llegar el anochecer y, posteriormente, la puesta de sol. Se veía -y sentía- bastante místico el ambiente, con todos esos edificios oscuros y que ensombrecían toda la ciudad, como una manta. Al rato, cuando ya reinaba la oscuridad, vio al dueño de casa regresar, caminando por la calle. En qué momento había salido? Traía una expresión ilegible en el rostro, totalmente neutra. Sonrió para sí mismo. Ahora comenzaría un problema en esta casa, y él no tenía la menor intención de perdérselo. Bajo del tejado, y entró a la casa por la ventana de su habitación, para luego irse al comedor. Esperaría. La paciencia tiene sus recompensas.

En el cielo, las estrellas brillaban como raras veces lo hacían en una ciudad, con una luz pura y azulada, con un extraño aire inocente. La noche comenzaba, y reinaba un silencio acogedor, que envolvía y entraba hasta lo más profundo del alma, dando paz... Aunque fuera por un momento.