Hola, hola! Aquí ya está el quinto capítulo de este fic, espero que sea de su agrado, y perdón por demorarme un poco más...Ale, Gracias siempre por tus lindas palabras. Me pone muy contenta que te guste el fic!. Ya ves, Horo y Ren se reconciliaron pronto. Trato siempre de actualizar pronto, pero ahora se viene el aniversario de mi colegio, asi que estaré un poco más atareada. Espero que te siga gustando y recibiendo tus lindos reviews. Mailyn Asakura -jajaja, dejémoslo como Mai-, como siempre, muchas gracias por tu apoyo! Ya se irá viendo si tus hipótesis eran correctas, jejeje. Ahora creo que se van a empezar a complicar las cosas de verdad, y tengo pensado que te lleves más de una sorpresa, como ya te dije, pero todo lentamente, que todo tiene su tiempo. Ahí veremos como sigue el fic. Muchos abrazos para ti. FuMiKi, jajaja, tus reviews siempre me provocan mucha gracia y me animan a continuar escribiendo, con todo lo que me dicen -en todo caso creo que tendré que continuar haciéndolo si es que quiero vivir-. No se si se nota, pero yo también soy una fanática -media obsesiva ya- del HoroxRen. A lo referido a acción...Calma, más adelante, la verdad a mi también me gusta la "acción" jejeje... Yo dije eso? Borren eso de sus miserables mentes! Suerte en tus tareas, y muchos saludos para ti también. Pilikita y Kororito...me emociona verte por aquí de nuevo, que bueno que se te halla formado un tiempito para leerme. No te preocupes, lee sólo cuando puedas. Me encantan tus fics, son todos muy lindos, de verdad. Jejeje, yo también tengo quince, pero no te preocupes...Te tomas muy bien los comentarios, y tal vez tienes razón: lo mejor es ignorarlos. ¡Cúidate mucho y que te valla bien en tus ensayos!

HoroxRen, AU. Shaman King tiene su dueño, cuyo nombre no se parece ni remotamente al mío: esto es sólo por amor al arte -jajajaja-.

Ahora sí, aquí tienen, dedicado a todos quienes lo lean...

Superior a Mí.

Capítulo V: Paseo Nocturno.

Todo estaba oscuro, era de noche y ésta parecía un enorme manto negro que cubría todo, sin permitir que se viera luz alguna a través de él. Era una noche espesa, en la que la atmósfera era fría y pesada, como si estubiera hecha de plomo, como si fuera sólo tinieblas, humo y neblina. Y en esa oscuridad, de pronto, como dos faroles, se encendieron dos ardientes llamas. Eran los ojos de una persona, aunque más parecían los de un animal de caza, listo para atacar a su presa en cualquier segundo que ésta apareciera. Sus movimentos eran rápidos: Al fin y al cabo, una sombra se mueve rápido en la oscuridad. Se detuvo, al parecer en un lugar ubicado a varios metros del suelo, y se puso alerta, vigilando a su alrededor, viendo a través de eso que parecía vacío. Sus ojos irradiaban confianza en sí mismo, y un dejo bastante notorio de superioridad. Una sonrisa se formó en sus labios, un gesto que era una copia burda del gesto humano que muestra la alegría, pero que en ella estaba cargada de un vacío y astucia, volviéndose algo aterrador; Una mueca amarga y ácida. Hechó un último vistazo al lugar que lo rodeaba, antes de pasar su lengua sobre sus labios y marcharse.

La sombra se movía rápidamente por la ciudad, entre edificios y casas, por calles vacías, y por caminos sin iluminación. Se detuvo finalmente en un balcón. Había un ventanal enorme, con las cortinas descorridas, que daba a un cuarto amplio hacia un lado, y por el otro estaba el pequeño balcón. Con paso firme, se acercó a él, hasta quedar casi tocándolo. Sus astutos ojos recorrieron el interior de la habitación, al cual no podía acceder, buscando algo que pronto vio: allí, en una cama bastante grande, dos muchachos dormían tranquilamente abrazados, sonriendo en sus sueños. Los miró largo rato, con su mano apoyada en el cristal, como si tratase de alcanzarlos.

Su mirada se posó en uno de los chicos: El que era más bajo y se aferraba al otro, como moribundo que se niega a abandonar este mundo y se apega a las últimas hebras de su vida. Una sonrisa, nada parecida a la de los que descansaban, se dibujó nuevamente en su boca. Luego de eso, se voltió se fue, perdiéndose en la bruma, tomando un rumbo totalmente desoconicido. La noche le ayudaba, borrando todo rastro que pudiera dejar.

Lejos, muy lejos de allí, una chica lloraba en su cama, abrazando su almohada con fuerza. Tenía unos hermosos ojos azul profundo, que se encontraban llenos de tristeza. La gran habitación en la que estaba se encontraba hecha un desastre, como si no la hubiese ordenado ni puesto atención en meses. Ella no se encontraba en un estado muy diferente: Estaba desnuda y con el cabello revuelto, cayéndole sobre la cara.

"Ren" -Se oyó entre los sollozos de la hermosa joven- "Porqué...Porqué, hermanito?"

Las lágrimas no cesaron en gran parte de la noche, y cuando el sueño la venció, ni aún entonces dejó de repetir el nombre del muchacho que tanto dolor le causaba.
Con resignación, decidió bajar a preparar la cena, algo que ultimamente se había vuelto una costumbre. No había sabido nada de él desde que lo oyera salir de la habitación en la tarde, tampoco sabía nada de la visita que se encontraba en su casa, aunque estaba casi segura que aún estaba en casa. Bajó lentamente las escaleras, hasta legar a la cocina. Encendió las luces y se dispuso a preparar todo. Por más que trataba de distraerse con esto y dejar de pensar en todo ello que escuchara y sentía, no podía evitarlo...Era como si le hubiesen clavado el corazón. Puso la mesa, ya que había terminado de cocinar, y se sentó a esperar. La puerta se abrió de pronto, haciendo que su corazón se acelerara, pero pronto lo tranquilizó al darse cuenta que no se trataba de él. Soltó un suspiro apenas audible, cargado de resignación: probablemente el chico venía con las mismas ideas que en la tarde.

Pero estaba equivocada. El muchacho sólo se sentó frente a ella, esperando también. Por su parte, la chica no pudo evitar mirarle de manera extrañada, recibiendo como respuesta una sorisa que la colocó aún más nerviosa.

A los pocos segundos, oyeron la puerta de calle abrirse.

"Ya llegué."

La chica fue a la cocina a buscar la olla de comida lo más rápido que pudo, por lo que no alcanzó a ver la sonrisa traviesa que se formó en el rostro del que estaba sentado frente a ella. La puerta del comedor se abrió una vez más, dejando ver al recién llegado.

"Hola Yoh, te tardaste. Estábamos esperándote para cenar." - Le dijo sin borrar la sonrisa de su rostro.

"Lo lamento. Dónde está...?"

"Llegas tarde." - Lo interrumpió una voz fría.

La muchacha rubia lo miraba a los ojos de manera seria. Yoh no sabía si había sido su impresión o no, pero la voz de Anna le pareció más cortante y seca de lo normal...No podía ser que supiera algo, verdad?

"Perdóname, Anna." - Respondió con la mirada fija en el suelo, al tiempo que hiba a sentarse en su lugar.

La joven de ojos negros no contestó de inmediato. Les sirvió comida a los dos muchachos y a sí misma, mientras que en le comedor reinaba un silencio bastante tenso para dos de ellos, mientras que al tercero parecía no importarle.

"Espero que no se vuelva a repetir." - Dijo, dando por terminada la conversación.

Inmediatamente Anna empezó a comer, siendo imitada por Yoh y su visitante.

Demonios, él creía que hiba a haber diversión, una pelea un poco más fuerte! Pero al parecer, Anna sólo haría como si nada pasara...Eso no era justo!. Él había venido por diversión, y eso era lo que obtendría, no una historia rosa con final feliz...Y haría lo que fuera por obtener eso, y no otra cosa.

Por otro lado, el castaño no sabía que pensar. Anna estaba extraña, no había duda. Tenía la sospecha que había oído algo, pero no podía asegurarlo. Cómo había sido tan descuidado de hablar todo aquello en el salón, sabiendo que la rubia regresaría en cualquier instante?...Y no era esa su única preocupación: Aún no había hallado una buena soloción para aclarar bien las cosas y que éstas volvieran a ser como antes. Es que parecía que el peliazul no quería volver a tocar ese tema, y si él lo sacaba, probablemente pensaría que Yoh estaba interesado en Ren...Dios, y encima, ahora Anna lo miraba de forma extraña y estaba más pálida de lo normal.

La chica rubia tenía su mente en blanco, sólo comía, sin pensar en nada ni prestar atención a lo que ocurría a su alrrededor, como si no estubiera presente allí su espíritu, y su cuerpo funcionara como un robot, o estubiera puesto en piloto automático. De a poco, fue cayendo en cuenta d ecómo se necontraba y reaccionando, consiguiendo volver a la normalidad y distinguir que pasaba en torno suyo y qué hacían los otros. No sentía el coraje como para volver a hablar y preguntarle algo a Yoh, pero lo disimulaba en una máscara de desinterés y de no saber ni comprender nada.

"A qué es lo que vino Horo-Horo hoy? Digo, supongo que no es algo muy común que venga solo y por un rato tan corto... Y aún más anormal que no sea a hacer algún trabajo o a cenar, aunque sea. Verdad?."

Diablos. Su visitante había tocado el punto exacto, abierto la página que ellos intentaban saltarse y hacer como si no existiera. La mirada de Anna se posoó en Yoh, esperando la respuesta de éste. Se podía sentir la tensión del ambiente, por el silencio profundo que se formó, y por los intercambios de miradas que se producían entre los presentes en ese lugar. El chico castaño comenzó con su tenedor a jugar con la comida, delatando así su nerviosismo. Qué debía decir? No podía llegar y soltar que Horo-Horo había venido a amenzarle para que no se metiera con su pareja...No al menos delante de ese inoportuno visitante, y sin poder dar las explicaciones que correspondían a tal afirmación. Con un suspiro, levantó su mirada del plato semivacío, encontrándose con la de la rubia. Sentía temor de que su novia no lo entendiera, y que comenzara a albergar ideas como las del peliazul.

"Podemos hablar después de la cena, Anna?." -Luego le lanzó una mirada de reojo al chico que hiciera aquella pregunta tan incómoda y que parecía tan tranquilo esperando la respuesta- "A solas."

"Lo siento, Yoh. Mañana hay clases y tengo que terminar los deberes pendientes, asi que, con su permiso, me retiro."

En un abrir y cerrar de ojos, la rubia ya no estaba en el comedor. Yoh se quedó perplejo, él creía que Anna aunque sea lo escucharía, pero no fue así. Al parecer, la reacción de Anna le confirmaba que había escuchado algo de la conversación que tubiera con el peliazul en la tarde.

"Ups, lo siento. Creo que esta vez sí metí la pata."

"Callate, Hao."

"Pero que genio, y yo que sólo quería pedir disculpas... Bueno." -Dijo mientras se paraba- "Creo que yo también me voy. Esta vez si que estás en un buen lío, hermanito."

"Cierra la boca, Hao!" - Dijo casi perdiendo el control.

El mayor de los dos chicos sólo sonrió con ironía, al tiempo que salía de allí, dejando a su hermano sumido en la desesperación y la soledad. Cerró la puerta sin mayores ceremonias para así causarle más desagrado al chico de cabello relativamente corto.

Ya en su habitación, el mayor de los Asakura se dejó caer en su cama, sonriendo con arrogancia. No había sido una pelea como se esperaba que fuese, pero algo era algo. Luego de un tiempo pensando -Principalmente en que hacer para poner las cosas más emocionantes-, se quedó dormido.

No supo cuanto rato estubo dormido, pero de repente se despertó al oír un ruido en su ventana. Se levantó con agilidad, y con algo de precaución, la abrió. Afuera había una oscuridad ahogante, en la cual parecía que nada se podía ver, pero de pronto, de entre las tinieblas, surgió una figura. Hao abrió mucho los ojos, sorprendido y algo asustado ante la repentina aparición. La figura le sonrió con suficiencia, viendo el Asakura que sus ojos no acompañaban el gesto...éstos se mantenían fríos como el hielo, pero al mismo tiempo ardiendo como en las llamas de un infierno inextinguible, como el sol. Le pareció una eternidad el rato que se estubieron observando, uno dentro de la habitación, el otro apoyado en el borde de la ventana.

"Déjame entrar"

"Qué haces aquí?"

"Yo no soy quien tu crees" -le dijo en un siseo suave- "Así que no saques conclusiones erradas. Déjame pasar."

"Quién eres, entonces?"

La persona que se encontraba afuera rió. Era la risa más cruel y hermosa que escuchase en su vida. Esa criatura parecía como si lo estubiera hechizando, y él, sin forma de poder liberarse.

"Me habían dicho que Hao Asakura era muy valiente y con mucha confiaza en si mismo. Creo que se quivocaban... Lástima."

"No es verdad!"

"Entonces déjame ir dentro y deja de hacer preguntas."

Aún dudoso, el pelilargo se apartó del marco de la ventana para así dejar libre la entrada. El otro chico lo hizo rápidamente, sin desperdiciar un segundo, y la cerró en seguida. La habitación de Hao también estaba a oscuras, pero no era una oscuridad tan aplastante como la externa: en ésta se conseguía ver bastante bien.

"Gracias." - Le dijo con un acento extraño, bastante aterciopelado. Ese chico no era de este pueblo, de eso estaba casi seguro Hao.

Lentamente, la sombra se acercó a él, mirándole fijamente a los ojos con los suyos fríos, calculando cada uno de sus pasos y movimientos.

"Vengo a conversar algo contigo, Hao Asakura."
Esa noche, Ren despertó en la mitad de ella, sobresaltado. Había tenido una extraña pesadilla, en la cual alguien le observaba constantemente, acechándolo. Jamás se le cruzó por la mente que aquella mirada fija sobre él pudiera haber estado en la realidad. Miró a su alrrededor, todo parecía estar normal: Horo aún dormía tranquilamente, y todo estaba en silencio, a escepción del sonido acompasado de la respiración de su compañero, y los latidos de su propio corazón, que le parecía que sonaban más fuerte que nunca. Se acomodó de nuevo en el pecho del peliazul, mientras daba un suspiro. Trataba de dormir, pero no lo conseguía.

Ah, algo extraño hiba a ocurrir. Algo raro estaba ocurriendo, y sentía mucho miedo. Se abrazó con más fuerza al ainu, como si temiera perderlo. Lo besó en los labios, con mucha suavidad para no despertarle. Horo estaba allí, con él ahora, y eso era lo único que importaba. Finalmente, consiguió volver a quedarse dormido.

El sol entró directamente por la ventana que tenía las cortinas descorridas, golpeando en la cama vacía. En el comedor, los chicos tomaban desayuno entre sonrisas y bromas. Luego de varios minutos, se les pudo ver salir del edificio, rumbo a la escuela. Caminaban alegres, sin mayores preocupaciones ni prestar mucha atención a la gente que hiba y venía por la calle, ya que era bastante poca. Seguían el camino que normalmente tomaban, sin realizarle cambios a la ruta. Pero de pronto, frente a una plaza por la que acostumbraban pasar, uno de ellos dos se detubo. El otro se giró, extrañado ante la repentina acción de su compañero. El que se quedara atrás tenía una expresión de sorpresa y algo de miedo -o al menos eso parecía- en el rostro, y miraba hacia un punto fijo, pálido.

"Qué pasa, Horo?." - Preguntó Ren.

"No es posible... Qué hace él aquí? Ren, lo viste?"

"Qué? A quién te refieres?"

"Allí, en los columpios" -Dijo mientras señalaba un lugar a las espaldas del chino- "Es... Es Hao."

Rápidamente el ojidorado se giró, encontrándose su mirada frente a frente con la del pelilargo. Se sostubieron las miradas largo rato, ante un Horo-Horo que no entendía nada. Ren le lanzaba una mirada seria, siendo respondido por una burlona y falsamente infantil. El chico que estaba sentado en el columpio se levantó de él y camino hacia la pareja de muchachos que lo observaban de manera desconfiada. Les sonrió, haciendo que el chino frunciera el ceño de manera bastante notoria y pronunciada. Horo lo miró extrañado: Bien, era claro que no le tubiesen confianza al hermano de Yho, pero de allí a demostrar de manera tan clara antipatía por él, era bastante distinto. El ainu también desconfiaba y le tenía recelo al moreno, pero de ahí a guardar sentimientos desagradables hacia él, había un gran paso. Y así como conocía al peliviolacio, podía asegurar que tal gesto que en otra persona era tan poco importante, significaba eso: Su pareja no era de los que mostraban mucho sus emociones, y cuando lo hacía, generalmente era porque era muy necesario, porque era muy fuerte o prque se hallaba en confianza. No sabía que pudiese haberle hecho Hao a su conviviente, pero parecía que había sido algo que realmente le había molestado. Finalmente el Asakura estaba parado frente a ellos, mirándoles con gran calma.

"Así que no fue mi imaginación. Hao realmente regresó... Pero se supone que no lo haría nunca, que odiaba este lugar. Entonces, qué es lo que hace aquí?"

"Horo-Horo, Ren. Que sorpresa verlos aquí."

Ninguno de los dos contestó, en vez de eso se miraron, preocupados. El chico de pelo castaño les sonrió nuevamente, para luego dirigirle una nueva mirada a Ren: Una intimidadora y sagaz, con un dejo de curiosidad, siendo regresada con la misma insolencia.

"O tal vez no tanta... Bueno, a Horo si me sorprende verlo aquí, pero a Ren no tanto."

"A qué te refieres?"

"Nada, Horo, sólo digo que sí me alegra verte a ti."

El cuerpo de Ren se tensó imperceptiblemente. Quería golpear a Hao, pegarle con todas sus fuerzas, y alejarlo de la ciudad nuevamente, hacerlo huir otra vez, y ésta para siempre. Él no pertenece a este lugar, lo único que quiere es causar problemas. "Divertirse", como él dice. Pero su "diversión" es siempre a costa de los otrros, especialmente de su sufrimiento.

Horo-Horo lo miró, extrañado y dudoso. Ah, al parecer Hao no había cambiado mucho. Seguía siendo tal como era antes de marcharse: irónico, encreído, lleno de confianza, burlesco... Y él que tenía la esperanza de que cambiara y se pusiera un poco más agradable como su hermano...No, un momento, ese no era un buen ejemplo. Yoh no era una de las personas en quien quisiera pensar en ese momento, antes hubiese podido asegurar que era una buena persona, ya qye creía conocerlo, pero de pronto, todo se le había derrumbado, y no sabía si lo conocía o no, ni si era realmente su amigo. Pero no era el menor de los Asakura su problema ahora -Bueno, la verdad sí, pero no debería serlo-, el actual estaba frente a Ren, y aunque tenía el mismo apellido del novio de Anna, tenía otro nombre, y una personalidad totalmente distinta: Era Hao.

Aunque ahora que lo pensaba, no podía asegurar hasta que punto Yoh era novio de la rubia. No después de aquella desagradable escena en la cual no quería pensar. Tal vez la relación de esos dos era sólo una farsa frente a la familia del castaño, algo que era entendible, siendo como era la familia Asakura. Pero si esa teoría era cierta, no entendía que ganaba Anna con eso, dudaba que lo hicera porque sí, sin obtener nada a cambio...

"Ya que no te veía hace mucho." - La voz de Hao sacó de sus pensamientos, que se habían salido bastante del tema al ainu.

Agh. Porqué Hao aparecía este día? Es decir, Justo hoy se le ocurría interceptarlos!. Porque Ren estaba seguro de que no era coincidencia que el pelilargo estubiera "justo" ahí y a esa hora, le olía demasiado falso para ser verdad, además para ese Asakura prácticamente no existían las coincidencias, ni la suerte, ni el destino. Todo lo tenía calculado: Desde la menor sonrisa, hasta cualquier respuesta -o reacción- que le pudieran dar. El asunto era, qué quería realmente Hao? No se les había cruzado solamente porque se le diera la gana, debía tener una razón.

"Qué es lo que quieres, Hao?"

"Oh, no es nada! Sólo que estaba aquí y al verlos pasar, detenerse y mirarme, creí que querían que les saludara, y eso fue precisamente lo que hice."

"Uh, que extraño, pero, sabes? No te creo una palabra." - Dijo con un tono irónicamente suave las primeras cinco palabras, para luego decir lo demás rápido y de una manera fría y cortante, sin vacilaciones.

"Ese no es mi problema, Ren Tao, tu decides si creerme o no. Nos vemos pronto, Horo." - Esta vez Hao usó la fórmula contraria a la del ojidorado: La primera parte lo dijo de una forma fría que rayaba en el desprecio, para lo segundo decirlo de manera inocente y dulce, haciendo que pareciera un enorme cambio de personalidad. Mas después del punto, el chino dudaba que hubiera algo de ironía.

El chico pelilargo se giró y se fue, dejando a un joven molesto y al otro estuperfacto.

Horo-Horo había visto, con una mínima participación, toda la conversación, mirando de manera intercalada a cada uno de los interlocutores. Cuando el Asakura se fue, quedó muy confuso, y optó por mirar a Ren, pidiéndole que le explicara. Pero éste sólo lanzó un suspiro con los ojos cerrados y le devolvió después una mirada desesperada.

"Por lo visto, Hao finalmente regresó de quien sabe donde." - Dijo con una sonrisa tenue y cansada en su rostro.

Horo no se resistió y lo besó, sin importarle que pudiese haber gente observándoles. El peliviolacio se sorprendió ante el repentino gesto de su pareja, ya que realmente no se lo esperaba, pero pronto le respondió dulcemente.

No supieron cuanto rato se retrasaron, pero luego se separaron, sin muchas ganas. El ainu sujetaba al más bajo por los hombros, no de una manera agresiva, sino casi con ternuram y las manos del chino se apoyaban en el pecho de Horo. Al distanciarse, el peliazul juntó su frente con la del muchacho que amaba, mientras veía esos ojos dorados que le daban ahora un aspecto muy inocente, así con la boca semiabierta, y sus grandes ojos mirándole sorprendido.

"Y eso a nosostros, en qué nos afecta? Qué importa que Hao haya vuelto o no? Poco nos influye."

"Pero... Horo..."

El mencionado lo abrazó.

"Tranquio, no hay porqué preocuparnos."

Un suspiro escapó de los labios del chino, quien le correspondió el abrazo pasando sus brazos por su cuello. Ren sabía perfectamente que sí habían razones para preocuparse, y tenía la certeza de que Horo lo presentía también, pero lo mejor era que los dos "pensaran -o lo intentaran, convirtiéndose esto en finjir- que se estaban pasando ideas falsas.

Varios metros más allá, dos chicos miraban la escena con una sonrisa no muy dulce.

"Asi que, así es como se comporta Ren?"

"Estás en lo correcto."

El primero empezó a reír, paro luego agruegar.

"Hay, Hao, sí que nos vamos a divertir."

El pelilargo sonrió con indulgencia, sin prestar mucha atención a los dos chicos abrazados, ni tampoco al que estaba a su lado. Sólo miraba el piso, sin concentración, mientras que consevaba esa sonrisa que camuflaba todas sus emociones y le dab ese aire tan misterioso sin necesidad de estar serio.

El ainu y su pareja no se percataron de sus observadores en ningún momento. Se separaron esta vez de verdad, y luego de que el ojidorado depositara un veso rápido en los labios del peliazul, volvieron a caminar rumbo a la escuela. No podían tomarse ni un minuto más, o llegarían tarde. Para evitarlo, sus pasos eran muy rápidos. Llegaron al salón y dieron un suspiro de alivio. Se habían salvado del castigo por poco. Se sonrieron y cada uno se giró hacia su puesto.

Ren iba feliz a pesar del encuentro de la mañana: Aquel breve momento con el ainu le había alegrado. Es que cualquier rato con Horo lo hacía olvidar sus preocupaciones...

El peliazul estaba aún sonriente, pero su gesto disminuyó notoriamente al momento de cruzar su mirada con la de cierto compañero de clases que tenía el cabello castaño. Una duda floreció en su mente: Yoh debía saber del regreso de Hao, e incluso era muy probable que su hermano estaba viviendo con él. Si era así, porqué no se los había dicho? Y porqué él no lo sintió el día anterior, que había estado allí? Era muy poco posible que hubiese llegado este día...Aunque claro, Horo tampoco estubo mucho rato en esa casa.

Resignado a no saber si Yoh sabía o no del regreso de su hermano, se sentó en su puesto.

Luego de acomodar sus casas, el chino pudo ver que Anna estaba en su puesto. Se acercó a ella, alegre de ver a su amiga. Deseaba mucho hablar con ella, y contarle lo apsado en esos días, además de preguntarle un par de cosas sobre el hermano de su novio. Le sorprendió notar que larubia estaba cabezibaja y sin la compañía de Yoh como era costumbre. Tampoco Manta ni Tamao estaban con ella. Acaso la chica estaba triste o enfadada? Tal vez los había mandado a todos al demonio... Parecía una explicación lógica para todo lo que rodeaba la imagen de ella: Yoh en su puesto, muy pensativo y notoriamente preocupado y triste, Tamao y Manta cuchicheando en un rincón con cara seria, y el resto de la clase -Excluyendo a Horo y a él- con rostro asustado y reunidos al fondo del salón, como tratando de ocupar lo mínimo de espacio posible y repirar menos de lo usual. Ah, debió haber estallado aquí y mandado a todos a freír monos al África, gritando y pateando a todo el que se le cruzara. Y el menor de los Asakura debía tener algo que ver, estaba casi seguro. Probablemente Kyoyama no le haría lo mismo a él: Se tenían mucha confianza y respeto además, después de todo, ella era una humana, y necesita desahogarse, hablando con alguien... Simpre lo habían hecho así, ya que no siempre querían agobiar a sus parejas con todas sus dudas y temores, y otras veces necesitaban contar a alguien alguna cita o momento especial, que no podían hablar con su novio debido a que lo habían vivido con ellos, y tampoco querían ir y contárselo al primero que se le cruzara, ya que ese "alguien" podía se como Pillika -o ella en persona- y, por ende, todo el colegio terminaría enterado.

Se paró al lado de su amiga, con una postura y mirada neutra, que era lo que típicamente usaban cuando conversaban -A menos que se emocionaran o exaltaran al contar algún momento romántico-, y se quedó un rato ahí parado, esperando.

Lentamente, la rubia alzó los ojos hasta mirarle directamente a los de él. Permanecieron unos momentos así, que pese a su pos fría, incomodaron mucho al peliviolacio: Anna le miraba de una manera extraña, cortante, un sentimiento extraño al fonde de esas pupilas negras como el vacío.

"Qué quieres?." - Su voz era parecida a su mirada,siendo más dura de lo normal y más desinteresada.

Ren se tragó cualquier comentario irónico, orgulloso, o de otro tipo que la pudiera molestar más, y con toda la paciencia que poseía, le respondió.

"Vengo a saludarte."

"Hola Ren, Adiós Ren. Listo, puedes irte."

"Vamos, Anna, sabes bien que no es a eso. Qué te ocurre?"

"Oh, no es nada, querido Ren, gracias por preocuparte." -dijo con acidéz- "Sólo quiero... Que me dejes tranquila de una maldita vez!"

El chino parpadeó un par de veces. No entendía bien, Anna nunca se había mostrado así con él: Ni aún cuando se conocieron. Ahí ella simplemente le ignoraba y hablaba poco, pero nunca le dio un trato de esa forma. Y ahora allí estaba: Gritándole irritada, con desprecio. Eso era mucho desprecio para hacia él en menos de una hora! Primero Hao, ahora la cuñada de él.

Se encongió de hombros, aparentando que no le importaba.

"No me grites, Anna. Yo nunca te he faltado el respeto, asi que no me grites." -Le dijo casi en un susurro-. "Yo sólo venía a conversar un rato, y ver si a la salida podíamos hablar otro, pero si no quieres, sólo basta un "no". Sabes perfectamente que no soy de los que ruegan mucho."

"Ah, no?" -Le dijo despacio, mientras apretaba los dientes- "Qué, acaso no le ruegas a Horo-Horo? No le pides más y que siga? No le exiges constantemente que te proteja y te quiera? No ruegas. Tu te humillas constantemente ante él, y no es sólo ante Horo-Horo, es al primero que se te cruza. Qué, vas a llorar? Oh, tendremos que llamara Horo para que te calmes, pobrecito. No ruegas. Já! Cada noche, como un animal que no piensa le ruegas. Ah, Horo, por favor, continúa! Mmm, Horo-Horo!. No ruegas. Que tú no ruegas? No me hagas reír, Ren Tao."

"No te pases del límite, Anna, que no te conviene hacerme enojar."

"Oh, Ren, que miedo tengo!"

"No sé que diablos te pasa, pero no me voy a quedar a que me ridiculices y desvalores toda la confianza que te tuve al contarte mis cosas. No voy a escuchar más tus tonterías. Cuando se te pase, tu verás que haces." - Dijo con decisión, con voz firme.

Sin estar dispuesto a escuchar nada más, Ren se giró y se fue. Se sentía triste ahora.

Anna no había parado de lanzarle comentarios ácidos, hirientes y cargados de ironía en toda la conversación. Le dolía que fuera su amiga quien lo tratara así, y además sin razones. Él no le había hecho nada a la rubia!

Se sentó en su puesto, y a los pocos segundo llegó Horo-Horo, preocupado.

"Todo bien, Ren?"

"No. Anna anda muy extraña."

"Sí, creo que todos nos dimos cuenta."

"Escucharon toda la conversación?"

"No, claro que no. Hubo un momento en que empezaron a hablar más despacio... ¡La cara de Anna! Parecía una animal salvaje, una vívora... Me dio más miedo de lo que normalmente da, nunca la había visto tan enojada. Y lo raro es que sea contigo, no?. Al fin y al cabo son buenos amigos, yo creí que saldrían a hablar un rato y nada más, pero..."

"Ya ves."

"Hey, no te preocupes" -Le dijo con una linda sonrisa- "ya verás que se le pasará y se va a disculpar después. Bueno, dudo que se disculpe, pero lo dará a entender..."

El ainu empezó a reir.

"De qué te ríes? No lo encuentro nada gracioso."

"No es nada, no es nada Ren. Tranquilo, no me mires así." -Dijo ante la mirada enfadada del ojidorado- "No ves que me puedo asustar?"

Ren lanzó un bufido indignado, y le hiba a responder, cuando los labios de Horo cayaron sus quejas. El chino en su interior gruñía por la eficacia de la medida que el ainu eligiera, no sólo para callarlo, sino también para quitarle el enojo y tristeza.

Se separaron después de un tiempo, ya que si llegaba el profesor, estarían en un problema. Sus compañeros ya estaban acostumbrados y muchas veces les salvaban y ayudaban. Pero un maestro, como representante de la escuela, y por los "valores" de ella, no podía hacer lo mismo, aunque tubiera -en secreto- la misma orientación sexual o no le importara la de sus alumnos: No hiba acorde a la ideología del colegio, menos aún mostrarlo de manera pública, y para que hablar de besarse durante clases o dentro del establecimiento!.

"Sólo fue una broma, no te enojes." -Horo le guiñó un ojo- "hablamos luego, sí? Ahora pronto va a llegar el maestro."

El ainu se fue a su puesto rápidamente.

La verdad es que la discución de la rubia con Ren fue bastante fuerte en algunos momentos, e hizo que la inquietud de Manta y Tamao aumentara enormemente, y que sintieran una gran preocupación por su amiga, mientras que en Yoh aumentó las sospechas de que algo había oído o Hao le había contado, ademád de hacerle sentir culpable y muy triste. Tal vez Anna había herido a Ren con algunas palabras, de tan herida que ella estaba.

Horo-Horo se dejó caer con un suspiro en su asiento. Le había asustado mucho ver a Anna gritar así, no porque fuera a hacer algo, sino por el daño que le pudiera causar a su chinito. Delante de Ren le había mostrado una sonrisa para alegrarlo, le había gastado bromas porque matenía la fe de que no tomara a la chica en serio y así no le fuera a afectar y lo había besado...porque ambos lo necesitaban.

Primero aparece Hao, luego, Anna le grita.

Tocó el tiembre de inicio.

Por los pasillos se escuchaban los pasos y gritos de chicos corriendo para alcanzar a llegar a su salón a tiempo y así no ser castigados. A su propio salón entró un muchacho corriendo, ante el riesgo de la llegada del profesor.

Luego, todo quedó en silencio. Se oyeron unos pasos lentos que se detubieron fuera de la sala. El profesor entró con toda calma, saludando.

"Buenos días, niños. Saquen sus cuadernos, voy a revisar lo que dejé ayer."

Anna sacó su cuaderno rápidamente, al igual que Tamao y Manta. Yoh miró a todos lados y se hundió en su silla, deprimido. Horo y Ren se miraron, sorprendidos. Ninguno de los dos había pensado, ni de la forma más remota, en ello. Cada uno había estado haciendo cosas distintas en la tarde -Para ser precisos, Horo hablando con Yoh y Ren pensando en su cama-, y bueno, ya en la noche...No fue posible hacerla.

Con resignación, ambos chicos se prepararon a ser castigados. La mirada de Ren vagó por la sala, hasta que se topó con los de Anna. La chica lo miraba con desprecio a tal grado, que parecía asco. El chino no lo podía creer, hasta el día de ayer, su relación era muy buena, y hoy su amiga lo miraba así?. Los ojos negros de la rubia no se apartaron de él, sin permitirle escapatoria, obligándolo con una fuerza invisible y misteriosa a mantener sus miradas juntas. Ren no lograba ver que el alma de ella, tras esa mirada fría, estaba destrozada. No lo veía. Tampoco veía la sombra que desde el hermoso árbol que golpeaba la ventana, le observaba sin pausa, sonriente.