Hola! Aquí se viene nuevamente Vickyng con otro capítulo. Muajaja... Qué, No les gustó que se muriera el padre de Horo? Je... ya veremos... Espero que este capítulo les guste, y recibir muchos muchos reviews. Si no es tan difícil hacerlo!

Gracias a FuMiKi, Mailyn -gracias a las dos por su gran apoyo siempre-, Karenu-Kiyoto, y a Motoko 1111, sin sus reviews, no se qué haría! Espero seguir contando con ustedes.

Vale, vale, no me demoro más. Sólo me quedaba decir lo que ya saben:

HoroxRen, AU, Shaman King no es mío.

Y ya ha caído desde mis manos, para ustedes, otro capítulo de...

Superior a Mí.

Capítulo VII: Paz Roja.

"Señor, Horo-Horo no vendrá a clases por unos días. Tuvo un problema personal."

El maestro le miró con una ceja alzada, como analizando si creerle o no. Ren le sostubo la miradam firme y serio, sin dejar que sus sentimientos se expusieran y fueran vistos por el maestro.

"Está bien, Tao. Gracias por informarme."

Pasaron varios días, lentos y tediosos. En ese transcurso de tiempo, todos sus amigos se enteraron de lo ocurrido, y también lo hicieron otras personas que el chino hubiese preferido que no supieran. Ese día estaban en una cafetería, sentados en una mesa al aire libre. Sólo estaban Yoh, Manta, Tamao y Ren; Anna hacía dado una excusa cualquiera para no ir, y así no tener que pasar tiempo frente al ojidorado. De más está decir que su relación amistosa se había cortado, parecía como si nunca huberan sido amigos.

"Es una lástima lo que les ocurrió, No creen? Y justo ahora." - Dijo Yoh.

"Sí... Pobre Horo, debe haber sufrido mucho."

"Por supuesto, Manta, pero a Pillika también le debe haber dolido, después de todo, era su tío también." - Recordó la pelirosada.

"Siempre olvido que esos dos son primos, a pesar de lo parecidos que son. Es que como nunca andan juntos..."

"Pero si no fuera por Horo, Pillika no estaría aquí, digo, sólo le permitieron venir aquí porque su primo estaba. Supongo que creían que él se iría a vivir con ella y la cuidaría día y noche."

"Sí..."

"Fue todo tan rápido, les debe haber costado mucho aceptarlo."

Ren sólo escuchaba la conversación de sus amigos, mientras tomaba lentamente de su café helado. A él también se le olvidaba que Pillika era prima de Horo... Nunca pasaban mucho tiempo con ella, y cuando estaban todos juntos, el ainu parecía siempre un poco incómodo con la presencia de la chica, y hacía lo posible por irse lo más pronto posible del lugar.

Era poco lo que sabían de la relación de esos dos, lo único que mencionaban era que cuando pequeños fueron muy cercanos, casi como hermanos. Al parecer, luego había ocurrido algo que les había distanciado, pero no tenían la menor idea de qué. Pillika había llegado hace poco más de tres años a estudiar allí, lo que era bastante después de que Horo lo hiciera... Para ellos, el peliazul había estado desde muy pequeño viviendo solo allí, sin sus padres. De hecho Yoh, quien había pasado toda su vida en la ciudad, recordaba que conoció al chico muy pequeño, y que fueron amigos desde una temprana infancia. Ya en ese entonces, se veía siempre solo al ainu, y con un gran sentido de responsabilidad, tanto de sí mismo como del resto. El castaño recordaba que hubo un tiempo en que dejó de ver al chico de ojos negros, pero que luego había regresado, como si nada hubiera pasado. Él tampoco había preguntado en ese entonces.

"Ren, Cuándo crees que regresen?"

"No lo sé, Tamao. Horo no me dijo nada sobre eso."

Todos lo miraron con sorpresa. Era lo más obvio que Ren supiera prácticamente todo, y que Horo-Horo le contara sus problemas y se desahogara con él... Pero al parecer, el ainu tubo mucha prisa para irse a su pueblo, y poco le había dicho al chino.

"Ojalá regresen pronto. Dudo que les haga bien estar mucho tiempo allá, con todos esos recuerdos."

"Sí, tienes razón Manta. Ojalá vuelvan pronto."

Permanecieron en silencio un rato.

"Porqué no vino Anna, Yoh?" - Habló el ojidorado.

"Uh? Me dijo que no tenía tiempo, mencionó algo de su falda y un trabajo en el que iba algo atrasada... Aunque no sé si entendí bien, porque tenía mucha prisa por irse."

"Ya veo."

"Anna ha estado un poco extraña estos días... Tamao y yo hemos estado bien preocupados por ella. No saben que le ocurre?"

"Ni idea. Ni siquiera se porque me gritó el otro día, si yo no le había hecho nada."

Todos miraron a Yoh, pero éste parecía muy concentrado mirando su jugo, y jugando con los cubitos de hielo.

"Ehhh... ¿Yoh?"

"Dime, Tamao."

"Tu no sabes nada de qué le está pasando a Anna?"

"No sé..." -Dijo mientras miraba a otro lado- "Yo creo que ya se le va a pasar."

Todos sabían que el castaño no era bueno para mentir, y vieron de inmediato que eso estaba haciendo. No quería presionarle, después de todo, podían ser problemas personales entre esos dos, donde ellos no tenían nada que ver. Pero la rubia continuaba siendo su amiga, y querían ayudarla.

Tamao miró su reloj, como recordando algo.

"Qué tarde es! Había olvidado que le prometí a Anna que la acompañaría a comprar hoy... Hay no, me va a matar si me atraso más. Adiós, chicos!"

Rápidamente, la chica de ojos rosa se levantó, dejó la parte que le tocaba pagar, y se fue, aún comiéndose su helado a medio terminar.

"Eh? Salir a comprar? No tiene tiempo para venir con nosotros, pero sí para salir con Tamao? Quién entiende a tu novia, Yoh."

El moreno se rió, tratando de aprecer relajado, pero nuevamente sus amigos notaron que hacía un gran esfuerzo para lograrlo. Algo no andaba bien.

"Tienes razón, Manta. Hasta a mi me cuesta a veces entenderla."

"Oigan... Hay un rumor que se ha esparcido por todos lados, sobre que Hao regresó. Es cierto?"

El peliviolacio y el Asakura se miraron, preocupados. Se supone que nadie más se enteraría del regreso del pelilargo, pero al parecer a éste no le gustaba pasar inadverido, y se estaba encargando por su propia cuenta de que todos se enteraran.

"Sí" -Dijo con notorio disjusto Yoh- "Es verdad. Hao está viviendo conmigo."

"Qué?"- exclamó el pequeño mientras pensaba "Con razón anda así, enfadada con todo el mundo, si tiene a Hao viviendo en su misma casa... Deben haberse peleado muy feo con Yoh"

"Tal como lo oyes, Manta. Hao está en la casa de Yoh, y al parecer volverá a la escuela el otro año."

"Tu también sabías, Ren?"

"Escúchame, Manta. Esto tiene que ser un secreto. Nadie más se debe enterar, ni siquiera Tamao, y menos Pillika... Bueno, cuando regrese. No sabemos cómo es que se enteró toda la escuela, pero no es algo que queramos que se sepa. Si oyes a alguien hablando de él, dile quje es mentira, que Hao sigue desaparecido, incluso para los Asakura. Contamos contigo."

"No se preocupen, yo no diré nada del regreso de tu hermano."

Con notoria preocupación, Manta volvió a comer su copa de helado, mientras que los otros dos bebían de sus vasos.

"Oigan chicos, ya que quedamos sólo los tres, Qué les parece si vamos a mi casa a jugar pool?"

"Es una buena idea, pero crees que te dejen?"

"Claro que sí! Mi padre se pondrá muy contento de que vallan, hace tiempo que no van a casa a jugar."

"Dirás, a que Horo e Yoh se coman todo."

Yoh se rió simplemente, al recordar todos los momentos buenos con sus amigos. Porqué todo tenía que cambiar? Él y Horo estaban distanciados, de hecho, el peliazul lo había amenazado; Anna y Ren no se hablaban, Hao había vuelto, el padre del ainu, y también tío de Pillika había muerto, haciendo que ellos dos se fueran por un tiempo indefinido... Todo parecía tan diferente.

"Qué dicen?"

"Por mí está bien. Vienes, Yoh?"

"Claro!"

Entre los tres pagaron el resto de la cuenta, y luego de terminar sus postres, emprendieron el camino hacia la casa del más pequeño de los tres, con toda la calma del mundo: Tenían todo el día y la noche, y los dos chicos invitados no tenían adultos a quien pasarle cuentas, aunque Yoh tenía a Anna... Que había salido.

Estubieron allí gran parte de la tarde. El día se les pasó muy rápido, ni se dieron cuenta cuando ya era de noche. La madre Manta les ofreció quedarse a cenar, y un tanto dudosos, ellos aceptaron.

"Espero que Anna no se enoje porque me quedé aquí."

"Dudo que le importe."

"No seas así de cruel con Yoh, Ren."

"Cruel? Pero si sólo estoy diciendo la verdad!"

"No hay caso contigo..."

El pequeño bajó la cabeza y la movió en sentido orizontal, resignado, mientras Yoh se reía, esta vez genuinamente.

"Ya está la cena, chicos!"

Rápidamente, se precipitaron escaleras abajo.

Fue un rato muy agradable, los padres de Manta siempre eran muy corteses y cariñosos, ya que conocían hace años a los amigos de su hijo, y sbían cómo era la personalidad de cad uno de ellos. Ya estaban enterados de la relación de Ren y Horo, y los ayudaban simpre que lo necesitaban: Mientras hubiera amor, para ellos estaba bien. También sabían de la muerte del padre del peliazul y de su viaje junto a su prima a su tierra natal, algo que les había preocupado bastante.

Luego de terminada la comida y de conversar un buen rato en el salón, Yoh y Ren se dispusieron a irse. Los dueños de casa les ofrecieron llevarlos en auto, como acostumbraban hacer cuando eran más pequeños, o cuando se les hacía muy tarde.

"Es muy amable de su parte, señor Oyamada, pero prefiero caminar hoy."

"Oh... Algún problema, Yho? Tal vez con Anna?" - Preguntó con tranquilidad, ya que era normal que los chicos le contaran sus cosas y recurrieran a ellos cuando necesitaban algún adulto que les ayudara o les diera consejo.

"Este... Pues algo así... Eso creo."

"Eh? No sabes?"

"Verá, señor, Anna ha estado de un humor de los mil demonios, entonces Yoh no sabe si está enojada con él o si es otra cosa."- explicó Ren, ganándose otra mirada resignada de Manta, por la falta de tacto del chino.

"Ya veo. Tranquilo Yoh, ya se van a reconciliar y todo volverá a ser como antes."

"Ojalá sea así."

"Y tu, Ren, no quieres que mis padres te lleven?"

"No se preocupen, yo también voy a caminar" - dijo mientras se ponía de pie.

"Bueno, ya que no los iremos a dejar" -dijo la madre del chico casi rubio, que estaba de pie, apoyando sus brazos en el sillón en que estaba sentado su marido- "los acompañamos a la puerta."
No sabía que hora era, pero llevaba mucho rato intentando dormir, sin poder lograrlo. Se daba vueltas y vueltas en el futón que le habían entregado, tratando de no pensar mucho en algo. Se quedó cerca de un minuto en una posición, para luego sentarse de golpe, con los ojos muy abiertos, como quien acaba de despertar de una pesadilla, claro que él no había dormido ni treinta segundos. Se pasó la mano por su rostro, y se quedó un rato con ella en los ojos, hechando la cabeza un poco para atrás. Luego respiró profundamente y se levantó, tratando de no hacer mucho ruido, para que así nadie despertara. Fue hacia la cocina, sin encender ninguna luz. De vez en cuando, alguna tabla crujía bajo sus pies, por lo antigua que era la casa.

Llegó a donde se dirigía, y sacó un vaso que llenó con agua. Se tomó el líquido lentamente, mientras observaba por la ventana cómo la nieve caía afuera: Era poca y muy fina, pero le hacía recordar todo lo pasado, y principalmente dónde se encontraba y porque motivo. Se terminó todo el contenido del pequeño recipiente y lo volvió a llenar, para así llevárselo a su cuarto.

Al pasar de regreso, se detuvo frente a una puerta que no era la suya. Con cierta duda, la abrió con cuidado, para que no hiciera ruido. Era una puerta corredera, asi que lo tenía que hacer muy lentamente. Entró en la habitación , hasta llegar al lado de un futón que estaba allí extendido, y en el cual dormía una alguien profundamente. Se sentó a un lado de él, y con su mano libre, rozó el cabello de la persona que descansaba. Sonrió. Habían pasado tantos momentos buenos juntos, pero eso se veía tan lejano... Ahora sus dedos jugaban con los largos y sedosos mechones, que eran de un color muy parecido al suyo propio.

Todo cambiaba tan rápido, en un torbellino de palabras todo parecía irremediable. Ellos, intentaban volver al pasado que tan bueno fuera, sin luchar porque el futuro fuera aún mejor , pero de una manera distinta.

De hecho, ella y él no hacían nada, simplemente dejaban que el abismo se abriera más y más, mietras ellos sólo observaban, tristes.

Era ya la madrugada, y el tren se movía por los rieles, con paso lento y andar pesado, arrastrando con enrfía su esqueleto de metal, corriendo con su envejentado chirriar bajo los primeros rayos del sol, aún en la semioscuridad.

El tren estaba casi vacío, el problema no había sido conseguir algún boleto por su cantidad, sino que los pocos trenes a su alcanze económico que viajaban a su destino, que eran aún menos a esta hora. Éste había sido una de las pocas expeciones, a si que no podían exigir nada. Se notaba que no era presisamente de última tecnología, pero perse a eso era bastante agradable. Era como regresar al pasado, viajar al lado de un anciano que va susurrándote continuamente historias antiguas, de viejos romances e ilusiones, de nostalgia, de otros tiempo en que la gente vivía de otra forma y sentía igual que ahora, que te cuenta de la pérdida de esa época, entre llanto y tristeza. Él miraba, sin enfocar sus ojos en nada especial, el tren por su interior. Afuera desfilaban los paisajes verdes, que la vez anterior que los vió, creía que sería la última, pero que ahora el destino le volvía a mostrar en todo su esplendor.

Un resoplido se escuchó, rompiendo el silencio. Él bajó la mirada, observando a la chica que dormía con la cabeza apoyada en sus piernas. Ella tenía una expresión algo molesta en su bello rostro, como si estubiera teniendo un sueño no muy agradable. Buscando tranquilizarla, puso su mano en la cabeza de la muchacha, como hacía cuando eran pequeños y ella tenía alguna pesadilla. Casi al instante, el rostro de la niña que era algo menor que él, se suavizó, y su respiración se volvió calmado. Un nombre escapó por entre los rosados labios de la que dormía apaciblemente.

El chico, que tenía un desordenado cabello azul, quedó petrificado. No era posible que su prima aún pensara en él, y que incluso le soñara. Después de lo pasado y de las largas conversaciones, se suponía que Pillika ya no lo amaba. Horo no quería que la peliazul sufriera, a pesar de todo lo que les había separado justamente este tema. De hecho, trataban de evitarse lo más posible, para no terminar discutiendo y sacando a flote cosas que no debían. Incluso, cuando estaba todo el grupo reunido, y no podían irse o enventar algo para no asistir, optaban por no hablar e ignorarse. Pero ahora, esta pérdida que era de los dos, los había vuelto a unir, teniendo que olvidar su lejanía. Pese a todo eso, el ainu la seguía queriendo.

En su vagón viajaba otro hombre. Era joven, pero bastante mayor que Horo-Horo, probablemente ya trabajaba. Se veía cansado. Al ainu se le hacía extrañamente familiar, pero estaba seguro de que no lo había visto nunca antes. Su mirada estaba fija en el peliazul. No sabía porque, pero sentía como que le estaba reprochando algo, pero, Qué era? Fuera lo que fuera, esa mirada le incomodaba y ponía nervioso, asi que hizo como si no le importara, y se dedicó a mirar por la ventana.

No supo cómo ni en que momento, pero él también se quedó dormido. Al volver a abrir los ojos, el sol ya inundaba gran parte del tren. EL lugar donde antes estaba el joven, ahora se encontraba vacío, sólo había allí una hoja de papel blanca, doblada en dos, donde al parecer había algo escrito. Horo miró a su regazo: Pillika aún dormía profundamente. La levantó un poco con sus brazos para así poder salir con un movimiento rápido de su lugar, y dejar a su prima apoyada en el asiento que antes ocupara. La chica, aún dormida, lanzó un gemido de protesta ante el repentino cambio, ya que el asiento era bastante más duro que las piernas del peliazul.

Como impulsado por una fuerza incontrolable, Horo-Horo llegó hasta el lugar en que el papel reposaba, mirándole burlesco, retándolo a tomarlo. Como pocas veces, no dudo en hacerlo. Algo le decía que eso era para él, que esto no era casualidad. Con el papel ya en sus manos, miró a todos lados. Sí, el misterioso joven había desaparecido del vagón. ¿Cuánto faltaba para que llegara a la casa de sus padres, ahora sólo de su madre? Probablemente no mucho. Levantó la hoja, y la miró curioso.

"Horo-Horo?"

Rápidamente se giró, gardando el papel en su chaqueta. Pillika ya estaba despierta, sentada en su asiento y mirándole con una expresión de desconcierto.

"Dime."

"Qué haces ahí parado?"

"Nada, sólo quería ver cómo era el paisaje por el otro lado."

"Pero para eso no necesitabas pararte."

Horo se encogió de hombros, al tiempo que iba y tomaba asiento al lado de la peliazul. Al hacerlo, sintió como ella se ponía notoriamente tensa y nerviosa, pero decidió hacerse el desentendido. Cruzó sus manos tras la cabeza y, cerrando los ojos, se dispuso a descansar y disfrutar del viaje. No quería pensar en la razón que los tenía allí.

"Horo..."

La voz de Pillika sonó extraña, débil, suave y ahogada. Había pasado largo rato desde que dejaran de hablar. Horo-Horo abrió un ojo, para así mirar a su prima, pero pronto abrió también el otro, y bajó los brazos de su nuca.

"Pillika, qué te ocurre?"

La chica tenía la cabeza inclinada y temblaba. El peliazul, sin saber que hacer, se levantó y puso medio inclinado frente a ella, mientras la sujetaba de los hombros, para así reclamar su atención.

"Pillika, Pillika, por favor."

De un segundo a otro, la chica se dejó caer sobre él, abrazándole con fuerzas. Ante la sorpresa, Horo no reaccionó de inmediato. Luego de unos segundos, sonrió con ternura -y algo de piedad y lástima- y abrazó con fuerza a la chica. La peliazul terminó arrodillada en el piso, entre los brazos fuertes y protectores de su primo.

Ah, recordaba muy bien ese momento del viaje. Ahí Pillika se había puesto a llorar. Le pedía perdón una y otra vez, y él le decía que ya lo habían hablado, que no había nada que perdonar. La chica le dijo que sentía mucho la muerte del señor Usui, que a ella le dolía mucho. Que en un principio, no lo había asimilado, pero que ahora comenzaba a hacerle efecto. Él sólo guardó silencio, mientras abrazaba a su primita.

La peliazul le había dicho varias cosas más, que él prefería no recordar. Continuó acariciando con ternura el pelo de la chica que dormía.

Pobre Pillika. Debía estar sufriendo mucho, pero él no podía hacer nada por ayudarla

Se levantó, y sacó de un bolsillo de su chaqueta, que se había puesto al salir de su habitación para no enfermarse, el papel que recogió hace ya casi cuatro días. Lo había leído en el tren, cuando Pillika fue al baño, pero aún lo intrigaba y necesitaba leerlo una y otra vez.

Salió de la habitación, esta vez olvidando no hacer ruido con la puerta. Tomó otro trago de agua y se fue a su cuarto. Una vez en él, se sacó la chaqueta y se sentó en el futón, tapándose las piernas con las mantas. Se terminó de un sólo trago lo que quedaba en el vasoy se acostó. Al poco rato, logró quedarse dormido.

En una de las habitaciones, una chica que había hecho como que dormía, abrió los ojos. Una solitaria lágrima escapó del izquierdo. Su primo no se había dado cuenta de que estaba despierta.

Afuera, los delicados copos de nieve habían dejado de caer, creándose un silencio sepulcral.

"Eres un tonto." - Susurró la chica de hermoso cabello, con resignación.
"Oye Ren..."

"Qué pasa, Yoh?"

"Hablaste con Horo?"

"Hablar? Hablar qué?"

"Ya sabes, la "cosa sin importancia" que te pasó mientras caminabamos."

"Uh? Habla claro, no te entiendo."

"Tu "mareo"."

"Ah." -Ren arrastró las letras- "No."

Sintió como si volviera a ese momento. Ya lo tenía casi olvidado, pero con la sóla mención de "incidente", le parecía que volvía a oír esa voz. Ahora que la analizaba, era una voz suave, que parecía femenina, pero no podía estar seguro de ello.

Un escalofrío lo recorrió.

"No tuve tiempo."

Yoh lo miró de reojo, preocupada. Entonces probablemente, Horo no sabía que habían estado abrazados por eso, y no por otra cosa.

Continuó mirándolo, fijándose en cada gesto del chino. Era extraño, el ojidorado parecía temeroso, casi asustado en ese momento. Se veía como un niño pequeño, muy tierno, que no tenía protección que se ha quedado -o eso cree- solo, sin saber cuando regresará su familia por él.

El moreno miró hacia adelante. Habían llegado a su casa, pero ésta parecía deshabitada. Incluso la luz de la habitación de Hao estaba apagada.

"Parece que Anna no ha regresado aún."

"O está dormida."

"Vamos, Yoh, se realista. Anna dormida a esta hora?"

El Asakura lanzó un suspiro y miró a su amigo. Ren notó algo raro y diferente en esa forma de verle, pero no supo identificar que era.

"Al parecer Hao también salió. Bueno, ya tengo que entrar de todas formas. Adiós, Ren, nos vemos... El lunes."

"O tal vez antes."

"Sí."

"Adiós, Yoh."

Ren se giró y se fue caminando. Decidió cruzar ahí mismo la calle, ya que no venía nungún auto.

No se percató de que un par de ojos lo miraban desde un árbol, escondidos entre las ramas, mientras que otor par lo miraba desde la entrada de al casa de los Asakura, sin ingresar aún, esperando hasta que el chinito se perdiera de vista.

"¡Ren Tao!"

Qué diablos pasaba? Esa voz era diferente a la de sus sueños, a la escuchada esa tarde naranja. Se dió vuelta, en la mitad de la calle, buscando a quen le llamaba con tanta urgencia, con una voz tan ronca y claramente masculina.

"Ren"

Ahora era la voz que conocía, esa que le causaba debilidad, esa que le había causado tantos problemas.

Una luz lo encandiló, dándole en los ojos directamente, y acercándose a toda velocidad. Lo único que alcanzó a hacer fue taparse los ojos con el brazo. Sus movimientos estaban lentos, su corazón acelerado. Era como si esas dos voces le robaran la vida lentamente.

"REN!" -Gritó el chico fuera de la casa, consternado.

Todo pareció pasar tan lento. El enorme autobús tratando de frenar, sin conseguir hacerlo a tiempo. Yho corriendo hacia el lugar, desde el patio de su casa. El cuerpo de Ren saliendo disparado por el aire, lejos.

Todo lo veía borroso. Sentía cómo la sangre se le empezaba a escurrir, sin poder evitarlo, producto del fuerte impacto contra el piso de su delgado cuerpo. Sabía que tenía el cuerpo lleno de cortes, pero no los podía sentir. La sangre se extendía como un manto bajo su cabeza, aumentando su diámetro velozmente.

De la casa, pronto salió un chico de cabello largo. Vió la escena sorprendido, sin reaccionar de ninguna forma, aún menos se le ocurrió ir a ayudar. Pronto desvió su mirada un árbol, muy cerca del lugar, donde sus ojos se econtraron con los de la persona que ahí estaba, oculta. Ambos sonrieron. Esto era algo que no tenían previsto que pasara... Habría que ver que ocurría ahora, cómo les influía en sus futuros planes.

Ya no podía más. Su cuerpo no podía más. Sus ojos veían un resplendor verde, cientos de pequeñas lucecillas de ese color y rojas. Quería seguir luchando, levantarse y continuar camino a su departamento, acostarse y que llegar Horo, y que luego se besaran. Pero su cuerpo ya no podía continuar peleando. Sus ojos se cerraron, sin que él pudiera evitarlo. Lo último que vió, entre los destellos de colores, fue el rostro preocupado, al borde del llanto, del menor de los Asakura, que trataba de reanimarlo. Y lo último que escuchó, antes de perderse en su oscuridad, fue una risa lejana, que salía de los labios del hermano mayor de su amigo, y otra que no reconocía de quien era, pero que le sonaba muy familiar.

"Horo... Horo"