Hola. Les gustó el capítulo anterior? En éste se explicarán un par de cosas, pero ni sueñen que se sabrá todo... no aún. "Superior a Mí" todabía tiene un largo camino que recorrer, asi que para su desgracia, continuaré atormentándoles con esta historia. Tendrán que aguantar un largo tiempo. A quienes me dejaron reviews, muchas gracias! Espero que cada vez más gente lo haga, estaré esperando sus sugerencias, y no se preocupen de que me valla a enojar.

Cualquier comentario, queja, llanto, petición, pataleta, amenaza, chiste, anécdota, propaganda, proposición, ruego, o lo que se les de la gana, pueden dejar review, o si desean, escribirme a mi mail, que siempre estoy disponible ahí -y no es broma-. Y como ustedes son personas lindas y buenas, me van a dejar review, cierto? No es tan difícil!.

Este capítulo me fue muy raro escribirlo... tenía tantas ganas de hacerlo, que escribía en cualquier parte, incluso cuando estuve enferma y con fiebre. Uh, otra cosa, perdón si hay muchos errores, ahora sí me tomaré un tiempito para revisar antes.

HoroxRen, AU. Deseo que Shaman King sea mío, pero lamentablemente, eso es sólo una utopía: La serie tiene un dueño, que encima es japonés. Japón y Chile no tienen ni siquiera una letra en común.

Y aquí está, el que ya se ha vuelto...

Superior a Mí.

Capítulo VIII: Fotografía al Interior: Superior a Ti.

"Ah..."

Se despertó de impreviso, cubierto por un espeso sudor frío y con largos escalofríos recorriéndole toda la piel. El sol no había salido, todo se mantenía en penumbras, y la nieve hace un rato había dejado de caer desde el cielo. Fue muy poco lo que durmió, ya que un sueño extraño y sombrío le había obligado a volver al estado de conciencia.

Tenía que regresar. Ahora. Algo había pasado, él único que podía proteger a Ren, y lo había dejado solo, a la merced de cualquiera. Si le hacían algo al chino... No, no lo podía permitir.

Se levantó rápidamente, sin siquiera ponerse su chaqueta u otra cosa para abrigarse. Ahora entendía a que se refería la "Carta" del joven del tren, sólo esperaba que aún no fuera tarde. Corrió por los pasillos, semidesnudo, con el corazón en la boca y un nudo en la garganta.

Ya poco le importaba hacer o no ruido, de todas formas su madre se daría cuenta de que se marchaba.

Entró en una habitación en la cual ya había estado durante esa noche, con la respiración acelerada y haciendo bastante ruido, no sólo con la puerta al abrirla de golpe, sino también al entrar corriendo.

"Pillika... Pillika despierta." - le dijo mientras la movía, sin mucha delicadeza.

"Uhhn... No, no Tamao, eso es mío."

"Despierta, tonta!"

"Horo-Horo?"

"Me voy de aquí, tengo que regresar a casa"- habló atropelladamente, sin siquiera dar tiempo a su prima de que reaccionara del todo.

"Qué? Pasó algo, Horo?"

"No lo sé. Pero yo ya regreso."

Se dio Media vuelta y se dispuso a retirarse de la habitación de la pequeña.

"Espera. Voy contigo." - Dijo la chica, tirando a un lado las sábanas.

"Segura? Tus padres están aquí, y se preocuparán. Cuando tu madre me llamó para pedirme que nos vinieramos, estaba muy preocupada por ti."

"Pero tu estarás allá."

"Pillika..."

"Lo sé. Ya sé que somos primos, que tu eres homosexual y tu novio es Ren... Y que lo amas a él, no a mí. Lo tengo claro, Horo. Pero a pesar de que lo sé, no puedo evitar esto. Por más que me repita que no, que me diga que ya lo hablemos, que lo tengo a superar y que ya no siento nada, no puedo dejar de amarte. Ya sé que es algo insano, que esto dejó de ser una admiración infantil, un amor de niña provocado por la cercanía. Mi corazón es ciego, no ve el ahora, sólo se esperanza con los recuerdos, que son como fotos, que me hacen pensar una y otra vez en ti, y en los momentos que pasamos juntos. Este es un amor de adolescente. No te tendré nunca, pero por lo menos, déjame permanecer a tu lado."

"Tal vez será mejor que esta vez te quedes aquí, lejos de mí. Tus padres estarán felices de recibirte y de que regreses con ellos. Puede que así se te pase y puedas empezar a vivir tu propia vida en el ahora, y no en ese pasado que..."

"No!" -La chica lo interrumpió, conmocionada- "No. La vez pasada que nos separamos, logré todo lo contrario.Tu ausencia hizo que pensara más en ti, que alimentara la absurda esperanza. Tengo que superar esto con la realidad, teniéndote a ti y a Ren cerca. Debo lograrlo. No dejaré que vuelvas a irte y me dejes aquí. No voy a dejar que te vallas solo!"

"Haz como quieras"- y se encogió de hombros.

En ningún momento durante la conversación, Horo se dio vuelta. Permanecía mirando hacia la puerta, quieto. Pillika estaba sentada en su futón, con los ojos brillantes y una difícil de ignorar tristeza marcada en su rostro. La chica no veía la expresión de ainu, por suerte, ya que extrañamente, ésta era seria y fría. No podía perder más tiempo con su primita en tonterías, aunque esto no lo fuera, no podía demorarse más. Quería regresar y hallar que todo estaba bien, que sólo había sido su imaginación, un arranque de inseguridad. Pero parecía imposible escapar de esa casa que era como una cárcel.

"Asi que..." -Se escuchó una voz cavernosa que parecía salir de las paredes, helándoles la sangre y asustando al peliazul, lo que se mostró al instante en su rostro- "Eres Homosexual."

Un panel de las apredes se movió, abriéndose un pasadizo oscuro, del cual sólo se veía el inicio, y luego se cerraba una espesa oscuridad. Una sombra muy doblada, al parecer de alguien de baja estatura, y que resultaba imposible identificar sus rasgos, salió de allí. En cuanto puso sus pies en la habitación, la desconocida "puerta" se cerró, dejando la habitación tal como antes, en apariencia, ya que el aire ahora se había vuelto irrespirable, como si fuera un denso químico nocivo que flotaba entre los tres.

"No sabía que tenías puertas y salones secretos. Qué es esto, un campo de concentración o qué?" - Dijo el ainu haciendo uso de todas sus fuerzas para que no le temblara la voz. La rabia se reflejaba en ésta.

"Cierra la boca, no tiene porque importarte, si ni siquiera vives aquí... y por lo que escuché, tampoco vives con tu prima."

"Eso tampoco le importa a usted. Además, no me venga con teatros ahora, como si le importara que yo esté aquí o no."

"Baja el tono, mocoso, que aún eres un pendejo que depende de mí."

"No lo trate así, por favor!"

"Vaya, vaya, pero si ha hablado la chica con más moral. Mírenla, es la gran Pillika, la enferma, la imbécil que se enamoró de la sangre de su sangre, de su propio primo!."

La peliazul bajó la cabeza, avergonzada, y las lágrimas comenzaron a caer desde sus ojos azul oscuro. Se formó un silencio, en el que sólo se oía el hipear de la chica cada unos cuantos segundos. Cada uno podía escuchar su propia respiración y latidos del corazón, los cuales latían con diferentes tonadas: Uno bombeaba sangre despacio, otro con odio, y el tercero con desesperación.

El ainu y la sombra se miraban fijamente, retándose.

"Me voy, y Pillika viene conmigo."

"Vas a volver a huir, dirás. Y esta vez, arrastrarás en tu caída a tu "inocente" prima."

"Tómelo como quiera."

"Eres un desconsiderado, un caso sin remedio. Yo que te di a luz, que te envío dinero, te permito estudiar... y tu sin más, te vas."

"Usted no me envía dinero."

"Lo hacía tu padre, que es lo mismo. Y ahora que él murió..."

"Sobreviviré hasta que cumpla la mayoría de edad con lo que me da directamente su herencia, y con la ayuda de mis tíos, ya que a ellos realmente les importamos." - dijo con desición.

"Crees que permitiré que te vallas así como así?"

"Tendrás que hacerlo. Escúchame, anciana" -dijo perdiendo el control al ver que la encorvada mujer hacía un ademán de ir a interrumpirle- "Algo está pasando, y no tengo idea que es! No voy a dejar, entiéndeme bien, NO voy a abandonar a la persona que más amo por tus tonterías, por tus absurdos caprichos!

"Para qué quiere que Horo se quede? Qué desea de él? Usted no lo quiere, nunca lo quiso, porque usted no quiere a nadie... Porqué insiste?"

Pillika miraba al piso, con una mano en su pecho, y la otra tirada en el futón. Ella aún estaba sentada.

Un golpe seco se escuchó en el silencio. La mejilla de la chica enrojeció al instante. La anciana le había pegado con la palma de su mano extendida. Sus ojos se abrieron mucho, y su rostro quedó inclinado hacia el lado que el golpe le hizo mirar. Lentamente, cerró los ojos al mismo tiempo que llevaba su mano hasta ponerla sobre el lugar adolorido. Sus labios se curvaron en una mueca triste y, a la vez, llena de enfado y hastío.

"Puta" -Siseó con los dientes apretados la anciana- "Puta, puta. No te metas, hija de perra. Qué, es de familia acaso el que se anden metiendo donde no los llaman? Acaso tu familia tiene como único objetivo meterse en mi vida y hacérmela imposible? Eres igual a tu padre, haciendo y diciendo cosas que no le corresponde... Robándome todo lo mío! Maldita enferma..."

Se detuvo en seco. Había vuelto a alzar la mano, para propinarle otro golpe a su sobrina, pero su mano fue sujetada con fuerza en el aire; Con tanta, que le hacía daño. Se giró, quedando frente a frente con quen la detenía, y por segunda vez en su vida, siendo la primera frente a su cuñado, la madre de Horokeu sintió miedo. Un terror que se podía apreciar claramente en su rostro la recorría por completo, adueñándose de cada una de sus células. Los ojos con que se encontró eran fríos como el hielo, mucho más fríos que los de ella. Era la mirada más cruel y decidida que jamás se atreviera alguien a dirigirle. Ese... Ese no era su hijo. Era el hijo de su esposo. Y le aterraba ver que la superaba en fuerza y frialdad.

"Suéltame. Suéltame!" - Chilló como una rata asustada.

Sin oponer resistencia, él la soltó. La anciana epezó a retorcerse la muñeca, adolorida. La mirada del ainu no perdía sus características. Su madre no podía abandonar el miedo, pero trataba -en vano- de disimularlo.

"Maldito maricón" -dijo más para sí misma, pero se notaba que quería que la escucharan- "eres un gay de mierda. Vállanse de una vez! Nadie les está pidiendo que se queden, asi que desparezcan de mi vista! Y tu" -la anciana caminó hasta quedar frente al peliazul. Había recuperado parte de su coraje, arrogancia e insensibilidad- "Ni se te ocurra volver por aquí, ni pedirme nada en tu puta vida."

La encorvada mujer salió de la habitación por la puerta verdadera, cerrando con un portazo. Ni el ritmo de los latidos, ni la expresión de Horo habían cambiado.

"Horo-Horo..."

Ante la fragilidad de la voz, el ainu volvió a la normalidad, ralajándose de inmediato, poniendo una expresión más dulce en su rostro. Se acercó a su prima, y se arrodilló delante de ella.

"Estás bien, Pillikita?"

Su voz era un susurro enternecido, tranquilizante. Quería ofrecerle a su prima toda la protección posible, que ella se sintiera segura. Puso su mano en la mejilla de la chica, ya que ella había sacado su mano de allí, para que así lo mirara a los ojos. Sus rostros estaban muy cerca, la peliazul podía sentir la respiración tranquila de su primo en su mejilla y cuello. No puedo evitar sonrojarse. Apenada por no poder controlar sus sentimientos, desvió la mirada y movió su cabeza de manera que su primo entendiera que se encontraba bien. Horo sólo sonrió, comprensivo.

"Vístete y prepara tus cosas. En diez minutos vengo por ti."

El chico salió de la habitación, sin preocuparse de que su madre pudiera ir a molestar a su prima: No a hacerlo otra vez, y sería raro que se volviera a acercar a ellos. Esta vez sí fue conciente del frío que hacía. Ren... sólo tenía que esperar un poco más, en menos de un día estaría a su lado.

Ya en su cuarto, se vistió, guardó todas sus cosas en el bolso y se lo puso al hombro, sin poner mayor atención en lo que hacía. En poco rato, estubo listo del todo y se fue en busca de su prima.

No volvieron a ver a su madre en todo el rato que permanecieron en esa asa. Fue un alivio, ya que no hubiese soportado otra pelea así, ahora se encontraba mentalmente agotado. No quería terminar golpeando a su propia madre, por muy desagradable que ella fuera, no podía ser de ese tipo de cobardes.

"Necesito que me acompañes a hacer una visita antes."

"Como digas."

Tomaron un camino que a la chica se le hizo familiar. Al pasar por una tienda, el ainu compró unas hermosas flores, frescas y perfumadas. Hace un rato que el sol había hecho su entrada. Caminaron bastante rato, con el viento pegándoles por un lado. La peliazul quería preguntar hacia donde se dirigían, pero prefirió guardar silencio. Ella confiaba ciegamente en su primo, era capaz de seguirle incluso por un camino que la llevara a la muerte. No le importaba, mientras pudiera estar a su lado. Sin siquiera darse cuenta, un gran respeto y algo de temor surgieron en su corazón, luego de ver lo fuerte y frío que el chico podía ser. Pero ella era feliz con él, no le importaba nada más.

Mientras contara con sus sonrisas y su cariño, aunque fuera un amor como de hermanos, no le importaba que ocurriera a su alrrededor.

Entraron por una enorme reja de metal, que estaba llena de gotitas, producto de la nieve que ya se había derretido. Realmente fue una nevada muy suave: De esas que al tocarte, la nieve se deshace.

"Hola. Te he traído flores. Te gustan?" -Preguntó, mentras las colocaba sobre una superficie de piedra. Era la tumba de su padre. Su prima permaneció parada más atrás- "Tal vez esta sea la última vez que te venga a visitar. No me gusta la idea de que ahora que me voy, vas a esta muy solo aquí, ya que el único que te visitará será tu hermano, pero él tiene su familia y trabajo, que no puede abandonar; pero no tengo otra opción. Aún no te perdono por irte así y dejarme aquí, solo. Sabes que mi madre jamás aceptará que no me gustan las mujeres, pero por lo menos tengo el consuelo de que tu lo supiste y me diste tu apoyo. En fin... Mira quién está aquí conmigo! No te alegra ver a la pequeña Pillika?"

"Horo!"

"Sí, sí, ya lo sé, primita, has crecido mucho. La última vez que la viste, papá, fue antes de que se fuera a la ciudad, conmigo. Estoy seguro que te alegra verla. En un rato más nos devolvemos a la ciudad, la verdad es que contigo muerto, ese es nuetro único hogar.. bueno, para Pillika aún está su casa. Yo, en cambio, no le puedo pedir más a mi tío. Esta es mi despedida, querido padre."

Se alejó, hasta quedar al lado de su prima. Permanecieron en silencio, mirando la reciente tumba con respeto y cariño.

"Horo... Puedo hacerte una pregunta?"

"Claro, dime."

"Porqué tu madre detesta tanto a mi padre, a nuestra familia?"

Sin mirarla, el chico de ojos negros empezó a explicarle.

Es una larga y antigua historia, te la contaré lo más resumidamente posible:

"Nuestros padres siempre fueron muy cercanos. Se querían mucho, ambos eran muy dulces y preocupados por los demás. No era muy dificil darse cuenta de su parecido, eran como dos almas complementarias. Solían pasar mucho tiempo juntos, incluso más del que dos hermanos acostumbran. Ellos eran mejores amigos.

"Mi madre, en cuanto conoció a mi padre, lo deseo, como hombre y como esposo. Pero ella veía la cercanía de los dos hermanos como un obstáculo para conseguirlo. Ella... Ella hizo muchas cosas para tratar de separarlos. Creo que le tenía celos, unos enormes. Creía que entre ellos había una relación más allá de la sangre. Es por eso que odia a los homosexuales. Aunque no se bien que trucos uso, logró que se distanciaran algo. Utilizó a nuestros abuelos, que en paz descansen, para que obligaran a mi tío a marcharse fuera del país por varios años. En ese tiempo, fue que él conoció a tu madre.

Creo nunca logró enamorar a mi padre, pero nuevamente uso a sus "suegros". Según me dijo el abuelo en su confesión antes de morir, esa vez los amenazó con contar un secreto a todo el pueblo. No sé que secreto era, pero debió ser muy importante para que lograra convencerlos. Así mi madre logró que se concretara el matrimonio. Pero nunca logró reemplazar el amor de papá a su hermano. Ella no nunca se dio cuenta de que tenía que conseguir otra clase de amor, diferente al que ellos se tenían.

Cuando tu padre regresó y se enteró del matrimonio, yo ya había nacido. Trató de separarles, ya que sabía que no había amor, y como buen hermano, quería la felicidad de mi padre. Por más que Pai, mi madre, lo amenazó, tu padre no le tenía miedo. Pero ella se salió con la suya e hizo que ellos dos se pelearan, esta vez en serio. Luego tu padre se casó, y se distanciaron aún más. Pero en el fondo, la sangre siempre los mantenía atados. Mi madre nunca logró que la amara, y en vez de culparse a sí misma por su conducta y tratar de cambiar, en ella nació un odio por tu familia.

A tu madre tampoco le tenía aprecio, ya que ella era todo lo contrario a su persona, y estaba siempre tratando que los hermanos se reconciliaran. Y luego de que nosostros nos marcháramos, lo logró, en parte también gracias a la muerte de los abuelos. Mi padre dejó de tocar a mi madre, y se dió cuenta de todas sus manipulaciones. Tu padre la amenazó para que no intentar nada nuevamente. Mi propio papá empezó a sentir algo así como desprecio hacia Pai. Y luego, hace unas semanas, él murió, acabando toda posible unión entre las dos familias, sin considerarme a mi, ya que ahora yo también he roto los vínculos con ella. "

"Ya veo... Porqué yo no sabía nada de eso?"

"Tus padres no querían asustarte. No sé si lo recuerdas, pero una vez mi madre... Creo que ya es tiempo de que sepas. Ella tiene envidia de tu familia, porque existe amor entre ellos y son felices, cosa que ella nunca logró. Trató de matarte, ahogándote. Te rescatamos justo a tiempo. Al parecer, fue algo bastante traumático, y tu cerebro bloqueó el recuerdo. Además, eras muy pequeña."

"Yo... No recuerdo nada de eso."

El peliazul pasó un brazo por los hombros de su prima, acercándola a él.

"Mi padre te quería como si fueras su propia hija."

"Y yo lo quería como un segundo padre."

Estuvieron en silencio.

"Primo..."

"Qué pasa?"

"Tu... Tu amas a Ren?"

Horo guardó silencio un rato. Lo amaba? Siempre lo decía, pero, cuán cierto era? Él siempre trataba de proteger al chino y de demostrarle su cariño, pero Ren nunca le había dicho que lo amaba. Siempre estaba buscando que él le dijiera esas palabras, pero no lo hacía. Un momento! No podía estar dudando así. No importaba si el peliviolacio le correspondía del todo o no, Pillika le preguntaba por lo que él sentía, y lo que había en su interior, quemándole, era algo indestructible.

"Sí."

"No pareces del todo convencido." - Una gota de esperanza se coló en el alma de la chica de ojos azules.

"No digas tonterías, claro que lo amo".

"Está bien."

"Ahora ya nos vamos. Adiós, padre."

"Adiós, tío."

"Estás segura de que no quieres pasar a ver a tus padres?"

"Sí, estoy segura. A más los vea, más difícil se me hará dejarlos."

"Bien, como quieras. Vamos."

Tomaron sus bolsos, y se fueron caminando, uno al lado del otro. El viento los acariciaba de lado, moviendo su cabello, al mismo compás que movía el largo abrigo de Pillika, que la protegía del frío.

A su paso, tras de ellos, el pasto y los árboles danzaban bajo la luz de la mañana. Todo estaba mojado por la nieve.
Como era costumbre, en el cuarto de Hao estaban todas las luces apagadas. A simple vista, parecía esar vacío, ya que el chico que, según los dueños de casa, alojaba allí solo, no estaba. Pero si se fijaban con atención, podrían ver una sombra arrodillada al lado de la cama, al parecer luchando con algo, y ya sin mucha paciencia.

"Deberías darte por vencido, por más que intentes abrir esa caja, no lo vas a lograr."

El pelilargo acababa de entrar a la habitación, sin siquiera haber guardado la precaución de cerrar la puerta. Observaba divertido la posición del otro y en un acto travieso, encendió la luz.

"Apaga esa maldita cosa!"- Dijo el chico que estaba en cuatro patas en el suelo.

"Tienes suerte de que Yoh no esté en casa y que puedas gritar de esa forma."

"Caja del demonio" -Dijo ignoránde, mientras volvía a poner la caja bajo la cama y él mismo se acostaba en ella- "En fin, Hao, cómo está Ren?"

"Anda, nada más cámbiame el tema de una forma menos disimulada. Se que te tiene intrigado la caja."

"Agh, no molestes, y ábrela de una vez."

"Ja, ni lo sueñes."

"Bueno, ya lograré yo hacerlo, aunque tenga que conseguir una sierra" -se encogió de hombros- "no me has contestado MI pregunta."

"Vale, vale, tranquilo. Sigue igual. Nadie sabe que es de él, ni que le pasará. Esos doctores desgraciados no dicen nada. Tal parece que aún vive, pero que está muy grave."

"Por supuesto que está vivo."

"Tienes razón."

"Me decepcionas, Hao. Creí que con tus "grandes" habilidades, conseguirías algo más de información, o aunque sea verle."

"Ya basta de bromas, ahora respóndeme tu algo."

"Déjame adivinar: Quieres saber cuando regresa Horo-Horo, No?" -Sonrió ante al sorpesa del pelilargo al verse descubierto- "Bueno Haito, te aviso que en cualquier momento llega. Creo que hoy, cerca del medio día, tomó el tren de regreso. Y si no fue así, ya debe venir en el tren hacia acá."

"Ya veo. Eso significa que Horo y Pillika pronto se unirán a esta danza."

"Pillika?"

"Claro, Pillika, la peliazul, ya sabes, la que vive con Tamao. La prima de Horo."

"Pues..." - Se pudo ver duda en su rostro.

"No me digas que no sabes quienes son!"

"Cómo quieres que lo haga? Yo sólo se las cosas más importantes de acuerdo a Ren, y principalmente de su relación con Horo, y un par de cosas más! Nada de chicas insignificantes."

"Ya veo." -Hao sonrió- "Pues te infirmo que no serán tan insignificantes."

"Espera... Tamao es esa chica rosa?" -El Asakura asintió- "La he visto un par de veces. Y de qué forma esa chica tan tonta te servirá?"

"Ya lo verás, ya lo verás."

"Ah, con que andas misterioso, Haito."

"Ya te he dicho que no me llames así."

"Bueno, bueno. Hey, mencionaste algo de que Yoh no estaba, y si puedo gritar, quiere decir que Anna tampoco está."

"Así es. Yoh se quedará a "cuidar" de Ren. Pasará las noches en el hospital hasta que Horo regrese. Mi hermano es el único que sabe como está él, y que puede verlo. Anna se iba a quedar aquí, pero al parecer mi hermanito no confía mucho en mí, y la obligó a quedarse donde Tamao."

"Uh. Pelearon?"

"Sí, y bastante feo."

"Era cuestión de tiempo. Hey, no puediste ver a Ren, eso que tu hermano idéntico a ti lo cuida, y sí pudiste averiguar todo eso sobre Yoh y Anna?"

"No molestes. Hice lo que pude."

"Ya. Asique... La casa está para los dos solos?"

"No te hagas muchas ilusiones, Denai."

"Siempre tan peceptivo, Hao."

"Je, pues claro. Ahora necesito que me contestes otra cosa."

"Lo que quieras"- dijo el chico que estaba acostado en la cama, mientras se pasaba la lengua sobre los labio, en un gesto de lujuria.

"Qué hacías ayer en ese árbol, justo cuando atropellaron a Ren?" -Preguntó el Asakura, ignorando el gesto del otro- "No tienes nada que ver con el accidente?"

"Me sorprende que pienses eso, Hao. Ya deberías saber que me gusta subir a los árboles y vigilar en que anda Ren. Claro que no tengo que ver, me tomó tan de sorpresa como a ti, y eso lo sabes claramente, ya que en ese momento nuestras miradas o decían todo."

El chico a quien Hao llamó Denai, se estiró en la cama con finos movimientos y aparente pereza.

"Escúchame, Denai. Saldré ahora un momento, tu quédate aquí. Si te da hambre, abajo está la cena. Si no te gusta lo que hay, puedes cocinarte algo. Si por alguna casualidad llegase a venir Anna o Yoh, ya sabes que te tienes que esconder. Ahora si que no pueden verte bajo ningún motivo. No me esperes despierto, vale?"

"Ya te he dicho que no me trates como si fuera un bebé, se perféctamente que hacer y que no... Y no me vengas con ese cuento de que vas a dar un paseo, que no te lo creo."

"Piensa lo que quieras. Adiós."

"Nos vemos."

El pelilargo desapareció, dejando todo en silencio. El muchacho que antes trataba de abrir la caja, se levantó de la cama y se encaminó a la ventana. Esa noche no había luna, y las estrellas estaban débiles y eran pocas. Era muy desagradable el que se notara la contaminación de la ciudad. Denai sonrió. Se acercaba el momento. En poco tiempo, todas las piezas estarían en el tablero, luego sólo faltaría organizarlas en las posiciones correspondientes para así comenzar la partida.
"Ya está la cena, Anna. Podrías ayudarme a poner la mesa?"

"Está bien."

Comieron en silencio. La chica rubia estaba enfadada, su rostro la delataba. Su compañera de mesa deseaba conversar, pero no se arriesgaba a que le gritaran... y la hecharan de su propia casa. Asi que optó por guardar silencio, algo bastante incómodo para ella.

La comida estaba deliciosa, preparada con dedicación y cariño, pero cierta chica no notaba nada de eso: Su boca estaba amarga, amarga, amarga; como la hiel. Tragaba lentamente, alimentándose sin ganas, y sin poder percibir sabor alguno. Su mente estaba en un estado parecido. Una neblina negra cubría su cerebro, evitando que sintiera... Casi logrando que no sufriera.

Anna no tenía máscaras, ella era así, fría, insensible. Creció de esa forma, jamás le enseñaron a sonreír. Yoh intentó enseñarle, y ella finjió que era feliz y que ya podía hacerlo. Ésa había sido había sido la verdadera máscara, tratar de ser alguien diferenta a como la habían criado, intentar seguir al castaño. Pero ahora ese chico que casi le había cambiado... A ese chico que fue tan dulce con ella, le importaba más otra persona, otro, un hombre... que gracioso, ella había creído que tenía ventajas con el moreno por el hecho de ser mujer, pero al menor de los Asakura eso no le hacía diferencias. A él le importaba más Ren. Claro, por algo estaba dispuesto a pasar todo el resto de su vida en ese maldito hospital, mientras que no importaba que fuera de la rubia, siempre y cuando no molestara y no la tocara su hermano.

Le importaba más ese chino que ella.

Los odiaba. Aunque Ren se estubiera muriendo, lo odiaba. No podía sentir pena ni preocupación por él, toda la amistad se había quemado e ido por un tubo, lejos, muy lejos. Pero aún a pesar de eso, seguía viva en algún lugar del mundo. ¡Cómo quería odiarlos, a todos ellos, a Ren, a Horo... a Yoh!

"Estaba delicioso, gracias."

"No pareciera que pensaras eso."

"Así?"

"Sí. En qué pensabas, eh? En toda la cena parecías tener la mente en blanco, el alma en otra parte."

"En negro, querrás decir." - dijo en un susurro, para sí misma.

"Eh? Qué dijiste?"

"Nada, Tamao."

"Ya."

"Vamos a lavar.

"Sí."

Luego de dejar todo limpio y ordenado, se fueron a la habitación. Era una pieza bastante grande, en la que habían dos camas, también amplias.

"Bien Anna, tu ocuparás la cama de Pillika mientras ella no esté. Ya veremos cómo nos las arreglaremos cuando ella regrese, aunque creo que entonces tu regresarás a tu casa con Yho. Si pasa cualquier cosa en la noche, despiértame. Que descanses."

"Buenas noches."

Tamao fue al baño a lavarse los dientes y colocarse su pijamma. Mientras esperaba que lo desocupara, la rubia tubo una idea. La pelirosada regresó al rato, lista para dormir.

"Oye Tamao."

"Qué pasa?"

"Ire a dar un paseo antes de dormir."

"Qué?"

"Tengo ganas de caminar." - mintió la chica- "La verdad es que la noche estaba horrorosa y lo único que necesitaba era estar a solas para pensar."

"Ehhh... Peleaste con Yoh?"

"Eso poco importa."

La rubia tomó su bolso, que había hecho de manera muy rápida en su casa, sacó su abrigo largo color café y se lo puso.

"Anna, mo quieres que te acompañe? No me demoro nada en vestirme otra vez."

"No. Prefiero ir sola."

La chica salió del departamento y bajó por las escaleras. La noche no estaba muy hermosa, pero aún así quería caminar. Lo hizo largo rato por una calle bastante atestada de gente, después de todo, era sábado y toda la gente salía: Algunos a cenar con la familia, otros a bailar y divertirse con los amigos. La chica era de las pocas personas que hiban solas: Incluso los ancianos caminaban con sus parejas, sonrientes. La gente la miraba con curiosidad, y otros con tristeza. No era algo normal ver a una joven tan seria y solitaria; tan amargada. Hastiada de esas miradas fijas en ella, se desvió por una calle solitaria, sin importarle el riesgo de que la asaltaran. Llegó a una plaza en la cual nunca había estado. Era grande y estaba mal iluminada.

Sentado en el pasto, con la espalda apoyada en un arbol, se encontraba un joven de su misma edad. Vio a la rubia acercarse a él, sin siquiera notarlo. Vaya vaya, esto era lo que llamaban tener muy buena suerte: Encontrarse con la persona presisa en el momento indicado.

"Annita, qué coincidencia encontrarte aquí!" - le dijo para llamar la atención de la chica.

"Dudo que para ti existan las coincidencias, "Haito"." - le dijo ácida, deteniéndose con los brazos cruzados frente a él.

"Jajaja. Pero que no ves, Anna, que el destino fue el que quiso que nos encontráramos aquí?"

"Qué es lo que quieres, Hao?"

"Necesito que me ayudes. Qué te parecería que trabajáramos juntos para lograr nuestros proyectos?"

Anna se empezó a reír de una manera fría y cruel. Hao sólo la miraba, esperando, sin ninguna emoción descifrable en su rostro.

"Hay, Hao... Tu y yo, unirnos? Ahora entiendo. Ese día que hablamos en la cocina, nunca estuviste preocupado por mí. Sólo estabas preparando el terreno para que luego confiara en ti y "trabajara", como tu dices, contigo."

"Perceptiva." -dijo con una sonrisa- "Pero no es del todo correcto. Claro que quería que me contaras tus cosas, en parte para luego unirnos, pero también porque a ti te haría bien. Necesito una socia fría, y con todas sus facultades mentales, que no son pocas, disponibles."

"Y a ti también te serviría saber bien que ocurría, No?"

"Claro, Anna."

"Descarado. Y crees que ahora te contaré lo que ocurría?"

"Puede que sí, puede que no."

La rubia lanzó un bufido de enfado en forma burlesca. Aunque la verdad es que no sabía que hacer en ese momento.

"Qué dices, Anna, aceptas?." - Le preguntó mientras se paraba y le extendía la mano, para que así la rubia cerrara el trato.

La joven se puso seria. La duda y el desconcierto estaban en su rostro. Se formó un prolongado silencio donde sólo se miraban a los ojos. El Asakura tenía una media sonrisa en el rostro.

"No lo sé."

Dicho esto, se dio media vuelta y se fue. El pelilargo continuó un rato ahí, con la mano extendida hacia delante, y sonriendo de medio lado.

"Ya verás, Anna, ya verás que muy pronto..." - dijo al aire, dejando la frase inconclusa. Se volvió a sentar en el piso, mirando el cielo.

No muy lejos de allí, en un hospital, un chico muy parecido al pelilargo, lloraba en silencio. Todo había salido mal, desde hace un tiempo que todo hiba al revés. Él ya no quería vivir así. Se sentía tremendamente culpable del accidente del peliviolacio, a pesar de que sabía que no había tenido nada que ver.

Yoh estaba en la habitación de Ren, un cuarto blanco, iluminado por una luz amarillenta que salía de un foco antiguo. El moreno estaba sentado en el sofá cama en que dormiría esa noche para así permanecer al lado del chino. A unos pocos pasos de él, en una cama a varios centímetros del piso, estaba su amigo, vestido con una pequeña bata blanca, cuberto sólo por ella y una sábana del mismo color que reinaba en toda la habitación. Se veía como si durmiera tranquilamente, sin soñar nada, pero esa idea se quebraba al ver los reciente cortes y magulladuras que cubrían su rostro, además de las máquina conectadas por tubos a su cuerpecillo.

El morenos llevaba cerca de un día entero allí, ya que había permanecido desde el comienzo al lado de Ren. Los doctores habían dicho que sólo había que esperar y rezar a Dios; ya que ellos ya no podían hacer nada. Y eso era presisamente lo que estaba haciendo.

"Por favor, Dios, salva a Ren."