Hola! Bueno, lo primero es los primero. Perdónenme por favor! Les agradezco por hacerme notar mis errorres ortográficos: Lamento mucho el tener tantos, la verdad es que trato de preocuparme lo más posible, pero creo que me había centrado más en la redacción, además de que tenía algunos problemas con mi computador -y claro, algunas cosas que no sabía- pero prometo desde ahora preocuparme más y poner todo mi empeño para mejorar. Al fin y al cabo, este es mi proceso de aprendizaje y estoy aquí para escribir mejor! De verdad, muchas gracias por hacérmelo notar, ya que soy una humana imperfecta -aunque estoy orgullosa de eso- y necesito de su ayuda, porque si ustedes no me muestran mis errores, será difícil que yo mejore. Gracias por todos sus reviews y espero recibir más!

Espero que con el capítulo anterior se les hayan aclarado algunas cosas, en éste también pasará eso: Los personajes explicarán algunas cosas que quedaron poco claras. Ya veremos si lo entienden más. Otra cosa importante: Tal vez me demore un poco más en subir el róximo capítulo, ya que estoy entrando en período de exámenes. Espero que me comprendan.

Superior a Mí de a poco va evolucionando, acercándose a su base. Pero creo que aún le falta mucho, como ya dije en el capítulo anterior... Qué emoción, ya estoy cerca del décimo capítulo.

HoroxRen, AU. Shaman King no es mío. Catita, espero que leas esto... Me muero de vergüenza, pero espero que te guste. Este capítulo es para ti, por tu apoyo incondicional desde el momento que nos conocimos. Ya sabes, muchos besitos, Vickyng.

Y como soy una persona responsable, éste ya es otro capítulo de...

Superior a Mí.

Capítulo IX: Perfume Inalcanzable

"Qué es lo que hace tan solita por aquí, preciosa?"

Apresuró el paso, haciendo como si no hubiera escuchado nada. Oyó unas risas atrás de ella y a sus lados. Se arregló el abrigo, tratando de obtener más calor en esa noche fría, e inconscientemente, buscando cubrirse, como queriendo desaparecer y que así no la viera nadie. Quería que cesaran esos escalofríos que la recorrían, debido a la situación en que se encontraba.

"No quiere que la acompañe, mi amor?"

"Deja, no ves que a la princesita le comieron la lengua los ratones, para que así no pudiera hablar con gente indigna de ella?"

Los hombres volvieron a reír sonoramente. No podía tener tan mala suerte. Porqué a ella? La pregunta que siempre rondaba su mente regresó, pero ahora acompañada por otra. Porqué a ella no habrían de ocurrirle todas esas cosas? Estaba pagando por todas sus malas actitudes pasadas; lástima que el precio fuera un poco alto.

Uno de los hombres le sujetó un brazo, para detenerla, logrando su objetivo. Claro que con un movimiento brusco apartó esos fríos y oscuros dedos de encima de su piel.

"Déjenme en paz, vagos."

Huy, cuidado, que la señorita se enojó."

Volvió a caminar con paso rápido. Al parecer se había tardado bastante en la plaza. Debería haber regresado a la avenida y luego directamente a la casa de su amiga, en vez de irse por ese callejón, en el que sólo se había encontrado con esos hombres maleducados y sin muy buenas intenciones. Y lo peor, es que parecía que todas las casas de los alrrededores estaban vacías, o con sus dueños durmiendo, eliminando toda posibilidad de recibir ayuda.

Maldita noche. No sólo estaba horrible, sino que también era maldita.

"No se haga la difícil, y venga con nosotros de una vez."

No tuvo mucho tiempo para reaccionar. De un segundo a otro, un par de manos le sujetaban cada brazo, otra le tapaba la boca, y una sexta y séptima la sujetaban por la cintura. Intentó forcejear.

Se percató que había un hombre que no había hablado y que tampoco la tocaba, permaneciendo parado, sin siquiera parecer entretenido, mirándola. Tenía el cabello y los ojos negros, mientras que su piel era bastante blanca. Parecía como si estubiera enfermo debido a su palidez. Podía decir, por su ropa, rasgos y actitud altanera, que tenía más recursos, y probablemente también estudios más altos que sus compañeros. Pero claro, seguía estando con ese grupo.

"Hmpf!"

"Shh... Tranquila."

Un cuchillo que brillaba en esa aterradora oscuridad se posicionó a escasos centímetros de su cuello. El hombre serio que estaba frente a ella por fin había hablado... Su voz era ronca, pausada y tranquila. Parecía un psicópata, con esa mirada tan fría y calculadora que recaía sobre la pálida piel de su cuello. Sintió terror. Eran muchos hombres, toda una pandilla, y sin duda la superaban en fuerza... Y encima tenía un arma blanca, que amagaba con atacarla, en manos de un joven que parecía loco. No sabía que hacer. Se quedó quieta, como paralizada, sin forcejear más, mirando fijamente aquello que amenazaba con cortar en cualquier momento su vida.

Parecía una novela, pasándoles todas esas cosas malas, una despues de otra, a ellos, sólo a ellos.

Desde el momento, años atrás, en que acusaron a Hao de todas esas horribles cosas, sus vidas se habían vuelto el juego de algún malvado titiritero, que deseaba representar una escena dramática, más que la adolescencia normal de un grupo de amigos.

"Así me gusta, bien quieta."

El hombre al decirle estas palabras, se acercó a ella, lanzándole su haliento en el cuello. Un escalofrío de miedo y asco le recorrió la espalda, sin pasar inadvertido por su principal captor, aquel que tenía el arma entre sus manos, que parecía ser el líder del grupo. Éste no le tomó mayor importancia a la reacción de la chica, pero dejó ver una sonrisa sádica en su rostro, un gesto totalmente vacío. Sintió como si se estubiera mirando por un pozo que le mostrara todas sus actitudes durante esa semana.

"Jejeje, si que nos vamos a divertir hoy, jefe." - Habló el hombre que la sujetaba por la cintura, también muy cerca de su oído. Le llegó entonces el olor a alcohol que fuertemente salía de su boca, dándole más asco. Pero éste aumentó al sentir cómo se movían las manos por su piel, "acariciándola".

"Claro. Vamos, hay que llevárnosla."

A rastras la sacaron de allí, hasta llegar a un galpón abandonado, que estaba rayado en varias partes con firmas y frases obscenas, que en ese momento no hicieron más que aumentar su miedo. La tiraron en un rincón, cerca de un muro, sin mucha delicadeza, y se colocaron en un semicírculo a su alrrededor. El líder le volvió a dirigir una sonrisa torcida, mientras pasaba un dedo por su arma, como disfrutando ver a la chica allí, sola, aterrada, indefensa.

"Es toda suya, muchachos."

El hombre de cabellos brunos dio unos cuantos pasos hacia atrás, y allí se quedó, mirándole serio, pero con un brillo pervertido en sus ojos, que antes no estaba; mas ella no tenía tiempo para prestarle atención a eso. Los otros cuatro hombres se le acercaban con miradas sucias. En vano intentó retroceder o escapar: Tenía un muro a sus espaldas, y a su derecha, evitando que pudiera ir hacia la puerta, varios toneles de aceite.

La fría Anna había desaparecido. Ahí sólo había una niña temblando de miedo, infantil y al borde del llanto.

"Yoh..." - dijo en un susurro inaudible, debido a que su voz no quería salir.

Los hombres estaban cada vez más cerca de ella. El que antes le tapaba la boca se le acercó, y rudamente la obligó a mirarlo, sujetándole el rostro. Una sonrisa parecida a la de su líder, pero mucho más lujuriosa, apareció en sus labios. Las lágrimas estaban prontas a caer de los ojos de la joven.

Y los otros hombres se seguían acercando.


"Ya regresé."

"Tardaste muy poco."

"Sí, es que las cosas fueron mejor de lo que esperaba."

"Que bien."

"Anna dentro de poco cederá y se unirá a nosotros."

"Es una buena noticia. Ya sabía yo que podía confiar en ti."

"Eso nunca. Ya cenaste, Denai?"

"Sí."

"Oye..."

"Aún no llegan, Haito."

"Hnnn... No sé cómo lo haces, pero siempre logras adivinar que es lo que voy a preguntar, especialmente cuando se trata de Horo."

"Ya sabes. Soy alguien muy especial."

Ya sé, ya sé, no tienes porque repetirlo todo el día."

"Hey, Hao... Cuándo llegaste tu aquí, a la ciudad, a quién fue el primero que viste? Digo, si vamos a ser socios, tengo que saber que movimientos hiciste antes de mi aparición.

"Uh, bueno... No estoy seguro de cuando llegué. Creo que fue hace más de un mes, pero estuve un tiempo sin mostrarme, en otro sector de la ciudad, alojando en un hotel. El primero con que hablé fue Ren."

"Con Ren? Yo creí que había sido con tu hermano."

"Te equivocas, Denai..."

Ese día había partido bañado por el sol. En un hotel ubicado en las afueras de esa ciudad, se encontraba temporalmente un joven de largo cabello. Finalmente había conseguido la dirección en que vivía Horo con Ren, aunque no iría a visitarlo allí todavía: Sabía perfectamente dónde quedaba su escuela, y allí sería su primer reencuentro con alguno de los amigos de su hermanito.

Cuando salió a la calle, las nubes ensombrecieron el cielo, eclipsando casi totalmente el sol. El joven sonrió, resignado: ese día estaría igual a como fue la semana. Lástima, ya que él prefería los días de calor, en los cuales brillara fuertemente el astro rey.

Pasaron varias horas, en las cuales vagó sin rumbo totalmente definido. Luego de un rato, decidió dirigirse a donde había elegido ir durante la mañana.

No fue muy difícil para él entrar: Solo tuvo que saltar por una reja, que era más baja que las demás, tal como hacía cuando estudiaba allí y no quería quedarse a clases. En esos tiempos, nunca pensó que alguna vez la utilizaría para entrar, y no para escapar. Subió al segundo piso, y esperó escondido cerca del salón al cual iba. Al rato sonó el timbre que indicaba el receso. Desde su escondite, vio salir a varios chicos, entre ellos al peliazul. Se veía entre triste y molesto. Luego de bastante rato, en el cual prefirió no entrar por precaución, salió Anna, seguida de sus amigos. Ren no salió. Sonrió. Esa sería una buena oportunidad.

"No me es agradable dejarlo ahí solo, sin que nadie lo acompañe. Anna, tu debes saber. Acaso peleó con Horo?- Preguntó una chica, a la cual identificó como la prima del peliazul.

"Eso creo."

"Pobre, se veía muy triste, a pesar de todo lo que intentaba esconderlo- dijo el más bajo de ellos."

"Espero que pronto se reconcilien. No me gusta verles así." - aportó la chica de ojos rosa.

El grupo se alejó, rumbo a las canchas, aún hablando, pero más bajo. No sería nada bueno que algún profesor los escuchara hablando de la relación de dos estudiantes varones.

Vaya, vaya, con que habían peleado. Esa era una información útil. Parece que ese era su día de suerte, no sólo se encontraba con que los demás dejaban al chino en el salón sin compañía, sino que también tenía ese otro punto a favor. Luego de un rato, cuando dejó de escuchar voces en el pasillo, decidió salir de su escondite.

Entró al salón y, en efecto, allí estaba el peliviolacio sentado, con una mirada triste, que se dirigía hacia afuera. Se acercó a él, y el otro chico cerró los ojos. Que patético se veía. Puso una de sus manos en su hombro.

"Ren." - lo llamó con un tono falsamente aterciopelado.

El peliviolacio se giró, sorprendido, recuperando su postura fría.

"Qué haces aquí? Cuándo regresaste?"

"Tanto tiempo sin verte, no crees, pequeño?"

"Cierra la boca, idiota, y respóndeme."

"Uh, pues creo que será algo difícil contestarte con la boca cerrada." -Ren hizo una mueca- "No importa cuándo volví, chinito. Y estoy aquí para hablar contigo."

"Conmigo? Y si puede saber que tenemos tu y yo que hablar?"

"Tenemos que hablar más de lo que crees."

"ah, sí?"

"Sí. No me iré con rodeos. Supe que peleaste con tu novio."

La mirada del ojidorado se ensombreció.

"Eso no es tu asunto."

"Oh, claro que lo es. Escúchame, Ren: Si tu no aprovechas a Horo, yo no perderé la oportunidad. Cuando me fui, te lo dejé todo muy fácil, pero ahora vengo decidido a recuperar lo que siempre debió ser mío."

"Tuyo? No me hagas reír, Hao.

"No me hagas reír tu, Tao. No eres nada para Horo, no eres digno de él. Él es mucho más fuerte que tu, merece algo mejor."

"Y ese serías tu?"

"Claro, podría ser. Yo lo haría mucho más feliz y le mostraría cómo disfrutar más de la vida."

"Por favor, Hao, alguien con tu pasado no se lo desearía a nadie, y menos a Horo-Horo. Tu no podrías hacerlo feliz."

"Y crees que es mejor alguien tan sensible, dependiente, cerrado y egoísta como tu? Alguien, que por si fuera poco, no recuerda su pasado, y no sabe qué pudo haber hecho ahí?"

"Ese no es tu asunto: Es Horo quien debe decidir."

"Sí, claro. Pero yo le mostaré lo que puedo brindarle. No olvides que ahora estoy decidido a que él será mío, y haré lo que sea necesario para lograrlo, no me importa si tengo que sacarte de mi camino con cualquier método. Esta vez no me iré sin obtenerlo."

El chino se quedó de piedra. "Sacarte de mi camino". No quería ni imaginar cuáles eran las formas que el Asakura podía utilizar para cumplir su palabra.

Vió como el chico salía del salón, con paso seguro.

Y antes de que alguien pudiera verle, el chico de largo pelo castaño abandonó el establecimiento, por donde mismo había ingresado.

"Je. Con que amenazaste a Ren."

"Así es. Y como ves, no puedo romper mi palabra de que Horo será mío."

"Claro. Hao Asakura cumple sus promesas... Casi siempre."

Se rieron, ambos de una forma fría y calculadora. Los ojos de Denai se mantenían fijos en su compañero, sin mostrar emoción alguna.

De pronto, Hao sintió algo extraño en su pecho. Era su hermano, que le estaba traspasando un sentimiento. Era lo extraño de ser gemelos: A veces, uno sabía lo que el otro sentía.

En una habitación del hospital, el menor de los Asakura despertó sobresaltado. Tenía un presentimiento sobre que algo estaba pasando. Era algo muy fuerte, que estaba inundando cada uno de sus poros.

Miró la cama a su lado. Ren aún "dormía". Se preguntó cuándo llegaría Horo-Horo, y cómo se lo tomaría. Si antes habían tenido problemas, probablemente ahora casi lo mataría, se desquitaría con él. El peliazul sufriría mucho. Pobre Horo. Pobre Ren.

Pero no era eso lo que lo tenía inquieto, otra persona lo había despertado y creado esa incertidumbre en el corazón: Anna. Tomó el teléfono, y discó el número de Tamao.

"Bueno?"

"Tamao, hola, soy Yoh. Está Anna?"

Se formó un silencio. Oh no, eso no significaba nada bueno. Sentía el corazón en su boca, debido a la inquietud que le provocaba el silencio de su amiga.

"Tamao?"

"Este... Fue a dar un paseo, Yoh."

"Sola!" -El Asakura casi gritó.

"No me permitió acompañarla." -le dijo tratando de tranquilizarlo- "Pero no te preocupes, en cualquier momento regresa. Cuando llegue le diré que te llame, Sí?"

"Gracias, Tamao."

"Adiós, Yoh, buenas noches."

"Buenas noches."

En su departamento, la pelirosada se mordió el labio. Hace más de tres horas que la novia de Yoh había ido a dar su famoso paseo, y empezaba a preocuparse. Sabía que no tenía sentido hacerlo: Probablemente la chica se había ido a bailar o a su casa.

Lamentablemente, ninguna de las dos opciones la tranquilizaba: Anna estaba muy deprimida y despechada, por lo que podía cometer una tontería de la cual se arrepintiera, y el que estubiera sola en su casa tampoco era algo apaciguador.

Cogió el teléfono. Tenía que llamar a la casa de los Asakura, para asegurarse de que no estaba allá. Si no le contestaba nadie, quería decir que se había ido a bailar. Empezó a marcar, lentamente.

Oyó entonces como la puerta se abría. De inmediato colgó y se dirigió hacia la entrada, dispuesta a preguntarle a la rubia el porqué de su demora, e informarle que su novio la había llamado.

"Anna, que bueno que ya... Pillika!"

"Tamao! Que bueno encontrarte despierta, me alegra mucho verte." -la más pequeña tiró su maleta al suelo, y sin cerrar la puerta ni pensarlo mucho, corrió a abrazarla, tirándosele prácticamente encima- "Hey... Porqué me confundiste con Anna?"

"Verás... Es que pasaron muchas cosas en estos días." -Le dijo aún abrazada a su amiga, ensombreciendo su expresión- "Y bueno, Anna se quedará a alojar algunos días aquí, pero salió hace tres horas y aún no regresa..."

"No me digas que peleó con Yoh!"

"No lo sé, pero pasó algo mucho peor."

"Hay, Tamao, no pongas esa cara, que me asustas!"

"Es que... Hay, Pillika!"

La pelirosada abrazó más fuerte a su compañera de cuarto, y se largó a llorar. No había querido -ni lo había hecho- hacerlo antes, para que las cosas no se pusieran más tristes y tensas, pero la verdad es que necesitaba hacerlo. Y ahora que Pillika estaba allí, podía desahogarse. Ren era su amigo, y estaba muy preocupada por él. Sabía que no era bueno inquietar a su amiga y que ésta la viera así, ya que ella se preocuparía más aún; pero no podía evitarlo: No podía mostrarse débil ante Anna, asi que ahora era el momento de mostrar todos sus sentimientos.

"Tranquila, Tamao. Yo estoy aquí para ayudarte. Tranquila, amiga." - le dijo mientras le acariciba el cabello, como quien va a ayudar a una niña pequeña luego de que ésta tenga una pesadilla, sin soltarla.

La llevó hasta una silla del comedor y la hizo sentarse allí. Rápidamente, entró su maleta que estaba en el umbral de la puerta, y cerró ésta. Luego fue por un vaso de agua a la cocina, se lo pasó a la otra chica que sollozaba ruidosamente, con las manos apoyadas en sus piernas, y se arrodilló frente a ella, apoyándose en la pelirosada, y tomando su mano para así demostrarle su apoyo y cariño.

"Ahora sí, Tamao, explícame todo."

"Lo... Lo que pasa..." -Su voz sonaba muy infantil, como la de un crío que intenta explicar el porqué de una travesura, sin parecer culpable- "Es que... Es que Ren..."

"Qué pasa con Ren?"- Sin quererlo, dijo el nombre como escupiéndolo.

Diablos, esos días con sus amor imposible habían complicado sus sentimientos... o mejor dicho, los habían hecho salir a la superficie otra vez, sin que pudiera controlar sus celos, ni poder ocultarlos como había aprendido a hacerlo en el último tiempo.

"Pillika" - Tamao la miró sorpendida. En un principio la peliazul no le tubo mucha simpatía al novio de su primo, lo cual era entendible: Horo y ella eran como hermanos, y era natural que quisiera lo mejor para él y lo celara un poco, pero la pelirosa pensó que ya no era así. ¿Qué significaba ese tono en la voz de la menor del grupo?

"No me tomes en cuenta, amiga, y explícame, por favor."

"Lo que ocurre" -La chica se había calmado un poco- "es que Ren está inconsciente en la clínica."

"QUÉ!"

La peliazul se levantó de golpe. Sus labios temblaban, y sus ojos se habían humedecido. Ren era su amigo, pese a su "rivalidad" -de la cual él no tenía la menor idea-, y además si le había ocurrido algo, Horo se pondría muy triste y sufriría mucho, eso era todo lo contrario a todo lo que ella quería.

"Cálmete, Pillika." -Se encontraba aún más sorprendida por el repentino cambio de la usualmente alegre chica, a tal grado era su estupefacción, que sus lágrimas habían cesado- "Ren... Él tuvo un accidente. Lo atropellaron."

"No... No puede ser. Estás segura que fue a Ren, y no a Yoh? Digo, él es mucho más descuidado."

"Claro que estoy segura, tonta!" - No pudo evitar sonreír, pese a lo triste que estaba, por lo ridículo que era el comentario de la peliazul.

"Vamos, Tamao, vístete pronto, tenemos que ir a avisar a mi Horo y llevarlo al hospital!"

"Tu Horo?"

"Ah, tu sabes, tu sabes, mi Horo, mi primo." - respondió rápidamente, como si fuera lo más obvio del mundo. Uf, se había salvado por poco. Se dio vuelta, para esconder su sonrojo, haciendo como que hiba a llevar su maleta a la sala.

"Claro, no sé en que pensaba. Me voy a vestir y vamos. Por mientras llama un radiotaxi."

"Sí, pero apresúrate."

"Antes que me olvide... Podrías aprovechar para dejarle una nota a Anna, explicándole que regresaste y que iremos con Horo al hospital?"

"Claro, claro. Tu sólo vístete, Rosadita!"

"Pillika!" - Le gritó ya desde el cuarto la mayor de las chicas, con tono de reproche.

"Vale, vale, lo siento."

Al poco rato, estaban listas. Decidieron bajar a esperar el taxi.

Anna:

Hola, soy Pillika. Yo y mi primo regresamos, como te darás cuenta. También me enteré de lo de Ren. Iremos a buscar a Horo para contarle lo ocurrido y luego ir al hospital. Nos vemos al regreso. Puedes dormir en la cama que quieras esta noche.

Saludos,

Tamao y Pillika

La nota quedó sujeta en el refrigerador. Lo que ellas no sabían es que nadie llegaría esa noche, y que la nota no la leería alguien antes que ellas, a su regreso.
La estación de trenes quedaba mucho más cerca del departamento de Horo que del de Pillika, por lo que él llegó casi media hora antes a su casa. Estaba muy cansado debido a que fue un largo viaje. Entró silenciosamente: Quería darle una sorpresa a Ren.

Todas las luces estaban apagadas, asi que Ren debía estar durmiendo. Dejó su maleta en la sala y fue al cuarto, ahí probablemente estaría el chino. Se sorprendió al encontrarlo vacío.

"Ren?"

No obtuvo respuesta. Todo estaba en silencio, la falta de ruidos era tal, que llegaba a asustarle. Con un suspiro, supuso – o trató de convencerse- de que estaba donde Yoh o Manta, era algo obvio que no estaría solo en esos días y que sus amigos le harían compañía. No importaba, así podría darle una verdadera sorpresa. Regresó a la sala, y escondió un poco su maleta, para luego sentarse en uno de los sillones. A pesar de lo cansado que estaba y que apenas podía resistir los deseos de dormir, no lo hizo. Sacó la nota que encontró en el tren, y la leyó otra vez. Sí, ese hombre tenía razón.

Tocaron el timbre, causándole un gran sobresalto, ya que Ren andaba con llaves, y nadie sabía de su regreso, excepto Pillika. Era absurdo que a esa hora pasara alguien casualmente, y que justamente se detubiera en su departamento. ¿Quién podía ser?


Alguien le sujetaba con fuerza, tapándole la boca para que no gritara. Sentía mucho miedo, si aquella persona que la había descubierto era del todo fiel a su padre, estaba perdida; y lo que más la desanimaba, era saber las escasas posibilidades que fuera alguien que se atreviera a no seguir las órdenes de En. Quería llorar, pero ahora las lágrimas no caían de sus ojos. Estaba paralizada.

"Tranquila, señorita Jun, no pasará nada. Yo la ayudaré."

La persona que la sujetaba disminuyó un poco la presión de sus manos. Al ver que la joven no intentaría escapar o gritar, la soltó. De inmediato ella se giró, aliviada y sorprendida, para así ver quien era esa persona que se arriesgaba con su vida a ayudarle; esa persona que le hablaba tan tiernamente. Al ver quién había sido, logró sonreír con un poco de esfuerzo.

"Muchas gracias, pequeño." - Le dijo. Si bien el muchacho sólo era un poco más bajo que ella, de inmediato supuso que era menor de edad también.

"No hay de que, señorita. No podría permitir que le hicieran algo malo. Ren... El amo Ren no me lo perdonaría."

Sus miradas se oscurecieron al instante, y el chico la bajó hasta posarla en el suelo cubierto de alfombras, recordando tristes cosas que ahora formaban parte de un pasado remoto, escenas que tal vez nunca se volverían a repetir.

"Sígame. La llevaré hasta su habitación."

Jun siguió al chico por unos caminos que ella no conocía de la mansión. La verdad es que eran pocos los que conocía, a pesar de que había vivido toda su vida allí: Sus padres, más bien dicho En, no le permitía andar con libertad ni por su propia casa. Aún cuando andaba dentro, tenía que ir acompañada de algún criado de extrema confianza, aunque claro, tenía que ser mujer, preferentemente su criada personal, la cual no hablaba mucho y sólo cumplía lo que le ordenaba alguno de los Tao, ya que tampoco le permitían hablar con cualquier miembro de la servidumbre; una chica de su clase no podía tener contacto con gente que fuera socialmente inferior.

Caminaron bastante rato sin sufrir ningún percance, hasta que estubieron ya cerca de la habitación de la peliverde. Por el pasillo se veía cómo se acercaba hacia ellos la silueta de un hombre bastante alto. De un salto, su guía la hizo entrar a un cuarto vacío: No podían arriesgarse a que los vieran, aunque pudiera ser alguien que les ayudara. Al ingresar por la puerta, Jun sintió un golpe en su corazón. El chico no se dio cuenta de que la mujer miraba fijamente a su alrrededor, ya que él estaba pegado a la puerta, esperando a que pasara el vigilante nocturno.

"Ya se fue, señorita Jun, podemos continuar... Señorita Jun?"

Al darse vuelta, el chico quedó en un estado parecido, como hipnotizado. Estaban en el cuarto que alguna vez fuera de su amo Ren. Sintió que los ojos se le humedecían, y como a los pocos segundos las lágrimas corrían por sus mejillas, ocurriéndole lo mismo que a Jun. Todo continuaba igual, se notaba que no le habían permitido a nadie entrar en ese tiempo. Encima del colchón desprovisto de sábanas, aún estaban las ropitas del niño, que en ese tiempo tenía unos nueve o diez años, con rastros de sangre seca.

Sentían como si les hubieran obligado a regresar al pasado, a revivir esa noche que marcó para siempre, no sólo la vida de Ren, sino que también las suyas propias, de una manera demasiado brusca.

"Señorita Jun... Tenemos... Que regresar."

La chica de ojos ozul profundo reaccionó finalmente. Miró sorprendida a su acompañante, al notar que éste lloraba. Él se secó rápidamente las lágrimas, pasando su brazo por sus mejillas y ojos, y le sonrió con tristeza, siendo repetidos ambos gestos por la Tao. Se giraron y salieron de ese cuarto lleno de recuerdos, intentando no mirar atrás, ni que los asaltaran nuevamente sus memorias. Era demasiado doloroso para los dos, y en vez de calmarse, parecía que aumentaba al saber que el sufrimiento era compartido por alguien más.

Tal vez eran los únicos a los que realmente les importaba qué pasaba con el peliviolacio en ese momento; quizás eran los únicos que lo extrañaban y querían volver a verlo, tal como antes era, y ver brillar otra vez sus hermosos ojos dorados.

Pero no era tiempo de pensar en eso. Les faltaban unos pocos metros para llegar al cuarto de la chica, y tenían que hacer ese trayecto rápidamente, sin perder tiempo, ya que en cualquier momento podía pasar otro guardia haciendo ronda. Tenían que olvidar por un tiempo su sufrimiento e intentar preocuparse por sus propias vidas. Finalmente llegaron a su destino. Su guía ya se disponía a marcharse, luego de asegurarse de que nadie los había visto, ni que ninguna visita inesperada la aguardaba a la joven en el cuarto; pero la chica lo detubo, sujetándole un brazo suavemente, y hablándole en un tierno susurro, como si quisiera encontrar a su hermano en él.

"Espera, pequeño, aún no me dices tu nombre."

"No me recuerda?" - Preguntó el chico, mientras una expresión triste se colaba en su rostro.

"No, la verdad no logro recordarte. Lo siento mucho, quisiera poder hacerlo pero..."

"Yo soy... Es decir, era, el criado pesonal del amo Ren. Eso es todo lo que importa, señorita Jun, mi nombre no tiene mayor relevancia. Que duerma bien, señorita."

Sin decir más, el chico se retiró, perdiéndose entre las sombras que se formaban en toda la mansión, pareciendo que desaparecía como por arte de magia. La chica ingresó a su habitación, confundida. Por más que quería, no lograba recordarlo... No conseguía encontrar en su mente algún indicio de haber hablado con algún criado varón antes. Tal vez su olvido se debía a que las memorias que tenía con su hermanito eran tan dolorosas, que no lograba evocarlas con claridad.


El teléfono sonó largo rato, sin que nadie lo contestara, ya que el dueño de casa se encontraba abriendo la puerta.

"Maldición, Horo-Horo no contesta el teléfono!" - Dijo Pillika, devolviéndole su móvil a Tamao.

"Tranquila. Cuando lleguemos allá, le pediremos que baje y le explicaremos todo con más calma."

"Sí."

En su departamento, Horo estaba en el umbral de la puerta de entrada, mirando sorprendido a ese inesperado visitante. En su rostro se reflejaba todo lo contrario a la calma. El chico que estaba en el pasillo del edificio sólo sonreía.

"Hola Horo. Cómo estás?"

"Hao... Qué haces aquí? Sabes dónde está Ren, acaso?"

"Tranquilo, chico, muchas preguntas y yo soy uno sólo. Puedo pasar?"

El ainu lo miró dudoso. No les tenía mucha confianza a los Asakura, además no quería ni imaginar que pasaría si llegara Ren y lo viera tranquilamente, sentado en la sala, hablando con Hao. No le habían pasado desapercibidos los gestos del chino al ver al pelilargo esa mañana en la plaza.Diablos, se le hacía tan lejano ese momento ahora.

"No lo creo, Hao."

"Vamos, Horo, no te haré nada que tu no quieras."

"Crees que con esa frase taaan alentadora te dejaré pasar? Mas bien lograste lo contrario. Además en cualquier momento puede llegar Ren, y no creo que le alegre verte aquí." - dijo mientras fruncía el ceño.

"Qué pasa, Horo-Horo? Tan pronto olvidaste nuestra amistad? Yo no he cambiado, pese la lo que hayan dicho o al tiempo que ha pasado! Yo sólo quiero que podamos volver a ser amigos, tal como antes de que yo me fuera." - dijo el pelilargo, tomando una falsa actitud infantil.

"Tal vez tu no has cambiado, y ese es uno de los principales problemas. Aquí las cosas sí lo hicieron, y también yo lo hice. No sólo la distancia rompió nuestra amistad, y tu eso lo sabes bien. Además, yo... Yo ahora estoy con Ren, y debo apoyarlo en todo lo que sea necesario. Yo soy el único que sabe todo lo que él lo necesita."

"Ah, sí, es siempre ese chino, verdad? Realmente no te entiendo. Antes de que él apareciera aquí, tu y yo eramos buenos amigos, pero cuando llegó, tu prácticamente dejaste de verme, si no hubiera sido por la escuela. Y por si fuera poco, luego de que me fui, cuando aún se mantenía algo nuestro cariño, él aprovechó para ponerte en mi contra. Sí que es inteligente."

"No seas infantil, Hao."

"Que no sea qué? Me estás diciendo infantil a mí¿ Que acaso no es él quien necesita todo el tiempo de ti, que no tiene independencia?"

"Cuidado, Hao, no olvides que ese chico es mi pareja, la persona que yo amo."

Pero el Asakura ya había perdido la paciencia. Cuando se trataba del ainu, no se podía controlar, ni manejar adecuadamente las cosas. Éstas se le torcían y él mismo se traicionaba.

"Amor?" -Hizo una pausa, luego de decir esa palabra con notorio desprecio- "Maldición, Horo-Horo, eres un terco y ciego!" -Le dijo casi a gritos, mientras se le acercaba- "Ese idiota ni se procupa por ti."

"No tienes ningún fundamento para decir eso."

"Si le importaras, se cuidaría más, en vez de andar tirándose sobre los coches para que lo atropellen."

"Qué?"

"Lo que oíste. Tu chinito tuvo un accidente y ahora está en un hospital, no va a llegar en ningún momento." - Dijo, con la voz cargada de rabia y rencor.

El ainu empezó a retroceder. No le gustaba esa mirada que tenía el hermano de Yoh. Era como si estubiera frente a un animal salvaje, al cual no se puede controlar. Hao ni se había dado cuenta de que le había dicho a Horo lo que le pasó a Ren, y que había roto su corazón. La única imagen que cabía en su cabeza era la de ese chico perfecto que estaba frente a él, a pocos pasos. Quería acercarse, besarlo con desenfreno, tocar cada parte de su cuerpo, hacerlo suyo en ese momento, aunque fuera necesario usar la fuerza. No le importaba nada más, tenía al chico con que tanto había soñado frente a él, sin nadie que le impidiera hacer lo que quisiera. Pero no podía pensar en eso ahora. Tenía que controlarse, o lo arruinaría todo. No podía hacer ningún movimiento en falso, no podía tocarlo ni acercarse a él. Tenía que alejar esos pensamientos de su mente en ese instante.

El pelilargo se quedó viéndolo fijamente, largo rato. El chico del norte de japón continuaba retrocediendo, mientras negaba con la cabeza, como tratando de borrar las palabras de Hao de su mente, hasta que chocó contra una pared. Se dejó caer hacia el suelo, y escondió la cara entre las rodillas, dejando sus brazos estirados hacia delante y apoyados en las mismas. El moreno aprovechó ese momento para entrar al departamento, cerrando la puerta a su paso, y quedándose de pie delante del que tiempo atrás fuera su amigo. Su rostro no demostraba emoción alguna. Lentamente, sin que el peliazul lo viera, una sonrisa cruel se formó en sus labios.

No muy lejos de allí, de la casa de los Asakura, un chico llamado Denai salía a la calle.

"Horo-Horo ya llegó."

"Seguro?"

"Qué, no confías en mí?"

"Ni una pizca. Pero de todas formas, ire a su departamento a asegurarme."

"Imbécil."

"Je, sí, como no. Por mientras, Denai, podrías ir a buscar a Anna?"

"A Anna? Para qué? Quieres que valla a casa de la chica rosa a buscarla?"

"No, idiota. Lo que pasa es que Yoh tuvo un presentimiento de que algo le pasaba, y como yo soy su gemelo..."

"Ya. Y dónde diablos quieres que la busque?"

"No lo sé, y si lo supiera, no te pediría que la buscaras. Hace ya bastante rato la encontré en la plaza que está a tres cuadres de aquí. Puedes partir buscándola por allá. Ya me voy, adiós."

Y allí estaba, en la plaza que el pelilargo le indicó. Se subió a un árbol, para tratar de así ubicar a la bella rubia. La oscuridad no era ningún impedimento para él, ya que estaba acostumbrado, pero parecía que la chica no estaba allí, o sino estaba muy bien escondida. Sintió algo extraño en su pecho.

La noche estaba nublada ahora, si ninguna estrella. Hace unos minutos parecó que se hiba a despejar, pero no fue así: Sólo había sido otra de las tantas jugarretas del clima. La contaminación se mezclaba con los montontes de gases, y el reflejo de las luces le daban un color rojizo y anaranjado. No había rastro de la luna.

Denai cayó del árbol, golpeándose fuertemente contra el suelo. Con dificultad, se logró poner de rodillas, con la cabeza inclinada hacia delante. Un extraño olor llegó hasta su nariz,de una forma tan repentina que le chocó y lo dejó mareado. Era delicioso, a tal punto que intoxicaba, pero no podía identificar de que se trataba. Era un olor que se le hacía totalmente desconocido y nuevo, entre lo más suave y lo más fuerte, entre dulce y amargo. Se sujetó con una mano al pasto húmedo, y con la otra se tapó la nariz y la boca. Sus ojos se abrieron mucho, de una manera brusca, ante los intentos de evitar las náuseas, y de no expulsar todo lo que estaba en su estómago.

"Ren"

Qué demonios? Porqué escuchaba esas voces él? No tenía sentido!. Él no era Ren, no era a él a quien llamaban! Entonces, Porqué, Porqué escuchaba a quien buscaban al chino, quién era esa persona que rogaba de una manera tan lastimera por él, y de que le servía que él lo escuchara? Se llevó una mano al pecho: Le dolía mucho. Ya casi no podía aguantar las náuseas.

Tenía ganas de correr, de gritar, de golpear, de escapar... Necesitaba estar completo!

"¡Ren!"

"Que no soy Ren!"

El chico gritó con fuerza hacia el cielo rojizo. El perfume no se iba, lo tenía impregnado, no sólo estaba en el aire, sino que ahora se le había adherido al tabique nasal, mareándolo, casi tanto como esa nueva voz que, aunque diferente, era tan llorosa como la primera. Su mano volvió a cubrir su boca.

Ya no lo podía aguantar, esas voces le producían un extraño efecto de debilidad, tanto física como espiritual. Sentía como si estubieran tratando de arrancarlo de ese mundo, de cortarle la vida. Sacó la mano de su boca justo a tiempo, y mientras apretaba los ojos con fuerza, vació su estómago por completo, allí mismo, sobre el negro pasto húmedo. Había sangre.

Estaba temblando, traspiraba mucho y estaba muy pálido. Haciendo un esfuerzo supremo, y gracias al asco, logró reunir unas últimas energías, y se paró y se alejó, dándole media vuelta al árbol. Se dejó caer al suelo, sin importarle hacerse daño, y apoyó su espalda en él. Tiró su cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y con gotas de sudor rodándole por el cuello y rostro. Estaba agotado, principalmente mentalmente, pero éste cansancio era tan grande, que se volvía físico.

"¡MALDITO SEAS, REN TAO!" - Gritó con todo lo que sus pulmones le permitían, quebrando el silencio nocturno. Sus manos se encontraban cerradas, y las apretaba con fuerza, mientras que su rostro seguía enfocado hacia arriba, donde estaban las hojas del árbol haciéndole un techo.

Su voz se extendió por el cielo sucio, escuchándose por todos los alrrededores. En la lejanía, se escucharon los ladridos de los perros, asustados, presintiendo algún suceso atroz. Su cabeza cayó hacia delante. Un hilo de sangre se escurría por su boca. Estaba inconciente. En las casas cercanas, a la gente le recorrió un escalofrío y sintió un repentino terror que los dominaba, tensando toda la atmósfera. Ese grito que rompió la noche parecía inhumano, y les dejó sin aliento.Todo parecía oscuro, la angustia se instaló en cada corazón.

El perfume no desaparecía, inundando todo. Le había vencido, lo había embriagado con ayuda de esas voces. Y aún no abandonaba su tarea, continuaba ingresando a su sangre, como un veneno asesino.

La noche estaba nublada, y la luz de la ciudad se reflejaba en ellas, dándole un tono entre rojo y rosa. Era una noche horrible para más de una parsona. Y el perfume envenenaba cada célula viviente, sin que nadie se diera cuenta. Era una noche sucia, era una oscuridad aplastante, y un silencio repulsivo.