Hola! Vengo aquí con otro capítulo de este fic. Sorprendidos con el anterior? Con muchas dudas? Ansiosos por leer más? Je, me alegra... Y aquí ya tienen la continuación para saciar toda su sed.

Como siempre, los agradecimientos: Pilikita y Kororito, me alegra tenerte aquí, y que te guste la historia y como escribo. Tu también te cuidas, Pili-chan!. Yumi Tao, Je, gracias por leer! Ahora en este capítulo sabrás de Anna, pero no de Ren aún. FuMiKi, Feliz cumpleaños! Aquí tienes un poco de acción, pero no se si te gusta este tipo. Mi mail está en mi profile, aunque traté de mandarte uno al que aparece en tus reviews.. Karenu-Kiyoto, No te preocupes, que un review siempre es un review. Mailyn Asakura... Tienes una gran imaginación, Mai! Pero crees que la chica sin fe podrá escribir de ángeles? Mmm... Tal vez. Aunque yo no crea, puedo imaginarlo y hacerlo por los personajes. Je, que bueno que te sorprendí. S.A.T.A.N.I.C, para mi es un verdadero honor que leas mi historia y que te guste. Digo, Eres Diego-kun, el señor del sufrimiento! Je. Y ya ves, aquí esta la actualización. Sphinxe, Gracias por todo! La verdad es que esta historia me he preocupado mucho... y del yaoi, pues va a haber lemmon, lo aseguro... De verdad, muchas gracias. Niacriza, Je, que bueno que lo supusieras, la verdad me sorprendió que nadie lo adivinara antes, ya que estaban todos los personajes guapos, menos Lyserg? Creo que te voy a seguir matando de curiosidad por un tiempo más... La verdad la información acerca de Denai es algo muy valioso, importante, y peligroso... Tiene que revelarse en el momento preciso, o el fic no saldría bien. Pero si alguien adivina, no dudes de que lo adelantaré. Así que todos a tratar de adivinar!. Lo mismo ocurre con Horo-Horo. Ame no aki, Aquí continúo! Te maté? Muajaja, yo creo que me falta un poco para lograrlo. Te cuidas mucho!.

Y a todos los que leyeron y no dejaron reviews, gracias de todas formas. Pero este es el capítulo preciso para que lo hagan! Sólo tienen que apretar, al pie de la página, a la izquierda suya, el botoncito "go", y escribir un comentario. Simple y rápido, No?.

Una cosa. Al parecer, este fic se está poniendo un poquito más denso de lo que pensaba. Así que, si bien creo que depende de cada uno, deben tener bien claras sus cosas al hacerlo, y ustedes mismos discriminar lo que están preparados para leer, y lo que no. Es sólo eso. Por supuesto, mientras más gente lo lea, mejor para mí. Pero quiero lectores responsables.

Hoy hay advertencias especiales, como habrán notado. Ya saben, HoroxRen, AU, pero, ATENCIÓN!, en éste capítulo hay Rape. Sí, no sólo posee contenido sexual, sino que también es una violación. Si no te gusta, no leas hasta la primera línea divisora. Luego, todo se normaliza, a excepción de que luego hay algunos golpes. Espero, entonces, la opinión de quienes lean la primera parte. Y si no les gusta esto, por favor no lo lean. No quiero que nadie pase un mal rato, de verdad. Si se dan cuenta que no les gusta cómo va pintando, no lean hasta después de la línea. El rape lo escribí en una de las noches más raras que he pasado, así que no lo puedo juzgar bien.

Ya saben, no quiero más que la verdad, porque éste es mi...

Superior a Mí.

Capítulo XII: Los Inocentes Culpables: Superior a Él.

El terror dominó su cuerpo. Todo le parecía tan irreal... Tan oscuro. Se dedicó a ver los rostros que estaban a su alrededor, sonriendo de una manera sádica y pervertida, sólo para no enfrentarse a aquel que desprendía olor a alcohol, y le sujetaba el rostro como si sus dedos fueran fuertes tenazas.

"Ah!."

Un pequeño gemido escapó de sus labios cansados al recibir un golpe, propinado con gran fuerza y sin mayor miramiento, directamente a su rostro. Las lágrimas caían de sus ojos.

"Mírame, puta."

La chica, atemorizada, dirigió su mirada al tipo frente a ella. No alcanzó a reaccionar, cuando el hombre le cogió otra vez el rostro, pero esta vez con una sola mano, aprisionando su mandíbula, y con violencia, la besó... Si a eso se le llamaba beso. Con voracidad mordía sus labios. Presionó más los huesos del rostro de la chica, y luego de pasar reiteradas veces su lengua sobre los labios de Anna, lamió con fuerza su mejilla. Luego, obligó a la chica a abrir la boca, y así introducir su lengua allí. La rubia estaba petrificada, nunca la habían besado de una forma tan repugnante, y ahora esa intrusa húmeda perteneciente al hombre recorría con desesperación, con movimientos rudos, cada parte de la boca de la chica que podía.

No pasó mucho tiempo para que la mano libre del hombre empezara a recorrerla. Sin preámbulos, se deslizó por el cuello de la chica hasta sus pechos, donde rápidamente se introdujo por el abrigo, y luego bajo de su polera, para atrapar uno de los pechos y comenzó a apretarlo y frotarlo con tal rudeza, que rápidamente empezaron a surgir marcas rojas en la delicada piel.

El hombre se separó de ella, pero no fue por mucho. Se puso de pie, e hizo que la joven se levantara también. Anna ya no tenía fuerzas para luchar, se sentía extrañamente cansada. Al instante, la atrajo hacia él nuevamente, tomándola por el trasero, y por tanto, juntando sus caderas sin que a la chica le pareciera, en lo absoluto, un acto sensual y excitante.

"Qué esperan, chicos? Tenemos carne fresca... Y es más divertido cuando se comparte, verdad, Princesa?."

"Jejeje..." -Rió el resto.

Los otros tres no perdieron el tiempo, y se acercaron con miradas libidinosas. El tipo que la mantenía sujeta rápidamente le quitó el abrigo, para luego pasar su lengua sobre sus labios, mientras entrecerraba sus ojos, causando mayor terror en Anna, por lo acechante que se veía. Aunque la chica ya sabía lo que le ocurriría, no podía evitar que cada acción de los hombres le asustara. El Líder permanecía más atrás, disfrutando al ver a la chica desesperada, tratando de librarse, mientras la desnudaban. La rubia recibió varios golpes de parte de sus agresores, al instante de reanudar sus intentos de escape, y luego de eso, se empezó a resignar.

El hombre de mirada oscura, y que aún mancillaba el cuchillo, pasó su lengua sobre sus delgados labios. Él disfrutaba viendo a las personas sufrir, en especial si se trataba de mujeres. Preferiría verlas en manos de sus chicos a tocarlas él.

Ahora la rubia estaba totalmente desnuda, y temblando de pies a cabeza. Los hombres estaban disfrutando de eso. Rápidamente comenzaron a recorrerla con sus manos, labios y lenguas, la piel de la chica.

La chica estaba ahora en un estado de semiconciencia, como si estuviera adormecida. Tal vez era que trataba de convencerse de que este no era más que un sueño horrible, que pronto, ridículamente, como todos los sueños, llegaría Yoh y la salvaría. Entonces ella olvidaría eso y se iría con el menor de los Asakura a pasear, tomados de la mano, tranquilos. Pero por otro lado, sentía totalmente reales unas manos en su trasero, apretándolo con fuerza, mientras una lengua se deslizaba por su espalda. A ratos, esas lamidas se volvían mordidas que hacían lanzar exclamaciones de dolor que, al parecer, excitaban aún más a esos hombres.

Por otro lado, sentía que, por la espalda también, se posicionaba otro de los hombres, el cual sin perder tiempo, empezó a mordisquearle el cuello, mientras sus manos se deslizaban por donde podían, restregándose especialmente contra sus senos y su cintura.

Delante de ella estaban los otros dos. Uno era el tipo que antes la besaba, y que seguía en su tarea en los labios de Anna, de esa manera tan sucia como antes, al mismo tiempo que la sujetaba con fuerza por los hombros, impidiéndole el escape. El cuarto tipo, que estaba en una extraña posición para poder abordarla de frente también, fue el que más repugnancia le causó. Su lengua, larga y áspera, se frotaba por todo su abdomen y pecho, al igual que sus manos, que se restregaban de una manera igual de desagradable, y desesperada. A ratos, también se deslizaba por su trasero. Pero cuando aquel músculo húmedo se deslizó por su intimidad, sintió que no aguantaba más, y que en cualquier momento volvería a llorar.

No supo cuanto duró esa tortura, que si bien solo a ratos le causaba daño físico, la estaba destruyendo psicológicamente; pero de pronto todo se puso peor. No supo cuando ni de donde, pero se encontró que le habían colocado una especie de collar de cuero, aunque mucho más duro, entorno al cuello. Le apretaba mucho, y supuso de inmediato que no era la primera vez que los hombres hacían esto.

Al entrar, la chica no había notado una cuerda, muy delgada pero notoriamente resistente, del mismo material que el collar, que se encontraba amarrada a un pilar. Entonces notó toda la preparación. Lo que le pusieron en el cuello tenía un gancho, por el cual se pasaba la cuerda, y que evitaba que escapara. Incluso, ante un movimiento muy brusco, el collar se le enterraba en la piel.

La hicieron arrodillarse, y por el estado en que se encontraba, ya no opuso resistencia. Estaba agotada y se había dado por vencida. Aún podía sentir la saliva húmeda por todo su cuerpo, pegada, haciéndola sentir aún más sucia.

Cerró los ojos. Ya no le quedaban lágrimas.

"Yoh", pensó, angustiada. Ya no le importaba que amara o no al chino. Lo único que deseaba era que el chico de tez morena le brindara su protección, su compañía. Que la salvara. Que la amara.

"Yoh..." -Escapó un susurro de sus labios.

"Dijiste algo, preciosa?"

Una mano le levantó el rostro nuevamente. Con lentitud, abrió los ojos. Frente a ella, el tipo que lamía su abdomen le sonreía con cinismo. Con sus dedos, le abrió la boca, con una fingida delicadeza. Luego, introdujo los mismos dedos dentro de la boca de ella, tratando de que ella los lamiera, pero no obtuvo respuesta alguna.

Entendía que era lo que seguía, como si esto fuera todo una película y nada más. Pero no estaba preparada para lo que seguía. De un segundo a otro, un dolor la invadió, haciendo que olvidara su preocupación sobre el hombre –que era el más joven de los cuatro- frente a ella.

Mientras que el tipo había acaparado su atención, uno de los otros tres se posicionó, arrodillado también, tras ella. Y sin previo aviso, la había penetrado. Aunque por suerte, por su entrada natural. Era la primera vez de la chica, aún así, no sangró. Aunque el hombre lo había hecho con tal brusquedad, que el dolor fue muy agudo.

Los otros dos se pusieron a su lado, y besaban, mordían, y tocaban todo lo que podían, rasguñándola y haciéndole heridas en más de algún lugar, sin que Anna supiera cómo se las hacían, o con qué.

No pudo ver la sonrisa triunfadora del joven que tenía los dedos dentro de su boca, ya que al momento de ser penetrada, cerró sus ojos con fuerza. No pudo evitar entonces que el hombre se desabrochara el pantalón, dejando libre su erección.

A su espalda, el hombre entraba y salía de ella, en un ritmo demasiado rápido y doloroso para la chica, además de hacer todo, claro está, sin la menor consideración por la muchachita. Se sentía un objeto.

En cosa de segundos, Anna volvió a abrir los ojos, al momento en que sintió algo caliente y suave en su boca. Pero la visión que obtuvo estaba bastante lejos de ser agradable. El tipo tenía un cuchillo, bastante peor que el del líder, pero aún así era un arma. El filo estaba bastante cerca de su cuello, pero sin siquiera rozarla. Sin opción, y comprendiendo la sonrisa del hombre, empezó a besar e introducir reiteradas veces el miembro de ese desconocido en su boca.

Fueron minutos horribles. Al poco tiempo, el más joven soltó aquel líquido en la boca de la chica, la cual empezó a sentir arcadas. Con asco, notó como pasaba por su garganta. No tenía opción. Debía tragarlo, el tipo aún tenía el cuchillo, y uno de los hombres a su lado le susurró en la oreja, para luego mordérsela, un "Trágatelo todo". Al poco tiempo, el hombre a su espalda también terminó.

Luego de unos rato indeterminado en que la dejaron allí, botada en el piso. Incluso los dos hombres que ante sólo la recorrían se apartaron de ella. Hasta que el tipo frente a ella se dio la vuelta, y le abrió el trasero. La chica no lo creía. No podía ser cierto, no podía estar ocurriendo. Un grito de dolor escapó de su garganta cuando aquel hombre la penetró por trasero. Sintió cómo se desgarraba, y tubo la certeza de que estaba sangrando. Y mucho.

"No, por favor, no!."

"Cállate!." –Le dijo, para luego pegarle un tirón a la correa, para que así la ahogara por unos segundos.

El tipo se retiró de su cuerpo, luego de vaciar todo su semen dentro del apretado interior, hasta ese entonces virgen, de la muchacha. Sin más, ella se tiró al piso, olvidando el collar. Un gemido ahogado salió de su boca al sentir la cuerda tirante, y el collar corriéndose hacia arriba, y por tanto, apretándole el cuello.

Pero aún no se acababa la pesadilla. Los hombres que aún no habían estado en su interior, aprovecharon que estaba acostada. Ella estaba tan cansada, que no sintió cuando le abrieron las piernas. Sin ningún cuidado, la penetraron los dos a la vez.

Ahora el grito de dolor fue mucho mayor que cualquiera de los anteriores. Ahora no sólo su esfínter se encontraba desgarrado, sino que ahora esos hombres también le estaban rompiendo su sexo.

Y a lo lejos, el líder sonreía, mientras acariciaba su cuchillo.


El menor de los Asakura se quedó helado, sin saber cómo actuar. Frente a él estaba Horo-Horo, serio, y muy pálido. Supuso que él mismo tomaba ese color también, como si viera un fantasma. Sin duda, no esperaba que el peliazul regresara tan pronto... Sentía su lengua trabad, y con dificultad consiguió articular unas pocas palabras.

"Yo... Horo-Horo... Cuándo regresaste?."

"Qué haces aquí, Yoh?." –Dijo el que hace poco era su amigo, marcando cada palabra de tal forma, que se mostraba que no tenía paciencia, ni mucha simpatía por el chico de audífonos naranja.

"Bueno... Verás, yo soy quien cuida a Ren..."

"Tu? Y qué diablos tienes tu que ver aquí, eh, Asakura?"

"¡Pues yo estaba allí cuando todo ocurrió." –Yoh también perdía la cordura. El miedo inicial fue reemplazado por la rabia- "YO estaba allí! Dónde estabas tu, Horo? Eh? Respóndeme!... OH, espera, ya lo sé... Andabas en tu pueblo, donde pasaste más tiempo del que se supone que estarías, quizás revolcándote con quién, y como siempre, dejaste a Ren solo... Y ya ves lo que ocurrió!."

Todo fue rápido. Los ojos del peliazul estaban oscuros, llenos de rabia... Quizás odio. Su ceño fruncido. Sus dientes y sus labios apretados. El castaño no alcanzó a hacer nada. Estirándose por encima de la cama, el ainu cogió a Yoh por la polera, y con brusquedad, azotando sus piernas contra la cama, acercó mucho sus rostros, y le habló con firmeza.

"Qué dijiste, Asakura? Tal vez yo no estaba con él en ese momento, pero Qué diablos hiciste tu, que estabas con él! Déjame responder por ti, imbécil. No hiciste nada para salvarlo, para impedir que le pasara algo! Tal vez yo no estaba... Y sí, fue un descuido, pero tenía una buena razón para estar allá. En cambio tu, hijo de puta, estabas con él. Pudiste haberlo evitado!."

"Suéltame, Usui."

Los dos estaban empezando a subir el tono de voz, y a hablar con más frialdad y distancia. Horo-Horo aún sostenía a Yoh por la polera, pero ahora éste tenía sus manos en las muñecas del peliazul, apretándolas con fuerza. Su boca estaba apretada también.

No olvidaría que ese desgraciado de Horokeu Usui había llamado puta a su madre, y que le había dicho que era su culpa lo ocurrido. Pensaba arreglar su relación con el chico, pero ahora no estaba tan seguro de querer eso. El peliazul podía ser muy desagradable y peligroso si se lo proponía.

"Y si no quiero? Qué vas a hacer, "Querido amiguito"? Vas a golpearme, acaso?."

Yoh se quedó mirándolo un rato con enojo, antes de responderle.

"Deja de buscar culpables en otra parte, Usui. Sabes perfectamente que no fue mi culpa, pero estás tratando de desquitarte conmigo, de convencerte de que la responsabilidad fue mía... Cuando en realidad, es tuya!."

El ojinegro no soportó más las palabras del que, alguna vez, fue uno de sus mejores amigos. Rápidamente, separó una de sus manos al otro chico, pero fue sólo para empuñarla, y sin que se pudiera leer en su expresión, golpeó en el rostro al menor de los dos Asakura. Lo hizo con toda su fuerza, y luego lo dejó caer al piso. Cuando estaba dándole la vuelta a la cama para continuar golpeándolo –hace ya tiempo que el ainu tenía deseos de hacer eso-, el moreno se levantó rápidamente del piso, donde había caído, y se abalanzó contra él, para empezar a golpearle en el estómago. Al poco rato, estuvieron sumergidos en una furiosa pelea. Cada uno desquitándose con el otro por distintas razones.

"Había olvidado lo agradable que es una pelea." –murmuró con la respiración entrecortada, y mientras seguía repartiendo puñetazos, el de ojos chocolate.

"Había olvidado lo bien que se siente patearle el trasero a alguien, y verlo sangrando y adolorido, Asakura." –Dijo con clara burla su contrincante.

"Horo-Horo! Yoh!"

"Como siempre, las mujeres vienen a arruinar la diversión" Pensó por impulso, guiado por la rabia uno de los chicos.

"Deténganse ahora mismo!"

Desde que habían llegado al corredor, las chicas habían oído gritos molestos, y creyeron reconocer las voces, aunque no entendían exactamente qué decían. Se habían mirado preocupadas, y corrieron hacia el cuarto del chico chino. Y al entrar, descubrieron las luces apagadas, dos sombras en golpeándose con furia, y en la cama, a Ren, que parecía dormir con una expresión tranquila e impasible. Era una escena, por decir lo menos, extraña.

Pillika fue la segunda en gritar, pero la primera en actuar. Sin pensarlo mucho –mejor dicho, sin pensarlo- lo que hacía, fue hacia ellos, y se aferró a la espalda de su primo, pegándose a él, poniendo sus brazos en el pecho del chico, y con sus manos sujetó las del muchacho, para así sujetarlo y evitar que continuara golpeando al hermano de Hao. Entonces Tamao reaccionó también, y se puso delante de Yoh, sujetándolo por los hombros.

El Asakura se "calmó" rápidamente, y pasando su mano por su boca, se limpió la sangre. Pero en cambio, el ainu parecía no querer tranquilizarse. Le gritaba a Pillika que lo soltara, para "darle su merecido a ese puto traidor", como gritaba. Ante lo dicho, Yoh hizo un ademán de volver a ir a pelear, y de querer romperle la columna a patadas. O al menos, eso parecía decir su mirada, y el brusco movimiento hacia delante y atrás que había hecho, como perro embravecido. Pero finalmente, no hizo nada. Su semblante era más serio de lo que nunca estuvo, y luego, sin decir nada más, tomó su chaqueta y un bolso con sus cosas, y se fue.

"Yoh, espera!"

La pelirosada salió tras su amigo, al parecer recordando algo.

Entonces, y recién en ese momento, Pillika soltó al chico más alto. Éste no tenía mayores daños –al parecer había cumplido la parte de "patear traseros"-, pero seguramente al día siguiente se le verían algunos magullones. Sin hacer caso a su prima, que empezó a bombardear de preguntas y reclamos, se acercó a la cama de Ren, y se quedó observándole en silencio.

La chica miró a su primo un rato. Le gustaba tanto estar con él. Pero ahora se veía tan distinto, tan frío y distante... Aún más que cuando estaban en Hokkaido. Además, siempre tenía que estar el Tao. De una u otra forma, el maldito chino siempre estaba allí, interrumpiendo. Lo odiaba. Y no soportaba ver a la persona que más amaba con él.

El ainu no notó en que momento salió la peliazul de cuarto, ni si ella le dijo algo antes de hacerlo. Simplemente, estaba allí, contemplando a Ren, y no tenía oídos para el resto del mundo. Lanzó un suspiro. Tal vez debía despejarse un poco... Últimamente andaba increíblemente agresivo. Con paso lento, salió al balcón. Necesitaba un poco de aire.


Al abrir los ojos, se encontró en una cama fría, pero bastante blanda. De a poco, fue reconociendo el lugar, hasta que estuvo seguro de que ese era el cuarto de Hao Asakura. A su lado, el dueño de la habitación se incorporaba, luego de depositarlo en la cama. Ya tenía de vuelta sus energías, así que no perdió tiempo.

Cuando el pelilargo se giró, su muñeca quedó al alcance de Denai, el cual la atrapó en un movimiento rápido.

Pero esto no era nada romántico, como se podría pensar. Los blancos dedos del chico extranjero apretaban con fuerza la delgada muñeca morena del otro. Se apoyó en el codo de su mano libre, mientras una sonrisa se posaba en sus labios.

Era ese gesto irónico, maligno, y a la vez, tan endemoniadamente sensual, que sólo algunas personas saben hacer. Era la primera vez que la usaba del todo con el Asakura, y esperaba que le diera buenos resultados.

"Tan pronto te vas, Haito?." –Dijo en un susurro erótico, que parecía más un ronroneo.

El chico más alto por sólo unos centímetros giró el rostro, y lo miró con frialdad, rayando en el desprecio, pero eso pareció no afectar al chico que estaba acostado. Él mantuvo su sonrisa y el firme agarre entorno al que era su "benefactor".

Tal vez porque Hao no se lo esperaba de un chico que hace segundos estaba dormido, y un poco antes inconsciente, o porque no le molestaba, o porque simplemente deseaba seguirle el juego un rato, pero lo cierto es que en un abrir y cerrar de ojos, Denai tiró del brazo que sujetaba, y en un rápido movimiento felino, puso al pelilargo bajo él, inmovilizándolo con su propio cuerpo, y sujetó las manos del moreno con las suyas, a la altura de la cabeza del "atacado".

Sin despegarse del otro cuerpo, arrastrándose sobre él, con una sonrisa triunfal, el chico se sentó sobre el vientre de Hao, y lo miró desde allí por largo rato. Si el Asakura se había sorprendido, lo escondía muy bien. Estaba serio, con una mueca casi aburrida.

"Porqué no te quedas un rato? La tonta noviecita de tu hermano puede esperar."

El chico, que era muy delgado, se inclinó hacia delante, y comenzó a besar el cuello moreno que estaba a su disposición –aparentemente-. Su respiración se empezó a volver más pesada y también a excitarse al momento que sus labios se abrieron paso hacia el pecho del otro chico. Se volvió a acomodar, acostándose en el pecho de Hao. Aún sujetaba las manos del chico, pero por comodidad, las puso sobre la cabeza castaña y las tomó con una sola de las suyas.

Sin embargo, aún no obtenía respuesta alguna de parte de Hao. Ni si quiera una de tipo física. El chico permanecía serio, sin hacer o decir nada. Denai se levantó un poco y le sonrió, para luego inclinarse hacia la oreja del moreno, y susurrarle, haciendo que su aliento acariciara la sensible piel del otro.

"Vamos, Hao, no es tan entretenido si no te retuerces y me tratas de quitar de encima, o aunque sea, que gimas." –Luego, pasó su lengua por el lóbulo de la oreja, para después morderlo suavemente.

"Oh... Te refieres a decir algo así? "Ah, Denai, detente, ahhh... sa...sabes que no podemos hacer esto, mmm! Tenemos... un... trato... Ahh... detente". Así?." - Hao dijo todo en tono serio y frío, menos al momento de imitar los gemidos, en que se puso sensual y suplicante.

"Mm... Exacto, Haito." –Respondió, frotándose contra el Asakura, y lamiendo lentamente la mejilla del moreno.

Ahora las cosas volvieron a ocurrir rápido. Hao soltó el agarre que le impedía moverse, siendo muy conciente de la erección del extranjero. Sujetó a su socio por los hombros, y cambió las posiciones. De inmediato, Denai intentó incorporarse, pero el pelilargo se lo impidió, al colocar una de sus rodillas en la entrepierna del chico, haciendo que de su boca escapara un sonoro resoplido, y apoyándose con la otra, que estaba en la cama. Su cuerpo se alzó, separando sus pechos, y algunos mechones de cabello escaparon de su lugar, rozando el rostro pálido del que estaba abajo.

"Ah... Así que quieres tomar el control, Hao? Je, no tengo problema. Puedes ser conmigo todo lo rudo que quieras, sabes que de todas formas lo disfrutaré."

"No seas pendejo, Denai." –Dijo, poniéndose de pie- "Y no vuelvas a intentar algo así otra vez, entendiste?."

El Asakura se retiró de allí, al parecer muy molesto. O lo había afectado mucho más de lo que admitía la conversación con Horo, o simplemente, ese no era el día de Hao. Nunca se mostraba tan serio.

"O qué, acaso me matarás, Hao? Por favor, sabes que me necesitas para tener a Horo... Aunque la verdad, sólo cooperaremos hasta deshacernos de Ren... Y luego comenzará la verdadera competencia entre los dos." –Dijo para si mismo, cuando vio por la ventana al chico moreno marcharse apresurado por la calle-. "Ahí empezará lo bueno. Creí que por mientras podríamos disfrutar por estar del mismo lado, pero veo que no... Aunque ahora, necesito solucionar cierto problema." –miró sus pantalones, que de pronto ya no eran tan cómodos- "Y creo que sé quién puede ayudarme."

Una sonrisa vacía cruzó su rostro cuando abandonó la casa.

"Cuando me necesites a mí, o a la banda, no dudes en venir a buscarnos. Cuando sea, y por lo que sea". Esas habían sido las palabras del "Líder", un joven de mirada oscura, que le había dicho que se llamaba Tadao Yamamoto.

Je, y sin duda, lo buscaría. Ahora que lo necesitaba, volverían a pasarla bien, como en aquellos días que estuvo con ellos.


"Te he traído flores, prima. Hoy se cumple un año exacto desde tu partida, y parece que soy el único que lo recuerda. Han pasado muchas cosas desde entonces. Hao regresó. Sí, como lo oyes. Recuerdas a Ren? Él tuvo un accidente. Mis padres se están haciendo cargo de los gastos. Y hablando de eso, Anna –"Te acuerdas que era muy amiga de Ren?"- anda terrible. Creo que su novio tiene algo que ver. El padre de Horo murió, así que él se fue a su pueblo por un tiempo, junto a Pillika. Nadie sabe cuándo regresarán. Y yo... Bueno, sigo como siempre. Me siento un poco distante a todo lo que está ocurriendo, como si estuviera sobrando. Me gustaría poder ayudar en algo a mis amigos."

Entonces empezó a llorar silenciosamente. Las lágrimas brillaban como si fueran de plata, iluminadas sólo por la luz de la luna. Puso las flores sobre la fría lápida gris. Se quedó un rato así, con una de sus rodillas apoyadas en el pasto, mientras éstas eran mojadas por su llanto.

Estaba en un lugar bastante apartado del cementerio, que aún tenía pocas tumbas. Todo estaba en silencio y oscuro: Nadie sabía que estaba allí, y tampoco debía saberlo. Las sombras de unos árboles le ayudaban a ocultarse.

"Qué quieres que haga? Tuve que salir a escondidas de casa para venir a verte. No entiendo porqué todos se olvidaron de ti, es como si quisieran borrar de sus mentes que alguna vez exististe! No entiendo" –dijo en un susurro- "... Para mi eras como una hermana... Yo... Te extraño..."

Se paró y se secó las lágrimas con brusquedad. Si bien, muchos consideraban a su prima como una chica simplemente insoportable –y estas personas eran la mayoría-, siempre había sido agradable con sus parientes. Y era, pese a las peleas que a veces tenían, debido a lo engreída y caprichosa que era, como la hermana que nunca tubo.

Una voz pronunció su nombre con frialdad. Sintiendo lo mismo que reflejaba la voz, pero en su interior, se giró. Esa voz no podía se más que de...

"Hao Asakura." –su voz temblaba por haber llorado hace tan poco- "Qué haces aquí?."

"Qué no es obvio? Vengo a visitar a Jeanne. Hoy se cumple un año desde su muerte... Y pese a todo, ella fue mi novia..."

"Y eso, Qué importa! Fue tu culpa que ella muriera! Si no la hubieras dejado marcharse con ese tipo en la moto, nada hubiera ocurrido. Si hubieras estado con ella, no se habría emborrachado, e ido con el primero que se le cruzara. No entiendo que haces aquí, si ella nunca te importó realmente."

"Cállate ya. Tu realmente no entiendes nada, No es así? Me das lástima. Siempre eres la última persona en enterarte de todo. Supongo que aún no sabes la verdad del asunto, y crees esa estúpida historia del accidente, como todo el mundo."

Tenía miedo. Nunca había visto a Hao actuar así de frío y serio. Parecía... Que fuera capaz de matar a alguien en ese mismo instante, sin ningún remordimiento. Y las palabras del pelilargo le inquietaban. ¿Acaso Jeanne no había muerto en un accidente de tráfico, al andar en una moto que era conducida por un hombre borracho?. Miró al chico que hace bastante creyó su amigo, y conocerlo bien. Éste depositó dos flores silvestres en la tumba. Una era blanca, y la otra rosa. Permanecieron un instante en silencio.

"Me sorprende" –Habló Hao, con su voz potente- "que aún vivas con tus padres, siendo que ellos, junto a mi familia, han ocultado la verdad, poniéndolos a todos ustedes en riesgo con eso. Es realmente patético."

No alcanzó a replicar, porque el mayor de los hijos de los Asakura se dio vuelta, y se marchó. No sabía que pensar. Acaso era que...? No, antes tenía que investigar. Necesitaba saber la verdad tras la muerte de su prima.


Mientras caminaban por los pasillos del hospital, Tamao había tratado de sacarle a Pillika algo sobre qué le ocurría, sin obtener ninguna respuesta convincente. Tomó aire. Luego, había ocurrido todo eso sobre esa pelea absurda, a la cual, ella no le veía sentido. Y ahora, caminaba junto a Yoh por las calles desiertas. Empezaba a sentir los efectos de pasar toda la noche en pie.

Sospechaba que se dirigían hacia la casa del Asakura. Durante todo el trayecto, se habían mantenido en silencio. La chica rosa volvió a respirar profundamente, dispuesta ahora a romper el hielo, pero la voz de Yoh se le adelantó. Aunque no rompió el hielo, porque poseía un tono frío y extraño. Más le recordaba al de Hao cuando estaba enfadado... No, no debía ni pensar en él. Él era parte del pasado de todos.

"No supiste nada de Anna después de que hablamos?."

Ah, Anna. Era su amiga, pero... Siempre era Anna. No podía evitar sentir envidia por ella a veces.

"No. Pero no te preocupes, Yoh, le dejé una nota explicándole que Pillika había regresado, y que entonces iríamos al hospital. Seguramente, ya está en casa, dormida y tranquila."

"Eso espero."

"Yoh... No deseo ser entrometida, pero... Porqué Horo-Horo y tu estaban peleando?."

"Ah. Es un asunto sin importancia, Tamao."

La chica bajó la cabeza, pensando que se habían dado bastante duro para ser un "asunto sin importancia". Pero no dijo nada, porque no tenía el coraje para hacerlo, y tampoco tenía derecho alguno de andar interrogando a Yoh. Por mucho que Anna y ella hubieran crecido en la familia Asakura, y a veces fueran tratadas como hijas también, la chica rosa no tenía derecho alguno sobre el menor Asakura. Optó por guardar silencio.

Al llegar a la casa de Yoh, éste recordó que Hao debía estar allí... Y probablemente estaría despierto. Era como si su hermano no durmiera. No era parte de la naturaleza del pelilargo el andar ocultándose de la gente por "caprichos de su hermanito", así que probablemente saldría para embromar un rato a Tamao. Eso era un problema, considerando que el regreso del que alguna vez fue el heredero de todo lo de los Asakura, debía mantenerse en secreto.

"Gracias por acompañarme, Tamao!" –dijo fingiendo su voz despreocupada y relajada, junto con una sonrisa en sus labios- "Pero creo que sería mejor que yo te fuera a dejar a o tu casa, o que llamaras a un taxi, ji ji ji. Ya es muy tarde, y te puede pasar algo."

"Pero Yoh, que tonterías dices! Tu crees que te acompañé porque sí? Si vine, fue para curar tus heridas, y preocuparme de que te quedes algunos días en reposo... No olvides que somos amigos."

La chica se dirigió hacia la puerta, ante un desesperado moreno. Sin saber ya que hacer, éste la tomó por la muñeca, y de un jalón, la tiró hacia él, abrazándola con fuerza. Al instante, Tamao enrojeció. Aún así, se acomodó entre los brazos del castaño, el cual ya no sabía que hacer, y que en su interior, rogaba que esto no le trajera consecuencias tan desagradables como las que le causó aquél otro abrazo de amistad con Ren... Qué, irónicamente, había terminado destruyendo la amistad entre Horo y él, su relación con Anna, y por poco, la vida del peliviolacio.

Anna. Cómo deseaba que ella estuviera bien... Y que en ese momento, no lo viera.


La mañana llegó pronto a la enorme mansión de los Tao. Eran cerca de las diez de la mañana, cuando En llamó a su hija Jun al salón.

La joven se dirigió allá con el corazón apretado. Temía que la hubiesen visto con alguien la noche anterior, o que le dieran una mala noticia de Ren.

"Me mandó a llamar, honorable padre?"

"Jun. Seré claro y preciso, porque no deseo desperdiciar mi tiempo contigo. No quiero que te sigas preocupando por él, y sabes perfectamente a quién me refiero. Ahora deberás tener todas tus energías enfocadas en tus obligaciones como heredera. Sabes que jamás quise que tu lo fueras, pero como no tengo opción, por lo menos te busqué un buen marido, que te pueda enderezar. Mañana lo conocerás."

"Quiere que no vuelva a preocuparme por Ren? Pero... Cómo quiere que yo haga eso?."

El dirigente de los Tao se levantó de su silla, enfadado.

"Sabes que tengo prohibido mencionar ese nombre en mi presencia! Y tu deberías empezar a hacer lo mismo: impedir que lo digan ante ti. Tienes que olvidarlo." –dijo, haciendo énfasis en el verbo- "Borrarlo de tu mente, como si nunca hubiese existido. Tienes que eliminar ese maldito corazón débil que tienes."

"Olvidarlo?" –Jun se empezaba a exaltar. Ahora que era joven, poseía un juicio propio, y tenía más valor para hacerlo respetar- "Quiere que simule, como usted, que no tengo hermano? Le diré algo: No podré hacerlo. Nada de esto hubiera ocurrido si no fuera por su culpa. Usted puede tratar de cegarse y hacer como si nada, pero yo le diré porqué lo hace: porque la culpa lo carcome. Como no conoce manera de eliminarla, la ignora. Sabe, siempre ha sabido, y siempre sabrá, que lo que le pasó a mi hermano fue su culpa, y de ese entrenamiento inhumano que le daba. Él no era una máquina!. Usted lo alejó de nosotros. Manipuló su vida desde que él nació. Y ahora quiera manejar la mía, siendo que nunca antes le importó que fuera de ella? Cree que me voy a casar con el primero que me ponga delante? Pues no lo haré. Es su culpa que la "gran familia Tao" sea una basura y..."

En no aguantó más. Pese a su política de "no rebajarse al nivel de las mujeres", no soportó ni un segundo más. Golpeó a Jun en el rostro, haciendo que la frágil chica cayera al piso. Luego, se giró y se volvió a sentar.

"Cómo se nota que te faltó entrenamiento en la infancia para ser obediente. Pero nadie suponía que Ren sería tan débil, y que tu tendrías que tomar su lugar. Harás lo que yo ordene, Jun, porque tu vida está en mis manos. De mi depende decidir si continúa o no. Si no quieres desaparecer, más te vale hacerlo. Y desde hoy, tu castigo comenzará. Ve a tu cuarto, luego pasarán a buscarte."

Tragándose el orgullo, y todos los comentarios que tenía, la peliverde se levantó del suelo, e hizo una reverencia, para luego marcharse. Llegó a su cuarto, y rompió a llorar. No quería casarse. Y no podía olvidarse de Ren. Lo quería otra vez a su lado, como el niño inocente que, en el fondo, siempre fue.