Otra vez me he tardado mucho, y vuelvo a disculparme. Incluso, había pensado no continuar con la historia. Pero ya que, al final, tenía listo el capítulo y decidí subirlo, en una de esas hay gente a la que le gusta, digo yo. Así que, en una de esas, no abandono esta historia. En una de esas, todo se puede. Agradezco a quienes me dejaron review: Yumi, Mai, Sasukita Tao, Junlin, Pili, Fumiki(Doblemente, y gracias por tu fe en mí. Espero que leas esto) Galy y Dulce Caridad Amores Márque.
Y bueno, "No importa", que lástima que no des la cara, hay que ser muy cobarde para eso… Y qué lástima que el ataque fuera a mi persona, porque estás diciendo incoherencias. Si no me conoces, no tienes ni un derecho a decirlo. Y si me conoces, podrías decírmelo directamente. Hubiese preferido que el flame hubiese sido por como escribo o a lo que escribo que a mi persona, porque si hubiese sido así, podría considerarlo y sería útil en algo.
En este capítulo hay Violencia y Limme. En caso de que no les agrade, por favor no lea aquellas partes cuando noten que empiecen. Este es un HoroxRen, AU. Los personajes y la trama original pertenecen a Hiroyuki Takei.
Superior a Mí.
Capítulo XIV: Esclavitud Tarde o Temprano.
"La mañana recién despertaba, y en las calles grises solo se veían personas ojerosas y de mal humor, que darían todo lo que tienen por regresar a sus camas.
Aún así, el sol daba un suave calor frío que bañaba cada rincón y encandilaba nuestros ojos sensibles de transeúntes.
Así estaba el día que desapareció Manta. El mismo en que Anna se marchó de La Ciudad, y el que Ren salió de la clínica.
Aquél día todos seguíamos nuestra rutina, y pocos supieron los hecho tan dolorosos que ocurrían al tiempo que la mayoría seguía su vida normal… Sin embargo, cada uno de los incidentes que ocurrían en este mundo, por diminutos que parecieran, eran importantes.
Yoh aún dormía, Denai descansaba en un rincón del cuarto de Hao, y este pensaba duramente. Tamao y Pilika viajaban en un taxi, Ren soñaba, y Manta estaba muerto. Sus padres no lo sabían.
Ninguno de sus amigos tuvo idea de aquello hasta esa tarde, cuando un guardia encontrara el pequeño cuerpo desnudo, ensangrentado y nauseabundo en un callejón… O se pensaba que no lo sabían.
Dicen las malas lenguas que un año atrás una chica apareció muerta de una forma demasiado parecida como para tratarse de una coincidencia, que podía tratarse de un asesino en serie. Se rumorea que ciertas personas con poder político y económico están involucradas con ellas, y que taparon todo con algunos miles de millones de verdes… Ustedes entienden.
Escuché que la vez pasada hicieron pasar la muerte por "un terrible accidente de tránsito", tal como ahora el dinero cambiaría el pasado para transformar un asesinato a sangre fría en "otro suicidio adolescente"
Al funeral asistió solo la familia del chico e Yoh, su mejor amigo. Fue una ceremonia calmada y breve, en la que nadie dijo mucho, y pocas lágrimas cayeron. Lo sé porque yo estaba allí.
Una sombra se ceñía sobre todos los amigos al salir de vacaciones de invierno ese año… Todo era tan diferente. Por días no se vieron las caras, ya que el dolor del recuerdo era poderoso. Además, había demasiados asuntos pendientes entre algunos.
Ya va una semana de vacaciones, y casi tres desde la muerte del chico. Ren ya está recuperado y en casa con Horo. Su memoria, igual que antes del accidente. Se había vuelto muy común que despertara en medio de la noche con un sobresalto, un sudor frío recorriendo su cuerpo, y sin recordar lo que había soñado. Su novio le decía que se tranquilizara, que debía ser una secuela del accidente, que ya todo pasaría.
Cuentan que mientras los días eran grises, las noches fueron rojas y sangrientas. Que la muerte se paseaba por La Ciudad, preparando el próximo escenario. Dice la historia que el tiempo siempre cobra, y que la desgracia es su compañera."
El teléfono sonaba insistentemente, y él solo lo miraba. Podía imaginar quién era y lo que le diría. Soltó un suspiro resignado: Sabía que no tenía más opción que contestar. Como siempre, tendría que obedecer.
"¿Bueno?"
"Yoh¿Eres tú?"
Bingo. Había comprobado su hipótesis.
"Padre." – Dijo, simplemente.
"Escúchame, hijo. No tengo mucho tiempo, ya que hay bastante trabajo. Me enteré de todo lo que pasó allá. Tú ya sabes qué hacer…"
"Sí…"
"… Debes proteger el honor de la familia, aunque eso signifique tener que tomar decisiones extremas. No debes permitir que se relacione a tu hermano con la muerte de ese chico. Los dos sabemos que es inocente, pero ya sabes como son nuestros rivales: Capaces de hacer cualquier cosa con tal de arrebatarnos poder…"
"Sí, claro. Hao es inocente…El mismo día que Ren se tiña el cabello fucsia, se vista como bruja y diga que es un enano" – Pensó.
Su padre continuó hablando con aquel discurso que le había impactado tanto la primera vez que lo oyera; que ahora se sabía de memoria, a pesar de que ya había pasado más de un año desde aquella vez. Afirmando de vez en cuando, dejó al hombre continuar hablando, lo cual no fue por mucho tiempo más. El hombre se despidió pronto y colgó.
Volvió a suspirar mientras colgaba el aparato. Le enfermaba saber que no podía hacer nada contra su padre. Aún así…
Lentamente se dirigió al cuarto de su gemelo. Se quedó unos segundos frente a la puerta, indeciso, y luego golpeó.
Escuchó como se movían cosas y un "un momento" de su hermano. Al rato, éste apareció en el umbral, despeinado y desarreglado.
"¿Qué se te ofrece, hermanito?"
"¿Puedo pasar? Necesito hablar contigo."
"Claro."
Una vez adentro, tomó asiento en la cama, sin tener idea de que bajo ésta se escondía algo que jamás hubiese imaginado. Unos ojos amarillos controlaban la situación desde allí abajo, nerviosos.
"Ahora
dime."
"Sé que fuiste tú."
"¿De qué hablas?"
"No te hagas el tonto" – Yoh frunció casi invisiblemente el ceño – "Sé que no puedo hacer ni decir nada, pero eso no impide que conozca la verdad… Lo que no entiendo es porqué lo hiciste, qué te hizo él…"
"Sigo si entenderte, Yoh."
"… Es imposible que sea coincidencia¿O me vas a decir que el método es distinto al que usó la familia cuando mataste a Jeanne? Porque pese a que traten de lavarme el cerebro, no lo van a lograr: Yo sé que la mataste a ella también…"
"¿Crees que maté a Manta?"
"Sí. Y no solo lo creo: Estoy seguro."
Se quedaron en silencio mirándose. Los ojos del menor brillaban adoloridos, con la sombra del duelo aún latente. Bajó la cabeza, cansado. Su hermano estaba de pie, serio, inquebrantable.
"Yo no lo maté."
"Hao" –Replicó su hermano, agotado, luego de unos segundos – "Mira, sé que mataste a Jeanne, y eso no me lo puedes negar. Tú no estás bien de la cabeza, y lo sabes. Manta murió de muna forma demasiado parecida a su prima como para que sea solo coincidencia. ¿Por qué no me dices simplemente la verdad y el porqué? Sabías que era mi mejor amigo…"
"Yo no lo maté."
Sus miradas se encontraron, y el duelo se mantuvo bastante rato.
"Lo siento, pero no puedo creerte. Toda tu vida has mentido, y hace mucho perdiste mi confianza. No creo que sea conveniente que sigas viviendo aquí."
"Pues lo lamento por ti, Yoh, pero yo no me iré. Esta casa es tan tuya como mía."
Hao sonrió irónicamente, mientras su hermano agravó su semblante.
"Bueno Yoh, si ya terminaste y no es mucha la molestia…"
Con la sonrisa clavada en el rostro, el pelilargo abrió la puerta para que su gemelo saliera. Ése se puso de pie, y se dirigió a ella con paso calmo. Sin embargo, se detuvo antes de marcharse, parándose frente al otro joven.
"Necesitas ayuda, Hao. Eres un enfermo… Pero confío en que algún día pagarás todo lo que has hecho."
"¿Podrías dejar de pasearte? Parece león enjaulado."
"…"
Ignorando olímpicamente Pilika, una chica de ojos rosa se paseaba constantemente por el cuarto, murmurando suavemente, hasta que se detuvo frente a su amiga y, seriamente, le habló.
"Quiero ver a Yoh."
Pilika soltó un suspiro. Su mirada tenía una chispa extraña que nadie había notado: Terror. Lentamente, apoyó su cara en su mano izquierda, en un gesto de aburrimiento.
"Sabes que no puedes. Que Anna se haya marchado no significa que hayan terminado, o que tu puedas entrar en plan de conquista"
"Pero…"
"Pero nada, Tamao. Sabes que debes quedarte aquí. Además…"
Se formó un silencio corto e incómodo.
"… No te conviene mezclarte con los Asakura."
Tamao abrió muy grandes los ojos, sin dar crédito a lo que oía. La peliazul inmediatamente comprendió su error, al ver como el ceño de su amiga se arrugaba y sus dientes se apretaban, convirtiendo sus labios en un hilo.
"En primer lugar, Pilika, no eres la más indicada para decir eso. Yo conozco mucho mejor a la familia que nos crió a Anna y a mí. En segundo… Bueno, puede que los padres de Yoh no sean el mejor ejemplo de honradez¡pero él no es como su familia!"
E indignada, la chica salió del departamento, cerrando de un portazo.
"¿Y Hao, Tamao? Él es el hermano gemelo de Yoh… Y es peor de lo que crees. Si todos ellos son diferentes a como creemos¿Por qué él no habría de ser también un extraño?"
Su mirada se ensombreció de pronto. Se levantó del sillón, y lentamente fue a su cuarto. Se lanzó boca abajo en la cama, y permaneció así unos momentos, para luego sacar de un cajón de su velador un cuaderno y un lápiz.
Hace diecinueve días mataron a Manta en un callejón, y…
Yo estuve allí. Lo vi todo. Sé quien lo asesinó, pero aún no puedo creerlo. De verdad, no puedo…
Aunque, si lo pienso bien, no es tan absurdo.
Dios¡Tengo tanto miedo¿Y si me vio¿Y si decide tomar venganza¿Y si me mata?
Tengo miedo, pero no solo por mí, sino también por Horo… Pero sé que si le digo algo de aquello, no querrá escucharme. Me creerá loca.
Pobre Manta. Fue horrible, verdaderamente espantoso lo que le hizo. Jamás pensé que una atrocidad así fuera posible…
¿Por qué se fue Anna? Ella es la única que me podía ayudar, nadie más me entendería. Tamao de ningún modo lo haría y, además, no quiero asustarla. Ah… Tengo tantas preguntas¡Hay tantas cosas que no entiendo!
Horo… Espero que no te ocurra nada hasta que regrese con el consejo de Anna… Sí, espera, mi amor, porque iré a hablar con ella, aunque no le diré a nadie, o él se podría enterar… Y matarme.
Manta… Tu muerte no será en vano. Por favor, protégeme desde donde sea que estés, para poder revelar la verdad.
Tengo miedo, pero no dejaré que se salga con la suya. Las pagará.
"Con cuidado, Ren…"
"¡Ya basta, Horo! Te digo que sí me puedo mover, es solo que… Agh"
"¡Ren¿Estás bien? Te dije que no fueras tonto¡Pero eres tan terco!"
"Hn"
"Ven, vamos a la cama."
"Ya estoy harto de estar acostado¡No pienso quedarme un día más en cama!"
De un suave empujón, Horo-Horo Hizo a Ren caer entre las sábanas. Con resignación, el chino se quedó allí. Su novio no lo dejaría salir, por más que protestara.
"¿Has vuelto a ver a Hao?"
"Eh… ¿No?"
"Mentiroso."
"Bueno… Él fue quien me dijo que tú estabas en el hospital… Vino hasta el departamento a molestar. Desde allí que no lo he vuelto a ver."
"No me suena nada bien que esté tanto tiempo sin hacer nada…"
"Oh¡Vamos, Ren! Hao no es tan malo como crees. Él fue mi amigo, y de verdad que puede ser muy divertido estar con él."
"Si lo que quieres es que me enfade todavía más, lo estás logrando."
"¿Eh?"
"Ah, nada, estúpido."
De un jalón, Ren acercó a Horo para besarlo. Éste, perdiendo el equilibrio, cayó encima del chico de cabellos violeta.
Se empezaron a besar vorazmente. El chino sujetaba a Horo por el cuello de la camisa, ya que de allí lo había sujeto antes, mientras el otro se apoyaba con los codos en la cama, por miedo a causarle dolor al de ojos dorados.
Infantilmente, Ren se deslizó en la cama para así quedar totalmente recostado, haciendo que el ainu se doblara y, posteriormente, tuviera que acostar totalmente sobre el otro chico.
Ahora se besaban lenta y sensualmente, haciendo que pronto comenzaran las caricias. En un movimiento rápido, Horo-Horo apartó las frazadas que separaban sus cuerpos para quedar palmo a palmo.
"Te extrañé"- Murmuró Horo-Horo, separándose momentáneamente, apoyando su frente en la de su novio, y manteniendo los ojos cerrados.
En un rápido movimiento, el Tao cambió las posiciones, quedando él sobre el japonés. Una puntada fuerte en su pecho lo hizo estremecerse, sin embargo, no le prestó atención. Rápidamente volvió a atacar los labios de su chico, mordiéndole el labio inferior con suavidad, y luego entrelazando sus lenguas.
Sus manos curiosas empezaron a recorrer el cuerpo bajo e suyo, dibujando con sus dedos los bordes de su figura, de sus brazos, de su pecho, de su abdomen…
Deslizó sus manos dentro de la polera, y las fue subiendo suavemente, para luego sacarle la prenda de un tirón. Sonrió con malicia al ver a su novio agitado entre sus dedos.
Su boca empezó a dar mordidas por aquí y por allá de su pecho, mientras sus dedos, apoyados en las yemas, empezaron a reptar peligrosamente hacia las caderas de Horo-Horo.
Suaves besos cayeron en el pecho del de cabellos azules en el momento en que Ren jugueteaba ya con su pantalón. Por unos momentos, las manos perdieron rombo, para ir a acariciar suavemente la parte interna del muslo del chico de mirada negra, a quien sus jeans gastados empezaban a apretarle. Pronto las manos juguetonas del chino volvieron al ataque, esta vez introduciéndose por el pantalón del japonés sin necesidad de muchos preámbulos.
"Yo también te extrañé"
Con delicadeza, sus dedos apresaron a su presa, y con destreza comenzaron a danzar sobre él. Sus labios, dientes y lengua se perdían por la piel pálida bajo su cuerpo, y casi podía sentir el corazón agitado de Horo, mientras este empezaba ya a soltar resoplidos intercalados con uno que otro gemido.
Sus labios subieron por el tronco del peliazul, abriéndose un camino con besos, mientras su mano libre iba perdiéndose en las piernas y glúteos del joven. Pronto su rostro llegó al cuello del norteño, completamente a su disposición debido a que el otro joven mantenía la cabeza hacia atrás.
Una nueva puntada azotó su interior, pero volvió a ignorarla. Antes de atacar la nuez de aquel blanco cuello, Ren observó la delirante figura de Horo bajo su cuerpo, con los ojos cerrados y las manos aferradas a su cadera.
Fue por solo un segundo que Horokeu abrió los ojos, y lo miró de una manera extraña. Entre fría y ardiente, indescifrable y conocida, desconocida y verdadera. Entonces Ren se dio cuenta que estaba realmente duro, y que aquella mirada lo había excitado hasta lo más profundo. Cada célula de su interior vibraba, impaciente.
Las manos del peliazul se movieron sensualmente hacia sus piernas, acariciando toda la piel disponible a su paso, y haciendo que corrientes eléctricas lo recorrieran.
Sus dedos expertos empezaron a moverse con mayor fuerza, y ya sin control, se abalanzó sobre el cuello del joven que ahora gemía ahogadamente. Su sangre ardía, y perdía noción de la realidad. Ya poco podía saber sobre lo que hacía. Por unos momentos, perdió idea de lo que ocurría, dejándose arrastrar por las manos grandes de Horokeu.
Cuando recuperó el sentido, no sabía si habían pasado minutos, segundos, u horas, pero se encontró con que estaba desnudo, con un dolor en el pecho, y Horo-Horo también desnudo sobre él, besándolo con furia.
Las manos del ojinegro recorrían impúdicamente cada rincón, cada pedazo de su piel, como si no hubiese nada más en el mundo. La lengua tibia de Horo-Horo se enroscó en su oreja que ardía, igual que todo su cuerpo, como si estuviera en el infierno.
Una sonrisa que rozaba el término "malvado" asomó entre los labios enrojecidos del peliazul. Ren nunca lo había sentido tan salvaje, tan indomable, tan desconocido…Pero eso no quería decir que no le gustara. Que no estuviera cada vez más duro, que cada vez fuera aumentando la temperatura de una manera casi insoportable.
Los dedos húmedos de Horo palparon con violencia un punto entre su entrada y su miembro. Aquello le hizo nublar la vista y pegar un gemido fuerte y claro de placer.
Pero la sonrisa maliciosa no se borró de los labios del de ojos negros. ¿Era su impresión, o los ojos de su novio estaban más oscuros de lo que acostumbraban, hasta el punto de confundirse su pupila con el iris?
Una mano, sin nada de tacto, lo obligó a girar bruscamente, sin permitirle seguir su análisis. Aunque el placer del otro cuerpo sobre el suyo tampoco lo dejaba pensar mucho…
Una lengua áspera recorrió a lo largo su espina dorsal, de abajo hacia arriba, para desviarse hacia su oreja, la cual mordió con rudeza.
Sus dedos finos y largos se aferraron al colchón, teniendo el presentimiento que sta vez Horo no tendría el menor miramiento.
Y así fue.
Las manos blancas disfrutaron de su carne por unos segundos, apretando, haciéndole suspirar, y luego, sin aviso, en un par de segundos, se tendió sobre él, y entró con una violencia que jamás había usado.
Una nueva puntada, en otra parte de su cuerpo, acompañó la de su pecho.
Una y otra vez, moviendo perfectamente su cadera, afirmando posesivamente con sus manos la de Ren; jadeando, soltando su aliento en el oído del chino, gimiendo roncamente al tiempo que el ojidorado se despedazaba de placer, aferrado al colchón, entraba con más fuerza y velocidad que nunca en el delgado cuerpo de su novio.
Ren sabía que ese no era el mismo Horo; lo presentía, pero poco sabía incluso de sí mismo en ese momento. Y perdió toda noción cuando Horokeu empezó a golpear una y otra vez aquel punto preciso entre su carne.
Gemían a la par. El dolor era parte del placer para el Tao. Todo se mezclaba y se confundía: El placer d Horokeu saliendo, y volviendo a llenar el vacío que se generaba en su interior, la puntada de su pecho, el abrumador calor y el placer que recorría cada fibra de su cuerpo, y las manos de su novio que lo apresaban con fuerza, que le hacían irremediablemente daño.
Sumergido en las olas de placer, Ren levantó la cabeza, con los ojos cerrados, mientras sus manos apretaban con fuerza las sábanas, y su boca descontrolada soltaba gemidos.
Entonces una mano firme y fría como el hielo lo tomó por sorpresa, y lo obligó a hundir el rostro en la almohada. Los gemidos de sus labios empezaron a oírse apagadamente.
La fricción de su miembro, producto de los impactos de Horokeu en su cuerpo, contra el colchón áspero donde la sábana se había corrido; la mano de Horo entre su cabello, ahogándolo; la espada invisible que se clavaba cada vez más fuerte en su pecho; la mano de su novie en su cadera, posesiva; el miembro del de ojos negros golpeando su interior, golpeando como un animal aquél punto; sus manos en la almohada, tratando de separarse un poco de ella para respirar; sus gemidos explotando contra el blando objeto; la boca de su chico dejando su aliento tibio y bestial en su oído, sus cuerpos masculinos hechos uno…
Todo se mezclaba para Ren, todo era uno. Era un placer embriagante.
"No vuelvas a dudar de mí… ¿Entendiste?. No te atrevas a dejarme… Porque ni aún cuando tu lo quieras… ni entonces podrás librarte de mí… Ren… Ren Tao… Me perteneces"
Y aquella voz atemorizante que le amenazaba, que no pertenecía a Horo, continuaba penetrado una y otra vez con rapidez y violencia, le hizo llegar al máximo, mientras la vista se le nublaba y su miembro, pegado al colchón, liberaba su esencia, mientras perdía, tal vez no tan lentamente, todo sentido, toda noción de realidad.
La mesa tembló, y el té de sus vasos se derramó. La chica mantuvo la vista baja, y no hubo cambio en su semblante.
"Tienes suerte de que él no esté aquí, lo sabes, verdad?"
"Sí"
Frente a ella, una anciana apretaba los labios, y sus manos empuñadas delataban que ella había sido la culpable del pequeño cataclismo que había asesinado al azucarero. Las manos ahora cubrieron el rostro a la mujer, que luego de unos segundos de silencio, las bajó, recobrando el control.
"Ahora eres impura. Te recibiré aquí, pero jamás te casarás. Ningún hombre podrá tocarte otra vez, y por supuesto que no volverás a ver a Yoh. Hasta ahora me alegraba de su noviazgo, pero después de esta noticia…"
"Lo entiendo, y haré lo que usted me diga"
El corazón de Anna se rompió. Ella ya sabía que sería así, pero era tan distinto oírlo de otra persona!
"Quiero estar a tu lado, pero…"
"Retírate, Anna."
"Sí. Con permiso"
Sus pies la llevaron por el bosque, donde nadie podía ver su mirada triste.
"Ya encontrarás a quien amar, aunque…"
En un tren, con la mirada perdida, una chica de cabello celeste se acercaba a ella, una cruel noticia que le habían mantenido oculta. Su celular sonó insistentemente, pero en cuanto vio que era Tamao, lo apagó. Tenía miedo, y no deseaba tener quedarle explicaciones a su amiga.
"Tú nunca supiste lo que significaba esa palabra."
El amor algún día te golpeará, y entonces, finalmente comprenderás lo que yo siento. Pero yo ya estaré muy lejos de este lugar. Entonces, un amor loco por mí te aturdirá, cuando comprendas que nunca me tendrás.
"Fuiste tú quien me mató"
"Qué haces aquí, Tamao?"
Yoh estaba sentado en su patio, y ni si quiera miró a la chica recién llegada.
"Yoh… yo… yo…"
Y llorando, con el corazón saltándole con solo ver al chico, la pelirosada se echó al cuello del moreno, aunque al poco rato lo soltó, al no encontrar la menor respuesta de su parte.
"Yo… yo lo siento…"
"No importa. Ahora dime, a qué vienes?"
"Pilika dijo unas cosa horribles" –dijo apretando los puños, y sentándose al lado de él- "Bueno, lo que dijo no fue tan feo, pero lo que insinuó…"
"Era solo eso? Bueno, Tamao, si no era nada más, tengo mucho que pensar…"
"No era solo eso… Yo… Quería verte…"
Yoh frunció el ceño. Era duro, pero debía decirlo.
"Tamao, escúchame. Que el otro día nos hayamos besado no significa nada, comprendes? Tú eres para mí como una hermana, y…" –al ver los ojos llorosos de la chica, añadió molesto- " No te pongas a llorar, Tamao, que ya no eres una niña. Además, siempre has sabido que no me gustas… Mujeres, como si no bastara con Anna, tú vienes a hacer berrinches de niña de tres años…"
La pelirosa abrió enormemente los ojos, y el dolor los tiñó. No podía dar crédito a sus oídos. Se tragó todas las lágrimas. Yoh no la vería soltar ni una.
"Has cambiado demasiado, Yoh. No sé porqué ni cuando, pero no ere la persona de la que me enamoré. Ese chico era amable, preocupado por el resto, pero no daba demasiada importancia a las cosas… Él siempre tenía un minuto para los demás."
Y dando media vuelta, Tamao Tamamura se marchó. Pilika tenía razón. Llorando ahora, discó el celular de su compañera de cuarto.
"Y qué quieres que haga, Tamao? Claro que he cambiado… la vida me ha obligado…"
Oscurecía, y con un suspiro, Yoh se levantó del piso, y fue a dar un paseo por la ciudad. Las calles estaban silenciosas, y las luces parecían fúnebres, pero el moreno poco veía. La niebla cubría sus ojos. Estaba totalmente ciego.
Decidió por el camino pasar a comprar algo de alcohol para beber, y marchar a casa. Al llegar allí, la botella había bajado considerablemente, aún así, el chico no estaba borracho. Le sorprendió ver todas las luces apagas, ya que estaba casi seguro que había dejado una nota a Hoa, diciéndole que no lo hiciera, para que pareciese que había gente en la casa.
"Hao?" –Preguntó, en cuanto abrió la puerta.
Entró con cautela, al tiempo que abría la botella y bebía un trago. Entró al salón y presionó el interruptor, pero nada ocurrió. Frunció el ceño. De a poco, se fue acostumbrando a la oscuridad.
Se iba a girar para ir a su cuarto, cuando algo se movió. Se volteó, asustado. Y allí lo vio, sentado en el sofá, sonriendo, el chico de ojos felinos.
"Qué…?"
"Hola, Yoh, gusto en conocerte."
"Cómo que "gusto en…"?"
Entonces, de atrás del sofá, emergió Hao. Estaba serio, casi triste, aunque un brillo maniático se adivinaba en sus ojos.
"Qué tal, hermanito? Cómo estuvo el paseo? Ah, pero qué despistado, no los he presentado!" –Se apoyó en es sofá, sujetando con sus dedos el mentón, sonriendo con malicia.
"Como que presentar? Claro que conozco a Ren…"
"Error. Te presento a Denai, Yoh" – Agregó al ver la botella- "No nos ofrecerás un trago, Yoh?"
"Qué clase de broma es esta, Hao? Y a ti, Ren, qué te pasa? Por qué estás con Hao?"
"No, no, Yoh, parece que tú no entiendes" –Dijo Denai en un susurro sedoso, como si le explicara a un niño- "Yo no soy Ren. Que no ves la diferencia de voces, o lo distintos que somos?"
"Pero vamos, Yoh, toma asiento, ponte cómodo. No seas tímido!" –Dijo con burla Hao.
Su gemelo no se movió. Pese a que la cabeza le empezaba a dar vueltas, tomó otro trago, sin despegar los ojos de eso dos chicos.
"Qué diablos es esto, Hao?"
"Bueno… Denai está aquí por algo muy puntual, hermanito. Ya que te mostrabas tan interesado en la muerte del enano, creí que te gustaría conocer a su asesino, y así, dejar de acusarme a mí."
Denai sonrió de medio lado, mirando fijamente a Yoh. Éste empezó a retroceder, hasta que chocó con la puerta.
"Qué? Ustedes dos, ya basta de bromas-"
"Hay, Yoh, que no ves que no es una broma? Yo maté a Manta porque ese enano cabezón sabía demasiado."
Denai se levantó del sillón, mientras Hao sonreía. El menor de los hermanos solo lo vio acercarse, petrificado por el alcohol y la excentricidad de esa situación. Ese no era Ren, sin embargo…
"Y ahora estoy aquí para hacerle un favor personal a mi buen amigo Hao" –El chico extranjero estiró el brazo, y le puso seguro a la puerta. Luego, le sonrió a Yoh, y se alejó unos pasos- "Adivina cuál es"
A Yoh la boca se le secó. Se dio cuenta que él también sabía demasiado.
"Vas… A matarme?"
Denai y Hao sonrieron de manera vacía.
"Respuesta correcta, guapo"
El de ojos felinos sacó un arma de fuego de su gabán. Reaccionando, el menor de los Asakua dejó caer la botella, y se giró para tratar de abrir la puerta, olvidando que hace unos segundos Denai la había cerrado. Sin embargo, no alcanzó a acordarse, cuando ya dos balas silenciosas quemaban su cuerpo, y manchaban bastante más que su piel de color carmín.
Y a lo lejos, escuchó la vez llena de odio de Hao, diciendo entre carcajadas.
"Adiós, mi querido hermano… Adiós, Yoh."
Pam pam pam... ¿Qué diablos pasó aquí? Mucha muerte, y se empieza a aclarar el misterio en torno a Denai. ¿Sobrevivirá Yoh¿Qué será de Anna? Esto parece telenovela... Solo que un poco más oscura. Hasta en la escena más romántica se esconde el dolor y el miedo.
Reviews, Reviews, Reviews!
Solo de eso depende la continuación de este fic. Así que ya saben. Si no hay más de 5 reviews, se acabó "Superior a Mí". Espero, entonces, su apoyo. Estoy bastante deprimida porque en mis últimos trabajos no he tenido mucho éxito, así que espero que con esta historia sí se matenga su prevalencia.
Saludos,
Vickyng-san.
