Superior a Mí.
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Finalmente, el último capítulo. Gracias a Leo, Faye, Saikano, Mim, Junlin, Fumiki y Mydory. Muchas gracias. Pero este es el final. No habrá epílogo. Hasta aquí llega este fic, antes de que me saque más energías, desangrándome con sus intentos de volverse algo coherente y bien hecho. Aquí llego al punto de principio, donde todo se pierde en un tiempo que ni yo misma conozco.
HoroxRen, RenxHoro. AU. ¡Slash!, o Shounen Ai, como prefieran llamarle. OOC. Violencia, Angst, muchísimo angst. Shaman King no me pertenece.
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Capítulo XVII: Superior a Mí.
Cuatro días. Veintiséis horas. No, no, eso hacía cinco días. ¿Cuánto? No importaba. Estaba sumergido en sus tinieblas. ¿Era capaz de ver la verdad? Tal vez, recién ahora comprendía, con la fuerza del impacto chocando contra su nariz, haciéndole tragar el humo de la derrota.
Y que la verdad se volviera mentira, y el tiempo pudiese regresar. Que en una cama encontrara a Horo-Horo, sin esa obsesión del último tiempo, ni las manos frías del cuero ciñéndose sobre sus brazos. O despertar del todo, con la fuerza de enfrentarse a sus temores; con el deseo de ser curado.
-Ren, mi querido hermanito. ¿Sabes cuánto he sufrido en este tiempo, creyendo que te había perdido? Todos estamos orgullosos de ti. Sabemos que puedes salir adelante. Solo es cosa de que quieras hacerlo.
Tal vez, la verdad es algo que algunos, simplemente, no nos atrevemos a aceptar, por más que ya la estemos mirando a los ojos. Porque el ser diminutos es algo que nos saca de quicio. Más aún, darnos cuenta de nuestra naturaleza egoísta. Si alguien es capaz de hacer cara a eso, es que ese alguien no es real. Y si otro dice superarlo, es porque, simplemente, es el peor de los ciegos, creyendo entender, sin notar que solo ve sombras, y no conoce ni un boceto de la luz.
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Todos estaban maravillados de la rápida curación de Tao Ren. De su sobriedad, de que aceptara todo lo que decían los médicos, sin oponerse, avergonzándose de su antigua condición en lugar de tratar, irremediablemente, volver a ella.
Su propio padre lo aceptó nuevamente en casa, aunque nunca fue capaz de mencionar nada de lo ocurrido. Nadie lo hizo, excepto Jun. Pero aún su hermana nunca se lo dijo a la cara. Solo le hablaba, a sollozos, mientras el chiquillo dormía.
El pequeño Lyserg miró con los ojos brillantes por la ventana. Había permanecido allí todo el día, hasta que vio aparecer el auto que traía a su antiguo y querido amo. No pudo hacer más que darle una sonrisa sincera, aún cuando tuvo que bajar el rostro, cuando su amado dueño pasó delante de él, sin dirigirle ni una mirada de reojo.
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"¿Es posible, realmente, que todo fuera tan simple? No recuerdo hace cuánto abandoné "La Ciudad". Miento. Sé perfectamente hace cuanto fue. Llevo la cuenta de cada día, cada minuto que pasa, entre suspiros y vinilos. Entre aire y soledad. Entre frescor vespertino y amargura nocturna.
Yo creí que fueron más de cinco años con Horo-Horo. Pensé que estuve cinco años en esa ciudad de tonos naranjos. Sin embargo, solo fueron dos. Uno en que lo vi, y creyendo aún ser un niño, lo perseguí por laberintos de mi mente, hasta que mi padre me hiriera mortalmente. Y uno perdido en mi propio ser, acompañado de su recuerdo vigoroso, creyendo que un día real era un mes.
Y sería mentira si dijese que quiero regresar. Finalmente, comprendo todo, y puedo mirar al mundo de frente. Por fin, he vuelto donde pertenecía, y he descubierto que es aquí, en esta mansión del terror, donde realmente pertenezco. Porque, irrevocablemente, yo también soy Horror. Aunque intenté negármelo. Por más que quise escapar de mí mismo, terminé cayendo en los abismos de mi propia mente, en la prueba prima, en la cual casi pierdo.
Pero finalmente, cuando logré vencer, pude enfrentarme con mi esencia. Con esa oscuridad latente que me negaba a ver.
Pero también sería falso decir que no añoro esa vida fatua que tuve.
Cada noche, como araña, Horokeu trepa por mi cama, recorriéndome con sus manos, besando mi rostro, haciéndome desesperar, sintiéndome deliciosamente prisionero otra vez. Y entonces beso sus labios, y descubro su sabor nuevamente. La noche entera se queda a mi lado. Por eso temo dormir, por eso odio despertar. Porque al hacerlo, descubro mi cama sola, mi cuerpo húmedo y frío, mis ojos llorosos.
Porque cuando llega el día, tú escapas por ventanas, dejándome con la añoranza, obligándome a sacar, otra vez, la careta de lunático, para empezar una vida de cuerdo.
Y perdóname, perdóname si me he dejado confundir, envolviendo otros cuerpos, pensando que eres tú. El pequeño, pequeño Lyserg. Y discúlpame si te he traicionado, diciendo que no exististe, aceptando mi delirio de años, aceptando que fuiste fruto de mi mente. Porque, pese a que no eres más que una gestación de mi mente, lo que el hombre crea, es. Y tú eres.
Y yo te traiciono. Te he matado yo mismo, Horo-Horo."
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Durante cinco años había creído que su hermano estaba loco, perdido para siempre en su propia mente. Luego de que su padre casi lo matara ese día, todo había sido horrible. Los médicos lograron salvarle la vida solo gracias a que En se arrepintió y les permitió el ingreso. Ran permanecía en un rincón, en silencio.
Sí, quizás pudieran mantener su corazón latiendo, pero el daño que tenía Tao Ren iba mucho más allá que esa herida mortal. Se arrastraba hace un tiempo, como les había confesado el esclavo personal de su pequeño hermano.
Y pese a todos los intentos de los doctores por curar esas heridas, ya nada podían hacer más que confiar en la propia fuerza de Ren para salir de ese laberinto al cual había entrado. Ese estado, tan vulgarmente llamado locura.
Pero, en el fondo, ella mantenía la esperanza de que su hermanito estaría bien, y que mejoraría tarde o temprano. Al menos, estaba tranquila pensando en que el niño ya no tendría que ocupar el lugar que su padre le había asignado.
Aunque cuando despertó, fue el mismo Ren quien quiso hacerse cargo de todo lo referente a su dinastía.
"Estoy orgulloso de ser un Tao, y siempre lo estaré. Portaré mi apellido en alto, padre, no lo defraudaré. Desde este día, yo juro servir única y fervientemente, y si es necesario dar mi vida, por la sangre que me dio vida, por la vida que me dio muerte. Por la dinastía Tao."
Ese había sido el discurso dicho por su hermanito. Casi había llorado, destrozada de verle tan distinto al chico que conocía. Se llegó a preguntar si no sería mejor para Tao Ren seguir allá en un hospital, sumido en un letargo de locura, que en esa realidad asesina.
Y si Tao Jun hubiese sabido que Ren estaba amodorrado por la rutina, y que cada noche, como mariposa, se repetían sus vívidos sueños de mundos inexistentes que aún añoraba, habría sido capaz de cualquier cosa, con tal de devolver la falsa, aunque felicidad después de todo, a su hermanito amado.
Y si Jun Tao hubiese visto el corazón de Ren, atrapado por lianas grises de desesperanza y hastío, de odio, rencor y oscuridad, habría temido. Porque son pocas personas las que aceptan su propia maldad. Y si conociese ese dolor y ansia de volver a la locura, aunque fuera para volver a tocar los labios de ese inexistente chico llamado Horokeu una sola vez más, quizás habría entendido ese apasionado discurso hecho el día que juró a la dinastía con rostro y tono inexpresivo.
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"Una vez más, he vuelto a soñar lo mismo. Me seco el sudor de la frente, y trato de borrar, inútilmente, todas las imágenes que no me han abandonado en todo este año de "raciocinio". Un año de pesadillas, de haber descubierto que estaba incompleto, porque estaba dividiendo mi propio ser en otros, para dar creación a existentes solo en mi mente.
Volví a soñar contigo, Horo-Horo, y esta vez, casi siento tu aliento de plata congelando mi oído, como cuando todo iba bien, y las cosas no se complicaban aún, preparándome para despertar. Antes de que mi propia mente, con el nombre de Denai, acudiera a mi salvación.
Y es absurdo pensar que amo un producto de mi mente. Pero así es. Ahora, luego de pasar años sin aguantar la verdad, tengo que aprender a vivir sin la mentira."
Y Tao Ren, pegado a la ventana, veía la fría noche, con sus estrellas opacas y llorosas. Quizás, solo era un estremecimiento en su piel, un leve crujir de su corazón, lo único que le indicó que, a muchos kilómetros de distancia, en una camilla, un chico en coma mostraba en la pantalla una extraña actividad mental.
Y a su lado, su hermana Pilika le apretaba la mano, sorprendida, dando gritos a los médicos, rogándoles que acudieran pronto a ver qué ocurría con su hermano Horo-Horo, que hace ya dos años, se encontraba en coma, luego de un accidente de auto.
El puño de Horokeu Usui se crispó, al igual que su ceño, entendiendo la desazón que sentía aquél con que había compartido extraña locura en el mundo de las mentes. Dándose cuenta que, lejos, muy lejos, perdía en la verdad a quien creía también un sueño.
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(Suena: April Ethernal – Opeth)
Acepto de todo. Desde tomatazos, hasta saludos. No sé que decir. Yo esperaba que el final fuera más potente e impactante, pero después de hacerlo mil veces, me di cuenta que era muy difícil narrar esto, dar a entender mi idea. Sin duda, no sabía lo que hacía cuando inventé este fic. Lo único cierto es que, pese a todos mis cambios, sigue bebiendo de mi vida.
Reviews, Reviews, Reviews.
Y esto, amigos míos, es el final. Para quienes lo lean, y no se perdieron, ni me abandonaron en el camino, está el regalito. Simplemente, les otorgo otra visión de lo que es esta vida. La visión de que todo vale, finalmente, una mierda, y que no importa cuanto hayamos tenido que pasar, a fin de cuentas, siempre terminamos traicionándonos y dándonos cuenta que siempre fuimos una mentira.
Vickyng.
(Comenzado: 10, septiembre, 2004. Terminado: 16, mayo, 2006)
