Shaman King.

--- Cacería en colores ---

Capítulo 3: --- Celeste -----

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Notas1:

Wuhaja! Volví o.óU Les dije que lo haría, mortales. xDDD (Discúlpenme, es el sueño).

Primero que nada muchas gracias a Valsed, Lady-Amaltea (xD Ahora nos tratamos con formalidades de nicks; bah! Tú sabes que te quiero! xP), y Anna Kyouyama A, por haberse tomado su tiempo, y haberme dejado un comentario ¡ENORMES GRACIAS! También gracias a la gente de lo leyó y no pudo dejar un mensaje -Saluda a Malale-, yo sé que pasa, no se preocupen.

Bien, 3º capítulo (para que vean que Petra sí piensa en éste fic), y roguemos al Diox o Bishonen de su preferencia, para que Saya me preste atención (de nuevo), y recuerde leer su historia. (xD Pero no la culpo, porque fue mí error).

OJO: Ligero Shonen-Ai (RenHoro); pero, si no lo quieren ver así… eh… hagan de cuenta que son los mejores amigos de mundo, ¿síep? Y todos contentos.

Espero les guste…

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Tamao y Pilika ahora tenían una doble tarea, y muy grande. Anna y Ryu debían ser atendidos con pañuelos helados sobre sus frentes constantemente, para evitar que la fiebre subiera aún más de los límites imaginables.

Acostados en sus respectivos futones, en el cuarto de la Itako, las chicas se esmeraban para no desatender a ninguno, y tener los sentidos bien abiertos, por si veían u oían al ratón.

-Un ratón causa todo esto…

-Lo dije una vez, y lo diré siempre Tamao: incluso para ésta casa, la situación es extraña. ¿Cómo un ratón puede lograr tales síntomas?

-Pásame más hielo, por favor.- La pelirrosada suspiró- Pues, sólo nos queda esperar a que el Doctor Fausto vuelva pronto… Y que a tu hermano no se le acaben los poderes espirituales, sólo él produce tanto hielo.

-Pero, Kororo está buscando a Fausto también, así que no tenemos mucha suerte.- Con suavidad, Pilika colocó un pañuelo (ésta vez rojo, porque no pudo encontrar otro más serio) sobre la frente de Ryu, quién presentaba exactamente los mismos síntomas que Anna: Fiebre alta y actitud durmiente.

A lo lejos, se escuchó el eco de cosas cayéndose. Tamao suspiró, mientras retiraba el pañuelo de las sienes de la señorita Anna.

-Espero que ellos si tengan suerte… y no destrocen la casa en el intento; tal vez tanto caos obligue a la Señorita Anna a despertar, sólo para regañarlos.

Pilika se permitió una sonrisa divertida.

-Con todos ellos y Anna, nunca se sabe.

Y cuando la chica Ainu dijo "todos ellos", no se refería más que a la increíble unión de fuerza, inteligencia, estómago y destrucción, que conformaban: Yoh, Ren, Horo Horo, Hao, Lyserg y Chocolove en el mismo equipo.

Los Yohyohs (Unos más y uno menos) reunidos de nuevo. Qué miedo.

Se encontraban en la puerta del armario donde se guardaban las cosas de limpieza. A Horo Horo lo dominaron unánimemente como el Repartidor de Armas (O si a ver bien vamos: Repartidor de escobas), ya que, al ser quién más trabajo de limpieza tenía, se conocía perfectamente la ubicación y resistencia de cada objeto ahí guardado.

-¡Bien!- Empezó el chico del hielo- Aquí hay otra escoba, pero más oxidada. ¿Quién la quiere? ¿A quién le falta?

-Mmm… Creo que yo podré tomarla.- Respondió Yoh con una media sonrisa, un tanto divertido por la situación.

-Yoh- Preguntó Ren tratando de verse calmado, y tratando de que en su voz no se reflejaba la falta de paciencia que poseía; cosa que, por supuesto, no logró-, explícame de nuevo ¿por qué no podemos usar nuestras armas?

-¡Uy, tiburón! ¿Qué parte no captaste?- El shaman del Norte se tomó la libertad de responder con burla, mientras que retiraba unos tobos de plástico del camino hacia más escobas- No podemos destrozar la casa. Yo no quisiera exponerme a la furia de Anna cuando despierte, al ver su casa en mal estado… ¡Además, yo soy el que limpia! ¡Y no quiero más trabajo!

-¿Quién te habló a ti, Boro Boro?- Dijo el chino con burla.

-Grr… ¡Toma tu escoba!- Terminó Horo Horo, lanzándole dicho artefacto directamente a la cara, pero sabiendo perfectamente que nunca llegaría hasta su blanco.

-¿No hay más que escobas ahí?- Preguntó Hao con genuina curiosidad.

-También hay haraganes, mopines,…

-¡Cuerpo espines flojos!- Intervino Chocolove de la nada, llevando sobre su cabeza uno de los tobos que el mismo Horo Horo había tirado por ahí.- ¡AY! ¡¡Cada vez me puyas más fuerte mi nariz linda, Rensito pue'!!

-Entonces no abras tu bocota a menos que sea para decir algo inteligente, baja mangos.- Sonrió burlonamente- Y ambos sabemos que eso equivale a muchos años de silencio.

-¡¡No me confundas con el Hoto Hoto!!

-¡Oye, bembón, más respeto!

-Bien, admito que esa fue inteligente… ¡y muy buena!

-¡Jijijiji!- Ahora fue Yoh quien se encasquetó sobre la cabeza un tobo de limpieza.

Hao estuvo a punto de tomar otro color rojo que había tirado por ahí, pero luego lo pensó mejor: ¿Esa cosa aplastando su cabello? No gracias.

-Oye, Horo Horo, ¿hay tantas escobas como para todos nosotros?

-¡Ni lo dudes, Lyserg!- Respondió el compañero de Kororo- También hay 3 chupones de baño, tú estás más familiarizado con ellos, ¿te paso uno?

El inglés frunció el entrecejo al recordar que Anna siempre de los siempres lo ponía a limpiar los baños.

-¡Jajaja! Saliste bueno para algo, inglecita.

-Ten, Hao.- Si Lyserg iba a contraatacar al shaman del fuego, Horo Horo le cortó la inspiración, al ver 3 objetos volar hasta la cabeza del mayor Asakura, los cuales fueron atajados al vuelo- No creo que sirvas ni para barrer bien, por eso, mejor te doy tus instrumentos.

El hermano de Yoh, no supo si tomarse aquello como un insulto, o como una muestra de amistad de parte de Horo Horo, porque ciertamente eso de las escobas no se le daba muy bien, pero esto: la espátula, el rodillo y la pala habían pasado tantas veces por sus manos, que podía hacer cualquier cosa con ellos. Cuando, al jugar con fuego, (sin querer queriendo) quemaba una pared, Anna lo obligaba a retirar la pintura con la espátula, volver a pintar con el rodillo, y verter la pintura en la pala. Sus muy preciados instrumentos.

-Bien…

-¡Bien!- Repuso Horo Horo, saliendo totalmente del armario algo lleno de polvo, y con la escoba a la vista más resistente y nueva que todas las demás- ¡Ya estamos listos para la guerra!

-¿Y por qué tú tienes la mejor escoba?- Preguntó Yoh inocentemente.

-Porque: el que reparte y comparte, se lleva la mejor parte.

-… Quiero constatar que hablamos de escobas, lo que demuestra hasta que punto llega la inteligencia de Loro Loro.

-¡¡¡¡QUE SOY HORO HORO, ANTENA CON PATAS!!!!- Se aclaró la garganta- Además, no te regreso el insulto porque sé que es pura envidia porque tu escoba está bien fea y oxidada.

-… Quiero constatar que seguimos hablando de escobas.

-Ya me cansó su conversación, mortales.- Intervino Hao, de forma cortante- ¿Vamos a cazar o no?

-Hao está emocionado. ¡Oh, claro! Es que está ansioso por mostrar su parte bestia.- Opinó Lyserg con simpleza.

-Sé que no eres diminuto, pero me estás hartando.

-¡Biiiieeeen!- Disidió, por fin, hablar Yoh por la paz- Lo mejor será que vayamos a la sala, ya que ahí fue la última vez que fue visto.

Y sin esperar respuesta, el menor Asakura empezó su suave andar, sintiendo como el tobo sobre su cabeza de vez en cuando le tapaba la visión, y debía echarlo hacía atrás. Todo fuera por cazar al ratón que le hizo daño a su Annita, y a uno de sus mejores amigos.

-Y, ¿qué haremos cuando atrapemos al ratón?- Preguntó Horo Horo al aire, mientras que utilizaba el palo de su escoba como bastón al andar- ¡Es decir! Soy ecologista, no creo que exactamente matarlo…

Pero Horo Horo interrumpió su discurso al sentir una presión en su pantorrilla, que se le antojó bastante a una mordida; y, lanzando un alarido que sólo a una niña de 5 años podría salirle tan agudo de la garganta, tomó su escoba y empezó a golpear con todas sus fuerzas el piso, tratando de matar al ratón que lo mordió.

Cerrando los ojos fuertemente, el Ainu dejó de moverse, esperando a que se le subiera al cerebro la risa histérica y que dijera locamente algún color. Lo extraño fue escuchar la risa histérica… de la garganta de Hao. Abrió los ojos con duda, para encontrar al shaman del fuego riéndose en su cara.

-Muy ecologista y defensor de animales, ¿no?- Le preguntó, mientras que volvía a pellizcarlo de la misma forma, esta vez en la otra pantorrilla, haciendo que Horo Horo se diera cuenta de que había sido engañado.

Sin quererlo sus mejillas se sonrojaron, pero aparentó estar molesto.

-¡Ay, si tú! ¡Que chistoso! Estás para hacer un acto con Chocolove. Yo estaré vendiendo los tomates podridos al final de la función.

Si Ren hubiera sostenido la mirada de celos que le dedicaba a Hao unos segundos más, todos se habrían dado cuenta (y por ende, los más observadores sabrían un pequeño secreto que guardaba), pero un ruido a su lado lo hizo girar la vista, para toparse con los ojos más pequeños que él hubiera visto en su vida.

-¡Ratón!- Alertó antes de subirse a la mesa de la comida, sin importarle si quiera quitarse las sandalias de la casa.

Para su sorpresa: todos siguieron su ejemplo.

Y ahí estaban, los shamanes que se jactaban de ser los más poderosos ("Yo soy más fuerte que ellos"); los 6 montados en la pequeña y baja mesa de madera, que no sabían cuanto tiempo más resistiría tanto peso.

-¡Idiotas!- No se resistió en gritar el chino- ¡¡Debemos cazarlo, y no hacer como si él nos cazara a nosotros!!

-Bue', Renny,… Te digo que desde aquí, no sé cual es cual; ni cuál somos nosotros.

-¡Cállate, negro!

-¡Es cierto, chicos! Debemos pelear.

-Lánzate de primero a la batalla, inglecita.

-¿Y por qué tú no? Gran Hao.

-Pues, ahora que lo dices…

-¡¡AHÍ VIENE!!- Gritó Yoh, al observar la velocidad con la que el animal se acercaba, y lo psicópata que se veía. (No es que el chico sea cobarde, no, es que el ratón intimida).

Sin esperar mucho, Horo Horo fue el primero que saltó de nuevo a la cocina, ya que estaba seguro de que, en primera: la mesa no resistiría tanto peso mucho tiempo más, y en segunda: que el ratón alcanzaba mucho más fácil la mesa, que si se montaba sobre el lavaplatos.

Ren, Hao y Chocolove estuvieron silenciosamente de acuerdo con su idea, al seguirlo hasta la cocina, mientras Hao trataba desesperadamente de cerrar la puerta, aunque eso significara dejar la batalla para sólo dos personas.

¿Por qué le había prometido a Annita que no usaría el fuego nunca más dentro de su casa? Y él debía respetar la promesa ¡era un shaman de honor! (Además, de que el castigo sería doloroso)

Mientras buscaba algún gabinete o banco en el cual montarse, y aún armado con la mejor escoba que encontró, Horo Horo sintió una nueva presión dolorosa justo arriba de dónde terminaba su blanco calcetín.

-Hao, ésta vez no me la creí.- No dudó en decir con altanería.

-¡¿No te creíste qué?! ¡Maldita puerta de porquería que no cierra!

-Si tú estás allá,...- Tragó saliva- O sea…

Y en efecto, sus piernas dejaron de ser tan seguras como antes, y poco a poco, las ideas en su cerebro se hacían más confusas. Pronto, sólo sentía palpitar la pequeña zona en la que fue mordido, sin embargo, pudo ver un movimiento entre sus piernas, que se perdía hacía el pasillo, justo antes de que sus ojos sólo captara el color azul celeste.

¡Qué cómico! ¡Todo azul!

-¡Jajajajajajajajajajajaja!- Empezó a reírse, todavía balanceándose de un lado a otro en busca de un inexistente equilibrio- ¡Azul! ¡Azulito! ¡Azulito como el cielo! ¡Jajajajajajajajajajaja!

Cuando sus piernas dejaron de responder y se flexionaron hacia el suelo, ya estaba preparado para sentir su nariz siendo aplastada por el suelo; lo que no se esperaba eran unos fuertes brazos que le envolvieron evitando su caída. Los reconoció en seguida, a pesar de su estado: Sólo Ren podría abrazarle de aquella forma.

-¡Jajajaja! Por… ¡jaja! … Por allá.- Susurró señalando con su mano el camino que había tomado el ratón, justo antes de dejarse vencer por la extraña locura, y caer inconsciente sobre los brazos del joven chino.

-¡¿Cómo se pudo moverse ta' rápido?!- Preguntó Chocolove desconcertado, con su particular acento.

-Horo Horo…- Suspiró Ren, mientras lo cargaba cual pareja de recién casados, para llevarlo hasta el cuarto de los desmayados, sabiendo perfectamente que nunca llegaría el sonrojo de vergüenza hasta sus mejillas.

Ya vería ése maldito ratón. Ahora, era personal.

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Fin del capítulo 3.

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Notas:

¡Aja! Veo sus caras de: "¿Esperé para leer esta porquería?" y será que ustedes ven mi cara de: "¡Perdón! ¡Yo no quería. ¡Culpen a la cabra! ¡La cabra!" Ok, ya: Siento mucho la falta de todo que tuvo este capítulo. Ya sé que debería empezar a escribir bien, pero… téngame paciencia.

Lógicamente, ya quedó resuelto el "en colores" del título general del fic. Síp, el título de cada capítulo, será el color preferido del caído, y si no es el preferido, el color dominante, o algo así. xD

¿Saben? Estaba recordando -echa la loca, no más- de cuando nos mudamos para esta casa, y se metió una rata. Ver a los hombres que aquí trabajaban armados con los cortijeros y palos de madera para matarlo, fue algo muy… cómico. Sobretodo si contamos todo lo traumático que llegó a ser para otras persona.

Y también cuando estaba aún más pequeña, en el apartamento… ¡Jeje! xDD Ya me di cuenta, de que en realidad, en éste fic expreso uno de mis traumas.. ¡Oh! 9.9U Mi inconsciente me juega unas bromas…

-.-U Y sí, tengo una rara obsesión por los colores, no digan más.

¡Bien! Ya saben mi e-mail. Perdón por éste capítulo: mejoraré al próximo.

¡GRACIAS por leer!

¡No te pierdas!

Zelshamada.