Bueno, lo primero de todo quiero agradecer los reviews que me han sido mandados. Muchas gracias… significa mucho para mí. Lo que he leído me ha animado a seguir escribiendo, y ponerle mucha ilusión.
KaT IvanoV: me ha encantado tu review, animas a cualquiera. La verdad es que el
BryanTala no me parece mal del todo, ambos tienen cierta afinidad, pero no soporto el BryanKai. No me parecen que tengan suficiente empatía como pareja, son algo distintos- tampoco mucho-. ¬¬U. No te preocupes por Tala, en realidad no es tan atolondrado como parece, y dentro de poco va a tener que afrontar nuevas responsabilidades…
Nakokun: realmente una crítica constructiva es el mejor regalo que se puede hacer. Muchas gracias por leer mi review, y ya mejoraré a Ian -.
Ian: Tiene razón, me has hecho muy pedante. Parezco un empollón.¬¬
Ishtar: Calladito estás más mono. Vete a jugar un rato con las pirañas, anda.
Ian: Ja, ja. Qué graciosa es la niña.
En fin, a lo que iba. Ian será menos pedante- pero igual de inteligente- y en cuanto a Tala, el despiste se le pasará muy pronto. Disfruta del tercer capítulo.
Spark Clutches el sentido del humor una cualidad muy importante, así que me alegra saber que te has reído a gusto. Muchas gracias por tu review. No me gustan las parejas trilladas, casi desgastadas después de haberlas usado tanta gente en tantos fics distintos. Por eso me gustan tanto los fics como Inusual, porque son frescos, ocurrentes, cómicos o imposibles. Dan una descarga de vitalidad.
AlanaLeetenhook: gracias por tu review. Considero tu amistad un preciado tesoro. Tú me animaste al principio, a pesar de ser la única del grupo a quien le gusta Beyblade. Bueno, a Rune la estoy convenciendo… No te preocupes, en verano te daré un curso intensivo. Luego te examinaré (50 preguntas tipo test) y si no tienes bien más de 35, yo misma pondré un cóctel molotov en la puerta de tu casa. Has escrito Bryan mal, lo que significa que te vas a ganar un capón cariñoso. Ánimo y no suspendas muchas. Por cierto, espero que continúes el fic que se te borró. Muxu asko.
CAPÍTULO III
Tala e Ian contuvieron imperceptiblemente la respiración. ¿Qué habría pasado? Desde luego no se le veía ningún hematoma o traumatismo. Bryan se colocó en su puesto sin decir nada, y sin mirar a nadie. Por su parte Spencer actuaba como si nada pasara, era imposible escrutar su rostro. Se abrió la puerta apareció Boris, quien les lanzó su discurso, como todos los días. Y como todos los días los Demolition Boys no le hicieron ni caso. Estaban demasiado absortos en sus propios problemas. Sin embargo, al terminar Boris dijo algo que captó totalmente su atención.
¿No hay entrenamiento?- dijo Ian, incrédulo.
Mierda, eso significa que los de la BBA están avanzando en sus investigaciones, y la abadía se desmorona. – afirmó Tala, y por primera vez los rusos sospecharon que su líder no estaba siempre en la luna de Valencia.
Nosotros no podemos hacer nada- fueron las primeras palabras que Bryan había pronunciado. Su tono no dejaba ver alegría ni tristeza, su mirada era neutra.
¿Y Spencer?- preguntó Ian. Pero sin que nadie se diese cuenta (salvo Bryan) Spencer había desparecido. Únicamente estaban ellos tres en el inmenso patio.
Vamos a nuestro cuarto- le dijo Tala a Bryan- queremos saber qué pasó anoche.
Los tres chicos se dirigieron hacia allí, atravesando el congelado patio.
Mientras tanto, Spencer se encontraba de nuevo frente al cabrón de Boris, con una fría mirada, igual que el día anterior.
Bien, cuéntame todo hasta los más nimios detalles.
Llevé a cabo su plan tal y como me ordenó, señor.
¿Gritó, ¿Suplicó quizás que te detuvieras?
No, señor, se mantuvo frío y aguantó todo sin quejarse.
Bien, estoy muy satisfecho de ti, Spencer. No me has decepcionado como esos destalentados de Tala y Bryan. Pero aún son útiles, ambos. La abadía aún los necesita. Sigue así, muchacho. En cuanto a Bryan, sigue aplicándole el mismo correctivo, hasta que se desespere, hasta que grite de dolor.
Sí, señor.
Y Spencer se retiró, mientras Boris ojeaba unos papeles que había sobre su mesa, frunciendo ligeramente el ceño. Nada más salir, una sonrisa brotó de los labios de Spencer. Había sido más listo que ese bastardo, consiguiendo lo que quería: más permisos de Boris para ver a Bryan a solas, en la intimidad de su cuarto. Sin impedimentos para amarlo, estrechándolo entre sus brazos, haciéndolo gemir como la noche anterior. El solo hecho de recordarlo hizo que una corriente eléctrica se instalara en su entrepierna. Volvió a sonreír: después de todo, la necedad de Boris le había resultado muy útil.
Mientras tanto, Bryan les había contado a sus amigos lo que había pasado, omitiendo detalles personales. No pudo evitar sonrojarse, y eso le molestó. No debía comportarse como una tonta colegiala enamorada, se recriminó. El era un blader entrenado bajo el gélido clima ruso para ser implacable, no un tonto enamorado.
Sí eres un tonto enamorado- le dijo Tala, como si hubiera vuelto a leer los pensamientos ajenos. (¿Tendrá poderes? U). - ¿Crees que no me había dado cuenta? En su presencia te muestras turbado, como una tonta colegiala enamorada.
¿Desde cuándo lees los pensamientos, Tala?- preguntó Ian, recordado la conversación que habían tenido esa mañana. Tenía un nuevo interés por su capitán, después de todo no era un embobado. Primero Spencer, luego Tala. Ninguno era lo que parecía en realidad. Interesante, muy interesante.
Tala se tumbó en su cama, apoyando su pelirroja cabeza en sus manos sin contestar. Todos parecían seguir un camino, ir hacia el futuro, menos él. Sentía que, salvo el Beyblade, su vida carecía de sentido. No tenía una finalidad concreta, no perseguía ningún fin. Suspiró.
Ian y Bryan estaban sentados en la cama de este último, pero se levantaron y empezaron a hacerle cosquillas a Tala, sólo por ver si de verdad se había muerto. Tala protestó y pataleó (odiaba las cosquillas) con tan mala suerte que los tres se cayeron al suelo, y rodaron por el cuarto en un cúmulo de gritos, risas y cosquillas. No había nadie para llamarles la atención, Boris estaba demasiado ocupado y la mayoría de los guardias había desertado. Por primera vez los Demolition Boys conocían un poco lo que era la libertad, poder hablar, reír sin que nadie los intimidara. Al final quedaron los tres boca arriba, intentando recuperar el resuello. Miraban al techo, imaginándose que en realidad era un cielo despejado que iluminara sus esperanzas. Ian fue el primero en ponerse en pie, quizás porque sabía que en su existencia no había cabida para vanas esperanzas. Lo mejor que podían hacer era manejar bien las cartas que les había tocado en el juego de la vida, siendo conscientes de la realidad.
Justo cuando iba a ayudar a los otros dos a incorporarse, tocaron a la puerta.
Adelante- dijo Tala, sin incorporarse, pues sabía quién se encontraba al otro lado de la puerta (Tala-chan da miedoooo).
Spencer entró, miró a Tala, miró a Bryan, miró a Ian. La confusión se dibujó en su rostro. No entendía qué hacían esos dos en el suelo, tirados como chicharros. Estaba empezando a darse cuenta de que quizá la vida en la abadía les había afectado demasiado. En fin, eran sus compañeros de equipo, no tenía otros.
¿Puedo estar aquí con vosotros?- preguntó indeciso. Siempre se había mantenido alejado de ellos, pero ahora las cosas habían cambiado. ÉL había cambiado. Quería conocerlos, saber que pensaban.
Claro- repuso Ian- Ayúdame a levantar a estos dos culos gordos.
Entre los dos, no sin grandes esfuerzos, lograron levantarlos del suelo. La situación era un poco tensa, incómoda. Entonces Tala se acercó levemente a Spencer, mirándolo a los ojos. Esos ojos árticos eran hechizantes, Spencer sentía que no se podía mover, más que nada porque estaba desconcertado. El pelirrojo nunca había actuado así, algo tramaba. Tala se siguió acercando, uno pocos milímetros separaban su rostro del de Spencer, el cual no se movía, sólo le devolvía la mirada. Tala se acercó un poco más. Podían sentir el aliento del otro. Eso le hizo recordar a Bryan, su aliento en su cuello, sus brazos rodeándolo. Aprovechando su momento de distracción, Tala le arrebató el gorro, y salió corriendo por la puerta. Todos rieron y corrieron detrás de él. Jugaron como críos, persiguiéndose unos a otros, peleándose por el gorro de Spencer. Cuando se cansaron se sentaron en la nieve, alegres.
No sabía que pudiera ser tan divertido hacerte rabiar- rió Tala.
La próxima vez ya veremos quién hace rabiar a quién.- Spencer sonrió, una sonrisa sincera, relajada.
Sabes, es la primera vez que te veo sonreír- dijo Ian.
Bueno, no sé, lo he pasado tan bien ahora, corriendo. – dijo Spencer.
En ese momento sonó la campana de la comida. Se levantaron, resignados. No les gustaba esa mazamorra que les servían, pero tenían hambre. En realidad les daban poca comida, y a veces tenían una sensación de vacío en el estómago.
El comedor era frío y sombrío, silencioso. No se hablaba, no se contaban lo que habían hecho durante el día, porque siempre era lo mismo. Un día, y otro día y otro día. En la abadía el concepto del tiempo se difuminaba, sólo había una sensación estática. Nunca habían esperado con ansias el mañana, para ellos la vida era un camino recto, sin curvas que la hicieran más seductora. Podían predecir sin ningún género de duda su futuro, en lo que se convertirían. Realmente la hora de la comida era deprimente.
Los cuatro protagonistas de estas vicisitudes que estoy relatando se dirigieron a una mesa solitaria y pequeña, en una esquina oscura. Les tenían prohibido acercarse a los otros niños de la abadía, sólo podían hablar entre ellos. Se sentaron en silencio, y empezaron a comer el puré que todos los días les servían. No hablaron, pero había confianza y compañía implícita en el ambiente. Tal vez pudieran no estar solos nunca más. O tal vez sí. Pero por primera vez deseaban conocer al tío que se había sentado a comer enfrente todos los días.
La comida transcurrió sin contratiempos, demasiado ocupados para hablar (es lo que pasa cuando hay hambre). Cuando sonó el timbre del final de la comida, todos se levantaron. Técnicamente hablando, no había entrenamiento, pero deseaban mover sus blades. El Beyblading era su vida, su pasión. Porque, a pesar de las palabras dichas por Tyson en el campeonato, y a pesar de lo que Tala contestó, sólo había un sentimiento que describiera la entrega absoluta, la perseverancia, el vencimiento del dolor físico y mental de los Demolition Boys: pasión. En sus corazones ardía un fuego que nada podía apagar. Por eso habían sobrevivido a la tortura, la humillación, la represión. Si esa llama se apagara, ya no serían humanos.
Así que fueron a jugar fuera. La tarde se estaba poniendo interesante.
¿Quién jugará contra quién?- preguntó Ian sonriendo. Era todo un desafío a sus compañeros de equipo.
¿Qué tal un todos contra todos?- sugirió Spencer. No iba a dejar que el canajo le venciera en coraje.
De acuerdo- dijeron los otros tres a la vez.
Se suponía que no podían salir de la abadía, pero también se suponía que le prestaban atención a Boris. Así que treparon por un muro para ir a parar a una oscura calle que estaba siempre desierta. En el centro había un plato de Beyblade. Los cuatro a la vez lanzaron sus blades, picándose y entregándolo todo en esa batalla. Se formó un espectáculo de agua, viento y hielo, pero al final todos fueron derrotados por Tala.
Ahora ya sabéis porqué soy el capitán.
¿Porque pareces una chica, y así atraes a los aficionados masculinos?- rió Bryan. Fue secundado de inmediato por Ian y Spencer.
¡CRASHHH! Tala le pegó un capón al graciosillo, dejándolo tirado en el suelo. En ese momento se oyó un llanto.
Jo, no sabíamos que fueras tan debilucho, Bryan.- rió Spencer.
Si no soy yo- aseguró Bryan.
Todos se quedaron callados, mientras lo único que se oía era ese persistente llanto. Se miraron unos a otros, indecisos. Entonces Tala tomó una decisión.
Que nadie se mueva de aquí, yo iré a ver que ocurre.
Algo nervioso (todo hay que reconocerlo) se dirigió hacia la fuente de los sollozos, ahora un poco más bajitos, como si quien llorara comprendiera que nadie iba a acudir en su ayuda. Estaba anocheciendo, pero a pesar de la creciente oscuridad, pudo orientarse y llegar a la calle donde estaba la entrada a la abadía. Vio a una mujer joven arrodillada, que depositó un pequeño bulto envuelto en el suelo, justo en los escalones de entrada. Tenía el pelo rubio, y le llegaba por los hombros, rozando el cuello de un abrigo negro largo con cuello de lana artificial, también negro.
¡Eh!- gritó Tala- ¡No puedes hacer eso!.
En el momento en el que oyó la voz, la mujer echó a correr, aunque la nieve se lo ponía difícil. Miró un momento a atrás, con unos ojos marrones llenos de miedo y de dolor, empañados en lágrimas. Tala no la siguió. Sabía que era inútil, antes de darse cuenta, la mujer había desaparecido sin dejar rastro. Se acercó al bulto, y lo cogió con suma delicadeza, adivinando su contenido. Para corroborar sus sospechas, lentamente apartó el trozo de tela que cubría el rostro del bebé.
Era una bebita de no más de tres meses, con finos cabellos rubios como su madre, y unos ojos grises relucientes por las lágrimas.
Qué voy a hacer contigo- suspiró el capitán de los Demolition Boys.
