CAPÍTULO V

Era una tarde nevada, fría, como otra cualquiera. Bueno, no exactamente. Los Demolition Boys estaban a punto de conocer el nombre que Tala había elegido para la pequeña. Estaban bastante nerviosos, pero todos trataban de disimularlo como podían. Vistos de lejos, aparentaban una gran calma, pero Ian estaba demasiado quieto y Spencer daba pataditas balanceando las piernas. Bryan los miraba como si deseara matarlos (y deseaba hacerlo). Pero estaba leyendo un libro sobre autocontrol (Cómo vivir con el resto del mundo) y no quería echar por tierra semanas de esfuerzo bastante supremo. La tensión subió hasta valores insospechados, todos estaban deseando que por una vez Tala llegara puntual. Por fin la puerta se abrió y tres pares de ojos escanearon rápidamente al intruso. Tala retrocedió, asustado. Aferró a la niña entre sus brazos, asustado por las miradas de odio intenso. Carraspeó nerviosamente y se sentó en la silla que quedaba vacía mientras la niña se entretenía tironeando de uno de sus mechones con gran fuerza. Todos los ojos seguían fijos en él, expectantes. El pelirrojo arrebató a la pequeña su mechón de pelo y carraspeó de nuevo para que su voz saliese firme:

- Katia.

- ¿Einggg?- exclamación general.

- ¡Que se llama Katia!- chilló Tala, pensando que eran tontos de remate.

- ¿Y por qué le has puesto ese nombre?- preguntó Bryan. A todas luces estaba molesto.

- ¿No te gusta?- preguntó Tala, algo extrañado.

- Es sólo que me trae malos recuerdos, nada más- dijo el pelilavanda zanjando la cuestión secamente.

Con eso todos callaron. Era raro que Bryan mostrara emociones, y no se atrevían a preguntar. Bryan no dejaba a nadie acercarse demasiado salvo quizás a su pareja. Pero aún así los recuerdos de Bryan eran insondables y nadie se había atrevido nunca a escarbar en ellos mucho. Como siempre, todos tenían pensamientos dispares en medio de ese silencio tenso.

- Me parece que le queda muy bien, pero me gustaría saber porqué lo ha escogido Tala.

- Es posible que Katia tuviera un nombre anterior. Una vida anterior. Como todos nosotros, supongo.

- Aún me duele cuando pienso en ella, y eso que han pasado años. De entre todos los malditos nombres de este mundo, ha tenido que elegir ése precisamente.

- Me pregunto qué habrá para cenar.

Katia empezó a revolverse, inquieta. La ropa que llevaba no era bonita, pero evitaba que se congelase. Sus lindas manitas estaban protegidas del frío con unos guantes que le quedaban demasiado grandes. Una chaqueta gris raída hacía las veces de abrigo, bajo la cual lucía un jersey que en tiempos mejores era verde. Unos pantaloncitos de pana completaban el estrambótico atuendo infantil. Por los menos las botas eran buenas, regalo del propio Boris. A Katia no le gustaba Boris, y siempre que se acercaba la pequeña ésta empezaba a berrear. Pero no podían despreciar ese regalo, lo necesitaban demasiado.

Los días volaron, las noches se sucedieron unas a otras. Katia creció, convirtiéndose en una niñita de diez meses que parloteaba sin cesar y corría de un lado a otro. Todos los de la abadía - salvo Boris- la querían y la protegían, pues era bastante propensa a sufrir accidentes. Lo habitual era ver a Katia correr hacia uno de los platos de blade, o intentar subirse a la mesa para practicar caída libre. Adoraba a los Demolition Boys, pero sobre todo a Tala, a quien sonreía de manera radiante cada vez que lo veía. A los demás también... si estaba de buenas. Si no se lanzaba en plan kamikaze a por ellos, golpeándolos con su cabezota rubia. No le habían cortado el pelo, así que le llegaba más abajo de los hombros y tenía un aspecto despuntado. Cuidar de la niña era más peligroso que el paracaidismo a 3000 metros sin paracaídas. Sólo se calmaba cuando veía jugar al beyblade. Se quedaba hipnotizada mirando el juego, quieta de una maldita vez. Pero a Tala no le gustaba que Katia estuviera en una beybatalla. Él mismo pensaba que era la hora de abandonar el beyblade por un trabajo remunerado. Quería salir de la abadía, vivir en un apartamento y criar a Katia lejos de las restricciones que él mismo había sufrido. Quería lo mejor para ella, a fin de cuentas.

A la mañana siguiente apareció una figura envuelta por una capa frente a la puerta de la abadía. Todos se acercaron a ver al intruso, reconcomidos por la curiosidad. Pero una gran capucha no dejaba ver el rostro del visitante, que se dirigió de manera segura al centro del patio.

- Busco a Bryan.

Se armó un gran revuelo. ¿Quien era y para qué quería a Bryan? Nadie podía responder a esas preguntas. De repente el corro que rodeaba al encapuchado abrió paso a Bryan, que se enfrentó al visitante.

- Ya me tienes aquí. ¿Qué narices quieres?- habló en inglés, como le había hablado el otro.

Entonces la visita se percató de que Bryan llevaba a una pequeña en los brazos, que se agitaba para que la soltara en el suelo. Intrigado, observó con más atención a Katia. No había niñas en la abadía, recinto exclusivamente masculino, y tampoco los reclutaban desde tan pequeños. ¿Qué estaría haciendo allí? Se propuso averiguarlo, con la misma determinación que lo había traído hasta Moscú. La niña tendría unos nueve meses, apenas habría empezado a andar de manera bastante torpe y agarrada a un adulto. Iba muy mal vestida, con pinta de que su ropa la hubieran sacado de un vertedero (en realidad no era tan exagerado, pero la ropa de Katia había sido usada antes por muchísimos niños de la abadía, por lo que su color se había unificado en un grisáceo bastante feo). Pero realmente era muy bonita, con su pelo rubio y sus grandes ojos grises que le miraban con curiosidad.

La mirada de Katia era hasta cordial comparada con la de Bryan, que lo miraba con una visible molestia. No le hacía ninguna gracia tener un invitado sorpresa.

Quiero pelear contigo- contestó serenamente el encapuchado.

¿Qué te hace creer que voy a aceptar?- una sonrisa cínica se dibujó en el rostro de Bryan.

He hecho un largo viaje hasta aquí y no me iré sin lo que busco.

¿Y qué buscas?- se estaba poniendo interesante.

Con un gesto teatral, el visitante se descubrió la cabeza, dejando ver un rostro de bellos ojos ámbar y boca pequeña y sensual, enmarcado por una cabellera rosa cuyo color era de dudosa procedencia. En resumen, ¡una chica!

Esto no debería sorprender a nadie, pero el beyblade seguía siendo un deporte mayoritariamente masculino y muy machista. Muy pocas afortunadas habían conseguido hacerse un hueco entre la élite, entre ellas Mariah.

Te daré una lección que nunca olvidarás- repuso Mariah tranquilamente.

Eso lo veremos- replicó Bryan, sacando a Falborg y dejando a Katia.

Condujo a Mariah al interior del recinto de entrenamiento. Los dos contrincantes se dispusieron en uno de los platos y lanzaron los blades.

Galux era rápido y potente, pero la opinión mayoritaria era que no tenía ninguna posibilidad frente a Falborg. Sin embargo, Mariah había entrenado muy duro para vencerle, y pronto tomó el control del juego. Había aumentado su poder notablemente, entrenando día a día con un único objetivo: vengarse de aquél que había mandado a Ray al hospital. Bryan había insultado a toda la tribu de los Tigres Blancos. Las garras de Galux intentaron mellar el blade de Bryan sin lograrlo, y con un movimiento de evasión Bryan acorraló a Mariah e intentó echarla del plato. A su alrededor los chicos hacían apuestas por ver quién ganaría el combate, mientras otros animaban ardorosamente a Bryan.

Falborg, inicia ataque Strowblitz- ordenó Bryan, y una corriente de aire se elevó, atacando al blade de Mariah, que a punto estuvo de salir del plato. Pero no era cuestión de darse por vencida ahora, y con un gran esfuerzo Galux contraatacó, con un certero golpe que hizo que Falborg se tambaleara. Todos contuvieron el aliento, pensando que el combate había terminado, pero Bryan recuperó la rotación de su blade.

No te será tan fácil- dijo Bryan con una sonrisa maliciosa.

Mariah frunció el ceño y apretó los labios, decidida a no dejar que Bryan la distrajese de lo fundamental. Si se despistaba, su rival aprovecharía la oportunidad y no era tan buena como para no perder en ese caso. Bien, tenía que golpear una vez más:

Galux, ¡acaba con él!

Falborg, inicia defensa.

Las corrientes de aire movidas por Falborg crearon un escudo invisible que lo protegía de cualquier ataque de Mariah. Galux giró, intentando alcanzar alguna zona que no estuviera protegida por el escudo de aire, pero fue inútil. Falborg estaba dentro de un torbellino que impedía que nada se acercase a él. Irremediablemente, Galux comenzaba a debilitarse, pues sus choques frontales resultaban infructuosos. Si el combate no acababa pronto, era posible que desapareciera como lo había hecho Drigger más de una vez. Mariah había heredado la paciencia de su raza, y, sensatamente, sabía que Falborg no podría mantener su escudo protector mucho más. Sólo era cuestión de tiempo que apareciese una fisura. En un punto concreto la corriente se debilitó y Mariah aprovechó para atacar en una fracción de segundo.

Falborg salió volando por los aires, y antes de que saliera de la zona de combate, una mano la atrapó. Se hizo un silencio denso y todos se dispersaron en distintas direcciones. Tala se volvió hacia Bryan:

-¡Te he dicho mil veces que no juegues cuando estás con Katia!

- ¿Y qué hay de malo en el beyblade? Te recuerdo que tú mismo juegas, así que no seas hipócrita- replicó el pelilavanda.

- ¡Yo soy quién decide, y te digo por enésima vez que Katia no jugará al beyblade nunca! No quiero que Boris la utilice, ni que toda su vida gire en torno a un blade. Ella no será un animal de laboratorio. – afirmó el pelirrojo.

- ¿Cómo nosotros?- preguntó cínicamente Bryan.

La pregunta quedó en el aire. Mariah no sabía porqué discutían, ya que habían hablado en ruso (del cual no entendía ni el alfabeto) y miraba a ambos con cara de pan. Spencer – que había surgido de la nada junto con Ian- cogió a la niña en brazos y se marchó discretamente.

-¡Ey! ¿Y que hay de MI combate? ¡Estaba ganando!

Tala le miró con la furia reluciendo en sus ojos.

Vete de aquí.

Pero el caso es que Mariah se había sacado de debajo de la capa una gran cadena y se había encadenado a una de las columnas, mientras agitaba una pancarta en la que ponía "QUE SE HAGA JUSTICIA".

En pocos minutos muchos chicos de la abadía se habían unido a su causa y portaban pancartas con distintos eslóganes. El mismo Ian se sumó a la cada vez más preocupante multitud que se estaba apelotonando. Unos jugaban a las cartas, otros cocinaban en un hornillo portátil, actuando como si llevaran varios días de huelga. Viendo que la situación se estaba volviendo incontrolable, los dos atónitos rusos decidieron consultar a Boris.

En el despacho de Boris siempre había calefacción central, lo que hacía la estancia más acogedora que el resto de la abadía. En ese momento estaba consultando unos papeles cuando vio aparecer a Tala y a Bryan. La cara de incredulidad de los dos le hizo sospechar que no pasaba nada bueno. Para cuando llegó al pabellón ya se habían unido a la causa de Mariah los de Greenpeace, Médicos Sin Fronteras, Hermione Granger con los mayores activistas de la PEDDO, Los Luchadores por un Convenio Justo para las Ovejas y los del Movimiento Liberador de los Gnomos de Jardín (esto último no es coña, en EEUU existe un movimiento que se llama así, y se dedica a soltarlos en el bosque). Cámaras de televisión corrían de un lado para otro, entrevistando a los manifestantes, los cuales hacían el bobo demostrando su supina inmadurez.

¿Qué es esto?- rugió Boris, haciendo que la prensa huyera despavorida.

Tala se acercó a Mariah:

Te dije que te fueras.

¡Del barco de Chanquete no me moverán!

Todos empezaron a jalearla, hasta Bryan. Tala los miró, y haciendo acopio de fuerzas, intentó lo más lógico, quitarle a Mariah la llave de la cerradura que ataba la cadena. Con una mano sujetó las muñecas de Mariah, y con la otra hurgó en sus bolsillos.

-¡Me violan, me violan! – Gritó la pelirrosa, y todas las Defensoras de los Derechos de la

Mujer se lanzaron sobre Tala y le dieron una paliza.

Mientras Tala agonizaba en el suelo, Bryan intentó serrar la cadena. Una semana después, la cadena seguía intacta y Bryan comenzaba a cansarse, así que lo dejó.

Ahí te quedas.

Y justo cuando él y Tala se iban a meter dentro de la abadía, Mariah dijo:

- Me aburro, voy a ver a Katia.

Y se soltó y se fue.

Sin saber cómo, Mariah se unió a la rutina de la abadía. Comía con ellos, entrenaba con ellos, hablaba con ellos y jugaba con Katia. Nadie podría explicar porqué le permitieron quedarse. No era por guapa- no lo era-, ni por inteligente- no lo era-, ni por buena blader- tampoco lo era, aunque estuvo a punto de ganar a Bryan-. Era ruidosa y molesta, y le encantaba meterse en los asuntos de los demás. En resumen, una joya.

Los Demolition Boys estaban dilucidando maneras de deshacerse de ella.

Deportarla a Brasil- dijo Spencer.

Tirarla por un barranco- dijo Tala.

Momificarla- acotó Ian.

Camaradas, volvamos a lo tradicional- sonrió Bryan, con una botella de matarratas.

¡No hay que matarla! – gritó Boris- Ya bastante tenemos como para tener que deshacernos de un cadáver.

Joooooo……

En ese momento llegó Mariah, dando saltitos como Heidi (más bien como Copito de Nieve). Se sentó en la cama de Tala, balanceando los pies. Todos la miraron con animadversión.

Oye, ¿Tú no te tiñes el pelo?- preguntó Spencer, con ánimo de fastidiar.

Mariah se volvió, ágil y atenta cual gato.

¡NO! Quien te halla dicho lo contrario, miente como un bellaco.

Los Demolition Boys se extrañaron ante esa respuesta, bastante más rara de lo habitual. Acto seguido, Mariah se fue para evitar más preguntas comprometedoras.

Se miraron los unos a los otros: definitivamente, Mariah tenía que marcharse. Pero el caso es que aunque daba mucho trabajo (sacarla a pasear tres veces al día, ponerle la comida en su plato, adiestrarla…), como un perro, también le habían cogido cariño, como a un perro. Sin embargo no fueron tan hospitalarios con Hermione, a quien echaron después de que estuviera dos semanas gorroneando. Y como Mariah no tenía un lugar adonde marcharse, decidieron que era mejor aguantarla un poco más.

La verdad es que Tala estaba comenzando a ver las ventajas de vivir con una mujer – no seáis mal pensados-. Desde que llegó, Katia estaba mucho mejor atendida que antes, Mariah se encargaba de lavarle la ropa, darle la papillita, peinarla, lavarle la cara. Le encantaba leerle un cuento por las noches como había hecho su madre con ella, pero Tala no le dejaba que lo hiciese a menudo por miedo a ser sustituido en el corazón de Katia. Aunque Mariah intentaba entablar conversación, el lobo le respondía con un gruñido y se alejaba de una forma bastante grosera. Pero Mariah no se daba por vencida.

Una tarde lluviosa en la que Katia protestaba por no poder salir a jugar fuera, Mariah se quedó mirando la ventana, absorta en sus pensamientos. Bryan también se sentó cerca, intrigado por su seriedad. Durante bastante rato no hablaron, no hacía falta. Ambos estaban pensando en sus propias inquietudes. La verdad es que la relación entre Bryan y Spencer se había enfriado un poco, se había vuelto rutinaria. Bryan dudaba. Tenía miedo de perder a Spencer, su koi era junto con Katia lo que más le importaba en el mundo. Se habían distanciado, pero no sabía a quien recurrir en busca de consejo. ¿Tala? No, no se atrevía. ¿Ian? Ya le ayudó una vez, además no era un consejero matrimonial. La voz de Mariah le sacó de sus pensamientos:

Piensa que tú puedes amar libremente.

¿Eh?

Sabes, en China las chicas no tenemos elección, debemos casarnos con quien decida nuestra familia. Vine aquí para vengarme de ti, pero además porque no quería casarme.

¿Quién es tu prometido?

Ray Kon.

Pero yo creía que le querías, y por eso querías vengarte.

No, somos amigos, nada más. Casi hermanos. Por eso se me hizo tan difícil aceptar la decisión de mi clan.

Es difícil aceptar un hecho así. No se tiene derecho a amar a nadie, no eres libre. ¿Quieres que te cuente una leyenda de mi clan?

Si no hay más remedio…

Hace doscientos años nació una pequeña niña en mi aldea llamada Suyuan. Era muy hermosa y al crecer se convirtió en la muchacha más bella de toda la región. El caso es que estaba prometida a un rico mercader, enamorado de ella. Suyuan era de origen muy humilde y su familia deseaba que se uniese al mercader. La víspera de la boda Suyuan huyó, y llegó a Hong Kong, donde conoció a un inglés. Se enamoraron y decidieron casarse, enfrentándose a todas las convenciones sociales. Pero su familia encontró a Suyuan, ya casada, y la llevaron de vuelta al pueblo, junto con el inglés. La azotaron día y noche y tras cinco días de horribles castigos le tocó presenciar la muerte de su amado a manos del mercader. Fue repudiada por su propia familia, abandonada como una perra. Se ocultó en el bosque, sin dejar que nadie la viera. Por las noches lloraba la muerte de su único amor, sin pensar en su propia desgracia. Sólo una hermana menor la veía de vez en cuando, para llevarle los restos de comida que podía rescatar de los cerdos. Suyuan no hablaba, no comía, sus ojos estaban inundados por un dolor tan antiguo como la propia tierra. Al séptimo día decidió acabar con su propia vida, y su sangre manchó la tierra y el río. Se dice que Suyuan maldijo al mercader, quien se arruinó y murió al ser asaltado por bandidos. Por las noches a veces se oyen sus lamentos, auténticos gritos de dolor, como cuando presenció la muerte de su amor. Su alma puebla el bosque y emponzoña el agua y la tierra.

Veo que te has quedado sorprendido.

Es que no sé realmente a qué viene esto.

¿Crees que no tengo ojos en la cara? Hace ya algún tiempo que las cosas se notan algo más frías entre vosotros.

¿Y tú qué sabes?

Sé que estás enamorado de Spencer, desde hace años. Y también sé que si no haces algo pronto, puedes perderlo por la simple tontería de no hablar claro.

¿No hablar claro?

Sabes, Spencer es muy observador, pero te apuesto lo que quieras a que aún no sabe cuánto lo amas.

Él sabe que lo quiero con toda mi alma.

Son dos conceptos distintos. Puedes querer a alguien con toda tu alma y perderlo sin que ello te arruine la vida. Pero si pierdes a quien amas entonces algo muy importante de ti muere.

No voy a perderle.

Ahí quería llegar. Suyuan no tuvo muchas opciones, pero vosotros lo tenéis más fácil. Podéis alimentar vuestro amor sin que nadie se oponga. Eres más afortunado que yo.

Bryan se quedó en silencio. Las palabras de Mariah eran ciertas, Spencer y él se habían distanciado un poco. También era cierto que nunca le había dicho realmente lo que sentía hacia él. Había llegado la hora de sincerarse y abrir totalmente su corazón. Lo que le unía a él tenía que ser algo más que sexo. Pero antes quería saber una cosa:

¿Por qué me ayudas?

Puedes pensar lo que quieras: que no puedo ver como algo maravilloso se reduce a cenizas, que al final os he cogido cariño a los de la abadía, o simplemente que me aburría.

Mariah…

¿Qué?

Sólo gracias.

Ambos se quedaron callados, sin acercarse, pero, por primera vez desde que se conocieron, hace tres años, se miraron realmente a los ojos. Mientras, la lluvia seguía cayendo afuera, impasible a las vicisitudes de los mortales.

A la mañana siguiente, un sol radiante lucía en el cielo. Todos se levantaron con muy buen humor y bajaron a desayunar. Únicamente Spencer parecía más serio de lo normal. Pero, aunque lo notaron, como a él no le gustaba hablar de sus sentimientos si no quería, le dejaron en paz. Mariah se comportó como todos los días- o sea, como una entrometida-atolondrada- cabezadechorlito-. Parecía que la lucidez del día anterior había sido un estado transitorio.

La mañana fue avanzando, Bryan e Ian entrenando en una beybatalla, Spencer estudiando en la biblioteca de la abadía y Tala duchándose. Cuando salió de la ducha el pelirrojo se percató de que aquello estaba más silencioso de lo habitual. Se vistió y salió fuera de su cuarto, con el cabello aún mojado y un horrible presentimiento. Se dirigió inmediatamente fuera, y la buscó en sus rincones preferidos. Al no encontrarla en el edificio de las habitaciones, se dirigió a la sala de entrenamientos, pensando que Bryan se la podía haber llevado con él.

Tampoco estaba allí, y los tres comenzaron a preocuparse en serio:

No está, he recorrido la abadía de arriba abajo.

Tala, ¿has mirado si está con Spencer en la biblioteca?- preguntó Ian con una visible ansiedad.

O puede estar con Mariah.- sugirió Bryan.

Un silencio denso impregnó la sala. ¿Dónde estaba Mariah? No la habían visto desde el desayuno. Fueron los tres a la biblioteca, y, ya todos juntos, se pusieron a buscarlas a las dos. Estaban preocupados por Katia, pero Tala sentía, además del miedo por no encontrar a Katia, una punzante presión en el pecho al pensar que le podía pasar algo a Mariah. Creía que le molestaba tenerla cerca, pero lo cierto es que le preocupaba mucho no saber dónde estaba.

Miraron en la habitación de Mariah: vacía. La desesperación comenzó a apoderarse de ellos, algo malo les tenía que haber pasado a las dos chicas de la abadía.

TO BE CONTINUED (o sea, continuará)…

Bien, ya he colgado el quinto capítulo. Debo decir en mi defensa que sólo puedo escribir durante el curso – en casa no tenía ordenador hasta hace un mes-. Y no tengo Internet, así que como siempre me sube los capítulos mi amiga Alana.

Sufro. Mucho. Pero también soy feliz, gracias a KaT Ivanov y a Nakokun, que por fin han actualizado. He disfrutado mucho, tanto leyendo las actualizaciones publicadas durante el verano como escribiendo este capítulo. Lo reconozco, soy malvada. Si mis personajes no sufren, no estoy satisfecha. Y aún tengo un montón de maldades pensadas… Pero no voy a ser muy mala. Por suerte ahora comienza el curso y no ando tan liada en la Facultad, por lo que mis capítulos serán más largos que cuando empecé a escribir el fic – allá por el comienzo del verano. Aún esperan unas cuantas sorpresas, situaciones cómicas, amor y lemon.

Agur,

Ishtar Von Diego.