Contigo.
2
By: Joe the time traveler.
Los personajes de este fanfic le pertenecen a Hiroyuki Takei, yo solo escribo la trama de la historia sin fines de lucro.
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La envolvió completamente entre sus brazos brindándole un calor especial. Tomó su rostro entre sus manos y vio que sus ojos oscuros estaban casi cerrados por el cansancio y el sueño. Buscó sus labios y los juntó con los suyos con pasión. Quería tenerla y poseerla. Mordió un poco sus labios y se separó de ella sin querer hacerlo.
—Annita ¿quieres hacer el amor conmigo?
Ella se sorprendió con la pregunta. Jamás se esperaba una proposición como ésa. Jamás. La itako hizo un movimiento brusco con su mano y se oyó un sonido por toda la habitación. Luego un silencio. Yoh tocó su mejilla y enseguida comenzó a cambiar la coloración de ésta. Se tornó roja. Hizo una mueca una vez que sintió el dolor que le recorría esa parte.
Los ojos de Anna parecían brillantes. Aun parecía sorprendida y su rostro no mostraba una sola expresión de arrepentimiento. Tocó la mano con la que había dado el golpe, ya que a ella también le había dolido.
—Lo siento —fueron las últimas palabras de Yoh. Sonrió con ternura y salió de la habitación, aun tocándose la mejilla enrojecida.
Cuando el shaman cerró la puerta la habitación quedó casi a oscuras. Sólo la iluminaba la luz de la luna que se colaba por la ventana.
Hubo silencio. Sólo silencio y oscuridad.
Ella seguía mirando su mano y pensaba en lo que había hecho. Su mirada parecía perdida. Era justo que Yoh le propusiera algo así, llevaban mucho tiempo de novios. Pero no pudo evitar sorprenderse.
"Annita ¿quieres hacer el amor conmigo? —esa frase recorría su mente una y otra vez y retumbaba en ella.
—Yoh…
Deshizo las sábanas de su cama y se recostó en ella aun pensándolo. Tenía la mirada clavada en el techo.
—Yo, yo…
Una vez que recordó todo su agotamiento se dejó llevar por la suave corriente del sueño. Decidió pensarlo mejor al otro día.
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Se levantó casi como un zombi y recorrió la habitación antes de llegar al baño. Le echó un vistazo al reloj y se asombró de lo temprano que se había levantado. Llegó hasta el lavabo y se mojó la cara con unas cuantas gotas de agua para despertarse completamente. Se aplastó sus cabellos castaños con las manos y giró la llave de la regadera.
—Vamos, date prisa Yoh —se dijo a sí mismo, ya que si no se apresuraba llegaría tarde a clases.
El potente chorro de agua que salía de la regadera. Enseguida, desnudó su cuerpo con lentitud. ¡Diablos! No le gustaba apurarse y tenía qué hacerlo. El agua cubrió su cuerpo y exclamó pestes al sentir el agua aun fría.
Se bañó con una velocidad sorprendente y se puso la ropa encima. Salió entonces de su habitación y encontró allí a sus amigos reunidos para desayunar.
Del plato de Ren tomó un pan tostado con mantequilla y se lo puso en la boca (el chino lo maldijo por quitarle su desayuno), comenzó a masticarlo mecánicamente y se puso la mochila en el hombro.
—¡Ya me voy! —exclamó ante todos.
Se acercó hasta Anna y le dio un beso de despedida en los labios. Ren miraba furioso a lo lejos.
—¡Espera Yoh! Mi chofer te puede llevar a la universidad —gritó Manta antes de que el de ojos oscuros saliera.
—Entonces aprovechamos para irnos nosotros también —dijo Ryu— ¿Estás lista Tamao? —la chica de cabellos rosados afirmó y ellos salieron de la posada.
Luego de varios minutos Lyserg y Anna salían de la posada.
—Hay qué dejar a los esposos solos —exclamó la itako con un tono sarcástico, raro en ella.
—¡Qué dices? —Ren se levantó de su asiento completamente enfadado y sonrojado. El de cabellos verdosos emitió unas risillas— ¡De qué te ríes tonto?
—Calma, clama Ren —le dijo Horo-Horo una vez que se quedaron solos— Solo fue una bromita, no te lo tomes tan a pecho.
—Pero están tratando de decir que tú y yo… ¿Acaso no te molesta?
El ainu hizo una pausa y comenzó a morder la manzana que tenía en su mano derecha. Miró a Ren que ya estaba un poco más calmado y que siguió con su desayuno.
—Simplemente no te entiendo…
—¿Por qué Ren ¿De qué hablas?
—Que no te haya molestado lo que dijeron.
El de cabellos azulados hizo una mueca de fastidio y continuó masticando la jugosa fruta roja.
—Otra vez te molestaste cuando Anna besó a Yoh ¿No es así? —le cambió de tema el shaman de los hielos.
—No ¿Por qué habría de molestarme?
—Oh, claro "¿Por qué habría de molestarme?" —lo imitó.
—¡Calla Horo!
Se abalanzó en su contra y apretó su cuello hasta dejar su rostro casi morado y sin aire, luego pellizcó sus mejillas hasta dejarlas adoloridas. Entonces el ainu lo tumbó y se subió arriba de él y comenzó a golpearlo en el rostro en forma de broma, luego lo despeinó. Sabía que él se molestaba cuando lo despeinaban. Ren gruñó.
Se quedaron tirados en el suelo cuando se cansaron de forcejear.
—Bueno, pero al menos admite que te molestaste cuando Yoh besó Anna…
—¡Que no!
Volvió a montarse encima de él y rodeó el cuello con sus manos. Mientras Horo-Horo trataba de zafarse.
—Oye Ren… ¿No extrañas a Chocolove?
—¡Ha¿A ese tonto?
—Sí, es que yo sí lo extraño, extraño esos chistes irreverentes que hace. Como que sin él la atmósfera se siente muy pesada.
—Bueno, creo que tienes un poquito de razón.
—…Y es que no hemos recibido noticias desde que se fue a Estados Unidos y dijo que no tardaría mucho en regresar y que se mantendría en contacto.
—¡Ya! No hagas que yo también me empiece a preocupar. Además para mi gusto estamos muy bien sin él.
—Tal vez tengas razón…
—Vas a ver que pronto va a entrar por esa puerta gritando y haciendo quién sabe qué tanto escándalo.
—¡ja, ja, ja! Ese tonto de Chocolove. A veces es algo divertido.
Ren rió un poco (no demasiado para no demostrar demasiado su orgullo) al recordar algunos de sus chistes. Horo-Horo se levantó del suelo y luego ayudó a su compañero. Se sentía demasiada tranquilidad en la posada sin nadie allí que los regañara, podían hacer lo que querían.
De pronto se oyó el timbre. El ainu fue a abrir y se asustó un poco al ver al hombre detrás de la puerta. Pensó que era una de esas momias que salían en las películas de terror de los años sesentas, pero luego se dio cuenta de que era Fausto, quien lucía cansado y tenía ese aspecto fantasmal como de costumbre.
—¡Hola chicos! —los saludó.
—¿Tienes hambre? —dijo amablemente Horo-Horo—¿Quieres que te prepare algo?
—Te lo agradezco, pero prefiero ir a dormir.
Fausto se quitó su bata blanca que tenía algunas manchas de un color carmín y desabrochó los primeros botones de su camisa para sentir aire en el pecho. Dejó su maletín con instrumentos médicos en la mesa y enseguida entró a su cuarto con pasos fatigados. Una vez adentro se dejó caer en su suave cama y cerró los ojos.
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Le había dolido demasiado esa bofetada que le metió Anna la noche anterior.
—Asakura Yoh —mencionó el profesor de clases repasando la lista de asistencia.
—¡Presente!
Él quería hacerlo con Anna… ¿Y qué? Después de todo era una necesidad fisiológica de los humanos. En especial de los hombres.
Pero a veces las mujeres no pensaban lo mismo, o por lo menos no lo demostraban.
Se reprochó duramente por la forma en que lo pidió. Pero después de todo así era él, no le gustaba gastarse mucho tiempo pensando en cómo haría las cosas. Prefería ahorrarse las energías para hacer otros asuntos.
—¡Ay Annita! —susurró sin que nadie lo oyera.
Se dio cuenta de que el maestro había terminado de decir toda la lista. Le aburría demasiado esa clase, así que decidió colocarse sus inseparables audífonos en los oídos. Le puso "play" a la primera pista y se dejó llevar por el ritmo calmado de la música.
Recordó una noche en la que casi llegaban a ese puno de quedar completamente desnudos en la sala. ¡En la sala¡En donde todos podrían verlos! Pero no les importó. Y es que cuando la calentura atacaba no había cosa que importara. Rió por eso.
Sí, fue una noche legendaria. Comenzaron con simples besos. Con besitos suaves y románticos. Se podría decir que con besos de noviecitos pubertos.
Pero la temperatura fue subiendo poco a poco. Ella había llegado de la universidad, estaba cansada, pero no les importó a ninguno de los dos. El de cabellos castaños se recostó en el sofá y colocó a la chica encima de su abdomen.
Quería comérsela a besos. Mordisqueaba sus labios y después la lengua de la chica se coló entre la cavidad húmeda de Yoh. Luego, ella descendió con lentitud hasta el cuello, dejando un camino fresco detrás de sus labios. Yoh emitió un leve jadeo.
No le sorprendía, sabía que Anna era traviesa también.
Pero antes de que llegaran a más apareció la figura sonámbula de Ryu, que los hizo sobresaltarse y sonrojarse más que un tomate.
Con rapidez se separaron. Yoh se abotonó la camisa y Anna se bajó la blusa (que ya descubría todo su abdomen). Entonces descubrieron que Ryu seguía dormido, pero podía caminar a causa de tal padecimiento.
Lo llevaron de regreso hasta su habitación y ellos se fueron a dormir, ya que su amigo les había quitado la inspiración, no sin antes un besito chiquito de despedida.
—Señor Asakura…
La voz del maestro lo sacó de sus pensamientos.
—Eh… eh, sí… diga…
Su sonrojo ya era evidente.
—¿Cuál es el suborden al que pertenece el Homo sapiens?
Vaciló unos instantes antes de dar cualquier respuesta, ya que no sabía la correcta.
—Eh… pues el… pertenece a los…
—¿Sabe o no sabe señor Asakura?
—Yo… sí, pertenece al…
Algo en su bolsillo comenzó a vibra de repente. Se preguntó si era tanta su excitación para llegar a sentir eso. No, pero no era "eso", era otra cosa. Era su celular. Sí, se sacó el aparato y presionó el botón para contestar.
—Lo siento —dijo ya que el aparatito lo había salvado— Es urgente.
—Está bien, salga y atienda la llamada afuera —el profesor gruñó con levedad y luego dirigió la mirada a los demás alumnos como escogiendo a una víctima más— Señor Fujisaki… ¿Puede usted responder la pregunta?
Yoh pasó del lado de todos y caminó hasta la puerta.
—Bueno…
—Hola Yoh —la voz de Anna detrás del auricular no sonó muy animada, como de costumbre.
—¿Qué pasa? Estaba en clase.
—Es que mi clase me pareció demasiado aburrida y comencé a pensar en ti, así que decidí llamarte —la chica había hablado más que en un mes entero.
—¿En serio? Yo también.
—Sabes… estaba pensando en lo de anoche y…
¿En lo de anoche? Bueno, él sabía a qué se refería con eso. Y comenzaba a emocionarle imaginar lo que Anna le diría a continuación.
—Y quiero decirte que… —continuó, pero después se escuchó el molesto tono de colgado.
—¡Diablos! La llamada se cortó —maldijo el castaño y se guardó el gadget.
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La rubia gruñó por lo sucedido. Comenzó a sentir que el hambre le escocía con dureza las vísceras. Se tocó el abdomen y se dirigió a la cafetería de la universidad para conseguir algo.
Se sentía algo sola, ya que no conocía a nadie allí y no le importaba mucho hacer amistades. La facultad en la que estaba su novio le quedaba demasiado lejos, pero no le importaría caminar unos cuantos kilómetros y saltarse algunas clases para verlo y darle un par de besos para calmarse esa ansiedad que tenía.
—Una ensalada —dijo lanzándole una mirada de "¡y rápido que tengo prisa!" al encargado de la cafetería— Y un jugo de naranja…
El hombre tardó algunos minutos en preparar la comida. Anna estaba completamente desesperada y fastidiada.
—¡Aquí tiene! —le entregó con una sonrisa, la cual la itako no correspondió.
Se apresuró a llegar hasta la salida de la facultad, ya que Yoh la esperaba, y caminó hasta su ansiado destino.
"Son las diez con cincuenta y cinco —corroboró echando un vistazo a su reloj— En cinco minutos se supone que debo entrar a la siguiente clase. Pero en vez de eso voy a ir con Yoh y regresaré hasta las doce y treinta, cuando empieza la última".
Esperaba que todo saliera según sus planes. Y si no era así… no le importaba en lo más mínimo. Al fin y al cabo unas cuantas faltas no le afectarían tanto.
Caminó cinco, diez pasos, tal vez veinte. Después tomó un autobús que la dejaría justo en la entrada de la facultad del shaman. En el interior de éste iba gente tan o más fastidiada que ella. Un hombre le sonrió, pero ella lo pulverizó con una mirada fría y tenebrosa.
Pasaron algunos minutos e hizo la parada. El chofer frenó bruscamente y la rubia casi lo maldijo, pero se aguantó y solo gruñó por eso. Bajó del transporte y continuó caminando.
—Yoh —susurró ansiosa por caer en sus brazos.
Allí fue donde lo vio. Le sonreía ampliamente y le saludaba con la mano. Tenía sus cabellos castaños tan alborotados como siempre. Oía música en su discman como era su costumbre y tenía la mochila en un lado.
Tan pronto ella se acercó estampó sus labios con los de él. Él le rodeó la cintura con sus brazos y la atrajo hacia su cuerpo para estar juntos mientras continuaban besándose.
—Moría por verte —dijo una vez que pudo separarse.
Ella no le contestó ya que no le gustaba decir cosas cursis y en cambio le dio otro beso, pero esta vez más profundo que el anterior.
—Traje algo para comer —dijo ella.
—¡Qué bien!
—Traje algo para comer yo…
Eso significaba "Ve tú a comprar algo para que tú comas…". Yoh se quedó con la boca abierta y una gota le resbalaba por la sien. No se esperaba eso, a pesar de que la conocía tan bien.
—Está bien, iré por algo…
Yoh se dio media vuelta, pero Anna lo jaló del brazo antes de que se alejara demasiado. Lo atrajo hacia su cuerpo y le dio otro beso.
—Me encanta que hagas eso —expresó el castaño tomándola con fuerza por la cintura, y respirando el aire que ella respiraba. La miró a los ojos y entonces rió. Se separó de ella.
—¿Qué pasa? —preguntó antes de que se fuera.
—No, no es nada…
—¿Entonces por qué te reíste?
—Es que… no podemos estar separados ni un solo momento, parece que tenemos pegamento untado en el cuerpo.
—Es cierto —señaló ella y le regaló una sonrisa. Sí, sus sonrisas eran de esos milagros que no sucedían muy a menudo. Pero cuando pasaba, era en serio y lo sacaba desde su interior.
Cuando Yoh regresó de la cafetería de su facultad. Trajo comida, montones de comida y luego se alimentaron. Después siguieron dándose decenas de besos. Anna pensó que lo que había dicho Yoh era muy cierto: No podían estar separados un solo momento. Había un pegamento que los obligaba a estar juntos y le agradecían a Dios por eso.
—¡Me encantas Annita! —dijo mientras sonreía.
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Un chico cubierto completamente con un impermeable gigante de color negro recorría con paso lento las inundadas y oscuras calles de uno de los barrios más desolados de Las Vegas.
El cielo nocturno se encontraba muy nublado desde hacía ya varios días. Y las lluvias persistían en aquella ciudad. A él no le gustaba mucho aquel clima, pero no podía hacer nada más que echar pestes cuando la brisa fría tocaba su piel junto con las ventiscas húmedas.
De pronto divisó a lo lejos el lugar que buscaba y apresuró su paso. Se acercó hasta aquélla casa que estaba hecha trizas. Al parecer el lugar se había incendiado algunos días atrás. La madera de la construcción estaba demasiado negra y podrida.
Se descubrió la cabeza y las gotas casi imperceptibles le caían en ésta. Dejó ver su rostro color chocolate y sus cabellos rizados y enmarañados
—Parece que éste es el lugar Mic —le dijo a su espíritu acompañante con forma de chita.
Se adentró en la oscura casa teniendo cuidado de pisar para que no le cayera encima algún tronco suelto del techo o para no resbalarse, ya que todo estaba cubierto por una fina capa de agua.
Comenzó a echar un vistazo en cada rincón del lugar casi destruido, como si estuviera buscando algo, como si algo se le hubiera perdido en aquella mansión carbonizada y roída. El fantasma ayudó al shaman en la búsqueda de ese algo.
—¿Nada por allá Mic? —preguntó y su voz retumbó en el lugar. La chita negó y continuaron buscando.
Chocolove pasó del recibidor al gran comedor (y el fantasma a otra habitación contigua). Esquivó en silencio algunos escombros con sus botas negras y abrió bien los ojos en medio de toda aquella oscuridad nocturna. Ni una sola luz titilaba en esos alrededores, solo la de las estrellas (que se empezaban a asomar por entre las nubes) y tal vez la de sus instintos, que se habían aguzado al máximo.
Rebuscó entre puertas arrancadas y riostras que habían caído del techo y nada. Se acercó poco a poco a la chimenea, esperando no tener suerte, pero allí fue donde vio a un pequeño cuerpecito que tiritaba entre las sombras. Chocolove se impresionó demasiado y se acercó aun más.
—Niño… ¿Estás bien?
Los ojos del pequeño se encendieron como dos luciérnagas que lo volteaban a ver.
—S… Sí —dijo con voz temblorosa.
—Yo puedo ayudarte —aseguró— ¿Tienes frío?
Otra afirmación por su parte. Extendió un brazo al pequeño y salió con cuidado de la chimenea. Sus pies descalzos pisaban el suelo frío y mojado. Chocolove se quitó su impermeable y se lo puso encima al muchacho y le quedaba enorme.
El shaman le habló a Mic y este entonces llegó a ese lugar.
—Dime… ¿Lo puedes ver? —le preguntó al pequeño señalando al fantasma.
Otra afirmación. Parecía que era lo único que sabía decir. El americano cargó al niño en sus hombros y salieron de allí con cuidado.
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En la posada se había llegado la noche y los inquilinos decidieron ver una película de terror que alquiló Manta. Los sustos de Tamao no se hicieron esperar. La chica de cabellos rosados se cubría la boca de la preocupación y luego los ojos, algunos se divertían con las expresiones de susto de ella. La película tenía bastante sangre y así era como le encantaban las películas a Fausto. Con sangre y matanzas.
—¡Pásame las palomitas Manta! —le susurró Horo-Horo al más pequeño de los inquilinos (en cuanto a tamaño) que estaba con la boca abierta por el susto.
Ren también se moría del miedo, aunque él lo negaba. Sentía cómo el corazón se le salía del pecho y lo trataba de aplacar con sus manos. Rasguñaba de vez en cuando al shaman de los hielos, quien lanzaba gemidos de protesta.
Lyserg también miraba expectante el filme con Ryu en un lado, esperaba poder dormir esa noche y no quedarse en vela. No poder dormir cuando uno veía una película de terror era lo peor que podía pasar, era mejor dormir, aunque tuviera pesadillas después.
—Yoh, vamos a tu cuarto —le susurró Anna al oído. Estaba demasiado concentrado, pero tuvo qué retirar su mirada del televisor.
—Chicos —habló al público que tampoco quería despegar los ojos— Ya nos vamos, vamos a… vamos a…
Yoh se sonrojó y todos rieron.
—¡Ya nos vamos y punto! —gritó Anna irritada.
Entraron a la habitación oscura e Yoh encendió la luz.
—Será mejor si está apagada —comentó la itako algo sonrojada.
El castaño tomó el suave rostro de Anna entre sus manos y le dio un beso en la frente. Después miró sus penetrantes ojos que se habían tornado dulces y tiernos, como los de una gatita. Le sonrió y después depositó un beso en sus labios rosáceos.
—Me encantas —le dijo Yoh al oído con un tono pícaro.
Se fueron y se sentaron lentamente en la cama y siguieron besándose… Después se miraron a los ojos, esas miradas decían demasiadas cosas, decían aun más que las palabras.
De pronto un sonoro grito provino de la sala y llamó la atención de los enamorados. Era de Manta.
Le restaron importancia y la rubia fue quien besó a Yoh esa vez. Descendió con suavidad hasta su cuello. Recibía algunas respiraciones entrecortadas de su compañero que la encendían aun más.
Otro grito, esta vez era de Tamao. No le hicieron caso y volvieron a besarse en los labios. Esta vez más apasionadamente. Al parecer ya estaban a tono y nada los detendría, pero entonces Manta volvió a emitir varios gritos y los sacó de su concentración.
—¡Ese maldito! —vociferó la rubia y maldijo.
—Déjalo, no le des tanta importancia…
Volvieron a mirarse.
Yoh se recostó sobre la cama y Anna se subió en él con cuidad para no lastimarlo. Juntaron sus labios nuevamente y comenzaron a jugar con sus lenguas. Así permanecieron algunos minutos.
Manta volvió a gritar y enseguida se oyó una carcajada de Fausto. A Anna se le puso la piel de gallina y el de cabellos castaños lo notó, mientras la acariciaba. La itako los ignoró e intentó volver a concentrarse.
Yoh tomó la barbilla de Anna y la separó con delicadeza de él. Miró esos tremendos ojos oscuros unos segundos y entonces volvieron a juntar sus labios con suavidad. Solo fue un roce el que se dieron y luego volvieron a separarse.
Yoh se quitó la playera que cubría su pecho sin dejar un solo momento de mirar a la chica que tenía enfrente.
Volvieron a escuchar un grito. Pero esa vez era de Horo-Horo, al parecer comenzaba protestar porque Ren lo rasguñaba cada cuando había una escena de susto.
Anna corrió frenéticamente hasta la puerta e Yoh se puso la playera. Estaba completamente cansada de escuchar esos gritos que ya le habían arrancado la inspiración completamente.
—¡Cierren la boca malditos imbéciles!
Los presentes se asustaron aun más con los gritos de Anna. Yoh fue hasta la sala, en donde estaba Anna y vio a Manta que había corrida al lugar de Tamao y estaba abrazado a ella, ya que ella también estaba muerta de miedo.
—Lo… Lo sentimos A… Anna.
Las excusas de Manta no sirvieron de nada ya que ella volvió a gritarles. Yoh también estaba un poco enojado. Pero ya qué más podía hacer, ya se le había quitado la inspiración para hacerlo con su novia. Esperaría otro día, tal vez…
Fin del capítulo 2.
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Hola! Hola! Qué les pareció éste segundo capítulo? Les gustó? A ver si no los harté con tantos besos. Ah, tantas ganas que tienen de hacerlo y le quitan la inspiración a la pareja! Pero bueno, manden sus reviews y de paso díganme qué parejas quieren que ponga, ya que rechazaron las opciones que yo les di TTTT snif… snif… Je, je, se me ha olvidado poner a los espíritus acompañantes. Pero, en el siguiente lo haré. Ok, voy con las contestaciones (aunque esté prohibido, pero es la primera y última vez que lo voy a hacer, ok?):
Koran-lee: Sí, ja, ja, Yoh está súper desesperado, aunque en este no se nota tanto. Está bien… no te gusta el yaoi, pero dime qué parejas pongo, aparte de la principal, cuáles se te antojan? Por cierto: Gracias por leer este fic y el que tengo en Inuyasha, el de "Kissses", me hace feliz, arigatou gozaimasu!
Miki: Otra a la que no le gusta el yaoi UU, ni modo. Aquí está el segundo capi, ojalá y te haya gustado y propón parejas, onegai! Muchas gracias por tu review!
Bichigangan: Gracias por decirme eso! Anna ya le dijo que sí, aunque no con palabras je. Habrá lemon…? Mmmm… sí (pero más adelante). Espero que me dejes un comentario para éste y te veo luego!
Adriannita: Bueno, pues el humor no es mi fuerte y por eso pongo drama, pero lo intenté al menos en éste UU, a ti te toca juzgar si mis intentos fueron suficientes o si me tengo qué quebrar la cabeza un poquito más. Claro que tu comentario no me molesta, ya lo dije (y si no lo dije pues aquí sta): aguanto hasta pastelazos y tomatazos, je, je, no en serio, acepto críticas y de todo tipo.
Hikaru-Hoshi: Ya actualiza tu fic que me muero de la curiosidad! Te quedaste picada con la pregunta de Yoh en el anterior? Je, je, es que así es él nnU. A mí me gustó tu fic, eh, y yo no te tiro tomatazos (Nada más sandiazos, ja, ja, ntc). Bye!
Tay-sama: Gracias! Muchas gracias! Aquí estuvo el segundo capi, aunque no actualicé precisamente rápido.
SeinKo: Tú también arigatou gozaimasu!
Yo-chan1: A ti tampoco te parecieron mis intentos de parejas TTU Bueno deja otro comentario y propón. Gracias y sayonara!
Annayoh: Thanks por tus palabras TTTT. Respecto a tu duda. Mira: Yoh estudia antropología y Anna estudia psicología, aunque a veces atiende "negocios" con los espíritus. Quedó claro? En el otro explico los trabajos de los demás. Chao!
Ok, qué esperan? Propongan parejas! Nos vemos en el siguiente capítulo!
Mata ne!
