Segundo capítulo

Sol de medianoche

(Dedicado a Lady Kagura)

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Otro atardecer en Yiske.

Si algo extrañaba de su vida como humano, eso era el Sol. Ahora sólo podía ver los atardeceres, con suerte, cerca del bosque. El mismo que daba a un acantilado de forma tan abrupta, que ya había cobrado varias víctimas, pese a los carteles de advertencia. Pero él lo conocía bien, y sabía en dónde debía parar, y dónde debía estar parado. Y ahora el atardecer casi estaba por terminar.

Odiaba admitirlo, pero extrañaba muchas cosas de su vida humana. Pero, más que nada, extrañaba el Sol. Pero no por el Sol mismo, sino por lo que le recordaba.

Le recordaba a Marcos.

Marcos había sido rubio, de ojos azules y de sonrisa tierna. Y había sido suyo muchas veces, hasta que se lo arrebataron. Los Destripadores de Vampiros lo atraparon, y nunca más volvió. Alguien los había descubierto, y Satoshi (1) agradecía y maldecía su suerte. Se había salvado, sí, pero no a ése ser que lo había amado. El primer y único. El que le daba sentido a su vida. El que le había ayudado a llegar hasta Yiske.

El Sol ya se había ocultado.

Satoshi pensó en darse la vuelta e irse, pero algo llamó su atención. En el mismo centro del ocaso podía ver un resplandor. Pensó en un cometa o un meteorito, pero su vuelo era muy irregular para serlo. Volaba de un lado a otro, como si estuviera buscando algo. No, era demasiado pequeño para ser un cometa, se dio cuenta Satoshi. Era otra cosa. Un ser... ¿Vivo?

Se escondió entre la espesura, vigilando a ésa cosa que cada vez se acercaba más a Yiske. Se asombró que los sistemas de escudos no lo detuvieses, y entonces pensó que se trataba de una ilusión, o de un fenómeno atmosférico. Si no era detectado, entonces no era sólido. Pero a medida que se acercaba –muy cerca de donde estaba él, pensó- pudo ver que sí era algo, o mejor dicho alguien, aunque en principio no podía ver bien por el resplandor.

Era un muchachito, poco más que un niño. Lo primero que vio fueron sus piernas y sus brazos, porque la luz que irradiaba su cabeza casi lo enceguecía. Luego vio el resto de su cuerpo, y se asombró mucho al verlo. Era hermoso. Su cabello era rojo, largo hasta la mitad de sus cintura y ondulado. Sus ojos eran dos rubíes en medio de un rostro bronceado y pecoso. Tenía dos alas con plumas rojas hechas de fuego, y a su alrededor, y cubriendo su cuerpo, había una gran cinta roja, que se mantenía cubriéndolo como si estuviera hechizada.

Parecía un ángel, pensó Satoshi, mirando con asombro cómo ése ser aterrizaba en una rama, a menos de cinco metros de él. Como estaba de costado, pudo verlo mejor: la cinta formaba algo similar a las ropas que usaban en Medio Oriente, y los dos largos extremos lo envolvían como si estuvieran sobre una flama que los hacía volar y mantenerse flotando en el aire a su alrededor. En uno de los extremos había una planeta que no pudo identificar, y en la otra estaba lo que más deseaba.

El Sol.

Apretó los puños casi inconscientemente. La luz que lo envolvía provenía, no de su cabeza, sino de su pecho, en donde estaba el corazón. Cuando se sentó sobre la rama, las cintas parecieron perder su poder. Cayeron lánguidas, hasta quedar colgando desde los hombros de ése ser. Las llamas de las alas se extinguieron, dejando plumas rojas que parecían arder cuando se movían. Todo dejó de flotar, y el ser se echó hacia atrás, cerrando sus rubíes. No eran ojos, sino rubíes: no se podía distinguir la pupila del iris, como si fuera una gran gema. Sus cabellos rojos cayeron hacia atrás, y Satoshi se extasió.

Pero no habían terminado las sorpresas. Las alas se disolvieron en una última llamarada, el pelo empezó a acortarse y se volvió rubio, repartiéndose de cualquier manera sobre la cabeza de ése ser. Su piel se volvió más pálida, y las cintas empezaron a moverse, girando a su alrededor, envolviéndolo. El Sol y ése otro planeta taparon el resplandor de su pecho, y pareció un niño rubio, de piel pecosa y algo pálida, con una remera con una estrella. Cuando abrió los ojos, Satoshi tuvo que reprimir una exclamación de asombro. Eran azules, tan azules como los ojos de Marcos. Era un ser diferente. Era... ¿humano?

Parecía ser un niño humano, pero lo que había visto le decía lo contrario. Parecía que iba a dormirse, pero se quedó allí, balanceando los pies sobre la rama por un buen rato antes de acostarse y cerrar los ojos. Parecía un angelito durmiendo.

Satoshi se quedó allí, sin osar moverse, porque creía que ése ser despertaría y se alejaría. Se quedó un buen tiempo allí, hasta que su estómago le recordó que debía cenar. Con una última mirada a aquél ser, emprendió su marcha hasta la ciudad de Yiske.

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La siguiente vez fue más rápido, y casi salió cuando el sol podía afectarlo. Pero no le importaba. Quería ver a ése ángel de fuego, y quería oír su voz. Esta vez iba a hablarle, pero tenía miedo. Si él quería escapar, ¿podría retenerlo con sus poderes, aunque sea para tranquilizarlo? ¿Y si no volvía? ¿Y si sólo había sido su enorme deseo de ver a Marcos de nuevo a su lado, una ilusión causada por sus sentimientos?

Tenía que ir a averiguarlo.

Se sentó en donde había estado la noche anterior, y esperó, viendo el atardecer entre las hojas. Tenía que parecer, debía hacerlo... O no sabría que hacer. Casi se quemó los ojos al ver cómo se escondía el Sol, esperando verlo aparecer, y su espera no fue en vano. De nuevo aparecía un punto luminoso que volaba de aquí para allá, como si quisiera despedirse de las olas acariciadas por el viento. Su tensión aumentó al verlo acercarse. Estaba demasiado cerca, más al descubierto de lo que había estado antes. Por un momento creyó que lo vería y que se iría, pero no lo hizo.

Pasó de largo.

Por un momento, sintió cómo una de sus plumas lo rozaba, y luego sintió cómo algo cálido se quedaba en su cabeza, liviano como una pluma. Y era una pluma, una de las plumas de ése ángel de fuego. No estaba en llamas, lo que le llamó la atención. Tal vez se apagaban si se las separaba de su dueño... ¿O no había sido casualidad? ¿Acaso sabía que él estaba allí, espiándolo?

¿Acaso tenía una oportunidad?

No sabía si ir o quedarse. El riesgo era muy grande: si todo había sido malinterpretado, perdería a su ángel para siempre. Pero tenía que hacerlo. Apretó fuerte la pluma contra su pecho, y empezó a caminar hacia donde –suponía- estaba ése ángel rubio. Los nervios le impedían hacer silencio, y paró varias veces antes de poder caminar en silencio. Pero sentía que igual podía oírlo. Ése ángel lo estaba oyendo, y no sabía si aún estaba ahí. Deseaba que aún no se hubiera marchado, pero no sabría qué hacer cuando lo encontrara. Todos sus años de experiencia se habían ido al diablo con sólo mirar a ése angelito, tan igual a su Marcos y tan diferente a la vez...

El claro en el que suponía que estaba el chico estaba vacío, un gran disco verde iluminado por la luz de la Luna. Se sintió vacío, al ver de nuevo ésa Luna, que le pareció mucho más fría que nunca. Todavía tenía la pluma en la mano, pero no podía sentir lo suave que era, como las telas que vestían los sultanes de Medio Oriente.

Se sintió derrotado.

Alguien se rió con suavidad.

Levantó la vista por donde había venido y allí estaba, todavía en su forma de ángel de fuego, pero sin brillar. Sus alas eran de un rojo algo diferente al de sus cintas, que colgaban sin luz de los hombros del chico. Se reía de él. ¿O es que aún había esperanza?

-Hola- dijo Satoshi, sin saber si ése chico entendía su idioma.

-Hola- dijo él, sonriendo.

-¿Quién eres?-

-Alguien que viene del desierto y del fuego-

-Eres... ¿humano?-

-Lo era, pero ya no- Dios, su sonrisa lo hechizaba.

-¿Por qué apareces cuando el Sol se esconde?-

Más risas. No eran de burla, sino de alegría.

-Es mi hora de descanso-

-¿Podrías decirme tu nombre?-

-¿Y tú, hijo del Agua? ¿Podrías decirme el tuyo?-

-¿Hijo del Agua?-

-El elemento de la medianoche, la muerte, los espíritus, la piel pálida y el cabello negro como la misma noche y suave como las sedas de China con las que se viste. Y yo soy del Fuego-

-¿Y tú eres hijo del Fuego?- algo le empezaba a doler. El pecho le empezaba a doler.

-Soy uno de los nacidos bajo el signo del Fuego. No soy ni elegido ni hijo, soy un enviado en la Tierra-

-¿Cómo te llamas?-

-Mi nombre humano era Maximilliam Mizuhara. Pero ahora soy Febo. ¿Y cuál es tu nombre?-

-Soy Satoshi-

-Vampiro japonés, emigrado a Europa antes de la explosión... – Satoshi se sorprendió, y retrocedió un paso. ¿Quién era ese chico? –Ya lo sé, no te preocupes, no tomamos bando en éste mundo. Tranquilo-

Su sonrisa fue lo que más lo convenció. Su voz, siempre su voz alegre, todo en él irradiaba alegría. Hasta el bosque oscuro parecía iluminarse cuando él hablaba, cuando sonreía, o simplemente por estar allí.

-¿Qué eras?- era una indiscreción, peor la curiosidad lo estaba matando.

-¿Qué era? Um, es largo de explicar... – Febo hizo silencio por un rato, pensando. Sus ojos rojos se cerraron, sin dejar de sonreír. Brillaban como una fogata en medio de la oscuridad, pensó Satoshi –Mejor no te digo. Sólo debes saber que antes, mucho antes, fui humano-

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Ahora ya tenía motivos de sobra para ir a bosque, todos los amaneceres. Mejor dicho, tenía UN motivo para ir: tenía la piel tostada y las alas, el cabello y los ojos color rubí. Y aparecía cada atardecer cuando el Sol desaparecía.

El Sol.

Lo único que extrañaba de su vida humana.

No, ahora se daba cuenta que eso no era lo que más extrañaba. Extrañaba el sentir calor, ya sea el del Sol o el de otro ser a tu lado, que hiciera sentirse en las nubes y sin ganas de volver. Como si todo fuera fácil y simple, y lo único importante era ése ser. Pero no el calor del sexo, no, sólo el simple calor del cariño. Y ése niño le recordaba a Marcos. A su Marcos.

Y Marcos le recordaba a su hijo. A su único hijo. Desde que se había convertido en vampiro no lo había vuelto a ver, y suponía que debía haber muerto. Su mujer y su hermano se fueron a otro país, y no volvió a saber de ellas. Le agradeció mucho a su hermano todo lo que hizo por su familia, aunque nunca pudiera decírselo. Y luego de unos siglos, había pasado lo de Yiske. Y allí estaba ahora, trabajando en el Senado. Al menos, por el tiempo que los escudos de la isla soportaran los ataques de los Destripadores de vampiros.

Fue entonces cuando lo asaltó un pensamiento que lo llenó de terror. ¿Y si Febo era una de las tantas criaturas que los Destripadores intentaban hacer entrar en Yiske? No, no podía ser, no con ésa sonrisa que le recordaba a su hijo. Y a Marcos. Pero Marcos no había sido su hijo, en ninguna forma, sino su pareja. O casi, porque los separaron al poco tiempo.

La terrible posibilidad lo dejó helado. Y cuando se repuso, una mano en su hombro lo hizo sobresaltarse. Estaba saliendo de su trabajo, y al voltearse, vio a Shigeru Igarashi (2), el presidente del senado.

-Estuvo cinco minutos estático. ¿Le pasa algo?- le preguntó, con voz fría.

-No señor, es que pensé en algo que me dejó en ése estado- respondió a su superior.

-Acompáñeme a mi oficina, por favor- dijo

Satoshi no entendía por qué. Había terminado su trabajo y en una hora amanecería. Y quería ir a ver a Febo cuanto antes. Pero igual obedeció: no podía retenerlo por más de diez minutos, y eso le daba tiempo para llegar a su casa. Igarashi se sentó tras su escritorio y Satoshi del otro lado, esperando.

-Me he enterado, señor, que ha estado viéndose con... alguien especial, un forastero- empezó Igarashi. Satoshi se tensó. Él sabía –Y ése forastero aparenta tener ciertos... poderes que podría resultar perjudiciales para la isla, si mal no me han informado-

Satoshi guardó silencio.

-Además, sé que ése muchachito ha entablado una... amistad con usted, y que le ha hablado muchas veces-

Más silencio.

-Le debo recordar que las violaciones a las normas de seguridad son castigadas severamente... Más siendo un miembro del Senado-

-¿Adónde quiere llegar, señor?- Satoshi quería terminarlo rápido.

-Bien, señor Satoshi, el tema es que no podemos permitir que ése ser siga viniendo- dijo, juntando los dedos de sus manos, poyando los codos sobre su escritorio –Así que le sugiero que le diga que no vuelva más, o se tomarán acciones... Más fuertes-

Silencio.

-Es usted un ser racional, y se ha ganado un sitio en el Senado. Sé que es inteligente, y que entiende la seguridad de la isla –y de todos sus habitantes- está por encima de los intereses particulares... ¿Entendió, señora Satoshi?-

-Sí señor-

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No era justo. Buda no podía ser tan injusto. No podía quitarle a su hijo y a su pareja, a ambos reunidos en una sola persona, cuando apenas empezaba a conocerlas. Nunca habían estado a menos de dos metros uno del otro, pero, aún así, podía sentir la calidez que irradiaba Febo. Debía decirle todo lo que sucedía.

Pero al ver su carita sonriendo, con la inocencia de su hijo y todo el amor de Marcos, no pudo soportarlo. Empezó a llorar antes de poder decirle una sola palabra, y no pudo hablar. Cuando escuchó moverse las hojas de los árboles, pensó que Febo se había ido, avergonzado de ver llorar a un hombre. Pero no, no había sido así, y se dio cuenta cuando sintió a Febo acercarse y abrazarlo.

-No llores Satoshi... Me recuerdas a papá-

¿Cómo?

-No llores Satoshi-

Su cuerpo era cálido, tan cálido como el Sol al mediodía en verano. ¿Cómo podría lastimarlo, aunque se desahogara con eso? Se contuvo y lo abrazó, y sintió que su hijo y Marcos estaban con él.

-Quiero que veas algo antes que me vaya- dijo Febo.

-¿Qué?-

-Sé que te causo problemas, así que esta será la última vez que vendré en cuerpo y alma a Yiske. Por eso quiero que veas de dónde vengo, y eso que te ha sido negado-

Satoshi asintió, sin entender. Y meno entendería lo que pasaría después.

Febo lo hizo levantarse y empezó a caminar, con su ropa de árabe ondeando sobre su cuerpo. El Sol estaba fuerte, y la arena del desierto sólo podía ser vencida por los camellos, pero hasta ésos animales necesitaban agua de tanto en tanto. El oasis en el que estaban daba algo de sombra, pero Satoshi sintió que parte de él estaba al Sol.

Estaba sintiendo el Sol

Cuando ésa información llegó a su cerebro, Febo le ofreció un coco para que se refrescara. Satoshi también tenía ropas árabes, y la leve brisa del desierto las movía. Podía sentir el Sol sobre su piel, y la leche de coco le sabía diferente a como la recordaba. No estaba en un cuero de humano, pero tampoco en uno de vampiro.

-Así es como yo siento. No te preocupes- dijo, al ver la sorpresa de Satoshi –todo regresará a la normalidad cuando regresemos-

Febo subió a uno de los camellos, y le indicó a Satoshi que hiciera lo mismo. El Sol no lo dañaba, y la ropa que tenía parecía como si se la hubiera puesto minutos antes. No transpiraba pese al gran calor que reinaba en el desierto.

-¿Adónde vamos?- quiso saber.

-Al lugar en donde vivo- dijo Febo, sin darse vuelta.

Siguieron por horas eternas, pero el Sol no descendía. Tampoco el calor. De tanto en tanto, una brisa caliente les acariciaba el rostro.

Febo iba adelante, siempre adelante, y su sombra casi desaparecía bajo el Sol, siempre al mediodía. De tanto en tanto, paraban y Febo le daba leche de cabra para beber. No se sentía cansado ni acalorado, pese a que el Sol le castigaba la poca piel que quedaba al descubierto. Empezaba a invadirle una calidez que no había sentido en mucho tiempo, y tardó bastante en reconocerla: era alegría. Febo era un pequeño Sol de medianoche.

Él era su Sol de medianoche.

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A lo lejos se perfiló una torre. Al acercarse, Satoshi pudo ver que era la torre de un palacio árabe. Cuando se fueron acercando a la ciudad, pudo ver las casas y el mercado. Era una ciudad del desierto, de las épocas de Jesucristo, y hubiera sido exactamente igual si no fuera por un detalle.

No había ninguna persona.

Las frutas, los peces, las joyas, las telas, todo estaba allí, a disposición de quien quisiera comprarlas, pero no había vendedores, compradores o peatones. Los únicos seres vivos eran ellos dos, y sus camellos. No se escuchaba sonido humano, pero a medida que se acercaban al palacio una música empezó a oírse. A Satoshi le vinieron a la mente las famosas odaliscas, las bailarinas de Medio Oriente, con sus cuerpos cubiertos de velos...

-Aquí es, Satoshi- dijo Febo, sacándolo de su sueño.

Satoshi se despabiló. La música se oía con más fuerza, y no se sorprendió demasiado al ver que estaban entrando en el palacio. Las puertas se abrían solas, y, sin embargo, no se veía mecanismo que hiciera eso posible. Dejaron los camellos en el establo y entraron al palacio.

Su ropa había cambiado de nuevo. Satoshi notó que ahora estaba vestido como en Yiske, pero mayor fue su sorpresa al ver que Febo no estaba a su lado. La música no había cesado, y empezó a seguirla por habitaciones y salas, una más lujosa que la otra. Elefantes de jade, cortinas con esmeraldas, copas con diamantes, nada lo sorprendía ahora. Veía todo eso, pero en su cabeza sólo estaba la idea de encontrar a Febo.

Cuando la música se hizo más fuerte, entendió que había llegado. Era la habitación más grande de todas, y no era difícil adivinar cual era.

La habitación del sultán.

La habitación de Febo.

Entró por la enorme puerta, y la música se escuchó más fuerte. Era como entrar a un horno, no sólo porque el calor había aumentado, sino porque todo era de color rojo. Las paredes, el techo, las cortinas, el piso, la mesa con dos copas, las alfombras y los velos que descendían del techo y cubrían los almohadones sobre los que descansaba Febo.

Sí, allí estaba Febo, vestido como un príncipe. Satoshi comprobó, esta vez sin asombrarse, que él estaba vestido como un rey. Y entendió cuál era el sentimiento que le generaba Febo.

Era amor.

Amor de un padre por su hijo.

Avanzó hasta llegar a Febo, quien aún estaba despierto. Se recostó a su lado y lo abrazó, sintiendo cómo su pequeño corazón latía con su misma intensidad. Febo necesitaba a su padre tanto como él necesitaba a su hijo. Y ese era el regalo que quería darle. Se durmieron abrazados, en medio de ése palacio desierto, en un mundo que –Satoshi no lo sabía- podía estar en su mismo planeta o no estar en ninguno a la vez.

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El anochecer lo sorprendió en su casa. Sorprendido, miró a su lado, pero Febo no estaba allí. Estaba solo en su cama, y con su ropa de dormir. Por un momento pensó que todo había sido un sueño, pero entonces su mano tocó algo bajo las sábanas. Un objeto plano y puntiagudo. Lo sacó para verlo a la luz, y de inmediato entendió todo. Era el mismo que colgaba de sus cintas rojas, al lado del planeta Marte. Max se despedía de él.

Allí estaba su Sol de oro.

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(1) NO, NO ES EL NOMBRE ORIGINAL JAPONÉS. Nos lo conocimos como Sanguinex. Puse este nombre porque me pareció mas adecuado.

(2) Este es el nombre del vampiro que aparece en "Proyecto Web" (Dragones de Madera) originalmente, aunque en la adaptación al formato Fic se haya cambiado por Balkov.

Bueno, os dije que la diferencia de edades iba a ser grande... Pero se equivocaron cuando dije uno de los integrantes del BBA Team. Yo decía el equipo original, pero ahora sí salió una que no había pensado: TakaoJazzman, o JazzmanTakao. Hum... Buenas ideas. Pero ésta vez decidí hacerlo sólo Shounen Ai y no Yaoi, porque... bueno, la pederastia no me gusta para nada. Además, queda la intriga sobre los sentimientos de Satoshi hasta el final.

Hace mucho tiempo que venía con la idea de que Max fuera una especia de ángel de fuego, por más que su elemento en la serie es el agua. Me lo imaginaba con Elemento Fuego, rodeado de cintas rojas que volaban libres en todas direcciones, mientras él estaba en medio, sonriendo (¡¡¡hanyaaaaaaaaaaaan, quiero a Maxie!!!) El único detalle es que en los cinco elementos chinos –en los que me baso para crear- tanto el Agua como el Fuego están representado pro deidades femeninas. La Tierra es una mujer, el Metal es un hombre y la Madera también. Pero bueno, ya que estábamos, lo puse así. Yo soy media rara, vieron.

Esta es otra de las historias de Yiske, la isla de los vampiros. Para más info lean "Dragones de Tierra" de mi autoría, ahí se explica todo. Es otra de mis ideas locas, pero bueno, mi imaginación no está controlada del todo... Y hablando de ideas, yo no empiezo a escribir un capítulo si no termino el anterior. O sea, que no escribo este mientras que escribo otro capítulo, porque así acumulo ideas y no se mezclan las tramas.

Esto me gustó, porque recibí más rewiews que en el capítulo anterior. Pero no voy a hacer de esto algo hecho sólo por tener muchos rewiews (por más que me gustaría) sino que quiero hacer algo de calidad. Si, y con Yaoi y Yuri de por medio, porque voy a poner más parejas Yuri, gracias a que me dieron ideas. Va a aparecer el nombre de quien me dio la pareja al final de cada capítulo, dedicado a ésa persona. Si señores y señoritas, así que den ideas nomás.

Este capítulo va para mi compatriota Lady Kagura, a la que le conté de qué iba la cosa y le gustó. Lo prometido es deuda, y por ti lo terminé a tiempo.

M. G.: ¡Amiga! Me alegra que te haya gustado. Hablando de eso, ví la película "Besando a Jessica Stein" y lo que no me gustó fue el final. ¿Para cuándo una buena película de lesbianas en donde terminen como pareja? Es cierto, hay mucho chico en la serie, pero yo siempre encuentro algo por ahí. Lamento mucho decirte que hay bastante de KaiMax, pero gracias por la sugerencia. Chus!

Ayani: Siempre y cuando hagas críticas constructivas, moleste cuanto quiera. Yo nunca había leído un Fic Yuri, y menos con lemmon completo, así que dije "ma sí, lo hago" y ya vistes. ¿Así que un trío? Hum... Eso sí que esta bueno. Ya me diste la idea de hacer un capítulo con un trío. Y como ves, la diferencia de edades es aún mayor de lo que pensaban todos... ¡Danke por tu rewiew!

Kiri Miyamoto: ¡Holas Kiri! OO ¿Cómo que el segundo? ¿Dónde está el primero? ¿Quién es el/la autor/a? ¡EXIJO SABER QUIÉN ME QUITO LA ORIGINALIDAD! Juro que pensé que era la primera, snif... Pero bueno, así es la vida. Tu sobrino sí que captó la onda, porque las parejas me gustaron la mayoría, excepto el YuriRei y el BorisKai –ya hay de ésas parejas- Y como ves, no fue ése personaje, al parecer todos pensaron que yo hablaba del último BBA Team, pero yo hablaba del primero. Como vez, éste personaje no sale casi nunca, salvo en "Fuego, hielo y bronceador" Así que... Gracias por tu rewiew.

Silverhell: OO Cuanto respeto... Sie, me encantó la escena de Emily pegándole el raquetazo a Bill... Ojito con ofender a las chicas, niños, que tenemos garras y dientes y podemos morder. El de KingRaul ni lo había pensado, lo voy a considerar (este Fic por lo visto va para largo) Lo que más me gustó es que no sólo te fijaste en la última serie, sino en las otras. Bien, eso me gusta. Y la que más me gustó fue la de Rei/Mystel, así que pronto lo verás, en tres o cuatro capítulos más (hay una lista de espera que ya estaba planeada) Chus!

Damika Hiwatari: ¡Ese, Gartland! Ese quiero usarlo pronto... Pero hay una larga lista de espera. Pero igual lo voy a poner, tarde o temprano. ¿Y por qué Gartland y Brookling tienen nombres de ciudades en la versión yanqui? Gracias por el rewiew.

Catra Ivanov: Por supuesto que lo hice, yo nunca dejo Fic inconcluso (y si lo está, no lo publico hasta no saber más o menos el final) Lo de las parejas inusuales va muy en serio, convéncete con este capítulo. Yo he leído Yuris, pero suavecitos, casi en susurros, muy tímidos y sin escenas explícitas como las que describí. El tema es que no conozco a todos los personajes de G-Rev, porque estaba en épocas de finales y parciales, y la facu es primero. Revisé tu página y me sirvió muchísimo, te lo agradezco un montón. Ye tengo una lista de parejas, pero no te preocupes, que tarde o temprano tus parejas van a aparecer.

Dark Lilith Evolution: U ¡Gracias por aclarármelo! Tenía muchas dudas, porque tenía finales y parciales de la facu y bueno... Tengo mis prioridades, sabrás entender. Hablando de Hitoshi, en el Manga aparece desde el primer tomo, incluso vi una imagen de él en Internet. Cierto, tanto Mao como Emily están mejor en G-Rev, no sólo en el aspecto físico. ¿En serio os gustó el inicio? Fue lo que más me costó del lemmon. Yo soy feminista, y no me molesta demostrarlo. Y más siendo de un país tan vapuleado como argentina (aunque tenemos "suerte", considerando otros países de América Latina) ¡Y no se vale que digas que una amiga escribió un Fic si yo no puedo leerlo! ¡Quiero leer!

Yo también leí ése de Pyro, pero eso quiere decir que ya hay un Fic de ellos, pero si, como me dijeron, hay uno de Mao y Emily anterior al mío... Puede ser. Ma, si, lo hago, yo también quiero verlos juntos. Es más, ése Fic de Pyro me gustó tanto que me lo bajé a mi compu. Mandame un mail así te doy mi dirección, pero os advierto que no estoy en Paraná y que hasta fines de Febrero no voy a estar por allí. Mandame un mail y arreglamos.

B. Tiamat atardecer: Otra màs! Que alguien me diga DONDE está el otro EmilyMao de una vez, che! La conversaciòn saliò asi nomàs, as� que tan rara no debe ser. Y como ves no, no fue el abuelo. Eso de tr�os es buena idea... Ya lo voy a poner en pràctica.

Nos leemos

Nakokun