Disclaimer: Todos los personajes así como el concepto de Resident Evil son propiedad de Capcom. Sólo la trama de este fic es mía y yo únicamente hago uso de los personajes para diversión y entretenimiento de ustedes.

Que lo disfruten…

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"El Amo y su Sierva"

Por: Galdor Ciryatan

CAPÍTULO 9.- Esa chica rubia, y segunda reunión

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Por enésima vez Ilúvënis jaló la muñeca de su amo para ver la hora en su reloj.

— Iré a ver por qué se demoran— anunció Leon anticipándose a la impaciencia de su sierva—. Quédate aquí.

Estaban en un audiovisual como para 50 ó 60 personas, la mayoría de los asientos se hallaban ocupados. Ilúvënis había estado sentada junto a su amo y ahí permaneció. Leon salió de la sala en busca de Chris, al encontrarlo le preguntó: — ¿Por qué demoran tanto? La junta iba a empezar hace casi una hora.

— El presidente se retrasó por el tráfico.

— ¿El presidente? ¿El de la nación?... ¿Y qué tiene que ver él en esto? — cuestionó Leon.

— Supongo que no te informaron. El presidente y su familia se encontraban en el estado y se les puso al tanto. El hombre quiso venir en persona para no perder detalle. Ahora sólo lo están esperando para comenzar la reunión. ¿Por qué más crees que se demorarían tanto?

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Militares, científicos, políticos y empresarios, todos reunidos por una causa: Ilúvënis. El meollo del asunto era que la ojiazul no tenía ningún virus que pudiera (o debiera) ser estudiado por Delphi, entiéndase T-virus, G-virus o inclusive Las Plagas. Así mismo, su compañía hermana, Acteck, tampoco tenía vela en el entierro. Pero esa compañía era más agresiva (a veces jugaban sucio), siempre luchaban por tener más, saber más y entender más. Prueba irrefutable de ello eran sus agentes, que hacían lo imposible por no fracasar en sus misiones; no importando a quienes debieran traicionar o con qué personas era menester aliarse. Había una regla de oro en Acteck: nunca fallar. Eso estaba totalmente en claro.

El hecho de irse con las manos vacías significaba un fracaso. Porque Ilúvënis era como la muestra en el tubo de ensaye que ya había sido analizada por Delphi, pero su compañía hermana, bajo la tapadera de Acteck, pretendía hacer sus propias investigaciones acerca de la albina. Es por eso que en El Fondo un pacto se formó. Dos misteriosas figuras envueltas en sombras estrecharon sus manos.

— Siempre es un placer hacer negocios contigo.

— Hasta luego, Wesker— se despidió la voz de una mujer.

— ¿Cuándo cumplirás tu parte, Ada? — preguntó el hombre de gafas.

— Muy pronto tendrás de vuelta a tu 92KR…muy pronto— aseguró ella alejándose.

Wesker quedó con una gran sonrisa en el rostro, Ada con una muestra de sangre no etiquetada en su mano derecha, Acteck envuelto en corrupción, Delphi con la marca de la traición en su espalda y el mundo rotando sobre su eje en perfecta armonía con el universo.

Pero claro, ésta no era la primera vez que cosas así sucedían dentro de Delphi, sobre todo entre estos dos personajes.

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.-.-.-. Lejos de ahí .-.-.-.

Junto a la puerta de un salón de hallaba una impaciente joven. Le sudaban las manos, el corazón le latía apresurado y sentía un revoloteo en el estomago. Su mirada gatuna se posaba en el reloj que había en la pared frente a ella. El pasillo estaba desierto y sólo la acompañaba el tic tac del segundero. La luz de las lámparas aclaraba aún más su piel y sacaba destellos de su cabello.

Ella suspiró, los nervios la carcomían. Únicamente llevaba 10 minutos esperando pero le parecía una eternidad. Su amo se hallaba atravesando la puerta. Él y otros 11 fueron llamados al terminar la reunión. Dejar ir a Ilúvënis o no dejarla ir, era la cuestión.

Pero Leon no era ningún tonto, inepto, despistado o antisocial. Y no llevaba años trabajando para los Estados Unidos de América sólo por hobby. Era un hombre con sentido común y que apreciaba el valor de un buen contacto. Sabía mover palancas. Además, el hecho de haber salvado la integridad de la hija del presidente significaba muchos puntos a su favor.

Al abrirse la puerta del salón y salir 11 de los 12, Ilúvënis entró y encontró la sonrisa de su amo.

— Te vas a casa conmigo.

— ¿Es… en serio?

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.-.-.-. Ilúvënis' POV .-.-.-.

¿Cómo explicarlo? Por supuesto que tenía que ser en serio, su sonrisa me lo decía. Pero tenía que preguntarlo, no lo creía. ¡Dios! Al fin podría estar con él, fuera de ese lugar, lejos de Planta 11 y de Wesker. No cabía de felicidad, sentí que de nuevo alguien me devolvía la esperanza, las ganas de seguir viviendo. Y tenía que haber sido Leon, nadie más que él lo podría lograr.

No pude contenerme y lo abracé, quería darle las gracias, mas no había palabra. Ni con la vida de las estrellas y toda la sabiduría de la Luna tendría el tiempo y la forma de expresar lo que sentía. Me conformé con abrazarlo. Al principió él no correspondió, no es una persona impulsiva. Aunque terminó por hacerlo. Cuestión de minutos permanecimos así, tiempo en que tuve la dicha de escuchar su respiración y sentir sus latidos. Todo estaba bien. El mundo podría dejar de rotar, el Sol de brillar y los mares secarse, pero a mí no me importaría nada. Sólo me importaba Mi Amo.

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Inmediatamente al salir de ahí una voz pronunció el nombre de Mi Señor, era una voz jovial, alegre. No tenía idea de a quién pertenecería y, pronto, deseé no haberlo averiguado.

— ¡Leon! — le volvieron a llamar.

Y mi desdichada vista cual niño al abrir su regalo de Navidad y encontrar ropa fue a posarse en la dueña de esa voz. Me decepcioné, me enojé. Era una chica rubia de ojos miel, la misma que estaba con Lord Saddler la última vez que lo vi, la misma que me había hecho sentir celos. Rogué para que no fuera real, que ella no estuviera verdaderamente ahí… Pero no lo fue así.

Ella corrió a abrazar a Leon, prácticamente se le echó encima y se le colgó del cuello. Y ya de una vez, tuvo que empujarme al pasar junto a mí. Eso fue lo que me hizo volver a la realidad. Bien pudo haber sido un empujón sin intención, pero me regresó a la tierra y me hizo ver que no sólo yo podía acaparar la atención de Mi Amo.

Pero yo no podía dejarme llevar, no iba a arruinar las cosas por causa de mi enojo, después de todo ya era libre y podría salir de Delphi. Sólo tenía que ignorarla hasta que saliéramos del edificio o llegáramos a casa de Leon.

¡Dios mío! ¡Pero es que resultaba imposible ignorarla! No paraba de hablar y se le encimaba a Leon. Para colmo insistió en acompañarnos, quesque porque tenía ganas de platicar con Leon. Yo ansiaba tanto meterle una buena bofetada. Mas no lo hice por respeto a Mi Señor. Al contrario mío, él no se molestaba por la presencia de esa chica (eso o que lo disimulaba muy bien).

Por alguna cuestión de suerte un hombre nos libró de ella. Caminábamos por un pasillo (N de A: ni modo que caminaran por el techo, pues no.), yo iba un poco atrás. Entonces nos topamos con varios hombres de traje y corbata.

—Señor presidente— saludó Leon a uno y se estrecharon la mano.

Luego ese hombre se dirigió a la rubia: — Ashley, es tarde, cariño. Sabes que no debes estar sola.

— No hay problema papá, estaba con Leon.

Dicho esto él me miró. En sus ojos se reflejaba sorpresa, y lo que no creía: miedo. El padre se esa rubia me vio con ojos llenos de temor y, además, de respeto. Nunca me habían visto así a menos de que me transformara. Era algo nuevo para mí. Pero no me sostuvo mucho tiempo la mirada, la desvió hacia Leon.

— Agente Kennedy, lo veré mañana para finiquitar nuestros asuntos.

Mi Amo también tuvo una mirada de complicidad. ¿Qué estaba pasando?

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CONTINUARÁ…

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Hasta la próxima,

Galdor Ciryatan.