Disclaimer.- El concepto y personajes de Resident Evil son propiedad de Capcom, sólo la trama y algunos personajes originales de este fic me pertenecen.

Que lo disfruten, mis queridos lectores…

.-.

"El Amo y su Sierva"

Por: Galdor Ciryatan

Capítulo 12.- Desolación

.-.-.-.

/.-.-.-. Ilúvënis' POV .-.-.-./

Luego de dos terribles vuelos, uno en avión y otro en helicóptero, me convencí obstinadamente de algo: Los Aulladores no estamos hechos para volar.

En fin, logré sobrevivir. Posterior a que nuestros pies tocaran tierra firme caminamos varios kilómetros. Se suponía íbamos en dirección a un campamento con agentes de Delphi. Avanzamos cerca de 20 minutos para cuando el cielo se llenó de nubes grises. Luego comenzó a caer una lluvia ligera, nada con lo que no pudiéramos. Mi Amo caminaba al frente, digamos que era el guía. Tras de él iban Steve y esa chica castaña, Claire. Por alguna razón mi marcha se volvió más lenta, y es que mi ánimo comenzó a decaer. Varias semanas, meses de no ver la isla, de no aspirar el salado aroma del mar que la rodeaba, de no escuchar el ruido que hacían mis pies al andar por las escaleras oxidadas ni sentir los dedos de Osmund en mi cabello cuando me decía que no me preocupara por algo.

Yo no olvidé ninguno de esos detalles de la isla, por eso me entristecí. Tenía muy presente cada imagen, pero, ¿qué pasaría cuando llegáramos y viera mi hogar hecho cenizas por las explosiones? Pero aún, ¿cómo me iba a sentir el día en que la hundieran y los restos de Osmund pasaran a manos de Poseidón? Entre más lo pensaba, más me quedaba atrás, menos sentía la lluvia en mi rostro y más abajo se iba mi ánimo. Steve dejó de caminar un momento y cuando nos emparejamos continuó avanzando.

— Ten— me tendió su chamarra—. Hace frío.

Era verdad, la temperatura descendía. Incluso ya no era una simple llovizna, se convirtió en un aguacero y yo no lo había notado. Tomé la chamarra sólo por no desairarlo y me la puse sobre los hombros.

— ¿No deberías habérsela dado a ella? —le pregunté.

— ¿A quién? ¿A Claire?... Ella está bien. Leon ya le dio su chaqueta.

Otra verdad de la que yo no me había percatado. ¿Tan ausente me encontraba? La respuesta definitiva era . Llegando al extremo de notarlo Steve.

— ¿Estás bien? Te ves…afligida.

"Literalmente mi hogar se hundirá, se perderá entre el coral. ¿Cómo te sentirías tú?" Tuve ganas de responderle. Pero mejor preferí mentir: — Es sólo el clima. No me gusta.

No pareció que mi respuesta le convenciera del todo, mas calló. Pero, oigan, ¿Quién que fuese normal no se deprimiría con el paisaje por el que pasábamos? A mi parecer, cualquier humano promedio lo haría. La oscuridad de la noche sólo era rota por algún relámpago en la lejanía; el cierzo iba en nuestra contra y dificultaba el paso; el bosque, a medida que avanzábamos se hacía más denso; y la lobreguez del lugar no era antídoto para los corazones apesadumbrados.

— Cuéntame de tu raza. El otro día me dijiste que lo harías— habló Steve, parecía querer sacar conversación.

— Ya te lo había comentado. Soy una Aulladora.

— Pero dime más.

Bien, tiempo de echar más lodo a mi pueblo. — Pues… los hermanos de mi raza son muy metódicos, también son guerreros. En donde yo vivía siempre se estaban organizando batallas contra otras aldeas. Aunque primero había negociaciones pues mi padre era muy diplomático. Él era el que nos gobernaba. Regía con puño de hierro y todo lo que decía debía cumplirse. Se decía de mente abierta, pero sólo para lo que le convenía…

Seguí hablándole de mi pueblo largo rato. No eran cosas muy agradables, siempre intentando denigrar a mi padre. "Un clavo saca a otro clavo", Como yo me encontraba triste, ¿qué mejor que desquitarme atentando contra la imagen de mi padre? Y ya de paso también le conté a Steve acerca de mi hermano.

— Mi madre murió cuando yo era pequeño— comentó él— y mi padre no volvió a casarse, así que fui hijo único. Siempre quise un hermano, alguien para no estar solo cuando mi padre trabajara o se encontrara fuera.

— Créeme, esa no probablemente no hubiera sido una solución. Yo tenía a mi hermano pero siempre estuve sola. Gabriel y yo nunca congeniamos, sólo de pequeños. Sin embargo, él tenía gran potencial como guerrero y nuestro padre nos separó al darse cuenta de ello. Ambos se hicieron muy unidos, todo el tiempo estaban juntos. Gabriel era su orgullo, el primogénito y varón. Y yo… Siempre me hacía a un lado, sólo cuando deseaba algo me llamaba a su morada, me sentaba junto al fuego y me daba alimento. Tan diplomático como era me decía lo que quería; si yo no aceptaba ya habría otros métodos— "el fuete o la cadena, la tortura psicológica o la droga" pensé—. Así eran las cosas en mi familia. Tú eres muy afortunado, tienes recuerdos gratos de la tuya.

En eso estábamos cuando, al salir a un enorme claro, un reflector nos iluminó. Unos 500 metros al frente se divisaba el campamento de Delphi. Y en la distancia, envuelto en entre las sombras, ruinas del castillo de Salazar.

/.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-./

.-.

La luz del reflector siguió dándoles de lleno en el rostro. No tardó mucho para cuando dos jeeps color vino llegaran a la escena. De cada uno bajaron 2 hombres armados que exigían a Leon que se identificara. Al acabar las "presentaciones" se dirigieron al campamento. Todo el lugar, incluyendo la periferia del castillo, se encontraba bordeado por trincheras, algunos tramos de cerca electrificada, puestos de vigilancia y reflectores a intervalos de 200 m. El campamento era custodiado las 24 horas por agentes y perros entrenados.

Los jeeps llegaron a un puesto de vigilancia. El agente que conducía bajó la ventanilla del auto para intercambiar palabras con el vigilante. En este jeep iban Ilúvënis y Leon. La albina miró hacia fuera por la ventana, la lluvia caía sobre un pastor alemán atado a una correa y sujeto por uno de tantos agentes. El animal (entiéndase perro) percibió ligeramente el olor de la Aulladora e instantáneamente gruñó. Ella no prestó demasiada atención. Al cerrarse la ventanilla y echar a andar el vehiculo, el perro gimió y se escondió tras el agente a su cargo. El pastor alemán temblaba de miedo, por malos recuerdos en su pequeña mente.

— Tranquilo, Rico— dijo el hombre a su fiel compañero, luego miró su reloj—. Pronto acabará nuestro turno. Nos merecemos descansar.

.-.

.-.-.-.Flash back.-.-.-.

Rico's POV.-. (N. de A: Sí, señoras. Sí, señores. Esto es nada más y nada menos que el POV de Rico, el pastor alemán [además de un flash back. Les parecerá absurdo a ustedes, pero en mi retorcida concepción de las cosas considero esto como un elemento enriquecedor a la trama de este capítulo. Léanlo y no me den de tomatazos)

Cielo claro, pero atmósfera pesada… con humedad. Lloverá. Olfateo… alguien viene, un Hombre. Me sacan, vamos a dar una ronda. Atado camino a su lado… Siempre piden que cuide… que rastree… que busque… todo lo que sea malo. Caminamos. Huelo algo. Nos topamos con otro Hombre, va vestido igual al que me lleva… Nubes aparecen en el cielo… Mi nariz siente algo raro. Apariencias. El segundo Hombre se viste como tal, pero huele diferente… Se nos acerca. Ambos hablan, los oigo… También se escucha como un Hombre. El olfato me dice que no es… Huele a lobo…

El lobo falso… es engañoso… miente… embauca… estafa… El lobo no soporta las correas porque se cree noble… No lo es. El lobo es malo. En la noche sus ojos brillan como fuego, a veces también de día, y consumen las almas del Hombre… Él tiende la mano al que no es apócrifo. Temo que le haga daño. Muerdo su brazo. Su camisa se desgarra pero apenas toco su piel… Me han entrenado para eso… Jalan de mi correa. ¿He sido malo? Sólo quería protegerlo… Libero su brazo. Me gritan. Sí he sido malo. Me regañan, todo es culpa del lobo falso… Pero el Hombre es flexible, no me castiga. Nos retiramos… y el lobo queda ahí. Giro la cabeza para mirarlo… sus ojos brillan… ámbar y rubí…

.-.-.-.Fin del flash back .-.-.-.

.-.

Ahora es tarde, llueve mucho. Oscuridad. Un auto rompe la sombra, llega al puesto de vigilancia… De dentro un olor. Veo ojos azules, como el cielo claro… Una Mujer. Le gruño, huele como el lobo… O los trata o es de ellos. De cualquier forma es mala… Pero callo, no quiero ser regañado. Ella se marcha en el vehiculo… Qué bueno… No más lobos…

/.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-./

Cuando Leon y compañía entraron en el campamento ya había alguien esperándolos, una mujer de nombre Jill. Al bajar de los jeeps ella los recibió.

— Jill, qué sorpresa. Decían que estabas en India en una misión de campo— habló Leon.

— Así era, pero me trasfirieron para que supervisara todo esto— dijo ella sonriendo—. Vengan que la lluvia arrecia. Vamos por sus armas.

Jill portaba un impermeable gris con el logotipo de Delphi; debajo, el uniforme negro de la compañía. Ella era una mujer joven, atractiva e inteligente. Tenía un rango alto (aunque una estatura media); al pasar junto a Ilúvënis ambas se veían de la misma altura. En fin, Jill los condujo a través del campamento hacia una tienda para darles armas. En el trayecto los explicaba…

— Tenemos 5 generadores eléctricos en el campamento. Uno para los reflectores, otro para las cercas electrificadas, el tercero para la energía de las tiendas, luces, radios… uno más para usos variados y un quinto que es de emergencia. También hay lanzamisiles en todo el perímetro; el espacio aéreo aquí está completamente restringido. Lo único que tiene autorización para sobrevolar al castillo son dos helicópteros de la compañía. Hacen una ronda cada dos horas.

"Los helicópteros no pueden llevarlos a la isla, son normas. Pero es muy importante que si tienen muchos problemas se comuniquen. Sólo en caso de que alguno resultara herido de gravedad o que la lancha que les será proporcionada sea destruida, un helicóptero ira a recogerlos. Pero espero que todo salga bien y que nada de eso ocurra.

— Ya verás que así será.

Llegaron a una tienda, la cual estaba destinada a comunicaciones y donde también los equiparían como era debido. Todos entraron y se resguardaron de la lluvia, excepto Ilúvënis. Ella, casi en el umbral de la puerta, se giró para mirar hacia a afuera. Algo extraño había.

Entre la oscuridad, 10 metros al frente, un hombre con la manga de la camisa desgarrada sonreía. Sus ojos brillaban granate. Un relámpago cruzó el cielo e iluminó la figura de aquél. Ilúvënis lo miró extrañada, no le reconocía después de tantos años. Ella entró ya sin prestarle atención e importancia a ese hombre.

Pero él sí sabía quién era la joven, la conocía bien. "Ya te encontramos, Ilúvënis… Embajadora Blanca de los Ríos Escarlata, pronto no volverás a huir…"

.-.-.-.

Estaban preparados, armados propiamente. Claire, Leon y Steve, cada uno con una pistola. La castaña portaba, además, una metralleta; Leon, un par de granadas y un rifle de mira telescópica; Steve, una ametralladora Thomson. Allende, todos llevaban radios, un cuchillo no precisamente para mantequilla, y otras cosas (entiéndase algunos tipos de explosivos). Ilúvënis únicamente llevaba la fe en su amo (no existía ninguna autorización para facilitarle armamento ya que no tenía entrenamiento).

Tuvieron que esperar alrededor de una hora para que la lluvia se calmara, tiempo que aprovecharon en descansar. Pero finalmente se marchaban. Jill los despidió y les deseó suerte. Steve titubeó antes de subir al bote. Claire, a sus espaldas, le tocó el hombre.

— Steve…

— Estoy bien, sólo son malos recuerdos.

"Su cabello moviéndose en el agua, sus gritos antes de morir… Mi madre se ahogó cuando yo era un niño pero aún lo recuerdo" pensaba el pelirrojo.

.-.-.-.

A lo largo de todo el camino Steve se mantuvo en extremo callado. Para nada le agradaba el agua, tenía horribles memorias de ella. Le causaba cierto miedo a pesar de saber nadar.

En el trayecto, quienes más hablaron fueron Leon e Ilúvënis.

— Una vez me dijiste que habías peleado con los campesinos por… salvar a Saddler. ¿Lo recuerdas? — preguntó el rubio. Quien por cierto conducía.

— Sí, así fue, frente a la iglesia.

— Siempre tuve la duda, ¿te transformaste?

La albina respondió con un asentimiento. Como "humana" no hubiera podido contra ellos, pero como Aulladora…

— ¿Puedes controlarlo a voluntad? — se inmiscuyó Claire.

— A veces. En esa ocasión sí lo hice, fue por Osmund.

— Por lo que me has dicho sé que apreciabas mucho a Saddler, pero nunca te he preguntado por qué— se sinceró Leon.

— Pues…— Ilúvënis lo pensó un momento— Lord Saddler… Lo llegué a ver como el padre que siempre tuve pero que nunca me quiso; el Aullador que alguna vez me llamó su hija, sólo es mi progenitor. Osmund, en cambio, cuidaba de mí.

— Alguna vez pensé en preguntártelo, pero no sabía cómo reaccionarías…

— Pero eres Mi Amo, puedes preguntarme lo que quieras.

— Justo hacia allá iba. ¿Por qué me elegiste como tu amo? No hay razones. Ilúvënis, no tienes que ser sierva para siempre, puedes ser libre y hacer tu propia vida.

Claire vio que la plática no le era de incumbencia y se giró hacia Steve para platicar con él.

— Derrotaste a Osmund cuando era mi amo, así que le fallé como sierva. Ahora tengo que redimir mi error contigo, protegerte y ayudarte en todo lo que pueda.

— No lo tomes a mal, pero me puedo cuidar solo. Además, tú eres joven y tienes la oportunidad de ser feliz. Deberías…no sé… estudiar, hacer más amistades; buscar algo que ocupe tu tiempo, no sólo estar en la casa todo el día. Quiero que tengas la vida que te mereces, que te valgas por ti misma.

"Al oírte es como si me liberaras... Siempre me he valido por mí misma, así que no habrá gran diferencia si estoy sola o en tu casa, pero prefiero estar contigo".

— Estoy bien así. Tengo una obligación contigo y la cumpliré por el resto de mis días.

— Ilúvënis— suspiró Leon.

.-.

.-.-.-. Del otro lado del Atlántico .-.-.-.

En el edificio de Acteck se preparaban para recibir a un nuevo integrante en la feliz familia.

Una hoja blanca tamaño carta yacía sobre un escritorio. En la parte de arriba se leía en negritas el asunto: "Traslado", y debajo:

.-.-.-.

..Nombre: Wesker, Albert.

..Tez: Blanca.

..Estatura: 1.83 m

..Peso: 84.37 Kg.

..Fecha de nacimiento: 1960

..Compañía anterior: Delphi

..Rango al que pertenecía: - -

..Puesto que ocupaba: - -

..Motivos del traslado: El individuo será reubicado en Acteck para una mejor rehabilitación e integración a la sociedad

.-.-.-.

Puras patrañas. Ese documento (ya firmado y sellado) era por la influencia de Ada. Ella había conseguido la muestra de sangre de Ilúvënis y, a cambio, Acteck hacía ese favor para Wesker.

.-.-.-.

.-. De vuelta en Europa .-.

Claire, Steve, Ilúvënis y Leon se encontraron con un paisaje terrible al llegar a la isla. Desolado, todo está… desolado fue lo primero en abordar la mente de la albina. Cualquier construcción había caído, por doquier se podían encontrar cenizas, rocas yacían sobre lo que eran caminos o escaleras, gran parte de las cuevas estaban derruidas…

"Desolación… queda muy poco de mi hogar". Si Leon hubiera escuchado a Ilúvënis decir eso, la regañaría. Le diría que dejara de pensar en el pasado y pusiera más atención a su futuro y a su presente. Pero ¿cómo no sufrir por tu pasado teniendo sus ruinas frente a ti? ¿Cómo no olvidarte del mañana si no existe lo único bonito del ayer mas que en tu mente? El llanto pugnaba por emerger de la Aulladora, sin embargo, ella ya se había venido preparando. No lloraría. Porque, al menos, los buenos recuerdos los conservaba en su memoria y perdurarían por siempre.

Comenzaron a caminar por la isla. La albina se detuvo para orientarse al reconocer algunas ruinas. Pero luego sus sentidos se fijaron en el olor a quemado y sal; en la sensación de sus pies que, aun calzados, sentían la textura de la ceniza. Luego, las lágrimas volvieron a agolparse en sus párpados. Leon le pasó un brazo por los hombros de forma disimulada. Ella se acercó más a su cuerpo y después se limpió las lágrimas.

— Es por acá— señaló la albina y echó a andar.

.-.

A lo largo del trayecto Ilúvënis se mantuvo mayormente callada. No enfrentar más problemas que caminos bloqueados. Obviamente no tuvieron ningún encuentro puesto que todo en la isla había muerto. Nada sobrevivió a las explosiones… nada…

Leon llevaba enfundada una Glock; igual Claire con su Tac Nine en la cual, por cierto, permanecían intactos sus siete tiros.

— ¿Qué es eso? — dijo Steve señalando algo plateado debajo de unos escombros.

Ilúvënis titubeó. — Es… Creo que es mío.

Leon se aproximó hasta las tablas medio quemadas y los hierros doblados y sacó algo: gris brillante en partes; y en otras, negro a causa del hollín.

— ¿Te pertenece? — le dijo Leon.

— Lord Saddler me la dio para que pudiera revisar los sistemas de seguridad.

Era una laptop. Ilúvënis la tomó de las manos del rubio y la puso luego en el piso. Se arrodilló frente a ella y le pasó una mano por la parte superior para limpiarla; sus dedos quedaron azabache en contraste con su piel. La abrió e intentó encenderla, pero la pantalla permaneció negra (y no, no era por la ceniza). Ilúvënis suspiró, "Ya no hacen estas cosas como antes". Steve se acercó a ella poniéndose a su lado e, imprevisiblemente, le dio un manotazo a la laptop haciéndola encender.

— Siempre funciona así con la mía.

— ¬¬u — "Y creí que en mi pueblo eran bárbaros".

La albina tecleó la contraseña. Como fondo, en la pantalla, había un ser fantástico, una criatura de la mitología europea: una banshea. Sin prestarle atención Ilúvënis abrió varias carpetas en busca de un mapa de la isla.

— Aquí estamos nosotros— señaló en la pantalla al encontrarlo—. Aquí debe estar la escalera— tocó otro punto de la imagen.

— Andando. Falta muy poco— habló Leon.

Reanudaron su caminata. La albina cargó con su laptop; al poco rato Steve le preguntó: — ¿Qué más traes ahí?

— Videos de las cámaras. Así vi a Leon por vez primera. Por eso cuando nos encontramos en Delphi yo ya lo conocía, al menos en el aspecto físico… ¡Es ahí! — se interrumpió a sí misma Ilúvënis apuntando hacia unas ruinas. Debajo de algunas vigas de acero chamuscadas y dobladas se hallaba una puerta de metal.

— Debe tener cerradura— dijo la joven sierva—. Pero espero que las explosiones la hayan aflojado porque no tengo una idea de dónde podrá estar la llave.

— No hay problema— habló Claire animadamente. Acto seguido: sacó su metralleta y comenzó a disparar contra la puerta a menos de 9 metros de distancia.

"Le diría que no desperdiciara así las balas pero aquí no hay más en que gastarlas" pensó Leon.

De pronto, un ruido metálico hizo a Claire cesar. La puerta comenzó a tambalearse y calló hacia atrás. Al entrar bajaron por una primera escalera relativamente corta, 10 metros únicamente; pero se encontraba en un estado deplorable lo cual dificultaba el avance. Después llegaron a un cuarto de 3 por 3 donde reinaba la oscuridad. Ese cuarto llevaba a otra escalera. De ahí en delante no existiría más que la monotonía de bajar 1024 escalones hasta llegar al fondo. El lugar estaba envuelto en penumbras y tuvieron que sacar lámparas pues no veían más allá de sus narices. Los escalones eran sumamente reducidos; la escalera en caracol, empinada, retorcida y oxidada.

— Estén alertas, no quiero que caigan— les dijo Leon. Él iba a tras, delante suyo Ilúvënis, luego Claire y Steve hasta el frente.

Bajaron y bajaron y no llegaban a ninguna parte. De cuando en cuando Leon miraba hacia abajo e iluminaba con su linterna, pero ni aún así conseguía ver el fondo, tal vez por la tremenda oscuridad o la lejanía de éste. Todos estaban desesperados de no llegar, sólo descendían en una espiral interminable de metal oxidado. Un par de veces tuvieron que detenerse pues los rechinidos de la escalera daban la impresión de que ésta caería (factor que ayudó a hacerles el trayecto todavía mas tenso y tedioso).

Para colmo de males Steve se tropezó (sólo que en el escalón #1014, pero ellos no lo sabían). El pelirrojo ya iba muy fastidiado por lo cual no prestaba atención a donde pisaba. Ahí estaba él en el escalón 1013, y al bajar su pie al 1014 un charco de agua le hizo resbalar.

— ¡Steve! ¡Rayos! ¡Esto no es competencia para ver quién llega primero! — le gritó Leon cuando lo vio caer escalera abajo.

Los tres se apresuraron, mas no tuvieron que correr mucho ya que Steve sólo había caído 10 escalones. Lo hallaron boca abajo en el piso. Claire se puso de rodillas junto a él y lo ayudó a levantarse.

— Steve, ¿estás bien? — le hablaba ella muy preocupada.

El muchacho asintió. —Creo que no tengo nada roto— se palpó el torso y los brazos. Luego le dirigió una amplia sonrisa a Claire. Viendo que sólo había sido el susto, Ilúvënis y Leon se pusieron a buscar alguna fuente se luz que les ayudara a ver mejor.

"Me pregunto: ¿Aquí abajo habrá un apagador?".

Leon iluminaba una gran pared de roca, encontró unos cables y los siguió con la luz de su linterna. Dio con un switch en amarillo y negro y bajó la palanca. Una luz blanca proveniente de varias lámparas en los muros iluminó todo el lugar, el cual era como una cueva. Era enorme y estaba lleno de maquinaria, estantes, computadoras, jaulas, cadenas, mesas… Al fondo de la cueva se observaba una gran vitrina, y en su interior: Las Plagas.

— Ahí están— señaló Leon caminando hacia el lugar, el resto le siguió.

Pero existía un dato que ellos ignoraban, una idea que había logrado escapar a su pensamiento: el hecho de que tal vez sí quedaba algo vivo en la isla. Y ese algo los escuchó bajar las escaleras, oyó a Steve caer por ellas así como percibió el sonido de los pies de Leon aproximándosele. Porque ese algo dependía del sonido y le molestó que lo perturbaran. El rubio agente caminaba, sin saberlo, hacia una criatura enfurecida.

.-.

/.-. Claire's POV .-./

Todo iba de maravilla (exceptuando el rasponcito en la frente de Steve). Prono cumpliríamos la misión. Leon divisó Las Plagas detrás de un escaparate y caminábamos hacia ellas cuando algo derribó un estante sobre él. Parecía un hombre, pero era más alto y corpulento, sus brazos terminaban en dos enormes garras de metal. Tiró al piso a Leon al aventarle el estante. Al caer él su rifle salió volando 6 metros más allá. Leon se arrastró hacia atrás y quedó bajo una mesa de madera. El atacante le siguió caminando de forma torpe y al tropezar con la mesa la hizo pedazos con sus garras.

— ¡Garrador! ¡Todos en silencio! — nos gritaba mientras salía del otro lado del mueble (aún arrastrándose) y le disparaba toda la carga de Glock en la cara deforme a su agresor. Éste gruñó y retrocedió a trompicones cubriéndose el rostro. Todos nos quedamos en silencio.

El garrador empezó a caminar errante, tal parecía que buscando al intruso…a nosotros. Yo había escuchado por parte de Leon ciertas cosas sobre esas criaturas: eran ciegas, se guiaban por el sonido, la Plaga que tenían se ubicaba en su espalda y afrontarlas cara a cara era estúpido. Así que cuando Leon gritó ¡Garrador! , lo que hice fue jalar a Steve, taparle la boca y quedamos contra la pared al lado de una jaula. En esa posición, si le disparábamos al garrador, los barrotes serían una defensa.

Leon gateaba sigilosamente hacia su rifle pasando a escaso metro y medio del garrador. Ilúvënis se había quedado parada, casi estática en medio de la cueva. Tendría demasiado miedo para moverse o sabría bien que no debía hacer ruido, no lo sé.

De pronto noté que sólo un sonido rompía el silencio: una gotera. Caía agua cerca de la escalera, de una lámpara en la pared. En realidad la gotera venía de más arriba, pero el agua se acumulaba en el foco para luego caer cerca del último escalón. Sin embargo eso no llamó la atención del garrador, sino el hecho de que la lámpara estallara en pedazos al hacer corto. Comenzó a correr con dirección a la escalera atraído por el sonido. Sin darse cuenta pasó muy cerca de Ilúvënis pero sólo al llegar a su verdadero objetivo descargó sus garras contra el metal y destruyó nuestra única salida.

Yo había leído el testimonio de Ilúvënis antes de partir a la misión. En él decía que ella desconocía la ubicación de un elevador que bajaba al lugar de Las Plagas. Lo que se traducía en que debíamos acabar con el garrador y luego buscar el ascensor.

/.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-/

.-.

/.-. Ilúvënis' POV .-./

Acabar con el garrador y luego buscar el ascensor, esas eran ahora las prioridades. Sería absurdo intentar regresar por la escalera. Los escalones ya no existían, estaban destrozados; y la base era ahora más frágil que antes.

Leon recuperó del suelo el arma que el garrador le hizo tirar. Apuntó a su espalda cuando terminó de desquitarse con la escalera. Yo me quité de en medio para no estorbar, hacia la pared opuesta de donde estaban Claire y Steve. Leon disparó dos veces, el garrador casi cayó de bruces. De la Plaga en su espalda salió un líquido purulento de color amarillo. Pero el garrador se incorporó pronto y echó a correr arremetiendo contra Mi Señor. Pero él fue muy hábil y esquivó el ataque.

El garrador se detuvo antes de llegar al extremo de la cueva, donde estaban Las Plagas. Permaneció así, dándonos la espalda a todos con sublime indiferencia. Mi Amo se preparó para dispararle de nueva cuenta, al igual Claire, pero el ingenio de Osmund nos tomó por sorpresa.

La Plaga en su espalda comenzó a retorcerse y a escurrir algo que no merecía siquiera ser llamado pus. La carne bubosa, infestada de llagas, se agrietó. Así, en La Plaga comenzó a crecer una protuberancia hinchada, algo pútrido que se convirtió en una gran esfera amarilla: un ojo. Éste se abrió y miró a Mi Señor. Y tal como creció de La Plaga, en un parpadeo se fue. El garrador se giró rápidamente sobre sus talones y embistió a Leon. Él pudo esquivarlo, mas no así dispararle a La Plaga. De nuevo el ojo volvió a salir, esta vez enfocó a Steve y a Claire. El garrador corrió hacia ellos pero para eso le dio la espalda a Leon; él le disparó haciéndolo tambalearse y caer en plena carrera. Cayó boca abajo y permaneció quieto un momento, sin embargo, seguía vivo.

Claire y Steve se aproximaron bañando en ráfagas el cuerpo de la creación de Osmund, específicamente su espalda. Gastaron todo un parque e infectado y Plaga seguían retorciéndose.

— Háganse a un lado— les dijo Mi Señor preparando una granda incendiaria. La arrojó sobre el garrador y éste gruñó cuando el fuego empezó a consumirlo. Las llamas abrazaban su cuerpo preparándolo para el infierno. Pero ¿cómo íbamos a saber nosotros que él se negaba a irse?

Ya lo dábamos por cadáver. Estábamos discutiendo la cuestión del ascensor y luego iniciamos su búsqueda. Debía haber una puerta, una roca falsa, algo. Mi Amo Leon buscaba detrás de los estantes pero…

El garrador no había muerto. Digamos que como el fénix se levantó de las cenizas, sólo que partes de su cuerpo continuaban ardiendo. En una carrera sin sentido avanzó a grandes trancos agitando las garras. Uno de esos zarpazos asestó en el costado de Leon quien, por azares del cruel destino, se había atravesado en la carrera del garrador. Mi Amo fue arrojado a tres metros de ahí y su cuerpo chocó contra una pared.

Nada más me importó, perdí conciencia de todo. Me acerqué a Leon y me fui de bruces junto a él. No podía creerlo… de su costado manaba sangre sin cesar. El piso se llenaba de un rojo intenso como mis ojos de lágrimas. Levanté la despedazada camisa de Leon y encontré profundas heridas. Luego me dirigí a su rostro, lo tomé entre mis manos.

— Leon, háblame. Sé que tú puedes con esto.

Sus párpados apenas se abrieron mostrando un poco del verde grisáceo de sus ojos, un color que a cada segundo se marchitaba. Su respiración se debilitaba y empezó a toser.

— Ilú…Ilúvënis… Si no salgo de esto…

— Leon, saldrás de esto, vas a estar bien.

Le acaricié el rostro. Luego volvió a toser, esta vez con sangre. Con una mano se agarró el costado en mueca de dolor y con la otra tomó mi muñeca y la aferró.

— Tengo huesos rotos— declaró con voz amarga—, tal vez también hemorragia interna… ¡Cof, cof!... No voy a estar bien, eso es seguro… Yo sólo…quería traerte aquí para que vieras la isla…por última vez… Yo quería que te dieras cuenta de… ¡Cof!... Que la vieras así y supieras que ya no era tu hogar… Porque tu lugar era ahora conmigo… Pero…

— Leon, no me dejes sola. No te vayas.

— Prométeme que vas a ser feliz...aunque yo no esté. Dime que vas a hacer… ¡Cof, cof!... tu propia vida…que ya no serás sierva y…

— No, Leon, no. Tú eres Mi Amo y vas a seguir aquí.

— No es así— su voz se apagaba—. Sólo toma esto como mi último deseo… o como tu última orden… Te libero…ya no soy tu amo.

Él ya no podía hablar más. Tosía sangre de forma abundante. Los latidos de su corazón depauperaban en fuerza. No me quedaba nada qué hacer. Sólo llorar. Cedí al llanto mientras le rogaba que no se fuera, que no me dejara sola.

Ya no tenía nada. No me quedaba algo remotamente bueno en mi existir. La vida de Leon se esfumaba frente a mí. Incluso me había liberado. ¿Qué más quedaba?

Cerca de mí, Steve y Claire gritaban, no sé si entre ellos o a mí. ¿Qué importaba? Sus voces sólo eran ecos deformes en la distancia, murmullos que no entendía.

Desolación, no hay más. ¿Por qué el destino se empeña en hacerme infeliz?

/.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-/

.-.-.-.

CONTINUARÁ…

.-.-.-.

Galdor Ciryatan