Disclaimer: -Resident Evil es propiedad de Capcom. -Werewolf es propiedad de White Wolf Games. -Ilúvënis es mi personaje original. -Con esta historia no persigo fines de lucro.

Que lo disfruten…

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"El Amo y su Sierva"

Por: Galdor Ciryatan

CAPITULO 14.- Ebre

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Varias semanas pasaron y un mayor número de dilemas. Incluyendo el hecho de que isla y Plagas ya se encontraban en el fondo del mar.

Leon se había estado debatiendo entre la vida y la muerte. La primera semana fue crítica. Lo tuvieron en cuidados intensivos ahí mismo en España. Pero gradualmente mejoró y lo pudieron trasladar a Estados Unidos. Durante todo ese tiempo en Europa, Claire, Steve e Ilúvënis estuvieron con él. La recuperación de Leon fue lenta pero ellos no perdieron la fe… Bueno, sólo Steve y Claire no perdieron la esperanza. De la albina no podía decirse lo mismo… Su moral se había hecho pedazos, ahora estaba callada como nunca, ya jamás sonreía, su futuro le resultaba incierto y a cada día sus ánimos depauperaban. "¿Será acaso que a todos los que me quieren les pasan cosas malas?" se decía.

En ocasiones, aún en España, pensaba que sería mejor irse lejos. Los demás no tenían que sufrir por causas ajenas; era culpa de ella, de nadie más, lo que le había pasado a Leon. Si hubiera mantenido su boca cerrada nadie abría ido a la isla, y garrador y Plagas se hubieran hundido en santa paz sin causar daño. Pero era entonces que se ponía a pensar en Leon y algo le decía que tenía que estar a su lado para cuando se recuperara. Por eso regresó a América cuando lo transfirieron… sólo por él.

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Un día domingo daban de alta a Leon, Ilúvënis y compañía iban a ir por él a Delphi. La albina tenía mucho de no estar ahí y algo le causaba cierto temor o angustia, no era posible definirlo, se trataba únicamente de un presentimiento.

Al llegar a Delphi se encontraron a un hombre cerca de la entrada. Sus profundos ojos negros se clavaron en Ilúvënis. Ella le dirigió una mirada de muérete, no estoy de humor a pesar de no conocerlo… o más bien, de no reconocerlo. El hombre sonrió cínicamente y la miró alejarse, entonces pensó: "Ilúvënis. No nos niegues, no rechaces a tu estirpe". De nuevo sonrió y después de marchó.

.-.-.-. Flash back .-.-.-.

Ese mismo hombre de ojos negros, cabello oscuro rojizo y piel morena, caminaba a trancos por una aldea. Su expresión fría se mantenía inmutable ante le inhóspito clima de la región. Una ligera nevada y un gélido viento le pegaban de lleno en el rostro. Sus pies se hundían en la nieve. Su cabello erizado se movía gracioso por su andar y por el clima.

Subió las escaleras de una enorme cabaña y se sacudió la nieve de sus ropas, luego entró. A su arribo los ahí presentes le reverenciaron…excepto uno. Un hombre mayor muy parecido al él se encontraba sentado en una gran silla de madera.

— Oh, mi adorado hijo. Qué alegría que estés de vuelta— le dijo el mayor.

— Padre— y se arrodilló frente a él—. Te traigo buenas noticias.

— ¿La has encontrado ya? — preguntó él con un tono siempre cortés.

— Así es, padre. La he visto en España, pero parece que pronto se marcharía a América. Estaba ahí con unos humanos. Sé a qué parte de América irán. Dime cuándo quieres que me marche.

El hombre que estaba sentado suspiró. Miró a su alrededor como queriendo encontrar respuesta, observó a través de las ventanas a su pueblo y luego se puso de pie, también su hijo. Ambos salieron en silencio.

Padre e hijo eran sumamente parecidos: morenos, altos, de cabello oscuro, ojos penetrantes, voz grave y expresión una tanto seria a ratos. Aún así, tenían sus diferencias: El padre, de nombre Alex, era un poco más alto; su cabello era más largo y ya presentaba algunas canas a causa de la edad, llevaba dos trenzas, una en cada sien; el hijo tenía manos más callosas, en su cuerpo había un gran número de cicatrices, su pelo era corto y acostumbraba peinarlo (o despeinarlo) en una cresta.

— Iré contigo a América. Vamos a traer a Ebre a casa, por su bien y por el nuestro así será— habló por fin Alex.

— Padre, no te quiero cuestionar, pero, ¿estás seguro?

— Son cosas que como líder tengo que hacer…

.-.-.-. Fin del flash back .-.-.-.

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Steve, Ilúvënis, Claire y, para variar un poco, Chris, entraron a los sótanos de Delphi. Bajaron a la planta 6, donde Leon se encontraba. Claire lo recibió con un gran abrazo y un beso en la mejilla; Steve, únicamente el abrazo. Chris ya lo había visto en el día así que de su parte sólo obtuvo un apretón de manos por pura cortesía.

Ilúvënis permanecía en el umbral de la puerta no sabiendo qué hacer. Leon la miró y le sonrió con toda sinceridad. Él conservaba la calidez de siempre en su rostro, además de la cicatriz que Krauser le había echo. Pero ahora tendría otra en su costado, causa del ataque del garrador, una marca de por vida. Sus costillas rotas sanaron pero el rastro de la herida se quedaría siempre. Sin embargo, Leon sería fuerte y se sobrepondría. Por eso conservaba la sonrisa.

Ilúvënis lo miraba y no alcanzaba a comprender los motivos de su alegría. Estaba vivo, sí. Pero ¿si las cosas hubieran resultado de otra forma? La Aulladora era de una fe frágil, se quebraba con facilidad. Debido a eso había estado muy triste sin Leon. Él le inspiraba esperanza en que tal vez sí podían ser felices juntos. Y es que ella sola no sabía si eso podría ser posible. Cosas malas le pasaban a los que la apreciaban. Quería estar con Leon, pero ¿sería eso lo mejor para él?

"Y ahora está Leon de nuevo frente a mí. De pie y sonriendo. Pareciera que espera algo de mí. Yo no me muevo, sólo lo miro y siento que en mi cabeza las ideas se ordenan. Da un pasa hacía acá… Ya no aguanto más…"

Todo volviose más nítido a ojos de la albina. Si quería estar con Leon por lo menos debía intentarlo. ¿Y qué si el destino tenía la última palabra? Si tu hado va a realizarse, ¿por qué no elegir el camino? Inevitablemente llegarás a él. E Ilúvënis escogió que por más patético, insoportable o cruel que fuese su destino, trataría y lucharía para que el trayecto fuera memorable.

Leon quería que ella se convirtiera en alguien feliz. Entonces la albina comenzaría por fabricarse buenos momentos para tener excelentes recuerdos. Ella pronunció el nombre del rubio en un suspiro y caminó hacia él con paso firme. Lo contempló a los ojos por un segundo para tener presente su imagen cuando lo besara. Las palabras se hubieran quedado cortas, siempre es mejor un acto que demuestre cómo es la realidad. Es fácil hablar mucho, decir te quiero sin meditarlo ni pensar las consecuencias, pero un acto, un echo presente, verídico, algo frente a tus ojos no lo puedes negar. Y es que un beso, considerando de quién viene, no sólo es carnal y efímero.

Leon vio cómo ella abría sus brazos para rodearlo del cuello. Lo siguiente que sintió… un dulce sabor en su boca. Ahora sí, hablemos de gente impulsiva. Ilúvënis unió sus labios con los del agente porque era la única forma en la que en ese momento podía pensar para demostrarle que le importaba. Una frase bonita… ella no era de ese tipo. Cartas… no había tiempo. Palabras… podían juzgarse como vacías. Un beso y ya. La expresión que afloró de ella de la mejor manera que pudo… Sinceramente.

Se fundieron en aquella tierna expresión carnal de cariño por todos conocida, pero por pocos apreciada. El valor de un beso que proviene de una mujer que no sonríe a menudo… no hay que pasarlo por alto. Y es que con todas sus dudas, con su poca fe, y su suerte poco favorecedora, Ilúvënis aún tenía la valía de demostrarle cariño a alguien; porque ese alguien había pasado por tanto en su vida y podía sonreír, era que la albina se daba valor. Leon era un ejemplo de excelente persona, un hombre por el que valía la pena tratar de alegrarse y luchar.

El agente abrazó por la cintura a la Aulladora para atraer sus cuerpos. Los ahí presentes desviaron la mirada de la escena. De inmediato Chris se disculpó para retirarse, se le unieron su hermana y su (¿Por qué no?) futuro cuñado. Leon se despidió sin soltar a la albina. Ella yacía recargada en su pecho e iguáleme abrazándolo. Al quedar solos en la habitación se miraron largo rato. Ahora sí las palabras podían salir y ambos escucharían al otro con la entera convicción de que cada frase era completamente verdad.

Ilúvënis habló: — Quiero estar contigo. No me importa si mi destino es vagar siempre y sola o si es ser sierva. Quiero darme la oportunidad de permanecer a tu lado porque creo que vales la pena. Ya no deseo pensar más en mi pasado, en mi padre, en la isla. Mi hogar será aquí contigo.

— No sabes lo feliz que me hace escuchar eso. Te creo porque yo también quiero estar contigo, mi albina…

.-.-.-.

.-. Lejos de ahí, en Acteck .-.

— Ilúvënis Tinúviel— decía un hombre frente a la pantalla de un ordenador.

Junto a él estaba una mujer muy atractiva. Ella miró la computadora y sonrió, fijó su vista en la imagen junto al texto. — Es ella— aseguró.

El hombre comenzó a leer partes del texto. Hablaba acerca de experimentos realizados por la compañía Umbrella en una de las instalaciones europeas tiempo atrás.

— ¿Cree que con esto tengamos oportunidad, señorita?

— Por algo hay que empezar— contestó ella colocándose unas gafas y tomando el teléfono que había en el escritorio. Después de marcar un número y de unas cuantas palabras, ella volvió a sonreír y colgó: — Voy por ella…

Y salió de ahí.

.-.-.-.

.-. Delphi, planta baja, en la salida .-.

Una pareja caminaba tomada de la mano. Él era más alto, de cabello claro, vestía pantalón negro y zapatos-tenis. Ella era muy hermosa; delgada, ojos azules, cabello largo y piel blanca; traía puesta una falda larga (hasta los tobillos) pero con una abertura que le llegaba a medio muslo, también una blusa con los hombros descubiertos; no traía maquillaje ni joyas, pero ella no necesitaba nada de eso. Con una mirada… Y es que era preciosa, por lo menos a los ojos de Leon y con eso bastaba.

Ambos caminaban sin prisa, iban rumbo a su hogar para comenzar uno de tantos días que pasarían juntos… En el recibidor de Delphi se encontraron con Claire y Steve, los jóvenes quisieron acompañarlos. Leon les propuso ir a algún restauran. Claire dijo que era buena idea, así podrían celebrar que Leon ya estaba dado de alta. Acordaron pues ir a comer todos juntos. Sin embargo, no pudieron salir siquiera de Delphi ya que en la puerta alguien los esperaba. Era Jill.

Debido a que el castillo de Salazar y la isla ya habían sido destruidos, Jill volvió a Delphi. No tenía ninguna misión de campo, por lo que permanecía en las instalaciones de esa ciudad.

—Leon, me temo que no pueden salir— habló ella causando sorpresa en el rubio.

— ¿Algo pasó?

— Pues… no lo sé. Buscan a Ilúvënis. Hace rato unos hombres llegaron, no sé cómo o con qué autorización pero ahora están en la planta dos de los sótanos. Algo buscan con Ilúvënis.

— Vamos para allá.

Leon e Ilúvënis empezaron a caminar hacia el elevador. Él no tenía por qué huir, era valiente y sabía afrontar los problemas.

— Suerte— habló Jill.

— Nosotros los acompañamos— les dijo Steve.

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Los cuatro bajaron al piso dos. Ilúvënis se encontraba un poco preocupada, tenía un mal presentimiento.

Todos (o la mayoría) de los pasillos de las plantas de la 1 a la 4, estaban vacíos. Era domingo y no había cadetes. El vacío del lugar tensaba a la Aulladora.

En la habitación en la que iban a entrar se hallaban 7 hombres. Uno de los cuales era el presiente de la nación. Los otros seis venían de muy lejos, desde Europa, concretamente de Rusia. Eran hombres pulcros, bien presentables y elegantes. Cuatro de ellos vestían de traje gris, zapatos negros y gafas oscuras. Otro llevaba un traje y lentes negros, además de corbata guinda. Su expresión de serenidad y temple hacían acto de presencia. El último era su hijo; él traía ropa un tanto diferente (de no ser por coincidir en las gafas): camisa blanca de seda, un reloj de plata, jeans y tenis caros; lucía engreído a todas luces.

Al entrar Leon, el presidente se aproximó a saludarlo. — Esto está mal— le murmuró por lo bajo. El rubio no comprendió aquello, sólo puedo actuar normal y ser observador. Claire y Steve también entraron y saludaron a los ahí presentes con un gesto. Pero Ilúvënis… Oh, Ilúvënis u.u … Bueno, ya sabemos que la Aulladora es y siempre ha sido el negrito en el arroz. Es decir, ella no entró, no saludó, no actuó para nada 'normal'. Permaneció de pie en el pasillo de afuera mirando al interior de la habitación. Estaba estática, sin mover un músculo. Se le veía sorprendida además. Sus labios parecían querer separarse y gritar algo innombrable, pero no lo hacían.

Frente a Ilúvënis, cruzando el umbral de la puerta, se hallaba un hombre de traje negro y su hijo. Aquel hombre joven de camisa blanca, le sonrió a la albina por tercera ocasión; pues era él al que Rico había atacado, era él quien se encontraron a la entrada de Delphi al llegar y ahora de nuevo esbozaba una gran sonrisa. No obstante, Ilúvënis no fijaba su mirada en él sino en su padre. Aquel de traje negro, corbata guinda y mirada seria, observaba a la albina y viceversa. No importando cuántos años pasaran ella jamás olvidaría el rostro de ese hombre; tan pacifico, tan diplomático, tan sereno…tan falso.

— A…Al— Ilúvënis comenzó a tartamudear.

El hombre de negro la miró y sonrió exclusivamente para sus adentros. Caminó hasta ella…

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/.-. Leon's POV .-./

Si hubiera tenido una idea de lo que estaba a punto de pasar, no le hubiera dejado acercársele a Ilúvënis. Ese tipo alto y moreno caminó con pasos lentos hacia ella. Ilúvënis no se movía, sólo lo miraba con sus dulces ojos llenos de sorpresa; sus manos comenzaron a temblar. Él extendió sus brazos y…la abrazó, cuestión que puso tensos todos los músculos de ella, era muy notorio. Y luego una palabra salió de los labios de Ilúvënis; tan sencilla y simple, sólo dos sílabas; pero que en ese contexto, devastaba y hacía que por la espina un escalofrío pasara.

— Padre…— le llamó ella a ese hombre. Pero su voz no tenía cariño; era un murmullo involuntario originado por su sorpresa y su incredulidad.

— Ebre, mi querida Ebre. No tienes un idea de cuán regocijante es haberte encontrado. Hija mía, ahora podremos volver a Rusia y de nuevo seremos la familia que tanto te quiere— habló él todavía sin soltarla pero sin ser correspondido.

Todo eso era una gran mentira, yo lo sabía por lo que me había contado ella de su padre. Fue por lo que no me pude contener más; ese hombre no tenía derecho a hablar de esa forma ni a tocar a Ilúvënis.

Me fui contra él para que la soltara. Le jalé el hombro con poca caballerosidad, sin embargo, él era muy fuerte. Logré mi objetivo, pero en cuanto se giró agarró mi mano y dobló mi brazo con una facilidad increíble. Entonces, la bomba estalló…

— ¡¡Padre, suéltalo!!! ¡No te atrevas a hacerle daño! — le gritó Ilúvënis regresando de su incredulidad y en tono de cólera.

El hombre me soltó casi de inmediato, mas de su rostro no se borraba esa expresión de temple, prácticamente indiferencia. Se acomodó las gafas y se desarrugó el traje, se volvió hacia Ilúvënis y le puso las manos en los hombros.

— Hija, no tienes por qué preocuparte de este humano. No pretendía lastimarlo…

— ¡Quítame las manos de encima, Alex! — le interrumpió a su progenitor.

— No la toque— agregué yo de inmediato sosteniéndole la mirada.

— Qué lástima, yo creía que en América eran más hospitalarios— dijo él en fingida molestia—. Pero ya veo cuán equivocado me encontraba— suspiró—. Ebre, ¿qué ha pasado contigo? Te ha hecho daño este país… Ya ni siquiera saludas a tu hermano.

— ¿Mi… mi hermano?

Yo estaba a punto de golpear en el rostro a ese tipo. Me parecía tan…dos caras era la expresión correcta. Yo creía en Ilú, ella me había descrito a su padre, era despiadado y no tenía remordimientos; por eso el verlo ahí tan cortés, me hacía pensar que eso era sólo apariencia.

En ese momento hizo gala de presencia un joven de jeans; por su sonrisa hipócrita y su apariencia física pensé en que tal vez también era hijo del tal Alex.

— Hermanita, cómo has crecido— se dirigió a Ilúvënis.

Así era…

— Gabriel, ¿en verdad eres tú?... Estás tan cambiado.

La mirada de mi albina volvió a tornarse confusa y sorprendida; la fijó en ese joven alto y moreno, su medio hermano. Él se le acercó sin dejar de sonreírle.

— Eres tú la que ahora es diferente— de improvisto su expresión cambió violentamente a una de notorio enfado—. Me das…vergüenza. No puedo creer que sirvas a un simple humano siendo lo que eres— habló despectivamente contra mí.

— Gabriel…— fue lo único que Ilúvënis atinó a decir, a suspirar. Cerró los ojos y agachó la cabeza. Pero su expresión comenzó a endurecerse… Se estaba enojando. Apretó los puños y los dientes. Sin embargo, antes de que cualquier cosa sucediera (entiéndase que ella golpeara a su hermano o que yo mismo lo hiciera pues también estaba enfadado), Steve irrumpió en la conversación.

— ¡No entiendo nada de esto! ¿Es que acaso ustedes son su familia? ¡Y cómo creen que pueden llegar así nada más y decirle a Ilúvënis que vienen por ella! ¡¡Eso no es justo!! Ella es una buena persona, es mi amiga; no tienen derecho a alejarla de nosotros, no tienen derecho a aparecer aquí después de tantos años. ¡¿Me entendieron bien?!

Steve dijo…gritó tantas cosas que estaban correctas y que ya rondaban mi cabeza. No obstante, tal muestra de libertad de expresión enfureció al hermano de Ilúvënis. Éste arrugó la nariz y giró la cabeza hacia Steve, lo miró un rato y murmuró unas cosas. Luego se puso frente a él y le habló en un tono de lo más arrogante.

— No te atrevas a respirar el mismo aire que yo, no pises el suelo que yo he tocado, no me mires, no bebas el agua de la lluvia que ha caído sobre mí, no me hables jamás como acabas de hacerlo. Tengo el poder para ponerle fin a tu insignificante existencia y lo haré si tu presencia me llega a molestar—. Vaya manera de amenazar a un muchacho, pero Steve no se dejó amedrentar por palabras. Al instante le dio un puñetazo en la cara a Gabriel, haciendo que sus lentes volaran. Aún así, el moreno continuaba con esa ira inmutable.

— Estás haciendo tantos meritos para que te mande con tus padres.

Cada palabra dicha por Gabriel sonó inexplicablemente aterradora; la frase salió de su boca de manera pausada y densa atravesando los oídos de los ahí presentes. ¿Era sólo una expresión? ¿O Gabriel sabría que los padres de Steve estaban muertos? De cualquier forma, a mi cadete le dio por agachar la vista. Pero Gabriel no le permitió escapar a sus ojos. Le levantó la barbilla con gran brusquedad y le obligó a mirarle. En los ojos del hermano de Ilúvënis algo se hizo notar…un profundo odio, una gran furia; y estos comenzaron a brillar como el fuego. El aire se ponía denso… Tanto enojo en un solo lugar…no era bueno.

Pero Ilúvënis sabía que debía actuar. Al empezar a fulgurar la mirada de Gabriel, Steve quedó pasmado con aquel brillo espeluznante. Pero antes de que algo peor pasara, Ilúvënis se interpuso entre ambos y empujó a Gabriel poniéndole sus dos delgadas manos en el pecho: por su puesto que no consiguió hacer que su hermano retrocediera gran cosa.

— Steve, no lo mires a los ojos— le dijo ella a mi cadete.

— ¿Por qué lo defiendes? ¿Por qué proteges a este…?

— ¡Steve sólo es un niño! — le interrumpió ella. Bueno, no era un gran argumento y tampoco era del todo cierto pero… En fin u.u Ilú sólo buscaba defenderlo.

Ambos hermanos de encararon. La diferencia de estaturas era muy marcada y también la complexión física: Ilúvënis, una jovencita, esbelta y delicada (a ratos), cintura delgada, brazos y piernas largos y finos, menos de 1.70 de altura… No podía compararse con su hermano. Pero aún así le hizo frente pasando por alto todas sus desventajas. Luego vino algo que, en definitiva, yo no esperaba: Para terminar esa pelea entre hermanos…Alex intervino.

— Mis hijos… Ya no riñan más. Estamos frente a personas respetables, y nosotros igual lo somos— Daba asco el inmenso tacto que manejaba.

Gabriel le dio una escaneada de pies a cabeza a Ilúvënis, sonrió cínicamente como era su costumbre y se alejó de ella y de Steve; recogió sus lentes y se los colocó, cubriendo así aquellos ojos centelleantes y llenos de ira. Alex hizo una seña y cuatro de los ahí presentes salieron, los que vestían de gris. Les ordené a mis cadetes que también se fueran, previendo que las cosas iban a ponerse mal, sin embargo, fui desoído con las mejores intenciones de quedarse a apoyar.

Ilúvënis se desplomó en un sillón de la habitación que estaba frente a un escritorio, Steve se sentó a su lado. Gabriel cerró la puerta del cuarto mientras su padre yacía de pie, inmóvil y mirándome; le devolví el gesto. El presidente se sentó en el asiento de piel justo detrás del escritorio, dando la espalda a un librero pegado a la pared. Claire se apoyó en el escritorio cual secretaria coqueta, aunque no era el caso.

— Verá, agente…Kennedy, ¿cierto? — Me preguntó Alex, yo asentí—, mi hija, mi amada Ebre, es mucho más especial de lo que usted cree. Es menester que regrese a casa con nosotros, por eso hemos venido desde tan lejos por ella. Su pueblo la necesita. Será por el bien de los que la quieren el que vuelva a Rusia.

— Oh, ¿sí? No me diga— me mofé.

Yo no iba a permitirle a ese hombre que alejara a Ilúvënis de mi lado. Bien podía estar mintiendo descaradamente. Él no quería a mi albina tanto como yo, estaba seguro. Y aún así, me surgieron dudas: ¿Por qué venía desde Rusia? ... Realmente ¿vendría desde Rusia? ¿Y por qué diablos le llama Ebre?

— Présteme atención, también yo tengo mis limites. No soy infinitamente misericordioso ni paciente. He venido aquí por mi hija, y lo quiera o no, tendrá que aceptar eso como una realidad.

— En lo que a mí respecta, usted no es nadie. Ilúvënis se queda conmigo y punto final— hablé con voz terminante y autoritaria como no era mi hábito… Grave equivocación. El tipo no era tan mentiroso, me había dicho ya una verdad… Y su paciencia se agotó con mi comentario.

Alex se fue contra mí. Su brazo extendido me hizo suponer que quería sujetarme del cuello. Pero en definitiva, él era rápido, porque aunque traté de esquivarlo logró asirme de las ropas. Literalmente se había arrojado sobre mí, por lo que creí que iba a tumbarme en el piso y estrangularme…pero me equivoqué. Al sujetarme de la camisa me alzó con una facilidad increíble, sobrehumana. Después me agarró con la otra mano y, tomando impulso, me aventó hacia el escritorio. Claire se quitó de ahí pues era obvio que no podría atraparme y salvarme de la dolorosa caída. Justamente aterricé sobre el mueble de madera que, para mi mala suerte, era MUY resistente. Es más, casi puedo recordar que por poco y un bolígrafo se me entierra en un costado. Sin embargo, mi pésima suerte no acabó ahí…

La gravedad no conforme con eso, y además el impulso, me hicieron caer sobre el escritorio pero también pasarme hasta más allá del borde de éste. Consecuencia: "volé" a la pared del librero y en el trayecto me llevé de encuentro al señor presidente de los Estado Unidos de América. Ambos quedamos en el suelo y varios libros nos cayeron encima.

Me levanté como pude. Estaba algo aturdido pero le ayudé al presidente a ponerse de pie. Sin embargo, al girarme para ver a Alex y reclamarle, vi a Ilúvënis forcejeando con él… Estaba defendiéndome… Pero parecía que su padre no estaba dispuesto a soportarla. Levantó una mano en contra de mi albina y de una feroz bofetada la tiró al piso. Ella quedó boca abajo un rato tocándose la enrojecida mejilla. Yo estaba a punto de irme sobre Alex después de haber salido de un momentáneo estado de sorpresa, pero al escuchar las palabras de Ilú, me detuve.

— Mírate, padre… Parece que ni siquiera sabes lo que eres en realidad. Y creí que era yo la niñita confundida— ella levantó la mirada desafiándolo—. Aquí vistes de corbata y traje… En la aldea usas sólo pieles de animales. ¿Tienes algún problema de identidad?... No voy a regresar con un hombre que no sabe lo que es. Te crees un Morador de Cristal, pero no lo eres. No llegas a eso, no eres nada… Además, aunque la aldea me necesitara, no volvería. Es TU pueblo y si su destino es extinguirse, que así ocurra— Alex hizo el intento de patear a Ilúvënis en el rostro aprovechando la corta distancia. Creí que lo iba a lograr y todos mis músculos se tensaron, pero Ilú rodó por el piso evadiendo el golpe— ¡¡Maldito Danzante de la Espiral Negra, regresa al agujero de donde saliste arrastrándote!!

Cosas muy raras sucedían con la familia de Ilúvënis, pero todavía: ¡con su raza! ¿Qué era eso de los Danzantes de la Espiral Negra? ¿Quién o qué eran los Moradores de Cristal?

Me hubiera gustado tener tiempo para preguntarle todas esas cosas a mi albina, pero no iba a quedarme parado mientras su padre la quería pisar como a una vil cucaracha. Ya para coincidir conmigo, Steve tampoco.

— ¡Déjela en paz! ¡¿Por qué carajo mejor no se larga?! — ese justamente era mi cadete. Aquel de la mala puntería, ese que metía las manos al fuego por los que apreciaba, el que estaba dispuesto a animarte por pésimas que fuesen las cosas… el mismo que Gabriel calló dándole tremendo golpe en el estómago.

— Estamos a mano. Pero a la próxima…— le dijo el moreno a Steve. Él se fue de bruces y se agarró el abdomen, por el dolor seguramente.

— ¡Steve! — Claire se dirigió de inmediato hacia el muchacho. Al pasar junto al hermano de Ilúvënis, le dedicó una mirada de odio— Desgraciado…

Así mismo, yo me encaminé a donde Ilúvënis permanecía en el suelo. Pero no llegué muy lejos. De nuevo, Alex quiso desquitar su furia contra mí, y en esta ocasión estuvo muy cerca. Me sujetó fuertemente del cuello y me levantó como si pesara lo de una pluma. Sus manos empezaron a aplicar fuerza y la respiración se me dificultó de sobremanera. Fue entonces que obtuve mi primera información relevante del padre de Ilúvënis: Era MÁS fuerte que yo; dato irrefutable.

Y me alegré mucho cuando me soltó. Era preferible la ciada de 45 cm al hecho de ser estrangulado.

— ¿Qué demonios es? ¿¿Qué es usted?? — vociferé desde el piso al recuperar un poco el aliento.

— Un Garou— respondió con simplicidad.

— ¿"Garou"? — repetí como autómata.

Alex se arrodilló frente a mí. Sus palabras al responderme resonaron en mi cabeza, sentí su aliento y la repugnante cercanía de su rostro frente al mío. — Somos los soldados de Gaia, sus hijos. Estamos obligados a protegerla y a acabar con todo lo corrupto.

Más preguntas en mi cabeza. ¿Pues con quién rayos estaba tratando? Y aún así, no me sorprendí del todo. He visto tantas cosas en mi vida que creo que me hicieron una mente muy abierta. Encarar a la muerte en múltiples ocasiones nunca fue fácil, y lo que tenía frente a mis ojos era solamente un hombre muy fuerte… Es decir, un 'garou', lo que sea que eso significara. Pero no era un Dios, no era inmortal, era algo de carne y hueso que yo y el resto del mundo podíamos ver y tocar; un ser que por más fuerte que fuera podía ya no ser

Si era eso lo que tenía que hacer para que Ilúvënis y yo pudiéramos permanecer juntos…lo haría. Porque ya me había decidido a que ella fuera feliz, y es que ella planteaba su dicha conmigo. Además, yo ya no deseaba permanecer solo. Me había dado cuenta de lo mucho que significaba Ilú para mí. Y si dos personas quieren estar juntas, ¿qué se los puede impedir? No iba a ser el padre de una de ellas, por su puesto que no, ni ningún otro tercero.

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/.-. Ilúvënis' POV .-./

¿Será cierto? ¿Nadie puede separar a dos personas que quieren estar una al lado de la otra? Si la voluntad es fuerte y las ganas de seguir adelante también, pues… Yo no sé de esas cosas. En mi niñez casi nadie me demostró cariño.

Lo que sentía por Leon no lo podía valorar, no había punto de comparación. Sin embargo, yo quería arriesgarme por él; hacer la apuesta más grande de mi vida por el hombre con quien estaba dispuesta a pasar el resto de mis días, aquel que siempre me miraba con una cálida sonrisa, siempre dispuesto a ayudarme.

Por él…por Leon no iba a huir de la sombra de mi pasado. Tenía que demostrar que estaba dispuesta a quedarme y arriesgar; aunque significara enfrentar a quien me hizo siempre sentir miserable y me lastimó… A mi padre.

Una risita nerviosa salió de mi garganta y al instante me levanté del suelo. Y así como mi hermano con su cínico gesto, yo no pude evitar sonreírle descaradamente a mi padre.

— Alex… ¿Recuerdas a mi madre? ¿Recuerdas por qué la mataste?

— ¿Tú qué sabes de eso?... No importa ya. Tu madre era una simple b…

— ¡Mi tía me lo dijo todo! — estallé aún sonriendo ampliamente —¡MATASTE A MI MADRE PORQUE LE TENÍAS MIEDO! ¡Temías que te trajera la muerte y envidiabas su poder! Por eso me usabas… por que soy como ella.

— Guarda silencio, Ebre. Eres una insolente, mentirosa y engreída. No te rogaré más por que vuelvas a Rusia. Ya te di oportunidad, ¿no quieres ayudar a tu pueblo? Bien.

— ¿Te acuerdas aún del grito de mi madre? Seguro que sí. Debe estar gravado en tu mente por cada vez que lo escuchaste rogando que no te lo dedicara a ti.

— No te atrevas— me advirtió previendo lo que estaba a punto de hacer. Ya era tarde…

Mis uñas, largas de por sí, crecieron y se ensancharon; un espeso pelaje blanco me brotó en toda la piel y me aparecieron mis características orejas; manos y pies se transformaron en anchas y toscas patas; en mi boca, los colmillos se desarrollaron…

Mi ropa quedó inservible y ya estando a cuatro patas me sacudí los jirones de tela del lomo. Alex me miró impasible, pero yo sabía que algo en su interior de removía al verme así. Observé detenidamente al hombre responsable de que mi infancia fuera algo que me doliera recordar. Y entonces algo se encendió dentro de mí… Por así decirlo, la luz verde que me daba el pase y de esa forma dejar atrás el pasado.

Con el hocico entreabierto comencé a emitir un gruñido agudo, casi parecía el maullido de un puma. Y lo dejé ir todo… Saqué desde mi pecho un fino gruñido tan penetrante como mis pulmones me lo permitieron. Era un sonido tan terrible que rayaba con la irrealidad, un grito escalofriante que rasgaba los tímpanos y las sombras. No era esta vez el tambor de guerra de una Aulladora, era el grito de la raza de mi madre emitido por la bestia que era parte de mí.

Alex se estremeció al escucharme. Se tapó los oídos y se encorvó hacia delante. Cesé el gruñido por un segundo y luego lo volví a emitir con más euforia aumentando las reacciones de mi padre.

— Grrrr. ¡Ahhhhhhh!

Pero tuve que detenerme de nuevo pues mi hermano me miraba con odio…y comenzaba a trasformarse.

— ¡Voy por seguridad! — anunció el presidente y salió corriendo de ahí como buen político.

En ese momento me percaté de que Steve y Claire continuaban ahí, perplejos y estático pero aún ahí. Me dirigí hacia cada uno de ellos y les rugí, un gruñido áspero y grave sólo para que reaccionaran y salieran de ahí.

— Steve, pronto, vamos por Chris— le dijo ella tomándolo de la mano para jalarlo e irse. Mejor para ellos. Así no tendrían que presenciar a mi hermano completamente transformado. Pero de todas formas, para cuando seguridad, Chris o cualquier agente llegara, esto ya habría terminado.

Iba a ser algo rápido puesto que la pelea no era directamente contra Gabriel. Él siempre fue terco como mula, jamás se rendía. Nació en Luna Llena, por tanto era un Ahroun. Y ese tipo de 'garou' (N de A: las comillas no son de adorno, tienen su razón) nunca se dan por vencidos, son guerreros natos y no dejan inconclusa una batalla (entiéndase que uno o los dos de los que pelan deben morir). Pero Alex no nació en Luna Llena, él tenía otras características particulares. Lo que dejaba entreabierta su ventana a la rendición. Por eso creí en que podía hacerlo retroceder, lograr que volviera a Rusia humillado, hecho pedazos por la raza de mi madre. Claro, si Gabriel no me hacía pedazos a mí primero.

Mi hermano se irguió. Parado en dos patas con su forma más bestial medía dos metros y fracción. Sus enormes colmillos salían de su hocico cual dagas predispuestas a atravesarme. Él tenía en pelaje igual de hirsuto que yo, pero de color negro. Éramos tan contrastantes. Y es que yo soy diferente entre lo poco común. Nadie de mi familia se parece a mí, o al revés. Salvo mi madre. Pero Alex y Gabriel, en su forma humana son altos, morenos y de cabello negro; yo, albina, sin más comentarios. Y al transformarme no puedo andar en dos patas, mientras que toda mi raza sí. Hay un montón de cosas que me diferencian de los humanos y de los Aulladores (por estos últimos entiéndase "Garous" o "soldados de Gaia" como mi padre cree ser).

Recuerdo que cuando Gabriel y yo éramos niños, él se burlaba de mí diciendo que yo era hija de la Amazona, equivalente Aullador para el "eres hija del lechero" o del periodiquero o del panadero. En un tiempo ese comentario me hizo reír, parecía gracioso. Pero luego…las cosas cambiaron entre nosotros. Ya jamás existía tiempo para jugar, hablar, ni siquiera para estar juntos. Nos distanciamos mucho, casi parecíamos desconocidos.

Y ahora lo que veían mis ojos no era el niño escandaloso de la aldea, era un hombre serio con la mirada de témpano… Corrigiendo: era un hombre hecho una salvaje bestia con ojos fríos que quemaban el espíritu.

Ese monstruo de espeso pelaje que alguna vez consideré mi amigo se lanzó sobre mí. En el fondo, yo no lo quería lastimar, hacía años había sido un buen hermano conmigo y le debía el favor de no usar la herencia de mi madre en contra suya. Sin embargo…sólo era mi medio hermano, y ese factor iba a marcar un límite en mi paciencia para con él.

Me agazapé, flexioné las patas y esperé a que estuviera lo suficientemente cerca y entonces saltar. Y así lo hice (más o menos), pero al caer Gabriel al suelo se incorporó de inmediato y extendiendo un brazo alcanzó a sujetarme del rabo. ¡Auch! Me jaló con excesiva fuerza causándome una caída. "¡Pecho tierra!" imaginé en mi cabeza cuando esa parte de mi cuerpo golpeó con un ruido seco el suelo. Allende, mi hocico también topó con el piso por los perjudiciales efectos de la gravedad. Me comenzó a sangrar el labio, reconocí el sabor en mi lengua la cual, por cierto, me mordí al cerrar el hocico por la caída. Aunado a todo eso, me faltaba el aire.

Giré la testa sobre mi hombro para mirar a Gabriel. Entonces apareció Leon. Entre sus manos llevaba uno de los cajones del escritorio, el cual uso para apalear el rostro de Gabriel. Sólo 2 golpes y mi hermano alzó un brazo para hacer añicos el cajón. Las astillas volaron sobre los tres. Gabriel no esperó ni un momento e intentó atacar a Leon, pero él retrocedió ágilmente evitando el golpe que hubiera podido destrozar su caja torácica como papel quemado.

La atención de mi hermano se centró en Leon, causa de que finalmente soltara mi cola (qué bueno, ya había empezado a dolerme). Leon se acercó a una pared y tomó un cuadro que había en ella; se lo arrojó a Gabriel directo al rostro dando en el blanco. A falta de un arma de fuego se requería creatividad.

La ira de mi hermano aumentó. De un par de zancadas llegó hasta Leon y sin dudar lo agarró de las ropas y lo levantó. Fue una suerte que no le diera un zarpazo o usara sus colmillos, de esa forma lo hubiera matado. Pero simplemente lo aventó al otro extremo de la habitación.

Viendo aquello, me encolericé contra Gabriel y le salté encima. Mis uñas se clavaron en su pecho con tal profundidad que él gruñó. De alguna forma pude tumbarlo al piso. Fue un gran esfuerzo y gasto de energía (le arañé el rostro y le mordí el tobillo). Pero desde el piso él me pateó en un costado y caí. Me reincorporé al mismo tiempo que Gabriel. De nuevo le salté encima y su cuello quedó atrapado entre mis mandíbulas. Con mis anchas patas lo sujeté de un hombro y de un costado clavándole las garras. Gesto que él me devolvió sin dudar. Sus zarpas atravesaron el pelo, la piel y la carne de mi espalda.

— ¡Basta! ¡Es suficiente! — escuché gritar a Alex. En el acto, Gabriel me soltó, yo hice lo mismo—. Ustedes dos, par de tercas mulas, podrían continuar con esto el resto del día y nada resolverían. Gabriel— le llamó severamente—, no hemos venido aquí a esto. Si tu hermana no quiere ayudar a su pueblo es responsabilidad suya. Con el tiempo su conciencia la castigará por darle la espalda a su familia… Vámonos.

Gabriel cambió de la enorme bestia a un simple lobo, transformación que yo no poseía, una diferencia más en la interminable lista; y se dirigió cojeando a la puerta. Mi padre me dio la espalda con todas las intenciones de marcharse. ¡Ah, no! No iba sólo a dar media vuelta y salir.

Preparé mi garganta y de nuevo un grito entremezclado con un agudo gruñido salió de ella. Me detuve y luego volví a lanzar ese sonido. Mi padre se tapó los oídos y arqueó la espalda. Y por quinta vez dejé escuchar aquel grito. Y luego otra vez, y otra vez. Alex calló de bruces. Por octava ocasión ese grito traspasó los oídos de mi padre. Todo estaba hecho…

Él me miró por sobre su hombro con un rostro inundado de rabie y recelo.

"Ocho días, Alex. Sólo ocho días" pensé.

Sé que de alguna forma u otra mi padre pudo escucharme y se encolerizó más contra mí y la raza de mi madre. Y aún así, se puso de pie y salió de ahí cargando sobre sus hombros todo ese resentimiento.

— Vamos, Gabriel. Hay mucho qué hacer en casa.

Fue tan…relativamente fácil. Jamás había enfrentado a mi padre. Entonces me di cuenta de que era un hombre más falso de lo que pensaba…o que tanto le temía a la raza de mi madre como para temerme.

Fui hasta Leon y me tumbé a su lado. Permanecía inconciente. Le lamí la mano y esperé con fe para que ya nada con pusiera obstáculos.

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En una habitación se hallaba una joven de mirada perdida. En su labio había sangre seca y en su espalda vendajes blancos manchados de rojo. La desnudez de su cuerpo únicamente era cubierta por una manta azul que resaltaba lo bello de sus ojos; los cuales posaba en un lugar cualquiera del piso. Ella se encontraba sentada en una de las camas de la enfermería de Delphi (que más que simplemente eso, parecía un hospital). Por su estatura, sus pies descalzos no alcanzaban a tocar el suelo; los balanceaba con un imperceptible vaivén en la levedad del aire mientras aguardaba que la bombardearan con preguntas.

Tales cuestionamientos los esperaba por parte de la persona que estaba en la cama de enfrente, igualmente sentada en el borde, pero sosteniendo una bolsa con hielo sobre su sien. Era Leon, quien tenía dentro de su cabeza una maraña de conceptos, palabras y preguntas. La cuestión era que no sabía por dónde comenzar a indagar. No es que quisiera interrogar a la albina cual agente de la CIA a un terrorista, pero quería saber más. Él nunca pensó que las cosas se le fueran a tornar tan confusas, así que sólo deseaba poder comprenderlas para poder entender Ilúvënis.

Oh, pero ellos dos no se encontraban solos. En el lugar también estaban Claire, Jill y Steve. La experimentada agente amiga de Leon se hallaba recargada en una pared, muy cerca de la albina. Steve, todo lo contrario; él decidió retirarse lo más posible de Ilú para que no hubiera malentendidos con Claire.

— Nada, absolutamente nada. Parece que hubieran desaparecido— comentaba Jill—. Hubo gente que vio salir del edificio varios lobos pero no los hemos encontrado por ningún lugar.

"Y tal vez no los volverán a ver. Si mi padre fue sincero, en la aldea hay problemas y seguro debía volver rápido."

— Ilúvënis…— llamó su atención Leon a la albina. Tenía ganas de preguntarle tantas cosas, no por cuestionarla, sino por curiosidad y para darle la oportunidad a desahogarse —. ¿Por qué tu padre te llamaba Ebre?

La albina hizo memoria, de inmediato de recordó y encontró la manera de explicar: — En mi pueblo hay una…costumbre, podría decirse. Todos tenemos dos nombres. Con uno de ellos es con el que los humanos nos conocen, es el nombre que les damos; el mío es Ilúvënis Tinúviel. Mucho antes de nacer mi madre ya lo había elegido.

"Y el segundo nombre es, por así decirlo, un apodo, la forma en la que nuestros hermanos no conocen. Este nombre depende de nuestro carácter, valores y puntos fuertes. Como mi madre ya había muerto, mi padre me puso ese nombre. Para él es un juego de palabras. 'Ebre' significa "Embajadora Blanca de los Ríos Escarlata". Así me conocían en mi pueblo.

— ¿Por qué te puso ese nombre? — preguntó Leon algo confundido.

— Bueno— Ilúvënis agachó todavía más la mirada—… Mi madre era embajadora en el pueblo de mi padre. Ella no quería que hubiera guerra entre ambas especies. Pero a Alex nunca le importaron esas cosas. Me puso ese nombre creo para burlarse de mi madre. Cuando me mandaba otros lugares para las batallas yo iba transformada, y en ese estado mis patas son muy anchas. Como bestia me gustaba aprovechar eso… Siempre estrellaba los cráneos de mis enemigos contra las rocas o el hielo… Entonces la sangre corría y…

"Pues… Lo de 'Embajadora' es por mi madre. 'Blanca', porque soy albina. Y 'Ríos Escarlata', es obvio.

La voz de Ilúvënis se escuchaba dolida y resentida. Leon dejó su bolsita de hielo y se fue a sentar a su lado.

— Te entenderé si ya no quieres hablar. Sé que es difícil recordar cosas del pasado que hacen sufrir— dijo el agente abrazándola por los hombros.

— No, no… Yo sólo… Estoy bien.

La Aulladora sonrió a Leon lo más convincente que pudo.

— Yo quería saber, ¿tu madre era humana? — La albina negó con la cabeza— Entonces qué era.

— Ella era…una banshea.

— ¿Banshea?

— Es para ustedes una criatura mitológica, creen que en realidad no existe, pero su descripción se basa en la realidad. Es como los Garous… Los Garous son hijos de la tierra misma, hijos de Gaia, hombres-lobo. Ellos tienen la misión de proteger a Gaia. Son formidables guerreros, honorables, valientes…

— Tu padre dijo que era un Garou, pero tú nos habías dicho que eran Aulladores.

— Mi padre es un hombre confundido. Él cree pertenecer a los hijos de Gaia, pero sólo se engaña a sí mismo. Tengo suficiente conocimiento de la historia de mi pueblo como para desmentirlo: Existen varias tribus de Garous, 12 ó 13, como las Furias Negras, los Señores de la Sombra, los Colmillos Plateados o los Roehuesos, pero en mi aldea no somos parte de ninguna. Mi padre fundó ese lugar cuando era joven, nunca he sabido si él pertenecía a alguna tribu. Pero para hacerse de aliados, guerreros y gente que le lamiera los pies, reclutó a la escoria de los Garous; traidores hijos de Gaia, sin honor, sin un código de ética, sin propósitos… Gran parte del pueblo está formada también por Aulladores Blancos, ellos eran antes parte de Gaia pero se corrompieron y ahora están condenados a la oscuridad subterránea, les llaman Danzante de la Espiral Negra; los verdaderos Garous les aborrecen.

— También mencionaste otra cosa, los Moradores de Cristal— apuntó Leon.

— Ellos son una de las tribus. Viven en las ciudades, comen bien y visten bien. Tienen clase, estilo… pero Alex no…

.-.-.-.

Para la tarde, Ilúvënis y Leon ya se encontraban en su casa. No volvieron a toparse con Gabriel ni con Alex. Las cosas ya estaban bien, Leon estaba muy contento porque podría estar con Ilú, serían felices juntos; ambos tenían que darse la oportunidad de hacer el intento.

Se durmieron hasta tarde, habían estado viendo la TV y cenando. Hubo muchas risitas de por medio, la mayoría de Leon. Se miraban sin motivo aparente y él sonreía igual, sin motivo aparente. Ella a veces sólo lo abrazaba o se le colgaba del cuello y le daba un tierno beso en la mejilla.

Leon la acompañó a su habitación. "Buenas noches" le dijo él apagando la luz y saliendo, pero sabía que a la mañana siguiente no la encontraría ahí, estaría en su habitación dormida en el piso junto a su cama como ya era costumbre.

Leon bajó el primer piso pues había dejado una luz encendida. Cuando la apagó se dirigió al pasillo de la entrada. Encima de una mesita de noche yacía un cuadro que enmarcaba la fotografía de una pareja. Leon la miró, eran él y Ada el día de su boda. Un suspiro salió involuntariamente de sus labios. Tomó la foto y la llevó a un armario. La guardó en una caja y luego la cerró.

"Lo pasado, pasado" pensó para consolarse. Después se fue a dormir…

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Todo está en su lugar, cada cosa donde debe. Mañana será otro día normal. Y entonces nos preguntamos: ¿Eso existe para ellos? Es decir; ¿realmente podrán tener un día normal en su vida? Sólo si las cosas estuvieran de verdad en su lugar, porque, créanme, no lo están.

Ironías… Todo se revierte, todo vuelve, todo se repite.

Ironías… La vida está llena de ellas. Son parte del cruel Destino.

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CONTINUARÁ…

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/-/ Nota.- Una banshea (o Banshee) es un ser de la mitología europea. Se dice que anuncia la muerte a las personas; dependiendo del número de veces que la banshea grite, son los días que le 'quedan' a la persona.

Próximo capítulo: El final de esta historia (literalmente, no crean que es el titulo del capítulo, esto ya se acaba).

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"El aire está cargado de odio y una pregunta prende en la neblina, ¿cuándo estallará tu rabia?"

Werewolf.