Advertencia: Este fanfic contiene temas realmente delicados, si eres sensible a temas fuertes como el gr00ming, p3d3rast1a o violencia tanto física como psicológica no te recomiendo para nada en leer, queda bajo tu criterio.
Para quien decida continuar leyendo, no busco romantizar este tipo de actos crueles, si no todo lo contrario. Por algo es una historia de terror psicológico (si es que así puedo llamarlo) donde busco expresarme de alguna manera.
No todos son expertos en el amor, Alfred F Jones siempre ha sido una persona bastante extrovertida y alegre de la vida, gozando de cada momento que le brinda felicidad como si fuese el último, quizá así es cómo le enseñaron. Existe el recuerdo de cada mañana despertar sin pudor junto a la persona que siempre estuvo a su lado, su padre Arthur Kirkland a veces era un poco mañoso pero le enseñó a quererlo, el verdadero significado del afecto humano, el placer de disfrutar cada segundo cómo si fuese el último y sobre todo a no ser lo suficientemente escandaloso al contar sus sentimientos porque solamente el americano creía tener derecho a expresarse con una sola persona, nadie merecía escuchar sus sentimientos mas que su padre. Verdaderamente era extraño que un ser humano enjaulado toda su vida pudiese ser tan carismático y alegre. Aquel chico de 10 años ahora se encontraba en el sofá leyendo un libro bastante interesante sobre el espacio exterior y cohetes, el tan solo imaginarse en una nave espacial derrotando alienígenas era lo mejor del mundo en su cabeza. Siempre había sido un interesado en el espacio exterior, era de los pocos libros que le dejaba leer su padre.
—Arthur, ¿crees que algún día pueda ser astronauta para ir al espacio? —Alfred observó al inglés quien se acercaba con una bandeja para traer el té.
—¿Por qué querrías ir al espacio?, está muy lejos —El hombre soltó una risa leve.
—A veces solo me gustaría ver que hay más allá, y tal vez pueda ver una lluvia de estrellas real, pero por ahora me conformo con estudiarla. Quizá pueda estudiar lo que hay más allá de universo o incluso ser científico de estrellas, de verdad quiero salir a verlas, algún día si me das la oportunidad de salir prometo no abandonar-
Arthur se acercó interrumpiendo y apegándose al rostro del joven Alfred de manera gentil —¡Eres tan imaginativo para tener 10!, pero no menciones nada sobre salir de esta casa, ya tienes el patio para ver las estrellas por la noche, ¿por qué insistes en volver a tener esta conversación?, ¿por qué quieres irte? —El rostro del inglés manifestaba una sonrisa pero su tono de voz parecía preocupante, para Alfred era bastante normal que lo manipularan así aunque se sintió ligeramente temeroso.
—Arthur...
—¡¿Vas a abandonarme después de todo lo que he hecho por ti sigues con esa mentalidad?!, ¡¿me quieres abandonar y quieres que me suicide?! —El tono de voz de Arthur se hizo más agresivo entre cada palabra.
—¡N-No!, ¡yo juro que no! —Se notaban los nervios y desesperación en la voz de Alfred, temía que la única persona que estaba con él lo abandonase —¡No quiero dejarte! ¡yo te quiero demasiado y jamás lo haría!
—Parece que no es así Alfred, cada vez te quieres alejar de mi...porque eres egoísta y solo piensas en ti mismo, deberías ser un poco más considerado con los sentimientos ajenos si no quieres alejarme de ti — El británico demostraba molestia en su voz. Alfred cubrió sus ojos con miedo a punto de llorar, temblaba un poco porque no quería estar solo, no otra vez.
—Perdóname...Prometo nunca más decirte esas cosas, no quiero que me dejes—No puedo evitar contener las lágrimas para este punto bajando por sus mejillas. El señor Kirkland se agachó para quedar a la misma altura que el pequeño, tomó el libro que leía con anterioridad su hijo y lo dejó en el suelo, seguidamente pasó su mano por la mejilla del americano. Alfred sabía que hacer, se acercó a los labios de su padre y le entregó un beso afectuoso, que para él significaba verdadero cariño, dejaba que Arthur adentrara sus manos debajo de su camiseta y acariciando todo su torso mientras exploraba con su lengua cada rincón de la pequeña boca del joven inocente. Arthur se separó de su hijo, Alfred mantuvo una sonrisa genuina al momento que Arthur se levantó frente a él, por instinto se puso de rodillas frente a su superior con intención de llevar a cabo una felación pero fue detenido por este otro. El hombre inglés se bajó los pantalones y la ropa interior, lo único que pasó por su cabeza fue que otra vez sería perdonado y amado librándose de todos sus pecados. El chico americano solo se quitó el pantalón y se acomodó en la posición donde quedaba boca abajo sosteniéndose del sofá, su padre introdujo su miembro suavemente en la cavidad anal del menor y comenzó a penetrarlo sin ser tan rudo. Si, era simplemente lo habitual para Jones pero para él significaba solo amor puro aunque doliese, aunque sus lágrimas de dolor físico bajaran por sus mejillas, solo podía pensar en los maravillosos jadeos de Arthur mientras sus propios gemidos resonaban por toda la sala, el simple hecho de satisfacer a su padre lo excitaba tanto que al final terminó eyaculando, sorpresivamente su padre se detuvo con el miembro fuera.
—V-Voltéate ya...—Arthur reflejaba en su voz toda la excitación que le provocaba su figura paterna. Alfred hizo caso ante esta indicación y lo miró a los ojos con dulzura. Arthur estaba eyaculando en la cara del menor y a este le gustaba, se sentía querido de esta manera, pero se cuestionaba el por qué parecía que su amado padre intentaba alejarlo del mundo exterior, sabía que era peligroso pero, ¿y si no era así?, el jardín no era nada peligroso pero aparentemente el inglés pensaba lo contrario. Tras terminar este acto de supuesto amor el hombre se subió nuevamente la ropa interior y el pantalón, seguido tomó la tetera que había traído anteriormente y tocó la bebida para verificar su temperatura. Al ver que estaba un poco menos caliente tomó aquella tetera derramando así té de limón sobre el cabello del niño haciendo que escurriese por toda su delicada piel, Alfred no se quejaba aunque estuviese algo caliente y solo se mantenía paciente entre jadeos de cansancio. El británico acercó su lengua a la piel ajena, recorriendo sus mejillas donde habría caído el té y su propio semen.—De verdad necesitas descansar ahora, ya es algo tarde, ¿no lo crees?.—Alfred recibió caricias en el cabello sintiéndolo como alguna especie de premio. El inglés solo cargó cual princesa de cuentos a su pequeño hijo bajo un contexto que podría asquear a cualquiera.
—Si Arthur...
—Eres tan lindo, Alfred.
Después de aquellas significativas palabras, Alfred estaba contento de haber terminado rebajado de esa manera, por que para él significaba afecto humano común y la forma de pedir perdón, después de todo su padre era el único ser humano que había conocido, estaba feliz de que fuese tan atento para llevarlo a la cama pero en vez de eso lo llevó a la ducha ducha y fue lo suficientemente atento para preparar la bañera con anticipación. Arthur ayudó a su querido hijo a entrar a la bañera debido a sus piernas temblorosas, este le colocó shampoo en el cabello y prefirió ayudar a ducharlo.
—¡Gracias Arthur!, te quiero mucho.—Una sonrisa de inocencia se esbozó en el rostro del americano, ¿por qué le hacía sentir tan seguro?, anhelaba aquel sentimiento de protección pero últimamente y por primera vez comenzaba a cuestionar su vida monótona mientras el hombre británico terminaba de lavar su cabello.
—Yo también te quiero, sweetheart—Las palabras de Kirkland resonaron en el corazón de Alfred, era tan lindo cuando le hablaba de esa manera magnífica y dulce.
Arthur comenzó a enjabonar el cuerpo del niño con una esponja suavemente. El pequeño se sentía muy cómodo con los suaves toques de su padre. Eventualmente al terminar le secó el cabello y lo envolvió en una toalla tras secarlo.
—Anda, iré a buscar tu pijama, espera aquí.—Después de dar aquella indicación el hombre se retiró del baño para ir a la habitación, por lo tanto Alfred se quedó esperando mientras se miraba al espejo. Era un día normal pero no podía evitar pensar en por qué su padre nunca quería despejar sus preguntas más importantes.
Más tarde cambiado y arropado Alfred se esperó con ansias a que su padre le contase un cuento para dormir, pero esta vez no fue así. Lo único que hizo el inglés fue sentarse a un lado de Jones.—Hoy realmente estoy cansado, no podré contarte una historia para dormir esta noche, he trabajado bastante estos días.—Kirkland acarició la cabeza del pequeño Alfred mientras explicaba sus motivos.
—No te preocupes Arthur, ¡trabajas muy duro después de todo!, me enorgullece bastante.
Arthur soltó una leve risa por la respuesta de su hijo y compartieron un beso en los labios, Alfred lo sentía como un regalo, poder tener un beso largo y profundo con él le fascinaba, le emocionaba al punto se sentir cosquilleos...Adoraba cada gesto de afecto de su padre. Al separarse Arthur le brindó una última caricia en la mejilla.
—Buenas noches Alfred.
—Buenas noches Arthur, ¡descansa!.
Así es cómo el inglés cerró la puerta apagando la luz y retirándose de la habitación del menor. A Alfred le aterraba la oscuridad y la soledad, solo contaba con su osito de peluche y una lámpara pequeña para dormir. Sin embargo no encontraba su peluche.
—Oh...Davie, ¿tu vas a ayudarme a no sentirme solo?...no quiero...
Alfred buscó su oso pero sentía desesperación y un dolor en su pecho al no encontrarlo.—¿por qué? ¿también vas a abandonarme? si no sales de ahí voy a hacerte pedazos pequeño pedazo de mierda.—Exclamaba Alfred con desesperación en si voz. Estaba teniendo un ataque de ansiedad hasta que lo visualizó en una debajo de la cama —Ah...aquí estás, lo siento tanto, no quise decirte todo eso, es que me da mucho miedo estar encerrado aquí. Te lo voy a recompensar Davie, ¿está bien? —Este abrazó al oso de felpa con fuerza mientras temblaba y se acostaba cómodamente durmiéndose.
El pequeño se encontraba en su sala de estar pero algo se veía diferente, se veía oscura y Arthur estaba parado frente a él, con una mirada intimidante y de absoluta desaprobación, sintió mucho miedo al ver a su padre con esa mirada y con una botella en la mano.
—Maldito mocoso, si de verdad me odias tanto entonces solo me iré, ¡vete a la mierda!
—¡Por favor no te vayas!, ¡te lo ruego!.
Un pequeño niño estaba rogando de rodillas a su padre para no ser abandonado, sin duda una escena bastante fuera de lugar. El británico solo salió del hogar con un azote en la puerta. Alfred se recostó en el suelo llorando desconsolado. Finalmente, Alfred despertó de un grito, se trataba de una traumática pesadilla que lo perseguía constantemente. Sus lágrimas de dolor emocional no tardaron en salir —¡A-Arthur!...—Repitió varias veces el nombre ajeno.
Después de varios segundos el británico llegó con prisa a la habitación del pequeño.
—¡Alfred!, ¿Estás bien?.—Exclamó Arthur con bastante preocupación en su voz.
—¡Tuve esa pesadilla otra vez! —Las lágrimas del pequeño no tardaron en salir, este sintió una presión en su pecho y una sensación de escalofrío. A su vez recibió una caricia en la cabeza por parte del hombre.
—Tranquilo Alfred, yo no pienso dejarte mientras seas un niño bueno.
—Perdón...es que me da miedo la oscuridad, ¿puedo dormir contigo?...
—No veo problema en ello.
Una sonrisa infantil, llena de la poca inocencia que le quedaba, esperanza y felicidad por parte del americano salió a relucir.
