Tras una noche pacífica, describiéndola por el pequeño niño rubio como una noche tranquilizadora y confortable, Alfred F Jones despertó solo entre las cobijas que estaban destendidas, a su lado estaba Arthur sentado leyendo un libro en una silla que se encontraba a lado de la cama. El inglés lo miró con una sonrisa en el rostro al ver que había despertado.
—Buenos días Alfred, te estaba esperando para desayunar, te preparé fish and chips, pero antes ayúdame a tender la cama — Dijo el señor Kirkland con un tono de voz tranquilo, mientras obedientemente Alfred comenzaba a acomodar las cobijas correctamente y en orden junto a su padre. Ahora todo estaba ordenado.
— Listo Arthur, ya terminé —Dijo el pequeño en un tono seguro de sí mismo.
— De acuerdo, ahora cámbiate, tu ropa la dejé lista encima del tocador, como estarás en el jardín más tarde es mejor que uses algo adecuado.
—Si Arthur —Así es como Alfred comenzó a quitarse le ropa para poder ir a tomarla del mueble y proceder a cambiarse, quedando finalmente con un short café, una camisa casual de color blanco y sandalias rojas.
—Bien, ve a sentarte al comedor querido — Respondió Arthur acompañando al pequeño. Este otro solo asintió la cabeza.
Al dirigirse al comedor ambos se sentaron con sus respectivos platos. A pesar del oscuro y duro aspecto de la comida un poco quemada Alfred comió un poco del pescado empanizado con los cubiertos.
—Has mejorado Arthur, cada día eres mejor cocinando, ya no está duro como carbón — Dijo Alfred mientras masticaba.
—¡O-Oye!, ¡no es que me haya quedado tan mal la vez pasada!, ¡¿Qué dices?! —Respondía Arthur avergonzado. Alfred solo soltó una pequeña risita ante la actitud contraria.
—Perdona, sabes que yo aprecio que cocines para mí, Arthur —Dijo el pequeño mientras desayunaba. Kirkland solo le brindó una sonrisa.
Más tarde, ambos se encontraban en el jardín, uno el cual tenía la reja cubierta de enredaderas, arbustos de rosas blancas y rojas, a su vez que se podía apreciar el césped perfectamente cortado. Como era de costumbre para el pequeño Jones, tenía clases de jardinería, Alfred estaba sembrando unas semillas de Myosotis, unas flores que crecerían con algún tipo de color entre azul y lavanda con el resto Myosotis que hay en el jardín; a Alfred le gustaba mucho este tipo de flor.
—Muy bien Alfred, lo estás haciendo bien, solo ten cuidado con ensuciarte la cara de tierra —Expresó el hombre con una sonrisa.
Repentinamente el teléfono de Arthur comenzó a sonar, Alfred solo observó como su padre contestaba.
—¿Sí? —Tras una pausa la expresión sonriente del mayor fue desapareciendo transformándose en una expresión desconcertante por cada segundo que pasaba — ¿E-Es enserio?... Voy para allá — Finalmente colgó y a pesar de que Alfred no ponía mucha atención cuando su padre hablaba por teléfono pero podía notar algo en esa expresión y aquella conversación del mayor que no le daba buena espina.
—Arthur, ¿Estás bien? — Mencionó el pequeño en un tono preocupado.
Al instante el británico cambió su expresión facial a una sonrisa — Tranquilo Alfred, estoy bien. Tengo que salir urgentemente… Quizás tarde pero prometo procurar no tardarme demasiado, ¿de acuerdo?, no te olvides de sembrar todas las semillas —Explicó el mayor dándole una caricia en la cabeza al pequeño. Este otro ni siquiera pudo responder, simplemente observó cómo su padre salía corriendo yendo de la casa. Se suponía que debía acatar la indicación de su padre pero solo se quedó sentado en el suelo, observando como su superior salía de la casa y escuchando el sonido de las llaves de la puerta principal; siempre que su padre salía, mantenía una sensación por dentro que le perturbaba, se sentía solo y a veces era difícil lidiar con los nervios y con el dolor en su pecho. Se acercó a una de las flores Myosotis tocando los pétalos que se movían con el viento.
—Todo estará bien… Sé que Arthur va a volver, pero a veces me da miedo, ¿debería preocuparme aún por eso? — Dijo el pequeño para después soltar un suspiro. —Ah… De verdad me gustaría ser una florecita; solo toman agua, se alimentan del sol y el abono, y no necesitan preocuparse de estar solas porque siempre hay más flores… o abejas… o césped. También hay personas que les cantan, me gustaría cantarles— Se expresó ante la flor mientras jugaba con sus dedos los pétalos violeta.
Antes de entrar a casa dejó sus sandalias en la entrada de la casa y entró dirigiéndose a su habitación, ahí mismo sacó de uno de sus estantes el estuche de su ukelele. Tocó unas cuantas notas para verificar si estaba afinado y de hecho lo estaba, al salir nuevamente al patio con el instrumento colocándose las sandalias se sentó en el césped frente a las flores. Después de ello comenzó a tocar el ukelele.
Happiness and joy
Sorrow and sadness
You and I
We shared them together
Shared for a time
But suddenly faltered
Flowers of a dream
Una mezcla de melodías salieron de la boca de Alfred y de sus manos por medio de notas, también por medio de sentimientos sinceros. Sin embargo, fue interrumpido por otra melodiosa voz que seguía su canción.
A field of grass
Leads to heaven
A gentle wind passed by
When you gave a smile
Alfred quedó paralizado, ¿estaba alucinando acaso?, no estaba asustado pero si intrigado, era imposible que hubiera sido Arthur, la única voz que había escuchado en toda su vida había sido la de su padre y jamás había escuchado a otra persona. Esta voz era diferente, aguda, melodiosa, tenía una forma de pronunciar extraña pero era linda. Estaba dudoso si acercarse, pero la curiosidad lo carcomía, así que lentamente se acercó con las manos temblorosas aunque no lograba ver nada por toda la reja repleta de enredaderas.
—¿H-hola?... —Estaba completamente nervioso después de haber preguntado.
—Hola.
Aquella voz adjunto a una risita le sorprendió bastante al menor, no parecía amenazante, ¿sería acaso una alucinación suya o una criatura mágica de las que le habló Arthur?
—¿Q-Quién eres?, ¿acaso eres un ángel o un hada? — Preguntó bastante nervioso.
—Uhm… ¡Nope! Pero soy italiano.
¿Italiano?, Alfred no lo comprendía, ¿de qué estaba hablando aquel ente que se encontraba a través del muro de plantas?, ¿provenía de aquel país? —¡N-No!... Yo me refiero a… si tú eres humano — Cuestionó Alfred, tal vez seguir la conversación no le parecía correcto pero también odiaba quedarse con la duda.
—Pues sí, ¿por qué no lo sería? — Respondió aquella misteriosa voz que ahora sabía que se trataba de una persona, soltando una risita final. Realmente no tenía idea que pudiese haber otras personas por acá, jamás había salido en su vida pero nunca se cuestionaba nada hasta ahora y fue extraño enterarse que había otra persona.
—¿Y qué haces aquí?, ¿eres chico o chica?, ¿vives aquí?, ¿tienes malas intenciones conmigo?, ¿no vas a lastimarme, verdad? — Preguntó Alfred un poco defensivo.
—¡A-Ah! ¡No, descuida!, ¡déjame responder pregunta por pregunta! Solo te escuché cantar una canción que me gusta y te seguí la canción, tocas muy bien el ukelele por cierto, yo aun no aprendo, intento pero apenas estoy ahorrando para uno —Respondió aquella persona misteriosa empezando con un tono asustadizo pero terminando con un tono alegre eventualmente. Era tan impredecible aquella persona, cambiando de tema y halagándolo, era algo impresionante para Alfred, sabía que no representaba ningún peligro para su integridad.
—Y bueno, ¿cómo te llamas? — Pregunto aquella persona con un tono alegre y despreocupado.
—¿Mi nombre?... — Alfred no supo que responder por unos momentos, jamás en su vida le habían preguntado su nombre ni se lo había dado a nadie. —M-Me llamo Alfred... — ¿Debería de preguntar también el nombre de aquella persona?, ¿sería educado?, quizá su sentido común se lo indicaba; sin embargo, antes de poder tan siquiera decir una palabra más aquella persona lo interrumpió.
—¡Yo me llamo Feliciano! Bueno, soy un chico italiano proveniente Roma, vine a mudarme aquí con mi abuelo y mi hermano, estaba un poco aburrido y mi hermano me dijo que me largara a explorar o algo, así que eso hice. La verdad es que no tengo amigos y no conozco a nadie aquí y el haber encontrado a alguien es un milagro, ¿cuántos años tienes? — Preguntó aquel intrigante chico.
Feliciano, ese era su nombre, era tan espontáneo y revelador a su vez que no podía captar toda la información que le daba, "¿abuelo?", "¿hermano?", no entendía muy bien esos términos. Lo que sabía es que si Arthur lo descubría hablando con otra persona se iba a enojar mucho, pero no se preocupaba por ahora porque sabía que tardaría.
—Bueno… yo tengo 10 años y nunca había visto a otra persona por aquí, así que es raro —Respondió Alfred apenas acoplándose a esta nueva experiencia.
—Yo tengo 11 años, ¿podemos ser amigos?, ¡Per favore!, es que no tengo ninguno.
Alfred estaba sorprendido por esta petición repentina, ¿de verdad aceptaría ser amigo de un chico que ni siquiera le ha visto la cara?, no le parecía mala persona pero no quería ser grosero tampoco, su cabeza daba vueltas entre tanta confusión moral — Hmm…bueno, supongo que está bien.
—¡Qué bien!, ¿Pero puedes salir?, quisiera ver tu cara, ¡Vamos a jugar! — Exclamó con emoción Feliciano.
Este era el momento donde Alfred tendría que parar, debía considerar los sentimientos de Arthur y no decepcionarlo, debía ser precavido antes que nada. —Lo siento… Yo no puedo, es que no puedo salir de mi casa, mi papá no me permitiría salir, y menos con personas que no conoce. Solo no me gustaría que se enterara, y bueno, yo nunca había conocido a otra persona además de mi padre, he vivido toda mi vida aquí y jamás había visto a otra persona y tú eres la primera pero creo que no estoy listo para que me veas, pero si te hace sentir mejor podemos seguir hablando por aquí…ya sabes, solo si quieres — Estaba completamente nervioso de la respuesta que daría el contrario, era algo increíble pero riesgoso tener un nuevo amigo, de paso era alguien de otro país, no podía contener su mezcla de emociones.
—Oh…entiendo, claro, hay que hablar por aquí. Me alegra tener un amigo de todos modos, aunque no pueda verte pero está bien. Mi hermano también es muy sobreprotector conmigo a veces, creo que cuando se dé cuenta que realmente me fui va a salir a buscarme, no estaría contento si sabe que hablo contigo tampoco —Decía Feliciano sin problema.
—¿Qué es un hermano y qué es un abuelo? —Preguntó Alfred sin tener idea de ese tipo de términos.
—¿Qué?... ¿De verdad no sabes qué significa? —El tono de voz del italiano se notaba confuso ante aquella pregunta.
—No, ¿es cómo un papá?
—Uhm, algo así. El padre de tu padre es tu abuelo, y tus hermanos son quienes viven contigo y son hijos de tus padres también.
—¡¿Padres?! ¡¿En verdad se puede tener más de un papá?! —Alfred estaba sorprendido de esta información.
—¡Si, si!, solo que yo no tengo madre ni padre, solo vivo con mi abuelo y mi hermano —Aclaró Feliciano tranquilamente.
—¿Qué es "madre"? —Preguntó Alfred intrigado nuevamente.
—Bene…Una mamá es como un papá pero solo que es mujer y te cuida, y gracias a ella naces, ¿no tienes mamá?... —Preguntó Feliciano quien sonaba intrigado también.
—No, solo vivo con mi papá, pero es raro lo que me dices, ¿entonces una madre nos crea a todos pero no todos tenemos mamá?
—Algo así…es complicado, yo no conocí a mi mami porque murió pero al menos tengo a mi abuelito —Respondió Feliciano.
Alfred estaba comenzando a cuestionarse demasiado, si eso era cierto, ¿por qué él no tenía una madre?, ¿o acaso este chico intrigante estaba mintiendo? Bajo su inocente razonamiento creyó que solo había una forma de saberlo — ¿Y todo eso es real?, ¿no me estás mintiendo?, es que no sé muchas cosas y me asusta pensar en cosas que no son reales.
—¡Oye tranquilo!... No estoy mintiendo, yo tampoco sé muchas cosas, eres bastante curioso —Parecía ser que Feliciano tenía la intención de tranquilizarlo, se le veía alguien de buena fe.
A decir verdad Alfred se sintió más tranquilo, quizá solo podía confiar en esta persona, pero también había sembrado dudas en su mente, dudas que no podía preguntarle a su padre porque sabía que se metería en problemas, era algo que le dolía pero tenía que guardar en secreto. —De verdad lo agradezco… Supongo que entonces eres buena persona y puedo confiar en ti.
—¿¡H-Hablas en enserio!?… — Respondió Feliciano abruptamente con un tono de voz sorpresivo.
—Sí, yo creo que podremos llevarnos bien —Alfred estaba jugando con sus manos un poco nervioso hasta que creyó finalmente que podría confiar en aquella otra persona — ¡Ahora que somos amigos puedo contarte muchas cosas de mi!
—Me gustaría oírlas — Respondía el italiano con alegría en su voz, parecía estar bastante contento.
Antes de que pudiese continuar hablando se escuchó un sonido totalmente reconocible para Alfred, era las llaves de la entrada de la puerta sacudiéndose, significaba que Arthur había llegado a casa.
—Oye…perdóname pero tienes que irte ahora, mi papá ya llegó y si me ve contigo va a regañarme. —Dijo Alfred con un a desesperada voz, intentando susurrar.
—Oh…lo entiendo — Se dibujó un rostro triste en Feliciano.
—¡Espera!… ¿Podemos hablar más tarde verdad?
El tono de Feliciano pasó a ser uno nuevamente alegre, pero también procuró hablar en voz baja y rápidamente.
—¡Claro!, veámonos esta noche —Finalizó el italiano para así oírse pisadas rápidas de césped, dando a entender que ya se había marchado rápidamente. En ese momento preciso se levantó con bastantes nervios al ver a su padre dirigiéndose a donde se encontraba.
—Alfred, ¿Por qué no has plantado las semillas y por qué sacaste tu ukelele?, va a llenarse de tierra —Cuestionó el hombre bastante desconcertado.
—Perdón Arthur… Me distraje tocándole una canción a las flores —El tono de voz de Alfred se notaba un tanto nervioso y preocupado. No entraría en detalles, no quería mentirle a Arthur pero tampoco decirle la verdad por miedo, técnicamente no le estaba mintiendo puesto que si sacó su instrumento por esa razón.
— Qué remedio...Entonces tendré que plantarlas yo, solo procura no distraerte tanto, querido —Dijo el británico pasando su mano por la mejilla contraria. Alfred estaba muy nervioso, sabía que su padre no era tonto y lo descubría con facilidad ya que nunca mentía, y cuando ocultaba algo Arthur lo descubría enseguida, pero esta vez no fue así afortunadamente para el menor.
Eventualmente el día transcurrió con normalidad, Alfred y el que se hacía llamar su padre sembraron cada semilla, hicieron lo que normalmente haría el americano encerrado en cuatro paredes. Tras llegar la noche fingió estar dormido, sabía que Arthur tenía el sueño muy pesado y sería una ventaja. Despertó en su oscuro cuarto y se colocó unas pantuflas que hacían juego con su pijama celeste. Al salir de su cuarto abrió la puerta lo más sigilosamente que pudo, realmente tenía fé en que vendría su nuevo amigo. Al bajar las escaleras de la casa con cuidado para poder ir al patio trasero podía observar las estrellas tan hermosas, hace tanto que no las veía. Y ya sin más distracciones se dirigió en le misma esquina donde se había colocado ayer y simplemente se sentó.
—¿Hola?... — Susurró el pequeño para saber si realmente había alguien. Esperó varios minutos pero su nuevo amigo no aparecía, pensó en que quizá no iba a venir y probablemente le había mentido, mantuvo una expresión triste hasta que finalmente escuchó unas hojas de la enredadera gruesa moverse.
Perdón por tardar, me quedé dormido pero no volverá a pasar, ¿Cómo estás? — Preguntó Feliciano.
—¡Si viniste! —Decía Alfred en voz baja pero con una gran emoción.
—Y traje algo para ti, te hice un dibujo por ser mi primer amigo — Dijo Feliciano para así lanzar el dibujo del otro lado de la reja. La hoja de papel cayó frente al pequeño americano y lo abrió, se llevó una sorpresa al ver un dibujo tan bonito, era un chico y una flor violeta, le sorprendía lo bien que dibujaba Feliciano para su edad.
—Me dibujé a mí, quería dibujarte a ti pero no sé cómo eres, así que eres la flor —Explicó Feliciano.
—¡Es increíble!, dibujas muy bonito —Alfred continúo llenando de halagos a su nuevo amigo —La verdad es que creo que tengo una idea, espera aquí.
Mencionó Alfred para así tomar unas tijeras de jardinería que le pertenecían a Kirkland cortó un trozo de la enredadera dejando ver un agujero, logrando ver el rostro de su amigo, parecía una niña y le era confuso, pero estaba más feliz de al fin ver a otro ser humano que no fuese su padre; una sonrisa se mantuvo en su rostro, pero sabía que no podía quedarse mucho tiempo, Arthur podría descubrirlo.
—Me alegra tanto ver tu cara — Fue lo único que pudo decir el americano en el momento.
—También es bueno que podamos vernos finalmente, aunque esta reja intervenga — Dijo Feliciano.
Jones se quedó pensando, ¿cómo sería posible jugar con su nuevo amigo sin que su padre se enterase?, quizá era posible pero tendría que esperar — Creo que tengo una idea, pero es necesario que esperemos hasta mañana cuando mi padre salga de la casa para poder vernos y quizá pueda salir. No me permite tomar sus herramientas, ¡pero si tú tienes de casualidad tijeras grandes que puedan cortar la reja podrías traerlas!, c-claro…si tú quieres.
El italiano se quedó estupefacto ante aquella idea del pequeño Jones — ¡Alfred, eres un genio!, aunque… ¿No sería mejor pedirle permiso a tu papá?
—¡No!... Creo que se enojaría bastante conmigo y no quiero arriesgarme, hagamos eso mañana, ¿de acuerdo? Tengo que irme ya o mi padre puede despertarse — Alfred sonaba un tanto nervioso al diferir con la propuesta de Feliciano.
—Bueno… si tú lo dices… — El italiano mantuvo una expresión de preocupación unos momentos — Entonces nos vemos mañana Alfred, intentaré conseguir las tijeras.
—Hasta mañana Feliciano, cuídate — Alfred no quitó su sonrisa sincera de su rostro.
—Ci vediamo presto, Alfred.
—¿Qué? — Preguntó Jones con una expresión confusa.
—Feliciano solo soltó una risita leve ante la reacción del americano — Significa "Nos veremos pronto" en italiano. Alfred también le devolvió una risita leve.
—Ci vediamo presto, Feliciano — Respondió el pequeño rubio con una pronunciación algo mala para así marcharse con el regalo de su amigo, cosa que el italiano también hizo.
