Desde la perspectiva de un pequeño italiano que iba en una noche oscura de regreso a casa, este con más miedo de que su abuelo lo pillara que de la oscuridad del bosque. Se quedó pensando en la actitud tan extraña de su nuevo amigo, era muy raro que lo limitaran tanto pero no podía juzgar, su abuelo era estricto de vez en cuando con él también. Al llegar a casa planeó entrar por la puerta de atrás, todo iba bien hasta que abrió la puerta y la aterradora figura de su hermano mayor se encontraba frente a él, se le veía bastante molesto, así que se pegó un tremendo susto.

—¡Mio Dio, Lovino!... — Casi suelta un grito pero se abstuvo, intentó bajar la voz para no despertar a su abuelo.

—¿Dónde carajos estabas Feliciano?, afuera es bastante peligroso a esta hora, puede comerte un animal salvaje —Dijo aquel italiano mucho más alto de forma intimidante mientras cruzaba los brazos, con un tono de voz molesto.

Perdonami fratello… es que conocí a un amigo y estaba jugando con él.

— Feliciano, ya te dije que no puedes estar saliendo a jugar con los mapaches, nonno va a matarte cuando se entere que saliste a esta hora tu solo.

— ¡Por favore fratello, no le digas al abuelo! — Feliciano suplicó de rodillas — Además no estaba jugando con los mapaches, estaba jugando con otro niño.

— ¿A esta hora?, ¿tú estando con amigos reales? ¿cómo pretendes que crea eso? — Dijo Lovino cuestionando sus palabras.

— E-Es que hice un amigo ayer por la tarde, pero no lo dejaban salir, así que quedamos en vernos esta noche.

— Joder Feliciano… voy a pasarte esto pero si vuelves a salir de noche le diré al abuelo, ya vete a dormir, mañana hablaremos bien tu y yo.

— Si fratello… — Respondió Feliciano apenado, retirándose a su habitación.

El hermano mayor era ese tipo de hermano sobreprotector aunque no lo admitiera, aunque no fuera el tipo de persona que demuestra afecto y pareciera ser desagradable. Pero por otro lado, el pequeño Feliciano le temía en algunas ocasiones por ser incluso más estricto que el abuelo pero sabía que no era tan malo, tenía motivos para regañarlo, especialmente si salía a un bosque de noche completamente solo. Pero fue una noche tranquila para el pequeño Italiano.


Al día siguiente desde la perspectiva de Alfred, estaba realmente agotado, tenía sueño. Por un lado estaba contento de ver a su padre tan feliz besando su cuello, pero por otro lado estaba nervioso por pensar tanto en aquel chico que conoció, temía que Arthur sospechara algo, ¿por qué se sentía tan mal ocultar esto?.

— Buenos días, Alfred — Saludó el mayor como si nada mientras leía un periódico y tomaba una taza de té en la sala.

— Buenos días Arthur — Intentó fingir que su nueva aventura nunca ocurrió.

— Querido, hoy van a venir dos personas especiales, supongo que nunca has conocido a ningún otro hombre, ¿no es así? En fin, necesito que los trates como me tratas a mí, quiero que es hagas caso en cualquier cosa que te pidan, ellos serán nuevos amigos que jugarán contigo, a quienes les confiarás todo.

— Decía Arthur mientras se levantaba y le daba unas palmaditas en la cabeza al menor.

— ¿¡Personas nuevas!? Es decir… ¿¡Nuevos amigos!? — Los ojitos de Alfred se iluminaron al escuchar esto, definitivamente quería conocer a estas nuevas personas, ¿acaso serían de su edad?, ¿cómo lucirían?, ¿serían amables?, ¿serían cómo Arthur?

— Sí, pero ya van a llegar y cuando ellos lleguen yo voy a salir, tienes que pórtate bien con ellos, ¿de acuerdo? — Aclaró el hombre.

— De acuerdo, Arthur, pero…¿Cuando vas a volver? — El niño se preocupó bastante por unos momentos al hacer esta pregunta.

Kirkland solo con acarició los cabellos rubios del menor mientras le brindaba una sonrisa

— No te preocupes por eso Alfred, volveré mañana temprano, tienes mi palabra.

— ¡Gracias Arthur! — Vociferó con alivio y alegría el menor.

El pequeño Alfred se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa a un conjunto relativamente formal, una camiseta blanca de mangas largas y unos pantalones de vestir más unos zapatos negros, al terminar escuchó un toque fuerte en la puerta sin esperarlo, así que rápidamente fue donde se encontraba el británico. Fue entonces dónde al abrir dos hombres se encontraban enfrente, uno era un hombre de cabello café con ojos verdes y el otro era un hombre de cabello rojizo con ojos verdes, parados en frente y el pelirrojo fue quien le dió un fajo fe billetes a Arthur, además que el hombre tenía un artefacto metálico, una base de algo al parecer.

—Haz tu trabajo Scott, es bastante dócil y obediente así que no será necesario el ser severo, más te vale que no lo lastimes.

Alfred solo observaba, estaba más centrado en como actuaría con estas nuevas personas, ¡dios!, todo esto estaba sucediendo tan rápido para él.

—Nos vemos Alfred, se obediente.

Tras irse Arthur los dos hombres entraron con ese artefacto que resultó ser una cámara que parecía ser profesional.

—Hola, ¿cómo se llaman?, ¿son amigos de mi papá? —Interrogó el pequeño Alfred con mucha energía.

— No hagas tantas preguntas niño —Contestó de forma fastidiada el hombre más alto, aquel quien poseía el cabello rojizo.

— No seas tan duro, es muy encantador —Respondió el hombre de menor estatura que seguidamente volteo a ver al menor acercándose con amabilidad y acariciando sus cabellos. — Él se llama Scott y yo Dylan, y tu padre nos dejó estar contigo un rato pero tienes que ser muy obediente con esto, ¿de acuerdo?, hacernos caso tal y como lo ordenó tu padre.

— ¡Claro!, ¡prometo hacer todo lo que digan! — Exclamó con entusiasmo el menor.

Había algo extraño en ese ese Dylan, podía ver una sonrisa triste, Alfred era muy fijado en las cosas nuevas así que pudo verlo en su tono de voz y expresión más que nada así que lo jalo de la ropa un poco. — Lo que dices es algo feliz, ¿pero por qué parece que estás triste?

La expresión facial de Dylan cambio por completo a una de tristeza total pero se forzó a hablar con felicidad y suavidad aún que su voz estuviera quebradiza. —No es nada cariño, ahora vengo —Fue lo único que respondió antes de subir las escaleras con rapidez. Por parte de Scott, al ver al otro hombre subiendo las escaleras soltó un suspiro y dejo de montar la cámara. —Dios mío…ahora vengo niño —Aclaró antes de seguir al otro adulto. Tras pasar varios segundos podían oírse sollozos en la parte de arriba, Alfred tenía miedo, ¿y si había sido su culpa?; no quería que nadie estuviese triste pero no sabía si era buena idea subir a ver cómo estaba esa persona, por lo que optó por subir las escaleras y escuchar a escondidas lo que pasaba, era obediente pero también era curioso.

— ¡Tiene 10 años Scott!… no puedo seguir con esto... — Sollozó Dylan, sonaba quebrado.

— Ya hemos hablado de esto, sabes que si no le traemos al jefe lo que pide una bala atravesará tu jodida cabeza, a veces solo tienes que ocultar tu empatía —Scott soltó un suspiro —Se que esto te parece malo pero tanto tú como yo nos metimos en esto por una u otra razón y ahora tenemos que jodernos, no puedes mostrarte así de débil desgraciadamente.

— Quiero que lo hagas tu Scott, puedo hacer cosas terribles y ser una mierda siempre pero esto sobrepasa los límites, no tengo el corazón de ver como tiene tan normalizado esto... —Dylan se lamentó.

— Los niños no merecen esto pero si intentamos hacer la diferencia nos van a matar y seremos un número más, además tenemos motivos para seguir, tu familia. Voy a hacer esto sin tu ayuda pero no te quedes aquí lamentándote, también recuerda que en algún momento yo no voy a estar y vas a tener que tomar decisiones difíciles.

El joven Dylan ya no respondió pero se podía oír la manija de la puerta abriéndose, así que Alfred con prisa volvió al lugar donde estaba. No tenía idea de que hablaban los mayores pero sentía como si fuese su culpa el que Dylan se pusiera triste.

— Muy bien niño, hagamos esto rápido, quiero que te quites la ropa, voy a tomarte unas fotos. — Soltó Scott al llegar con el pequeño.

— Bueno… — Respondió algo triste. Mientras acataba está orden se sintió presionado, algo que jamás había sentido, algo negativo, no le gustaban las fotos porque su padre no lo dejaba fotografiarse pero no podía negarse — ¿Esto es algo que Arthur dijo que hiciera?... — Cuestionó nervioso.

— Si, Alfred.

— ¿Quieres hacer lo mismo que hago con Arthur?

Un suspiro salió del nervioso adulto que intentaba guardar la compostura.

— No, Alfred...

— ¿Qué quieres que haga? — Preguntó el niño con aquella inocencia.

— Vas a posar para la cámara — Menciono Scott quien comenzó a sentirse asqueado.

Entonces así fueron las cosas, al pequeño lo fotografiaron con diversas poses y desde diversos angulos, con diferentes expresiones provenientes de un mismo niño confundido. Alfred aún pensando en Dylan se notaba triste pero le decían que sonriera, ¿por qué lo obligaban a hacer todo esto. Tras transcurrir media hora de fotografías, Scott le ordenó a Alfred vestirse nuevamente ordenándole que esperara.

Una presión en el pecho se manifestó en el adulto y fue a ver a Dylan, este se veía totalmente triste. — Ya acabé, vámonos.

— No, hay que quedarnos, quiero quedarme con él.

— Como quieras, mi estómago está comenzando a revolverse, no puedo seguir en este lugar así que yo me voy — Expresó Scott.

Fue así como Scott bajo las escaleras y se dirigió con Alfred.

— Adiós niño, tengo que irme — Aquel hombre se despidió de Alfred. El pequeño solo reaccionó abrazando su pierna, cosa que desconcertó a Scott.

— ¿Volveré a verte? — Preguntó Alfred con una tristeza en su rostro.

— No lo sé, Alfred. Hay cosas que no sabemos que sucederán, cuídate — Dijo separando al niño y marchándose del hogar.

— Alfred, no te angusties, aún me quedaré yo un rato más — Dijo el hombre restante.

— ¡Dylan!, por favor perdóname… ¡yo no quise hacerte sentir mal! — Sollozó Alfred, fue la primera reacción del niño al ver al hombre.

— ¡Tranquilo! No es tu culpa, cariño...todos nos sentimos tristes en muchas ocasiones, perdón si te hice creer que es tu culpa. Nada de lo que te pasa es tu culpa — Dylan se esforzó en no romper en lágrimas, a su vez que limpiaba las lágrimas del pequeño.

— Creo que te quiero Dylan, ¿tu harás lo mismo que hizo Scott? — Dudo el americano.

— No Alfred, estás a salvo conmigo — Dijo el hombre para así de rodillas abrazar al menor.

— ¿Y quieres que hagamos lo mismo que hago con Arthur? — Cuestionó el niño un poco más tranquilo.

— Jamás te haría algo cómo eso… — Mencionó dolido el mayor.

— ¿Entonces no me quieres? — Preguntó Alfred con tristeza mientras se apegaba al abrazo.

— Si te quiero mucho Alfred, pero quiero demostrartelo a mi manera, no a la de tu padre... — Decía el mayor conteniendo la rabia en su interior, ahora lo entendía todo, sabía que le lavaron el cerebro al niño de una manera sumamente asquerosa.

— Pero la única forma de demostrar amor es esa — Respondió el menor confuso, su padre le había dicho toda la vida que la única manera de demostrar cariño era física.

El mayor se despegó de Alfred y colocó sus manos en los hombros. — Te voy a aconsejar algo, pero no vayas a decirle nada de esto a tu padre… El amor no solo se demuestra con ese tipo de contacto físico Alfred, hay muchísimas maneras de demostrar amor por medio de actos buenos y hacer feliz a las personas con cosas que les gusta, tienes que entender eso por favor, espero que esto te sirva algún día y espero que todo lo malo que te sucede se vaya y puedas ser totalmente feliz.

— ¿Por qué me dice todo esto? No entiendo… — El pequeño Alfred estaba más desconcertado, no tenía idea que era posible algo cómo eso, pero podía tener algo de razón puesto que amaba ver feliz a su padre.

— Porque se ve que eres un niño muy bueno, gentil y maravilloso, si puedo darte un consejo es que siempre sigas a tu corazón, si algo te incómoda dilo.

El pequeño no comprendía la situación pero estaba con más preguntas que respuestas, sin embargo antes de que pudiese decir algo más se escuchó el sonido de la puerta abriendose.

Era Arthur.

— Veo que el otro ya se fue, ¿entonces les sirvió? — Fue lo único que dijo el británico.

— Si, ya debo irme, adiós señor Kirkland — Dylan intentó sonar fuerte, a pesar de tener los ojos llorosos habló con pura frialdad y salió de la casa. Fue entonces dónde Arthur cerró la puerta, fue una extraña situación.

— ¿Cómo te fue con ellos Alfred?, ¿te trataron bien? — Arthur cambió a un tono de voz más sereno para dirigirse a su hijo.

— Si Arthur… pero te extrañé mucho.

Alfred podía ser inocente pero no era tan estúpido para dejar que su padre sospechase de sus nervios por todo lo que aquel hombre había soltado, así que ocultó eso bajo el pretexto de que estuvo extrañando al inglés, cosa que no era mentira tampoco. Arthur se inclinó hacia a Alfred, entregándole un beso en los labios, por el lado del niño, le costó seguir el ritmo porque estaba con la mente llena de dudas y preocupaciones, era la primera vez que le estaba sucediendo esto. Cuando el británico se alejó, Alfred lo miró intentando sonreír.

Ya que esas personas se habían ido todo debería estar normal para el pequeño Jones, ¿verdad?