Nota del autor: Antes de empezar el capítulo, me gustaría pedir una disculpa de antemano por los tremendos errores de dedo que tuve anteriormente. Antes escribía desde fanfiction y no desde otro documento y en la app el teclado me iba trabado, ni me servía el autocorrector agregando que también escribí con un vergo de sueño. Así que si, me tomé la molestia de corregirlo jsjs


Era una noche tranquila y fresca donde el sonido de los grillos abundaban en los alrededores, y Alfred no podía dormir, pero está vez no eran por pesadillas o miedo, era por incertidumbre ya que no sabía si volvería a ver a aquel hombre de cabello castaño que dijo que lo quería, ¿de verdad lo volvería a ver o lo abandonaría? Salió de su habitación para bajar las escaleras lentamente con un dolor en su pecho, preguntándose el por qué ese sentimiento. Se dirigió a su jardín, era un lugar en el que se sentía completamente seguro y quizá en el fondo esperaba volver a ver a su nuevo amigo italiano, ¿lo abandonaría también? Estando en una posición fetal, unas cuantas lágrimas bajaban por sus mejillas, sintiendo en su pecho una sensación de presión y en sus manos un cosquilleo que le provocaba náuseas. Solo podía pensar en un recuerdo doloroso donde su padre estaba molesto y lo abofeteó por intentar subir a través de la reja y fue la primera vez que había visto su rostro de molestia incluso acompañado de lágrimas. Recordar eso lo puso peor, sentía que no podía respirar.

— ¿Por qué lloras Alfred?... — Una voz de extrema preocupación sonó a un lado de Jones, se trataba de Feliciano.

— ¿F-Feliciano? — Soltó un poco sorprendido Alfred puesto que aquel niño italiano estaba a su lado, del otro lado de la reja observándolo.

— Solo vine a verte porque pensé que estarías aquí pero te ves muy triste, ¿qué te pasó? — Preguntó Feliciano con un rostro de preocupación.

— Me siento solo aunque esté con mi padre, no debería llorar por esto porque se supone que estoy bien, se supone que los niños grandes no lloran pero siento que nadie me quiere, siento que soy un problema, y por eso no me quieren y yo… — Alfred no pudo terminar porque lágrimas continuaron saliendo de sus ojos y soltó unos leves sollozos. Feliciano solo pegó su rostro a la reja para acercarse — No digas eso Alfred, todos podemos llorar y no tiene nada de malo, yo lloro todo el tiempo cuando me siento triste o me asusto, no siempre hay una razón para llorar, a veces solo te sientes triste y ya, y no eres un problema, eres muy agradable y por más solo que te sientas nunca lo vas a estar porque estoy aquí, ¿si? — Dijo Feliciano para así meter su mano a través de ese pequeño agujero en la reja y poder limpiar las lágrimas del contrario. Con dificultad sacó la mano pero al final lo logró. Alfred gustó de ese toque suave, estaba experimentando una mezcla de sensaciones, era muy reconfortante, sintió confianza así que no pudo evitar sonreírle, este también le sonrió como respuesta. Alfred comenzó a sentirse nervioso pero eran nervios agradables y es como si sus pensamientos malos se desvanecieran, era como si esto fuera un sueño y se encontrará en otro plano.

— Mira, cuando yo era más pequeño siempre se burlaban de mí por llorar mucho, pero aprendí que eso no es malo, solo me hace una persona sensible y me siento de alguna manera bien de poder expresar mis sentimientos porque eso es bueno, saber que estoy sintiendo algo y que podré ser feliz después, mi hermano me dice que no le haga caso a las opiniones negativas — Contó Feliciano a modo de consuelo.

— Tienes razón, ¡muchas gracias Feli! De verdad es cierto… Eres muy inteligente. — El amargo rostro de Alfred se convirtió en alegría pura pese a sus ojos húmedos.

— ¿De verdad crees eso? Eres el primero que me lo dice, ¡Gracias! Ojalá te dieran permiso de salir a jugar o invitarte a cenar a mi casa — Respondió con mucha energía y espontaneidad el italiano. Por otro lado, Alfred sabía que esto sería imposible, no podía contarle nada de esto a su padre y tampoco arriesgarse a salir tan temprano.

— También me gustaría, tal vez algún día — Se limitó a decir Alfred un poco nervioso.

— Claro ¡Y ah! Casi lo olvido, te hice otro dibujo, ya que pude verte la vez pasada pude saber cómo eras y al fin nos dibujé a los dos — Dijo el italiano sacando de su bolsillo una hoja de papel doblada que pasó por el agujero de la reja. Alfred lo tomó para abrirlo y era un bonito dibujo de ambos tomados de la mano, por alguna razón la cara de Alfred se enrojeció de vergüenza al ser retratado así pero no pudo evitar halagarlo. — ¡Me encanta!, ¡voy a guardarlo por siempre! Es muy bonito…

¡Grazie!, Alfred! — Respondió contento el contrario.

— ¿Qué? — Alfred no entendió exactamente qué dijo su amigo, Feliciano solo soltó una pequeña risa ahogada por las reacciones confundidas que soltaba Alfred cada que Feliciano le hablaba en su idioma natal — Grazie significa gracias en italiano, perdón pero aún se me salen palabras en Italiano, podría enseñarte cuando quieras a hablarlo.

— Uhmm — Pensó Alfred mirando unos segundos al cielo — ¿Cómo se dice "estrella" en italiano?

Stella.

— ¿Y cómo se dice "hola"?

— Depende mucho pero puedes decir ciao, sirve para saludo y despedida.

— Y haber… — Dijo Alfred de modo pensativo — ¿Cómo se dice "No me olvides"?

— Se dice "non dimenticarmi", qué elección tan específica de palabras — Feliciano sonrió levemente confundido.

— Es que me encanta como hablas, es muy lindo — Alfred estaba muy feliz con este momento, sin embargo comenzó a sentir sueño, sabía que debía dormir porque si su padre lo encontraba cansado mañana se preocuparía. — Pero bueno…fue muy lindo estar contigo pero tengo que irme Feliciano, o si no mi padre se enojará conmigo…— Se notó triste el americano al decirlo.

— Esta bien, no te preocupes, solo descansa ¿Okay?, mañana te veo —Se despidió Feliciano con una dulce sonrisa.

Ci vediamo presto, Feli — Se despidió Alfred con una pronunciación terrible, apenas y recordaba esa despedida, cosa que hizo que Feliciano se echara a reír — Te ayudaré a mejorar esa pronunciación después, ci vediamo presto, Alfred.

Fue así como tanto Feliciano como Alfred tuvieron que retirarse del lugar corriendo. Alfred hizo lo mismo pero marchándose a su cama, con el regalo de Feliciano a su habitación.

El pequeño italiano al ir directo a su casa intentó abrir su ventana para pasar a través de esta; tras pasar a su habitación encendió un momento la luz y se manifestó frente a él cuál fantasma nada más y nada menos que su abuelo, un hombre que pese a estar en sus cincuentas se veía bastante en forma y no se le notaba la edad. ¿Ahora sí estaría en problemas el pequeño Feli?… El hombre sólo se mostraba de brazos cruzados y con una expresión severa. — Feliciano, ¿Qué se supone que haces? — Cuestionó su abuelo con una voz seria.

— ¡N-Nada!...—Si, Feliciano era terrible mintiendo.

— No quiero mentiras Feli, recuerda que dios te va a castigar si mientes.

Feliciano agachó la cabeza mientras jugueteaba con sus manos de forma inquieta. — Lo siento, nonno…Es que salí para ver a mi amigo.

El mayor arqueó la ceja bastante confundido por la respuesta de su nieto — ¿Amigo?, ¿Qué dices Feli?

— ¡Lo juro, nonno! Es que hace poco conocí a un niño casi de mi edad pero no lo dejan salir de su casa así que platicamos a escondidas — Explicó de forma nerviosa el niño.

— Así que tenemos vecinos, que bobo eres al tener miedo de contármelo Feli, sería bueno conocerlos, ¿no crees?, Incluso podríamos invitarlos a cenar — En vez de enojarse con su nieto, el mayor tomó una actitud más positiva al respecto.

— ¡¿De verdad nonno?! — Exclamó con emoción Feliciano.

— Claro, pero no vuelvas a salir sin mi permiso por favor, que no se repita y ya ve a dormir ahora mismo, descansa Feli y que Dios te bendiga — Dijo el abuelo soltando un bostezo y retirándose.

— Está bien y gracias, nonno — Finalmente el italiano se recostó en su cama para poder dormir.

—--

A la mañana siguiente, aproximadamente eran las 12:00 de la mañana, Alfred y su padre ya estaban despiertos e iniciando su día; como de costumbre Alfred contemplaba los libros que le daba Kirkland, está vez era un libro de obras de arte, y estaba concentrado viéndolas cuando un toque en la puerta los desconcertó completamente.

— Espera aquí Alfred, no hagas caso, tú sigue estudiando — Dijo el hombre al pequeño, este otro hizo caso y pese a tener curiosidad no se acercó a la puerta y se quedó viendo los libros.

Arthur con un rostro de sospecha abrió la puerta y se topó con un adulto y dos chicos, era bastante desconcertante para el británico.

— Hola, ¿Puedo ayudarlos? — Preguntó el inglés.

— ¡Buenos días!, mi nombre es Rómulo Vargas y estos son mis nietos Lovino y Feliciano-

Antes de que el hombre italiano pudiese terminar de hablar Alfred se disparó a la puerta al escuchar el nombre de Feliciano, era real, estaba frente a él. Se le erizó la piel, sabía que iba a estar en serios problemas pero su corazón latía de los nervios al ver a Feliciano frente a él, tenía la posibilidad de tocarlo y hablar con él pero no quería porque estaba muy asustado.

— ¡Alfred! — Exclamó él pequeño italiano de alegría, llegando a abrazar al contrario.

— ¿Feliciano? ¿Por qué has venido?... — Exclamó el americano con nervios y sensaciones extrañas, no se atrevió a devolver el abrazo. Al ver la familia de italianos, al recibir el abrazo se quedó algo pasmado porque jamás había estado tan cerca de este chico pero le gustaba. Sin embargo al momento se separaron.

— Bueno, creo que usted no lo sabía pero nuestros niños se conocieron hace unos días, yo tampoco lo sabía pero mi nieto quería jugar con su hijo. Recién nos mudamos aquí así que siempre viene bien compañía — Rómulo rió levemente. Arthur al principio parecía algo impactado pero solo río como respuesta — ¡Oh que bien! ¡Es un placer conocerlo Rómulo! Mi nombre es Arthur y me alegra tener vecinos por aquí! Constantemente se siente solitario. — Al final estrechó la mano del notoriamente italiano.

— ¿Sabe?, me gustaría conocerlos mejor, quisiera invitarlos a almorzar a mi casa a las 3:00 si no es mucha molestia — Dijo alegremente Rómulo.

— ¡Esa es una idea encantadora!, claro que sí — El inglés aceptó la invitación amablemente.

Mientras tanto a Alfred le cayó en cuenta la gravedad de asunto, que ahora sí sería su fin ya que su padre lo castigaría severamente, pero no sabía por qué su padre en ese momento se le veía tan calmado. — De acuerdo, entonces a las 3:00 pasamos por ustedes, ¡ciao! — Dijo el abuelo de forma amable y confianzuda para después irse con sus niños. El pequeño americano estaba asustado y Arthur al cerrar la puerta cambió su rostro a uno de enojo verdadero, esperó a que transcurriera el tiempo necesario para que sus vecinos no pudieran escuchar nada; después volteó a ver a Alfred — Vamos al sótano, ahora.

Alfred tembló de miedo pero hizo caso, sentía que se le detenía el corazón mientras caminaba pero aún así llegó al sótano y esperó a Arthur. Cuando este otro llegó no se contuvo —¡Maldita sea, Alfred! ¡Por qué me desobedeciste! ¡eres muy malo! — Gritó Arthur con un rostro de desesperación y molestia acercándose al pequeño, este otro comenzó a temblar de miedo quedando completamente paralizado. Arthur con una mano apretó bruscamente las mejillas del americano para verlo a los ojos.

— ¡¿Por qué saliste de la casa Alfred?! ¿¡dime por qué!? ¡Yo te doy todo y me agradeces mintiendome y escapando de casa! — El británico con su otra mano tiró un poco del cabello del infante.

— ¡No Arthur! Juro que nunca salí, fue a través de la reja… — Las lágrimas incontrolables y la voz temblorosa de Alfred no se hicieron esperar. Arthur solo tiró más fuerte del cabello de Alfred, haciéndolo soltar un quejido entre sollozos. —¡¿Y por qué me lo ocultaste?! ¡Eres un estúpido! ¡Por eso no confío en ti dejándote solo! — Gritó Arthur aún tirando del cabello del menor, y con su otra mano se atrevió a abofetearlo.

Las mejillas del pequeño estaban cubiertas de lágrimas por el dolor del golpe y las penetrantes palabras hirientes que se sintieron como mil puñaladas en su pecho, tenía tanto miedo que en cuanto menos lo esperó, se había orinado encima del terror, se sentía tan avergonzado por ello ya que esto solía sucederle muy a menudo e inevitablemente era un problema que no tenía solución. Alfred tenía una auténtica expresión de terror y trauma. Esta reacción no hizo más que encender la locura del británico, así que lo tomó de las mejillas de una forma forzada mientras soltaba una ligera risa con lágrimas de rabia. — ¿¡Por qué carajo tienes que ser tan rebelde!? ¿No soy suficiente para ti? ¿Serías feliz si me voy? En este mundo podrido solo me tienes a mi, yo soy el único que puede amarte y te lo demuestro siempre.

Kirkland soltó al niño al ver que realmente estaba muerto de miedo, paralizado y divagando mentalmente como si estuviera muerto en vida, acarició la mejilla del niño soltando un suspiro y calmándose, cambiando así su tono de voz a uno más suave — Perdóname Alfred, no debí gritarte pero recuerda que esto pasa porque no me obedeces, porque tú provocas esto en mi, eres como un pequeño demonio pecador que no va a ir al cielo si sigue portándose mal — Arthur agregó con un tono más calmado de voz, después de acercó a Alfred y le dio un beso en la mejilla — Alfred no podía decir una sola palabra, seguía paralizado, cabizbajo y de rodillas, realmente el estaba perdido como si su ambiente no fuese real y estuviera bloqueandose a sí mismo de la realidad. Era extraño pero Alfred no estaba consciente del todo, era como un robot que solo acataba órdenes.

Arthur lo cargó y se lo llevó hasta el baño y también le trajo un conjunto de ropa que se pondría.

— Oh mi Alfred, ¿Ya vas a portarte bien? — Decía Arthur mientras desvestía a Alfred para ducharlo en la tina con agua que se estaba llenando.

— Perdón… — Sollozó el pequeño entre moqueos y una voz rota, cubriéndose el rostro de vergüenza.

— No es tu culpa, cariño, recuerda que yo te amo y no importa qué, todos cometemos errores que se deben perdonar. Ya no te sientas triste, ya te perdoné — Al tener la tina llena de agua tibia metió a Alfred al agua — Por cierto, no deberías estar triste, te voy a dejar ver a tu amiguito italiano.

— ¿Lo dices enserio, Arthur? — La carita inocente de Alfred pasó de verse vacía lentamente a tener una pizca de esperanza e ilusión. Es como si las palabras dulces de Arthur lo activaran nuevamente.

— Por supuesto, pero está vez no quiero secretos, me tienes que pedir permiso y además debes hacerme una promesa con todo tu corazón de algo importante — dijo Arthur mientras bañaba al niño.

—¿Qué promesa?...

— Nunca le digas a nadie a cerca de las muestras de amor que te doy, ni los jueguitos especiales que tenemos; nunca le menciones a nadie que te toco aquí, ni aquí, ni aquí, eso es solo amor entre tú y yo, algo secreto —Explicó Arthur mientras señalaba ciertas partes del cuerpo del menor — Nuestro amor es mágico y hermoso, no quiero que se enteren que hacemos esto porque cosas malas van a suceder y me tendré que alejar de ti para siempre, pero eso no va a pasar ¿verdad, cariño? ¿verdad que me vas a obedecer?

— Si Arthur, te lo prometo con todo mi corazón — Dijo Alfred agachando la mirada.

— Que buen niño eres…Eres un ángel — Dijo Arthur con una voz más suave dándole un beso en la mejilla al niño para luego enjabonar su cabeza con shampoo.

—¿Ahora me vas perdonar papi?... —Preguntó Alfred con una tristeza profunda en su voz, y sus ojos apunto de soltar otra ronda de lágrimas.

— Claro que sí, eres un amor Alfred, mi niño perfecto y obediente, eres solo mío y eres mi mundo entero, eres mi rayo de sol.

— Gracias Arthur… — De alguna manera sintió un confort al oír esas palabras lindas de parte de su padre, lo había logrado, sus pecados habían sido perdonados. Después de un corto baño Alfred se sintió extraño, como si lo que acababa de suceder fuese un sueño, su corazón latía rápido y se sentía insuficiente consigo mismo; sentía que no estaba dando lo mejor de sí.

—Vas a arreglarte cariño, porque vamos a ir con los nuevos vecinos — Le sonreía el Arthur al menor —Voy a arreglarme yo también, búscame cuando termines. Alfred solo asintió con la cabeza mientras la puerta del baño era cerrada, allí en ese espacio de soledad entre cuatro paredes comenzó a llorar un poco mientras se vestía y arreglaba, habían tantas cosas que no entendía y se sintió muy incómodo, avergonzado e inútil, pero sabía que lo olvidaría porque los recuerdos de su padre enojado con él eran borrados de su mente de una forma literal hasta que eran revividos otra vez mientras sufría de pequeños y casi invisibles espasmos. Respiró profundamente para calmarse. — Ya pasará, todo estará bien — Se dijo a sí mismo mientras se comenzaba a cambiar y sonrió para lavarse bien la cara. Después se lavó los dientes, esas emociones fuertes y negativas pasaron de largo entre menos pensaba en ello, intentando borrar sus emociones y memorias forzosamente, sentía una desconexión enorme con su ambiente y se repitió a sí mismo muchas veces, que todo estaría bien, con una voz de extremo cansancio.

Antes de ir con su padre se dirigió a su habitación con un sentimiento que le hacía sentir un dolor de garganta. Cuando entró lo primero que hizo fue ir debajo de su cama ya que ahí estaba su peluche favorito. — Davie… eres malo por esconderte aquí, te voy a llevar conmigo… —Sin darse cuenta estaba apretando de más al oso de peluche, como si estuviera desesperado, ignorando su entorno por completo y oyendo una repetitiva voz de sí mismo en su cabeza que le decía que se detuviera. Reaccionó percatandose de lo que estaba haciendo y dejó de apretujar el peluche para después abrazarlo — Perdón… —Al salir del cuarto, ya cambiado, se dirigió a buscar a su padre; este otro estaba escribiendo una cosa en su escritorio.

— Arthur, ya estoy listo… — Alfred intentó sonreír un poco forzadamente para complacer a su padre, haciendo el intento de estar feliz ahora que se supone no había problema alguno.

— Que bueno, ya te estaba esperando mi querido rayo de sol, ahora solo queda esperar a los vecinos, recuerda hacerme caso y hacer todo lo que me prometiste — La voz del adulto sonaba gentil ahora, Alfred estaba saliendo de un momento de tristeza a pasar a uno de nerviosismo y alegría por la llegada de su amigo, de hecho estaba muy emocionado por dentro, aunque juraba que vomitaría en cualquier momento. Tras pasar unos quince minutos de espera, se escuchó un toque proveniente de la puerta principal, Arthur abrió y recibió al hombre italiano y a uno de sus nietos quien era el amigo de Alfred, este estaba tan emocionado de ver a Feliciano que quiso volver a abrazarlo, sentirlo cerca de él; Feliciano devolvió el abrazo mientras gritaban el nombre de cada uno, emocionados.

— Si que nuestros niños se llevan bien, ¿no son adorables? — Mencionó Rómulo.

— Bastante diría yo, que bueno que sean tan sociales — Respondió Kirkland.

Al salir Alfred sintió una completa sensación de mareo, su padre le había dicho con anterioridad que el mundo exterior era peligroso y jamás cuestionó su palabra, pero ahora no debería haber problemas ¿verdad? Porque estaba acompañado de este mismo. Ahora que era la primera vez que el pequeño Jones pisaba el exterior, podía sentir mucha adrenalina, se sentía como una nueva experiencia que lo puso automáticamente de buen humor; de hecho, en el transcurso podía apreciar las flores y pájaros, era la flora más hermosa que había visto en su vida pero más que nada, lo hizo olvidar lo malo, aunque definitivamente lo que más le llamaba la atención era estar junto a Feliciano, así que lo tomó de la mano y fue la mejor sensación que pudo sentir; por el otro lado, Feliciano vió ese gesto como algo adorable. Su corazón latía rápidamente al ver que estaban llegando a casa de los italianos, sin embargo también miraba a sus alrededores, no pudo evitar temblar un poco y primeramente se cuestionó la razón de por qué no lo dejaban salir si todo era tan bonito. No estaba muy lejos a decir verdad, al llegar al destino sólo podía ver una muy bonita casa amarilla que a decir verdad era grande.

Rómulo tocó a su propia puerta. — ¡Lovi! ¡Abre la puerta!

En ese momento la puerta estaba siendo abierta, era el hermano mayor del italiano recibiendolos a todos con una vestimenta igual de formal que el resto. Al entrar, Alfred pudo observar los alrededores de la casa con entusiasmo. — ¡Qué bonita casa! ¡Es como la de un cuento!

— Es cierto que su casa es bastante elegante, bonita decoración — agregó Arthur.

— Muchas gracias por el cumplido, por favor pasen al comedor, iré a servir la comida; que por cierto, es lasaña y de tomar habrá vino tinto, aunque para los niños será jugo de uva — Mencionó con una gran amabilidad el señor Rómulo mientras guiaba a sus invitados a la mesa que tenía los cubiertos ya servidos.

— Agradezco bastante la cortesía, nada como disfrutar de un buen platillo extranjero, ¿Acaso todos los italianos son así de abiertos a conocer gente? — Respondió Arthur de una manera gentil, dejando fluir su humor y la conversación.

— Interesante que le guste, y bueno, ojalá todos los italianos fueran como yo — Dijo Rómulo entre risas mientras servía los platos en cada lugar de la mesa. Definitivamente era un hombre muy extrovertido y social de forma tan natural.

— Vamos Alfred, siéntate a lado de mi — Dijo el Italiano tomando su lugar en la mesa.

El otro niño al instante miró al suelo apenado — Uhm…sí quiero pero no sé si mi padre-

— Si Alfred, siéntate junto a tu amiguito — interrumpió Arthur a su hijo de una manera sutil. Una sonrisa de alegría se manifestó por parte del Alfred, así que hizo caso y se sentó junto a Feliciano. Los adultos también tomaron su lugar en la mesa al igual que el adolescente italiano.

— Bueno, cuánto tiempo ha estado viviendo aquí, me sorprende que alguien viva por aquí en un lugar tan solitario, en mi caso fue por trabajo aunque tampoco me hubiera gustado vivir en un lugar tan lleno como Nueva York o Los Ángeles — Contó Rómulo de forma casual y curiosa.

— Pues yo he estado viviendo aquí durante casi 10 años, al principio por cuestiones de trabajo pero me acoplé sinceramente, es bastante de mi agrado vivir en un bosque tan precioso como este si me pregunta — Contó Arthur, a su vez que probaba del plato. — Por cierto, la lasaña está exquisita, me gustaría saber cómo la prepara — Agregó esté mismo a la conversación.

Mientras tanto ambos niños se sentaron, Alfred colocó su oso de peluche sobre sus piernas para poder comer, admitía que le causaba timidez está experiencia nueva y no paraba de mirar sus alrededores con curiosidad, probó del plato de lasaña y le gustó bastante — ¡Está delicioso! — Vociferó Alfred halagando el sabor.

— Sabía que te iba a gustar, mi abuelo hace la mejor comida en verdad — Respondió Feliciano soltando una pequeña risa mientras comía.

Los adultos estaban conversando entre ellos y los niños entre ellos mientras, el único que no decía absolutamente nada era el adolescente que solo se limitaba a callarse y comer, esto le provocó mucha curiosidad a Alfred — ¿Por qué él no habla? — preguntó Alfred en voz baja a Feliciano.

— Es mi hermano mayor, Lovino, no habla mucho con gente nueva, no te preocupes por él — Contestó Feliciano.

— ¿Sabes que desde aquí puedo escucharte stronzo? — respondió Lovino de forma seria pero desagradable, quien se encontraba en el asiento de enfrente de él.

— ¿Por qué no hablas? — preguntó Alfred con curiosidad.

— Porque estoy comiendo — Se limitó a decir mientras daba un bocado a la lasaña.

— Lovi, no seas tan maleducado — Dijo Rómulo volteando a ver a su nieto mayor, después volteó a ver a Alfred — No te preocupes por Lovino, él es muy penoso y callado, después de todo ya está grande para convivir con los niños, ya sabe cómo son los adolescentes.

— Oh, ¿enserio?, ¿qué edad tiene? — Preguntó Arthur por un momento mirando rápidamente a Lovino, haciendo ambos un contacto visual corto un tanto incómodo de parte del adolescente.

— Tiene dieciséis años, ya es todo un hombrecito, tan solo recuerdo cuando era un bebé — Respondió Rómulo contento.

— Es verdad que crecen muy rápido, mi hijo Alfred se hace cada día más independiente, me enorgullece bastante pero bien es cierto que cada día parece que quieren más espacio, pero en fin, mi pequeño Alfred nunca me causa problemas, es todo un angelito así que no se preocupe por cómo vaya a jugar con su hijo — Agregó Kirkland.

Las mejillas de Alfred se ruborizaron con esos halagos de Arthur y su corazón latió intensamente pero no dijo nada, solo se sentía amado, era extraño todo esto pero le parecía completamente bien, el afecto de su padre seguía presente, debía sentirse bien pero se sentía raro de todos modos, de todas maneras siguió comiendo y tratando de no decir nada que pudiera hacer molestar a Arthur.

Cuando todos en la mesa terminaron de comer, Alfred no estaba seguro de que hacer puesto que su padre no le había dado ninguna orden por ahora, y no quería interrumpir su conversación con Rómulo; Feliciano en cambio, como un rayo se levantó de la mesa — ¡Nonno! ¿Puedo llevar a jugar a Alfred a mi habitación?

— Si Feliciano, ve a jugar pero no hagas un desorden — Respondió Rómulo.

— Bueno, ¡vamos Alfred! — Exclamó mirando a su amigo, sin embargo Alfred miró enseguida a Arthur para esperar una orden suya.

— Alfred, no lo dejes esperando, ve a jugar con él — Es entonces dónde el rostro de Alfred volvió a iluminarse de alegría y se levantó con cuidado tomando a su oso de peluche con ambas manos y siguiendo a Feliciano. Al llegar, se encontraban en una habitación muy colorida, llena de dibujos pegados en las paredes, le pareció extraño a Alfred ya que si él hiciera eso se habría llevado un castigo.

— ¡Tu cuarto es muy bonito Feli! ¡Me gustan tus dibujos!

— Muchas gracias, me alegra que te hayan podido dejar al fin jugar conmigo, me gusta tu osito de peluche, ¿puedo verlo? — Preguntó Feli emocionado.

— Claro, se llama Davie, es todo un angelito y es mi amigo — Respondió Alfred dándole unos momentos el peluche a Feliciano, consideraba que el peluche era adorable aunque enseguida le devolvió el oso.

— Bueno, hay que jugar a algo, ¿quieres jugar a las muñecas?

— ¿Pero eso no es para niñas? Creo que mi padre se molestaría si me ve jugando con muñecas — Cuestionó Alfred, juraría que Arthur una vez le dijo algo así.

— Eso no importa, cualquiera puede jugarlas, yo me divierto jugando a qué pelean, pero si no quieres podemos ponernos a dibujar o salir a jugar.

— Hmm…No lo sé, necesitaría preguntarle a mi padre primero — Respondió Alfred con bastantes dudas en sí. Por otro lado, Feliciano no sabía por qué el americano tenía de alguna manera un padre tan autoritario.

— Claro, vamos a preguntar entonces — Dijo Feliciano, ambos entonces se fueron a ver a los adultos quienes estaban conversando, y Lovino se encontraba la mesa con sus audífonos puestos a un lado.

— Arthur, ¿Puedo ir a jugar con Feliciano afuera? Solo un rato, no haré nada malo ni me iré lejos… — Rogó el pequeño por un permiso con bastante timidez. Arthur en cambio soltó una corta risa — Si Alfred, sal a jugar. Ya no me preguntes, haz lo que quieras con Feliciano pero no te vayas muy lejos y sé cuidadoso, cariño.

— ¡Gracias Arthur! — Alfred se regocijó con el permiso de su padre y corrió junto a Feliciano directo a la puerta.

— ¿Enserio tu hijo le llama por su nombre? — Comentó un tanto curioso Rómulo.

— Si, es una costumbre que tiene desde pequeño, siempre le digo que me diga "papá" pero siempre insiste en llamarme Arthur porque cree que es más cariñoso — Finalizó el inglés con una risa.

—Que lindo, mis nietos me llaman Nonno Roma pero Feliciano me decía antes papá.

— Se ve que sus nietos son apegados a usted, incluso el que no habla — Comentó Roma refiriéndose a Lovino quien estaba sentado también en la mesa escuchando música.

— Si, Lovino aún que ya está grande es muy apegado a su familia, no es como quienes crecen y se olvidan de su familia por estar todo el día en el teléfono — Dijo Romulo bromeando haciendo énfasis en lo último adrede. Claro que Lovino escuchaba todo pero fingía no hacerlo.

— Yo tenía un hijo de la edad de su muchacho también, entiendo cómo son los adolescentes — Contó mientras miraba a Lovino.

— ¿De verdad? ¿Y creció?

— Ya no se encuentran conmigo, lamentablemente.

Rómulo reaccionó un tanto preocupado — oh, lo entiendo.

— Pero no se preocupe por ello, soy feliz con mi hijo Alfred, si pudiera ver lo brillante que es, todo un artista, le hacía falta un amigo de sus mismos Intereses. Y a todo esto, ¿Cómo es que Feliciano le contó de su amistad? — preguntó Arthur esquivando completamente el tema anterior de manera fluida. — Toda la razón, y verá, Feli salió de noche, ¿Puede creerlo? Salió solo para jugar con su niño ya que supuestamente no lo dejaba salir a jugar — Contó Roma entre risas.

Arthur también se soltó a reír colocando su mano en el rostro — Este niño... — Quitando su mano del rostro entonces empezó a explicarse mejor — Verá, mi hijo está mucho en casa, y de hecho también estudia en casa así qué es un poco torpe socialmente, es muy obediente así que busca preguntarme primero, lamento si le causó problemas mi Alfred.

— ¡Para nada! Si no fuera por ello, tal vez Feliciano nunca me hubiera contado que tenían una amistad ni me hubiera percatado que teníamos vecinos cerca, además mire, a su hijo le va a servir estar con el mío para hacerse más social — Respondió Rómulo sin tener ningún inconveniente, era un hombre completamente comprensivo.

Mientras los dos adultos siguieron conversando, Alfred y Feliciano se encontraban enfrente de la casa. Alfred tenía algo de miedo pero al menos no estaba solo, podría confiar en Feliciano y en su padre después de todo, creía firmemente en su palabra y estaba completamente distraído viendo a Feliciano, no podía asimilar que estaba viéndolo; le parecía lindo, alegre, alguien lleno de bondad. —¡Alfred! — En cuanto menos se dió cuenta, Feliciano alzó la voz llamando por su nombre puesto que al estar muy distraído no escuchó que esté mismo lo llamaba, cuando está distracción le sucedía a menudo era vergonzoso para él.

— Alfred, ¿Estas bien? ¿Te veo muy desinteresado, si quieres hay que jugar lo que tú quieras — Mencionó Feliciano con una voz de preocupación, acercándose a Alfred.

— Estoy un poco preocupado Feli, nunca había salido de casa y me da miedo este bosque, me da miedo estar afuera y...

Antes de que Alfred pudiera terminar, Feliciano tomó la mano del contrario — Pues hay que entrar a mi cuarto y veamos televisión — Sonrió el italiano con intenciones de hacer sentir cómodo a su amigo.

— Mi padre no me deja ver tele, Feli... — Mencionó Alfred con miedo, y esto era cierto, el jamás había visto la televisión y no se le permitía ver la que tenía Arthur en su habitación. La sonrisa de Feliciano se borró un poco — Alfred, no te pongas nervioso, tu papá ya dijo que hicieras lo que quisieras conmigo, no es necesario que le avises cada cosa que haces — Dijo Feli algo preocupado, intentando tranquilizar a Alfred, no entendía porque sus decisiones dependían tanto de su padre.

— Supongo que tienes razón — La expresión facial de Alfred cambió a ser una más alegre — Hay que ir entonces.

— El que llegue primero a mi cuarto gana — Dijo Feliciano para comenzar a correr, y Alfred intentó seguirle el paso con todas sus fuerzas mientras se reían, al entrar a la casa y a la habitación los adultos los vieron con sorpresa unos momentos.

— ¡Feliciano! ¡No corras dentro de la casa! — Exclamó Lovino.

— Déjalos Lovi, solo están jugando — Mencionó el abuelo con tranquilidad.

— Bueno... — Dijo Lovino rodando los ojos — ¿Ya puedo retirarme de la mesa?

— Adelante señor, pero levanta tu plato y tú vaso, y de paso también llévate los de los niños de favor Lovi — Respondió tranquilamente Rómulo. Y justo Lovino eso hizo aunque con una expresión clara de disgusto, después de recoger y lavar sus trastes pensó en ir a su habitación para ver algo de televisión, debido que su recámara estaba a lado de la recámara de Feliciano, podía oírlos reír, así que solo le subió al televisor soltando un suspiro.

Mientras tanto, Feliciano encendió el televisor y estaba un canal donde estaba su caricatura favorita, donde se podían ver superhéroes. Alfred estaba muy sorprendido y atento a lo que veía puesto que Arthur jamás me permitía tocar la televisión, así que básicamente era la primera vez que veía un programa.

— Mira, me encanta esa caricatura, se trata de un grupo de superhéroes, hay mucha acción y las peleas son muy buenas, ¿Nunca la habías visto?

— Yo nunca había visto televisión — Mencionó Alfred atento mientras se pegaba al pequeño televisor que estaba sobre un mueble.

— ¿¡Es que cómo es eso posible Alfred!? Tu papá sí que es estricto… Pero bueno, aprovecha cuando vengas a mi casa, ¡Ah! Además mira, en este episodio el capitán del equipo tiene que salvar a su novia porque la secuestran y tendrá que hacerlo solo porque sus amigos no podrán ayudarlo — Comentó Feliciano la sinopsis de una forma muy emocionante.

— No entiendo que es novia pero suena increíble, ¿Es comida? — Alfred estaba centrado en el programa, estaba completamente alucinado por los colores y la animación.

— ¡Alfred! ¡No me digas que nunca has tenido novia! — Respondió sorprendido Feliciano.

Alfred se despegó del televisor y volteó a ver a Feliciano — Pero no se que es eso.

— ¿¡Cómo no lo sabes!? Tu sabes, una niña que quieres mucho mucho

— Nunca he conocido a ninguna niña, pero quiero mucho a mi padre — Sonrió Alfred al responder.

— No, no, me refiero a cuando alguien te regala flores o regalos, le cantas, quieres y amas a esa personita y caminan tomados de la mano y la invitas a cenar pasta— Intentó explicar Feliciano aún que su definición era muy superficial.

— Tu me regalaste un dibujo, me invitaste a cenar pasta, cantamos juntos una vez, ¿Te refieres a eso? — Mencionó Alfred sin terminar de comprender.

Feliciano se puso muy nervioso al instante por la inocencia del americano — Ah, no era a lo que me refería… — Mencionó Feliciano con un tono de voz avergonzado — Cuando seas más grande lo entenderás.

Una gran tarde fue la que pasaron los dos infantes, Alfred se sentía como nunca, experimentando nuevas y gratas sensaciones y emociones al jugar, hablar de cosas que nunca había conocido y expresar la mayoría de sus pasatiempos. Omitiendo detalles sobre su familia…