Hola! Mil gracias por los reviews, paso a contestarlos:

anya-chan – bueno, aquí está el siguiente capi. Sí, lo cierto es que me apetecía hacer algo raro. Jaja.

Haruko FLCL – bueno, digamos que él ha tenido muchas versiones femeninas en su vida. Más que nada, por que las versiones masculinas se reducían a unas pocas visitas de su padre, a las clases con Severus y algo más. Pero sobretodo se la pasaba con mujeres. Es por eso que las imita tan bien.

Audrey – aquí esta la continuación.

KmZilita-H– sí, esas partes me hicieron reír a mí como nunca. Me divertí mucho imaginándolas.

sandrasg09 – pues espero que te hagas a la idea! Pasará mucho tiempo así!

belial16– gracias, pero es que últimamente no he tenido mucho tiempo, espero que te guste.

Gracias al resto por leer. ¿Os habéis pasado por mis otras historias….?

P.D: (Y ME GUSTARÍA QUE LO LEYESEN TODOS), no valláis a pensar que Draco va a dejar de ser Draco. El que esté en un cuerpo de mujer (o de jovencita, mejor dicho), no quiere decir que valla a dejar de ser ÉL. Lo digo para que no halla confusiones más adelante. Otra cosa, cuando llame a Draco, Dianne, es por que tiene cuerpo de mujer, y cuando lo llame Draco, por que ha vuelto a su cuerpo. Habrá veces, en las que me refiera a Dianne como Draco, ya que estaríamos hablando de su fuero interno.

Espero no haberos liado, si tenéis dudas… reviews.

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4.- Salidas Nocturnas.

Aún así, Draco no se sentía del todo mal siendo una chica. Incluso podría llegar a acostumbrarse. De echo, ya hacía bastantes cosas de chicas: como ir muy a menudo a la peluquería; hacerse la manicura tanto en las manos como en los pies; limpiarse el cutis tres veces a la semana; ponerse cremas protectoras y anti-espinillas; ducharse todos los días nada más se levantaba; ponerse colonia, etc. Entre otras muchas más cosas.

Dianne dio unas vueltas por el departamento de su ahora "Tío", con un creciente enfado. ¿Qué podía hacer para distraerse…? Y como una revelación, se le ocurrió.

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Y entonces, rebuscando en su baúl ropa vieja de su primo. La encontró, ya sabía lo que iba a hacer después de la cena. Ya que antes de ir a cenar, Harry había decidido intentarlo de nuevo con Remus.

-Espero que cambie de opinión-y con esto salió del cuarto completamente vestido.

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Harry había desistido. Era completamente imposible hacerle cambiar de opinión. Remus insistía en que daría pociones, y que el tema estaba zanjado. El moreno no se podía creer que uno de los mejores amigos de su padre fuera a dar clases (otra vez). Y menos de pociones. Era completamente absurdo. Inútil. Ilógico. Inadmisible. Era del todo Increíble. Pero era verdad. Y Harry tendría que soportarlo.

De repente, se le vino a la mente el rubio Slytherin. ¿Qué pensaría él de toda ésta situación, una vez hubiera regresado de Navidades? Era más. ¿Qué pensaría toda la escuela? El moreno estaba deseando ver la cara que pondrían las serpientes cuando se les anunciara que el profesor Snape empezaba a dar DCAO y que dejaba pociones. Pero lo mejor vendría cuando se les dijera quién daría pociones. Y se echó a reír. Sería divertido ver a Ron y a Hermione. Muy divertido. Sobretodo por la expresión que iba a poner su pelirrojo amigo.

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Dianne recogió un poco la habitación. Pero era una tontería seguir haciéndolo más. Y más cuando estaba bajo aquel horrorosamente molesto ruido, como lo eran los ronquidos del de la nariz ganchuda. La habitación estaba echa un desastre. No sabía cómo su "Tío" lograba apañárselas para encontrar algo entre todo aquel desorden. Por que lo que era él, no podría. Y estaba dispuesto a que aquello no siguiera así. Si realmente tenía que ir a vivir allí, iban a cambiar un par de cosas. Y en primer lugar en la lista estaba ordenar aquella desastrosa habitación. Severus iba a tener que aprender a comportarse. Draco tendría que enseñarle un par de modales…

Levantó entonces un calzoncillo sucio que había en el suelo, e instintivamente lo olió. Dianne hizo una mueca al más puro estilo Pansy, cuando se daba cuanta de que ni Goyle ni Crabbe se habían duchado en una semana. Quizás iban a ser más que un par de modales. Draco/Dianne bufó, tal y como lo hacía su madre cuando estaba a disgusto con algo. E hizo aparecer un cesto, en el cual, metió el sucio y apestoso calzoncillo. Luego hechizó el cesto para que la ropa que allí se introdujera fuera enviada directamente a los elfos domésticos. Y sonrió, al ver que estaba satisfecho por lo que había hecho.

Se volteó resuelta, e imitando a su tía Bellatrix, abrió la puerta de las habitaciones del antiguo profesor de pociones, y la cerró con el trasero. Amplió su sonrisa. Se aventó el pelo, y moviendo las caderas, al estilo Pansy Parkinson, se encaminó fuera de las mazmorras.

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Harry salió de la solitaria habitación, que ahora compartía consigo mismo. El mapa del merodeador en una mano, y la capa de invisibilidad bajo el brazo contrario.

Esa noche le apetecía ir a dar una vuelta por los alrededores del lago. Con un poco de suerte, y con la ayuda de los dos mágicos objetos que portaba, conseguiría despistar al celador Filch, y a la Sra. Norris, y podría salir a los jardines.

Harry sonrió. Últimamente se había hecho costumbre eso se salir por las noches a ver la calma del lago. Por que precisamente, eso le tranquilizaba. Le relajaba más que cualquier otra cosa. Y de hecho, siempre que tenía la oportunidad, se escapaba de su cuarto, cuando sus otros compañeros, que en ese mismo momento no estaban, dormían. Y de esa manera, ir al lago a darse un baño. Aunque, naturalmente, en pleno invierno tal y como estaban, no tenía intenciones ningunas de sumergirse en las, seguramente, congeladas aguas del lago.

El moreno se acordó en ese momento de las caras que ponía su pecoso amigo, cuando Harry le daba sus excusas del por qué no se encontraba en la habitación cuando el pelirrojo se despertaba y no le encontraba allí. Podía recordar casi todos los "malos" pretextos que había tenido que tragarse el penúltimo de los Weasley. Desde las cosas más absurdas (cuando su mente no le daba para más) hasta las más creíbles (sí, a veces su cerebro funcionaba correctamente. Pero sólo a veces). Aunque ninguna de ellas, se asemejaba ni un poco, a la verdadera realidad.

Y es que, a pesar de que la vida le hubiera dado infinitas oportunidades de aprender, el ojiverde no acostumbraba a mentir. Exceptuando, claro está, en casos absolutamente necesarios.

Así que, mientras que el pelirrojo tenía que aguantarse con las evasivas del moreno a contar la verdad, éste se iba y se daba un relajante baño a la luz de la luna.

Pero Harry no hacía aquello por simple diversión. No. Había una razón un poco más profunda para todo aquello. Siempre, sin faltar una noche, se despertaba a una misma hora. Y nunca cambiaba de motivo, constantemente era el mismo; pesadillas.

Unas horribles y espeluznantes pesadillas que le impedían dormir tranquilamente. Y Harry no se podía permitir abusar de las pociones para dormir sin soñar. Ya se había vuelto adicto una vez. Y no quería repetir la experiencia. De dicho modo, había logrado imaginar una nueva forma de poder reposar, y no soñar al mismo tiempo: al ir al lago a nadar, aprovechaba y daba tantos largos como el cuerpo le permitía. De esta manera, al acabar estaba tan cansado, que cuando conseguía legar a la habitación, se tumbaba en la cama sin ni siquiera tocar las sábanas. Y se quedaba dormido nada más apoyar la cabeza sobre la almohada. Y, por fin, podía descansar un poco tranquilo y sin sobresaltos.

Harry ya no recordaba cuando había comenzado a tener aquellas pesadas, pesadillas. Hacía tanto tiempo ya… y desde el último enfrentamiento con Lord Voldemort, éstas se habían incrementado.

No sólo era eso lo que más sorprendía a nuestro joven amigo. Sino el que siempre acabaran de la misma forma; con unos ojos grises. Si bien no sabía el por qué, esos ojos grises que daban fin a sus pesadillas, siempre estaban allí para despedirse de él con una triste sonrisa. Lo miraban asustados, temerosos. Y algunas veces incluso lloraban. Pero al final, siempre le sonreían. Y era aquello lo que tenía a Harry inquieto. Sólo sabía de unos ojos como aquellos del sueño. Y éstos pertenecían a nada más ni nada menos que a Draco soy el Príncipe de Slytherin Malfoy.

Y entonces fue, cuando el Joven-Que-Vivió, se percató de que ya había llegado a las puertas que daban acceso a los jardines, y ni siquiera recordaba haber dado ni tres pasos. Harry se hincó de hombros. A veces le solían ocurrir esas cosas; llegaba a un sitio y no recordaba como había llegado. Pero eso era lo de menos en aquellos instantes.

Harry abrió la puerta y salió a los exteriores.

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Dianne no sabía adonde ir. No se le ocurría ningún lugar interesante. Así que dejó que sus pasos la guiaran. Por eso, cuando sus pies la llevaron a la puerta de salida a los jardines de Hogwarts, se quedó estática. Nunca se le hubiera ocurrido ir a parar allí.

Pero entonces, sonrió. Le gustaba la idea.

Sí, definitivamente, saldría a dar una vuelta.

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Harry se había sentado bajo el sauce que había al lado del lago. Había apoyado la espalda y la cabeza en el tronco del árbol y había cerrado los ojos. Estaba relajado, se encontraba bien. Y eso le alegraba. No había muchas veces en las que pudiera encontrarse así. Harry suspiró. ¡Ojalá pudiera quedarse allí para siempre!

Y de repente, como un resorte, saltó de su lugar y se puso en pie. Había escuchado unos ruidos extraños. Tardó en darse cuente de que no llevaba la varita encima. Es decir, que se la había dejado olvidada en su cuarto. Conclusión, que no tenía como defenderse. Harry se maldijo, y maldijo también, la hora en la que se le había ocurrido salir a los jardines. Y por último, maldijo por enésima vez a su olvidadiza cabeza.

Intentó esconderse tras el árbol, que era lo suficientemente grande como para ocultar a cinco como él. Y ya tras el tronco del sauce la vio.

-¿Qué…?-murmuró al viento.

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Draco/Dianne avanzó hasta la orilla del lago. Se agachó y tocó la superficie del agua con la yema de sus delicados dedos. Aún no estaba completamente congelado, pero le faltaba poco. Sonrió; podría darse un remojón bastante fresquito.

Se enderezó y comenzó a desabrocharse la túnica que la cubría. Se desprendió de los zapatos y poco después, deslizó la falda hasta sus talones. La siguieron el jersey, la blusa, incluyendo la ropa interior. Los colocó bien puestos sobre la hierba, de manera que no se mojasen si el nivel del lago subía.

Y entonces, imitando a las amigas de Pansy, cada vez que se bañaban en el lago; deslizó la punta de los dedos del pie para tocar el agua. Y entonces, con el pie alzado de ese modo, se quedó estático. Ciertamente, no sabía por qué lo había hecho, había sido puro instinto. De modo que, sin hacer más caso a sus pensamientos, se zambulló en el agua con un chapoteo.

Buceó un poco, hasta que se le terminó el aire. Y entonces, salió a la superficie, sólo con la cabecita. Se limpió un poco el rostro, y se quitó el agua de los ojos, para poder abrirlos bien. Observó a su alrededor. Todo en calma, nadie sabía que estaba allí. Y entonces sonrió. Se introdujo bajo la superficie del agua una vez más. Buceó un poco más, hasta llegar a un lugar un poco más apartado y en el que no podían verla desde el castillo.

Salió otra vez a la superficie, y observó con asombro lo que tenía a su alrededor…

CONTINUARÁ…