SHINIGAMI
EN MEDIO DEL CIELO
Dedicado a todos los fanáticos de Duo Maxwell.
Capítulo 1
Por DarkCryonic.
De nuevo Shinigami en medio del cielo, volando amarrado a una soga. No me quejo, porque soy el experto en este tipo de acciones suicidas, pero eso no significa que confíen en mí. De todas formas, quién confiaría en el Dios de la Muerte.
A lo lejos puedo ver a mis "compañeros" esperándome. Tengo conmigo lo que querían. Malditos planos. Maté a diez personas por ellos, no es que los contara... bueno, sí los conté... siempre lo hago. Es una de mis malditas costumbres... quiero llevar el número de muertos por mis manos.
Como si cuando me muera, el saber cuantos son, hiciera alguna diferencia. De todas formas me voy a ir al infierno, y no es que encuentre que haya alguna diferencia en mi vida actual con relación a la del infierno... No... aún aquí las pesadillas siempre invaden mis noches, y cada vez que cierro los ojos.
Se podría decir que desde que soy consciente, desde aquel día en que se quemó la iglesia que había sido mi hogar, las voces de los muertos me acompañan y me recuerdan que no puedo escapar de la oscuridad.
Me dejó caer cerca de ellos, con mis movimientos suaves, aquellos que conseguí como ladrón. Sin decir nada le arrojo los planos a Trowa que está más cerca y me encamino hasta la escalera sin decir nada. El chino me mira con un dejo de extrañeza. Heero esta demasiado concentrado en los planos con el cirquero, como para percatarse de mi existencia. Siempre soy yo mismo que me digo: "Buen trabajo Duo", ya que a los demás se les olvida decirlo.
Mi parte ya terminó. ¿Para qué quedarme más? De todas formas parecen no aguantarme... Jajajajaaa... Así que me giró hacía la salida de aquel lugar.
--¿Duo?—Se acerca Quatre a mí, mientras bajamos las escaleras.
--¿Qué pasa, amigo?—Le pregunto sin mirarlo.
--¿Pasa algo malo?—Me pregunta de vuelta. Paro de bajar las escaleras y me le quedo viendo con interés. Parece siempre saber cuando algo mal anda conmigo o con cualquiera del grupo. Sonrío como siempre que veo la preocupación en sus ojos claros. "Amigo Quatre, no estás hecho para esta guerra." Pienso cada vez que veo esa preocupación en ti.
--No pasa nada, amigo. Sólo estoy cansado.—Digo riendo.—Los veo en casa.—Dije bajando lo que quedaba de las escaleras del edificio abandonado con toda la rapidez que me permitían mis piernas. CASA... no creo que pudiera llamársele así, ya que no sé cuanto tiempo estaremos en ella, así que no debo acostumbrarme a estar allí. Aunque en está llevemos unos 6 meses, quizás es en la que estamos más de lo acostumbrado, quizás es eso lo que me tiene más nervioso que otras veces... debe ser la costumbre de estar aquí. No tengo que aferrarme... eso lo sé...
Cuando llegué, crucé el salón y me perdí en el pasillo y llegué a la puerta de mi cuarto, detrás de donde estaría a salvo. Aunque sé que estar a salvo no existe. Por lo menos allí, estaba un segundo más de estarlo, y con eso me bastaba... me conformaba con tan poco, quizás de eso se trataba esta vida que me había tocado vivir.
Eran las 4 de la mañana. No había dormido el día anterior. Y tampoco tenía ganas de hacerlo ahora. ¿Cuánto tiempo llevábamos ya juntos, todos? Un año, dos... quizás más. El tiempo pasaba demasiado deprisa y aún, ahora, viéndome al espejo, sigo viendo los mismos ojos y la misma sonrisa falsa de mi infancia. ¿Podré volver a sonreír de verdad nuevamente?
Después de una hora escucho que llegan. Siempre tan silenciosos como siempre, pero aún así puedo escuchar la voz suave de Quatre preguntándoles si tienen hambre, rompiendo la monotonía de los tres señores "no me hables o te mueres", que llamamos compañeros. Me recuesto en mi cama y me tapo con la manta hasta quedar oculto bajo ella. No es que me vaya a proteger de algo, pero por lo menos me da un espacio para mí mismo, dónde no podrán llegar por mí.
El dios de la muerte, no le teme a morir, pero sí a las pesadillas. Maldición... no creo que sea al único que le sucedan estas cosas. Pero quizás soy al único que trata de desaparecerlas de la realidad, sin conseguirlo.
Fuera de la ventana, a empezado a llover. Será que el cielo llora las muertes de esos 10 hombres. A ninguno le vi el rostro. ¿Tendrían familia? ¿Hijos? ¿Hermanos?... Nada de eso importa ahora, ya que los mandé al otro mundo con un disparo certero en algún punto vital. No puedo evitar no darles en el corazón, como si con ello mi culpa no fuera más grave. Morir rápido es lo único que puedo darles. Soy un dios misericordioso. No puedo evitar soltar una carcajada. Ya me estoy volviendo más loco de lo que pensaba.
El gran dios de la muerte, hecho hombre, sobre una cama riendo por sus tonterías que le parten lo poco y nada de alma que aún le queda. Y eso que aún no llego a cumplir dos décadas de existencia. Que será cuando sea mayor... vuelvo a reír... y quien diablos me asegura que pasare del día de hoy. Sólo puedo controlar las muertes de los otros, no la mía. Soy un dios que no puede más que tomar la esencia de los demás y bañarse con la sangre de sus víctimas. Y vivir con sus gritos y palabras en los oídos, que ni siquiera la música estridente y fuerte que escucho en mis ratos de ocio y sobre mi Gundam, me evitan escuchar.
Escucho que llaman a la puerta. Quito la manta y me pongo de pie. Mi trenza se bambolea mientras me acerco a abrir. Mi sonrisa cubre mis labios y abro. No puedo evitar sorprenderme al ver al soldado perfecto mirándome.
--¿Qué quieres?—Preguntó. No contesta de inmediato. Debe estar en lo de siempre, tratando de descifrar mis pensamientos. "Pero ya sabes, Heero... nadie puede leer la mente de Shinigami, ni siquiera tú, que me conoces de más tiempo que el resto."
--Quatre... —Dice. Bueno, para que dejarte seguir diciendo lo que te cuesta tanto. Es obvio que mi amiguito te obligo a venir a verme por lo de la comida. "Yo si puedo leer tus pensamientos."
--No tengo ganas de comer.—Contesté mientras sujetaba mi trenza entre mis manos y empezaba a deshacerla. Quizás un baño me vendría bien.—Adiós.—Dije cerrando la puerta de mi cuarto. Pobre de Heero, debe tener ganas de matarme, pero ya le daré ese gusto otro día. Hoy, el gran Shinigami, no tiene ganas de pelear contigo, ni con el gruñón de Wufei.
Así que me dedico a buscar ropa limpia, ya que por lo visto no voy a dormir. No tendremos una nueva misión por lo menos por una semana, así que no tengo para que obligarme a descansar. Ya dormiré después cuando no pueda sostenerme en pie. Tomo mis cosas y salgo al pasillo. Caminó silenciosamente, toco suavemente en la puerta del baño, y al notar que no hay nadie, entro. Cierro con seguro, y después de desvestirme me meto en la ducha.
--Diablos.—Olvidé ver el corte que recibí de uno de los que maté. Bueno, quedara como una más de las muchas huellas que hay en mi piel. Una más no me va a hacer más infeliz o mejor. Las heridas duelen con el agua tibia. Jajajaa... Río de nuevo por mi maravilloso descubrimiento. ¬¬0 creo que ya estoy para un manicomio.
Bueno, mi nueva marca decorara parte de mi hombro derecho. Por lo menos Quatre no la vera, y no podrá armar el escándalo de siempre. Aún no entiende, que al dios de la muerte no le importan estas heridas. Me molestan más, las que no se ven, pero que de todas formas, son grandes y duelen dentro de mi cuerpo. Y me queman, como si fueran las llamas del infierno que me espera.
Sonrío al notar que mi cuerpo parece estar menos despierto. Eso es bueno. Así ya nada me puede herir. Cierro la llave y me quedo un momento para que mi cabello escurra. Muchas veces me han preguntado por qué lo llevo largo, quizás es porque el cuidarlo me hace pensar en vanidades. Y ese tiempo sin sentido que le dedico, es el más feliz de mi vida.
Salgo del baño vestido y sonriendo. Nadie al verme creería que soy un chico que viene llegando de una misión donde mató a 10 personas. ¡¡Sí!! ¡¡Ya sé!! No soy un maldito sin corazón, pero me gustaría serlo. Por Shinigami que quisiera serlo... por lo menos así podría dormir en paz. Aunque ahora que lo recuerdo, no creo haber tenido una noche tranquila desde que nací. Siempre había algo que me mantenía despierto o me obligaba a estarlo: las pesadillas, el frío, el hambre, la soledad, las lágrimas, el fuego... el silencio, las voces, las interminables imágenes que invaden mi mente, los olores, las quemaduras en mis manos, el frío del metal, los estallidos, las palabras que nunca dije, y las que nunca oiré.
Es fácil odiar y destruir; lo difícil es amar y construir. Pero ya saben, mi vida ha sido difícil desde el nacimiento, porque entonces no permitirme alivianarla haciendo lo más fácil y de paso, destruirme.
6 AM. Es una buena hora para desayunar, ya que no recuerdo haber cenado. Los chicos deben estar durmiendo, aunque podría jurar que Heero esta con su computadora pasándolo de lo más bien. Debe ser el único que se divierte de verdad con todo esto. Aunque no puedo negar que yo también me divierto un poco. La adrenalina bien vale la pena, aunque no sé si valdría el costo si mi vida no fuera lo que es ahora.
Muchas veces me he sorprendido a mí mismo preguntándome como habría sido tener una vida normal. Pero ya saben, dura poco, ya que Duo Maxwell no nació para ser alguien normal. Creo que de todas formas hubiera encontrado la forma de hacerme de una vida más entretenida.
Pongo el agua a calentar, mientras reviso nuestro refrigerador. No puedo evitar soltar una maldición en mi idioma natal, mientras saco algunas cosas. Extraño la comida chatarra... ¡¡qué acaso no conocen las pizzas!!... pero ya conozco las respuestas, más bien las miradas que dan como respuestas. Jajajajaa...
Me preparo un par de emparedados, mientras espero el agua. La casa está en total silencio. Es un bonito lugar, no muy grande, pero por lo menos no tenemos que compartir habitaciones. No hay como tener un lugar para cada uno, además no nos caracterizamos por ser muy amistosos... Bueno, Quatre y yo si lo somos, pero con el trío de ogros, se nos pasa fácilmente.
No puedo evitar suspirar. Extraño estar solo, pero quizás es la falta de costumbre de andar en grupo. Aunque de grupo tenemos el puro nombre, ya que a fin de cuentas nadie sabe nada de nadie. Y si lo pienso bien, quizás es mejor así. El crear lazos, nos perjudicaría, y ya no quiero sentirme mal por ver morir a un amigo. Pero aunque lo niegue, estos 4 locos son lo más cercano a amigos que tengo. Hilde también lo es, pero no esta aquí. Así que no cuenta.
Me sirvo una taza de café, por milagro hay café, ya que Wufei tiene llena la alacena de té chino. Suspiro nuevamente sin poder evitarlo. Extraño las gaseosas. No puedo evitarlo, me gusta la comida que hace mal. Además por qué preocuparme de mi salud, si ni siquiera tengo pensado llegar a los 30. Así que para que preocuparse del colesterol y de las grasas saturadas...
6:30 AM. Empieza el movimiento en casa. El chino es el primero en aparecer, ya que empieza temprano con su rutina de ejercicios. Ni siquiera me ve, sé que sabe que estoy aquí, pero no debe de estar de humor para pelearnos y cumplir con la cuota normal de "maten a Duo" del día de hoy. Bueno, ya después habrá tiempo de fastidiarlo, pienso mientras sonrío. Cinco minutos después aparece Trowa, sin mirarme se sienta a desayunar sentándose frente. No digo nada, ya que es como hablar con una pared. No sé como a Quatre le puede caer bien el "payaso sin sonrisa". Me aguanto las ganas de ponerme a reír, ya bastante problemas tengo, como para acarrearme el odio del de los ojos verdes.
El tercero en aparecer es el soldado perfecto. Nos da una mirada mañanera a los dos y se sirve una taza de café. Miró mi taza y noto que ya no tiene nada, así que para qué quedarme más tiempo en compañía de los señores "hablemos amenamente". Diablos!! No te rías, que te matan...!! Demasiado tarde, sin querer me río. No los miró, ya que sus miradas deben dar miedo. En eso llega Quatre.
--¿Qué pasa, Duo?—Me pregunta al ver que trato de dejar de reír.
--Nada, Quatre amigo.—Respondo tratando de recuperar la compostura.—Es que... bueno, ya no vale la pena... es que me acordé de algo.—Dije excusándome tontamente, aunque el rubio pareció creer mi mentira. No digo mentiras, pero tampoco soy tan suicida como para decirle que me reía de los señores del hielo...
--Me alegra que estés contento.—Me dice el rubio mientras sonríe.
--¿Y por qué no habría de estarlo? La misión salió bien y tenemos una semana libre.—Dije mientras agregaba mentalmente " Y mate 10 personas y no me hizo sentir más fatal de lo acostumbrado".
Heero se me quedo viendo, ¿sería que tenía el poder de leer los pensamientos? Sonreí por aquella tonta idea.
--Una semana... —Murmuró Quatre mientras se sentaba junto a mí para beber su café.-- ¿Qué harás, Duo?—Me preguntó.
--Lo de siempre... Revisar a Deathscythes y quizás dar un paseo por ahí.—Dije. Sabía que la idea del paseo era algo que causaría revuelo, más por el hecho de que supuestamente medio ejercito nos estaba buscando. Así que antes de que dijeran algo, agregué-- No cuesta nada soñar.— Y sonreí.
Heero bufó, fastidiado. Trowa volvió a concentrarse en su comida, mientras Quatre sonreía con un dejo de tristeza.
—Quieres pasear conmigo, será divertido.—Le dije en voz baja. Me miró sorprendido. Y afirmó.
En eso entro Wufei con su acostumbrada seriedad. Se sirvió té, y se sentó a comer en silencio.
--Tanta comunicación, me mata.—Murmuré provocando que me quedaran mirando. – Bueno es hora de trabajar en mi Gundam... —Dije poniéndome de pie con alegría y antes de salir de la cocina le dije al rubio.—Te espero, para que ayudes... – Él asintió, sabía muy bien a que me referiría.
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--Maxwell está raro.—Murmuró Wufei.
--Siempre ha sido raro.—contestó Trowa.
Heero se mantuvo en silencio.
--Bueno, nos vemos.—Dijo Quatre levantándose de su lugar.—Voy a ayudar a Duo.—Dijo saliendo.
Los tres señores amistosos se miraron por un segundo, y se fueron a sus respectivas obligaciones.
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Bueno, esa es parte de mi vida. No es la mejor, pero no hay otra. Esa tarde salimos con Quatre a la ciudad. Nos paseamos por muchos lugares, más de un par de veces, tuvimos que escondernos por causa de las patrullas de soldados. No somos muy difíciles de identificar, un rubio y un chico trenzado.
No pude evitar comprar unas gaseosas, y algo (más bien mucho) de comida chatarra; ya que estabamos allí, había que aprovechar.
Cuando entramos en casa, eras las 8 de la tarde. Caminamos hasta la cocina. Todo iba bien hasta que una voz fría nos pregunto:
--¿Dónde estuvieron?—Nos volteamos rápido, y nos quedamos mirando a Heero, que estaba apoyado en el marco de la puerta, con sus brazos cruzados. "Nos va a matar".
--Nosotros... digo... —Empezó a decir Quatre nervioso.
--Me secuestre al rubio, y lo obligué a dar una vuelta conmigo por la ciudad.—Dije mirando a Heero.—Él no quería ir, pero ya sabes, a Shinigami nadie le dice que no. – Dije lanzándole una gaseosa al soldado perfecto, que agarró con rapidez antes de que le llegara en la cara. Nos miraba con algo de sorpresa.
--Quatre amigo, prende el horno. Necesitamos calentar la comida que compramos. – Dije volteándome, y zamarreando al rubio para que reaccionara, ya que seguía mirando al de los ojos azules.
--Sí... —Dijo reaccionando.
--Y tú, chico perfecto, ve a avisarle a los otros gruñones, que la comida estará lista en 15 minutos. – Dije mirando a Heero brevemente y dedicándome a revisar las bolsas de comida.
--Quatre, pon los cubiertos.—Miré a Heero que parecía estar pensando, sin quitarle la vista a la gaseosa.—Heero, si no es una bomba.—Dije acercándomele y quitándosela.—Ya vete por donde llegaste.—Dije haciéndolo girar y empujándolo fuera de la cocina.—Y busca a los otros ogros.—Y cerré la puerta.
--Duo... Los ogros... quiero decir... —Dijo riendo.—Los demás nos van a retar.—Dijo mientras estiraba el mantel.
--Puede ser, amigo Quatre, pero el día de hoy nadie tiene la fuerza para amargar a Shinigami.—Dije sonriendo.
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A los 15 minutos el trío entraba en la cocina. Quatre tenía todo listo y estabamos sirviendo platos de patatas fritas, pollo, y todas las cosas que encontré.
--Comida americana.—Murmuró Wufei sentándose.
--Así es, amigo Fei.—Dije mientras le ponía un plato frente a él. Aunque me miró fríamente al notar la forma en que lo llamé. Pero era parte del trato de fastidiarnos mutuamente.
--Maxwell...
--Ya sé... Wu amigo.—Respondí sin poder evitar cambiarle el nombre de nuevo. Bufó fastidiado. Sabía que mientras más se quejara, menos le haría caso.
--¿Y se puede saber como conseguiste esta comida?—Pregunto el cirquero. Quatre miró sus manos. Heero no dijo nada, estaba concentrado en masticar una patata.
--Bueno, encontré una puerta interdimensional a un restorant... —Empecé a decir. Pude notar que la ceja derecha del payaso empezó a verse extraña. "Huye Duo" gritó mi cerebro, pero como ya saben, soy el dios de la muerte, y él que debería huir es él, aunque en realidad él no lo vea de ese modo.—Ok... Confesaré... ¡Quatre me obligo!—Solté.
--¡¡¡¡Que!!!!—Gritó el rubio mientras se ruborizaba. No pude evitar reírme.
--Me obligo a quedarme, pero no le hice caso y salí igual.—Terminé de decir. Quatre volvió a respirar. Wufei casi se atraganta con un pedazo de pan.—Y no pude evitarlo, ya estaba cansado de la comida sin gracia, y... y comamos.—Dije sentándome sin prestarle más atención al cirquero, que se había quedado medio confundido.
Por un rato me quedaron viendo, aunque no sé que era lo que buscaban con ello. La cena paso tranquila, aunque podía notar en los ojos de Trowa que las cosas no quedarían así. Pero de todas formas, no podía hacer nada. A Shinigami ya nada le causaba más dolor, del que ya posee.
--Duo, ¿estás bien?—Me preguntó el rubio en voz baja.
--Lo estoy.—Dije sonriendo, antes de asaltar sus patatas fritas.—Comes muy poco, Quatre amigo, tienes que comer más para que cuando seas grande... no... seas... como... ellos... —Dije bajando la voz en la última parte. El rubio no pudo evitar reír. Heero, que parecía haber escuchado mis palabras me lanzó una patata frita por la cabeza.
Los otros dos gruñones le quedaron viendo raro, Heero hizo como si nada y siguió comiendo. Yo me quedé contemplándolo por un rato. Y después sonreí.
La cena a la americana, terminó en paz. No hubo bajas... aunque si contamos al pollo asado... si hubo una baja...
El rubio me ayudó a limpiar la cocina y los trastos. No podíamos evitar reírnos por las cosas que habían pasado. Aún estabamos impresionado por la patata voladora que aterrizó en mi cabeza. Hasta Heero parecía tener su lado infantil, y era bueno saberlo.
--¿Duo?
--¿Sí?—Dije guardando unas sobras en el refrigerador.
--¿Qué celebramos hoy?—Preguntó el rubio, provocando que volteara a mirarlo.
--¿Celebrar?—Pregunté.
--Sí.—Dijo sonriendo.—Algo debemos estar celebrando, además la actitud de Heero me lo demuestra. No nos regañó, cuando pudo hacerlo.—Dijo.
--No puedo mentirte, amigo Quatre. Sí celebramos algo. El estar vivos... y de paso... mi cumpleaños.—Dije sonriendo.
--¿Tu cumpleaños?—Preguntó el rubio sorprendido.
--Y como sospechas, el único que sabía de esta fecha era el señor perfecto y no es porque se lo haya dicho, mas bien lo supo por casualidad hace un año... es muy entrometido, aunque no lo creas... —Dije riendo.
--¡¡Feliz cumpleaños, Duo!!—Dijo el rubio abrazándome sorpresivamente.
--Gracias, pero no le digas a los demás... —Dije bajando la voz, para que los demás no nos escucharan.—Además no acostumbro a celebrar mi cumpleaños, de hecho es primera vez que lo hago desde hace mucho tiempo.—Dije.—Aunque pensándolo bien, no fue como si lo hubiéramos celebrado... ya que los invitados no sabían jajajajajajaa...
--Pero Heero sabía, así que fue como si lo celebráramos.—Dijo Quatre sonriendo.
--Es verdad. Bueno, ya dejamos todo limpio. Ahora a dormir... —Dije palmoteándole la espalda. Más bien que iba a dormir era él, ya que dudaba que yo pudiera hacerlo.
Lo vi alejarse por el pasillo, mientras yo entraba en mi cuarto. Otra vez donde había iniciado. Me dejé caer en mi cama, por lo menos la que me había acompañado 6 meses de mi vida, así que podía llamarla MI CAMA. La sonrisa desapareció de mi rostro, tan rápido como solía aparecer. Cerré los ojos, y por primera vez no vi nada. Estaba la oscuridad acostumbrada, pero silenciosa y tranquila. ¿Sería que por una noche me concederían la paz, como regalo? ¡¡naaaaa!! Eso es imposible, sólo debe ser que están en algún otro lugar. Quizás planeando como volverme loco. Abrí los ojos y me senté en la cama. Llevaba dos malditos días sin dormir y no tenía sueño. Pero mi cuerpo estaba cansado, pero mi mente estaba demasiado despierta. Salí de mi cuarto, sin antes tomar una de mis chaquetas. Si no podía dormir, debía hacer alguna cosa para no volverme loco, o por lo menos más de lo que ya estaba. Salí de la casa en silencio y me dirigí caminando hacia la parte de atrás, donde estaban camuflados bastante astutamente nuestros Gundams. Creo que cada vez estabamos más desquiciados, aunque quien podría imaginar que los 5 pilotos y sus máquinas de guerra estaban tan cerca.
Entré a la bodega y caminé hasta estar frente a mi señor de la muerte. No pude encender la luz para verlo mejor, ya que no me lo permitían las reglas de seguridad que había impuesto Heero. Así que traté de enfocar mi vista lo mejor que pude.
--Deathscythes, amigo mío, ¿Cómo estás?—Dije sacándome la chaqueta, ya que no estaba tan frío como pensaba. Prendí el monitor conectado a mi amigo y viéndolo agregué – Pareces estar mejor que yo.—Dije sin poder evitar reír.—Pero no nos vendría nada mal un pequeño ajuste de tuercas.—Dije sonriendo.
Pasé toda la noche trabajando en mi gundam. Él tiempo pasa rápido cuando se está ocupado y entretenido, y colgando de aquí para allá...
--¡¡Maxwell!!—Llamó alguien desde el suelo, ya que estaba colgado de cabeza a unos 15 metros del suelo, revisando la hoz. Miré al chino con cara de pregunta, mientras mi trenza se agitaba en el vacío.-- ¿Qué diablos haces allá arriba?—Preguntó.
--Que no es obvio.—Dije.—Trabajando.
--Baja de allí ahora mismo. Si quieres matarte, no lo hagas aquí. – Dijo. No pude evitar reír. Miré mi reloj y comprobé que eran las 7 de la mañana. Tres días sin dormir, ya debería ser todo un récord.
De mala gana empecé a bajar por la soga que me mantenía en lo alto. Wufei parecía esperarme. Aunque aún no sabía porque parecía tan enojado. Cuando llegué al suelo y me solté de la soga, tomé mi chaqueta y caminé hacia él.
--¿Qué pasa?—Le pregunté colocando cara de inocente, ya que creía no haber hecho nada malo.
--Maxwell, ¿cuántos días llevas sin dormir?—Me preguntó a quemarropa, sin dejar de mirarme.
--¿Días? -- ¡¡¡Diablos!!!
--No te hagas el tonto. Desde antes de la última misión no has pegado un ojo.—Dijo poniendo su mano derecha en mi frente. Me quedé paralizado. Desde cuando, todo el mundo estaba preocupado por mí. Bueno, estoy exagerando, no era todo el mundo, sólo era uno de los gruñones, pero eso bastaba para darse cuenta de que estaban más pendientes de mí de lo acostumbrado. ¿Será que ya les caigo bien?—Hasta pareces tener algo de temperatura... —Agregó mirándome más serio, si que eso es posible, bueno imagínenselo...
--Fei amigo... ¿seguro que eres tú?—Le pregunté.
Entrecerró más sus ojos mientras sus cejas se juntaban.
--Ok... ya entendí. Pero no te enojes. Es que no puedo dormir... – Dije sonriendo, mientras una de mis manos estrujaba mi trenza.
Me agarró del brazo y me empezó a arrastrar hasta la casa. Por lo menos me jalaba del brazo y no de la trenza, como lo había hecho una vez. Aunque aquella vez lo fastidié bastante, aún no sabía como no me había matado con su katana.
Entramos a la casa. Los chicos estaban en la cocina, pero no fuimos para allá.
--Auxilio, Q-amigo!!—Grité. El rubio se puso de pie y nos siguió. Paramos en la entrada de mi cuarto, el chino abrió la puerta y me empujó dentro. Heero y Trowa se quedaron en la cocina, sin inmutarse. Quatre miraba con incertidumbre al chino y a mí.
--Tómate estas dos y duérmete.—Dijo Wufei entregándome dos pastillas.
--Pero... —Traté de decirle.
--Ya cállate y hazme caso.—Dijo caminando hacia la puerta.—Y si no lo haces, te obligaré.—Dijo clavando sus ojos en los míos. Y salió del cuarto. Quatre sonrió y cerró la puerta dejándome solo.
Me tomé las pastillas y me quedé mirando el techo...
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--Misión cumplida.—Dijo el chino sentándose en su silla en la cocina.
--No puedo creer que te hiciera caso.—Dijo Trowa mientras hojeaba el periódico del día.
--Se resistió, pero ya saben... está loco, pero nunca tanto para enfrentarse a mí... —Dijo el chino tomando su té.
Quatre rió. Sabía que no era eso. Trowa lo miró por sobre el periódico, provocando que el rubio se quedara callado al momento, aunque algo sonrojado.
--¿Cuánto tiempo estará dormido?—Preguntó Heero como si nada.
--Un día, quizás un poco más... Lo suficiente para que recobre las fuerzas.—Dijo Chang mirando con seriedad su té.
Los cuatro pilotos se quedaron en silencio. Quatre suspiro.
--Mucho silencio. Mejor me voy a practicar violín.—Dijo el rubio, saliendo de la cocina.
--Los tres gruñones.—Dijo Heero, sin mirarlos. Trowa se le quedó viendo junto con el chino.—Es como nos llama Duo. – Explicó.
--No sólo eso... lo he escuchado diciéndole a Trowa "el cirquero" y a mí, el "chico amigable"—Agregó Wufei, apoyando su espalda en el respaldo de la silla, echando la cabeza hacia atrás.
Heero no pudo evitar soltar una carcajada. Los otros dos se le quedaron mirando raro, para después echarse a reír también. Nadie que los hubiera conocido, lo hubiera creído.
--Aún nos debe una explicación por su escapada de ayer.—Dijo Trowa, retomando su compostura habitual.
--Eso ya no importa.—Dijo Heero. – Además no lo volverá a hacer.—Dijo como si nada.
--Nunca creí ver que lo defenderías.—Dijo con un tono sarcástico el chino. Heero lo miró con desgano.
--Era su cumpleaños.—Dijo como si nada, poniéndose de pie. Y saliendo de la cocina, hacia su cuarto, donde trabajaría con su computadora.
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El cirquero y el chino amable... disculpen... quiero decir, Trowa y Wufei se miraron sorprendidos, pero no dijeron nada. Ya no discutirían el asunto del paseo del shinigami. Después del día y medio de siesta del de los ojos violeta, las cosas volvieron a la normalidad, bueno... a la normalidad que podrían lograr 5 locos... ya saben... no pidan milagros...
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Fin Capítulo 1.
DarkCryonic
Chile
10 de febrero de 2006
22:51hrs.
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