Capitulo 4: El encuentro
Esta vez antes de irme, tuve un extraño deseo, tocar ese órgano, levante la tapa y busque una partitura, encontré una de una opera que no había oído antes, "Don Juan Triunfante"
Empecé a tocar la parte de – Don Juan – al piano. Hasta que llegue al aria de la soprano principal, papel que hice yo.
Althea:
No te asombres/ si el temblor
me obligó a callar/ si es la prueba que esperas,
la espero
yo, antes.../Antes...
He venido/ como ola que mueve el mar.
En
mi mente ya vi nuestros cuerpos/ callados y unidos/ con fuego en el
aire.
Ya estás conmigo tú/ y la atracción
es tan grande...
Tan grande...
Paso el punto más
crucial/ ya no hay retorno,
el tiempo de sentir/ por fin
llegó.
Ya no existe el bien y el mal/ el mundo es
nuestro,
ahora unidos siempre tú y yo.
¿Cuándo
esta flor podrá crecer/ No puede arder la sangre aún,
¿no
habrá placer que nos consuma?
(En este punto canta a dúo conmigo una misteriosa voz, que luego sigue su aria para terminar)
Fantasma, Althea:
Paso el punto más
crucial/ ya no hay retorno,
no hay vuelta atrás, no hay
puente que salvar...
después del punto más
crucial...
Fantasma:
Dime
que compartirás mi vida,
dime que me libras de esta
cruz.
Di que me amas, estaré contigo...
¡Déjame
aprender a ver la luz!
¡Althea!
¡Tan sólo
hazlo tú!
Me gire para vez quien era el dueño de aquella misteriosa voz, me asuste mucho al ver a un hombre con media cara cubierta por una mascara, di un salto y me levante del órgano. Y le dije:
-¿Quién es usted, ¿Qué hace aquí? – El hombre se acerco a mí con una calma que asustaría a cualquiera.
- Tranquila Madmoiselle – dijo haciendo una reverencia – Soy el Fantasma de la Opera.
- Si ya, y yo soy la soprano principal de la Opera – dije con sarcasmo
- Eso no es cierto, pero podríais serlo, tenéis buena voz
Le mire con cierta curiosidad, pues auque al principio me había asustado, vi que no tenia intenciones de hacerme daño, por que en ese caso ya lo hubiese echo.
Era alto, mas que yo, tenia el pelo negro y peinado hacia atrás, una camisa blanca y un pantalón negro, eso fue todo lo que me dio tiempo a fijarme antes de que me volviera a hablar.
Yo os puedo ayudar a educar vuestra voz
Me quede mirando para el más fijamente que antes y dije:
¿Y quitarle el puesto a la gallina?
Supongo que si ponéis de vuestra parte, podrías llegar a ello.
Me gusta – dije con una sonrisa, a lo que el me respondió – Cuando queráis empezamos.
