Elrond cogió el libro con cuidado, abriéndolo lentamente. Era muy antiguo y había sido leído una y otra vez, primero a sus hijos y luego a su hija. Estaba bellamente ilustrado y contaba historias de la Primera Edad y la aparición de los elfos.

La encuadernación de cuero estaba cuarteada y algunas páginas, especialmente aquellas que los jóvenes gemelos habían preferido, estaban marcadas por huellas de dedos sucios. Había leído fragmentos de ese libro muchas veces, con sus hijos acurrucados en su regazo frente al fuego. El recuerdo lo hizo sonreír. Aquellos habían sido tiempos felices.

Elrohir nunca se había cansado de escuchar las historias del libro. A menudo había disfrutado haciéndose un ovillo junto a su madre en su asiento del jardín, oyéndola leer, y discutiendo la moraleja después. Había sido en mañanas como aquellas en las que Elrond había sido arrastrado por los gemelos fuera de la cama al despuntar el alba.

OoO

Elrond se despertó de repente, parpadeando a través de la cortina de su pelo. Fuera, la luz del amanecer era todavía grisácea.

—Ada, ¡estás despierto!—La voz de Elladan era alegre y llena de inocencia pero Elrond no se dejó engañar. Había sentido un pinchazo.

— ¿Elladan?

Elrond miró medio dormido a su hijo, que estaba sonriendo de oreja a oreja lleno de felicidad. Había crecido recientemente y la camisa de dormir, amplia y suave, le quedaba un poco pequeña.

—Es una mañana estupenda, Ada.

—No es por la mañana, Elladan. —dijo Elrond sonriendo sin mucho humor.

Elladan miró hacia fuera no muy convencido.

— ¡Pero si ya ha salido el sol!

El niño corrió hacia la ventana para señalar ansiosamente el pequeño rayo de luz asomando sobre la colina. Elrond sintió como Celebrian se daba la vuelta en la cama y se acurrucaba junto a él. Tenía la impresión de que se estaba riendo…

—Elladan...

Elladan se giró hacia su padre.

—Practicaré contigo por la mañana.

Elrond se llevó un dedo a los labios, pidiendo silencio, mientras miraba a su esposa que permanecía acurrucada junto a él y después cerró los ojos. Las pisadas de Elladan resonaron en el suelo y su hijo se inclinó sobre su oreja.

— ¿Cuando—susurró Elladan con impaciencia en su oído—será por la mañana?

Elrond se sentó y cogió a su hijo y lo colocó en el centro de la cama, entre él y Celebrian.

—Cuando me despierte será por la mañana.

Elrond cerró los ojos de nuevo, dejando a su hijo sentado en la cama con indignación. Elladan estudió las caras de su padre y de su madre y decidió acomodarse entre las sabanas. Elrond abrió los ojos y miró a su hijo, que había cerrado los suyos con una expresión idéntica a la suya.

—No estaba retorciéndome —.Dijo Elladan

Elrond se echó a reír suavemente y abrazó a su hijo con más fuerza.

OoO

Cuando Elrond se despertó unas horas más tarde, definitivamente, ya era por la mañana. Los rayos brillantes del sol iluminaban la habitación y los pájaros cantaban fuera. Las sombras azules de las hojas se mecían con la brisa y moviéndose por el dormitorio. El aire olía a fresco. Iba a ser un día perfecto de verano.

—No tardará mucho en despertarse—dijo una voz risueña. —Se lo has prometido.

Elrond se giró hacia su esposa. Celebrian estaba tumbada en la cama jugueteando con el largo pelo oscuro de su hijo. Sus rizos rubios escapaban de las trenzas que enmarcaban su cara y sus mejillas todavía estaban rosadas del sueño. Elrond se inclinó sobre ella y la besó, acariciando su pelo.

— ¡Es por la mañana! — Elladan se sentó de repente, provocando que sus padres tuvieran que separarse para dejarle espacio.

— Es por la mañana—sonrió Elrond— Ahora, ¿qué era lo que tenía que hacer...?

— ¡Vamos, Ada!—gritó Elladan, ya fuera de la cama y a medio camino del cofre donde se guardaban las armas.

—Elladan—lo llamó su madre suavemente— Ponte tu túnica de entrenar primero.

Elladan salió corriendo para cambiarse la túnica de dormir por una camiseta interior, la túnica verde oscuro reglamentaria y los pantalones cortos en el menor tiempo posible.

Elrond se levantó de la cama y se puso una sencilla túnica azul. No tenía ilusiones de que cualquier tiempo pasado con Elladan fuese a permitirle continuar limpio y aseado.

— Está tan emocionado—rió Celebrian sentándose en la cama y cepillándose el pelo.

Elladan había heredado la impaciencia de su madre.

—Está ansioso por aprender. Será un excelente espadachín— Elrond no pudo evitar la nota de orgullo en su voz.

Elladan había aprendido las nociones básicas muy rápido y parecía tener un talento natural con las armas. Mientras hablaba, Elrond se arrodilló y abrió el cobre donde se guardaban las armas de la familia. A los muchachos les estaba prohibido abrirlo y la mayoría del tiempo lo mantenía cerrado. Confiaba en ellos, pero las consecuencias que podían acarrear un "error" era aterradoras.

— ¡Ada! —Elladan cogió carrerilla y saltó sobre la cama. Elrond no entendía por qué sus hijos tenían que hacer eso cada vez que la cama se quedaba vacía.

Elladan se sentó sobre el colchón con un ruido sordo, balanceando las piernas sobre el borde de la cama, mientras miraba como su padre cogía su propia espada y una de las pequeñas, resistentes y sencillas espadas de entrenamiento.

—Esa no es mía. Es de Elrohir — dijo Elladan con seriedad.

Elrond extendió la mano para coger la otra espada. Por supuesto. La otra espada tenía la empuñadura más desgastada y la hoja estaba algo sucia. Tenía que hablar con su hijo acerca del cuidado correcto de las armas.

—Ten cuidado, Elladan— Celebrian le hizo cosquillas y Elladan se sacudió riendo y se cayó de la cama.

—Lo tendré, Ammë. —Elladan se puso de puntillas para besar a su madre antes de salir corriendo para coger la espada que Elrond estaba contemplando con ojo crítico.

OoO

Elrond guio a Elladan hacía el pequeño jardín privado que solo podía contemplarse desde las ventanas de las habitaciones de la familia y sus balcones. No estaba seguro de que el campo de entrenamiento estuviese abierto todavía y, en cualquier caso, prefería tener privacidad. Era posible que sus habilidades se hubiesen oxidado en los años que habían pasado desde que había enseñado a alguien a luchar con espada.

Pero sus habilidades no se habían oxidado. Un primer giro experimental con la espada dio justo en el blanco. De hecho, dio tan bien en el blanco que Elladan tuvo que tirarse al suelo para evitar ser herido. Elrond ayudó a su hijo a levantarse contento de que Celebrian se hubiese perdido aquel episodio en particular.

Después de una breve práctica, en la que consiguió evitar herir a su hijo o reírse al ver la cara de concentración que estaba poniendo, Elrond se hizo una mejor idea de sus capacidades.

—Ven aquí Elladan—Elrond se arrodilló y ajustó el agarre de la espada—Tienes que llegar más lejos, ¿ves?

Celebrían, que ya estaba completamente vestida, caminó por el jardín llevando a Elrohir de la mano con ella. Ambos se acomodaron en un amplio asiento de piedra a la sombra de unos fresnos, a poca distancia del prado de hierba donde Elrond y Elladan estaban practicando.

— ¡Sí! ¡Eso es! Bien, Elladan—Elrond saltó para esquivar un golpe mucho mejor ejecutado. Elladan sonrió de oreja a oreja antes de bloquear el contraataque, pero la fuerza del choque lo desequilibró y cayó al suelo de nuevo.

Elrond se limpió la frente de sudor mientras esperaba a que su hijo se pusiese de pie y recuperase la respiración. Apoyado sobre su espada contempló a su esposa, acurrucada con Elrohir, leyendo un libro en voz alta. Sus miradas se encontraron mientras giraba la página, y ella le dedicó una sonrisa. Entretanto su hijo mayor se levantó con ayuda de las manos y más cubierto de polvo que antes.

—Estoy preparado, Ada—dijo Elladan con decisión. Elrond se preparó para otro ataque, impresionado por la resistencia del muchacho. Esta era la quinta vez que había caído al suelo y todavía no se había dado por vencido.

El repique de una campana los interrumpió.

—Elrond—Celebrian odiaba molestarlos. Hacía mucho tiempo que Elrond no estaba tan relajado, pero era necesario— Esa era la campana del desayuno y todavía no te has lavado.

Elrond levantó la mirada riéndose. Estaba mostrándole a Elladan un nuevo movimiento defensivo.

—Vamos Elladan, tenemos que lavarnos y vestirnos.

Elladan se dispuso a protestar diciendo que, aunque no se había lavado todavía, ya estaba vestido. Pero entonces cayó en la cuenta de que su madre estaba mirando su túnica polvorienta, y sus manos y rodillas sucias. Estaba hambriento y la última vez que se había negado a cambiarse se había perdido la comida. Fue brincando detrás de su padre para alcanzarlo y puso su pequeña mano dentro de la de Elrond.

— ¿Ada?

— ¿Sí, Elladan?

— ¿Podemos hacer esto mañana?

La voz de Elladan insinuaba que el mundo se acabaría si la respuesta era no.

—Está bien—respondió Elrond con cautela—Pero es por la mañana cuando yo me despierte.