Al abrir el libro cayó un pedazo de papel. Elrond lo reconoció inmediatamente. Había sido él mismo quien, hacía años, lo había puesto allí para conservarlo. Ya no tenía ningún valor y debería haberse deshecho de él hacía mucho tiempo, pero sin embargo lo había conservado, a pesar de que los recuerdos que estaban asociados a él no eran tan agradables.
En contra de sus deseos, Elladan y Elrohir no estaban inscritos en las clases que normalmente tenían lugar en Rivendell para jóvenes elfos. Bien consciente de la responsabilidad que recaería sobre sus hombros cuando se fueran haciendo mayores, Elrond había decidido que necesitaban aprender de especialistas para cumplir su papel. Por lo tanto, pasaban las mañanas en su sala de estudio, en la biblioteca o el estudio de su padre recibiendo clases con expertos.
Elrond y Celebrían sabían bien que aquellos planes no complacían a sus hijos, que preferirían estar aprendiendo sus lecciones en la sala sur con el resto de jóvenes elfos. Tenían que quedarse dentro de la casa estudiando runas enanas y examinando viejos manuscritos dos mañanas por semana, cuando los otros elfos estaban jugando, nadando y construyendo puentes en los arroyos. Recientemente esta división los había separado de los otros niños y Celebrían se había dado cuenta de que algunos elfos que solían ser amigos, ahora eran apenas mencionados. Sin embargo se les permitía participar en las sesiones de entrenamiento por la tarde y por el momento debían contentarse con eso
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Elrohir estaba sentado en la sala de estudio con el mentón apoyado sobre las manos mientras veía a Glorfindel trazar rutas en un mapa de la Tierra Media que estaba en su escritorio. Era una mañana calurosa, sin una brisa, y a pesar de que la lección era interesante preferiría estar fuera jugando.
—No lo entiendo, Glorfindel—dijo Elrohir después de mirar desconcertado el mapa durante un rato.
Glorfindel se sentó a su lado en el banco, extendiendo el mapa sobre el escritorio que había delante de él.
— ¿Qué es lo que no entiendes? —dijo Glorfindel, preguntándose qué parte de su explicación sobre la marcha de soldados en una batalla antigua podía confundirlo, y miró con dureza a Elladan mientras hablaba.
Elrohir se dio cuenta de la mirada y le asestó un codazo a su gemelo que estaba contemplando a un pájaro por la ventana. Elladan cambió de posición en su asiento rápidamente y miró el mapa. Glorfindel suspiró. Ambos muchachos eran inteligentes, pero Elladan no prestaba atención a menos que le conviniese. Elrohir entregaba ensayos estudiados y documentados, mientras que Elladan escribía el mínimo posible.
Elrohir pasó un dedo sobre el mapa siguiendo el camino que aquellos antiguos elfos habían recorrido.
—Entiendo por qué fueron por aquí—dijo lentamente—Las montañas estaban en su camino, pero Glorfindel, no entiendo por qué siguieron camino arriba cuando podían haber cruzado el río aquí.
Glorfindel tiró del mapa hacia él señalando a la ciudad en cuestión.
—Tienes razón Elrohir, había un puente ahí. Pero no siguieron esa ruta.
— ¿Por qué no? —preguntó Elrohir, chupándose el dedo mientras pensaba—La ciudad no había sido tomada todavía. El puente era seguro.
Glorfindel sonrió al muchacho. Elrohir se había convertido recientemente en un interrogante andante y cualquier cosa que le enseñase tenía que ser explicada cuidadosamente, incluyendo las reflexiones y los motivos de cada decisión.
—Ahora sabemos que el puente era seguro. Pero Silmë no sabía eso por aquel entonces. Si el puente hubiese sido tomado, habría llevado a sus hombres a un matadero y el ataque habría fallado.
— ¿Así que estaba suponiendo? — Elrohir parecía conmocionado por la idea.
Glorfindel sonrió y habló pacientemente.
—No, Elrohir. Estaba escogiendo una ruta por el bien de su gente
—Si hubiese marchado cruzando el puente aquel día, podía haber salvado muchas vidas.
—Y podía haber perdido vidas—Glorfindel se pasó una mano por el pelo—Elrohir, tomar decisiones no siempre es fácil. Si hubiese marchado por el puente aquel día, sí, podía haber salvado vidas. Pero si se hubiera equivocado se habrían perdido muchas más vidas.
Elrohir se echó hacia atrás en su asiento. Cuando estaba a punto de hablar Elladan se inclinó hacia delante interrumpiéndole.
—Yo no habría esperado. Habría cruzado el puente aquel día.
Glorfindel suspiró. Tenía la impresión de que Elladan no se enteraba de una palabra de lo que decía.
—Había suficientes hombres. Podía haber tomado el puente—dijo Elladan con decisión.
— ¿Y entonces qué, Elladan? ¿Cómo vas a luchar una batalla con elfos heridos?
Glorfindel se detuvo de repente cuando Erestor entró y le hizo señas para que saliese.
—Chicos, ¿podéis hacer una copia de este mapa en silencio señalando las razones por las que fue tomada esta ruta?—. Dijo Glorfindel rápidamente antes de dejar la habitación.
Elladan se removió impaciente en su asiento mientras esperaba a que el ruido de pasos de los dos elfos se desvaneciese. Cuando se hizo el silencio corrió a toda velocidad hasta la ventana y trepó por las ramas.
—Elladan, ¿a dónde vas? —preguntó Elrohir con reproche.
—Solo quiero coger unas cuantas cerezas —Elladan señaló al árbol que había al lado y que tenía una gran cantidad de aquellas sabrosas frutas rojas.
—Te meterás en un lio—dijo Elrohir con nerviosismo—Ada no se puso muy contento la última vez que nos saltamos las lecciones.
—Oh, Elrohir—se rió Elladan —Ada se enfadó porque nos pillaron y nos pillaron porque dejaste abierta la puerta. Nadie se va a enterar.
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Elrohir estaba dando los toques finales a su mapa cuando Elladan trepó de vuelta a dentro con la boca manchada de jugo de cereza.
—Deliciosas—Elladan le sacó la lengua a su hermano — ¿Ves?, no me han pillado.
Elrohir le puso mala cara y le sacó la lengua también.
Elladan se sentó de nuevo y comenzó a dibujar, golpeando el banco con los talones como baile de la victoria. Elrohir le lanzaba miradas envenenadas que fueron ignoradas. Elrohir deseaba ser tan valiente como su hermano, pero sobre todo quería trabajar bien y complacer a Glorfindel, que había renunciado a su tiempo para enseñarles, y le parecía mal no escucharle.
Glofindel entró un poco más tarde sosteniendo un fajo de papeles. Se alegró de ver a los muchachos inclinados sobre su trabajo en lugar de a Elladan molestando a Elrohir como solía ser el caso.
—Muy bien chicos, habéis trabajado bien hoy. Es mediodía.
Los dos jóvenes elfos saltaron y se apresuraron para dirigirse a su habitación a lavarse antes de la comida. Glorfindel le echó una mirada al trabajo que le era entregado mientras pasaban por su lado.
—Es un buen trabajo, Elrohir. Bien hecho. —Sonrió al muchacho. Intuía que Elrohir iba a acabar disfrutando de los libros tanto como su padre.
Sin embargo, mientras Elladan pasaba intentando salir de la habitación lo antes posible sintió una mano posarse sobre su hombro.
—Un momento, Elladan.
Elladan se encogió mientras veía a su hermano escaparse por el pasillo. Glorfindel no lo soltó hasta que llegaron a su asiento y se sentó frente a él.
— ¿Te ha costado una hora completa hacer esto? —preguntó Glorfindel después de examinar el trabajo un instante. El mapa estaba mal dibujado y sus comentarios eran breves, por decir algo.
Elladan frotó el mocasín izquierdo arriba y abajo sobre su pierna derecha mientras miraba a Glorfindel. No parecía enfadado, simplemente estaba sentado tranquilamente. Si Elladan hubiese sabido lo que significaba aquella mirada tranquila habría salido de la habitación, pero no hacía mucho que conocía a Glorfindel.
—N...No— La voz de Elladan salió más bajita de lo que hubiera deseado.
— ¿Y por qué no?
Elladan había comenzado a adivinar un tono de enfado en la voz del elfo adulto.
—Estaba cogiendo cerezas —murmuró Elladan bajando la mirada hacia el escritorio y, lentamente, se fue poniendo colorado como aquellas frutas prohibidas.
Glorfindel suspiró. Parecía cansado de repente.
—Muy bien, Elladan. Puedes irte.
Elladan se apresuró a marcharse sorprendido por el tono de disgusto en la voz de Glorfindel. Nunca antes se había enfadado con él. De repente las cerezas ya no resultaban tan dulces. De hecho sentía nauseas.
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Elrohir miró a Elladan con preocupación cuando llegó.
— Glorfindel estaba enfadado, Elladan — La voz de Elrohir sonaba asustada.
Elladan se giró hacia la palangana de agua caliente con jabón que había sido preparada para ellos.
—No me importa—mintió.
Elrohir tocó la mano de su hermano.
—No estará enfadado mucho tiempo. Mañana se le habrá pasado.
El intento de reconfortar a su hermano sonaba débil incluso para sus oídos
—No me importa—repitió Elladan tenazmente.
Elrohir le regaló a su hermano una pequeña media sonrisa mientras encabezaba la marcha hasta el comedor. Sabía que Elladan no iba a reconocer sus temores.
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— Ammë,. Ada—-Dijeron Elladan y Elrohir a la vez, saludando a sus padres mientras se colocaban en sus asientos.
Puesto que los gemelos eran todavía demasiado jóvenes para cenar con sus padres al atardecer, la familia normalmente se encontraba a mediodía para comer y hablar. Aquel era un tiempo familiar y solo, de cuando en cuando, Elrond invitaba algún amigo que era generalmente Glorfindel.
Elrond sonrió al oír el saludo de sus hijos.
— ¿Habéis disfrutado de las lecciones esta mañana? —preguntó Celebrían mientras le pasaba los platos a Elrond que estaba sirviendo patatas y zanahorias.
Elrohir intercambió una mirada de malestar con Elladan.
—Oh, sí, Ammë. Hemos hecho mapas—A Elrohir nunca se le daría bien esconder secretos.
Viendo la mirada, Elrond levantó las cejas mirando a Celebrían y puso los ojos en blanco. Problemas de nuevo.
— ¿Os habéis portado bien con Glorfindel? —preguntó Elrond despreocupadamente mientras trinchaba la carne.
Elrohir asintió mientras Elladan cogía un trozo de zanahoria, esperando que su padre pensase que estaba respondiendo por los dos. No consiguió engañarle, pero Elrond decidió no llevar el asunto más lejos de momento. Viendo que Elladan había pasado al menos dos minutos sin mencionar las espadas o el entrenamiento se hizo una idea bastante aproximada de lo que había ocurrido.
—He oído que el entrenamiento de hoy va a ser emocionante—dijo Elrond en tono amistoso. —Hoy escogerán los grupos para el verano.
Hacía algún tiempo que lo sabía, por supuesto, pero no había querido poner nervioso a Elladan. Los elfos jóvenes se dividirían en dos grupos. Uno estudiaría arquería los primeros tres días de la semana y esgrima los otros tres. El otro grupo estudiaría esgrima primero y arquería después. El miércoles por la tarde era un día libre para actividades y talleres especiales. Puesto que la división se basaría en la habilidad, Elrond se alegró de que Elladan no se hubiera enterado antes. Una noche sin dormir era más que suficiente.
— ¿De verdad? —se animó Elladan
— ¿Puedo empezar arquería, Ada? —preguntó Elrohir quedándose sin respiración y hablando al mismo tiempo que su hermano. Hacía mucho que le fascinaba la habilidad y había contemplado a menudo las demostraciones de elfos más mayores
—Sí y sí— rió Elrond. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que los muchachos estuviesen pidiendo arcos de entrenamiento propios.
Celebrian sonrió mientras veía a su marido hablar a sus fascinados hijos sobre los grandes arqueros que había visto y las batallas en las que había luchado. Aunque para los otros elfos era un gran guerrero o un líder, en casa, lejos de las presiones de su posición nada le gustaba más que pasar aquel tiempo tranquilo con su familia.
De todos modos algo andaba mal. Elladan tenía una mirada de alivio en su cara más que de excitación mientras corría para cambiarse de ropa. Estaba escondiendo algo, y ese algo no era difícil de averiguar.
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Elladan estaba tirando de su túnica de entrenamiento para meterla por la cabeza cuando su madre entró en la habitación.
— ¡Ammë! —gritó Elrohir con deleite, corriendo para recibir un abrazo. — ¿Vas a venir a vernos?
Celebrían sacudió la cabeza, acariciando su pelo castaño.
—Hoy no, Elrohir. Tengo que elegir telas esta tarde.
El corazón de Celebrían se derritió cuando vio la carita de Elrohir entristecerse. Elrohir estaba tan ansioso por complacer y era tan feliz cuando recibía cualquier atención...
—Iré a ver las exhibiciones este verano—dijo abrazándolo. —Es una promesa.
Elrohir sonrió con felicidad mientras su madre se giraba hacia su hijo mayor. La cara de Elladan emergió justo a tiempo para mirar a su madre.
—Elladan—Celebrían sonaba triste.
—Ada quiere verme.
Celebrian asintió y sonrió un poco. Elladan parecía correr de problema en problema.
—Vamos Elrohir. Iré contigo.
Elrohir caminó de la mano con su madre mirando atrás con nerviosismo a Elladan.
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—No estoy asustado—declaró Elladan con voz temblorosa a su reflejo mientras peinaba su pelo hacia atrás. Pero mientras caminaba por los pasillos silenciosos hacia el estudio de su padre una sensación desagradable iba creciendo dentro de él.
El elfo que guardaba la puerta lo reconoció y lo introdujo en la biblioteca.
—Es maese Elladan, mi señor.
Elladan caminó sin hacer ruido hasta el escritorio de su padre que estaba muy ocupado trabajando con unos papeles y se removió inquieto mirando el brillante día en el exterior. El entrenamiento iba a empezar y no quería llegar tarde.
—Puedes sentarte— Elrond tocó una silla cerca de su escritorio en la que Elladan obedientemente se sentó.
Finalmente Elrond dejó la pluma y le entregó a Elladan un trozo de papel de su escritorio.
—Glorfindel me ha contado que este es el trabajo que has hecho esta mañana.
—Lo es, Ada—Elladan habló en voz baja, recorriendo con el dedo el relieve en el brazo de la silla.
—No sabía que tenía un hijo tan simplón. —Elrond miró a su hijo extendiendo la mano para levantarle el mentón. —Aunque es mejor tener un hijo simplón que uno vago.
Elladan se retorció, obligado a mirar a su padre.
—Esperaba algo mejor, Elladan.
—Lo...lo siento, Ada.
Elrond pareció no haberle oído. Buscó en un cajón y le entregó a Elladan un trozo de papel limpio y un lápiz.
—Cuando hayas terminado, Glorfindel está en la terraza este. —Elrond se puso de nuevo a escribir.
El labio de Elladan comenzó a temblar mientras cogía la hoja de papel.
—Pero Ada...
Elrond levantó una mano interrumpiéndole.
—Hablaré con Glorfindel al final de cada mañana, Elladan. Si hay algún trabajo que no considere satisfactorio lo repetirás aquí durante el tiempo de entrenamiento. ¿Ha quedado claro?
Elladan se tragó las lágrimas.
—Si Ada.
Elrond no tuvo que hablar del asunto con Elladan de nuevo.
