La batalla había sido dura y los hermanos Elric heridos y cansados en extremos vagaron por días sin encontrar ni una ciudad ni una aldea donde poder descansar. Alphonse había perdido un brazo y una parte del torso y Edward tenía múltiples y profundas heridas en su cuerpo que sangraban profusamente. Deambularon sin éxito hasta que al fin hallaron un pueblito con casas humildes y dispersas que parecía anclado en el tiempo. Al acercarse divisaron que de una de esas viviendas salió una jovencita de una estatura similar a la de Edward, de cabello largo color chocolate, ojos grandes y de color tierra, labios medianos y piel trigueña. Estaba vestida con una pollera ancha marrón y sobre ella reposaba un delantal blanco. En la parte superior vestía una blusa fruncida blanca con cintas cafés que planeaban al compás de la brisa campestre.
Edward al verla sintió gran alivio y súbitamente se desvaneció.
¡HERMANO! — Sólo pudo gritar Alphonse al mismo tiempo que pedía ayuda a aquella joven que no dudó en correr a socorrerlo.
La imagen al principio fue nubosa pero al continuar parpadeando se hizo mas nítida. Lo primero que distinguió fue un techo manchado por la humedad y paredes beiges, viejas por el devenir del tiempo. Una chimenea con un caldero y una mesada donde reposaba una hogaza de pan.
La sensación de un sillón en su espalda era tan reconfortante que se rindió nuevamente al cansancio.
Tranquilo, sólo duerme... Se nota que está muy agotado. Iré a preparar una sopa para cuando despierte otra vez.
Gracias, gracias por ayudarnos.
De nada
El olor a comida lo hizo otra vez reaccionar y apenas abrió los ojos vio la inmutable mirada de su hermano menor.
... Al... ¿Dónde estoy?
En mi casa — Irrumpió la jovencita con una bandeja de comida en las manos — Me llamo Daiyari Milzi ¿Cuál es tu nombre?
Edward... Edward Elric...
Bueno, Edward te hice un poco de comida, come y descansa. Tienes que reponerte — Daiyari le acomodó la almohada para que pudiera incorporarse con más facilidad y él apenas tomó la bandeja devoró con frugalidad los alimentos.
...GOTAS ...
He – hermano...
Ella se sorprendió pero luego no pudo reprimir la risa por lo cual se cubrió la boca con la mano.
¿Quieres más?
Sí, por favor — Afirmó un poco avergonzado el joven alquimista.
Edward mientras comía miraba con recelo a la muchacha ya que le parecía raro que no los indagara acerca de su situación o les interrogara esas cosas bobas que se preguntan por pura e innata curiosidad.
¿Vives sola? — Preguntó Alphonse.
Si, era la casa de mis padres y ellos al morir me la dejaron. Esta muy roída por el tiempo y el techo se llueve con facilidad.
Ahhh...
Edward… Después tengo que cambiarte los vendajes que te coloque mientras dormías.
¿QUEEE? ¡Me desnudaste cuando estaba dormido? Ruborizado
Claro, Alphonse me ayudó, no íbamos a permitir que semejantes heridas se infectaran...
Si hermano, tus heridas eran alarmantes...
Peeero...
Soy enfermera de la salita de urgencias de esta aldea, no hay nada que no haya visto antes... — Concluyó Daiyari con soltura.
Esta bien... — Asintió resignado.
Daiyari era una jovencita que había estudiado la enfermería como autodidacta pero ansiaba presentar su examen para ser doctora. Como su aldea contaba con poquísimos habitantes ella bastaba para cuidar de la salud de todos que no venían mas que con heridas leves y malestares habituales. Además de los partos que cada vez eran más comunes, así que ella sentía la enorme pasión de proteger a los que bebés y se había decidido especializarse en la pediatría. Trabajaba en una salita ubicada justo en el medio de la aldea donde la mayoría del tiempo se la pasaba estudiando y haciendo algunas prácticas, ya que muchas veces le era necesario incursionar en la farmacología.
Las vendas se habían impregnado de sangre y la joven decidió que era necesario cambiarlas. Mientras ella aplicaba los líquidos desinfectantes, Edward la observaba y sentía ese aroma silvestre que el alcohol no lograba disipar.
Tienes que soportar el ardor...
Sí, esta bien.
¡Que valiente eres!
Estoy acostumbrado al dolor.
Observándolo También yo...
Un gran silencio se apoderó del lugar durante un instante ya que enseguida él dijo:
Gracias... por esto...
De nada... Listo, terminé, descansa mañana tomamos el desayuno y las volveremos a revisar Bostezando Buenas noches Edward...
Buenas... noches.
A la mañana siguiente, Daiyari saludó a los hermanos, preparó el desayuno y revisó las heridas de Edward.
Ummh, están cicatrizando bien, pronto vas a estar curado pero no las fuerces porque se abrirán... Bueno ahora me voy a trabajar.
Daiyari... ¿Por qué me ayudas?
La verdad no tengo un motivo, estabas herido y necesitabas ayuda y te la brindé. Más allá de todo.
Aunque seamos alquimistas estatales...
¡Basta! ¡No pronuncies eso en mi casa!
Pero lo soy.
Debo trabajar, a la tarde volveré Edward.
El muchacho había oído las murmuraciones de los madrugadores y chismosos vecinos que cuestionaban la actitud de Daiyari acerca de hospedar a un alquimista estatal. Él creía que algo horrible habrían ocasionado y estaba relacionado con la muerte de los padres de Daiyari.
Ella regresó al atardecer y cansada tomó un vaso de agua y se sentó en una de las sillas. Exhaló aire y miró al joven que hasta ese momento lo había ignorado.
¿Te sientes mejor?
Si, aunque aun duelen un poco.
Discúlpame, hoy tuve muchos partos que atender... Es extenuante...
Está bien.
Cuando vuelva Alphonse prepararé algo muy rico para los dos.
Claro Esbozando una sonrisa
Alphonse llego cinco minutos después cargado con dos bolsas de víveres y muchas vendas, gasas y desinfectantes como le había encargado Daiyari. Hasta ahora el más joven de los Elric no hallaba que hacer en el lugar y sólo aguardaba la recuperación de su hermano.
Espérenme aquí, ya vuelvo — Ella fue a ponerse algo más de casa y estar más a gusto.
Y Al ¿Averiguaste algo?
Si, tenías razón hermano. Los alquimistas hace mucho tiempo llegaron a esta ciudad y el padre de Daiyari los expulsó debido a que perturbaban la paz y por esta acción ellos los masacraron junto a su madre que sólo intentó defender a su esposo.
¿Y Daiyari? ¿Cómo sobrevivió?
Sus padres la escondieron en un sótano o algo bajo el suelo, sin embargo ella pudo ver todo desde una ranura...
Miserables... — Gruñó Edward entre dientes.
Si, en esa época tenía sólo ocho años — Interrumpió ella con la mirada fragmentada — Ustedes, chicos, se han esforzado por revolver una historia que enterré hace mucho tiempo.
Lo sentimos Daiyari... — Farfulló Alphonse.
Ahora menos entiendo el por que nos ayudas...
¿Y que ganaría yo vengándome? ¿Cambiaría algo las cosas? ¿No añadiría acaso más peso a mi conciencia? Edward no creo en la venganza, en el pagar mal por mal. Jamás me enseñaron ese "valor" mis padres.
El joven quedó inmutado, sin duda era resignarse mucho, ¡Que voluntad tuvo para seguir adelante después de todo lo sufrido! Los motores de determinación eran indiscutiblemente diferentes pero él a menudo se preguntaba si algún día, a la larga, conseguirían paz en sus corazones. Si volverían a hallar alguna vez un "hogar"...
"Que apacible sería quedarse en un lugar como este con..."
"¿Que he dicho?"
"Que es este sentimiento?"
Algo había cambiado después de esa revelación...
CONTINUARÁ...
