Todos los miembros de la Guardia de Imladris y los equipos de exploradores tenían una gruesa capa con capucha de color gris. La lana oscura estaba tejida con fuerza hasta adquirir una textura densa y protegía a los que la llevaban del viento y la lluvia. Ambos hijos de Elrond tenían una cada uno. Les habían sido regaladas la primera vez que habían salido a cabalgar con la Guardia de Imladris. Sin embargo la prenda ya les era familiar antes.

Cuando los gemelos eran muy jóvenes, Glorfindel había vuelto de patrullar en varias ocasiones queriendo hablar con Elrond, cuando estaba sobre-ocupado cuidando de sus dos hijos bebés. El elfo rubio había solucionado el problema quitándose la capa y dejándola colgada de una banqueta. Ambos habían sido capaces de hablar en paz, sin más molestia que los chillidos y las risas de los gemelos mientras exploraban su cueva.

Más tarde la capa se había convertido en una manta para hacer picnics, cuando Elrond y Glorfindel habían llevado a los muchachos en sus primeras excursiones a las fronteras de Imladris. Todavía recordaba a Elrohir, sentado con las piernas cruzadas sobre la tela, mirándolo todo con los ojos abiertos como platos al darse cuenta de la enorme cantidad de tierra que existía más allá de la seguridad del valle.

Durante aquel largo verano, sin embargo, Elrond la había visto más a menudo usada como manta, en la que Glorfindel había envuelto a su hijo dormido, mientras lo llevaba de vuelta a la casa.

Ooo

— Y los fuegos artificiales fueron bonitos—Elrohir continuó divagando sin hacer caso a la mala cara de su hermano. —¡El más grande era dorado y se parecía a la lluvia!

Elladan le sacó la lengua y se llevó el último melocotón del bol que había sobre la mesa, por debajo de la mano extendida de Elrohir.

— ¿No habrás mirado directamente al fuego? — Elladan hizo que su voz sonase baja y preocupada.

—Por supuesto—Elrohir parecía sorprendido y continuó con una sonrisa de suficiencia—No puedes disfrutar de los maravillosos fuegos artificiales de la fiesta sin mirarlos. Mithrandir no volverá en años.

—Oh, Elrohir—Elladan frotó el brazo de su hermano como si desease consolarlo.—¿Nadie te ha dicho que si miras directamente los fuegos artificiales de Mithrandir tus ojos se convertirán en el ojo de Sauron?

Elrohir lo miró incrédulo.

—Dices mentiras. Eso no va a pasar—dijo mordiéndose el labio ligeramente—Ada lo habría dicho.

—Seguro que Ada no miró los fuegos artificiales como tú. —dijo Elladan. Su padre nunca miraba nada interesante de la misma manera que lo hacían ellos y prefería tener largas y aburridas conversaciones con Erestor o Glorfindel.

—N. . . No— Elrohir parecía preocupado.

—No importa, Elrohir—Elladan intentó esconder su sonrisa—Te querré igual cuando tus ojos ardan. Eres mi hermano

—¡Ada! — gimió Elrohir interrumpiendo la conversación en la mesa.—¿Tú no dejarías que me convirtiera en Sauron?, ¿verdad?

Dos minutos más tarde, Elladan estaba sentado en su cama, con órdenes estrictas de no volver a usar el nombre del Señor Oscuro a la ligera. No podía evitar echarse a reír. Merecía la pena haberse perdido el desayuno. La mirada en la cara de Elrohir no había tenido precio.

Ooo

—Se han convertido en dos pequeños elfos muy vivarachos—observó Galadriel. Los gemelos habían sido depositados en el estudio de Erestor para una extremadamente larga y aburrida lección sobre runas enanas, Elrond se había retirado a su estudio y Celeborn había elegido visitar la biblioteca. Así, Galadriel y su hija se habían quedado libres para dar un paseo a través de los pacíficos jardines de Imladris.

Celebrían repasó las cortas vidas de los gemelos. Su madre no los había visto desde que eran pequeños fardos rosas apenas capaces de hacer algo más que sacudir el puño. Desde que habían descubierto como usar los pies y habían aprendido a hablar, no recordaba haber tenido un momento de paz mientras estaban despiertos.

—Son entusiastas— Celebrían escogió las palabras con cuidado. Cuidar de los jóvenes gemelos había sido y todavía era, en algunos aspectos, agotador. Elrond había roto la tradición de otros líderes y se había involucrado mucho en el cuidado de sus hijos, y Glorfindel se había convertido, poco a poco, en niñera y mentor para los muchachos. Incluso con esa ayuda, muchas noches había llegado a la cama tan cansada que se había quedado dormida antes de que su esposo llegase a casa. No es que los gemelos hubieran crecido hasta convertirse en muchachos vivaces. Sus hijos tenían la energía de un pequeño ejército.

— Elrohir se parece cada vez más a su padre—Galadriel se había sentido impresionada por la concentración y el interés que había puesto en las historias que Celeborn le había contado la noche anterior. A pesar de que a su esposo no le gustasen demasiado los pequeños elfos, había sentado a Elrohir en sus rodillas y escuchado mientras le mostraba su libro favorito y parecía haberlo disfrutado.

—Elrohir es un buen chico—dijo Celebrían sonriendo al pensar en su dulce hijo. —Es un niño fácil.

Galadriel le lanzó una rápida mirada a su hija.

—¿Y Elladan no lo es? — preguntó Galadriel con curiosidad, escondiendo una sonrisa al pensar en su testarudo nieto. Había algo en él que le recordaba a sus propios hermanos.

—Elladan es Elladan—dijo Celebrían al cabo de un instante—Y lo quiero muchísimo, pero no es, ni será nunca, un muchacho fácil de criar.

Ooo

—¿ Normalmente eres tan despreocupado con tus pertenencias, muchacho?—La voz reprobadora de Celeborn se extendió por el jardín.

Elladan levantó la vista con el ceño fruncido. Había arrastrado el arco por el camino dejando que chocase a cada paso con un sonido hueco. Suspirando, levantó el arco y lo llevó lentamente hacia las escaleras. Había sido otro deprimente día de tiro con arco en las sesiones de entrenamiento. Afortunadamente, aquella era la última tarde de las tres lecciones semanales y mañana podría volver a la esgrima. A pesar de las horas que había pasado aprendiendo, su puntería había mejorado solo ligeramente y sabía que las flechas que se habían clavado cerca del centro habían sido solo cuestión de suerte.

— Celeborn— Elladan llegó a la terraza y saludo a su abuelo con el acostumbrado movimiento de cabeza, antes de girarse hacia su padre—Ada, ¿practicarás conmigo esgrima esta tarde?

Elrond apartó la mirada del camino, donde su hijo menor venía saltando lleno de felicidad y deteniéndose para coger algunas flores amarillas.

—Elladan—dijo Elrond severamente, observando a su hijo de cerca—¿No estaba de acuerdo Glorfindel en ayudarte con el tiro con arco esta tarde?

Elladan se sacudió ligeramente, mirando a las boscosas pendientes del valle en busca de inspiración.

—Sí, Ada, es verdad—dijo Elladan intentando que su excusa sonase plausible— Pero he pensado que quizá esté ocupado. Quizá prefiera hacer algo distinto esta tarde.

Elrond miró a Elladan con dureza, mientras el muchacho intentaba adoptar la expresión considerada que su gemelo empleaba a veces. La excusa no merecía mayor atención porque, aunque era verdad que su amigo tenía un centenar de cosas mejores que hacer aquella tarde, no era propio de Elladan tener en cuenta aquellos detalles y era impensable que renunciase a realizar una actividad como aquella. Lo que más le sorprendía era que su hijo no quisiese aprovechar la oportunidad para practicar y realizar una actividad física, y buscase con tantas ansias el evitarla, que era capaz de mentir.

—¿Estás bien, Elladan? ¿No te duele nada? —preguntó Elrond preocupado.

— No, Ada— Elladan sacudió la cabeza. Le dolía el hombro, pero considerando como se había hecho daño, era mejor no sacar el tema.

Elrond le dio vueltas a la cuestión buscando otra causa para aquel cambio de actitud. Glorfindel le había contado que había gritado al muchacho en voz bastante alta pero estaba seguro de que no podía ser eso lo que había causado el problema. No importaba cuantas veces Glorfindel riñese a Elladan, el muchacho siempre volvía buscando su atención al acabar el día.

—¿Le has dicho a Glorfindel que te reunirías con él?

—Sí, pero...

— Entonces debes mantener tú promesa o ir a explicarle por qué no te reunirás con él.

Elrond contempló como su hijo fruncía el ceño mientras consideraba ambas posibilidades con desagrado.

—¿No podemos enviar un mensajero? — Elladan se aventuró a decir por fin, sabiendo cual sería la respuesta.

—Elladan...—dijo Elrond pacientemente, levantándose para saludar e Elrohir que acababa de llegar a la terraza.

—Muy bien—dijo Elladan haciendo una mueca tremenda—Iré a practicar ese horrible tiro con arco, pero no me esforzaré y no disfrutaré ni un minuto.

—Bien—dijo Elrond ignorando las quejas de Elladan. — Yo en tu lugar limpiaría ese arco primero. Glorfindel no aprueba que uno dañe sus propias armas.

—Ada— Elrohir subió corriendo las escaleras y se lanzó a abrazarlo.

—Elrohir—Elrond beso su frente y preguntó, esperando una respuesta positiva —¿Has tenido un buen día?

—Oh, sí, Ada— Elrohir extendió la mano para coger su vaso de zumo. —Hemos practicado defensas en esgrima y después hemos bajado al arroyo para perseguir a los peces.

Elrond sonrió. Aunque normalmente se prohibía a los elfos jóvenes que se acercasen al río que recorría el fondo del valle, de fuertes corrientes, había un grupo de pequeños y burbujeantes arroyos que eran lugares favoritos de juegos. En las tardes más soleadas había generalmente grupos de pequeños elfos remando o intentando coger a los escurridizos pececillos.

— Celeborn—preguntó Elrohir con una sonrisa—¿Te gusta el tiro con arco?

Elrond suspiró con desesperación, si seguían a aquel paso iba a ganarse la reputación por toda la Tierra Media de obligar a sus huéspedes a batallar con sus jóvenes hijos. Sin embargo, para su sorpresa Celeborn se levantó con una sonrisa.

— Sí, me gusta. ¿No me digas que ya eres lo suficientemente mayor para usar un arco?

— Sí que lo soy—Elrohir saltó entusiasmado, sonriendo al pensar que disfrutaba de algo que alguien tan importante como su abuelo disfrutaba también—Bueno, solo he tenido tres lecciones.

—Elrohir está aprendiendo rápido— dijo Elrond con orgullo, haciéndole señas a un aburrido Elladan para que se acercase a hablar con su abuelo. Elladan se levantó de la piedra en la que estaba sentado y dejó caer su arco entre el macizo de flores—Aquí empezamos a enseñar a nuestros niños el tiro con el arco a los nueve años.

Elrond esperó el inevitable comentario acerca de las deficiencias en el entrenamiento de Imladris. Milagrosamente no se produjo. En su lugar, su suegro contempló a Elrohir como si estimase su altura y su peso.

—Sí—accedió Celeborn plácidamente—Quizá sean lo suficientemente mayores para intentar aprender esa habilidad.

Elrohir sonrió extasiado. Los gemelos siempre habían sido pequeños para su edad y era raro que un comentario sobre su talla fuese positivo.

—Aunque—Celeborn pellizcó el brazo de Elladan suavemente comprobando el tono muscular—están un poco flacuchos.

Elladan inmediatamente extendió la mano hacia la pierna de su abuelo y pellizcó con fuerza. Celeborn bajó la vista para mirarle con una expresión tormentosa. Elrond le lanzó una mirada a su hijo mientras maniobraba para ponerlo a salvo. No quería que ninguna de las partes tomase represalias y tanto nieto como abuelo llegasen a las manos.

—Elladan, ¿en que estabas pensando? —Elrond miró a su hijo, que se limitó a encogerse de hombros. — Vete a tu habitación hasta que hayas decidido comportarte como un elfo y no como un orco.

Un exasperado Elrond se giró hacia Celeborn, que tenía el ceño fruncido

—Celeborn—interrumpió Elrohir impaciente y con una sonrisa dulce—.¿Tendrás tiempo para practicar tiro con arco conmigo esta tarde?¿Por favor?

— Claro, pequeño, si a tu padre le parece bien que te ayude...—El ceño fruncido de Celeborn se convirtió en una sonrisa tolerante.

Elrohir miró a su padre que estaba sonriendo, bastante desconcertado por el efecto pacificador que el muchacho tenía sobre su abuelo. Elrohir asintió con felicidad.

— Entonces nada me complacerá más.

Elrohir cogió a Celeborn desprevenido y le regaló un violento abrazo.

Ooo

Elladan echaba chispas por los ojos mientras miraba la pared, tratando de ignorar el gruñido de su estómago. Elrohir ya había tomado su cena y estaba, felizmente, de camino a los campos de entrenamiento con Celeborn y su padre. Nadie había pensado en él.

¡No iba a disculparse con su abuelo aunque se muriese de hambre! Nadie se ponía de su parte en las discusiones y él sabía que tenía razón. Lágrimas ardientes de autocompasión comenzaron a asomar a sus ojos.

—Elladan—Celebrían llamó a la puerta y la abrió—¿No deberías ir a buscar a Glorfindel?

Elladan parpadeó, tragándose las lágrimas, y se incorporó de un salto. Consideró brevemente negarse a ir, pero pasar más tiempo en aquella habitación sería una tortura.

— Ya voy, Ammë — Elladan se esforzó por ser cortés. Una cosa que Elrond no toleraba a sus hijos es que fueran maleducados con ninguna mujer, especialmente con su madre.

—Se bueno, Elladan—Celebrían le dio un abrazo que Elladan le devolvió con bastante desgana—No olvides tu arco

Elladan recuperó su arco, bastante sucio y rayado, y se puso en camino hacia el estudio de Glorfindel, entreteniéndose por el camino tanto como se atrevió. Quizá si era lo suficientemente malo con el tiro con arco, Glorfindel se negaría a enseñarle. Pero quería ser bueno con el tiro con arco. Nunca había deseado algo con tanta fuerza antes.

Ooo

Glorfindel estaba esperándolo en su estudio cuando Elladan llamó a la puerta.

—Entra

Elladan entró en silencio y se quedó en pie ante Glorfindel sin levantar los ojos del suelo.

Glorfindel suspiró. Parecía que el muchacho estaba esperando un castigo en lugar de un entretenimiento. Lamentaba haberle gritado el día anterior. Se había dado cuenta de que había proyectado sus propios miedos y furia sobre el muchacho. Tampoco había tenido oportunidad de disculparse porque Elladan ya estaba durmiendo cuando había ido a buscarle.

— Ven conmigo, Elladan. Vamos a los campos inferiores, porque tengo que dar una clase allí después y no tenemos mucho tiempo.

Glorfindel cogió su arco y algunos paquetes y deslizó la aljaba sobre su túnica.

Elladan sonrió a su pesar. Solo los arqueros entrenaban en los campos inferiores, así que no habría oportunidad de que nadie que conociese viese lo mal que se le daba el tiro con arco.

Cuando llegaron a la amplia expansión de hierba, Glorfindel caminó a grandes zancadas hasta la diana más lejana y se sentó bajo un árbol a medio camino entre la línea de tiro y la diana. La distancia era un poco mayor de la que Elladan debería estar disparando, pero era el sitio más confortable para sentarse.

—Bien, Elladan— Glorfindel sonrió al muchacho, que parecía bastante inquieto, deseando que respondiera o al menos mantuviese contacto visual. —Enséñame lo que puedes hacer.

Elladan miró con nerviosismo a la diana mientras Glorfindel se recostaba cruzando los brazos detrás de la cabeza. No quería mostrarle a su Ada lo que podía hacer, y tenía la sensación de que, incluso esforzándose al máximo, iba a parecer que no lo estaba intentando y tenía miedo de que Glorfindel se enfadase.

Colocó la flecha en el arco y la soltó después de mirar con preocupación a Glorfindel y de que este asintiese. La flecha se quedó a varios metros de la diana, aterrizando en la tierra juntó a los árboles. Elladan se encogió avergonzado y sintió como su cara se ponía colorada. Elrohir, seguramente, habría plantado la flecha firmemente en el medio del círculo pintado de rojo.

— Sigue— dijo Glorfindel de modo alentador.

Elladan cogió otra flecha. En parte, habría deseado que Glorfindel no fuese tan amable. Así no se hubiera sentido tan mal por dar un espectáculo tan lamentable. Cinco minutos y varias flechas más tarde, Glorfindel se puso de pie y caminó hacia él.

—Es suficiente—dijo cogiendo el arco de Elladan y examinándolo de cerca. Tuvo que morderse la lengua para evitar regañarle por su estado.

— Está sucio. Lo siento—murmuró Elladan torpemente. Glorfindel no respondió. Decidió que no hacer comentarios era mejor que hacerlos enfadado y ajustó la firmeza de la cuerda.

—Estás cogiendo el arco mal—Glorfindel se arrodilló y ajustó la posición de Elladan hasta que le pareció correcta —Ahora la flecha...no, no, lo estás haciendo mal.

Cinco minutos más tarde, Elladan estaba consiguiendo, casi todo el tiempo, colocar la flecha tal y como le había enseñado Glorfindel.

—Ahora apunta a la diana— Glorfindel dio un gran suspiro, haciendo que su discípulo se estremeciese. —No pasa nada. Es que también estás haciendo esto mal.

Finalmente cuando Elladan ya estaba a punto de echarse a llorar de frustración, Glorfindel le ordenó que disparase. La flecha golpeó la diana y se quedó a medio camino del centro; Elladan se giró para mirar a Glorfindel, con la cara brillándole de placer y se encontró con que el elfo adulto no estaba prestando atención a su triunfo.

—Has soltado mal la flecha—Glorfindel frunció el ceño. Cuando no obtuvo respuesta, miró a Elladan y se encontró con que su cara estaba adquiriendo un color rosado y los sonrosados labios habían comenzado a temblar. Suspirando se levantó y cogió al niño de la mano—Vale, vamos a tomarnos un descanso.

¿Cómo se las apañaban sus colegas que trabajaban con niños?, se preguntó Glorfindel mientras se sentaba y apretaba con suavidad el hombro de Elladan. Nunca se le había ocurrido que debía aspirar a algo menos que la perfección cuando trataba con niños de tan corta edad. Glorfindel trabajaba con soldados y su supervivencia en batalla dependía de la perfección en la técnica. Su entrenamiento nunca le había fallado a nadie.

—¿Tienes hambre? — preguntó Glorfindel al oír el estómago de Elladan dar un enorme rugido. Elladan asintió, todavía apartando la mirada. Glorfindel alcanzó la cesta de picnic con su cena. Su intención había sido comer mientras observaba al muchacho, pero siempre podía buscar comida más tarde.

—¿No te ha gustado la cena? — Glorfindel colocó un gran trozo de carne fría en las manos ansiosas del muchacho.

—No he tenido cena. — dijo Elladan con voz maliciosa mientras devoraba la comida— O desayuno.

—¿Por qué no?

Glorfindel colocó el paquete de comida entre ambos. Sabía que Elrond cuidaba bien de sus hijos, pero parecía que el pequeño elfo necesitaba más sustento que él.

—Bueno—Elladan se preguntó si debería arriesgarse a un segundo castigo por detallar sus crímenes.—Primero le he dicho a Elrohir que se iba a convertir en el ojo de Sauron y luego he pellizcado a mi abuelo.

—¿Has pellizcado a Lord Celeborn? —preguntó Glorfindel con curiosidad y luchando contra alguna emoción.

—Sí—dijo Elladan, añadiendo rápidamente a su respuesta mientras se preguntaba si Glorfindel se iba a enfadar con él:—¡Pero él empezó!

El elfo adulto rompió a reír ruidosamente y las lágrimas rodaron por su cara. Debería pasar más tiempo con Elrond y sus invitados. Habría dado lo que fuera con tal de ver la expresión del Señor de Lorien al enfrentarse a su descarado nieto.

—¿No estás enfadado? —Los ojos grises de Elladan se encontraron con los azules de Glorfindel que intentaba controlar el ataque de risa

—Debería estarlo, Elladan. Si alguien pregunta estoy muy decepcionado por tu comportamiento.

Elladan le regaló a Glorfindel una pequeña sonrisa mientras extendía la mano para coger algo de pan y apoyaba la cabeza contra el largo brazo. El elfo rubio le acarició el enredado pelo oscuro mientras cogía algo de queso antes de que el hambriento pequeño elfo lo hiciera desaparecer.

Ooo

Cuando los guardias llegaron al campo de entrenamiento, una hora más tarde, casi todas las flechas estaban dando en la diana y algunas de ellas increíblemente cerca del círculo rojo que señalaba el centro.

—¡Vale, es suficiente por hoy!—gritó Glorfindel mientras Elladan se retiraba a toda prisa de la diana sosteniendo las flechas.

— Gracias, Glorfindel—Elladan abrazó a Glorfindel con fuerza, para diversión de algunos de los soldados que estaban más cerca.

—De nada, Elladan—Glorfindel le dio unas palmaditas en la espalda sintiéndose un poco incómodo—¿Quieres probar de nuevo el sábado?

Elladan asintió enérgicamente provocando más sonrisas por parte de los soldados. Entonces miró con preocupación al camino entre los árboles, que se iba oscureciendo y volvió a mirar a Glorfindel.

— Glorfindel, no tengo permiso para marcharme de aquí yo solo.

Glorfindel bajo la vista irritado. Sus pensamientos estaban medio ocupados con la clase que estaba a punto de comenzar y lo último que necesitaba era tener que preocuparse de Elladan. Sin embargo, el entrenamiento se acabaría a la hora de acostarse de Elladan y el muchacho podía esperar allí hasta que terminasen.

—Ven—Glorfindel caminó con grandes zancadas hacia un árbol detrás de las dianas y bien lejos de cualquier posible peligro y extendió la capa en el suelo.

—Vas a sentarte aquí, sin moverte y sin hacer ningún ruido. ¿Me has entendido?

Elladan asintió sentándose sobre la capa.

—Bien.

Glorfindel le dedicó una sonrisa distraída mientras se alejaba para ponerse al frente de la multitud de elfos reunidos.

Elladan disfrutó contemplando la sesión de entrenamiento. Se envolvió en la gruesa tela de lana cuando el aire comenzó a enfriarse con el atardecer. Nunca había visto a la Guardia de Imladris practicar y para su deleite sostenían los arcos tal y como le había enseñado Glorfindel. Casi siempre acertaban en el centro de la diana, pero una de las veces, unas de las flechas de Glorfindel se clavó en el borde del círculo y el elfo rubio dio una patada en el suelo con frustración. Elladan que había estado a punto de echarse a reír, lo evitó por muy poco. Al cabo de un rato, el ruido regular de las órdenes, seguidas por el sonido sibilante de las cuerdas de los arcos se hicieron cada vez más relajantes y Elladan, exhausto por las horas de entrenamiento apoyó la cabeza contra su codo y se quedó dormido.