Había una crema en los estantes de las habitaciones de la enfermería que se guardaba en un gran bote de barro cocido junto a las vendas. Se usaba mucho menos ahora. Ya no quedaban niños en Imladris y, puesto que aquella crema servía principalmente para curar rasguños y arañazos, muchos de sus beneficiarios habían crecido y habían dejado de caerse de árboles o rocas. Su fuerte olor a limón todavía provocaba que más de un elfo se estremeciera al recordar su uso durante la niñez. Aunque era excelente previniendo infecciones, picaba terriblemente cuando se aplicaba sobre una herida.

Ooo

Imladris dormía a la tranquila sombra de una mañana de verano. Las salas y los pasillos estaban vacíos, salvo por un puñado de madrugadores que se apresuraban siguiendo su camino y disfrutando del fresco del aire de la mañana.

Todo estaba tranquilo excepto las habitaciones de los jóvenes gemelos, hijos de Lord Elrond, y sus desafortunados padres.

— ¡Y yo galoparé así!¡Mira! —Elrohir corrió ruidosamente por el pasillo fingiendo que azuzaba a su caballo.

—¡Y yo iré todavía más rápido!

Elladan persiguió a su hermano por el pasillo prestando menos atención a la correcta manera equina.

Elrond gruñó cuando dos pares de pies pisaron con fuerza junto a la puerta de su dormitorio, de un modo muy poco propio de los elfos. Celebrían que también se había despertado por el ruido, tiró de las mantas hasta taparse la cabeza, acurrucándose más cerca de su marido.

—¿Por qué tienen que estar ya levantados? — murmuró en la oreja de Celebrían.

—Porque algún tonto les habló de la excursión hace días. —Celebrían sonrió.—Y están demasiado nerviosos para dormir.

Aquel miércoles no había entrenamiento. Elrond había decidido tomarse el día libre y ocuparse de sus hijos pequeños para permitir a su mujer pasar algo de tiempo con sus padres sin interrupciones. Puesto que Glorfindel tenía también tiempo libre, era natural que los acompañase. Elrond todavía tenía sus reservas a la hora de hacer algo con los gemelos sin tener refuerzos, por si surgía la necesidad. Siguiendo un impulso había invitado también a Erestor. El joven consejero había pasado poco tiempo informal con él o con su familia y tenía la impresión de que debía hacer el esfuerzo de conocer al elfo. Se había decidido que irían a caballo un trecho corto hasta superar los bordes del valle y hacer un picnic. Desde que habían oído aquel plan, los gemelos habían estado en un estado de extrema excitación y las pequeñas bocas apenas habían cesado de hablar.

—Chicos—Elrond se levantó con desgana de la cama y fue a la puerta para observar a los dos pequeños elfos en pijama, cargando arriba y abajo por el pasillo.

— ¡Ada! ¡Ada! ¡Ada! —Elladan brincó sobre los dedos de los pies sonriendo de felicidad—¿Es hora de irnos ya?¿Es hora?

—Voy a coger mi mochila, Ada—Elrohir echo a correr en dirección a su habitación, y debido a las prisas derrapó sobre el suelo.

—No, ¡Callad!—Elrond se llevó un dedo a los labios—Los demás todavía duermen. ¿Por qué no volvéis a la cama un rato?

Dos caras largas le mostraron exactamente lo que pensaban de aquella idea.

—Bueno, ¿por qué no os laváis y os vestís? Vais a necesitar vuestras capas—sugirió Elrond como alternativa. Aquella propuesta les resultó mucho más atractiva a los gemelos y echaron a correr ansiosamente hacia la habitación para cambiarse, y por una vez no se quejaron de lo fría que estaba el agua tan temprano por la mañana.

Cuando Elrond volvió, ya vestido, los gemelos estaban vestidos también aunque no completamente arreglados. Todavía necesitaban que los ayudasen a trenzarse el pelo antes de que estuvieran presentables. Elrohir estaba salpicándole agua a su hermano que estaba de pie sobre el borde de la cama, con los brazos completamente extendidos.

— ¡Soy Thorondor! —gritó Elladan mientras saltaba fuera de la cama con la capa extendida como si fueran alas. Elrond hizo un gesto de dolor mientras Elladan golpeaba el suelo con un sonido sordo. No sabía que elfo desafortunado dormía en la habitación que había debajo de ellos, pero esperaba que hubiera sido bendecido con un sueño extremadamente profundo.

Ooo

—Aquí estamos—Glorfindel levantó al primero de los gemelos y luego al otro para colocarlos sobre robustos ponies. —¿Has dormido bien, Elrond?

Elrond le lanzó a su amigo una mirada envenenada. A juzgar por la expresión risueña de Glorfindel, había oído a los pequeños elfos galopando desde el otro extremo del ala norte. Erestor los miró a ambos desconcertado. Nunca había visto al Señor de Imladris responder una pregunta tan inocente con una mirada tan poco respetuosa.

—¿Cuándo podremos tener nuestros propios caballos, Ada? —preguntó Elrohir, frotando la nariz de la estupenda montura de su padre. Elrohir amaba los caballos y anhelaba el día en el que le entregasen un caballo élfico para él solo. Hasta el momento, las experiencias de los gemelos a lomos de un caballo se habían limitado a dar paseos por el bosque de Imladris en pequeños ponis grises.

—Sí, Ada. Creo que soy lo suficientemente mayor—coincidió Elladan con su hermano. Después de todo ya medían casi un metro.

Erestor contempló a los niños divertido. Ambos podían haber caminado fácilmente bajo la montura de su padre sin necesidad de agacharse. La idea de un elfo tan pequeño subido en un animal tan grande era bastante ridícula.

—¿De qué te ríes?¿Qué es tan divertido? —preguntó Elladan con aspereza al ver la cara de Erestor. A ninguno de los muchachos le gustaba que se divirtiesen a su costa.

—De nada, Elladan—interrumpió Elrond rápidamente—Simplemente nos complace recordar cuanto habéis crecido desde que nacisteis.

Elladan miró a su padre con una expresión dubitativa y luego intentó lanzarle a Erestor una mirada fulminante. Glorfindel de repente sintió la necesidad de apoyar la cara contra el cuello de Asfaloth y susurrarle a su caballo.

—¿Cuándo Ada? —insistió Elrohir. Sabía que si no hacía presión sobre el tema su Ada evitaría darle una respuesta. Como cuando había pedido unas botas en lugar de mocasines, o espadas de tamaño normal, o ir a nadar solos, o cualquier otra cosa que los elfos mayores pudiesen hacer.

—¿Cuándo? —Elrond miró a Glorfindel pidiéndole ayuda. No recordaba a qué edad Gil-Galad le había asignado un caballo propio—Cuando seáis lo suficientemente mayores para cuidar de él y hayáis crecido lo suficiente para necesitar uno.

Elrohir suspiró, acariciando la áspera capa de pelo de su poni. Era como si su padre no hubiese contestado.

Ooo

— Este es un buen lugar—dijo Glorfindel desmontando y llevando a su caballo a través del bosque de pinos hasta un pequeño claro lleno de hierba. El suelo era suave, cubierto de viejas agujas de pino, y un arroyo se abría paso por una ladera un par de metros más allá. Muchos elfos se habían detenido o descansado allí a lo largo de los años y había algunas piedras grandes que servían como asientos. Elrohir ayudó a Glorfindel y a Erestor a atar los caballos, escuchando ávidamente cualquier instrucción, mientras Elladan corría por el bosque para recoger leña.

Después de que el fuego estuviese encendido, gracias a la habilidad de Elrond con el pedernal y la yesca, más que a los intentos de los gemelos por imitarle, Elrond guió a sus hijos hacia el arroyo.

—¡Hay peces, Ada!—dijo Elladan señalando las aguas claras y poco profundas y tirando de la manga de su padre.

— Lo sé, Elladan—dijo Elrond cogiendo algunos palos y afilándoles las puntas—Vamos a coger unos cuantos.

—No tenemos caña de pescar—dijo Elrohir mirando a su padre desconcertado. Los gemelos habían contemplado como los elfos pescaban en las riberas del rio, y a la edad de cuatro años había sido uno de sus juegos favoritos saltar sobre los sufridos pescadores, pero siempre lo habían visto hacer con caña y con sedal.

—No necesitamos sedal. ¡Mirad! —Elrond hizo una demostración, apuntando a un pez y arponeándolo con el extremo afilado del palo.

—¡Déjame intentarlo!

Ambos muchachos cogieron los palos, preparados para probar suerte en aquel nuevo juego.

—Asustarán a todos los peces—le comentó Erestor a Glorfindel, que se había tumbado en el suelo y estaba disfrutando del sol que se filtraba entre las copas de los árboles

—Pueden intentarlo—Glorfindel cruzó las manos detrás de su cabeza y cerró los ojos con un suspiro de satisfacción—Así está mejor.

Erestor contempló al elfo rubio con asombro. No comprendía como alguien podía disfrutar en paz con los gritos de entusiasmo y salpicones que llegaban del arroyo ahogando cualquier otro sonido. Apoyándose contra el tronco de un árbol contempló como las dos pequeñas figuras saltaban ágilmente sobre las rocas del arroyo esforzándose por pescar.

—¡Mira, mira! —Los dos pequeños elfos corrieron hacia ellos, sujetando varios pescados con entusiasmo.

—Bueno, ha sido una estupenda captura—Glorfindel se sentó a tiempo de apartar las manos llenas de escamas de pescado de su túnica. — ¿Los habéis atrapado todos vosotros?

Los gemelos se miraron el uno al otro.

—No del todo.

—Ada ha ayudado.

—Eso ha sido amable por su parte. — Los ojos risueños de Glorfindel se cruzaron con los de su amigo. —Ahora supongo que querréis cocinar el pescado.

— ¿Quién no querría? —preguntó Elladan mirando atentamente a Glorfindel para saber si estaba bromeando.

—Hay algunos que prefieren el pescado crudo... —Glorfindel se levantó y fingió examinar la cabeza de Elladan. —No hay escamas, ni cuernos, ni colmillos...

—¡No soy un monstruo!—gritó Elladan saltando arriba y abajo. Erestor hizo una mueca al oír el volumen de la exposición.

— Eso parece. ¿Entonces preferís el pescado cocinado?

—¡Sí! —gritaron felizmente ambos gemelos. Glorfindel sonrió y se unió a Elrond que había sacado su cuchillo y estaba preparando el pescado para ser cocinado. Cinco minutos más tarde cuando los elfos adultos se cansaron de oír todas las cosas repugnantes a las que se parecían las entrañas de los pescados, los gemelos fueron enviados a jugar en el bosque sin alejarse demasiado. Las voces entusiasmadas desaparecieron entre los árboles.

—Parecían gusanos aplastados.

—O sanguijuelas retorciéndose.

—No, parecían ranas despellejadas.

Ooo

—No puedes vencerme maloliente escoria de Manwë— Elladan salto desde detrás de un árbol e intentó golpear con fuerza el palo contra la cabeza de Elrohir.

—No es Manwë, estúpido—Elrohir esquivó e intentó a su vez golpear su palo con igual fuerza contra las rodillas de su gemelo. —Quieres decir Melkor.

Elladan saltó para evitar ser herido.

—Quiero decir Manwë. Apuesto a que Manwë crea criaturas malvadas y malolientes también. —Elladan confió en que el volumen de su voz compensase la falta de hechos de su afirmación.

—No lo hace—Elrohir se cruzó de brazos. —Ve y pregúntale a Ada.

—¡No necesito preguntarle! ¡Sé que tengo razón! Eres tú el que tiene que preguntarle a Ada para que veas que te equivocas.

El palo de Elladan golpeó el hombro de su hermano.

—¡Au! ¡Elladan eso ha dolido! — Elrohir se agarró el brazo herido mirando mal a su hermano.

—No es culpa mía que no puedas defenderte—dijo Elladan sintiéndose culpable. El último golpe había sido debido más al enfado que al juego.

—¡Tú sabías que no estaba jugando! — A Elrohir le dolía el brazo y su hermano lo había hecho a propósito.

—¿Cómo iba yo a saber que eres tan malo con la espada que no puedes parar ni siquiera un simple ataque? —Elladan perforó el barro con un extremo del palo.

—No soy malo con la espada—Elrohir se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta al lugar del picnic. — Simplemente eres malo, Elladan. Y…y…yo soy mejor con el tiro con arco y le caigo mejor al abuelo, así que aguántate.

Elladan apretó el puño con tanta fuerza alrededor del palo que se hizo daño. Su hermano había metido el dedo en la llaga en dos cuestiones dolorosas para él. Apretando los labios corrió hacia su hermano y saltó sobre él, tirándolos a ambos al suelo.

Elrohir contraatacó con un par de golpes fuertes que fueron respondidos con un puñetazo y un tirón fuerte de pelo. Durante varios minutos ambos muchachos pelearon por el suelo, rodando sobre la tierra y las agujas de pino, con sus brazos y sus piernas agitándose mientras intentaban herir al otro. Finalmente, un pie colocado firmemente sobre su estómago hizo que Elrohir se quedase sin aire, permitiendo que Elladan se pusiera en pie con dificultad.

—¡Ni siquiera eres capaz de luchar bien! —Se burló Elladan escondiéndose detrás de un árbol.

—¡No me importa!¡Ada y Ammë me quieren más a mí, de todas maneras! —Elrohir trató de tomar aire mientras se sentaba, refinando sus argumentos al ver el efecto que tenían en Elladan —Dijeron que eras un niño difícil. ¡Yo los oí!

Elladan se quedó en pie asombrado. Sabía que a veces hacía que sus padres se enfadasen, pero nunca había considerado que lo quisiesen menos por eso. La pausa momentánea en las acciones evasivas de Elladan le dio a Elrohir la ventaja que había estado esperando y empujó a su hermano con fuerza.

Elladan cayó de espaldas, intentando agarrarse a algo, pero no había nada que pudiese coger. El empujón lo había enviado volando sobre algunos arbustos y hacia el borde de una pendiente que se inclinaba hacia el pequeño arroyo.

—¡Elladan! —Olvidada la pelea, Elrohir echó a correr hacía el borde y se arrodilló buscando a su hermano. No era una gran caída, quizá cinco metros, pero la pendiente era muy inclinada y estaba cubierta con rocas escarpadas y áspero brezo y aliaga. El brezo estaba plano en los lugares por los que el pequeño cuerpo había rodado y terminaban en la rápida corriente del arroyo al que Elladan había caído.

—!Elladan¡ —gritó Elrohir con nerviosismo. No había rastro de su hermano, más allá de las marcas húmedas cerca de donde había caído. Despacio, comenzó a descender por la pendiente, abriéndose camino para bajar el terraplén.

Elladan finalmente consiguió agarrarse a la raíz de un árbol y deslizarse fuera del agua. El arroyo no era muy profundo para un elfo adulto, pero a él le llegaba casi al pecho y fluía con tanta rapidez que le resultaba difícil mantenerse en pie. Esto, combinado con el shock del agua helada, le había llevado a ser arrastrado un trecho arroyo abajo antes de que hubiera podido alcanzar la orilla.

Se sentó sobre una piedra plana junto al borde del agua conteniendo la respiración en un intento por evitar echarse a llorar. Se había golpeado la cabeza con fuerza durante la caída y sus codos y sus rodillas estaban despellejados y sangrando. Apretando los puños comenzó a caminar de vuelta arroyo arriba, intentando luchar con el deseo de llorar tan alto que su Ada viniera corriendo a ayudarle.

— ¡Elladan!—gritó Elrohir al ver a su hermano y saltando con ligereza sobre las rocas lo alcanzó—¡Estás bien!

—Me he caído al agua.

—Lo siento Elladan. No era mi intención—Elrohir abrazó a su empapado hermano más para consolarse el mismo que para reconfortar a Elladan.

— También yo—Elladan le devolvió el abrazo intentando olvidar las cosas que Elrohir había dicho. No sentaba tan bien como un abrazo de Ada o Ammë, pero considerando la situación, le hizo sentirse mucho mejor.

Ooo

—¿Qué os ha pasado? —preguntó bruscamente Glorfindel mientras los dos pequeños elfos entraban en el claro. Elladan estaba completamente empapado y tenía varios rasguños con mal aspecto. Ambos estaban cubiertos de arañazos, cardenales, mucho barro y agujas de pino que adornaban sus ropas.

—Me he caído—dijo Elladan con tristeza mientras los tres adultos se giraban para mirarlos.

Elrond suspiró y levanto a Elladan para sentarlo sobres sus rodillas mientras examinaba los cortes.

—Puede que esto pique un poco. — Elrond aplicó un poco de loción sobre un trapo limpio y desinfectó las heridas. Como esperaba el muchacho se retorció hacia atrás cuando la loción tocó los cortes y se apretó contra su cuerpo—Ya casi estamos, no falta mucho.

—Duele—se quejó Elladan intentando detener las lágrimas que amenazaban con salir.

—Lo sé. Pero necesito limpiar la suciedad fuera de la herida, melin. Elrond acarició el pelo mojado de la frente de su hijo y se encontró con una gran marca roja. — ¿Te has golpeado la cabeza al caerte?

Elladan asintió y se giró para enterrar la cabeza entre los pliegues de la túnica de su padre. Elrond terminó de limpiar las heridas y envolvió a su hijo con sus brazos, meciéndolo adelante y atrás con suavidad.

Erestor contempló el progreso de los acontecimientos en silencio mientras sacaba el pan y las manzanas. Elrohir estaba mirando a su hermano con la boca abierta, jugueteando con un borde rasgado de su túnica.

—Elrohir, ¿Quieres ayudarme a cocinar esto?—lo llamó Glorfindel para distraer al inquieto muchacho.

El muchacho trotó obedientemente hacia él y Glorfindel le mostró como girar los palos para que el pescado se cocinase igual por todas partes. Elrohir se apoyó contra el cuerpo del elfo adulto, reconfortado por su calor.

— ¿Ha sido una caída grande, Elrohir?

Elrohir asintió.

—¿Te ha asustado?

Elrohir asintió de nuevo.

—¿Sabes? Yo también me habría asustado.

Glorfindel le dio a Elrohir un rápido abrazo.

—¿De verdad?

Elrohir levanto la vista y su mirada delató que no creía que el gran elfo rubio pudiese asustarse por nada.

—De verdad.

Glorfindel sonrió al muchacho mientras su mirada se cruzaba con la de Erestor. El asesor moreno estaba mirándole de una manera bastante inexpresiva. — Erestor, ¿está todo bien?

—Oh—Erestor recuperó la compostura con algo de esfuerzo. —Sí, Glorfindel, ciertamente.

Ooo

Con los gemelos a salvo en el baño antes de irse a la cama, Glorfindel y Erestor caminaron juntos por los pasillos en un amistoso silencio. A pesar de que el día estaba terminando para los elfos más jóvenes, a ellos todavía les esperaba una cena formal y un atardecer de música que disfrutar antes de irse a la cama.

— Ahora tengo que cambiarme. —Glorfindel se estiró perezosamente mientras se detenía cerca de la puerta de su habitación.

—Si— Erestor se dio la vuelta y luego volvió a girarse apresuradamente y dijo rápidamente: —Son tan pequeños. Tan jóvenes. Tan exigentes. Debe ser bastante imposible...Siento pena por ti, Glorfindel.

—¿Pena? —Glorfindel se dio la vuelta para quedar cara a cara con su colega asesor. —¿Qué causa podría haber para que sintieras pena por mí?

Erestor se encogió de hombros.

—Se te dan bien los niños. Te buscan a ti. Debe ser una...carga.

Glorfindel observó la cara de su amigo unos instantes.

—No son una carga, Erestor. Preferiría que no sintieras pena por mí.

Entró en su habitación cerrando silenciosamente la puerta y añadió en voz baja:

— No, Erestor, yo te compadezco a ti.