CAPÍTULO VI "RESPIRO"

Tan sólo tres meses pasaron desde que los Elric se marcharon de esa pacifica y silenciosa aldea y aunque deseaban quedarse, decidieron partir para asegurar la paz de ella. Especialmente Edward que sabía que allí dejaba a esa joven, su tesoro, su nueva razón para seguir. Él le había prometido que le escribiría una carta cada tres días mencionándole una pista y cuando recibiera la carta número ocho, que sería la última, Daiyari podría develar en que ciudad estaría y lograrían encontrarse una vez mas aunque fuera por muy poco tiempo.

Además le exhortó que tuviera la máxima discreción acerca del plan de encuentro ya que ante cualquier sospecha todo se complicaría.

La joven aguardó pacientemente carta tras carta y las iba guardando en un refugio seguro; apenas pudo contenerse al recibir la octava carta, y con las notas que sacó de las anteriores pudo descubrir la ruta a una ciudad a varios kilómetros de la aldea.

"Yo te encontraré"

Era lo que estaba escrito al pie de la epístola.

De esta manera ella con una oscura capa salió muy temprano, esperanzada; al fin vería a su Edward, ese joven que apareció de la nada a darle vida a su angustiada existencia.

Sin embargo al llegar al lugar miró desconsolada el panorama, era una ciudad grandísima y sus habitantes caminaban abarrotados por las calles.

"¿Cómo es posible que Edward me encuentre aquí, con tanta gente? ¡Es imposible!"

Daiyari con la mirada ansiosa observaba a los transeúntes buscando entre ellos al alquimista y por su distracción chocó con varias personas que la miraron con desdén.

De la misma manera caminó cinco cuadras con el mismo resultado y descorazonada se apoyó en una pared y de sus labios sólo dejó escapar una palabra:

"Edward..."

Raudamente una mano tomó la suya y con velocidad la condujo a un callejón y por esa razón no alcanzó a reaccionar y sólo pudo sentir esa mano y mirándola pensó:

"Es demasiado fría... ¿Será?"

Al parar y dándole la espalda una voz le expresó:

... Te prometí que te encontraría... — Y se dio vuelta y la muchacha pudo divisar esos ojos color miel, esa mirada.

Llorosa Ed... ¡EDWARD! — y corrió a sus brazos que la cubrieron.

Ya, ya... Tiernamente y secándole las lágrimas — Daiyari... Estás tan hermosa...

Gracias, tú estás igual de bello... ¡Te extrañe tanto!

Yo también, esperé este día desde que salí de tu casa... — Tomaba la cara de tez trigueña y la acariciaba con ambas manos — Daiyari... — Acercó sus labios a los de la joven que se hallaban entreabiertos, entregados, y antes de fundirlos, susurró: — Al fin respiraré...

Se besaron con una unción acogedora durante un largo tiempo, donde no escasearon las caricias y las miradas extasiadas.

Mi dulce Daiyari... Nos quedaremos juntos sólo dos días, es poco lo sé, pero más tiempo sería muy peligroso. Pueden dañarte y no podría soportarlo.

Y yo no toleraría perderte a ti... — Él la miró con dulzura y la tomó de la cintura lo que provocó que ella se sonrojara.

... E - Ed...

Ven, debemos irnos a un lugar más seguro.

Sí, claro.

Ponte tu gabardina y yo me cubriré con la mía e iré detrás de ti... Haz todo lo que te diga...

Sí.

Siguiendo las instrucciones llegaron a una casita con paredes camel, poca iluminación, además estaba bastante vacía, lo que le daba una apariencia muy sosa.

Disculpa, es lo mejor que pude encontrar...

No te preocupes, está bien — Y lo abrazó — ¡Oh! Ed lo importante es que estamos aquí, juntos de nuevo...

Si Daiyari, tienes razón... La verdad es que me siento muy feliz.

El momento se rompió ya que de una puerta trasera se asomó una gran sombra.

¡Daiyari!

¡Alphonse! — Ella corrió a abrazarlo y no le alcanzaron los brazos para rodear la gran armadura — ¡Tanto tiempo!

Edward los miraba a ambos con ternura, ellos dos eran los seres que más le importaban en todo el mundo. Y no mediría sus acciones si se atrevían a lastimarlos.

Los tres comentaban sus situaciones actuales y que era indispensable no llamar la atención, por eso en un cobertizo se hallaban todos los víveres que se necesitaran para salir lo menos posible de la casa.

Bueno, yo me voy, tengo unos amigos que me están ayudando a vigilar el radio para que ambos estén seguros... Adiós chicos, aprovechen el tiempo que es poco...

(((Alphonse se va? E – entonces Ed y yo estaremos... solos? ¿¿Toda la noche? Oohhh...)))

¿Te pasa algo Daiyari? Estas roja...

N – nada Al, sólo me dio un poco de calor...

Hermano... ¿Tú también? ¿Qué sucede?

Mmmfff... Molesto No es nada Al... — Y se dio vuelta cruzado de brazos con las cejas fruncidas.

Gota Bueno, Desconcertado Entonces me voy... Adios — Y se marchó sigilosamente por la misma puerta.

Al... — Susurró Daiyari.

Un silencio insondable invandió la pequeña sala, tan profundo que se oian claramente el cantar de los grillos. Sin embargo en eso los estómagos de ambos se unieron protestando armónicamente.

...Gotas...

Bueno, voy a preparar algo... Es muy obvio que los dos estamos muy hambrientos, jejeje... ¿Dónde están los víveres Ed?

Ah si, por allá Ruborizado — Señalando una pequeña puerta que al abrirla la dejó anonadada.

¡Guau! Al pensó en todo, aquí hay muchas cosas! Cocinaré esto primero porque sino se echará a perder — ¿Te apetece algo en especial Ed?

No, no, todo lo que tú haces es muy delicioso...

Esta bien...

Ella con su alegría de estar preparando la comida para ambos de nuevo terminó muy deprisa, logrando un delicioso guisado que devoraron con frugalidad acompañado de un delicioso jugo de frutas. Luego de un breve receso, juntaron los platos de la mesa.

Daiyari los lavaba y Edward la ayudó a secarlos y con el roce de las pieles provocado por el traspaso de los mismos se producía una intensa sensación que comenzó a consumirlos.

Unos ávidos dedos se enlazaron, reconociéndose; el masculino pulgar de Edward dibujaba círculos en la palma de Daiyari que trepidaba como una flor a merced de la brisa.

Se acercó a ella que no se movió, abstraída por la extasiada y provocadora mirada miel de su amado. La mano del joven subió por el fino brazo de ella hasta su rostro, palpando sus labios, luego acariciando el lóbulo de su oreja y después enredándose en su cabello; incluso sus yemas rozaron su cuello lo que causó que se estremeciera apenas.

Daiyari acariciaba con una mano la cara de Edward que impulsivamente la besó, de una forma distinta pero mucho más placentera y si bien ella se sorprendió al principio, en unos segundos ambas lenguas se unieron, lo que tornó el beso aun más intenso y dinámico.

Los finos dedos de la jovencita se hundieron en la espalda del joven, acercando aun más los cuerpos.

E – D – W – A – R – D... — Jadeó ella lo que ocasionó que él la mirara interrogante.

Daiyari, no te preocupes, si quieres que me detenga, yo lo haré... Esperaré lo que tú quieras...

Ed, contigo, estaré lista. Solamente contigo.

El joven la observó con una mezcla de ternura y deseo y volvió a besarla, dirigiéndose luego a su cuello, mientras sus manos comenzaban a desabrochar su camisa, palpando por primera vez la suavidad y redondez de sus senos.

Ella, con su piel erizada desabrochaba la chaqueta negra de Edward, sacándole la musculosa y dejando al descubierto un varonil torso que recorrió con manos y labios. La frialdad del automail la hacía estremecerse aun más.

Caminaron torpemente a una habitación donde estaba un colchón en el suelo al mismo tiempo que se desprendieron de la ropa restante.

Por una ventana de forma redonda los débiles rayos lunares le otorgaban un onírico color azulado a los cuerpos desnudos que no escatimaban en ofrecerse provocadoras caricias y besos.

Él con delicadeza separó sus piernas y ambos no pudieron reprimir un quejido de dolor que acompañó a unas gotas de sangre que enrojecieron apenas las blancas sábanas. No obstante esto no impidió que se detuvieran, ya que luego de que él le preguntara caballerosamente si estaba bien y ella le respondiera que si, se besaron y ambos experimentaron que el dolor incipiente no se comparaba con el terrible y profundo placer que sentirían después.

...Daiyari... Te... amo... — Susurró luego de hacer el amor, rendido en su torso. Ella, exhausta, lo acarició y lo cubrió con las mantas, durmiéndose al instante.

De esta forma, ambos a través de lo carnal, se unieron para siempre...

CONTINUARÁ...