Capítulo ViI "Que me alcance la vida"

Al día siguiente, ambos se despertaron ruborizados, aunque alegres, tanto que comenzaron a besarse con pasión. Daiyari jugaba enrollando sus dedos con el pelo suelto de Edward, mientras que éste la acariciaba lentamente y aprovechaba a vislumbrar algunas delicias que la oscuridad de la noche había ocultado.

¡ED! — Dijo avergonzada hundiéndole una almohada.

¿¡Quee! ¡No pude resistirme! ¿Acaso quieres pelear? — Y le lanzó otra almohada.

Los dos jóvenes jugaban provocando una lluvia de plumas y caricias extasiantes que los hizo entregarse una vez más.

Era increíble ver al Edward Elric desprendido de su fría e inestable personalidad, sus objetivos y su doloroso pasado, riendo y comportándose tan o más jovial que cualquier otro joven.

Sin que ambos lo percibieran los dos días se les fueron volando sin percibirlos pues ambos se la pasaban en la cama debido a que cada vez iban descubriendo más y disfrutando mejor de sus cuerpos.

"Se suponía que mi hermano tendría que estar aquí, pero han pasado tres horas y aun no aparece... ¿Habrá sucedido algo?... ¿Estarán en peligro? ¡Hermano! ¡Daiyari!"

Alphonse, preocupado, aguardó hasta la caída de sol para entrar en la casita, ya que podría escurrirse con más facilidad. Allí encontró una sala bastante limpia con sólo unas migas de pan esparcidas en la mesa. No había indicios de destrucción pero eso no descartaba la posibilidad que ellos hayan huido rápidamente.

De la habitación se escuchó un ruido por lo que Alphonse se acercó a mirar con cautela por la ranura entreabierta de la puerta y la situación vista lo pasmó totalmente.

Ambos se hallaban acostados de costado, él la abrazaba de atrás lo que explicaba el impresionante acoplamiento de los cuerpos y la desnudez de los jóvenes apenas era arropada por una arrugada sabana.

Al, apabullado, no sabía que hacer, así que aguardó unos minutos para ver si su hermano se despertaba pero no había caso y decidió armarse de valor y golpear la puerta. Con el primer llamado no logró nada por eso golpeó más fuerte acompañado de un llamado a su hermano.

La pareja se despertó sumamente apresurada cambiándose con lo que tenían a mano y salieron ruborizados por la embarazosa escena.

Apenado Dis – disculpa hermano... Es que no apareciste a la hora acordada y me preocupé...

Está bien Al...

¿Debes irte ya? Afligida ... No tuvimos tiempo de despedirnos...

Ahhh, pueden hacerlo, te esperaré afuera hermano... Daiyari, cuídate mucho... Ojalá que podamos volver a encontrarnos...

Espero que si... Tú también cuídate Alphonse, te extrañaré. Gracias por todo... Mirando a Edward Ed... que haremos, nos volveremos a ver... pronto?

Debemos esperar un tiempo, recibirás cartas esporádicas...

Está bien, gracias por lo que me brindaste estos dos días...

No, yo te lo agradezco, renací contigo... Te extrañaré Daiyari — Y la besó con pasión.

Yo también...

No llores amor... Ya, ya... Verás que nos volveremos a encontrar... Limpiándole la cara

Sip... Edward... En el bolsillo de tu pantalón dejé algo para ti... Quiero que lo leas...

Esta bien... Cuídate mucho por favor... — Y la abrazó con fuerza asfixiante, hundiendo su cara en su hombro y ella, absorbida por la despedida, hizo lo mismo.

Tú también... Gracias por existir...

Y tú... Gracias por ser...

Y con un cálido beso, ella se puso su sobretodo oscuro salió por la puerta principal con numerosas lágrimas.

"Edward... no oses morir..."

Mientras Edward se colocaba su gabardina roja pensaba:

"Cuidate mi amor, no soportaria que mueras, viviré por ti"

Puso sus manos en sus bolsillos y encontró una hoja de papel con cuatro dobleces y mientras caminaba junto a su hermano que transportaba una lámpara de tenue luz, la desplegó y la leyó mentalmente; ésta decía:

MAS ALLÁ

Mas allá del doloroso pasado,

mas allá del inevitable presente

y del abstracto futuro.

Mas allá de las victorias,

mas allá de las derrotas.

Más allá de la determinación,

mas allá de las flaquezas,

de los llantos

y de las risas.

Más allá de la alquimia,

mas allá de las quimeras

y sus monstruos.

Más allá de la cura,

mas allá de la enfermedad

y sus cicatrices.

Mas allá de la inexorable vida

y de la desconsoladora muerte.

Mas allá del cielo...

Nuestro amor permanecerá intacto,

como la primera esencia del universo.

Como templo sagrado.

Indestructible.

Como manantial silencioso,

como tormenta rabiosa.

Intacto, inmortal.

Nuestro amor estará siempre...

Más allá...

Luego de leerlo, unas lágrimas enfriaron su cara pero, cabizbajo, las hizo desaparecer al instante. Guardó la carta y miró con firmeza hacia el frente. Siempre al frente.

Vamos Al, en marcha.

Si hermano.