Los barcos ni siquiera pertenecían a los gemelos. No a los gemelos de esta historia.
La mayoría estaban hechos de un tamaño que permitía que cupiesen en las manos de un niño y estaban cuidadosamente tallados en madera.. La tela que había servido de velas estaba amarillenta por el paso del tiempo y las finas capas de pintura y laca estaban descascarilladas. Hacía largo tiempo que habían visto el mar, pero cuando se examinaban cuidadosamente todavía se podía oler la sal o encontrar algún grano de arena de una playa lejana.
Ooo
Elrohir parpadeo, abrió los ojos y se sentó en la cama. La ligera sabana con la que dormía los meses de verano se deslizó fuera de su cuerpo. Mientras se arrodillaba en la cama para mirar por la ventana, una gran sonrisa se deslizó lentamente por su cara. Era un día estupendo y se iba de caza con su abuelo.¡Hoy era especial!
Los pequeños ruidos que hizo molestaron a su hermano y pronto él también estaba sentado en la cama y frotándose, soñoliento, los ojos. Saludó a su hermano con su sonrisa medio adormilada y luego adopto una mirada glacial al recordar lo que iba a ocurrir aquel día.
Había estado seguro, al principio, de que su Ada no le concedería a su hermano su petición. Habían dado la lata muchas veces para que se les permitiera ir de caza con Glofindel y cada vez que lo habían hecho se les había negado. No debería haber sido diferente esta vez. Y él se habría alegrado. Si él no podía ir, tampoco debería Elrohir.
Pero esta vez había sido Celeborn el que había preguntado y ambos lo habían visto hablando con su padre y mirando frecuentemente en dirección a los gemelos. Ambos habían fingido estar jugando con sus soldados, usando ceniza de la chimenea para recrear el Monte del Destino en la sala de estar, pero sus pensamientos estaban en otra parte. Elrohir había deseado con toda el alma que la respuesta fuese positiva, y Elladan había deseado con la misma intensidad que no lo fuera.
Pero inesperadamente, y en opinión de Elladan, traicioneramente, su padre había estado de acuerdo con el plan. Y un par de momentos más tarde, también su madre había accedido. Había jugado un rato más, escuchando la charla emocionada de su hermano, esperando que alguien dijera que podía ir también. Pero no había ocurrido.
Entonces había intentado pedirlo y suplicar y finalmente gritar y chillar, pero no había supuesto ninguna diferencia. Elrohir iba y él no.
Elladan puso su expresión más fiera y usó toda el agua caliente La sonrisa de Elrohir se desvaneció y comenzó a moverse deprisa por la habitación recogiendo sus cosas e intentando no desencadenar la ira de su hermano.
Ooo
—!Celeborn! —gritó Elrohir con felicidad corriendo precipitadamente por toda la longitud del pasillo en calcetines para abrazar a su abuelo. — ¡El día es estupendo! ¡Deberíamos irnos!
Celeborn miró a su alrededor, sintiéndose incómodo, y luego acarició la cabeza oscura que reposaba sobre su muslo.
—Sí, es estupendo
No había nubes a la vista y no se esperaban tormentas en las próximas semanas. No podía haber elegido un mejor momento para su excursión.
—¿Estás preparado?
—Oh si.—dijo Elrohir solemnemente. —Lo tengo todo empaquetado.
Celeborn miró por encima de la cabeza del muchacho al voluminoso paquete que había sido abandonado en mitad del suelo. Quizá después de desayunar serían capaces de dejar solo lo imprescindible.
—Muy bien.— Celeborn giró al sobre-excitado muchacho hacia el comedor. —Ahora, debemos comernos un buen desayuno para no tener hambre en todo el día— ¿Crees que podrás hacerlo?
Elrohir asintió, lamiéndose los labios de tal manera que abuelo y nieto se echaron a reír. Ninguno se dio cuenta de que Elladan había pasado por su lado con la cabeza levantada de modo arrogante.
Ooo
Una vez que hubieron terminado el desayuno y Elrohir reempacó, la familia se reunió en los establos para decirles adiós a los aventureros. Elladan, en contra de sus deseos, había sido obligado a acudir. Todo el mundo estaba montando alboroto alrededor de su hermano, abrazándolo y besándolo. Incluso Glorfindel lo había subido a su pony y estaba relatándole la historia de la primera vez que había ido de caza.
A nadie le importaba que estuviera allí. Glorfindel debería estar contándole la historia a el también - era más amigo suyo que Elrohir. Refunfuñando, Elladan le dio una patada a una piedra suelta y la envió volando hasta las matas de hierba que rodeaba el patio y se golpeó dolorosamente el dedo del pie. Tragándose las lágrimas de enfado, Elladan entró cojeando, sin que nadie se diese cuenta, en los establos y se escondió en el más alejado.
El y Elrohir habían pasado mucho tiempo allí durante el verano, saltando desde las vigas hasta las pilas de heno y ofreciéndose a "ayudar" con el alimento y la bebida de los caballos. Pero habían pasado más tiempo en aquel compartimento que en ningún otro, sentados las divisiones de madera, mientras comían manzanas o simplemente contemplaban a la yegua a la que hacían compañía.
Era la más hermosa de las yeguas de Imladris, y se esperaba que diese a luz cualquier día. Ambos gemelos estaban ansiosos por ver al pequeño potro. De hecho, en secreto habían planeado estar allí durante en nacimiento, si podían escabullirse de lo que fuese que se suponía que debían estar haciendo.
Probablemente, Elrohir ya no querría hacer planes con él. Seguramente Celeborn lo llevaría a verlo. Era tan injusto.
—¡Aquí estas!— dijo Glorfindel con alegría, entrando en el establo donde Elladan estaba agachado. —Si te vas por ahí de esa manera no verás a tu hermano marcharse.
Elladan le puso mala cara al elfo rubio mientras se ponía de pie.
—No ha sido un accidente. Me estaba escondiendo— Elladan se quitó un trozo de paja de su túnica y se la lanzó a Glorfindel.
Glorfindel sonrió y luego adopto una expresión seria.
—Lo sé.— dijo arrodillándose para estar cara a cara con Elladan. —Puedes hacer que tu hermano se sienta mucho más feliz si cree que no estás enfadado con él. Vas a estropearle la excursión.
—Bien.— Elladan dijo agresivamente mirando al suelo
—Elladan.— le advirtió Glorfindel.
Elladan encorvó los hombros, arrugó la nariz, y caminó rápidamente por delante de Glorfindel.. No quería hacer a Elrohir infeliz. No quería. Era solo que él debería ir también. Era tan especial como Elrohir. ¡Más especial incluso!
De pie, de mala gana, junto a su madre, Elladan miró mal a su abuelo, que estaba vestido con los ropajes grises que servían para montar a caballo en Lorien. Glorfindel vino y se quedó de pie junto a Elladan, y mirando hacia arriba, el muchacho se sorprendió al verlo estremecerse como si estuviera reviviendo un recuerdo doloroso, mientras los ojos de Celeborn pasaban llenos de hielo sobre él.
—¿Estás preparado, Elrohir?— preguntó Celeborn mientras montaba en su caballo.
Lanzándole una última mirada apenada a Elladan, Elrohir asintió con tristeza..
—Vamos— Glorfindel le dio a Elladan un pequeño empujón.—Di adiós.
Elladan tropezó hacia delante, y luego caminó de mala gana hasta donde estaba su hermano. Todo lo que tenía que hacer era ser amable. Seguro que podía hacerlo.
—Que te lo pases bien.— Dijo inexpresivamente, consciente de que todas las miradas estaban sobre él. Elrohir sonrió radiante. La audiencia sonrió, por supuesto que lo hicieron, porque todos ellos preferían a Elrohir. Inclinándose hacia delante susurró, —¡Espero que te caigas del caballo y te haga puré!—
Manteniendo su mirada amenazadora solo para su gemelo, Elladan fingió una sonrisa y caminó despreocupadamente de vuelta a su lugar, y se unió a la familia saludando con las manos alegremente al verlos partir.
—Bien hecho, Elladan.— Glorfindel puso una mano sobre su hombro. —Estoy orgulloso de ti.
Ooo
Elrohir consiguió tragarse las lágrimas mientras dejaban el patio y siguió a Celeborn sobre el puente y por el camino. No iban lejos, apenas un poco más allá de las fronteras de Imladris y dentro del perímetro de los guardias fronterizos. Pero era lo más lejos que cualquiera de los gemelos había viajado antes y un par de minutos antes había estado increíblemente contento pensando en la perspectiva.
En aquel momento lo único que quería era hacerse un ovillo en algún lado y esconderse.
Una lágrima rodo por su mejilla en un cálido reguero y antes de que pudiera detenerse, otras le siguieron. Al poco rato, las lagrimas estaban cayendo tan rápido que apenas podía ver donde iba, y se le estaba haciendo cada vez más difícil no sollozar. Pero no podía dejar que Celeborn lo viese, porque probablemente se irían a casa, o peor aún, su abuelo pensaría que era demasiado niño para ir de caza.
Cegado por las lágrimas, Elrohir no se dio cuenta de lo cerca que estaba del caballo de su abuelo hasta que su pony tropezó con el otro animal.
—¡Elrohir, ten cuidado!— le avisó Celeborn, de un modo más brusco de lo que el niño estaba acostumbrado.
El enfado de su abuelo demostró ser la gota que colmó el vaso y Elrohir estaba pronto desbordado por las lágrimas y sollozando en voz alta. Chasqueando con la lengua, Celeborn cogió las riendas de su nieto, detuvo ambos caballos y desmontó
—¿Que ocurre, Elrohir?— Celeborn frotó torpemente la espalda encorvada, intentando detener las lágrimas con el poder de su mente..
—Lo siento.— resopló Elrohir y luego siguió llorando.
—¿Sentirlo por qué?— preguntó Celeborn perplejo, apartando las lágrimas de las sonrojadas mejillas de Elrohir con los dedos.
Elrohir gimió algo, y para el puro horror de Celeborn, trepo hasta sus brazos y enterró la cara en su hombro..
El elfo adulto se quedó congelado y comenzó a dar palmaditas tiesas en la espalda del niño, esperando que los sonidos que estaba haciendo con su boca contasen como comentarios tranquilizadores.
—¿Que te ocurre, Elrohir?— preguntó Celeborn con una voz que exigía tan claramente ser respondida que Elrohir inmediatamente le contó sus problemas.
—¡Elladan me odia! El .. . ha dicho que deseaba que me convirtiera en puré.—
—¿Eso ha dicho?— Celeborn intentó pensar en algún contexto en el que el comentario tuviera sentido.
Elrohir asintió, con la cabeza rozando contra la tela gris de la túnica de su abuelo.
—Quiere que me muera.— Los sollozos aumentaron de intensidad.
—Tranquilízate. Estoy seguro de que no lo decía en serio— Celeborn acarició el pelo oscuro que el muchacho había heredado de su suegro. —¡Vaya! Estoy seguro de recordar haberle dicho cosas peores a mi hermano.
Elrohir se volvió a sentar y parpadeo, mirando la cara de su abuelo.
—¿Tienes un hermano?
—Sí, su nombre es Galathil.— Celeborn cerró los ojos un instante para imaginarse a un pequeño elfo insolente con pelo plateado y rodillas llenas de cortes. —Era muy . . mandón. . . cuando tenía tu edad.
—¿Te gustaba?— preguntó Elrohir ansiosamente.
—Bueno, no era mi gemelo, así que yo era un poco mayor que él— recordó Celeborn. —En realidad, lo encontraba bastante molesto, al menos al principio. Pero sí. Le quería mucho.
Elrohir contempló la cara de su abuelo, mordiéndose el labio mientras pensaba.
—¿Tú crees que Elladan me querrá después?
Celeborn pensó por un momento en el hermano del muchacho, pequeño y testarudo, y lanzándole, a menudo, miradas llenas de rabio o resentimiento Entonces pensó en otras ocasiones. Como cuando el muchacho le había arrebatado la cesta de pan de debajo de sus dedos para asegurarse de que su hermano pequeño tuviese un panecillo. O cuando había visto a los gemelos envueltos en alguna clase de conflicto con otros muchachos de camino a la casa y Elladan había intervenido poniéndose delante de su hermano..
—Creo que ya te quiere. Te quiere mucho.
Ooo
Elladan no se había sentido orgulloso de sí mismo en aquel momento y se sentía menos orgulloso ahora. Había visto el mentón de su hermano comenzar a temblar y el color feliz de sus mejillas difuminarse. Y luego Glorfindel había sido tan bueno con él...
Era un mentiroso.
Tan pronto como el caballo de Elrohir dejó el patio y desapareció de la vista, se libró de la mano de Glorfindel y echó a correr por los caminos subiendo las escaleras que llevaban a los jardines inferiores. Al cabo de un rato se dejo caer en un agujero lleno de hojas junto a un roble, con la cara colorada y casi sin respiración.
Se había quedado allí desde entonces, ignorando las llamadas de su padre. No quería oír lo bueno que había sido o lo bien que se había portado. En realidad era malvado y nadie lo sabía salvo él.
Ooo
Elladan se deslizó por el muro en el exterior del estudio de Glorfindel y miró dentro. Dentro había sombra y la piedra de los muros estaba fresca al contacto con su piel caliente y sudorosa, haciéndole sentir un poco mejor.
Glorfindel estaba allí, sentado en su escritorio y escribiendo cuidadosamente algún documento, con su brazo libre descansando sobre el escritorio y agachado sobre la hoja de pergamino con su pelo colgando libremente sobre los hombros. El escritorio estaba cubierto de papeles y mapas, con sus esquinas sujetas con botellas de tinta y papel secante, y estaba mucho más desordenado de lo que permitía a los gemelos tener el suyo.
Las ventanas habían sido abiertas completamente. Elladan se alegró por que la brisa refrescaba su cara ardiente. En silencio se aproximó al escritorio y esperó un rato antes de decidir que quizá no quería hablar con Glorfindel después de todo. Quizá era mejor que todo el mundo pensase que era bueno y le quisiesen, incluso si en realidad era mentira. Atrapado en su indecisión, estaba a punto de marcharse en silencio cuando Glorfindel habló.
—Ya que te has tomado la molestia de venir hasta aquí, puedes hablar antes de irte.
Elladan se detuvo y se removió incómodo, como si alguien hubiese echado hormigas por la espalda de su túnica.
—Um.
Glorfindel giró completamente la silla para quedar cara a cara con Elladan, apartándose el pelo de la cara mientras contemplaba al muchacho.
Era uno de esos sofocantes días de verano que dejaban a todo el mundo caliente y sudoroso, incluso en la escasa sombra. Hasta en el escondite de Elladan hacía un calor agobiante, y su ropa estaba arrugada y polvorienta. Su piel tenía un tono rosado nada natural, estaba cubierto por una capa de sudor y su pelo estaba enredado y pegado a la parte de atrás de su cuello. Seguía tragando saliva, pero si se debía a que estaba reuniendo coraje o para aguantar las lágrimas, Glorfindel no lo sabía, pero el muchacho estaba claramente angustiado.
—¿Quieres algo de beber?— Glorfindel apartó con el codo algunos papeles y sirvió un vaso de algo frio y afrutado.
Elladan dudó, preguntándose si debería simplemente decir lo que había venido a decir y marcharse antes de que el elfo rubio se enfadase demasiado, pero la posibilidad de tomar una bebida era demasiado tentadora. En cualquier caso no sabía cuando tendría la siguiente oportunidad.
—Gracias— Elladan aceptó el vaso, encontrándolo agradablemente frió en sus manos sudadas.
—¿Por qué no nos sentamos junto a la ventana?— sugirió Glorfindel y guió a Elladan hacia el asiento colocando las manos en su espalda. —Estaremos más frescos allí.
Elladan levanto la cabeza para mirarle y al encontrarlo calmado y comprensivo, se sentó, agarrando el vaso todavía.
—Yo... — Comenzó a decir solo para ser interrumpido por Erestor que entró en la habitación.
El joven asesor echó una breve mirada, levantando la vista de sus papeles y dándose cuenta de que Glorfindel no estaba ocupado entreteniendo a alguien de importancia, se lanzó a dar un discurso sobre los mensajes de Lorien y los campo de avena.
Glorfindel murmuró algo, acarició la ardiente mejilla de Elladan con dos dedos frescos y se giró hacia Erestor con una mirada de enfado. El muchacho no le habría buscado sin motivo, y para cuando Erestor terminase, el muchacho probablemente habría perdido el coraje
Erestor continuó sin pausa y observándole, Elladan sintió de repente que no le gustaba. Erestor no era divertido Nunca jugaba a juegos o hacía bromas, e incluso en un día como aquel llevaba pesadas ropas formales. No quería parecerse ni un poquito a Erestor cuando creciese. Quería ser como Glorfindel y derrotar Balrogs y liderar ejércitos Pero la gente como Glorfindel era honesta y amable. Glorfindel nunca le habría dicho algo tan horrible a su hermano.
No podía contarle a Glorfindel aquello. Pensaría tan mal de el...y él quería tanto que su mentor se sintiera orgulloso.
Elladan dejó el vaso sobre el borde de la ventana y Glorfindel automáticamente se acercó para ponerlo en una posición más segura. Para cuando se giró hacia el muchacho, Elladan se había deslizado fuera del asiento y estaba a medio camino de la puerta.
El elfo rubio hizo un ruido siseante de irritación y se pasó la mano por el pelo con enfado. Sorprendido por la mirada que de repente le dirigió Glorfindel, Erestor se detuvo a media frase y saltó hacia atrás con expresión herida.
—No, sigue.— Glorfindel sacudió la cabeza e intentó centrar su atención en su compañero consejero. Tendría que buscar al muchacho luego.
Ooo
Elrohir sonrió para sí mismo mientras trotaba detrás de su abuelo. Habían dejado atrás los arboles y estaban abriéndose camino por un empinado sendero de montaña. Era estrecho y pedregoso, lo suficientemente difícil para ser divertido para Elrohir, sin exponerlo a un peligro real
Un halcón volaba en círculos sobre ellos, el glorioso sol lo mantenía caliente a pesar del viento y Elrohir comenzó a sentir que todo estaba bien en el mundo. Incluso el cielo estaba despejado y era de un perfecto color azul
—Elrohir!— Celeborn gritó a su espalda, deteniendo a su caballo. —Vamos a parar aquí. Es pasado mediodía y los caballos necesitan descanso.—
Todavía sonriendo, Elrohir siguió a su abuelo hasta la herbosa planicie y desmontó de una manera lo suficientemente elegante como para estar complacido consigo mismo. El pony era todavía un poco grande para él, haciendo que subir o bajar le resultase bastante difícil.
—¿Tienes hambre?
Celeborn desató un paquete de cuero y comenzó a sacar cosas para comer y un odre.
Elrohir asintió con felicidad y añadió:
—Tengo mucha sed.
—Toma— Celeborn se sentó en una piedra grande y plana de granito y le entregó a Elrohir el odre, soltando primero la parte de arriba para que el niño fuera capaz de abrirlo
—Gracias—Elrohir tomo un par de tragos antes de entregárselo de vuelta y limpiarse el agua que se había escurrido por su mentón.
Compartieron la abundante comida entre ellos, y luego, puesto que hacía todavía demasiado calor para seguir cabalgando, Celeborn se ofreció a contarle a Elrohir una historia acerca de Doriath y se sintió bastante avergonzado por el entusiasmo con la que el muchacho recibió la sugerencia. ¿Qué clase de abuelo era él, que nunca había pensado en relatarle historias de su juventud al chico?
Elrohir descansó la cabeza confortablemente contra el costado de su abuelo y dejó que la profunda voz le contase historias de minas y montañas y de niños pequeños que intentaban cruzar cascadas sobre inestables troncos. La roca era agradable y estaba caliente debajo de él, y podía oír el zumbido de las abejas mientras se movían de flor en flor hasta el brezo que cubría la montaña.
Sus párpados comenzaron a pesarle increíblemente, la capa de Celeborn resultaba cada vez más confortable y cuando su abuelo volvió a mirar hacia abajo estaba recuperando el sueño perdido durante la noche y dormía plácidamente con la cabeza apoyada sobre el regazo de Celeborn.
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—¿Glorfindel?— preguntó Elladan, de pie en la base de un árbol, y mirando entre las ramas. No podía ver al elfo de pelo dorado, pero sabía que estaba allí, porque a menudo se había fijado en que el elfo rubio caminaba hacia allí y desaparecía en algún punto de los matorrales. Generalmente cuando estaba leyendo y él, junto a Elrohir, le estaban dando la lata para que jugase con ellos.
Glorfindel se estiró, metió el libro que había estado leyendo en la hendidura de una rama que se unía al tronco y se dejó caer con gracia hacia el suelo.
—Oh!— Elladan se dio la vuelta completamente para quedarse cara a cara con el elfo rubio que había aparecido de repente detrás de él. —Te estaba buscando.
Glorfindel levantó sus pálidas cejas.
—¿En serio? Yo también estaba pensando en buscarte.
Elladan sonrió con orgullo al oír aquello, así que Glorfindel continuó:
—¿Por qué no damos un paseo?
Elladan asintió y colocó su pequeña mano dentro de la de Glorfindel. Necesitaba sentirse tan reconfortado como pudiera. El elfo rubio sonrió al muchacho.
—¿Junto al río?— Glorfindel miró fijamente a través de los árboles. Se estaría más fresco abajo junto al agua, aunque si escalaban la pendiente hacia la cima de la montaña puede que hubiera algo de viento.
—¡Oh, sí!— Elladan dijo con entusiasmo, aunque todavía había una mirada de preocupación en sus ojos. Adoraba el rio, especialmente donde fluía más rápido y burbujeaba blanco alrededor de las rocas y los rápidos.
Puesto que su tiempo era limitado, el par abandonó el camino usual y treparon y se deslizaron a través del bosque. Se estaba más fresco bajo los árboles y el aire estaba lleno del cálido olor del sol sobre la corteza de los troncos que se parecía al de las nueces, el marrón de las hojas secas repartidas sobre el suelo del bosque y la pegajosa resina. El lugar era tan tranquilo y pacífico que Elladan comenzó a sentirse un poco mejor y comenzó a saltar sobre los troncos y los pequeños arroyos con su habitual exuberancia.
Solo cuando la pendiente se menos pronunciada, mientras alcanzaban el fondo del valle, el par disminuyó su marcha y de nuevo comenzaron a caminar lado con lado..
—Algo te preocupa, Elladan.— comentó Glorfindel alzando las cejas un poco. El muchacho había encontrado un palo largo y bastante satisfactorio y parecía ocupado en golpear tan fuerte como pudiese contra cada tronco de árbol por el que pasaban.
—No.— Elladan golpeó con fuerza y enfadado a un manojo de prímulas destruyendo la planta en una ráfaga de pétalos y hojas.
Glorfindel apartó algunos de los maltratados pétalos amarillos con su pie y levanto las cejas.
—Elladan.— Su voz estaba todavía calmada y tenía un tono paciente, pero había en ella una advertencia de que su paciencia no duraría mucho más.
Elladan le lanzó una mirada gruñona y luego, de repente, se sentó, tirando su palo junto a él. Sonriendo, Glorfindel le imitó, colocando un brazo sobre los estrechos hombros del muchacho..
—Glorfindel,— Elladan cogió una profunda bocanada de aire y comenzó a hablar muy rápido. —He sido malo con Elrohir. Le he dicho que quería que se quedase aplastado como la gelatina. No he sido bueno.
Levantó la vista rápidamente hacia la cara impasible de Glorfindel e hizo una mueca.
—No deberías estar orgulloso de mí. En absoluto.— murmuró Elladan, frotando su zapato adelante y atrás en el montoncillo de tierra que había creado .
Glorfindel lo contempló un instante, y luego acarició su pelo enredado.
—Ya lo sabía, Elladan. Estaba orgulloso de ti por intentarlo.
Ooo
—Lady Galadriel.— la llamó Elrond mientras se apresuraba sobre la hierba tras la pálida figura que parecía estar flotando, tan suave era su paso.
—Mi Señor Elrond.— Galadriel se dio la vuelta para quedar de frente a su anfitrión y inclinó la cabeza ligeramente para saludarlo.—¿Me busca mi hija?
Elrond sacudió la cabeza. Por lo que él sabía, Celebrian se había ido a pasar la mañana nadando con varias de sus amigas y todavía no había vuelto..
—Quería hablar con vos.— Elrond deslizó un brazo ofreciéndoselo a Galadriel —¿Damos un paseo?
Galadriel se aceptó con una sonrisa y se pusieron en marcha por uno de los senderos con sombra en los jardines privados de Elrond.
Después de un rato charlando acerca de cosas como los muchachos, lo orgullosa que estaba Celebrian de su jardín de rosas y del liderazgo de Glorfindel sobre la guardia de Imladris, el tema de conversación giró en torno al inminente concilio..
—¿Y tú crees que Lord Cirdan vendrá?—
—Debería. He recibido noticias de su llegada.— Elrond suspiró al pensar en las particularidades del quisquilloso elfo marino. —No le gusta dejar los puertos.
—Y mucho más ahora, me temo.— Galadriel miró con dureza a Elrond mientras hablaba.
—Echa de menos a Gil-galad.— Dijo Elrond vagamente, mirando al frente. —Creo que solo viajaba para encontrarse con él.
—Todos lo echamos de menos.— Galadriel se agarró con más fuerza de su brazo durante un instante. Cirdan no era el único alto elfo que había quedado muy perturbado por el deceso de Gil-Galad.
Ambos caminaron en silencio un rato, y entonces Elrond miró alrededor con secretismo y dijo en voz muy baja:
—Creo que Cirdan ha abandonado Narya.
Galadriel se detuvo de repente y se giró hacía Elrond con la cara llena de sorpresa y duda. Su boca se movió sin hacer ningún sonido mientras intentaba encontrar las palabras para expresarse.
—No. Es una locura.— Galadriel miró desesperadamente a Elrond buscando alguna expresión de duda por su parte.. —No habría traicionado así a su gente.
—Han llegado noticias de cambios en los Puertos. Hay frecuentes tormentas en sus orillas. Las cosechas ya no son tan abundantes.
Galadriel tomo una recelosa bocanada de aire.
—No puede.— murmuró y luego continuó en un tono de voz más audible. —No lo haría. Es una locura. No puede mantener los Puertos él solo.
Elrond le dirigió una mirada que indicaba que estaba de acuerdo con ella. El dudaba de su habilidad para mantener su reino sin la ayuda de Vilya. Era extraño que una cosa tan pequeña pudiese suponer una diferencia tan grande.
—Cirdan mantuvo los Puertos toda la Primera Edad sin la ayuda del poder de su anillo.
Galadriel no dijo nada y sus ojos se quedaron mirando al infinito.
—Me pregunto.— Murmuró ella al fin, casi como si se hubiera olvidado de que Elrond estaba todavía allí, de pie junto a ella —Me pregunto donde reside Narya ahora.
Elrond se le quedó mirando, confuso. ¿Seguramente que no quería decir lo que parecía insinuar'?.
—No sería sabio, Galadriel, que uno de nosotros fuera portador de más de un anillo.
Galadriel le miró con desconfianza.
—Me pregunto.—dijo ella pensativa, mirando las manos de Elrond. —¿A quién habrá escogido para llevar un anillo de poder? Thranduil no, creo. Ni Celeborn, o yo me habría enterado de ello.
Elrond la miró con una expresión cercana al miedo. Su tono era diferente de alguna manera, bordeando la amenaza.
—¿A quién creéis que habrá escogido, Lord Elrond?— Galadriel se acercó más a él, y por un instante, Elrond se preguntó si pretendía luchar con él por los dos anillos que ella había asumido que él tenía.
—No estáis pensando bien lo que decís, Lady Galadriel.— dijo Elrond fríamente. —Ni soy portador de Narya ni lo deseo. Ahora debo volver a mis estudios.
Galadriel le lanzó una mirada celosa mientras él se despedía inclinando la cabeza y se apresuraba a subir el camino. Entonces, mientras Elrond desaparecía entre los árboles, ella se dio la vuelta y comenzó a caminar con enojo por el camino que llevaba al río.
Ooo
Cuando Galadriel alcanzó los jardines inferiores, vio una pequeña figura arrastrándose a cuatro patas sobre el césped, mirando atentamente a las hierba.
—¿Se ha perdido algo, Elladan?— preguntó ella amablemente, sonriendo mientras Elladan se sentaba y la miraba con mal disimulada curiosidad.
—Oh no. Bueno, mío no— El muchacho se puso de pie de un salto, limpiándose el polvo de la palma de sus manos. —Estaba buscando el anillo sobre el que tu y Ada estabais hablando. ¿Crees que si lo encuentro me darán algún premio?—
La sonrisa de Galadriel se desvaneció y miró a su nieto con gran seriedad.
—Estoy segura de que serías recompensado de alguna manera. Pero a veces, Elladan, no es buena idea aceptar regalos de aquellos a los que no conoces y en los que no confías.
—Galadriel,— la cara de Elladan tenía el ceño fruncido con concentración y confusión —¿Por qué alguien está buscando una baratija todavía? Creo que yo me habría aburrido ya.
Elladan ya estaba aburrido y él había estado jugando a aquel juego solo durante diez minutos.
—Era muy preciado para él, Elladan.— dijo Galadriel sonriendo con tristeza. —Lo buscará hasta que lo encuentre.
—¿Pero por que era preciado?— insistió Elladan. —¿Tenía una gran joya en él?
Su abuela le ofreció la mano sonriendo sin decir nada y cuando Elladan la tomó, lo llevó hacia el río. Allí varias rocas cubiertas de musgo alteraban el burbujeante fluir del agua y el rio formaba espuma blanca como si manase a borbotones sobre hojas muertas y pequeñas piedras.
—Siéntate, pequeño.—
Galadriel se remangó las pálidas faltas para encaramarse sobre el borde de una de aquellas piedras y puesto que ella se lo había pedido, Elladan hizo lo mismo y trepó sobre la piedra para dejar colgando los pies descalzos en el agua..
—Aquí.— Galadriel metió su mano en el agua y, como salida de la nada, arrancó del fondo de la poza una piedra lisa de un blanco purísimo. Todavía cubierta por una capa de agua, centelleaba y relucía bajo la veteada luz que se filtraba entre las hojas de los árboles. Luego alargó el brazo y la dejó caer ligeramente sobre la palma abierta de su nieto. —Es hermosa.— dijo ella
—Sí que lo es.— dijo Elladan hablando como en un sueño mientras sostenía la piedra por encima de su cabeza, girándola para captar los tembloroso rayos de luz
—Es tu inocencia y confianza lo que te permite dormir por la noche.— Galadriel cogió la pequeña mano y cerró el puño alrededor de la piedra. —Es tuya.
La boca de Elladan se puso redonda por la sorpresa. El nunca le regalaría la piedra a otro si fuese lo suficientemente afortunado como para encontrar una. Ni siquiera a su hermano.
—Tienes muchas preguntas, Elladan— continuó Galadriel mientras se ponía de pie —Y cuando desees que sean respondidas, puedes volver a mi.
Elladan se la quedo mirando mientras se alejaba, chupándose el labio de arriba y luego dejó caer la piedra cuidadosamente dentro del bolsillo colgante de su túnica Saltando desde la piedra, corrió tras su abuela y deslizó la mano dentro de la de ella.
—Entonces, ¿Te sabes historias que den más miedo que las de Glorfindel?—
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—¿Es hora de cenar ya, Ammé? — preguntó Elladan con malos modos, de pie en el umbral y mirando mal a su madre.
—Todavía no—, Elladan.— Celebrian levantó la mirada de la túnica desgarrada, que estaba arreglando y le sonrió a su hijo. A juzgar por su expresión, no estaba encontrando la separación de su hermano muy fácil.
—¡Me aburro, Ammë!— se quejó Elladan, tirándose sobre los suaves cojines que cubrían el asiento. —¡No es justo!—
Bueno—,— Celebrian dio un par de puntadas más y luego le dio la vuelta a la prenda para comprobar su progreso—¿Por qué no lees un libro? Tenemos un montón aquí.
—Los he leído todos.— Elladan metió la cara bajo un cojín. —Ya. ¡Hace siglos!
Celebrian echó una ojeada a las librerías bien surtidas y sacudió la cabeza. Dudaba mucho que Elladan leyera alguna vez todos los libros con los que su marido creía necesario llenar la casa.
—O puedes ir y ayudar a poner la mesa.— dijo Celebrian alegremente y no se sorprendió cuando Elladan no se molestó en contestar.
— O hacer tu cama como es debido—. —No está bien dejar que alguien más la haga por ti siempre.
Elladan se sentó con mala cara.
—No quiero hacer mi cama. ¡Quiero ir de caza!
Celebrian levantó sus delgadas cejas y añadió un par de puntadas más, alisando la tela entre sus dedos mientras trabajaba.
—Quizás si pensases en hacer tu cama y ayudar a mantener la casa ordenada, alguien se ofrecería a llevarte.
La cara de Elladan ardió por el enfado y sus ojos brillaron enojados en dirección a su madre, pero no se atrevió a hacer los comentarios que le venían a la cabeza.
—Estoy segura de que Glorfindel estaría contento de llevarte, si pudiera estar seguro de que le escuchas y haces lo que te dice. . .—
—¡Ya lo hago— protestó Elladan furiosamente. —¡Yo siempre escucho a Glorfindel!—
—Sin discutir.— dijo Celebrian firmemente. —Hasta que seas lo suficientemente mayor para escuchar tranquilamente y trabajar duro, Elladan, no serás lo suficientemente mayor para permitirte salir del valle.
Elladan se giró hacia la ventana, ardiendo por dentro por aquella injusticia. Se iban a enterar. Definitivamente era lo suficientemente mayor para que se le permitiese ir a cazar
Ooo
—Ahora tengo que volver a mis papeles.— Elrond retiró su plato y se puso de pie con un suspiro. —Elladan, ¿por qué no vienes a hacerme compañía?
Elladan se lo quedó mirando y parpadeó como un conejo atrapado por la luz repentina de una linterna, pero no había manera de negarse, así que asintió en silencio.
—Bien.— Elrond cogió la mano de su hijo mayor. —Ven conmigo.
Glorfindel había hablado con él la noche pasada y tenía que admitir que estaba preocupado por lo que se había dicho. Quizá ayudaría pasar más tiempo con el muchacho. Y puesto que Elladan no tenía nada mejor que hacer...
—Aquí tienes.— Elrond alcanzó el cofre de madera tallada y se lo entregó a Elladan. Contenía una selección de pequeños barcos, de varias formas y tamaños, que Cirdan había tallado para él y su hermano durante una visita muchos años atrás. Cuando los gemelos tenían que pasar algún tiempo en el estudio sin hacer ruido era su entretenimiento favorito que se les permitiese jugar con aquellos juguetes.
Elladan estuvo a punto de coger los juguetes pero se retiró, poniendo mala cara mientras se balanceaba de un pie a otro.
—No quiero jugar con juguetes hoy.— Anunció mintiendo. —Quiero. . . Quiero . . .—
¿Qué hacía Elrohir cuando tenía que sentarse en silencio?
—Quiero leer... Un libro.—
Elrond se detuvo y se lo quedo mirando, preguntándose si Elladan había conseguido de alguna manera persuadir a su hermano para intercambiar sus puestos, y si era Elrohir el que estaba delante de él en aquel momento. Pero no, era definitivamente Elladan, viendo la manera en la que se mordía el labio.
—Muy bien.— Elrond devolvió el cofre a la estantería, mientras Elladan seguía el movimiento de sus manos. —Elige tu mismo.
El Señor de Imladris hizo un gesto con la mano con aire ausente en dirección hacia las estanterías llenas de libros y sostuvo la mirada de desafío de Elladan de frente. La cara de mal genio de Elladan se convirtió en una expresión pensativa y triste mientras contemplaba las estanterías de mapas, cuentas e historias.
Elrond volvió a su escritorio con una pequeña sonrisa.
—Ada.— lo llamó Elladan con una mirada insolente y señalando a un pesado volumen en lo más alto de la estantería. —Quiero leer ese. pero no puedo alcanzarlo.
Elrond se detuvo a medio levantarse.
—¿Y?
—¿Podrías por favor cogerlo por mí?— Elladan sonrió con inocencia.
Sin decir nada Elrond cogió el libro y comprobó que su hijo estaba colocado en el asiento junto a la ventana antes de dárselo. Los brazos de Elladan bajaron varios centímetros y casi se le cayó el libro de la sorpresa al sentir su peso. Elrond sonrió con satisfacción.
—Disfruta.
Elladan contemplo con los ojos entrecerrados como su padre volvía a su escritorio y comenzaba a escribir con una expresión medio divertida Hubo media hora de silencio, interrumpida únicamente por el esporádico sonido al pasar las hojas. Finalmente el libro fue cerrado con un enfático golpe.
—Ada, me aburro.— Elladan alargó la palabra como solo pueden hacerlo los niños.
—¿De veras, pequeño?— Elrond descansó el mentón sobre su mano.—¿Te gustaría jugar con los barcos?
—No.— Elladan dejó el libro y se deslizó hacia el suelo. —He dicho que no quiero jugar con juguetes.
—¿Entonces qué quieres hacer?— Elrond contempló a su hijo con une expresión a medio camino entre la sorpresa y la diversión.
Elladan miró de un lado a otro mientras pensaba. Incapaz de llegar a una respuesta apropiada, caminó hasta quedarse al lado de su padre.
—¿Que estás haciendo, Ada?—
Elrond dejo la pluma y cuidadosamente secó el papel.
—Estoy escribiendo lo que ocurre en nuestra casa.— Elladan parecía confuso, así que Elrond lo levanto y lo colocó sobre su regazo para permitirle ver la curvada y fluida escritura. —Ves, aquí he escrito los matrimonios y los niños que han nacido aquí. Y aquí hablo de nuestros caballos y el ganado.
—¿Escribes todo aquí, Ada?— Elladan levantó la vista para mirarle con curiosidad.
—Todo lo que es importante, si.— Elrond pasó algunas páginas. —Ves, aquí Glorfindel se marchó a la guerra y aquí decidimos cuanto pescado íbamos a tomar del río.
Elladan ojeó el libro, mirando principalmente las ilustraciones.
—¿Estoy aquí, Ada?— El muchacho miró hacia arriba con un repentino interés y un poco de orgullo.
—Pues claro, por supuesto que estas.— Elrond acarició el suave pelo oscuro y retrocedió varias páginas. —Ahí.
Elladan se inclinó hacia delante ansiosamente para ver el apunte, donde una mano había anotado al fecha y la hora con cuidadosa precisión junto al comentario:" Hijos gemelos nacidos de Elrond, Seños de Imladris y su esposa Celebrian."
—¡No dice nuestros nombres!
—Ah, pero es que todavía no os habíamos dado nombre. Glorfindel ni siquiera os había visto.
—¿Por qué no nos habíais dado nombres? ¿Es que no os importaba?
—¡Por supuesto que nos importaba!— Elrond le tiró a su hijo de la oreja para que le prestase atención. —Queríamos asegurarnos de que vuestros nombres fueran perfectos. ¿No te gustaría que te hubiéramos llamado Glorfestor, verdad?
Elladan se echó a reír y descanso la cabeza sobre el pecho de su padre.
—¿Cual era vuestro nombre favorito?
—Bueno, teníamos dos nombres favoritos.—Recordó Elrond editando cuidadosamente ciertas partes. —Y como teníamos dos niños pequeños, le dimos un nombre a cada uno.
Elladan miró a su padre con sospecha.
—¿Pero de Elladan o Elrohir cual os gustaba más?—persistió Elladan, mirando fijamente a su padre.
Elrond sonrió ligeramente.
—Ninguno. Nos gustaban los dos exactamente lo mismo. Os queremos exactamente lo mismo, así que es justo que os diéramos nombres que nos gustasen exactamente lo mismo, ¿no es verdad?
Elladan sonrió de oreja a oreja y se relajó.
—¿De verdad?
—De verdad.
—Bien.— Elladan se retorció hacia atrás para abrazar con fuerza a su padre y luego frunció el ceño. —¿Quieres igual a la gente difícil que a los que no lo son?
Elrond se echó a reír y abrazó a su hijo.
—Claro que sí. Me gusta que mi Elladan sea difícil.
Elladan se sentó tranquilamente un rato, apoyado contra el cuerpo de su padre antes de deslizarse hacia el suelo.
—Quizá juegue con los barcos después de todo.
Y así, Elladan pasó el atardecer tumbado en el suelo bajo un rayo de luz que venía de la ventana, planeando cuidadosamente ataques en el puerto —alfombra— con su flota de barcos.
Elrohir estaba tumbado silenciosamente junto a Celeborn, escondidos tras un arbusto. Tenía su arco preparado y todos sus sentidos estaban sintonizados para detectar cualquier animal que pudiera aproximarse hasta la poza para beber.
Después de un rato oyó un suave crujir de hojas a su derecha y de los árboles salió un gran ciervo. Se movía de forma bastante torpe, y estaba casi seguro de que podía alcanzarlo, incluso si comenzaba a correr. Moviéndose tan ágil y silenciosamente como pudo, Elrohir colocó una flecha e intentó apuntarle al corazón. El ánima estaba bebiendo y él estaba preparado para disparar.
Pero de repente no quería.
Nunca había vista un animal salvaje tan cerca y los brillantes ojos oscuros estaban llenos de vida. Podía ver la piel oscura moviéndose incesantemente mientras el animal tomaba aire, y no parecía que estuviera muy en forma porque estaba respirando profundamente y no se había movido rápido en absoluto..
No podía matarlo. Era demasiado salvaje. Estaba demasiado vivo. Y era demasiado real.
Pero ¿cómo podía explicarle aquello a su abuelo?. Matar cosas era el objetivo de una cacería, después de todo. Su abuelo lamentaría haberlo traído si resultaba que estaba demasiado asustado como para dispararle a un ciervo.
—Elrohir.— dijo Celeborn suavemente.
—¿Si?— Elrohir comenzó a sacudirse por los nervios. Dispararía, pero lo lamentaría para siempre. Y cerraría los ojos antes de que la flecha le alcanzase. No podía mirar la muerte que había causado.
—No dispares.
—¿No lo hago?— Elrohir casi se desmayó por el alivio.
—No. Está preñada.— Celeborn hizo un gesto con la cabeza hacía el hinchado cuerpo de la cierva. —Nunca debes disparar a un animal que tenga crías a menos que tu vida dependa de ello.
Elrohir le sonrió a su abuelo, con la cara iluminada por el alivio.
—Creo que es una idea estupenda.
Sin ser consciente de haber escapado con vida por los pelos, la cierva volvió al bosque, dejando al joven tirador preguntándose si sería capaz de ver las deliciosas rodajas de carne asada de la misma manera de nuevo.. Si tan solo hubiera bandejas de plata con rodajas de venado andando por el bosque en lugar de al contrario...
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Elladan camino por la terraza sin rumbo, aburrido y sin que nadie le prestase atención. Estaba anocheciendo y con las actividades del día terminándose, su hermano normalmente estaría persiguiéndole a través de los jardines o estarían luchando con palos. Pero en lugar de eso, no tenía a nadie con quien jugar y en algún punto de aquellos bosques su hermano estaría preparándose para pasar la noche. Ya no se sentía celoso. Solo quería que Elrohir volviese.
Incluso sus padres no le hacían caso. Estaban hablando y riéndose con Galadriel, Glorfindel y Erestor, y cuando había tratado de unirse le había dicho que —corriese a jugar—. No parecían darse cuenta de que no tenía sentido correr a ningún sitio si no había nadie con quien jugar o a quien mangonear.
Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta de la presencia del anciano vestido de gris hasta que una voz resonó en la semi-oscuridad.
—Buenas tardes, Maese Elladan.
Elladan dio un respingo, y luego sonrió al ver quien era. Tenia un sano respeto por el Istar, habiéndose enfrentado a él con una espada y cuando Mithrandir señalo al espacio vacío en el banco, fue corriendo ansiosamente.
—Buenas tardes Mithrandir— Elladan miró a su alrededor y se quedó decepcionado al no encontrar ni rastro de la vara. Habría sido estupendo ser capaz de presumir ante Elrohir de que había aprendido magia.
Mithrandir contempló la expresión en la cara del muchacho y la esquina de su boca se crispó divertida, y se quitó la pipa para hablar.
—Estas aburrido, pequeño.— observó débilmente.
Por alguna razón que no conseguía entender, a Elladan no le importaba que Mithrandor lo llamase pequeño. Porque obviamente él era muy viejo. Se preguntó si el Istar se moriría pronto. Erestor les había contado en una ocasión, que cuando los hombres se hacen muy viejos se vuelven grises y se mueren Mithrandir ya se había vuelto gris.
—¿Te morirás pronto?— pregunto Elladan con curiosidad y la cara medio girada hacie Mithrandir.
Mithrandir tomó un par de caladas a su pipa y sopló un anillo de humo.
—Parezco viejo pero no lo soy.
Elladan asintió, fascinado por el anillo de humo.
—Me hago viejo, pero mi tarea no ha terminado.— Mithrandir se inclinó hacia atrás y tomó otra calada de su pipa. —No me moriré.
—Oh.—dijo Elladan mirando todavía la pipa. Entonces sintió que se esperaba algo más de él. —Eso es bueno.
Mithrandir se echó a reír y luego en el silencio que siguió, sopló el humo en forma de caballo al galope. Los ojos de Elladan se abrieron como platos y se quedó con la boca abierta.
Mientras el caballo desaparecía disuelto en una voluta de humo, Elladan se giró ansioso hacia Mithrandir.
—¿Puedo probar?
El Istar miró discretamente hacia la esquina y vio a los adultos ocupados, todavía charlando. Entonces se giró hacía el muchacho que estaba botando nerviosamente arriba y abajo en asiento con las piernas agitándose salvajemente.
—No hay ninguna razón por la que no puedas.
Mithrandir le entrego la pipa cuidadosamente y le enseño el correcto movimiento de la boca para crear anillos de humo.
Con un gesto de determinación, Elladan dio una larga calada a la pipa e inmediatamente comenzó a atragantarse y comenzó a toser. Con aire bastante culpable, Mithrandir le quitó la pipa y le dio un par de palmaditas en la espalda.
—Sabe horrible.—dijo Elladan al cabo de un rato, mirándole con ojos brillantes. —Sabe fatal!
—Sí, supongo que es verdad.—Los ojos de Mithrandir brillaron con diversión. —Uno se acostumbra.
—Euch!— Elladan movió su lengua al aire para intentar deshacerse del sabor. —¿Quién querría?
—¡Elladan!— lo llamó Celebrian caminando por la terraza mientras buscaba a su errante retoño.
Elladan echó un vistazo desde detrás de la espalda de Mithrandir, y luego rápidamente volvió a esconderse.
—Ahí estas. Ven conmigo, es hora de que te vayas a la cama.— Celebrian extendió la mano en dirección a su hijo y luego los miró a los dos con sospecha. Podía oler el humo y había marcas de lágrimas en la cara de su hijo. Con un poco de suerte los Valar serían lo suficientemente misericordiosos para evitar que desarrollase tendencias pirómanas. —¿Que habéis estado haciendo?
El pequeño elfo y el Istar hablaron a la vez.
—¡Nada!
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Elrohir y Celeborn se sentaron en un amigable silencio sobre un viejo tronco, cerca del fuego del campamento. Era una hora tardía del atardecer, y a pesar de que el trozo de cielo visible desde el claro era todavía de un rico azul profundo, los bosques que los rodeaban estaban en sombras de un color negro oscuro.
Contento de que Celeborn estuviese con él, especialmente ya que apenas podía ver un par de metros entre los árboles y no tenía ni idea de que acechaba allí. Elladan se fue acercando poco a poco a su abuelo. Adivinando la razón para tal comportamiento y escondiendo una sonrisa al pensarlo, Celeborn puso su brazo alrededor del muchacho y lo atrajo más cerca de él.
—Hace frio esta noche, ¿Verdad?.— Celeborn olfateó el templado aire de verano. —Estarás más caliente aquí.
Elrohir sonrió y se abrazó a su abuelo
—¿Cantamos canciones? preguntó esperanzado. Adoraba las canciones y las historias en la Sala de Fuego, pero pensó que sonarían incluso mejor solo en el bosque, con amigos especiales por compañía. Se sentiría como un guerrero, pensó, cuando pasase los atardeceres sentado apiñado junto al centelleante fuego, escuchando da alguien cantar suavemente.
—Por qué no.— estuvo de acuerdo Celeborn —¿Qué te parece la balada de Luthien?
—Sí, esa es buena— dijo Elrohir con seriedad. —¿Canto yo primero?
Sonaban bien juntos, reflexionó Celeborn. La voz de Elrohir era todavía alta y clara y contrastaba bien con sus tonos más graves. Casi tan bien como cuando la cantaban a tres voces, él junto a su esposa y Celebrian. Cuando su hija tenía la edad de Elrohir, siempre se emocionaba cuando se aproximaban sus partes favoritas y se adelantaba a sus padres. Escuchando a Elrohir saltarse tres versos y luego sonreír de oreja a oreja mientras cantaba su parte favorita, Celeborn sonrió al comprobar cuanto se parecía a a su madre..
¿Pero no era ese el motivo por el que despreciaba a su nieto mayor?
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Elladan estaba acostado, solo, en la oscuridad de su habitación A menudo le había pedido a su padre una habitación propia, como la tenían los elfos mayores, pero ahora que la tenía para el solo parecía terriblemente silenciosa y solitaria. No podía recordar una noche en la que hubiese sido incapaz de oír el suave sonido de la respiración de Elrohir en la oscuridad y el repentino silencio parecía sonar hueco.
Se preguntó dónde estaría Elrohir y qué estaría haciendo. Quizá incluso estaba pensando en él. Elladan deseo que fuesen pensamientos felices, incluso aunque no los mereciera. Quería a su hermano de vuelta, desesperadamente.
Si tan solo pudiera decir algo agradable que Elrohir pudiera oír y arreglar así las cosas... En el momento en el que volviese, correría hacia él y le diría lo contento que estaba de que hubiera vuelto sano y salvo.. Nada era divertido sin Elrohir.
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Elrohir entro de un salto de vuelta a su tienda, bastante más rápido de lo que lo se iba a su cama en casa. Estaba cansado después de un largo día y quería pensar sobre todo lo que le había ocurrido. También estaba la idea de qué había hecho aquel sonido raro de respiración detrás del árbol . Pero estaba intentando no pensar en ello.
Una vez que estuvo de vuelta en el circulo de luz que salía de la hoguera, se permitió detenerse y mirar arriba a la masa de estrellas visible en el cielo nocturno. Antes, al atardecer, había solo unas pocas estrellas que podían verse, pero mientras oscurecía aparecían más y más hasta que parecía que habían cubierto el cielo entero.
Le recordaban a los problemas, pensó Elrohir, eligiendo una roca caliente junto al fuego para dejar sus mantas. Cuando era más pequeño solo había tenido unos pocos problemas- como las estrellas con más brillo. Pero por cada año que pasaba, parecía como si hubiera más problemas que se fueran añadiendo a su vida. Elladan nunca había sido un problema, solo un amigo. Pero ahora era la nube más grande en el horizonte.
Elrohir miró arriba con tristeza y eligiendo la estrella más brillante, pidió como deseo que Elladan volviese a ser su amigo de nuevo. Echaba de menos a su hermano, pero probablemente Elladan ni siquiera se habría dado cuenta de que se había ido.
—Elrohir, vamos. Es hora de irse a la cama.— Celeborn echó para atrás la solapa que cubría la puerta de la tienda y le hizo gestos al muchacho para que entrase dentro.
Elrohir gateó y se metió bajo la pila de mantas que su abuelo había preparado para él, todavía agarrando la piedra para calentarse. Se preguntó si esto era los que los bebes conejo sentían dentro de su madriguera, todos calientes y confortables, pero cuando le preguntó a su abuelo, Celeborn se limitó a gruñir.
Suspirando de felicidad, Elrohir se metió dentro, tapándose hasta las orejas y comenzó a dejarse llevar por el sueño. Hizo un último esfuerzo por conversar murmurando algo acerca de que los elfos adultos tenían tantos problemas como estrellas cubriendo el cielo de blanco, pero cuando Celeborn se giró hacia él con una mirada desconcertada, ya estaba profundamente dormido.
Sonriendo a su pesar, Celeborn se inclinó hacia delante para darle un beso a Elrohir en la frente y luego sopló la vela, sumergiendo la tienda en la oscuridad..
