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Ambos gemelos poseían capas de Lorien: un regalo de su octavo día de Concepción. Estaban hechas de tela gris oscura de Lorien y con los bajos bordados con escritura élfica en hilo dorado. Se suponía que los gemelos deberían llevarlas con ellos cada vez que amenazase lluvia, pero durante el verano a menudo las "olvidaban" y varias horas más tarde dos pequeños elfos avergonzados y empapados deambulaban por la casa, preparados para salpicarse mientras tomaban un baño caliente.

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Elrond entró en el estudio de Glorfindel caminando a grandes zancadas y se anunció sólo con un breve golpe en la puerta.

—¡Glor!—

—¿Peredhil?— Glorfindel se giró en su silla, con una ceja rubia alzada. Elrond no llevaba papeles ni libros, lo que podía considerarse, generalmente, como un buen síntoma.

—Escaleras. Elladan se cayó por las escaleras. ¡No me has dicho nada!— Elrond sonaba inexplicablemente enfadado.

Glorfindel dejo su pluma y se giró en la silla, lanzándole a su amigo una mirada que claramente anunciaba que no entendía la aspereza en el tono del Señor de Imladris.

—Lo siento.— se disculpó Elrond. No estaba enfadado con el elfo rubio - estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo podía haberse olvidado de preguntarle a su amigo la noche anterior?. Con el entusiasmo de la vuelta de Elrohir había olvidado completamente el tema. ¿Y por qué Glorfindel se había enterado antes que él? Después de todo él era el padre del muchacho.

Glorfindel asintió aceptando la disculpa.

—Siéntate Elrond.

Elrond se sentó con impaciencia en el borde del asiento junto a la ventana, jugueteando con el borde del cojín.

—Dime que ha ocurrido, Glor.

—No conozco toda la historia,— le advirtió Glorfindel, —Pero parece que tiene problemas con algunos de los otros chicos.

—¿Está peleándose de nuevo?— Elrond suspiró, deseando durante un par de segundo culpables que Elladan se pareciese más a su hermano.

Glorfindel hizo una mueca y sacudió la cabeza.

—No creo que haya empezado esta pelea. No es tonto y no ha sido precisamente una lucha justa.

Elrond frunció el ceño.

—¿Y fue a buscarte a ti?

Glorfindel asintió.

—Y se quedó conmigo después. No creo que haya sufrido nada más serio que un par de cortes y moretones, pero no estaría de más comprobarlo.

Elrond asintió y se quedó sentado en silencio un par de minutos.

—¿Por qué fue a buscarte a ti, Glor?—preguntó al fin, mientras su tono delata la verdadera pregunta, —¿Es que no soy un buen padre?

—No quería recorrer todo el camino hasta la casa.— dijo Glorfindel, con la impresión de que estaba poniendo una excusa. —Tuve que llevarlo todo el camino.

Elrond asintió y no hizo más comentarios sobre el asunto. No sabía lo que un padre debería decir - lo que un padre debería sentir. Su propio padre era poco más que un borrón oscuro de memoria y los otros a los que había llamado padre habían reconocido que en el momento en el que llegaron a su custodia él y su hermano tenían poco de niños en ellos.

Estirándose, se puso de pie y luego se giró hacia Glorfindel.

—Si no estás ocupado, ¿por qué no vienes a comer con nosotros?— preguntó Elrond. Sería estupendo tener un par de caras extra alrededor de la mesa. —Erestor también.

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—Te echo una carrera!— gritó una voz y se oyó el sonido de pies ligeros corriendo pasillo abajo.

Hubo un grito y otra voz engañosamente similar a la primera se quejó diciendo: "Elladan".

Un par de pies continuaron corriendo y Elladan giró rápidamente bajo el dintel de la puerta y gritó triunfante:

—¡Te he ganado!

—Eso no es justo, Elladan.— Elrohir caminó hasta la puerta y le dio un golpe con el codo a Elladan para apartarlo. —Se lo voy a decir a Ada.

Elladan le frunció el ceño a su hermano y dijo de mal humor, —Yo no he hecho nada.

—Me has empujado.— Elrohir le lanzó a Elladan una mirada molesta. —Has hecho trampa.

—¡Yo no hago trampa!— La voz de Elladan subió de volumen.

—¡Chicos!— dijo Celebrian con tono de advertencia.

Los gemelos se giraron hacia la mesa y, simultáneamente, sonrieron de oreja a oreja con deleite al ver a Glorfindel y parecieron menos entusiasmados al ver a Erestor .

—Lo siento, Ammë.— dijeron los gemelos a la vez y Elrohir corrió hasta una de las sillas vacías. —¡Yo me siento al lado de Glorfindel!

El gemelo más joven trepó por la silla que había al lado del elfo rubio y le sonrió a Elladan, satisfecho por haber conseguido su venganza. Elladan se mordió el labio y estaba a punto de protestar cuando vio la mirada de su padre.

En silencio trepó por la silla que quedaba y colocó los codos sobre la mesa, descansando el mentón sobre sus puños apretados.

—Elladan.— Celebrian miró con dureza a su hijo.

Elladan, en silencio, retiró los codos y estaba a punto de fruncirle la nariz a Elrohir cuando se dio cuenta de lo herido que parecía Erestor. Recordó cómo se había sentido cuando nadie había querido sentarse con él a la hora del almuerzo.

—Me alegra sentarme a tu lado, Erestor.— dijo Elladan, esperando que su voz sonase sincera.

Erestor murmuró algo y Glorfindel le sonrió a Elrond.

—Bueno, ¿quien tiene hambre?— dijo Celebrian rápidamente, sirviendo la comida en los platos. Había advertido el destello travieso en los ojos del elfo rubio y no quería esperar a ver como fastidiaba a Erestor, así que lo distrajo . —¿Glorfindel?

La comida transcurrió felizmente, con la charla normal y los recordatorios de cortar la carne y las peticiones para que alguien pasase el agua

—¿Habéis pasado una buena mañana?— Erestor se dirigió a los gemelos, esforzándose por hablar con ellos.

Los gemelos se miraron el uno al otro y suspiraron. Cada persona que visitaba a su padre les preguntaba algo similar, y cada vez tenían que inventar respuestas que fueran adecuadas y educadas.

—Hemos tenido lecciones.— dijo Elrohir amablemente, como si estuviera hablando con un niño humano particularmente pequeño y corto de entendederas.

—Lecciones aburridas.— dijo Elladan con una mirada traviesa dirigida a Glorfindel . —Deletreo.

Glorfindel fingió enseñarle los colmillos a Elladan y rió en voz baja.

—Deletrear es muy importante.— Erestor dejo su tenedor y hablo con mucha seriedad . —Nadie entenderá lo que quieres decir si no te expresas correctamente.

Elladan frunció el ceño y miró su plato, sintiéndose traicionado. Había sido amable con Erestor y ahora Erestor estaba siendo mezquino con él.

—Si, Erestor.— Elladan bostezo ruidosamente, y se metió en la boca una patata entera para que Erestor no esperase más comentarios por su parte.

Erestor, que parecía decepcionado, devolvió la atención a su plato y la mesa volvió a quedarse en un silencio incómodo. Después de unos instantes, Elrohir aprovechó el silencio para asegurarse de que su petición era escuchada. Algo bastante infrecuente cuando pasas tu vida junto a un hermano ruidoso.

—Ada. ¿Cuándo podremos tener arcos propios?— preguntó esperanzado. —Muchos de los Adas de los otros chicos les han regalado arcos propios.

Elladan comenzó a masticar tan rápido como pudo para ser capaz de unirse a la conversación.

—Arcos propios. . .— Elrond hizo una pausa y se quedo pensativo unos instantes mientras dos pequeñas caritas lo miraban atentamente. —Bueno, pronto cumpliréis diez años. Quizá recibáis arcos por vuestro día de la Concepción.—

Miró a Celebrian y ella sonrió y asintió.

—Sí, esperad a vuestro día de la Concepción. Cuando hayáis cumplido diez años.— confirmó ella.

Elrohir suspiró, y Elladan continuó masticando y tragando tan rápido como le era posible.

—Para eso quedan meses.— dijo Elrohir con una mirada de súplica a sus padres. No celebraban su día de la Concepción hasta finales de otoño, cuando la escarcha y el hielo ya habían tocado el jardín. En un día de calor abrasador en mitad del verano era difícil imaginarse su día de la Concepción y la larga espera hasta que llegase.

—Ammë!— Elladan murmuró con la boca llena de patata. —Eso. . .—

—No hables antes de tragar la comida, Elladan.— dijo Celebrian serenamente.

Elladan puso los ojos en blanco y termino de masticar, dando golpecitos de impaciencia en el suelo con los pies.

—Ammë!— exclamó violentamente cuando finalmente consiguió tragarse la patata. —¡Necesitamos arcos nuevos ahora! Hay un chico en mi grupo que tiene ese arco que puede disparar lejísimos.

—Vuestros arcos son perfectamente adecuados para las distancias a las que sois capaces de disparar.— dijo Elrond, ganándose una mirada de impaciencia por parte de Elrohir. —Todavía no necesitáis arcos nuevos.

—¡Pero Ada!— protesto Elladan, a pesar de que sabía por experiencia que su padre no iba a cambiar de opinión. —Si tuviera un arco nuevo se me daría mejor el tiro con arco, ¿No quieres eso?

Elrohir y Elladan intercambiaron sonrisas, pensando que aquel era el razonamiento supremo que haría que su padre cambiase de opinión.

—Me gustaría que a ambos se os diera bien el tiro con arco.— dijo Elrond, sirviéndole otro vaso de vino a su esposa . —Pero tengo la impresión de que es mejor que lo logréis practicando y no gracias a un equipamiento al que no podéis hacerle justicia.—

Elladan frunció el ceño y estaba a punto de protestar cuando Glorfindel intervino.

—Recuerdo que una vez me sentí igual que tú, Elladan.— dijo el elfo rubio hablando con seriedad, consciente de la mirada de 'ahora nos echaran la bronca' que Elrohir le lanzó a su hermano. —Pronto aprendí la lección.

Cerró los ojos un instante para recordar la sensación de haber sido empujado al suelo, vencido, mientras su hermosa espada caía delante de él con un sonido metálico. Había estado tan seguro de que ganaría... sabía que era el mejor en esgrima y tenía la mejor espada de entre los niños de Gondolin. Así que no se había molestado en practicar.

Suspirando, bajó la mirada hacia su muñeca izquierda para mirar la pálida cicatriz que había ganado como resultado de la pelea, pero no estaba allí, por supuesto.

—Las armas son inútiles a menos que puedas usarlas, Elladan. Puedes coger el arco de tu padre si quieres, pero dudo que eso te haga mejorar.

Elladan bajó la vista hacia su plato y pinchó un trozo de brócoli. Siempre pasaba lo mismo. No era tan bueno como su hermano en el tiro con arco, no era lo suficientemente bueno para recibir alabanzas y tampoco era la suficientemente bueno para usar un arco de verdad.

—Si, Glorfindel.

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Elrond estaba sentado en su escritorio. Se suponía que estaba trabajando, pero en realidad estaba mirando a sus hijos mientras jugaban en el huerto de árboles frutales. Celebrian iba caminando hacia ellos en aquel instante, sosteniendo una toalla y un par de flechas perdidas, salvando a sus hijos, una vez más, de una reprimenda por no llevar el equipo, llegar tarde o ambas cosas.

Contemplando como los gemelos se ponían de puntillas para darle un beso de despedida a su madre, volvieron a él los pensamientos de aquella mañana. Elladan se había hecho daño y había acudido a Glorfindel.

Empujando la silla hacia atrás tan apresuradamente que casi la tiró al suelo, Elrond se puso de pie de un salto y caminó a buen ritmo hacia los jardines. Rápidamente alcanzó a sus hijos, justo antes de que se separasen para ir a las diferentes sesiones de entrenamiento. ¡Parecían tan similares vistos desde atrás!

—Elladan!— llamo Elrond y ambos muchachos se giraron para mirarle. —Voy en tu dirección. ¿Por qué no vamos juntos?

Elladan sonrió, se colocó junto a su padre dando saltitos, y apoyó la cabeza contra su muslo. Elrohir le lanzó a su padre una mirada triste y continuó su camino solo, con los hombros caídos.

Elrond suspiró apesadumbrado. Era imposible ser justo cuando debía ser padre de dos muchachos que eran tan diferentes. Quizás pudiera encontrar algo especial que hacer con su hijo pequeño aquella noche.

Elladan cambio de mano el arco y levantó el brazo para deslizar su mano dentro de la de su padre.

—¿Cómo va el entrenamiento?— preguntó Elrond fingiendo desinterés, mientras contemplaba los moretones del brazo extendido de su hijo.

—Está yendo bien, Ada.— dijo Elladan con bastante menos alegría de la que cabría esperar. Entonces añadió en un tono más optimista: —¡He oído a Glorfindel hablar de un movimiento especial! ¿Me lo enseñarás?

—¿Qué movimiento era?— pregunto Elrond con curiosidad, preguntándose qué era exactamente lo que Elladan había oído y esperando que no fuese el final de uno de los chistes de Glorfindel

Elladan inclino la cabeza y se mordió el labio mientras pensaba.

—Creo... . . Creo que era... . . ¿Ecthelion?—

—¿El bloqueo de Ecthelion?— preguntó Elrond.

—Sí, ¡Ese era!— Elladan saltó con entusiasmo varios escalones, arrastrando a su padre con él. —¿Me lo enseñarás, Ada?

—Es un movimiento difícil. . .— comenzó a decir Elrond y luego bajo la vista y vio la cara ansiosa de su hijo levantada hacia arriba. —Pero estoy seguro de que podrás apañártelas bien.

Elladan sonrió de oreja a oreja, y cada paso se convirtió en un brinco de felicidad. Elrond sonrió al ver la exuberancia de su hijo y luego hizo una ligera mueca mientras intentaba abordar el incómodo tema de las escaleras .

—Glorfindel me ha dicho que tropezaste y te caíste por una escalera ayer.— Dijo con voz despreocupada. —Me gustaría ver las heridas después de la cena.

—¿Por qué?—pregunto Elladan con desconfianza, preguntándose si Glorfindel le había hablado de su conversación.

—Bueno, quiero asegurarme de que están curándose bien. Y no quiero que te duelan, si no tienen que dolerte.— dijo Elrond pacientemente.

—Oh.— Elladan se relajó. —No duelen mucho, Ada.

—Bien.— sonrió Elrond con la sensación de que la conversación estaba yendo bastante bien. —¿Te gustan los chicos de tu nuevo grupo de entrenamiento? No son tus amigos de siempre, eso lo sé.

Elladan se puso tenso y frunció el ceño mirando al suelo. Glorfindel se lo había contado.

—Sí que me gustan. Todos son mis amigos.— dijo Elladan a la defensiva, apretando el paso para llegar a su destino lo más pronto posible.

—Elladan.— suspiró Elrond e intentó acariciar el pelo de su hijo, pero Elladan se alejó.

—¡No pretendía pelearme! Yo no quería.— Las lágrimas saltaron de los ojos de Elladan.

Elrond frunció el ceño y al ver que habían alcanzado la profunda poza que usaban para nadar, se arrodilló y le dio a su reticente hijo un abrazo . Elladan permaneció tenso al principio y luego su cuerpo se relajó.

—Sabes que puedes hablar conmigo en cualquier momento

Elladan murmuró una respuesta y luego echó a correr para unirse a la multitud de pequeños elfos, deteniéndose para mirar a su padre mientras se ponía de nuevo en pie y se alejaba.

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—¡Contaré hasta cien!— gritó un pequeño elfo con el pelo oscuro, cubriéndose la cara con las manos y girándose hacia el árbol que había sido designado como base. —Uno. . . Dos. . .

El grupo de pequeños elfos, que constaba de veinte muchachos de ambos grupos de entrenamiento, intercambiaron un par de miradas rápidas antes de huir en varias direcciones. Corrieron a toda velocidad a través del bosque y sus pasos ligeros apenas hicieron ruido sobre la suave hierba y los restos de las hojas caídas del año anterior.

Era un día soleado y la luz dorada del final de la tarde se filtraba a través de las ramas y de las hojas, dándole al suelo un efecto moteado y ondulante, mientras la brisa del atardecer soplaba las hojas adelante y atrás.

Elrohir corrió con algunos de los otros muchachos al principio, pero al alejarse de la guarida se separaron para meterse dentro de troncos huecos, esconderse en los salientes de los peñascos o trepar a las ramas bajas de algunos árboles pequeños, y pronto empezó a correr solo.

Finalmente oyó la canción burbujeante de uno de los pequeños ríos que serpenteaba siguiendo el fondo del valle. Podía oír voces en la distancia llamándose y riendo, indicando que la persecución había comenzado. Las voces se estaban acercando, así que miró alrededor desesperadamente buscando un lugar donde esconderse. No había ningún árbol por el que, convenientemente, pudiera trepar y no había arbustos para esconderse tras ellos.

Medio trepando, medio resbalando hacia la orilla del rio por culpa de las prisas, tropezó por casualidad con el escondite perfecto. El rio había excavado un pequeño saliente sobre un área de guijarros y estaba oculto de la vista por la rivera que pasaba por encima de la oquedad . A menos que alguien, por casualidad, siguiera su mismo camino por la orilla del rio, nunca lo encontrarían.

Seguro, sabiendo que iba a ganar el juego, Elrohir permaneció silenciosamente bajo la playa de guijarros y esperó.

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—Se está haciendo tarde. Es hora de que me vaya a casa.— dijo al final uno de los niños elfos más responsable.

Hacía rato que el juego había finalizado y los participantes habían terminado de perseguirse y darse el "tú la llevas", para hacerse cosquillas y tirarse al suelo, mientras el bosque se llenaba de chillidos y risas agudas. Exhaustos al fin, los niños se habían tumbado y se habían lanzado bolas de hierba u hojas muertas unos a otros, mientras charlaban sobre cualquier cosa que se les ocurriese .

El sol estaba ya bajo sobre el horizonte y las nubes en el oeste estaban comenzando a tintarse de rosa. Despidiéndose a voces y uniéndose a sus hermanos y vecinos, los pequeños elfos comenzaron a formar grupos para volver a casa.

Fue entonces cuando Elladan se dio cuenta de que no podía ver su hermano por ninguna parte y no recordaba haberlo visto desde que habían corrido en diferentes direcciones al comienzo del juego

Empezó a buscarlo serenamente, preguntando a sus amigos si habían visto a su hermano, pero mientras todo el mundo comenzaba a separarse empezó a sentirse más y más nervioso. Finalmente, se quedó sólo, de pie en el claro, con su sombra alargándose bajo la menguante luz del atardecer.

—¿Ro?— gritó Elladan con incertidumbre, girándose alrededor para mirar entre los árboles buscando alguna señal de su hermano. —¿Ro?

No hubo respuesta y dio la impresión de que su voz quedaba inmediatamente amortiguada por los árboles .

—Elrohir!— grito Elladan tan alto como pudo, con la última nota flotando a la deriva como un canto de pájaro recorriendo el valle. —¡Ro!

Siguió sin haber respuesta. Desconcertado, Elladan se sentó en la hierba y se abrazó las rodillas. Elrohir no se habría ido a casa sin él y si hubiera querido dejar de jugar, se lo habría dicho a alguien. Quizá se había caído en algún sitio o se había hecho daño. O quizá se había quedado atrapado. La idea de su hermano herido, tirado en alguna parte, le hacía sentirse bastante enfermo. Podía imaginarse a sí mismo en la misma situación, asustado y dolorido, esperando a que alguien viniese a ayudarlo.

Elladan se levantó y comenzó a correr en la dirección en la que había visto marcharse a Elrohir. No podía haber ido lejos.

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Los últimos rayos dorados del sol del atardecer se retiraron por el este del valle, dejando una sombra oscura de color gris azulado tras ellos. La estrecha extensión de la playa de guijarros al borde del arroyo estaba ya en sombras, pero la fértil tierra de la orilla que había tras el pedregal estaba todavía iluminada por la luz anaranjada del sol.

La brisa en el valle estaba volviéndose más fría y las hojas de los árboles estaban crujiendo inquietas. El aire se sentía húmedo y bochornoso y las nubes estaban amontonándose en el cielo.

El sol se deslizó lentamente a las partes más altas del valle y pronto la sombra estaba bordeando el duro suelo de la orilla. Los mermados rayos de sol también tocaron la cara del pequeño elfo mientras se retiraban, resaltando las mejillas sonrojadas, los párpados medio cerrados con sus largas pestañas y la pequeña oreja puntiaguda medio cubierta por mechones de pelo oscuro.

Sin ser molestado, el muchacho siguió durmiendo, y pronto estaba tumbado a oscuras.

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Elladan esquivó los obstáculos y avanzó saltando a través del bosque, parándose ocasionalmente para mirar a su alrededor y llamar a su hermano. Los bosques estaban ya en sombra, los brillantes colores disminuidos hasta convertirse en tonos azules o grises. Mientras miraba alrededor, Elladan comenzó a sentir como si los árboles hubiesen cerrado el espacio a su alrededor mientras el bosque se oscurecía. Ya no podía ver lejos entre los árboles y la débil luz lanzaba sombras oscuras de formas extrañas.

—¡Elrohir!— gritó Elladan con desesperación, intentando llenar el aire del bosque, demasiado silencioso, con el ruido de su voz. —Elrohir, ¿dónde estás?

No hubo respuesta, pero una repentina ráfaga de aire ondeó entre las hojas de los árboles, haciendo que Elladan se sintiese de repente helado, y cruzó sus brazos desnudos para darse calor. Consideró por un instante correr de vuelta a casa, a la luz y al calor, a buscar a su Ada para que viniese a buscar a Elrohir con él. Pero Elrohir siempre se había asustado con mucha más facilidad que él, y puesto que él se estaba sintiendo un poco intranquilo, Elrohir debía de estar aterrado. No podía dejarlo solo en aquellos bosques.

Con una última mirada hacia el camino por el que había venido, Elladan avanzó con paso seguro hacia el interior de los bosques.

—No te preocupes, Elrohir.— gritó en voz tan alta como le permitió su coraje . —Ya voy

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Elrohir se despertó cuando las primeras gotas de lluvia le golpearon en la mejilla.

—Vete.— murmuró, estirando el brazo para tirar de una manta invisible hasta su cabeza. Solo cuando sus manos frías no encontraron nada que agarrar, abrió los ojos.

Estaba oscuro y en el cielo no había estrellas. El azul profundo del cielo estaba oscurecido por densas nubes negras. Los árboles se alzaban imponentes sobre su cabeza como una sombra sólida de color medianoche, e incluso el arroyo se había convertido en poco más que un ruido en la oscuridad.

Sentándose rápidamente y gateando para ponerse de pie, Elrohir miró a su alrededor. Podía ver más de lo que había pensado al principio: podía ver lo suficiente para percibir las piedras que podía usar como punto de apoyo en la orilla, y podía ver el color blanco de la corriente del rio mientras discurría apresuradamente sobre las piedras. En silencio, se giro de espaldas al rio y se concentro en subir a la orilla con seguridad.

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—Elrond, ¿has visto a los chicos?— Celebrian entró en el estudio, con el ceño ligeramente fruncido por la preocupación. —No puedo encontrarlos y no han venido a casa para la cena.

—¿No han venido?— Elrond se detuvo, con su pluma inmóvil sobre el papel. —¿Estarán con Glorfindel?

Celebrian sacudió la cabeza y se mordió el labio.

—Habría enviado un mensaje. Seguro.

Elrond estuvo de acuerdo con ella, pero decidió que era más sensato comprobarlo.

—Por qué no vas a encontrar a Glorfindel mientras yo voy a hablar con algunos de sus amigos.— Elrond se puso de pie y le dio a su esposa un abrazo y un beso antes de coger su capa y marcharse.

Celebrian asintió y tragó saliva. No tenía sentido preocuparse todavía. Los muchachos, probablemente, se habían entusiasmado con algún juego de nuevo.

Aunque generalmente a aquellas horas solían tener hambre. Y nunca les había gustado demasiado jugar en el oscuridad o bajo la lluvia.

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La lluvia había comenzado a caer en serio. Las espesas nubes estaban negras sobre el valle y grandes gotas corrían a mares entre las hojas. Los bosques estaban llenos del sonido del tamborileo del agua en las hojas y en la hierba, y el aire tenía ese curioso olor de la lluvia sobre la tierra seca . Pocas cosas eran visibles a través de la oscuridad en aquel momento, aparte de los troncos grisáceos, y Elladan tenía que moverse orientándose por el sonido distante del río y el débil sonido de sus pasos sobre los diferentes terrenos.

Rápidamente, la lluvia empapó el áspero tejido de su túnica, haciendo que la tela se le pegase al cuerpo. Sus oscuras trenzas se habían deshecho y el pelo mojado se le pegaba, desordenado, a la cara . Incluso sus mocasines estaban empapados.

—¿Elrohir?— gritó Elladan, esperando que su voz fuese lo suficientemente alta para que pudiera ser oída sobre el ruido del viento y la lluvia.

Por mucho que intentaba ignorarla, una traicionera vocecilla en su cabeza hablaba cada vez más alto. Su hermano no se habría ido a casa sin él ¿verdad? ¿No estaría gastándole una broma cruel?

—¡Por supuesto que no lo haría!— dijo Elladan en voz alta, esforzándose por desterrar aquella voz. —¡Él nunca haría eso! ¡Nunca!

—¿No?— dijo la voz, —Pero yo conozco a alguien que sí lo haría.

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Elrond se quitó su empapada capa y entró a grandes zancadas en la sala de estar, donde Celebrían había reunido a sus padres, a Glorfindel y a Erestor. Celebrian se puso de pie inmediatamente y su cara hizo la pregunta que no necesitaba palabras.

—No.— Elrond sacudió la cabeza miró al suelo mientras hablaba. No quería ver la reacción en la cara de su esposa. —No los han visto desde que estaban jugando al escondite en los bosques, y todos se han ido a casa antes de la puesta de sol. Sin embargo, me han dicho que Elladan se ha quedado allí cuando el resto se ha marchado.

Celebrian suspiró. A saber en qué problema había metido Elladan a su hermano esta vez.

—Así que están perdidos en algún lugar de los bosques.— Celebrían caminó hacia la puerta, con la clara intención de coger su capa, pero Elrond la detuvo.

—Quédate aquí, Cel.— dijo bajando la vista para mirarla a la cara. —Hace una noche de perros ahí fuera.

Celebrian se soltó de su agarre.

—Mis hijos están ahí fuera.

—Los encontraremos.— La consoló Elrond, inclinando la cabeza para besarla. —No habrán ido lejos.

Dio la impresión de que Celebrian estaba a punto de negarse, con la fuerza que había heredado de su madre pero Celeborn intervino.

—Quédate aquí, Celebrian.— dijo colocando un brazo alrededor de su cintura y guiándola hacía el banco donde Galadriel estaba sentada. —Alguien tiene que estar aquí por si los muchachos vuelven antes de que los encontremos. Yo iré.

Los labios de Glorfindel se fruncieron ligeramente, pero puesto que Celebrían se había calmado al oír la sugerencia, no hizo más comentarios. El tampoco tenía intención de permitir que la Señora de Imladris saliera fuera con semejante tiempo.

—Yo iré también.— dijo Erestor ansiosamente y se puso en pie dirigiéndose a la puerta.

—Gracias, Erestor.— dijo Elrond sonriendo brevemente, y luego volvió a centrarse en el asunto que le ocupaba. —Glor, ¿buscamos tu y yo en la sección norte?

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Elrohir estaba de pie en mitad del bosque, mordiéndose el labio mientras luchaba por contener la lágrimas. Estaba oscuro, llovía, y estaba metido en un buen lio.

Y lo peor era que ya no estaba seguro de dónde estaba. Los boques parecían completamente diferentes en la oscuridad y no reconocía aquel lugar en absoluto. Cuando había trepado hacia la orilla se había quedado un poco desorientado, pero se había dirigido rápidamente en la que él creía que era la dirección correcta, ansioso por llegar a casa antes de que su Ammë se preocupase. Pero en algún punto debía de haberse equivocado de camino, porque no había alcanzado el camino de vuelta a la casa ni veía ninguna otra señal de vida.

El viento estaba azotando las hojas en las copas de los árboles y hacía caer sobre él láminas de lluvia helada. Los bosques estaban demasiado oscuros, y a ratos, por el rabillo del ojo, tenía la impresión de que veía una sombra moverse.

Temblando, se abrazó con fuerza, deseando tener su capa con él. Estaría colgando de los ganchos de madera tallada fuera de la sala de estar, junto a la de su hermano, que era idéntica a la suya, y rodeada por la capa de tela oscura de su padre y la roja clara de su madre. El pasillo estaría caliente y seco, iluminado por el resplandor dorado de la velas y las largas sombras que lanzaban sobre los muros claros. La luz de las velas fluiría fuera de las ventanas - no demasiado, pero lo suficiente para ver el pavimento de la terraza en el exterior si se apretaba la cara contra el cristal de la ventana. Y si él estuviera en casa en aquel momento, estaría allí, contemplando la noche mientras escuchaba la risa y las voces que llegarían de la sala de estar.

Daría cualquier cosa por ver las luces de Imladris en aquel momento.

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El inquietante aullido del viento circulando entre los árboles hizo que Elladan diera un respingo y mirase con disimulo a su alrededor. Sabía que no había peligro real allí, porque la Guardia se aseguraba de que los bosques que había dentro del valle estuvieran libres de animales peligrosos o criaturas malignas, pero era difícil recordarlo en momentos como aquellos.

Aflojando los puños y limpiándose las sudorosas palmas en la túnica, Elladan se concentro en respirar de modo profundo y regular, con la esperanza de desterrar los terrores que había en su mente. No había nadie en aquel bosque, a excepción de él y su hermano, y no había animales más terribles que conejos y zorros. Se estaba imaginando cosas.

Otra ráfaga de viento azotó las hojas de los árboles que había sobre él y Elladan imaginó durante un par de segundos que podía oír los gritos y la risa de los niños de algún tiempo largamente olvidado.

—¿Elrohir?— gritó, sin esperar recibir respuesta. —¿Estás ahí?

No hubo respuesta, pero se oyó un crujido de hojas en algún lugar a su izquierda.

—¿Elrohir?— preguntó Elladan, y el pánico hizo que su voz sonase estridente y aguda.

Con el corazón latiéndole a toda velocidad, buscó a ciegas por el suelo un palo o una piedra. Después de un par de interminables segundos, agarró un palo largo y la fría aspereza de su corteza se clavó dolorosamente en las calientes palmas de sus manos.

—¡Retrocede!— gritó, sacudiendo la rama de árbol amenazadoramente. —¡No tengo miedo!

Se quedó en silencio, de pie, durante unos instantes, tratando de captar cualquier otro sonido, pero lo que quiera que fuese que había hecho ruido se había ido, si es que alguna vez había estado allí. Bajando el palo, Elladan se puso en marcha de nuevo, recorriendo los bosques.

—Me lo he imaginado.— Se dijo a si mismo con firmeza y trató de silbar una melodía para demostrarle a cualquiera que lo estuviera observando que no tenía miedo. —Solo ha sido el aire.

Y entonces llegó hasta un arbusto cuyas ramas se balanceaban en paralelo a las corrientes de aire.

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Tropezando mientras subía una colina, Elrohir levanto el brazo para retirar el agua que corría por su cara con una mano igual de empapada. Ya ni siquiera fingía saber donde estaba yendo, pero se dijo a si mismo que mientras caminase pendiente arriba no podía estar alejándose de casa Mientras continuaba, su cara pronto estuvo empapada de nuevo, más debido al cálido progreso de las lagrimas que a las heladas gotas de lluvia.

Estaba seguro de que su Ammë y su Ada se habrían dado cuenta ya de que estaba perdido. Debía ser casi la hora de acostarse. Elladan estaría salpicando en la bañera, caliente y a salvo. Y él, Elrohir, estaba perdido en los bosques sólo.

Su Ada estaría buscándolo, estaba seguro de eso. Él nunca lo dejaría perdido en los bosques. Glorfindel estaría con él también, y quizás incluso su abuelo. Su abuelo nunca buscaría a Elladan, pensó Elrohir, con una maliciosa satisfacción que lo sorprendió. Pero Celeborn era solo suyo, y, de todas formas, Elladan se había ido a casa y lo había dejado sólo. Si lo hubiera encontrado y lo hubiera perseguido hasta la guarida, nada de esto habría ocurrido.

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Elrond y Glorfindel caminaban codo con codo mientras buscaban metódicamente por los bosques. Tantos pequeños elfos habían jugado allí, que cualquier intento de rastrear a los gemelos era una pérdida de tiempo, y estaba demasiado oscuro bajo los árboles para buscar sirviéndose de la vista. En su lugar, caminaron sin rumbo fijo subiendo y bajando la colina, parándose periódicamente para llamar a los niños por su nombre, pero todavía no habían obtenido respuesta.

Finalmente, cuando estaban bajando camino del valle por quinta vez, Glorfindel rompió el silencio mutuo. Se había dado cuenta de que los movimientos de su amigo se habían vuelto más nerviosos y que el semi-elfo se giraba completamente con cada débil sonido.

—Los encontraremos, Elrond.— Glorfindel puso una mano sobre el brazo de su amigo y le dio un apretón. —No habrán dejado el valle y aquí están bastante a salvo.

Como si algo quisiera demostrar que se equivocaba, de repente se oyó un ruido ensordecedor y casi simultáneamente un flash de luz cegadora iluminó los árboles con tonos blancos y grises.

Elrond no dijo nada y apretó el paso.

—No les dan miedo las tormentas, Peredhil.— comentó Glorfindel, echando hacia atrás la capucha de su túnica y girando la cara hacía la lluvia durante unos instantes. —Estarán mojados, tendrán frío y hambre, pero no estarán asustados.

Elrond se detuvo y le frunció el ceño al elfo rubio.

—Pero pueden estar heridos, o perdidos o en peligro.— Elrond pateó las hojas del suelo de mal humor . —Mis hijos están ahí fuera solos, Glor, y eso es suficiente para mí.—

Glorfindel no dijo nada y ambos volvieron a caminar en silencio. Era cierto que Glorfindel no era padre. Pero eso no significaba que no sintiera preocupación por el par de muchachos. Todo lo que pretendía era calmar los miedos de su amigo.

—Temo por Elladan.— dijo Elrond al fin. —Es tan... . .—

La voz de Elrond se fue apagando, y se lamió los labios, intentando encontrar una manera de exponer en palabras sus pensamientos.

—¿Es tan joven?— se aventuró a decir Glorfindel con ánimo de ayudarle y con un ligero tono de reprimenda en su voz —Ya crecerá, Elrond. Es solo un muchacho.

Elrond , tomó aliento y dijo en un agudo susurro enfadado —Puede que sea un muchacho, pero también lo es Elrohir. Y es Elladan el que liderará a mi gente un día.

—Y lo hará bien.— dijo Glorfindel débilmente. —Se parece a su padre.

Elrond suspiró y le lanzó a Glorfindel una mirada ligeramente irritada.

—No es a mí al que veo en Elladan.

Así que era allí donde residía el problema. Glorfindel dejó de lado la lista de similitudes que veía entre padre e hijo - desde la manera de fruncir el ceño cuando algo no les complacía, hasta la inquebrantable lealtad - e intentó pensar en una respuesta apropiada.

—Será su elección, Elrond. Y aunque te preocupes por él desde ahora hasta que haga esa elección, no supondrá ninguna diferencia. Es su elección, no la tuya.

Elrond miró a Glorfindel y cerró los ojos.

—Lo sé.

OoO

Elladan huyó del valle, lejos de los arbustos y lo que quisiera que se ocultase allí. Creía que ya no podía oírlo siguiéndole, pero era difícil decirlo, teniendo en cuenta el ruido que hacian el latido de su corazón y su agitada respiración.

Corrió a toda velocidad entre las pálidas y borrosas columnas que eran los troncos de los árboles, resbalando y deslizándose sobre las hojas mojadas. La repentina explosión de un trueno le hizo perder la concentración y tropezó con un saliente rocoso sobre un agujero.

Mientras caía, el cielo se iluminó con el repentino flash de un trueno y en la parte de arriba del agujero vio a una figura oscura mirándole.

OoO

Elrohir se detuvo junto a un pequeño agujero, recuperando la respiración antes de continuar escalando la ladera. Normalmente habría corrido y se habría abierto paso saltando pendiente arriba con bastante facilidad, pero, para entonces, estaba tan cansado que todo lo que podía hacer era forzarse a seguir caminando.

En aquel momento, rompiendo el silencio, oyó el ruido de pasos a la carrera, y mientras una línea de luz blanca rompía el cielo, vio a una criatura oscura volando hacia él desde lo alto de una roca.

OoO

—¡Aaargh!— Ambos gemelos gritaron a la vez: sus dos voces idénticas aterrorizadas. En otro punto de los bosques cuatro elfos se giraron hacia la fuente del ruido y comenzaron a correr. Hubo un silencio pétreo, y entonces una voz temblorosa habló:

—¿Elladan?—

—¿Ro?—

Los gemelos hablaron a la vez y entonces, reconociendo sus voces, corrieron el uno hacia el otro y se dieron una fuerte abrazo.

—Pensé que nunca vendrías.— lloriqueó Elrohir, olvidando que se había enfadado con su hermano.

—Bueno, no iba a dejarte, ¿no?— dijo Elladan con una seguridad incondicional. —Tonto.

—Tenía mucho miedo cuando estaba en la oscuridad.— tembló Elrohir y se apretó más contra su hermano. —Pensé que oía cosas.

Elladan resopló despectivamente.

—Aquí no hay nada. Glorfindel y Ada nunca lo permitirían.

Elrohir se encogió de hombros con una pequeña sonrisa de felicidad.

—Aún así estaba asustado. Vámonos a casa.

Elladan cogió su palo y juntos comenzaron a trepar por la pendiente, hablando de la comida que esperaban recibir cuando llegasen a casa. Al pasar por cada árbol, Elladan le daba un fuerte golpe con su palo. La sonrisa alegre que era habitual en él había vuelto a su cara.

OoO

Celeborn corrió entre los árboles, dejando a Erestor jadeando en algún punto detrás de él. Si alguien les había hecho daño a aquellos niños. . . o se atrevía solo a pensarlo. . . lo lamentaría antes de que la noche hubiera acabado. Para su sorpresa, se sentía como si fuera sus propia hija la que estuviese perdida en aquellos bosques y cuando había oído aquel grito se le había erizado el pelo de la nuca.

Finalmente descifró el sonido de las voces de los niños y un repentino fogonazo de luz iluminó los bosques, permitiéndole ver dos pequeñas siluetas ayudándose a subir la pendiente.

Suspirando al sentir el alivio recorrer su cuerpo por encontrar a sus nietos a salvo e ilesos, Celeborn caminó silenciosamente hacia los muchachos, cogió al niño más cercano y lo levantó del suelo. El pequeño elfo estaba frio y mojado e inmediatamente comenzó a retorcerse y chillar como un lechón asustado.

OoO

Respirando penosamente, Elladan saltó instintivamente lejos de su atacante, cayendo al suelo entre las hojas húmedas. Podía oír a su hermano chillando, demasiado asustado para pararse a tomar el suficiente aire para gritar de verdad.

Quería levantarse y correr, pero sus codos y sus rodillas se habían vuelto flojos e inútiles, y en cualquier caso no podía dejar a su hermano allí con aquel monstruo. Apretando el palo, luchó para arrodillarse.

—¡Vete!— Chilló, consciente de lo pequeña y joven que sonaba su voz en la oscuridad. —¡Suéltalo!—

OoO

—¡No, no! Soy yo.—dijo Celeborn suavemente, meciendo al niño en sus brazos. Aquello pareció calmar al niño elfo que tenía en sus brazos, pero aparentemente no tuvo efecto en el que estaba peleando desde el suelo. Al instante siguiente, un palo le golpeó en las rodillas con toda la fuerza que un pequeño elfo de nueve años podía reunir.

Gritando algo que haría que Elladan fuese desterrado a su habitación durante una semana cuando lo repitió en la siguiente fiesta de Medio Verano, Celeborn tropezó hacia delante y estuvo a punto de dejar caer a Elrohir.

—¡Eru, child!— Gruño, tendiéndole la mano al pequeño. —Soy Celeborn. Tu abuelo.—

Elladan no dijo nada. Todavía estaba demasiado sobresaltado por el repentino ataque para hacer algo mas que apartarse de su abuelo. No deseaba que él lo llevase en brazos.

—¡Puedo caminar!— Consiguió murmurar.

Celeborn no le prestó atención, cambio de posición a Elrohir para colocarlo sobre su cadera y, a la fuerza, cogió en brazos a su nieto mayor. Sin otra opción y dándose cuenta de la inutilidad de resistirse, Elladan rodeó con sus brazos el cuello de su abuelo, y puesto que estaba siendo llevado de todas formas, se retorció buscando la calidez y sequedad de la capa.

Ignorando las quejas de sus malheridas rodillas, Celeborn comenzó a caminar de vuelta hacia Imladris. No quiso hacer más comentarios a su asaltante- Elladan estaba temblando como una hoja en medio de una tormenta y podía sentir el pequeño corazón martilleando desesperadamente mientras el muchacho se apoyaba contra su pecho.

—¡Los has encontrado!— Elrond apareció en el claro, con el alivio resonando en su voz. —Trae, déjame coger a uno.

Suavemente movió a Elrohir para colocarlo en sus brazos y envolvió al pequeño en su capa. Elrohir inmediatamente comenzó a llorar.

—Calla, ya te tengo.— Elrond enterró la cara en el pelo mojado de su hijo. —Ya estas a salvo.—

—¿Los tienes?— Glorfindel caminó con decisión hacia ellos, y viendo a las dos pequeñas figuras agarradas a los pechos de los adultos, miró al oeste y en silencio dio las gracias.

—Los tenemos.— confirmó Elrond con la sonrisa audible en su voz.

—Bien.— Glorfindel se acercó para revolver el pelo de Elrohir, levantando las cejas en dirección a Elrond, cuando sintió que el niño saltaba nerviosamente al sentir el contacto.

—¿Daba mucho miedo estar en el bosque?— Elrond puso el brazo firmemente alrededor de la espalda de su hijo, y le sonrió a Glorfindel cuando la pequeña cabeza oscura asintió arriba y abajo contra su pecho.

—Sabes, Elrohir, ¡Yo estaba asustado también!— bromeó Glorfindel mirando a Elrond traviesamente. —Cada vez que tu Ada hacia uno de esos resoplidos suyos, pensaba que Asfaltoh se había escapado de su establo y me estaba siguiendo por el bosque.

Elrohir estaba demasiado cansado para responder con algo más que una sonrisa. Escondió la cara en la capa de su padre y cuando estuvo seguro de que nadie estaba mirando se metió el pulgar en la boca..

—¿Los habéis encontrado?— resopló Erestor dejando atrás los últimos árboles y respirando pesadamente.

—¡Sí!— exclamó Glorfindel alegremente. —¡Sanos y salvos!—

—Alabados sean los Valar.— dijo Erestor con una mezcla de alivio y envidia, por no haber sido él el que los había encontrado.

—Mi Elladan.— Elrond caminó hacia Celeborn y frotó la temblorosa espalda de Elladan con una mano enorme. Moviendo la mano hacia el brazo de Celeborn, le dio un ligero apretón.

—Gracias.

Un poco sorprendido al encontrarse a cuñado medio-elfo tan cerca, Celeborn pensó en retirarse, pero en su lugar envolvió con el brazo que le quedaba libre los hombros del semi-elfo.

—De nada.

OoO

Mientras recorrían el camino hacia la casa, Elladan se movió incesantemente en los brazos de Celeborn, tratando de encontrar una posición en la que sus constante temblores fueran menos evidentes. Finalmente, el elfo adulto se cansó de aquello y en un movimiento fluido recogió su capa y envolvió al gemelo con la tela, apretando sus brazos con más fuerza alrededor del tembloroso cuerpo .

Durante un rato hubo silencio - presuntamente mientras Elladan decidía que pensar de aquel extraño giro de eventos - luego levantó la cabeza para mirar a su abuelo.

—Tiemblo porque tengo frío, ¿sabes?— Dijo arrogantemente y sus ojos oscuros retaron a Celeborn a sugerir otra cosa.

Celeborn bajó la vista hacia la pequeña cara, con las cejas en alto. De repente recordó a Celebrian, con los rubios rizos enredados de dormir y las mejillas llenas de lágrimas insistiendo que quería subir a su cama porque tenía frío o estaba sedienta, o ambas cosas.

—Eso lo sé.— dijo Celeborn finalmente. —¿Por qué otro motivo iba a abrazarte?—