Un momento de inspiración.

Una entumecida Kagura recobró lentamente la conciencia.

—¿Eh...? ¿Dónde estoy? —Poco a poco su vista se fue aclarando, regresando de nuevo su furia al darse cuenta de quien le llevaba en brazos— ¿¡TÚ!?

—¡Hey! Has despertado —su captor lucía muy contento— ¿Qué tal has dormido? ¿Tuviste dulces sueños?

—¿De qué rayos hablas, y qué hacen estas cosas sobre mí?

—¿Las flores? Las he recogido para ti, es mi manera de disculparme si te he lastimado más de la cuenta hace un rato ¿no te gustan?

—¡Maldito tonto, déjame ir! —Trato de escapar y golpearlo, pero algo se lo impedía— ¿Qué es esto, qué les has hecho a mis brazos y piernas?

—Pues te he atado, las muñecas una sobre la otra tras de ti, tus tobillos juntos y a la vez unidos por la misma soga a tus muñecas ¿no es lógico? No solo porque ahora eres mi prisionera, sino porque prefiero evitar que vuelvas a golpearme. Tienes lindas manos, ¡pero como pesan! ¡Auch!

—¡Ya deja de burlarte! ¡Te exijo que me digas que piensas hacer conmigo en este mismo instante!

—No te preocupes, lo descubrirás muy pronto. Te aseguro que no te lo imaginas. ¡JAJAJAJA!

Pero desde luego que se lo imaginaba, un hombre y una mujer solos, ella a su completa merced ¡Claro que se lo imaginaba! Por eso, sin pensarlo dos veces de un brinco le alcanzó el cuello para darle una fuertísima mordida, pero al instante de apenas rozar la piel de aquel bribón con sus labios, se sintió brutalmente sacudida por una inesperada descarga eléctrica que casi le hace perder el conocimiento de nuevo.

—Lamento eso, debí advertírtelo quizás, pero no se me ocurrió que fueras a intentar algo así. Mira bien mi cuello —de un fuerte sacudón ladeo todo su cabello hacia su derecha, dejándola entonces poder ver claramente aquella figurilla tatuada a un lado de su garganta— mi sangre y la de toda mi familia más cercana puede tener efectos muy variados y peligrosos, es por eso que yo opté al igual que algunos de mis hermanos a resguardar nuestros cuellos y otras partes de nuestros cuerpos con estos hechizos de protección; son muy eficaces, quizás ya lo sepas por como se te debe haber adormecido la lengua. Lastima, pudimos haber tenido una muy agradable conversación antes de lo que va a pasar dentro de un rato, ya sabes, conocernos mejor para así sentirnos más cómodos el uno con el otro ¿no te habría gustado eso?

Ella solo se dedicó a mirarlo con mucho rencor, guardando silencio mientras maquinaba alguna manera de darle muerte o escapar, pero preferiblemente lo primero.

Regresaron a la aldea, durante todo el camino él no paró de hablar de una cosa y de la otra, de cómo tendría que pasar largos ratos reparando los destrozos causados por ella, preguntándole qué le parecían aquellos extraños lentes que llevaba frente a sus ojos, cuál era su comida favorita, qué hacía en su tiempo libre, en fin, toda clase de cosas triviales e irrelevantes para Kagura, quien no le hallaba el más mínimo sentido a aquel comportamiento. Por fin cuando llegaron a la entrada de una casa recién construida, diferente de las cabañas de los exterminadores y más elegante, él cesó de hablar, apresurándose a llevar a su prisionera, algo mareada, pero ya no por el corrientazo precisamente, al interior de aquel lugar donde ella temía que fuera a ocurrir lo peor que podía pasarle jamás.

Gracias a las paredes de papel de la casa, su interior se encontraba bien iluminado por aquella luz algo tenue que se filtraba a través de las blancas fibras de aquel grueso papel de bambú. La puerta principal estaba abierta, así que fue solo la de aquella habitación al final del pasillo la que él tuvo que abrir con uno de sus pies mientras hacia equilibrio cómicamente sobre el otro tratando de no irse ambos a parar al suelo.

—¡Bien, hemos llegado! ¡Aquí harás mi sueño realidad! —Había una gran y cómoda cama mullida tendida en el centro de aquella habitación, la cual Kagura observó llena de horror ya que era la confirmación de sus más grandes temores— Este lugar me ha traído muy buena suerte, cada día estoy más contento de haber venido. Aquí vas, con cuidado —lentamente depositó a su horrorizada prisionera de manera que quedó sentada sobre sus talones en medio de la cama. Él se sentó de la misma forma frente a ella, rascándose el mentón como si estuviera pensando algo muy seriamente.

—¿Qué voy a hacer? —Pensaba Kagura desesperada y desesperanzada— ¡Estoy perdida! ¡Pero no voy a darle el gusto de verme sufrir ni suplicarle clemencia! —Se atrevió entonces a hablarle altaneramente, dando muestras de su gran coraje— ¿Qué rayos me estás mirando? ¿A qué esperas? ¡No tengo miedo de ti ni de nada que me puedas hacer! ¡Adelante, ten el valor de tan solo atreverte a hacer eso que tanto deseas hacerme, vil aparición maldita!

Braha Nira dejó de contemplarla de arriba abajo como lo había estado haciendo, respondiéndole como sorprendido— ¿En serio? Está bien, si no tienes problemas. Primero déjame ponerme cómodo. —Se quitó los anteojos oscuros, descubriendo luego su torso al sacar ambos brazos fuera de sus vestimentas, tomándose también un momento para recoger su cabello como lo había hecho el día anterior con los mismos palillos. Solo entonces se hincó sobre sus rodillas, acercando sus manos al cuello de Kagura como si fuera a estrangularla, pero solo para meter sus pulgares por dentro del cuello de la ultima prenda de su kimono, abriendo entonces sus ojos muy cerca de los de ella, asombrándola con la oculta e inesperada belleza de aquellos iris carmines relucientes; jamás ella había visto una mirada tan intensa y perturbadora. Aquella sensación gélida en su cuello, dedujo que era causada por aquel pulgar negro, mismo que paso rozando por sobre la piel de sus hombros y parte de su brazo derecho mientras que él apartaba lentamente los pliegues de su ropaje hasta dejar completamente descubierto su cuerpo hasta la mitad del torso— Así parece que tu cuerpo estuviera emergiendo de en medio de una hermosa flor. Lastima que desvestirte no basta para poder apreciar toda la belleza que llevas oculta, y al mismo tiempo me alegro de que no sea así.

—Déjate de tonterías conmigo —se mostró ella indiferente y severa— y no trates más de hacer pasar esto por algo hermoso. Solo date prisa y termina con lo que deseas hacer. ¡Date prisa, mientras más tiempo paso contigo más enferma me siento! ¡Así que termina con esto de una buena vez!

—¿Y por qué la prisa? —Se puso de pie, y sin quitarle la vista de encima se apartó a uno de los rincones de la habitación, abriendo con cuidado la puerta de un armario, dentro del cual introdujo su mano derecha en busca de algo— Más aún ¿por qué no hacer de este un momento hermoso? Yo creo que tú eres muy hermosa, y así deseo recordarte siempre.

Kagura tampoco le había perdido paso a ninguno de sus movimientos, algo intrigada observó como lo que él sacaba de aquel armario parecían ser los implementos necesarios para pintar un retrato. No se dejó confundir por eso, quizás era alguna especie de truco para hacerla bajar la guardia o algo peor. Diligente, pero sin prisa y siempre tranquilo y sonriente, Braha Nira se acomodó frente a ella con todos sus instrumentos y una mesita de dibujo sobre la que sujetó con tachuelas una gran hoja de papel. Por último hizo como un cuadro con sus dedos índices y pulgares dentro del cual enmarcó la figura de Kagura, y sin más muy contento tomó con su mano izquierda una varita de carboncillo y comenzó a bosquejar sobre el papel. Ante todo esto, por su parte Kagura no dejaba de mirarlo fijamente con seriedad, torciendo ligeramente sus labios finos con sospecha.

—¿Pretendes hacerme creer que esto es todo lo que deseas hacer conmigo?

—Te confieso que es contra mis principios y mi orgullo tomar a una mujer por la fuerza. ¿No te he desilusionado, o sí?

—¿¡Qué demonios tratas de insinuar, degenerado!?

—Tus mejillas se encienden con un muy bello rubor cuando te enojas, pero prefiero la mirada que tenías antes. Y te aconsejo que dejes de moverte, solo lograras magullarte los brazos. Te aseguro que no lograrás romper las sogas con las que te he atado.

—Me secuestras, me atas y me desnudas... Nada de esto tiene sentido, realmente no entiendo la lógica de lo que haces. Y si de verdad solo vas a dibujarme, ¿por qué me has desvestido?

—Mucho mejor, esa mirada seria y algo incrédula que has puesto es perfecta para mi pintura, muchas gracias, sigue así por favor. Y respecto a lo de desnudarte, no veo de qué te quejas, tú trataste de matarme ¿recuerdas? Asume que pintarte con tus bonitos senos al aire es mi manera de quedar a mano contigo.

—¡Ja! ¡Qué poco valoras tu vida si tenerme medio desnuda es suficiente para ti!

Aquella broma dicha con toda la mala intención no tardó mucho en volverse contra Kagura, al instante de escuchar aquellas torpes palabras, Braha Nira levantó la vista de nuevo hacia ella, enarcando una ceja y sonriendo con picardía.

—¡Piénsalo mejor antes de decir algo, pervertido! ¡Si intentas desvestirme de nuevo, te aseguro que te morderé con todas mis fuerzas aunque muera en el intento!

—¿Y que te hace pensar que no quiero que me muerdas?

—¡Maldito seas! ¡Prefiero morir antes que tocarte! ¿¡Por qué no me matas de una vez!? ¡¡Si vas torturarme para que te diga quien me ha enviado, solo hazlo, no pretendas ganarte mi confianza para luego traicionarme!! ¡¡Deja de fingir honor ante mí, ya no pretendas que te importo, no cuando ni siguiera me has preguntado mi nombre!!

—Pero yo sí te pregunté tu nombre, allá mientras trataba de no luchar contigo en aquel bosque, dijiste que eras el espíritu que controla los vientos, si ese no es tu nombre ¿entonces cual es? —Kagura guardó silencio, apartando su rostro para no mirar a su captor— Criaturas como tú siempre me hacen sentir muy triste. Me preguntas por qué no te mato y yo te pregunto a ti ¿qué ganaría yo con eso? ¿Qué ganaría yo con matar a quien solo es un peón ante los ojos de un amo que no tiene el valor de hacer su propio trabajo sucio? No tienes la culpa de nada, criaturas como tú son para mí como esos animales cuyos dueños entrenan para cazar por deporte; el conejo podría matarlos, pero mientras no matará al amo de las bestias su problema no terminaría jamás. Y hay otra razón para no matarte, y es que yo estoy seguro de que no eres malvada de corazón, como todo ser maltratado y esclavizado más que malvada eres recelosa y forzosamente sanguinaria, pero no malvada, así que matarte, aún en defensa propia sería un pecado, y no pienso dejar que ese ser maldito que te controla me obligue a mancharme las manos con tu sangre. ¿Has comprendido?

Aquellas palabras sonaban sinceras, aún viniendo de un sujeto tan fresco como él. Pero desde luego, todavía le faltaba mucho para ganarse a Kagura, quien de nuevo le miró al igual que antes, seria y sospechando.

—¿Y sí quien me envió a mí mandará a otros, qué harías entonces?

—Fácil, los que descubra como malvados morirán en el acto y los demás vendrán a hacerte compañía, y seguirá siendo así hasta que esa persona desgraciada muestre el rostro.

—¡Ja! ¡Buena suerte con eso! —Había hablado sin pensar, todavía no sabía si los abejorros de Naraku estaban cerca— Por cierto ¿has visto a los insectos que me seguían?

—Qué extraño cambio de tema; pero si he de responderte, todos murieron cuando te derroté allá en el bosque y como los vi muy sospechosos, activé un campo de protección a nuestro alrededor para mantenerlos alejados. ¿Esos abejorros son los ojos y oídos de tu amo en la distancia, tengo razón? No te preocupes por ellos, mi campo se ha estado haciendo cada vez más grande y poderoso, ninguno de ellos nos molestará. Espero que con eso si tenga esa suerte que dices y aparezca, porque adivino no solo que no le estimas mucho, sino que también es un gran cobarde. ¡Listo! Ya terminé tu retrato, solo le falta un detalle, algo que me ha estado molestando desde que comencé a detallarte bien. Mira —le mostró aquel bellísimo retrato preciosamente coloreado, Kagura lo observó con detenimiento, realmente le pareció que había quedado muy cercano a la realidad, aunque no iba a halagarlo diciéndoselo; en serio, ella no notaba de lo que Braha Nira estaba hablando— hay algo que le falta... No, hay algo que te falta a ti —ella se estremeció, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad se controló fingiendo indiferencia, no quería que nadie descubriera ese secreto. No quería mirarlo a los ojos, pero de pronto se sintió sin fuerzas para resistirse a aquella mano que tan gentilmente le levantaba el rostro, quedándose entonces atrapada en la mirada triste que él le dedicaba— Es tu corazón ¿no es así, esa es la manera como te mantiene controlada?

Los labios y los ojos de Kagura temblaban, ya no podía aguantar las ganas de llorar, pero su orgullo no le permitía mostrarse vulnerable ante nadie. Con brusquedad apartó su rostro, rechazando aquella ternura enérgicamente.

—¡Ya has terminado tu retrato! ¡Ya tienes lo que deseabas de mí, así que ahora vete, déjame sola! ¡Ya no soporto más tu presencia! ¡LARGO DE AQUÍ, NO QUIERO TU LASTIMA!

Aún insistiendo en su en su intento de ser "menos atrevido", le pareció que sería un buen gesto el ayudarla a cubrirse de nuevo.

—¡No me toques! ¿¡Qué no entiendes que te dije que te fueras!? ¡¡Márchate y déjame en paz!!

—Está bien, te dejaré. Estaré en la habitación contigua, por favor llámame si necesitas algo.

—Espera... —Le detuvo repentinamente cuando él le dio la espalda— Mi nombre es Kagura.

—Kagura (Música de los Dioses), es hermoso.

Sin más salió del cuarto, justo a tiempo antes de que la primera lagrima escapara de los ojos de Kagura. Los oídos de Braha Nira son demasiado finos, así que sin importar que tan duro trabajaba afuera en las reparaciones, no podía dejar de escuchar aquellos amargos sollozos que le rompían el corazón. Porque después de todo, él sí tenía uno.