Una extraña manera de mostrar simpatía.

Pasaron cuatro días enteros, las reparaciones estaban listas, ningún otro monstruo se había presentado a tratar de matar a Braha Nira y este último seguía intentando de todas las maneras que se le ocurrían de animar a su prisionera / invitada Kagura, sin mucho éxito, por no decir ninguno aparentemente. Por su parte, a ella, qué había decidido mostrarse completamente indiferente ante él, esto se le hacía cada vez más difícil, casi tanto como contener la risa ante sus espectáculos de marionetas de sombras, en los que representaba toda su atroz vida amorosa, misma que asumía con gran sentido del humor, el cual ya desde la primera vez amenazó con contagiar a Kagura, y que como ya dije, cada vez estaba más cerca de arrancarle unas buenas carcajadas en cualquier momento.

Aunque un tanto condescendiente y torpe en apariencia, no eran pocas las atenciones que Braha Nira tenía para con ella, ya que para ser sinceros, más que lastima le tenía muy buena simpatía a aquella chica desafortunada. A su parecer, y pensándolo de la misma manera que había originado buena parte de esas historias de relaciones desastrosas que con sus marionetas satirizaba ahora para divertirla, el que sus caminos se cruzaran era una clara señal de que su destino era ayudarla a redimirse y ser cuando menos su amigo, y desde luego albergando esa tonta ilusión de que quizás algún día pudieran ser algo más. "Soy un gran tonto enamoradizo, lo sé" decía en sus oraciones a su dios, "pero que no se diga que no hago esto desinteresadamente; aunque no despreciaré cualquier recompensa que quieras darme ¿ok? Me acojo a tu gran Voluntad Divina. P.D.: Una novia no me caería nada mal." Él y su dios tienen su manera de entenderse.

Ya que no podía hace otra cosa y siendo que tenía bien comprobado que no podía desatarse, Kagura agradecía el que al ser un monstruo no tenía que comer ni ir al baño. Un tanto aburrida la mayor parte del día, se entretenía escuchando a Braha Nira trabajando en la otra habitación, tratando de imaginar cual podía ser ese nuevo invento en el que estaba trabajando ahora, pensando en toda clase de dispositivos graciosos e inútiles, como la mayoría de los aparatos extravagantes que le había mostrado ya. Pero lo que más le molestaba era escucharlo cantar, no porque lo hiciera mal, porque en realidad no tenía tan mala voz, sino porque escucharlo cambiándole la letra a las canciones como mejor le parecía la estaba volviendo loca, así que fue esa tarde, la tarde del quinto día, que decidió darle una lección.

Braha Nira estaba canturreando una cancioncilla popular que había medio escuchado una vez, cuando de pronto sus herramientas se resbalaron de sus manos al mismo tiempo que aquel resorte que trataba de acomodar se escapaba y le golpeaba justo en medio de los ojos. La voz de Kagura, su magnifica voz dulce de soprano le había tomado por sorpresa, cantando a toda voz la misma canción que él venía entonando, pero asegurándose de cantarla con su verdadera letra, casi como si estuviera regañándolo por hacer esos desastres musicales.

—¿Has escuchado bien, grandísimo tonto? —Preguntó en voz alta ella al terminar su canción— ¡Si no te sabes las letras es mejor que no las cantes, no ofendas al bello espíritu de esas canciones, al menos no en mi presencia!

Apenas había terminado de decir esto la puerta se abrió, y allí estaba él, sonriendo como un muy complacido gato y sosteniendo un gran tarro sellado de cobre.

—¿Y ahora que pretendes? —Le pregunto su prisionera con suspicacia— ¿Qué es lo que traes en ese tarro?

Braha Nira se sentó frente a ella, muy, muy cerca de ella sin decir una palabra. Destapó aquel tarro y con sus palillos sacó algo de adentro de él, sosteniéndolo luego frente al rostro de Kagura y manteniendo su otra mano debajo de eso para que aquellas gotitas que caían desde lo que sea que fuera eso no mancharan sus ropas.

—Anda pruébalo, te aseguro que te gustara.

—¿Qué es eso, un limón cubierto de almíbar? Debes creer que estoy loca para comerme un limón entero, son demasiado ácidos.

—Vamos, yo solo quiero darte una muestra de mi aprecio luego de haberte escuchado cantar tan hermosamente. Te doy mi palabra de que puedes comerlo entero ¿no le tienes miedo o sí?

—Esto no es solo por la canción, estás probando a ver si confió en ti ¿no es eso, que si me atrevo a comérmelo creerías que confío en ti?

—No es necesario que compliques tanto las cosas, es solo un limoncillo dulce. No insistiré más, si no te da curiosidad probarlo...

—¡Espera! ¿Estás seguro de que eso se puede comer? —Braha Nira asintió, removiendo el limón en el aire tentadoramente, o al menos él creía que eso era tentador— Bien, lo comeré, pero si no me gusta te lo escupiré en la cara ¿entendiste?

Él asintió tranquilo, acercando el limón a sus labios con cuidado. Aún muy recelosa y cauta, Kagura abrió la boca dubitativamente, sujetando primero aquel limoncito entre sus dientes para probar un poco de aquel almíbar a ver si se animaba del todo a comerlo. No estaba nada mal, así que decididamente le dio una profunda mordida a aquel limón, que estaba completamente entero, con todo y concha, sintiendo como su paladar se inundaba con aquel delicioso sabor, ni demasiado ácido o dulce, pero definitivamente arrebatador. Por un momento hasta se olvidó de que había sido hecha prisionera, de que estaba atada y de otras cosas desagradables que le estaban molestando en ese momento, justo como Braha Nira lo había prometido y mucho más, aquel era el dulce más delicioso que había probado en su vida. Extasiada, hasta había cerrado los ojos mientras lo comía, recuperando súbitamente la conciencia de sí misma al notar la manera tan complacida a lo te lo dije con la que él la estaba mirando.

—Quiero otro. —Demandó ella rudamente.

—Antes de eso, estimada Kagura, hay algo de lo que quiero hablarte y que espero que entiendas que lo que tengo que decirte lo haré sin la más mínima mala intención.

—Tanta seriedad de tu parte me asusta ¿Por qué no me das otro limón para tranquilizarme?

—Kagura —le puso otro limón dentro de la boca, esperando un rato hasta estar seguro de que tenía su atención de nuevo— ya llevas cinco días aquí como mi prisionera, por extrema necesidad he tenido que mantenerte atada ¿comprendes eso, verdad?

—Sí, claro. Otro —y agregó gruñendo amenazadoramente— por favor.

—La cuestión es —de nuevo le complació, dándole un poco de agua antes que el limón, hablando de nuevo mientras la veía masticarlo embelesada— que al estar atada y sin poder salir de este cuarto, bueno... No pretendo ofenderte con esto, pero tu olor ya me es insoportable ¡No, por favor no me mires así, estoy conciente de que no es tu culpa! Es solo —le aplacó rápidamente con otro limón, ella no parecía cansarse de su sabor ni empalagarse con su dulzor— que quisiera que hiciéramos un pequeño compromiso. Yo te prometo prepararte un buen baño caliente, desatarte y limitarme a vigilarte no muy de cerca mientras te aseas, siempre y cuando tú prometas no intentar escapar, ni matarme y por sobre todas las cosas si prometes no volver a golpearme, porque ese diente que me tumbaste me ha dolido mucho mientras me salía de nuevo ¿entiendes? Piénsalo bien, hasta tengo algo de ropa limpia y bonita preparada para ti ¿Qué me dices, hacemos el trato?

Kagura lo miró más incrédula que nunca, en serio no podía creer que aquello fuera en serio.

—Está bien, tengo que reconocer que tienes razón, ya tengo tiempo sintiéndome incómoda conmigo misma, y ya que me derrotaste una vez, siendo además que no creo haberme hecho más fuerte estos últimos días, sería tonto de mi parte tratar de luchar contigo de nuevo, así que acepto tu propuesta. Prometo no intentar ni escapar ni lastimarte de ninguna manera.

—¡Trato hecho! —Se levantó a toda prisa, dispuesto a ir a prepararlo todo, pero no sin antes dejarle un último limoncillo en la boca a Kagura, dándole también otro poco de agua— Regresaré en un momento, no desesperes.

No había manera de que él hubiera notado la verdadera causa de aquella sonrisa en el rostro de Kagura, quien hacía rato que mantenía los dedos cruzados.

—¡El baño está listo! —Anunció alegremente Braha Nira luego de regresar al poco rato— Vamos, te llevaré cargada hasta tina y allí te desataré. Aquí vamos...

Kagura actuaba indiferente, dejando todo ocurrir con perfecta normalidad mientras esperaba el momento propicio para poner su plan de fuga en marcha, estaba muy tranquila, solo examinado a su captor atentamente en busca de cualquier señal de desconfianza, sintiéndose al poco rato muy alentada al notar la sinceridad de aquella gran despreocupación que él mostraba. Llegaron pronto al cuarto donde Braha Nira había dispuesto el baño, era una muy elegante habitación construida completamente de piedra, a diferencia del resto de la casa, y en su centro se encontraba una tina bastante grande llena de agua visiblemente caliente y vaporosa, cuya temperatura era mantenida por una de las extrañas maquinas inventadas por Braha Nira, que al mismo tiempo calentaba, purificaba y bombeaba el agua dentro de la bañera. Un aparato bastante ingenioso en verdad, pero al que Kagura no prestó mucha atención, estando como estaba completamente concentrada en su astuta actuación de chica sumisa. Al instante de ser depositada junto a aquella bañera humeante, ella supo que ya faltaba muy poco para ese momento que tanto había estado esperando, la hora de su venganza.

—Muy bien —él la dejó arrodillada a cierta distancia de la tina y se dispuso a desatarla— voy a soltar tus tobillos primero y luego tus manos, después de eso me alejaré un poco; si lo deseas puedes desvestirte dentro del agua, pues no creo que quieras que yo te vea...

—No, te preocupes... ¡No me verás! —No esperó ni un segundo más, justo en el instante en que sintió sus manos libres, enseguida se dio la vuelta para intentar golpear de nuevo a Braha Nira con aún más fuerza que la vez anterior, pero para su sorpresa él fue muchísimo más rápido que aquella vez, ya que luego de esquivar el primer golpe le atrapó uno de sus brazos, torciéndoselo prontamente para someterla de nuevo bajo su control boca abajo sobre el piso. Horrorizada, la impotente Kagura no podía más que ver como él se desnudaba y sentir como luego le despojaba de sus ropas, comenzando por desatar su obi— ¡Así que al fin te muestras como realmente eres! ¡Siempre supe que toda esa amabilidad era fingida! ¡Siempre supe que en realidad no eras nada diferente a cualquier otro hombre! ¡Solo eres otro degenerado más! ¿Me oyes? ¡Solo otro sucio y maldito degenerado!

—¡Así que decidiste romper nuestro trato! ¡Pues muy bien, si vas a comportarte como un animal, te trataré como un animal! —La antes suave y profunda voz de Braha Nira ahora sonaba aterradora y áspera— ¡Ya no puedo tolerar ese olor que emana de tu cuerpo e inunda toda mi casa y mi ser! ¡Son ese olor penetrante y tu torpe rudeza las cosas que no puedo permitirte, las cosas que ya no puedo tolerarte! —Una vez que la tuvo completamente desnuda, quedándose él solo con su taparrabo, volvió a levantarla en brazos, prestando poca o ninguna atención a sus golpes, rasguños y mordidas— ¡Así que es hora de que haga algo al respecto! ¡Aquí vamos!

Dio un salto, lanzándose junto con Kagura de bomba directo al medio de la tina, salpicando todo el piso alrededor de la tina con aquel chapuzón. Una vez dentro, la forzó a sentarse en su regazo, atenazando su cintura con sus piernas y sujetando sus brazos con uno de los suyos, aprisionando con aquel negro brazo la espalda de ella contra su pecho. Furiosa e impotente, Kagura no dejaba de luchar por soltarse, profiriendo toda clase de insultos e imprecaciones por su boca, mientras que sentía como todo su torso era por un lado firmemente estrujado por una suave esponja al mismo tiempo que su pecho era invadido por aquella tan helada como hirviente sensación que le producía el contacto con la piel de aquel brazo tan extraño.

—¡Ya deja de revolcarte! —Le reclamó Braha Nira— ¡Pareciera que no te gusta bañarte, niña apestosilla!

¡¡BAÑARME!! ¡Esto que me estás haciendo tiene otro nombre y tú lo sabes muy bien, maldito pervertido!

—¿¡Qué demonios estás queriendo decir!? —Visiblemente enojado, bruscamente la apartó de su pecho, empujándola contra una de las paredes de la bañera y sujetándola allí con uno de sus fuertes pies sobre su pecho— ¿¡Te parece que estoy abusando de ti!? —La agarró por uno de los tobillos, sacando una de las piernas de Kagura fuera del agua para luego comenzar a enjabonarla y estrujarla fuertemente con la esponja— ¡Vaya, si aparte de necia eres ingrata! —Luego de evitar que ella le pateará en la cara, repitió el mismo proceso con la otra pierna, para luego prontamente agarrara por el cuello rudamente, sacarla medio cuerpo fuera del agua, darle la vuelta y someterla de nuevo boca abajo a la orilla de la tina— ¡Y solo por curiosidad! ¿Podrías decirme cual diablos era tu brillante plan, ah? —Al parecer indiferente a la conocida cicatriz en la espalda de Kagura, él procedió a tallarla igualmente como lo había hecho con las piernas— ¿Qué pensabas hacer, no te he probado ya que no soy tan fácil de matar? ¿Y si solo hubieras logrado escapar, entonces qué, regresarías con tu piadoso amo a decirle que has fallado? ¿Crees que esto sería peor que lo que te pasaría entonces? —Con "esto" se refería no solo al rudo baño, sino más específicamente a los poco gentiles movimientos circulares con los que Braha Nira le enjuagaba sus posaderas— Bien... —Pareció dudar él por un segundo— Creo que he llegado a un punto que prefiero obviar... —La iracunda mujer le miró de reojo al escucharle decir eso, sabiendo muy bien a que punto se refería, él ya no parecía tan enojado, sino que miraba a otra parte sumamente sonrojado. Quizás no era tan sinvergüenza después de todo.

—Pues si no vas ha hacerme nada más ¡Entonces te exijo que me sueltes de una vez!

—No tan rápido, Kagura, aún tengo que asegurarme de dejar bien limpio tu cabello, tu rostro y tus orejas, así que ven acá.

Tal y como al principio la volvió a sentar en su regazo, soltándole el cabello y procediendo a lavárselo de una manera mucho más amable que la que venía usando. Está vez Kagura no se mostró tan rebelde como antes, en parte reconocía que era cierto que no podía matar fácilmente a Braha Nira, ni tampoco solo escapar de vuelta al odioso de Naraku. Medio resignada, solo se sentó y se dejó llevar por él mientras terminaba de asearla, jurándose a sí misma que algún día le haría pagar por haber sido tan rudo con ella y haberla asustado tantas veces; aunque eso fue más que nada, antes de descubrir que tenía tantas cosquillas en las orejas, solo entonces comenzó a rogar por que aquello terminara pronto, no deseaba permitirse esas debilidades.