Un sueño bastante pesado.

Kagura llevaba un buen rato mordiéndose las manos, si tan solo ese grandísimo tonto de Braha Nira no se hubiera olvidado de atarla de nuevo cuando la dejo sola de nuevo en aquella habitación para que se vistiera, al menos tendría una mejor manera para resistirse a ese impulso que tanto la molestaba. No sabía que había sido, aún cuando estaba segura que no había sido a causa de la violencia, ni mucho menos que hubiera disfrutado el ser sometida por aquel idiota, pero la verdad era que se sentía muy acalorada, sobretodo al recordarlo, así que por nada del mundo quería tener sus manos ociosas, no con ese apasionado impulso que la mantenía pensando en él.

—¿En qué piensas? Te ves muy inquieta.

Kagura giro su torso bruscamente, sobresaltada al escuchar la voz de Braha Nira, quien estaba sentado quien sabe desde hace cuanto rato en el lindel de la puerta detrás de ella. Tras recuperar su orgullosa compostura, Kagura le respondió, dándole de nuevo la espalda.

—Mis pensamientos no son asunto tullo, tonto. Noto que no te atreves a mirarme ¿acaso al fin has adquirido un poco de vergüenza por la forma en la que me has tratado?

—Solo he cerrado mis ojos un momento para disfrutar del fresco aroma que hay por toda la casa. Es tan tranquilo.

—¡Que molesto eres! —Gruñó Kagura— Y lo peor de todo es que ya ni siquiera me tienes el respeto suficiente como para mantenerme atada. ¿¡Es qué ya no te inspiro el más mínimo temor!?

—Nunca he tenido miedo en mi vida... Una cosa muy triste...

—¿Eh?

—No le prestes atención a eso. ¿Qué te ha parecido el kimono que te traje? Esos tonos de lila claro y oscuro me parece que te sientan muy bien.

—Tampoco me importa lo que pienses, y no creas que voy a agradecerte humildemente por la ropa, grandísimo tonto, es lo menos que me debías luego de haber sido tan rudo conmigo. Obviamente no sabes como tratarme debidamente como mujer.

—¿Te parece que eso fue rudo? —Aquel tono demoníaco volvió a la voz de Braha Nira; al voltear a mirarlo nuevamente por encima de su hombro, Kagura descubrió alarmada que él estaba parado tras ella completamente desnudo— Y pensar que yo solo estaba tratando de ser tierno contigo.

Ella se sentía petrificada de temor al mirar aquellos fulgurantes ojos carmesí contemplándola con lujuria, no podía hablar ni moverse, apenas si era capaz de respirar y sabía muy bien que donde quiera que estuviera su corazón de seguro estaba a punto de estallar.

—¿Qué vas a hacerme? —Alcanzó a interrogarle Kagura con un hilillo de voz.

—Pues quiero intentarlo de nuevo —lentamente se acomodó junto a ella, tomándola suavemente por el rostro y acercándola al suyo— quiero descubrir como ser tierno contigo.

Sintiéndose nerviosa y frágil, Kagura apretó sus puños como queriendo golpearlo nuevamente, pero sin poder hacerlo, preguntándose en todo momento si acaso él la tenía bajo algún tipo de hechizo o si de verdad aquella sensación, mezcla entre sus cálidos besos y las cosquillas que le producían sus pulgares al rozarle las orejas, estaba en serio excitándola. Fue justo cuando él estaba a punto de juntar por primera vez sus labios que ella pudo por fin sobreponerse un poco e intentar apartarse de él.

—Ya basta —le empujó y trató de levantarse, pero tan abrumada como estaba tropezó con su propio pie y sin querer fue a caer sentada de nuevo el regazo de Braha Nira, quien la recibió con un suave abrazo, sujetándola contra su pecho con su brazo izquierdo al mismo tiempo que le hacia cariños en el rostro, el cuello y su cabello; sin poder evitarlo, Kagura había empezado a respirar muy profundamente, se sabía a punto de perder el control— Te digo... Aaah... Que ya basta... Aah... Detente por favor...

Braha Nira apartó la cabellera de ella de sobre su oído derecho, acercándosele para susurrarle muy de cerca con su extraña voz reverberante, al mismo tiempo que con los dedos de su gélida y ardiente mano izquierda jugueteaba con su otra muy sensible oreja.

—Aún no sé si estoy siendo demasiado rudo contigo, así que dime ¿es esto demasiado rudo?

Kagura no pudo responder, aquellas enloquecedoras cosquillas que los besos y los cariños de Braha Nira le producían en sus puntiagudos pabellones no le permitían ni siquiera pensar. Completamente a su merced, buscó sus labios para besarlos profundamente, dejándose llevar plenamente por sus manos mientras la desvestían y exploraban a placer. Está vez él no le desató el obi, por lo que ella quedó con el torso descubierto como durante la realización del retrato, solo que esta vez sus manos libres fuera de sus mangas se empeñaban obsesivamente en acariciar aquel fuerte brazo negro en busca de aquella extraña sensación de frío y calor como si deseara con toda su alma ser completamente invadida por aquel sentimiento que quemaba sus senos al ser estrujados por aquel miembro diabólico.

Como si la supiera completamente de su propiedad, Braha Nira la observó a los ojos con esa fiera mirada arrogante suya— Así que has desarrollado buen gusto por mi brazo izquierdo ¿ah? —Con las largas garras rubí recorrió los labios de Kagura, tentándola con dos dedos frente a su boca como lo había hecho antes con los limones dulces, preguntándole entonces con mucha más malicia— ¿Acaso lo quieres dentro de ti?

Aún sin poder pronunciar palabra, Kagura le respondió besando y mordiendo apasionadamente aquella mano, lamiendo además aquellos dedos y llevándoselos a la boca cual si fueran la cosa más dulce que jamás había probado. Braha Nira no la hizo esperar mucho, al ver sus dedos bien humedecidos y brillantes con la saliva de su prisionera, sujetándola fuertemente por un seno contra su pecho introdujo aquellos dedos dentro de la ansiosa Kagura, agitándolos vivamente y sintiéndose cada vez más emocionado por causa de sus gemidos ardorosos.

Sin retirar sus dedos del agitado interior de ella, la haló un poco hacia arriba sujetándola la mismo tiempo por una axila y la entrepierna, de manera que su miembro pudo asomarse erguido por debajo del jugoso sexo de Kagura una vez que ella levantó anhelantemente la parte inferior de su ropa hasta su cintura.

—Vamos, hermosísima y apasionada Kagura, báñalo en tu néctar, prepáralo para complacerte en una forma que jamás has experimentado en tu vida.

Llena de curiosidad, Kagura tomó entre sus manos aquella orgullosa lanza, frotándola entonces contra su clítoris y sus labios, danzando sobre él hasta estar segura de haberlo empapado por completo.

—Así que... —De soslayo miró a su captor con la misma picardía que se notaba en su voz— ¿Para qué lo estoy preparando?

Esta vez fue él quien no respondió con palabras, levantándola de nuevo hasta asegurarse de tenerla bien apoyada sobre la cama en sus rodillas, veloz y ágilmente se levantó tras ella, tomándola por sorpresa al penetrarla cual si fuera un ariete, con gran puntería y justo por su puerta trasera. Un fuertísimo gemido se escapo de la boca de Kagura mientras era halada de vuelta hacia abajo, quedando entonces sentada sobre el regazo de Braha Nira, mientras que este, arrodillado sobre la cama, la animaba con una mano entre sus senos y la otra aún bien ocupada como una gran abeja en una delicada cayena, a seguir danzando sobre su miembro cual si estuviera cabalgando sobre sus muslos.

Kagura se sentía muy sorprendida, primero de sí misma, jamás se imagino que de hecho podría llegar a disfrutar tanto de hacer el amor con Braha Nira; lo segundo era que no se esperaba que él fuera así tan de repente a cambiar de opinión y tan solo poseerla sin darle más vueltas al asunto; y lo tercero, lo que más le extrañaba, era que Braha Nira no hubiera mostrado el más mínimo desagrado por aquella cicatriz en su espalda, la cual él recorría de un lado al otro llenándola de besos y caricias mientras que permanecía tomando a Kagura por detrás. De alguna forma el que él fuera capaz de ignorar aquella horrenda marca que deformaba su piel la hacía sentir tan amada, y en parte era por eso que no le importaba entregársele tan complacientemente además de permitirse disfrutar gozosamente de sus atenciones. La posibilidad de que Braha Nira le deseara tanto que eso le hiciera olvidar lo que ella consideraba su mayor defecto, aunque al principio no quería reconocerlo, era lo que realmente la estaba excitando.

Un largo rato paso mientras ellos se amaban, agasajándose el uno al otro de diversas maneras, hasta que al fin ya no pudieron resistir más aquella explosión que se apoderó de sus cuerpos, haciéndolos caer rendidos sobre aquel blanco lecho. Aún más sorprendida de sí misma que antes, La Manipuladora de Los Vientos reposaba acurrucada sobre el pecho de su inesperado amante, muy contenta de seguir sintiendo sus manos ir y venir por sobre su espalda.

—Braha Nira...

—¿Sí, Kagura?

—Yo quiero... Darte las gracias.

—Por favor, no me digas lo bueno que soy, se me va a subir a la cabeza.

—¡No seas tonto, no bromees! —Le dio una palmada en el pecho, levantando luego su rostro para mirarlo a los ojos— Yo necesito decirte algo en serio ¿entiendes?

—Lo siento, he sido muy torpe. ¿Qué quieres decirme?

—Yo me siento muy agradecida contigo...

—Si es por no haberte tomado a la fuerza, bueno, no del todo —sonrieron ambos picaramente— no necesitas decir nada. Jamás pude haberlo hecho de otra manera.

—No es solo eso. Verás... La cuestión es... —Le dio vuelta a los ojos y miró para los lados buscando la mejor manera de decirlo— Yo solo... Gracias por no decir nada sobre mi cicatriz, el que pretendieras que no estaba allí me hizo sentir como si esa fealdad estuviera muy lejos de mí; y yo no sé si tú sientes algo más por mí que solo deseo, pero quiero que sepas que lo que acabas de hacer por mí al ignorarla me hizo sentir muy amada y valiosa, y es eso por lo que quiero darte las gracias... ¿Qué sucede? Te me has quedado mirando como si estuviera loca o algo.

—Eh... Yo, lo siento, pero no vi que tuvieras ninguna cicatriz ¿de qué estás hablando?

—¡Te dije que dejaras de bromear...!

Oh grandísima sorpresa, la frase demasiado bueno para ser verdad fue lo primero que le vino a la mente a Kagura cuando trató de palpar su propia espalda y de pronto se encontró a sí misma acostada en su cama, sola, bañada en sudor y con una de sus manos sospechosamente posicionada entre sus muslos. Bruscamente se incorporó en la cama observando sus dedos brillantes y húmedos, recordando que de hecho sí estaba atada, sin saber que más hacer rompió a llorar por frustración lo más quedamente que pudo para no ser escuchada por aquel tonto. Todo era culpa de él: quien obviamente se estaba comportando tan bien solo para seducirla. Como lo odiaba en aquel momento por lograr ponerle esas ideas en la cabeza, por estar jugando con ella de ese modo.

Aquel tintineo metálico no podía ser otra cosa que él trabajando en su taller, justo la habitación contigua a la de Kagura. Ella miró llena de rabia aquella pared que los separaba, tomó su almohada y las cobijas que estaban sobre la cama, en medio de ellas arropó un platillo de cerámica y disimuladamente lo rompió amortiguando el sonido entre los gruesos pliegues de tela. Rápidamente desenvolvió los restos del platillo para seleccionar uno de ellos, aquel que había quedado tan largo, triangular, puntiagudo y afilado, arreglándose luego sus ropajes, limpiado sus manos y su rostro, y por ultimo asegurándose de que aquel fragmento del platillo quedará bien oculto y firme dentro de su obi, desde donde pensaba sacarlo para encajárselo en el cuello a Braha Nira, quien de seguro no se esperaba algo por el estilo siendo que ya no se molestaba en atarla siquiera.

En menos de lo que se dice Kagura ya estaba parada frente a la puerta del taller de Braha Nira, antes de entrar se tomó un par de segundos para recordar de nuevo todo lo que lo odiaba y cuanto deseaba verlo muerto. Ya estando segura de que no dudaría en hacer lo que había planeado, abrió la puerta.

—¡Buenos días, Kagura! ¿Se te ofrece algo?

La interpelada se quedó muda de pronto, él estaba sentado frente a una mesita llena de piecitas de metal, como las de un rompecabezas para niños, como tal estaba él sonriéndole, de verdad se le notaba que estaba muy contento de verla.

—Yo... Necesito hablar contigo, pero por favor no te detengas, me da curiosidad verte trabajando en eso — aquella era una estratagema para que él se distrajera con su trabajo, esperando ella una oportunidad para actuar, se arrodillo a medio metro de él— ¿qué es lo que estás armando?

—Pues es una de las arañas tejedoras que construí para hacerme ropa, las estoy reparando porque les exigí mucho para que hicieran unos kimonos bonitos para ti. Por eso algunas de las piezas más pequeñas se gastaron un poco.

—Te tomas demasiadas molestias conmigo. De seguro no serías tan atento si yo fuera un hombre, quizás hasta me hubieras matado aquella vez cuando nos conocimos.

—Quizás sí, quizás no, aunque de seguro no te habría cargado como lo hice si fueras un hombre, lo más probable hubiera sido que te arrastrara por los pies o algo así.

—Y de seguro no le habrías bañado como a mí, aprovechado.

—Eso nunca lo sabremos, espero. ¿Pero no tenías algo que decirme?

De nuevo ella se le quedó mirando, su rostro era cándido y apacible en aquel momento, aún cuando se enojaba y su voz se tornaba tan horrenda, Kagura tenía que reconocer que siempre se podía notar esa calidez de su corazón en sus ojos.

—¿Qué sucede, Kagura, acaso tienes hambre y te da pena decirlo? Porque te sobas el estomago como si te doliera, ¿estás bien?

Ella dudo por un momento más, palpando la pieza de cerámica bajo su mano y pensando en lo que realmente quería hacer, sintiéndose medio perdida y muy confundida, con un millar de sentimientos, pensamientos y recuerdos arremolinándose en su mente. Al final, Kagura bajó la mano y cerró los ojos sonriendo; mucho más rápido de lo que Braha Nira la había visto moverse hasta entonces, al instante siguiente ella sostenía la filosa pieza de cerámica contra su cuello amenazadoramente.

—Esto me hace pensar que no has venido a preguntarme dónde guardo el pescado.

—Deja de bromear por un segundo y escúchame con atención o te juro que te abriré la garganta sin dudarlo ¿has entendido?

—No soy tan malo escuchando como para que tengas que amenazarme de muerte para...

—Pudiste decir solo que sí, de esa forma esa gotita de sangre que sale de tu piel hubiera seguido muy contenta dentro de tu cuerpo. Ahora guarda silencio, esto es lo que quiero que entiendas: yo no soy una amiga que se ha quedado unos días visitándote, soy quien ha venido a matarte y demando ser tratada de esa manera.

—Entonces ¿qué es lo que esperas que haga?

—Quiero que me muestres algo de respeto de ahora en adelante, no más comportarte como si trataras de domesticarme, no más marionetas, no más dulces y sobretodo no más de tus favores extravagantes. Solo el haberte atrevido a bañarme como si fuera un animal debería ser motivo suficiente para matarte.

—De acuerdo, hagamos un trato: tú no me matas por haberte bañado y yo no te mato a ti por haber arruinado ese hermoso platillo. ¿Te parece bien?

—¿¡Qué te acabo de decir!? ¡¡No más bromas ridículas ni actitudes condescendientes!! —Afincó furiosa su improvisada arma contra la piel de Braha Nira, haciendo desaparecer esa sonrisa de su rostro que ahora se oscurecía de tristeza.

—De acuerdo, si eso quieres... —Chasqueó los dedos, al instante las argollas en los brazaletes de Kagura y aquella en su gargantilla brillaron, atrayéndose entre ellas por una fuerza invisible— Este platillo era tan hermoso —dijo apesadumbrado mientras miraba aquel trozo ensangrentado que Kagura había tirado hacía un momento— ¡En este momento estoy tan enojado contigo que me provoca...!

—¿Qué sucede, al fin vas a castigarme? —Se mofó Kagura.

—Pues ya que lo odias tanto, en este momento lo más que me provoca es... ¡Darte un masaje en los pies! —¿De verdad estaba hablando en serio o solo estaba fingiendo su ira? Fuera como fuera, a Kagura no le hacía ninguna gracia— ¡O uno de cuerpo entero, con los más finos aceites que encuentre! ¡Y luego te prepararé una deliciosa cena! ¡Todo un maravilloso banquete, con duendes que toquen buena música y hadas que bailen para ti toda la noche! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA! ¡SÍ, ESA SERÁ MI TERRIBLE VENGANZA!

Aquella sobre actuada actitud cómicamente iracunda, con los brazos en alto y la exagerada risotada diabólica supuestamente estaban pensadas para hacer reír a su triste prisionera, pero de pronto, al bajar la vista, Braha Nira notó aquel temblor en los ojos de Kagura y aquella brillante lagrima que trataba de escapar hacia su mejilla.

—Kagura linda ¿qué sucede, te has lastimado con las argollas...?

Ella ya no pudo soportarlo más, rompiendo a llorar vivamente, se arrojó sobre el pecho de Braha Nira como si luchara desesperadamente por golpearlo con sus puños dominada por la frustración.

—¡Ya basta! —Gritaba ella desesperada— ¡¡Basta!! ¡Deja de ser tan bueno conmigo! —Dio un par de cabezazos contra el pecho de él— ¡Yo te odio! ¡¡TE ODIO!! —Él intento rodearla con sus brazos— ¡No me toques! ¡No me quieras! ¡Ódiame, maldito seas!

Braha Nira se rascó la cabeza por un rato, por más enrollada que era, la chica de verdad le gustaba mucho, así que pensó que lo mejor que podía hacer era darle gusto en su locura.

—Está bien, está bien... ¡Eres tonta y fea, y apestas a trasero de ogro! Ya está ¿eres feliz ahora?

—¡NO! ¡Porque no lo estás diciendo en serio! —Le reclamó entre sollozos— ¡Solo sigues siendo condescendiente conmigo, grandísimo idiota! —Y siguió llorando inconsolablemente.

Sin saber que más hacer, nuestro monstruoso amigo resolvió no hacer nada, solo dejar que ella se desahogara lo mejor que pudiera. Aquella fue una larga, larga tarde, fue muy difícil trabajar en sus arañas mecánicas con Kagura aferrada a su espalda sollozando y dándole eventuales golpes de rabia. De verdad no era nada fácil trabajar con cosas tan delicadas de esa manera, pero igual le tuvo paciencia, aún con todo lo que lo estaba atrasando, y aún le faltaba terminar con los últimos detalles del brazo que vendrían a buscar muy pronto.