Un pequeño malentendido.

Pasaron dos días más. Por alguna razón solo ahora que pasaba más tiempo fuera de su cuarto, Kagura pudo percatarse de la cantidad de monstruos y espíritus menores que rondaban y se estrellaban hasta morir envueltos en llamas alrededor del campo de protección de Braha Nira. Por un momento pensó que él era solo otro cobarde igual que Naraku, quien siempre permanece oculto y bien protegido por su propio campo de fuerza, pero esa idea desapareció rápidamente desde la primera vez que presenció la manera en la que conseguía y recolectaba los materiales para construir y reparar sus extraños inventos.

Kagura recordaba que habían largos ratos en los que el silencio reinaba por toda la casa y siempre le había causado mucha curiosidad saber qué estaba haciendo Braha Nira en esos momentos. Y para serles sincero, no eran pocas las veces en las que ella se ponía bastante nerviosa imaginando lo que podía estar tramando él cada vez que se quedaba en silencio; ella tiene una curiosa tendencia a imaginar ciertas cosas, pero eso ya lo sabemos. Haciendo a un lado esos pensamientos cochambrosos que llenaban su mente en esos ratos y volviendo a lo de la curiosidad, esta pudo por fin ser satisfecha en la mañana de ese segundo día.

Llevaba largo rato Kagura sentada en el umbral de la puerta del taller de Braha Nira mirándolo trabajar y matando su aburrimiento poniéndole nervioso al canturrear muy quedamente una tonadita muy, muy suave, divirtiéndose mucho al ver como no lograba encajar las pequeñas piezas donde iban o las herramientas delicadas se le resbalaban de las manos. Desde luego lo que más la emocionaba era saber por la forma en la que él la miraba de reojo e insistía en tratar de seguir trabajando en lugar de hacer algo para callarla, que Braha Nira no podía resistirse a la tentación de escucharla cantar. De modo que ella sonreía más y más alegre y maliciosa y sobretodo coquetamente, a medida que aquello en lo que él estaba trabajando se iba arruinando cada vez más.

—¡Rayos! —Braha Nira había soltado sus herramientas con aires de frustración, por un momento pareció pensar algo muy seriamente. Por primera vez se veía tan serio que Kagura de verdad sintió miedo de él. Le vio ponerse de pie y levantar su brazo negro en dirección del pedestal hecho de cuernos de dragón en el que reposaba aquella gran katana, la que ella le había visto emplear para dar muerte a aquellos ogros la primera vez que le vio. Al mismo tiempo tanto la espada como el brazo se rodearon de un aura rojiza y oscura, como atraída por esta misma a la mano de su dueño, la katana se elevó en el aire, volando directo hasta Braha Nira y asustando mucho más a la ya aterrorizada Kagura.

Al momento de verle dar el primer paso hacia ella, Kagura apretó los dientes esperando lo peor. Esos segundos mientras Braha Nira se le acercaba se le hicieron eternos, hasta que por fin... Él paso por su lado diciendo "si estás muy aburrida te recomiendo que veas esto, va a ser muy divertido" con un tono de voz tan amable y ameno que no pudo más sino hacer aparecer un enorme signo de interrogación junto al rostro de Kagura. De cualquier modo y aunque sospechaba aún que pudiera ser una mala idea seguirle, su curiosidad la impulsó a hacerlo. Ya que iba a ser divertido...

Al salir de la casa, Braha Nira hizo un gesto como para invitar a Kagura a sentarse y ponerse cómoda en el pórtico de la casa. Luego caminó hasta quedar en medio del camino, se dio la vuelta hacia Kagura y con un gesto muy chistoso apuntó hacia su derecha con su katana aún enfundada en dirección a una enorme bestia-demonio que insistentemente embestía la pared de energía espiritual como si tratara de rasgarla a dentelladas. Muy tranquilamente, y con visible arrogancia, Braha Nira recogió su cabello como era su costumbre hacerlo con aquellos palillos al mismo tiempo que colocaba su arma en su cinto, hizo algunos estiramientos y finalmente, así como si nada, abrió un espacio en su campo de protección lo suficientemente grande como para que aquella bestia pasara. Lo cual hizo justo en el momento en el que la bestia embestía con su mayor fuerza y furia, por lo que fácilmente perdió el equilibrio al entrar trastabillando, con los ojos desorbitados y agitando los brazos cómicamente para no caerse.

Hasta ese momento Kagura había estado observando la escena muy alerta y seria esperando descubrir cual podían ser las perversas intenciones de Braha Nira o como esperaba vengarse por las maldades que ella llevaba toda la mañana haciéndole, pero era inevitable que aquella risita se le escapara luego de ver a semejante bestia, con toda su apariencia feroz, su gigantesca estatura y su elaborada armadura, agitando sus enormes garras en el aire como si fuera alguna especie de molino de viento bailante; todo por obra y gracia de la malicia de Braha Nira, quien no perdió oportunidad de tomar crédito por su jugarreta haciendo una reverencia de agradecimiento por aquella risa hacia su cautiva espectadora. A todas estas, el gran monstruo malvado por fin recuperó el equilibrio y las ganas de pelear.

—¡Oye tú! ¿Cómo te atre...?

—Has silencio, no me dejas escuchar su risa.

Ni el mismo monstruo entendía por que se había quedado callado, no tenía ningún motivo por el cual obedecerle, pero de todas maneras le tomó un par de segundos recordar ese pequeño detalle. Solo entonces volvió a gritarle con más fuerzas que antes, impulsado principalmente por la furia que le provocaba darse cuenta de que estaba de hecho siendo completamente ignorado.

—¡¡Maldito seas! —Una intensa aura maligna comenzó a rodear a la bestia, rápidamente estaba cargando energías para efectuar el típico y dramático súper ataque, no que a Braha Nira pareciera importarle mucho, aunque Kagura inconscientemente había puesto una leve expresión de preocupación en su rostro. Quizás fue por notarlo que Braha Nira estaba sonriendo de esa manera tan peculiar— ¡¡Veamos si puedes ignorar esto!

La típica gran bola de energía flameante se dirigió velozmente disparada desde las fauces del monstruo en dirección a Braha Nira, quien al mismo tiempo que saltaba, con su mano izquierda desenfundaba su espada, girando entonces en el aire mientras introducía su arma dentro del ataque de su oponente, valiéndose de sus propios poderes para tomar control a través de su katana de aquella energía maligna, adsorbiéndola dentro de ella para luego hacerla estallar en pleno pecho del monstruo al golpearlo con su gatotsu descendente, casi destrozando su armadura y arrojándolo de espaldas contra el suelo con tan fuerza que aquel monstruo incluso llegó a rebotar, rodando por el suelo todo el camino de vuelta hasta estrellarse de espaldas contra la pared de energía, rebotando también contra esta y finalmente cayendo e bruces contra el suelo.

La pelea estaba muy lejos de terminar. Impulsándose con ambas piernas a la vez, aquel descomunal monstruo se puso de pie al mismo tiempo que arrojaba un aplastante manotazo a Braha Nira. Cuan si fuera cualquier otra de sus gracias, el del brazo negro se limitó a levantar su espada, dejando que aquel monstruo atravesara su propia mano de un lado al otro por su cuenta. Al unísono se escucharon el estruendo del impacto cuya fuerza fue transmitida directamente al suelo a través del cuerpo de Braha Nira, tan solo apenas sacudiéndole el cabello, y el rugido de desesperante dolor soltado por el monstruo por causa de su mano lastimada.

—No eres... Lo suficientemente bueno...

Aquel monstruo trataba desesperadamente de liberar su mano halándola con la otra, retorciéndose de dolor mientras que aquella aura rojiza oscura aumentaba su intensidad al rodear a Braha Nira. Desde el portal de la casa, Kagura observaba todo entre asombrada, impresionada y seria. Luego de tanto tiempo viviendo con él ya creía conocerlo un poco siquiera, pero lo que ocurría enfrente de ella en ese momento le recordaba lo muy poco que conocía de Braha Nira en realidad.

—¿Sabes algo, Kagura? ¡Estoy empezando a cansarme de los debiluchos que tu Señor insiste en enviarme!

Tras decir esto con rabia, Braha Nira liberó su arma de la mano de aquel monstruo gigante al vaporizarla con un brutal estallido de su energía espiritual. No necesito hacer nada más, solo cargó su katana en su hombro y le dio la espalda a aquel monstruo, quien lentamente se fue desvaneciendo, profiriendo tremendos gritos de horrenda agonía a medida que todo su cuerpo iba lentamente desvaneciéndose, tornándose en polvo ante la mirada atónita de Kagura; a la vez impresionada y horrorizada luego de presenciar semejante despliegue de poder y crueldad por parte de su captor.

—¿Y bien, Kagura, qué te pareció lo que acabas de ver?

—Pensé que habías dicho que sería divertido, pero a mí más bien me resultó bastante repugnante...

—¡EXACTO! —Le interrumpió de pronto en un arranque de exaltación— ¡Fue completamente repugnante! ¡Yo estaba esperando que por fin tu Señor hubiera mandado a alguien verdaderamente poderoso, alguien con quien pudiera tener una pelea de más de dos minutos!

—¡No tienes que restregarme en la cara mi debilidad!

—¡Y estás de nuevo en lo correcto! ¡Tú no tienes que vivir en la vergüenza de ser una debilucha!

—¡¡¡HEY!

—¡No tienes que seguir siendo una completa incompetente en lo que a lucha respecta!

—¡¡¡HEY!

—¡Y seguramente no tienes que seguir sufriendo derrota, tras derrota, tras derrota como si fuera tu destino ser una perpetua perdedora!

—Hey... Estás empezando a herir mis sentimientos...

—¡Porque yo voy a entrenarte!

—¿Eh? Bromeas ¿verdad?

—¡Voy a ponerte en forma!

—Si acaso estás tratando de vengarte por lo de esta mañana...

—¡Voy a quitarte todo ese aburrimiento que tienes por estar ociosa como mi prisionera y te obligaré a hacerte fuerte!

—Debes haber terminado de perder la razón. ¿Por qué demonios crees que yo aceptaría ser entrenada por ti?

—Bien, puedes esperar a que vengan a rescatarte —señaló con cu espada hacia la armadura destrozada y vacía del extinto monstruo— o quizás, y esta es solo mi opinión, podrías hacer algo mejor que estar sentada en tu precioso trasero, fastidiándome todo el día hasta que sencillamente tu Señor se canse de esperar y arroje tu corazón a los perros.

—No lo había pensado de esa manera, pero ciertamente es una posibilidad.

—¿Aún dudas, no es así? Pues déjame recordarte algo que supongo que ya sabes bien: tú y nadie más que tú eres la única persona capaz de sacarte de aquí. Solo tienes que seguir todas mis indicaciones sin cuestionarme y te garantizo que antes de lo que crees tendrás muy buenas posibilidades de lograrlo. Así que ¿qué me dices?

Kagura decidió pensarlo muy bien y seriamente antes de responder, teniendo muy presente que todo lo que Braha Nira acababa de decir era verdad. Luego de un rato, solo había una cosa que la mantenía indecisa sobre su respuesta.

—¿Te das cuenta de que la única manera en la que puedo salir de este lugar con vida es llevándome tu cabeza, no es así?

Como si tal cosa, Braha Nira solo sonrió muy calmada y sospechosamente.

—Lidiaré con eso cuando llegue el momento. Aún estoy esperando tu respuesta.

—¿Qué más me da? —Respondió ella fingiendo fastidio— No tengo nada mejor que hacer y la verdad no me divierte tanto estar cantando para ti; de paso que no te lo mereces.

—Hay maneras más dulces y simples para decir sí ¿sabías?

—¿Acaso también vas a enseñarme modales, tonto? —Vaya si iba a ser una alumna difícil— Y a todas estás ¿puedo saber en qué consiste tu así llamado entrenamiento?

—Tú lo sabrás como yo lo sé, pero...

Por unos instantes la imagen de Braha Nira se tornó borrosa, cuando volvió a ser plenamente visible de nuevo, a Kagura le sorprendió ver a aquel insecto venenoso ante cuyo rostro sujetaba Braha Nira mientras hacía toda clase de morisquetas.

—...Tú tendrás que esperar, pequeño cobarde. A ver si con esto aprendes a respetarme.

Soltó al insecto, tan pronto como el pequeño bandido intento escapar volando, fue interceptado por el arma de Braha Nira, con la cual fue partido en dos de un solo golpe justo en medio de sus saltones ojos.

Aquel no estaba siendo un buen día para la pequeña Kanna en el palacio de Naraku. Hacía días que este venía acumulando sus frustraciones por causa de las continuas derrotas de sus sirvientes ante el arrogante Braha Nira; siendo desde luego su mayor fuente de alivio el torturar a la otra Kanna, esa la extraña y masoquista mujer que a veces emergía del interior de la nívea niña apática, quien por desgracia suele ser la pobre desafortunada en recibir el primer golpe, justo como en aquel momento, en el que su Señor encolerizado le arrojó aquel bofetón luego de ver como la imagen desaparecía del espejo que la pequeña sostenía frente a él.

—Ese maldito insiste en buscar el límite de mi paciencia —Gruño Naraku entre dientes un segundo antes de notar quien le acompañaba en la habitación. Solo miró a la otra Kanna de reojo y con desprecio por un momento, luego del cual volvió a ignorarla de la manera más cruel y fría posible.

—¿Qué sucede, mi Señor, te has enojado? —Dijo ella con un tono entre condolido y burlón, al que Naraku solo respondió haciendo su mejor imitación de una pared de ladrillo— Tal pareciera que lo imposible hubiera pasado y las cosas no fueran según las predijiste y planeaste ¡Oh, que horror!

—Punzarme no va a hacerte ningún bien, así que solo guarda silencio.

—¿Sabes? Al principio pensé que lo que querías era solo deshacerte de Kagura de una forma divertida, pero eso no tenía mucho sentido ya que no había realmente nada que pudieras ganar haciéndolo de esa manera.

—Lo que pretendes es bastante obvio, pero será solo cuando yo esté de humor que pensaré quizás en utilizarte para mi deleite. Justo ahora lo único que quiero es algo de silencio ¿entendido?

—Pero luego creí que quizás si esperabas por algún motivo que Kagura tuviera éxito en traerte la cabeza de Braha Nira, quizás porque era allí donde él tenía alojados algunos fragmentos de la Perla de Las Cuatro Almas; pero siendo que él no tiene ningún fragmento de la perla, aún no comprendía cual era tu propósito.

—Es la última vez que te ordeno que te calles, transfórmate de nuevo en la pequeña Kanna, su obediencia es tan refrescante.

—Es ahora cuando me doy cuenta de que la única posibilidad que queda en la que puedas ganar algo es si desde siempre había estado planeando atrapar a Braha Nira para hacerlo parte de tu cuerpo por sus poderes y que solo planeaste usar a Kagura como medio de involucrarte en su vida, esperando que como todos los demás él saliera a buscarte, pero no lo ha hecho —hizo una breve pausa esperando alguna reacción de Naraku, examinando al máximo cada mínimo gesto que realizaba, ansiosa de ver si estaba obteniendo algún resultado— ¿Es eso lo que te tiene tan molesto, que Braha Nira te esté dando más trabajo del que esperabas? —Agudizó su tono artero— ¿O es la posibilidad de que él vaya a seducir y a gozar de Kagura antes que tú? Estoy muy segura de que eso no estaba en tus pla... ¡Argth!

En menos de lo que se dice, Naraku la había asido por el rostro con uno de sus brazos grotescamente transformado y la había arrojado con toda su fuerza fuera del castillo en dirección al bosque cercano, yendo ella a caer por pura casualidad y quizás mucha suerte justo en medio de un estanque lodoso y lleno de algas, del medio del cual emergió al poco rato transformada de nuevo en la verdadera Kanna.

—Kanna —escuchó ella en su mente— deseo que mantengas alejada a esa insufrible mujer lejos de mí.

—Muy bien, Naraku.

—Perfecto, para que no estés aburriéndote por ahí he pensado en una misión que espero que lleves a cabo a la brevedad posible. Escucha bien...

Alrededor del estanque las ranas croaban sin cesar mientras que Kanna prestaba mucha atención a las ordenes de su amo. Muy pronto ya se estaba alejando de allí, sin preocuparse por todo el barro en su carita. Aquellas lagrimas involuntarias se encargarían de limpiarlo eventualmente.

Para Kagura ahora sí que había una muy buena explicación para todos aquellos ratos de inmenso silencio ¡Aquel lugar era enorme! Toda la casa de Braha Nira se extendía y se extendía en una aparentemente infinita cantidad de cuartos, y se notaba que la mayoría hacía muy poco tiempo que estabas terminados; bueno, aún le faltaban algunos detalles por aquí y por allá como bien dijo Braha Nira mientras entraban, pero también era cierto que aquel magnifico lugar, aquel inmenso salón de muy elevado techo al final del largo pasillo, parecía más parte de un palacio o de un templo que un dojo. ¿Así que a qué se refería Braha Nira con que aquel era el lugar donde la entrenaría? Eso ya estaba por verse.

—Muy bien, Kagura, es aquí donde pretendo ayudarte a aumentar tu poder hasta niveles que nunca creíste posible —hablaba con vehemencia y alegría, se le notaba ansioso y con gran entusiasmo— Ahora ¿recuerdas que prometiste que cumplirías todas las ordenes de tu maestro sin cuestionar?

—Aja... —Algo comenzaba a oler muy sospechosamente en aquel sitio, y no era que Kagura necesitara otro baño todavía.

—¡Perfecto! ¡Desnúdate!

—¿¡QUÉ DEMONIOS? —De nuevo furiosa por lo que consideró una gran falta de delicadeza de parte de Braha Nira en caso de que todo aquello solo fuera un truco para seducirla, como ella se temía, se llevó las manos a los hombros, cruzando sus brazos sobre su torso a manera de pudorosa protección— ¿¡Se puede sabe cual es tu manía con verme sin ropa?

—Bueno, no negaré que lo he disfrutado cuando ha sucedido... —Sacudió su cabeza e hizo un esfuerzo por borrar aquella sonrisa burlona de su cara, y aunque parecía que no podía dejar de sonreír, al menos se veía mucho más serio que de costumbre— Realmente tengo que enseriarme si deseo que esto funcione y aprendas algo.

—¿Aprender algo? Pues yo te veo bastante deseoso de mostrarme algo y no creo que sean artes marciales, pervertido.

—En parte supongo que esto me lo merezco. Kagura, si te dijera ahora que la razón por la que te pedí que te desvistieras es porque quería ver si en realidad ibas a obedecerme sin importar nada, no me lo creerías ¿cierto?

—Dudo mucho que crea cualquier excusa tonta que vayas a darme.

—Ya sé que crees que soy un depravado, pero la razón por la que necesito que te quites esa ropa es porque el primer nivel de tu entrenamiento requiere que vistas una muy especial prenda que te ayudará a desarrollar tu fuerza física. Ese es el primer paso que debes tomar.

—¿En serio? —La cosa se ponía más y más sospechosa desde el punto de vista de Kagura— ¿Y no es mucha casualidad que la susodicha prenda se encuentre aquí en este momento tan conveniente o es que siempre la tienes en casa?

—Es una costumbre de mi familia el tener siempre listo un lugar de entrenamiento, es nuestra obligación el compartir la sabiduría que hemos acumulado a través de los siglos desde que nuestra Madre comenzó nuestro linaje. Más que nadie ha sido ella quien ha concebido en base a sus grandes estudios las técnicas y métodos de entrenamiento que pienso aplicar en ti, si es que me das la oportunidad de enseñártelas. Vamos ¿no tienes miedo o sí?

¿Y cómo resistirse a ese rostro tan candoroso y a aquella voz tan amablemente persuasiva? Eso es lo que más se preguntaba la molesta Manipuladora de Los Vientos quince minutos después, ahora que se encontraba ataviada de aquella forma tan... Eh... Digamos que el vestidito era casi como la bola de cristal de una adivina, porque mostraba el pasado, el presente y el futuro.

Con una ceja levantada y la boca torcida con desagrado, Kagura se contemplaba a sí misma sintiéndose como una tonta al dejarse convencer de las buenas intenciones de aquel tonto aprovechado. El vestido en cuestión era más que nada una sola pieza de tela gruesa, sedosa y rectangular de color azul, que enrollada alrededor de su cuerpo con un poco más de una vuelta y media resultaba apenas lo suficientemente ancha como para cubrir lo estrictamente indispensable. Completaba el conjunto un obi de apariencia normal de color púrpura que incluía un moño de ridículas proporciones en su espalda, y por último se mantenía sujeto en la parte superior por un pequeño prendedor dorado, muy conveniente para que no fuera a caerse de pronto y a revelar más de la cuenta, lo que no parecía muy difícil de suceder con el más mínimo movimiento. En serio que todo aquello no parecía ser más que otra broma pesada de Braha Nira. De seguro se estaba cobrando lo de las cancioncitas de la mañana.

—¿Y bien, Kagura, como lo sientes?

—Escaso —Fue su lacónica y sarcástica respuesta.

—Debemos empezar por el nivel básico ¿entiendes?

—Sí, claro, nivel básico significa caramelo para la vista de donde tú vienes ¿o no?

—Que bueno que te divierta. Dime cuando lo sientas pesado.

—¿De qué hablas? ¡Wow!

La imagen en la superficie de la tela azul comenzó a cambiar drásticamente, de pronto y a medida que aquel bordado dorado aparecía, toda la prenda iba ganando peso aceleradamente. Quizás después de todo sí había algo de cierto en que aquella era una prenda de entrenamiento, pero las sospechas de algo raro no se le habían quitado del todo aún, solo bastaba ver el trajecito para saber por qué.

—¡Está pesado, está pesado!

—Bien, ajustémoslo un poco más por aquí y por aquí para que no se deslice hacia abajo y listo. Creo que ya es el momento de que iniciemos tu entrenamiento, déjame buscar los implementos necesarios para este nivel.

—Aún me parece todo esto bastante extraño de tu parte —dijo ella mientras lo observaba buscar algo dentro de aquel extraño escaparate de aspecto exótico— realmente me cuesta entender por qué estás tan dispuesto a, según tú, ayudarme. Siento que debo insistir en preguntarte esto ¿Estás conciente de que si me hago más poderosa eso se puede volver seriamente en tu contra, no es así?

Braha Nira, aún dándole la espalda guardó silencio por un momento mientras mantenía algo fuera de la vista de Kagura. De pronto la habitación se cargó de una densa atmósfera nerviosa, realmente era imposible saber como iba él a reaccionar en aquel momento.

—Un hombre se encontró a una serpiente atrapada bajo el peso de una roca. Movido por sus ideales y su buen corazón, le pareció obvio que debía liberarla de alguna manera y así lo hizo —con un gesto extraño y casi diabólico, Braha Nira apartó su cabello por detrás de su oreja, sosteniéndolo allí con su mano mientras que por encima de esta miraba de soslayo a su hermosa prisionera— Dime algo, ¿qué crees que le pasó a ese hombre luego de liberar a la serpiente?

Kagura acentuó la seriedad de su voz y su expresión, respondiendo sin vacilar.

—Fue mordido por la serpiente y murió, solo en aquel lugar.

—¿Te das cuenta de la gran cantidad de cosas que estás asumiendo?

—No entiendo lo que dices.

En el ojo de Braha Nira y en su voz destellaba y resonaba una especie de oscura alegría, traviesa y a la vez sabia. La confusión en la mente de Kagura se había tornado de pronto en un remolino, pero aún así se sentía segura, tranquila, no podía explicar el porque. Solo sabía que la voz de Braha Nira le resultaba tan sobrecogedora en aquel momento.

—Asumes por ejemplo que la serpiente era venenosa, que el hombre se acerco demasiado a ella, quizás también asumes que era grande y mala solo por ser una serpiente, o que el hombre era tonto debido a su bondad, pero más que nada has asumido que de hecho conocías la respuesta, como si solo existiera una posibilidad, como si fuera tan fácil saber lo que va a pasar.

—¿Y se supone que yo sea una serpiente?

Braha Nira soltó una de sus habituales carcajadas escandalosas.

—Creo que en algunas partes eso es un cumplido para una mujer hermosa.

—De modo que me ves como a una serpiente.

—Pudiste haberte concentrado en lo de hermosa —se dio la vuelta por completo, ofreciendo ante Kagura dos objetos afelpados y esponjosos con regias asas de bronce cuyo propósito le resultaba imposible de adivinar— Estos serán los instrumentos que más emplearás durante la primera etapa de tu entrenamiento. Te aconsejo que te vayas familiarizando con ellos. Toma.

Pesaditos sí que eran, él los cargaba tan fácilmente, por eso a ella la tomaron por sorpresa y casi la hacen caerse de bruces al tomarlos. De nuevo la cosa daba señales de poder ser un entrenamiento serio de verdad. Kagura comenzó entonces a sentir el entusiasmo, pero decidió disimularlo con algo de rebeldía, aún no estaba lista, solo eso, no estaba lista.

—¿Y bien, para que se supone que son estos? —Trató de levantarlos como si intentara atacar con ellos; por su parte, Braha Nira solo la observaba con serenidad— ¿Son para algún tipo de boxeo? No me digas, debo correr por el pueblo cargándolos o dar saltos con ellos ¿No es así? ¡Vamos, ya dime para qué son!

—Pulir el piso.

—¡Debes estar bromeando!

—Ahora, presta atención porque la posición correcta es muy importante: los colocas juntos sobre el suelo, sujetándolos muy bien con tus manos, debes mantener la espalda derecha y las piernas estiradas mientras corres lo más rápido que puedas, arrastrándolos así por el piso con toda tu fuerza hasta que esté bien brillante. ¿Entendido?

—¿¡De verdad no esperas que yo...?

—Este es el liquido para pulir madera, debes aplicar un poco en los trapeadores de vez en cuando. Y es muy importante que vigiles tu equilibrio y que mantengas en todo momento tu trasero bien en alto.

—Sabía que por algún lado iba a salir...

—¡De acuerdo, desconfiada, hagamos un trato! Yo solo te pido que lo intentes por tres días, si al cabo de ese tiempo no te sientes más fuerte puedes abandonar el entrenamiento y nunca más volver a confiar en mí ¿de acuerdo? Y si te sigue preocupando que yo me esté aprovechando de ti, solo piensa en esto: ahora tendrás algo mejor que hacer que molestarme y yo no tendré que amordazarte. ¿Te convencí con eso?

—Tengo que reconocer que tienes un muy buen argumento.

—¡Perfecto! —La llevó de vuelta al pasillo principal— Recuerda: manos juntas, espalda recta, trasero en alto ¡Y a correr con todas tus ganas!

Manteniendo en todo momento una expresión de renuencia y desconfianza en su rostro y ocultando lo juguetona que en realidad se sentía en ese momento al pensar en lo peculiar de ese entrenamiento, Kagura asumió la posición y se dispuso a comenzar su así llamado entrenamiento.

—¡Hey! ¿Qué estás mirando allá atrás, pervertido?

—Solo chequeaba tu balance, eso es todo. ¡Vamos, ya puedes comenz...! —Estuvo a punto de darle una palmada, pero la terrible mirada de Kagura le detuvo— ¡Solo era para darte animo, lo siento! Eh... Estaré en mi taller, vendré a chequearte de vez en cuando. Vamos, comienza.

La ansiedad en su rostro era algo difícil de ignorar, así que Kagura decidió provocarlo un poco con un par de ligeros meneos, como si se estuviera preparando para echar a correr. Fuera entrenamiento serio o no, si lograba torturarlo un poco valdría la pena. Al fin arrancó y Braha Nira la observó ir y venir por el pasillo un par de veces antes de dirigirse de vuelta a su taller murmurando muy divertido algo para sí mismo.

—Eso la mantendrá ocupada por un buen rato. Ahora, de vuelta al trabajo.