Un sentimiento inesperado.
Si aquello no era en realidad un verdadero entrenamiento, pues vaya si era un engaño bastante convincente, solo hacía falta sentir aquel dolor que la invadía al anochecer para comenzar a creerlo. No era nada fácil eso de pulir el piso con aquellos trapeadores tan pesados, no porque fueran difíciles de mover por sobre el suelo encerado, sino porque precisamente aquella cera, al hacerlos tan resbalosos los hacía bastante difíciles de controlar. Era tan sencillo como que al más mínimo descuido, ¡Pum! Otro buen golpe contra el suelo o una pared; de las cuales ya había roto varías (son de papel ¿recuerdan?), pero todo el dolor valía la pena, podía estar segura de que valía la pena.
Por un lado no podía negar que se estaba haciendo más fuerte, podía sentirlo en sus músculos mientras friccionaba su cuerpo al bañarse, o en lo ligero que se sentían aquellos dichosos vestiditos cada día aún cuando el bordado dorado seguía creciendo por igual en todos. Y por el otro lado estaban todas aquellas atenciones que Braha Nira le brindaba tan encarecidamente, sin importarle cuan molestas aseguraba Kagura que eran ni el gran esfuerzo que tenía que hacer para convencerla, siempre con manifiesta reticencia de parte de ella, para que le dejara llevarlas a cabo.
A todas estas, deben imaginarse que en el fondo Kagura estaba disfrutando del saberse observada y deseada por él todo el día, y que era solo un engaño toda la rabia que mostraba mientras Braha Nira se "aprovechaba de ella" con la excusa de que aquellos masajes de cuerpo entero eran indispensables, ya sea porque sino le podían dar calambres o su cuerpo tal vez no se desarrollaría eficientemente. Sip, deben imaginarse que la briboncilla estaba hecha la tontilla disfrutando a más no poder, loquita de placer por las manos expertas de Braha Nira mientras tan afanosa y diligentemente frotaba aquel bálsamo de delicioso aroma por toda su piel, relajándola cual a una bebita en su cuna al mismo tiempo que la llenaba de una ardorosa sensación simplemente enervante, pero...
Pequeño conflicto, pequeño y molesto conflicto, y es que las cosas no eran tan fáciles como solo acostarse o no con él. En su mente, Kagura no dejaba de considerar lo que podía pasar de ceder ante la tentación, creciente y abrumadora, de hacer el amor con Braha Nira, quien muy poco hacía por disimular cuanto le gustaba ella.
Por ambos lados la tensión seguía creciendo y creciendo. A veces era Kagura quien en un momento de flaqueza le lanzaba alguna mirada insinuante o sin querer queriendo le dejaba ver más de la cuenta cuando se daba cuenta de que él había salido al pasillo a chequear sus progresos, u otras veces era Braha Nira, ya fuera que se le subieran los colores al rostro cuando le tocaba atender durante los masajes alguna zona ¡ajem! Sensible o simplemente no pudiera resistirse a apartarle el cabello despeinado de sobre su rostro sudado, pasándoselo dulcemente detrás de la oreja con sus dedos en una forma que había notado que le daba cosquillas a Kagura. Y es que en el fondo la picarona estaba disfrutando de la idea de ser seducida y a la vez seducirlo, pero... Era tan simple como que no podía tener el pastel y comérselo.
La tentación, la insoportable tentación... Desesperadamente intentaba no caer en ella, asombrada de la inmensa irresponsabilidad de Braha Nira al insistir en lo que hacía, fuera lo que fuera, sus misteriosas intenciones más que nada lo que hacían era lastimarla. Los golpes eran lo de menos, todo dolor físico se le pasaba rápidamente luego de un baño caliente y el ya mencionado e intenso masaje, pero fuera como fuera, su sufrimiento era incontrolable, porque no era como si él no supiera lo mismo que ella, no era como si él no supiera las consecuencias que traería si llegaba a corresponderle y esa era la base de su sufrimiento.
Kagura trataba de mantener su mente fija en la idea de hacerse fuerte, de llegar al nivel de poder suficiente como para poder derrotar a Braha Nira para salvar su vida, lo que le parecía lo más lógico, pero era fácilmente desmotivada primero por la evidente seguridad de que no había manera de que Naraku fuera a cumplir su palabra de dejarla libre (ahora que se había tardado tanto en cumplir su parte del trato, era fácil imaginarse cual sería la excusa que ese desgraciado utilizaría para salir del paso; el muy maldito) y segundo porque no podía ignorar el cariño que le tenía al tonto, sinvergüenza, aprovechado, arrogante y etc. de Braha Nira.
Otra cosa que a veces pasaba por su mente era la posibilidad, bastante factible a juzgar por los despliegues de poder que Braha Nira le mostraba en las siguientes ocasiones en las que permitió a algún monstruo pasar por su campo de protección para luego darle fin rápida, brutal y eficientemente, de que él pudiera acabar de una vez por todas con Naraku. Aunque curiosamente eso no se le ocurrió sino hasta que ocurrió aquella extraña casualidad ligada a aquella cosa similar a un brazo en la que Braha Nira había estado trabajando durante días mientras ella entrenaba.
Una presencia muy poderosa y familiar se sintió de pronto en las cercanías del campo de protección de Braha Nira tres días después de haber comenzado el entrenamiento de Kagura. Al sentirla, ella no pudo hacer más que soltar sus trapeadores, olvidándose de todo y corriendo alarmada, porque sin darse cuenta de lo que hacía, su primer instinto fue el de ir a toda prisa al taller de Braha Nira a avisarle como si tuviera toda la intención sincera de ayudarle en contra de aquel que muy seguramente había venido a atacarle. Al llegar allí abrió la puerta de golpe, hablándole a su captor/maestro muy alterada.
—¡Toma todas tus armas, Braha Nira! ¡Prepárate a luchar, pues un enemigo poderoso ha venido a atacarnos!
Una enorme gota de sudor apareció junto al rostro de Kagura al ver la cara de divertido desconcierto con la que él la estaba mirando. Era evidente de que no la estaba tomando nada en serio.
—¿¡Qué no me estás escuchando o has perdido la razón? —Se exasperó Kagura— ¡Te digo que un monstruo muy poderoso ha venido! ¡Debes prepararte para luchar, Braha Nira!
Como si nada estuviera pasando, Braha Nira se había levantado de detrás de su mesa de trabajo y caminó hasta enfrente de ella para luego acariciarle el rostro alegremente y con ternura.
—Al fin me has llamado por mi nombre —dijo muy contento. Por su parte, ella simplemente no se lo podía creer.
—¿¡Pero qué rayos te pasa? —Apartó su mano con brusquedad— ¡No es el momento para tus tonterías...!
Ese repentino beso, casi solo un momentáneo roce de sus labios fue más que suficiente como para petrificarla de desconcierto. Braha Nira sacó sus anteojos, guiñándole un ojo con picardía para luego pasar junto a ella antes de que pudiera recuperar el aliento.
—¡Espera! —Intentó detenerle ella al recobrar la conciencia de sí misma y del terrible momento— ¿Solo vas a salir, así nada más y desarmado? ¡Al menos toma tu katana!
—No hace falta.
—¿¡Qué? —Corrió hasta cortarle el paso, hablándole entonces en un tono casi suplicante— Te digo que es un monstruo muy poderoso y que no deberías menospreciarlo, así que por favor no salgas sin ponerte tu armadura.
Sin dejar de sonreír, el del brazo negro la tomo por los costados, levantándola del suelo y apartándola de su camino con delicadeza.
—Kagura linda, no hace falta. —Y siguió su camino rumbo a la puerta.
Frustrada y en pleno estado de desesperación, no pudo aguantar las ganas de explotar, vociferando a todo lo que daba su voz mientras lo veía abrir la puerta.
—¡Maldita sea! ¡Si es que te has dado cuenta de la magnitud de su poder y por eso te ha dominado el miedo! ¡Si es que estás demasiado asustado para luchar! ¡Entonces devuélveme mi abanico y déjame pelear por nuestras vidas!
—Kagura —Se volteó a hablarle, bajando sus anteojos oscuros de manera que ella pudiera ver lo evidentemente conmovido que estaba por la preocupación que ella le mostraba— solo quiero que sepas que me hace muy feliz ver que te importo, en serio lo aprecio mucho.
Kagura estaba más que furiosa para ese momento, pero ya no había nada que pudiera hacer o decir. Braha Nira había salido de la casa y abierto su campo de protección. Aquel terrible ser ya había entrado.
Sus ojos eran fríos como las noches del infierno y su rostro parecía como esculpido en un muy pálido mármol inquebrantable. Su largo cabello de plata caía sobre su espalda casi tan largo como la blanca y afelpada estola que colgaba desde su hombro. Dos espadas colgaban de su cinto y además portaba una armadura de fantástico diseño; aún con la evidente falta de uno de sus brazos, aquel era realmente un monstruo imponente, muy a diferencia de sus acompañantes. El inusual grupo prosiguió su camino hasta llegar al frente de la casa de Braha Nira, entonces se puso de manifiesto la realidad de la situación, desconcertando aún más a la fuertemente perturbada Kagura.
—Braha Nira.
—Sesshomaru.
Ambos se habían reconocido el uno al otro, sus voces habían sonado profundamente serias y tensamente calmadas, pero aún así no se sentía ningún clima de animosidad entre ellos. Solo calma y silencio, al menos por un rato.
—¡Hooooolaaaa, señor Braha Nira! —Se le escucho decir muy alegremente a la pequeña que cabalgaba aquel monstruoso animal de dos cabezas— ¿Cómo ha estado? ¿Ya lo terminó? ¿Lo puedo ver?
—¡Hola, pequeña Rin! —Mostrando lo poco preocupado que estaba, aún en presencia del terrible Sesshomaru, Braha Nira le había devuelto el saludo a la niña cual si fuera un niño también; mientras tanto Kagura seguía dentro de la casa sin saber que hacer, porque sabía que su presencia no estaba siendo ignorada— ¿Algún problema, Sesshomaru? —Su voz había recobrado su más sombría solemnidad amenazadora y terrible— ¿Por qué esa mirada, hay algo interesante acerca de mi casa?
De haberlo tenido consigo, a Kagura se le habría subido el corazón a la boca en el momento en el que se dio cuenta de que Sesshomaru, sin mediar más palabras se disponía a echar mano de su poderosa Tokijin. Sabiendo que no tenía a donde escapar, su mente se disparó tratando de encontrar una manera de hacerle frente, aunque sabía que sería inútil.
—¡Ni siquiera lo pienses! —Créanlo o no, la voz de Braha Nira llegó a sonar tan gélida y terrible por un momento que hasta fue capaz de hacer que Sesshomaru se detuviera en seco, inmovilizando su mano justo unos centímetros junto a la empuñadura de su espada diabólica, tal y como si una sana prudencia le aconsejara mantenerse respetuoso del monstruo ante él. Virtud que no compartían todos los presentes.
—¡Maldito monstruo de tercera! ¿Cómo te atreves a hablarle a mi querido amo de esa man...?
—Silencio, Jaken.
—Pero amo...
—No me hagas repetírtelo. Y en cuanto a ti, Braha Nira, demando que te hagas a un lado y me entregues a esa maldita mujer que escondes.
—No estoy escondiendo a nadie, Sesshomaru, ni tampoco pienso entregarte a nadie.
—Sabes bien que no me importa destruirte, ni siquiera por ese brazo que has hecho para mí. De modo que si quieres una pelea y morir por protegerla, no tengo problemas en darte gusto.
—Pues eso nos pone en un problema, ¿no es así? Porque la primera vez no quise arriesgarme a matarte para no dejar sola a la pequeña Rin, pero si me fuerzas a destruirte quiero que sepas que estoy dispuesto a ocuparme de ella. Será difícil, pero creo que puedo criarla hasta que sea lo suficientemente poderosa como para intentar vengarte. ¿Es eso aceptable para ti, Sesshomaru?
—Esa mujer no merece tu protección, no merece nada de nadie más que la muerte, es la vil sirviente traicionera de un monstruo miserable llamado...
—Yo sé sobre ella lo que necesito saber, nada más. Y no es cierto que no se merezca nada de mí, pero no espero que lo sepas, obviamente eres de los que juzga con facilidad.
—Querido amo, ¿de quien hablan usted y este insolente?
—Están hablando de mí. —Kagura había salido de la casa, plantándose valientemente a plena vista de Sesshomaru— Y no me importa si merezco o no la protección de este tonto, todo lo que sé es que no la quiero, así que puedes apartarte y dejarnos arreglar nuestros asuntos por nuestra cuenta.
—Ya has escuchado como desprecia tu gentileza, de modo que lo mejor que puedes hacer es dejarla defenderse por sí misma...
—Cuando ella sea capaz de marcharse de aquí por sus propios medios, no me importará contra quien se bata en duelo, pero mientras ella permanezca bajo mi techo yo tomaré su seguridad como mi personal responsabilidad —su voz se intensificó aún más hasta resonar con todo el poder de un trueno infernal, al mismo tiempo su cabello cambió de color hasta volverse completamente púrpura, una densa aura rojiza lo rodeaba e incandescentes destellos carmesí se vislumbraban a través de sus anteojos— Así que es mejor que te metas esto en la cabeza: ¡No te voy a dejar que le toques ni un cabello!
Sesshomaru medio entornó los ojos como señal de su profunda ira y en vista de que no había nada más que decir, ni deseaba perder más de su tiempo tratando de razonar con aquel pedante, con centellante velocidad desenfundó a Tokijin con toda la intención de destajar el cuello de Braha Nira. Pero tan súbitamente como había atacado se detuvo, con su arma resplandeciente de demoníaca aura en el aire a tan solo unos milímetros de la garganta de su oponente, a la vez que este sostenía la amenazadora punta de su propia katana, salida de quien sabe donde, justo enfrente de la manzana de Adán de Sesshomaru. Ambos se contemplaban inmóviles, dejando que la atmósfera se cargara con sus energías espirituales; resultaba bastante inquietante para los espectadores, quienes apenas podían respirar de la impresión, pero por el contrario los dos monstruos mayores parecían estar bastante tranquilos.
—¿Sabes de que me acuerdo en este momento, Sesshomaru?
—No.
—Recuerdo la cara que pusiste cuando te dije que un sujeto que cuidaba de una niña que se veía tan feliz no podía ser verdaderamente malvado.
—Debes ser muy tonto si te pones a pensar en esas cosas cuando tienes una espada contra tu cuello.
—Aquella vez también me dijiste que era un tonto, pero en el fondo creí haberme ganado tu respeto. Sesshomaru, las cosas no tienen que ser de esta manera. Puedes llevarte el brazo que has venido a buscar y marcharte en paz ¿sería eso realmente un golpe demasiado fuerte para tu orgullo?
—¿Tratas de manipularme acaso? —Sonrió hablando con arrogancia— ¿Tan grande es tu temor a luchar conmigo?
Braha Nira agitó su cabeza hacia el frente, de modo que sus anteojos resbalaron un poco por su nariz y sus ojos quedaron al descubierto. No necesitó decir nada más, solo con sostenerle su férrea mirada con la suya llena de una inexplicable emoción entre la seguridad y la alegría, fue suficiente para hacerlo entrar en razón.
—Jaken, Rin: nos vamos.
Solo dijo esto y se dio la vuelta al mismo tiempo que devolvía su arma a su cinto. Así sin más solo se estaba marchando.
—Sesshomaru —Dijo Braha Nira de pronto cuando este ya le había dado la espalda por completo y alejado un par de pasos— ¿No te estás olvidando de algo?
—Si no te alcanzan ni el cerebro ni la vista para ver como tu desgracia se arrastra hacia ti tan evidentemente, entonces tus artesanías no pueden ser muy buenas. Dejémoslo así por ahora, ya veremos que pasa si es que llegas a estar vivo para cruzarte de nuevo en mi camino.
—Pero que falta de confianza me tienen todos por aquí... Pero ni remedio.
Al verlos pasar por el portal abierto en el campo de protección de Braha Nira y alejarse, Kagura por fin pudo respirar tranquila nuevamente. Por ahora solo le quedaba esa pequeña y obvia inquietud.
—¿Qué es lo que me miras con esa cara de pervertido, tonto?
—Lo siento, la forma como la brisa mueve tu vestido ahora que no llevas el obi es... Creo que prefieres que no lo diga. Está bien, y gracias por acercar mi espada, tenías razón, si la necesité después de todo.
—Si no fueras tan terco te habrías dado cuenta antes. ¡Y ya deja de mirarme así! —Se molestó de pronto, rodeando su cuerpo con sus brazos de manera de sostener el vestido en su lugar, disimulando con su rabia el verdadero motivo por el cual estaba tan sonrojada— ¡Esto es tu culpa, si tu odiosa espada no me hubiera herido las manos cuando intenté tocarla, no me habría tenido que quitar el obi para levantarla de su pedestal! ¿Y qué demonios te hace tanta gracia? ¡Te estás imaginando lo que ellos deben haber pensado de nosotros al verme vestida así! ¿No es cierto? ¡NO TE RÍAS TONTO, LA PRÓXIMA VEZ DEJARÉ QUE TE MATEN, IDIOTA!
En realidad no se estaba riendo, pero se le notaba demasiado que casi no podía aguantar las ganas de hacerlo con todas sus fuerzas, pero no culpemos al sujeto. Hacía años que no era tan feliz.
