Un pensamiento desafortunado.

Kagura nunca había sido llevada hasta aquella parte de la aparentemente infinita casa de Braha Nira, pero eso era lo que menos ocupaba su mente por el momento. Por un lado sentía una gran alegría por el anuncio que había recibido esa mañana sobre el fin de la primera parte de su entrenamiento, de verdad estaba muy contenta por eso, no solo porque ya no tendría que usar más aquel ahora súper pesado y caluroso vestidito ya no azul sino casi totalmente dorado, sino porque tenía que reconocer que era cierto que aquel entrenamiento y los tratamientos recibidos al final de cada día habían obrado maravillas en su físico. Aunque respecto a eso parecía que él le tenía una mala noticia.

—Muy bien, mi querida Kagura, de seguro has notado los grandes beneficios que ha tenido la primera fase de tu entrenamiento. Sé que debes haber notado lo mucho que ha aumentado tu fuerza, casi tanto como tus curvas… —Pareció perderse en sus pensamientos por un momento, mirando con algo de picardía a la hermosa dama que de soslayo le devolvió la mirada, hasta que luego de disfrutar lo suficiente le hizo levantar la vista con sus dedos delicadamente elevándole el rostro por la barbilla.

—Venías diciendo…

Tras disfrutar él mismo un momento del roce de la piel de Kagura contra la suya, así como de la traviesa expresión en su rostro, Braha Nira respiró profundo antes de darle aquellas malas noticias.

—Pues, verás Kagura, no te lo había dicho antes, pero la primera fase de este entrenamiento tiene una importante desventaja.

—¿Desventaja? ¿Qué clase de desventaja?

—Es muy simple: con toda la tensión muscular que has acumulado, y aún cuando ha sido grandemente disminuida por los masajes que te he dado, la verdad es que ahora tu cuerpo no es ni tan flexible ni ágil como lo era antes de comenzar a entrenar… ¡Pero no te alteres! En serio no tienes nada de que preocuparte, porque para aumentar tu flexibilidad e incrementar tu agilidad es que está especialmente diseñada la siguiente fase de tu entrenamiento.

Antes de que Kagura pudiera siquiera pensar en la mejor manera de comenzar a mostrar su furia, Braha Nira abrió con un gesto teatral algo exagerado las puertas corredizas de aquella habitación, entre cuyas espesas sombras desapareció él rápidamente.

—¡Oye! ¿Qué pretendes?

Ella se apresuró a intentar atraparlo antes de que su imagen se diluyera en la oscuridad, pero apenas dio un par de pasos se encontró a sí misma sumergida totalmente en ella al cerrarse bruscamente las puertas a sus espaldas. Lo único que mitigaba su temor en aquel momento era la idea de que aquello debía ser muy seguramente uno de los juegos infantiles que tanto divertían a aquel bribón que tenía por maestro forzado. Lo primero que intentó fue regresar a la puerta con la intención de abrirlas y así traer algo de luz de vuelta a la habitación, pero la oscuridad la había desorientado por completo. Mientras deambulaba a tientas en busca de la puerta, una extraña música comenzó a sonar. No parecía tétrica ni amenazante, tanto la música como la atmósfera en general, pero sin embargo se estaba asustando bastante.

—¡No sé si se supone que de esto se trata el entrenamiento, Braha Nira! ¡Pero no veo como destrozarme los nervios va ha hacerme recuperar mi agilidad!

—No te equivoques, Kagura. No se trata de que recuperes tu antigua agilidad —Al mirar en la dirección en la que estaba segura provenía su voz, Kagura se encontró con lo que parecía ser una mujer bañada por la luz proveniente de alguna potente lámpara sobre ella— Se trata más bien de que la superes con creces. Observa con atención.

El volumen de la música aumentó un poco y como afectada por la energía y la sensualidad del ritmo entonado por los invisibles músicos, aquella mujer comenzó a danzar. Sus movimientos variaban en cuanto a su velocidad, energía y las ondulaciones con las que sacudía todo su cuerpo, haciéndolas más o menos intensas mientras seguía a la perfección el ritmo de la música. Pero en cambio era obvio que su equilibrio debía ser supremo para no caerse de aquella reducida tarima circular sobre la que bailaba, aún cuando podía ayudarse mucho gracias a aquel poste metálico que emergía desde el centro de la tarima llegando hasta el techo. Por su parte Kagura observaba muy atentamente aquel espectáculo, sintiendo mucha curiosidad por saber de que se trataría al final todo aquello, aunque por mucho ya se lo imaginaba.

—Ya lo entiendo —anunció ella seriamente— se supone que aprendiendo este baile me haré más ágil y flexible ¿no es así?

—En efecto —respondió él apareciendo de pronto junto a Kagura— Oye… ¿Y por qué esa mirada de recriminación? ¿Ahora que hice de malo?

—Me ha tomado algo de tiempo, pero me he dado cuenta de que esta no es una verdadera mujer sino alguna especie de marioneta. La debes haber hecho tu mismo.

—Pues sí. Utilicé la misma tecnología y hechizos que empleé en aquel brazo que hice para Sesshomaru; pero me intriga que en lugar de estar asombrada o impresionada por la calidad de mi arte, uses ese tono receloso y me mires de esa forma enojada y suspicaz… ¡Espera, ya entiendo! —Soltó una fuerte carcajada y luego continuó hablando con su tono más pícaro— De seguro crees que la he hecho para entretenerme en esas frías noches de soledad —rió otro poco— quizás sí lo hice o quizás no. En todo caso no creo que vayas a creerme si te digo que no, lo que de seguro va a complicar las cosas para que hagas caso de lo siguiente que tengo que decirte. ¿Ves la manera en la que está vestida…?

—¿Vestida? —De pronto se puso furiosa— ¡Tienes que estar bromeando!

—Nop, no bromeo. Y es muy importante que te apegues estrictamente a tu entrenamiento, de modo que por ningún motivo puedo permitir que pases a la siguiente fase de tu entrenamiento si no estás dispuesta a vestir La Prenda Sagrada.

—¿"Sagrada"? —Respondió con ironía— ¿Qué puede tener esa cosita de sagrada?

—¡Ja! Vivimos en una tierra donde cientos de monstruos y humanos se matan sin piedad por cosas mucho más pequeñas —a Kagura le dieron ganas de interrumpirlo, soltando con sarcasmo un "¿Y puede haber algo más pequeño que esa prendita?", pero no lo hizo; la posibilidad de que hubiera comenzado sin querer a respetarlo la asustó un poquito— e insignificantes en realidad que esta prenda. Si lo piensas bien, un grano de arena podría ser para alguien el objeto más sagrado del mundo.

—Como poema es lindo, pero de la misma manera lo que dijiste no tiene porque significar nada para mí. Igual puedo creer en tus buenas intenciones o pensar que solo quieres divertirte a costillas mías. Después de todo si hay algo de lo que estoy segura es que los hombres disfrutan mucho ver a una mujer hermosa bailando para ellos.

—¿Necesitas ser convencida, no? Está bien, hasta donde esté bien decírtelo, te explicare algunos de los motivos prácticos para vestir de esa manera. Mira eso.

Señaló hacía la muñeca danzante, quien para ese momento realizaba un complicadísimo movimiento con el que arremolinaba sus piernas en el aire a gran velocidad mientras descendía en espiral girando alrededor del poste, quedando al final en una pose muy sensual sentada de medio lado sobre la tarima. Era una maquina muy bien hecha, pero eso no era lo más evidente.

—¿Te imaginas intentando hacer eso en un kimono, Kagura?

De hecho sí se lo imaginaba y la idea de Braha Nira riéndose a carcajadas luego de verla caerse del poste envuelta como un pastelillo de mujer dentro de los muchos pliegues de seda de su vestidura, en serio no le hacía mucha gracia; salvo por la parte en la que se lo imaginaba atendiéndola cariñosa y atentamente para aliviar su dolor con esas manos que tanto le gustaban, pero no podía dejarse distraer por eso. La verdad era que al menos en lo que respectaba a la libertad de movimiento él parecía tener mucha, pero mucha razón.

—Supongo que podemos continuar con el mismo trato de antes, Braha Nira, siempre que no ocurra nada que me haga desconfiar de ti y tu entrenamiento, aunque sea para matar el aburrimiento seguiré entrenando…

—¡Perfecto! —Hasta aplaudió muy emocionado y todo, tomando a Kagura por las manos y llevándola a toda prisa fuera de la habitación— ¡Démonos prisa, este día ya está casi por la mitad, pero podemos aprovecharlo aunque sea un poco! ¡Vamos!

Otra habitación hasta hora desconocida y en particular extraña debido a su amoblado, todo de factura extranjera. Tras descubrir lo fácil de poner que era aquella indumentaria, aún con lo numeroso de sus adornos, fue en aquel gran espejo de exótica montura en la que Kagura satisfizo más su curiosidad que su vanidad, pero ambas a la vez. Hasta ese momento y desde hacía mucho tiempo, solo conocía el estado de su cuerpo solo por las sensaciones directas que obtenía de sí misma, es decir, sabía como se sentía, pero no muy bien como lucía desde el punto de vista de una segunda o tercera persona.

Cual si aquella mujer en el espejo fuera una completa extraña, lo primero que ella hizo al descubrirla fue sentir el deseo de criticarla hasta el más mínimo detalle, pero para su alegría aquello que sintió en realidad fue agrado y una especie de atracción casi sensual, como si en el colmo del narcisismo pensara que sería capaz de desear a una persona como la que se encontraba en el espejo; pero en realidad no llegaba a tanto. Posó por un rato mirando como le sentaban aquellos triángulos de seda con que cubría lo mínimo indispensable, imitando lo mejor que podía algunas de las posiciones que vio realizar a la muñeca un rato antes, en parte para complacerse en su propia y abundante belleza por un lado y por el otro para asegurarse de que tan probable era que algo indebido pudiera quedar expuesto por accidente.

Quedó asombrada por el ajuste tan exacto con que aquellas prendas se amoldaban a su figura, nada flojo ni apretado, aparentemente clara señal de que había sido hecha especialmente para ella. Fue al percatarse de esto que su pensamiento divagante llegó a un punto obvio, no otro que el de pensar en él, en Braha Nira pasando largos ratos memorizando sus medidas mientras la atendía al final de cada día. Se lo imaginó también trabajando esmerado y expectante por ver como se vería ella vestida de aquella manera, contorsionándose frente a él al ritmo de aquella música tan excitante.

Sin querer al pensar en él, en como se sentiría él solo de verla, aún tratando de reprimirse dándose una fuerte mordida en uno de sus dedos, Kagura no pudo evitar sentirse excitada con antelación. Sabiendo lo cada vez más difícil que se le estaba haciendo resistirse a esos sentimientos que Braha Nira despertaba con sus gestos de bondad y cariño, e incluso con sus tonterías y atrevimientos, ella se permitió un momento de flaqueza, acrecentando un poco su vanidad al posar con mayor descaro frente al espejo, pensando con que pose lo dejaría sin aliento, con cual podría hacerlo saltar sobre ella o cual parte de su cuerpo sería indiscutiblemente su favorita.

Se había olvidado un poco de todo salvo de que él la estaba esperando afuera, no quería salir en ese estado de exaltación erótica ni mucho menos quería ser encontrada por Braha Nira haciendo aquellas cosas libidinosas que tantas ganas sentía de hacer mientras pensaba en él, así que trataba de encontrar en su memoria alguna cosa que le cortara esa emoción en seco, lo cual fue un tanto en vano, hasta que en un momento en que miró sobre su hombro para apreciar su posterior, de nuevo se encontró con aquella cicatriz. Aquella maldita araña se burlaba de ella, recordándole algo que por un momento se sintió aliviada de olvidar: aún seguía en las manos de Naraku y cualquier alegría, amor o pasión en general que pudiera experimentar, bien podría ser interrumpida abruptamente si ese ser perverso sentía el simple capricho de exprimir su corazón. Vaya despertar más rudo el que se dio.

Fingiendo calma y disfrazando su tristeza con timidez, Kagura salió por fin de la habitación, no pudiendo disfrutar como esperaba antes de la expresión sonrojada en la cara de Braha Nira, ni de cómo lo veía luchando por mantenerse serio mientras le daba las primeras indicaciones sobre lo que ella debía o no hacer durante aquella fase de su entrenamiento. Al final de cuentas sí aprovecharon lo poco que quedaba del día, pero ninguno de los dos se sentía plenamente satisfecho. Por un lado Braha Nira con la repentina torpeza que mostraba su alumna y por el otro lado ella, frustrada en silencio por aquel que parecía su destino, al que por más que le odiara no podría resistirse al parecer.