Una pequeña ayuda.

Tras toda una semana de entrenamiento, era frustrante ver como lo único que había mejorado Kagura hasta el momento era su manera de caer, ya casi no se estaba haciendo daño siquiera. No se trataba de que estuviera perdiendo el equilibrio al tratar de balancearse sobre aquella reducida tarima sobre la que había visto bailar a la marioneta la primera vez, ya que muy por el contrario apenas estaba aprendiendo las técnicas básicas, teniendo para eso todo el amplio espacio del salón despejado por Braha Nira para sus practicas. Era solo que por momentos el peso de su tristeza, del gigantesco desanimo que cargaba en su espalda, acumulado todo en aquella maldita cicatriz al descubierto, simplemente a veces era demasiado para sus tobillos debilitados por su falta de deseos de bailar.

Por su parte Braha Nira estaba enloqueciendo. Nada de lo que le decía o trataba de hacer por ella servía de nada. Ninguna de sus bromas, provocaciones, comentarios picantes ni gestos de amabilidad o ternura surtían ningún efecto en su descorazonada alumna, quien encima se mostraba más arisca que nunca antes con él. De pronto la vio envolverse en una pared de hielo contra él, no dejando que la tocara ni para ayudarla a levantarse tras alguna de sus caídas y negándose también a aceptar las atenciones que ya se habían hecho costumbre durante la primera fase del entrenamiento, haciendo caso omiso no solo a cualquier argumento esgrimido por Braha Nira, sino también a los dolorosos calambres que demostraban cuanta razón tenía él después de todo.

—Puedes abandonarlo todo si así lo deseas, Kagura —dijo de pronto a mitad de la sesión del sexto día, esperando un momento antes de detener la música, pues de nuevo parecía que Kagura no había escuchado nada de lo que había dicho e incluso no pareció prestarle atención al cese de la música, solo seguía bailando terriblemente y sin responderle— Ya detente, puedo ver tu total desanimo, puedo ver como cada pensamiento pesado y desagradable que pasa por tu mente se manifiesta en tu cuerpo mientras intentas bailar. Te hablo y la música suena a tu alrededor, pero sé que lo que escuchas, a lo único a lo que le estás prestando atención es a algo dentro de ti, quizás un bicho que te está matando.

Al fin Kagura se detuvo en seco tras escuchar esto último. Profundamente temió que eso del bicho se debiera a que Braha Nira hubiera descubierto aquello que realmente le estaba oprimiendo el corazón, por eso al detenerse lo hizo dándole la espalda a Braha Nira, rehuyendo su mirada, pues creyó que solo así podría mentirle.

—No sé de lo que hablas, son tonterías tuyas. Solo estoy un poco cansada y molesta contigo, porque siento mi cuerpo demasiado tenso y torpe aún y eso me hace creer que tus falsos masajes solo eran excusas para tocarme, pervertido.

—Kagura, ya te lo expliqué el otro día, el verdadero motivo por el cual debes vestir esta prenda, La Prenda Sagrada de la Diosa Honesta —ese era su nombre completo— todo tiene una utilidad en esta indumentaria desde los adornos hasta el por qué es tan escasa a la hora de cubrir tu cuerpo. Con mi vista entrenada, además de mis habilidades especiales, puedo ver todo de ti y me es muy fácil interpretarlo. He visto la velocidad de contracción y relajación de tus músculos y tendones moviéndose bajo tu piel delicada, he visto que es suave y fluida la mayoría de las veces, eso también lo sabes porque lo sientes ¿no es así? Pero también he visto como se tensan caóticamente por momentos, momentos en los que tus ojos han temblado a ambos lados como tratando de evitar ver algo que te molesta y has fruncido el entrecejo con fuerza también. Se te ve en esos momentos como si hubieras recibido una punzada aguda en alguna parte de tu cuerpo, entonces pierdes toda la concentración y el balance, cayéndote al piso o cuando menos perdiendo el paso horriblemente. Y al final lo que no entiendo es, ¿si eso que te molesta es tan fuerte, por qué no solo dejas de bailar como tan evidentemente quieres hacerlo?

—Me molesta que insistas en negar tu culpa, tonto. Más aún el que pretendas hacerme creer que puedes ver lo que ocurre dentro de mí solo porque ahora pasas horas contemplándome con morbo mientras trato de recuperar mi agilidad vistiendo está diminuta y ridícula cosa me exaspera. Si acaso es verdad que algo me molesta, no es otra cosa que sentir tu mirada perversa recorriendo mi cuerpo.

—La vergüenza es un sentimiento inútil, Kagura. Mientras bailas deberías olvidar todo lo que no sea verdaderamente importante; ese es otro de los objetivos de este entrenamiento: el desarrollo de tu concentración. Si logras superar esos pensamientos infantiles que tienes respecto a lo que otros puedan estar pensando o sintiendo por ti, podrás enfrentar cualquier situación con la misma agudeza en tu mente que la del filo de una buena espada. Dime algo: ¿Si en medio de una batalla tus ropas se rasgaran y aún así no tuvieras heridas en tu cuerpo, dejarías de luchar con ambas de tus manos sanas solo para tratar de cubrirte? ¿En un caso así qué es más importante: vivir o dejar al aire un poco de piel?

—Vivir…

—¡Muy bien, parece que lo has entendido! Dejémoslo así por hoy, descansa lo que queda del día y piensa en lo que hemos hablado. Saldré un rato a recoger materiales nuevos, ¿está bien? Nos veremos a la noche.

Se puso de pie y salió del salón, pero antes de hacerlo le lanzó una mirada de preocupación a su renuente alumna, quien aún se negaba a mirarle. Por su parte ella esperó hasta escuchar cerrarse la puerta para mirar sobre su hombro, tras percatarse de que estaba sola se derrumbó en el suelo del salón sollozando, pues aquel tono vacilante con que le había contestado a Braha Nira su última pregunta no significaba en realidad que le hubiera dado la razón. "¿Vivir…?" fue más bien lo que ella quiso decir, pues era cierto que algo la estaba matando: la incertidumbre de no estar segura ya de si seguía valiendo la pena luchar por ello.

Un baño, una cena acompañada por un silencio más que incómodo y al fin aquel día había terminado, casi…

Aquel cielo rosáceo se extendía sobre aquel campo de flores blancas, cada uno parecía tan infinito como el otro. Kagura se puso de pie en lo que parecía ser el centro de los dos, mirando a un lado para descubrir un riachuelo rumoroso y al otro para encontrar un bosquecillo de bambú y arbustos tupidos. Hacía un segundo estaba segura de que nada de eso estaba allí, pero allí estaban igual que ella y no parecía haber mucho más que hacer, así que decidió dar un paseo a ver qué más encontraba.

El sol cálido brillaba filtrando su luz amablemente a través de una nubecilla delgada con forma de ojo, o cuando menos eso le pareció a ella cuando la vio. Acompañándola en su paseo estaba aquella brisa que le acariciaba, alegrándola con su perfume prestado por las flores que tan gentiles se sentían sedosas al rozar sus piernas. Si era un sueño no lo parecía del todo, pues incluso algunas piedrecillas molestando sus pies descalzos le brindaban ese toque de dolor que tanto distingue a la realidad como más comúnmente suele ser entendida. De modo que más que si no hubiera estado allí esa pequeña molestia, Kagura realmente se sentía feliz de estar dando ese paseo pues se sentía tan libre.

Contenta como estaba, si se ocultó tras escuchar aquellas vocecillas risueñas más debajo de aquel recodo del río, fue porque sintió deseos de espiar la felicidad de otros. Y siendo que se trataba de voces evidentemente de muchachas jóvenes, con un poco de picardía de su parte se imaginó que lo más seguro era que se divertían haciendo esa clase de cosas que solo se hacen cuando se está seguro de que nadie te está mirando. Deseaba ver aunque fuera por un rato a un grupo de chicas jugueteando con inocencia con el agua del riachuelo, más que nada por la curiosidad de ver si se animaba a unírseles.

Se acercó sonriente y sigilosa, apartando un tanto una de las ramas del arbusto tras el que se ocultó para mirar furtivamente a través de él. Y en efecto allí estaban, tres chicas hermosas, trillizas idénticas correteándose entre ellas con sus kimonos recogidos hasta la mitad de los muslos y las piernas metidas hasta la mitad en el agua cristalina que agitaban con sus juegos. Se enterneció al verlas jugar así, les parecieron la imagen más hermosa que había visto en su vida, pero también le hicieron sentir algo extraña, pues había algo en ellas que le resultaba familiar.

Una voz femenina y adulta se escuchó a poca distancia llamando a las chicas cada una por su nombre, apresurándose ellas fuera del agua sin que Kagura les quitara la vista de encima, siguiéndolas hasta que llegaron junto a una pareja que las esperaba sentados sobre una manta al parecer para ofrecerles algunos bocadillos. Quien les espiaba sintió una extraña curiosidad por aquella familia, definitivamente sentía que les conocía de alguna parte, pero desde donde estaba no los podía distinguir bien del todo, así que se acercó un poco más, moviéndose con mayor sigilo por entre el bosque de bambú a su alrededor.

Los perdió de vista por un momento entre la espesura del bosque, pero su instinto le decía que si avanzaba desde el punto al que había llegado, tras aquellos arbustos más al frente los podría ver con claridad. Agachada se acercó a aquellos matorrales y de nuevo deslizo sus dedos entre algunas ramas, apenas apartándolas como quien separa un podo unas persianas con indiscretas intenciones. De nuevo vio a las trillizas, sentadas una al lado de la otra, recibiendo ansiosas en sus bocas unas relucientes bolitas verdes que una mujer, aparentemente su madre les daba sacándolas de una en una desde un frasco con un par de palillos. Sobra decir que la escena le pareció familiar y al pensarlo mejor el sabor de aquellos limoncillos dulces recorrió de nuevo su garganta y perturbó su paladar.

Por más que lo intentaba no lograba detallar ni a la mujer del frasco ni al hombre que abrazándola la acompañaba, ni siquiera estando tan próxima a ellos como estaba; pero definitivamente había algo familiar respecto de aquellas jovencitas, sentía que era evidente, pero tampoco lograba distinguir lo que era.

—Tonta.

Kagura se sobresaltó, al mismo tiempo que escuchó a alguien junto a ella murmurarle aquella burla, una pálida mano pasó frente a su rostro como espantando a una mosca, o mejor dicho, como expresamente disipando una cortina de humo. Pero no fue tanto esa sorpresa lo que le alteró, sino poder distinguirse a sí misma, tiernamente sujeta entre los brazos de Braha Nira mientras repartía los dulces entre las trillizas, aquellas hermosas muchachas de cabellera negra, lindas orejillas puntiagudas y sagaces ojos escarlata. Ellas obviamente eran…

—¡No es posible!

Echó a correr sin siquiera preocuparse de mirar a quien le había aclarado la vista. Solo corrió despavorida por entre los bambúes mientras lloraba desconsoladamente. Trató con todas sus fuerzas de escapar de aquella escena, de lavar de sus ojos aquella visión con tantas lágrimas como le fuera posible derramar, corriendo y corriendo hasta salir de nuevo al campo de flores blancas, no pudiendo esquivar a alguien que se encontraba justo en frente de ella al salir del bosque por lo rápido que iba, derribando entonces a aquella persona, cuyos brazos la rodearon al tiempo que ella hacía lo mismo inconscientemente.

No sabía lo que hacía, se había olvidado de todo y solo lloraba hundiendo su rostro en el pecho de esa persona con la que se había tropezado y quien amable y consoladoramente le acariciaba la cabeza. Allí abrazada a esa persona se perdió por un momento, tratando de entender lo que sucedía, divagando en sus pensamientos hasta percatarse por fin de que aquello que estaba empapando con su llanto eran un par de senos de tamaño más que regular.

—¡Oh, disculpe! —Se apresuró a decir al momento de incorporarse de un brinco— No ha sido mi intención abusar de usted, yo solo…

—Está bien, Kagura, no hace falta que te disculpes. Sé como te sientes y además no ha sido para nada desagradable.

—Eh… —Dudó sorprendida— ¿Cómo es que sabes mi nombre? —Dio un nuevo salto, poniéndose en guardia— ¿Acaso eres una enviada de Naraku? ¡Dímelo! ¡Se ha cansado ese maldito de esperar?

La chica dejó escapar una risita, levantando su torso lentamente con su cabeza echada para atrás y ocultándole el rostro a Kagura hasta el último segundo, cuando la enfrento súbitamente, impactándola con la belleza de sus ojazos verdes claros.

—¿Acaso mi Braha Nira no te ha hablado de mí? —Ladeó un poco y coquetamente sus caderas sin levantarse, señalando sus orejas triangulares al mismo tiempo que agitaba su esponjada cola, la joven era evidentemente una kitsume y aunque no podía creerlo, en efecto Kagura sabía de quien se trataba.

—Arisu… La zorra tramposa y sinvergüenza de quien Braha Nira me contó que estaba… —Iba a decir "enamorado", pero quizás por un reflejo de celos no le salió la palabra de la boca— Pero yo nunca te conocí, ¿Cómo puedo estar soñando contigo?

—En primera, prefiero astuta en lugar de tramposa y desinhibida en lugar de sinvergüenza. Y en segunda, el que esté aquí es responsabilidad de Braha Nira.

—No lo entiendo, ¿con qué finalidad te ha invocado?

—Él no me invocó, a lo que me refiero es que ha sido gracias a que él ha soñado con las dos a la vez, se abrió un camino entre nosotras que me ha permitido venir a visitarte. —Volvió a reír, pero está vez con mayor malicia y mirando a Kagura de una manera muy particular.

—¿Qué te pasa, te parezco chistosa?

—No, para nada. Es solo que me he acordado de lo que pasó en el sueño de Braha Nira. Él tiene una gran imaginación, ¿sabes? Recuerdo que al principio yo no estaba muy segura —agudizo el tono voluptuoso de su voz— pero tengo que reconocer que lo he disfrutado mucho porque fuiste muy tierna, Kagura.

El rojo de su rubor se debió primero a la vergüenza de imaginarse lo que podría haber pasado en uno de los sueños de Braha Nira (después de todo no podía creer que fueran menos intensos que los suyos) y luego a la intensa rabia de sentirse burlada en sus propios sueños por aquel par, pues estaba convencida de que todo aquello, toda aquella escena que había presenciado junto al riachuelo y el que se hubiera tropezado con la novia muerta de aquel tonto, de alguna manera tenía que ser parte de algún plan pensado por aquel imbécil para arreglarla. Justamente lo último que quería.

—¡Ya se me acabó la paciencia! —Gritó sacando su abanico ante la imperturbable Arisu, a quien en serio deseaba partir en dos con su ataque más poderoso, agitando su arma con todas sus fuerzas al tiempo que gritaba— ¡Danza de las cuchillas!

Nada pasó, Arisu siguió sonriente y ni siquiera su cabellera se movió. A ambas las rodeó un momento de silencio y solo una hojilla solitaria de bambú pasó volando junto a ellas. Desconcertada de nuevo, a Kagura no le quedó más que soportar de nuevo la típica risita de zorra burlona de Arisu.

—¡Ahora sí estás siendo chistosa, Kagura-chan! ¿Qué es lo que pretendías hacer, matarme? —Se carcajeó con ganas— ¿No has llegado un poco tarde para eso? —Y volvió a reír de nuevo, al menos hasta que Kagura, tras arrodillarse frente a ella, la golpeo con su abanico entre las orejas.

—Al menos eso puedo hacer. ¡Ja! Ahora si me alegro de que este sueño sea tan real… ¿En serio estás llorando? ¡No me engañaras con eso, sé bien que no te he pegado tan fuerte!

—¡Eres mala, Kagura-chan! ¡No estoy llorando por la fuerza del golpe, sino porque eres mala!

—¿Eh…?

—¿Crees que me ha sido fácil venir a visitarte? —Con rabia le dio la espalda a Kagura mientras seguía llorando a lágrima viva— ¿Cómo crees que me siento de saber que me has reemplazado en el corazón de mi Braha Nira? ¿Qué no apreciarás mis intenciones de ayudarte a pesar de que al hacerlo me arriesgo a que la única persona que piensa en mí me olvide para siempre? ¡Eres mala y una gran tonta! ¿Lo sabías, Kagura-chan? ¡Tonta!

—¿A qué te refieres con que soy una tonta, zorra llorona?

—¿Acaso no te gusta Braha Nira?

—No lo…

—¿Te gusta o no?

—No veo por qué tenga…

El dramático llanto de Arisu se hizo de pronto aún más intenso y tan ruidoso que Kagura no podía ni hablar. No lograba hacer nada para tranquilizarla por más que lo intentaba, hasta que de pronto perdió la paciencia.

—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Sí me gusta Braha Nira! ¡Me gusta!

No tuvo oportunidad de reaccionar, apenas terminó de decir esto Arisu saltó sobre ella rodeándole el cuello con los brazos. Curiosamente en sus ojos no había la más mínima señal de llanto ahora, solo esa penetrante mirada sensual directo a los ojos de Kagura, cuyo rostro estaba a solo un par de centímetros del de la kitsume.

—Entonces —su voz resonaba con gran picardía— ¿Por qué no te acuestas con él, Kagura-chan?

Un momento más o menos largo le tomó a Kagura para reponerse de la impresión causada por la confusión extrema que le causaba esa sensación de sentirse en poder de Arisu, la zorra definitivamente tenía un carisma poderoso.

—Las cosas no son tan sencillas, zorra —respondió al apartar su mirada— ni tú ni él comprenden mi situación. No saben lo que es vivir sin que tu vida te pertenezca…

—¿Vez por qué digo que eres una tonta? —La interrumpió de pronto, sujetándola súbitamente por el cuello de su kimono, desvistiéndola de golpe hasta la cintura, atrapándola por la nuca con una mano, apretando su cuerpo contra el suyo con ambos brazos y acariciándole la espalda a lo largo y ancho de toda la cicatriz mientras le hablaba al oído maliciosa y seductoramente— "Podrías hacer algo mejor que estar sentada en tu precioso trasero, fastidiándome todo el día hasta que sencillamente tu Señor se canse de esperar y arroje tu corazón a los perros" ¿Por qué crees que él te dijo eso? ¿No te das cuenta de que Braha Nira está plenamente consciente de tu situación? ¿Y sin embargo tú que haces? Te echas a morir así de buenas a primeras, como si en serio pudieras saber cual es tu destino…

—Suéltame, maldita zorra.

—…como si en serio no tuvieras vida ya ni oportunidades de ninguna clase…

—Te digo que me sueltes —Estaba a punto de comenzar a llorar otra vez.

—…como si en serio fueras un ser despreciable solo porque te han forzado a llevar está tonta marca. Como si en serio le pertenecieras a ese tal Señor tuyo.

—Eres una zorra, una tramposa y una sinvergüenza que haría lo que fuera para salirse con la suya. ¿Por qué debería confiar en ti, Arisu?

—Porque si mi Braha Nira te ama…

Posó sus manos a los lados del rostro de Kagura, besándola con una ternura, una pasión y una sinceridad inimaginables. Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas.

—…entonces yo también te amo, Kagura-chan.

Compartieron una profunda mirada, pasando poco a poco de la conmovedora ternura, a la cálida hermandad hasta llegar al punto en que ambas sintieron que las abrumaba la pasión, comprendiendo ambas qué fue lo que él vio en la otra y generando un cariño sincero entre ambas.

—Has podido demostrármelo de otra manera.

—Pero este es tu sueño. Mis acciones no tienen nada que ver con la lógica del mundo real. Quizás te asustará saberlo, lo más seguro es que eso fue lo que te hizo correr hace un rato, pero —hizo una pausa, sosteniendo su mirada lasciva a los ojos de Kagura mientras deslizaba la punta de los dedos de una de sus manos de arriba abajo desde la garganta hasta los pezones de la Manipuladora de los Vientos— todo lo que pasa aquí es más que nada una manifestación de tus anhelos, Kagura-chan. Y si decides no detenerme, te complaceré con gusto.

—¿Es aquello que vi lo que realmente quiero?

—Tal vez… —murmuro Arisu.

—¿He olvidado mi sueño de libertad acaso?

—La felicidad es la verdadera libertad, Kagura-chan. ¿Cuánto sabes de ti misma? —Se le escuchó murmurar de nuevo.

—Acepto que he sentido deseo por Braha Nira, pero a ti no te conocía hasta hace un instante. ¿Cómo se explica que esto que haces pueda ser deseado por mí?

—Quizás solo sea cuestión de un accidente. Sin querer se ha mezclado tu necesidad de afecto y compañía, de sentirte amada y valiosa, con el hecho de que estoy aquí presente. Y no es por ser vanidosa, pero sé que puedo ser muy atractiva. Puede que eso haya influido también, linda Kagura.

—Él suele llamarme así, Braha Nira. Te confieso que a veces me pregunto si sus besos serán como los he soñado.

—Como los conozco bien, te mostraré como son.

Con suavidad acercó sus rostros, sintiendo como Kagura temblaba entre sus brazos de incertidumbre y excitación. Poco a poco chupó sus labios, luego atrajo a su boca aquella lengua inquieta y deseosa, jugueteando con ella y la suya propia, demostrando con gran maestría aquella manera de besar que jamás podría olvidar como la aprendió de su amado.

—Así es más o menos. Piensa en eso mientras bailas frente a él. Y ahora, ¿hay algo más que pueda hacer por ti, Kagura-chan?

Sonrió extasiada.

—Solo seguir adelante con lo que hemos empezado. Hazme tuya, déjame hacerte mía. Solo eso, Arisu, para que yo también sienta deseos de recordarte como eres.

Así, correspondiendo al sentimiento demostrado, está vez fue Kagura quien comenzó a besar suavemente a la kitsume luego de liberar sus brazos de entre sus vestiduras plegadas alrededor de su cintura. Sus labios, su rostro, su cuello, ese fue el camino que siguió bajando hasta sus pechos, descubriéndolos con mayor gentileza de la que había recibido ella.

Con un par de sacudidas de sus hombros, Arisu dejó caer su ropa despejando su torso, ofreciéndoselo a su nueva amiga con gran anhelo. Aprovechó además la información privilegiada que poseía, haciéndole cosquillas en sus puntiagudas orejas, sabiendo muy bien el efecto que eso causaba en ella. Poco a poco se fue recostando para atrás, atrayendo hacia sí a la fascinada Kagura, cuyos labios no parecían querer abandonar sus pechos, de quienes parecía querer disculparse por bañarlos en lágrimas, lavándolos ahora con sus suaves lamidas y excitándolos con sus ardientes besos.

—Ven aquí. —La invitó Arisu a juntar de nuevo sus labios, guiándola despacio hacia abajo y sobre ella hasta que estuvieron acostadas sobre la densa sábana de flores que se extendía por aquel campo.

Mientras Kagura seguía distraía con su salvaje lengua recorriendo el paladar de la adorable Arisu y sus manos buscaban la manera de apoyarse en el suelo de tal modo que los pezones de ambas se rozaran con cada vaivén de sus cuerpos, ansiosa por los placeres que prometía, la de divinos ojos verdes desató los nudos de sus obis, tumbando al nuevo amor de su amor de medio lado junto a ella, despejando primero de su grácil figura la estorbosa ropa que quedaba y luego terminando de desvestirse ella misma. Subiéndose entonces sobre Kagura con toda la intención de tomar por un rato el control de la situación.

Al estar ahora abajo, la de los astutos ojos de rubí pudo deleitarse recorriendo toda la espalda y las nalgas de la mujer-zorra, descubriendo por pura suerte que al menos en el caso de Arisu era cierto el mito entre los monstruos sobre lo sensibles que son y lo mucho que excita a las kitsumes el ser acariciadas alrededor de la base de la cola, aquellas largas y fuertes lamidas sobre sus senos eran claramente una muestra de agradecimiento por encontrar aquel lugarcillo especial. Pero la gratitud de Arisu no se quedó solo en eso. Le dio una vuelta a Kagura hasta tenerla boca abajo sobre las flores, halándola suavemente por las caderas hasta lograr posicionarla en cuatro patas, primero deslizando sus generosos pechos sobre su espalda (inmensamente bella a pesar de la cicatriz) en una nueva demostración de afecto, luego abrazándola desde atrás hasta alcanzar con sus trémulos labios los puntiagudos pabellones de Kagura, expresamente devolviéndole el favor al hacerles cosquillas con gran habilidad tanto con su cálido aliento como con el vibrar de su voz mientras le susurraba cosillas perversas, algo así como promesas que pensaba cumplirle muy pronto.

Ambas de las orejas de Kagura fueron así bientratadas y mordisqueadas hasta que estuvieron vivamente rojas al igual que sus pechos estrujados con avidez por el antiguo amor de su nuevo amor. Una vez que la supo lista para lo que seguía, lenta pero segura recorrió a punta de besos el surco formado por la columna a través de la espalda, bajando hasta llegar a su redondo y apetitoso posterior, que acaricio y contemplo gustosa mientras se relamía los labios tanto de deseo como para prepararlos para la acción. El ver como era mirada por encima del hombro luego de que Kagura separó un poco más sus rodillas y arqueó otro tanto su espalda, exponiendo su flor en todo su esplendor una vez que se inclinó con su pecho presionado contra el suelo, hizo sentir bien amada y bienvenida a Arisu y no hay mejor manera de agradecer una calurosa bienvenida de parte de alguien que te ama que con un buen y caluroso beso.

No queriendo ser egoísta, tras recibir un buen rato las atenciones que tan pródigamente le procuraban los carnosos labios y la belicosa lengua de Arisu, Kagura comenzó a gatear en reversa con cuidado, dejando a su amante de ensueño sujetarse a sus caderas mientras la tumbaba hacia atrás, buscando colocar su cabeza entre las piernas de la Kitsume y abrazándose finalmente a sus muslos ya habiéndola llevado hasta el suelo, apartándolos un poco para obtener acceso pleno a aquellos labios jugosos y carnosos ahora frente a su rostro.

Por un rato se complacieron la una a la otra en aquella posición y parecía que nunca se cansarían del sabor de una y la otra, pero era hora de que Arisu le mostrara un truquillo muy especial que solo pueden realizar las mujeres con preciosas y largas colas como la suya. Dio una vuelta para poner a Kagura de nuevo de espaldas al suelo, gateó un par de pasos y se acostó boca arriba sobre quien la miraba con expectante curiosidad. Giró su cabeza todo lo que pudo para darle un besito rápido, metió sus pies entre las rodillas de Kagura y le indicó con un gesto que las levantara, entre sus muslos en V se deslizó hasta que un trecho corto de su espalda había quedado al nivel del vientre sobre el que reposaba su cuerpo, haciéndole unas extrañas cosquillas a Kagura en su clítoris con lo que por un segundo ella creyó que era uno de los dedos de la mano que ella había desaparecido entre sus piernas, pero no podía serlo, aquella mano reapareció para apoyarse en una posición similar a la de la otra junto a su costado y prácticamente a la altura de los hombros de Arisu, quien de pronto se impulsó hacía atrás sobre el cuerpo de Kagura, sobresaltándola más allá de los límites del simple estremecimiento al penetrarla nada menos que con su afelpada y esponjosa cola de zorra.

El resultado fue una indescriptible sensación de cosquilleo hormigueante dentro y fuera de Kagura, casi delirando ella por causa de aquella peluda invitada e igualmente casi sintiendo vergüenza de solo contar con sus dedos para tratar de retribuirle a Arisu por semejante obsequio. Así que para no agotarla y además con la intención de brindarle tanto placer como fuera posible, aprovechando la nueva fuerza de sus caderas y su espalda, Kagura tumbó boca a bajo en un solo movimiento a la kitsume, tomando ahora ella el control con el bamboleo tenaz de su cintura al mismo tiempo que con una de sus manos retomaba las caricias en la base de la hermosísima (y muy útil) cola de Arisu y con la otra la penetraba enérgicamente, hasta que el tan bien logrado e intenso climax que lograron, las sobrecogió a ambas un instante antes de que cayeran abrazadas sobre las flores.

Por un rato permanecieron así recuperando el aliento y luego otro rato más una frente a la otra en silencio. Hasta que Kagura lo rompió suavemente.

—Quisiera dormirme por este delicioso cansancio, luego volver a soñar contigo y despertar teniéndote aún aquí conmigo y con Braha Nira también. Pero así como estoy contenta de haberte conocido, también estoy triste, porque sé que te desvanecerás si llego a cerrar los ojos.

Arisu la besó en la frente consoladora.

—No es a mí a quien necesitas y salvo de este momento no es mí destino estar contigo ni con Braha Nira para siempre en el mundo de los vivos. Pero aunque no sé si es tu destino y el suyo el estar juntos, nada tengo que lamentar, ni siquiera el no estar viva como ustedes, siempre y cuando él me cumpla su promesa de no quedarse solo debido a la tristeza de mi recuerdo y además de ahora en adelante tú no te dejes abatir tan fácilmente por las circunstancias de tu vida.

—No sé si pueda…

—Mañana, Kagura-chan, —la interrumpió tiernamente con sus dedos en sus labios— si no olvidas este sueño, si en especial no olvidas a esas tres lindas niñas y te decides a creer que es posible, te aseguro que bailaras mucho mejor…

Eso dijo mientras le daba una última caricia en el rostro…

Era temprano en la mañana, pero aquel rumor de pasos y el retumbar de la música proveniente del salón ya no dejaron dormir a Braha Nira. Como se imaginó, allí estaba Kagura practicando cuando se asomó, pero no entendía ni se podía imaginar como era posible que de pronto lo estuviera haciendo diez veces mejor que el día anterior. Por su parte, al notar ella la presencia de él en el umbral de la puerta, sin dejar de bailar, sensual y atrevidamente se le acercó, dándole una sonora bofetada.

—¡Hey! ¿Por qué fue eso?

—Pues por todas las cosas pervertidas que piensas de mí y todas la que pensaras, tonto —Se detuvo en una pose muy sugerente de espaldas a él, mirándolo de soslayo y disfrutando por un segundo de su rostro ruborizado— Además, hoy he amanecido muy contenta y quise hacértelo saber, Braha Nira.

Él sonrió y se acarició el lado adolorido de su cara. Había sido una sorpresa agradable, pero de seguro no sería la última sorpresa…